A veces me habla en idiomas que no entiendo, tiene arranques que me superan en cuestiones de sentimientos, pero al mismo tiempo es superficial en casi todos los aspectos. Un día escribió una carta y la escondió para que no supiera que también escribía en silencio. Nunca le permití leer mis cuadernos, tal vez fue por eso.
Hubo veces en que escapaba de mi para ver que hacía después de nosotros. Recorría bares en silencio, tomaba tragos de olvido y recaudaba experiencias (hasta creo que le empeñaron el alma en un par de oportunidades). Volvió a subir hasta mis ojos y le presté partes de ilusión para que pudiera recuperarla. Me dolió que sus fracasos se fueran sucediendo, pero no hice nada. Dejé que se golpeara con paredes que alguien le ponía enfrente y siempre, cuando sabía donde estaba, me quedaba parada en la esquina para ver que -al menos-,volviera en una pieza.
Creo que quería salvarlo. Hacer que temblara de amor y no de miedo, mostrarle que los ojos pueden reír y no tienen porque llorar siempre. Que una mala ganancia, aunque mala puramente, era capaz de dar muy buenos dividendos luego, cuando se entendían las razones por las que había sido de ese modo. Creo que lo quería mio, solo así, como había sido siempre.
Una vez, hace ya tanto que no recuerdo fechas, nos cansamos en momentos simultáneos y dejamos de vernos. Fue terrible. Más allá de la distancia en si misma lo que hacia de la dificultad un gran impedimento era el extrañar...que se hacia insoportable.
De la nada y de mis deseos de verlo otra vez, vino a los mil y un millón de días siguientes.
-"Cuando se ama no se perdona..."
Me lo dijo así, con los ojos abiertos y la cara sucia, en un eco tan solitario que hasta sentí lástima. Se dejó caer en el suelo contra la pared blanca de todos los días, tomó sus rodillas con ambas manos y escondió lagrimas entre las piernas. Y habló de nuevo.
-Es tan frágil sentirse vivo, que cuando la persona que más amas en el mundo te lastima, es imposible volver. No se empieza de nuevo, es mentira. No hay sabiduría en quien perdona en nombre de eso, sino en aquel que se reconoce incapaz de hacerlo.
Sabía a que se refería. Que podía yo decirle. Pensaba lo mismo.