jueves, 5 de junio de 2014

Pasajera en tránsito perpetuo

Franco se fue a Londres y yo volé a recuperar mi vida. No es la primera vez que me diluyo un poco ante la llegada del amor, pero esta vez me agarró más madura, más viva. ¿O más vivida? El asunto es que tuve que volver a mí y a mis cosas. Unos días después, y como si una despedida no fuera suficiente, mi jefa nos comunicó que en dos semanas largaba todo y se iba a vivir a Nueva Zelanda. ¡A Nueva Zelanda! Que sí, que la vida es corta y que la cansó la vida en la ciudad, los números y que desde siempre quiso vivir en una isla.

Por supuesto que entre mis compañeros se quebraron las costillas de tanto darse codazos, haciendo mérito para sucederla, pero mi jefa ya había designado a quién poner en su lugar. Yo estaba en las mejores condiciones para el puesto, pero no me quise adelantar y dejé que suceda lo que sucedió: en el brindis de despedida me anunció que debería llevar los portarretratos con fotos de mis sobrinos a su oficina.

Por supuesto que así no podía seguir viviendo en Castelar, arriesgándome a que un paro ferroviario me haga llegar tarde a alguna reunión, porque las combis venían repletas y era imposible conseguir un asiento. Además, con Franco en Londres, ¿qué sentido tenía andar por esa autopista que había sido nuestra? Así que se alinearon los planetas y tuvo lugar un enroque de casas. Camila, que al tercer mes de vivir sola, se cansó de la humedad, las goteras, las pérdidas y los cortocircuitos que el dueño de su casa se negaba a arreglar, se mudó a mi casa; Facundo, que en las vacaciones en que Franco le cuidó la casa, conoció a una garota brasilera que le robó el corazón, se mudó con ella a una casa chorizo en Chacarita y yo, que necesitaba volver a vivir a Capital, me mudé a su casa en Barracas, con un alquiler a un módico precio, a condición de cuidar a Benito el gato, porque Isabella, la brasilera, es alérgica.

Mi mamá se molestó un poco por volver a tenerme viviendo lejos suyo y cuando me preguntó por qué me mudaba, rápida, mi respuesta fue: “Por su puesto”.