El otoño me ha invadido
como
la lluvia conquista el interior de la tierra,
como
la mar ocupa las costas que la hipnotizan.
Despacio
me han despertado los sueños distraídos
de
castaños en verano,
de
laberintos sin pared.
No
importa que duela el roce
contra
el corazón del aire
ni
que los pliegues encubran
el
misterio de mi existencia
porque
aún me habita el sabor
de
aquel beso de manzana verde
que
permanece en este atardecer.
Ahora
la palabra
es
la única verdad sonora,
la
tierna obstinación que se enfrenta
a
lo que sangra.
No
me hallaréis estática
bajo
la seguridad del zaguán
de
los hombres olvidados.
Buscadme
en el huracán
de
este otoño que me arrolla.