Corría el año 2.014, el mundo había
avanzado en el último siglo más que en todos los que le precedieron, pero solo
en algunas cosas, el ser humano seguía con los mismos defectos que a través de
los tiempos estaban impresos en su ADN, pero, en algún rincón perdido el tiempo
parecía que se hubiera parado, la aldea seguía su propio ritmo, el mismo
heredado de sus ancestros, parecía como si un enorme muro la hubiera mantenido
separada y olvidada de la “civilización” por llamar de alguna manera al mundo
del dinero, la corrupción, las guerras y hambrunas impuestas.
El Gran Jefe de la aldea de cuya pinta (del
jefe se entiende) no deseo acordarme atendía por Sau el Terrible, su imagen o
atemorizaba a las hienas o hacía partirse de la risa a la Bella Dorotea y a
todas las Bellas de la aldea, y es que la palabra estrafalario es de su invención, por no hablar de su
“cabeza a pájaros” pero ese es otro cantar. Ha llegado la hora, amanece, Sau el
Terrible asoma la jeta por la puerta de la Mansión del Gobierno, más conocida
por la cabaña del tío Sau, pega el grito de Gran Jefe como reloj que anuncia
que ya es hora de laborar, de trabajar para el bien de la aldea, y da ejemplo
haciendo que el tolón tolón se ponga mirando al frente mientras sus canillas
peludas sienten el relente de la mañana que comienza, la Bella Dorotea acude a
su vera pidiendo guerra, a él que es hombre de paz, y le concede la paz que
necesita después de una refriega con gritos y carreras, con tumbadillas y esos
ojirris me los comería con tomatirris, es su sino, satisfacer a todas y cada
una de las necesidades de las personas necesitadas por aquello de hacer el bien
mirando muy bien a quién, nos ha jodío Mayo por no llover a tiempo.
Y allí se escuchan los sonidos del trabajo,
se ve florecer en la huerta las lechugas y lechuginos, las zanahorias y los
tomates, en el lago los langostinos de Huelva son felices y los percebes se
enganchan a las piedras de la orilla mientras las almejas juegan en la arena,
muchas almejas, muchas ostras, muchos mejillones al vapor mientras el toro
padre monta a toda hembra que se le pone a tiro y la cabra tira al monte, el
mismo camino que toma Sau el Terrible para otear el horizonte, allí abajo ve a
Stradivarius retozando con la yegua Nicanora mientras en la hoguera se está
dorando un cerdo, otro, para celebrar que otra vez amanece y que la vida sigue,
y ve a los niños, propios y ajenos dirigirse a la escuela donde la señá Eulogia
tratará de desasnarlos cosa que nunca consigue pero que siempre intenta, es lo
que tiene la LOGSEALDEANA que nos inventamos, que no está para iluminar, está
para que mal escriban y mal interpreten y para que amen más el botellón que los
grandes pensadores y filósofos que dio en otros tiempos la aldea, no es el caso
del gran jefe actual.
Como Sau el Terrible, que piensa, luego
está, una vez al año que no hace daño y pensando y pensando una vez pensó que
la vida es como una verde pradera, en ella te encuentras la mala hierba y junto
a ella las semillas germinan y dan flores (Dorotea) y cardos (Sau), también dan
otras semillas que al germinar se convierten en árboles a cuya sombra el loco
Sau, el de las canillas al aire, se tumba a retozar con su amada, todo sea por
bendecir a la tierra.
Hoy toca salir de la linde de la aldea a
lomos de Stradivarius, a emprender una de las famosas correrías de la pareja
más famosa de su pequeño mundo, Stradivarius que es el que dirige las
operaciones tira pallí pallá según miras por donde sale el sol, cuando le da la
gana, que algunas veces las nubes no le dejan asomar la jeta calurosa, a lo
lejos divisan una gran polvareda, que viene de polvo, y allá van como posesos a
investigar, falsa alarma, es el viento que azota la tierra y levanta todo lo
que puede, seguimos, encontramos el río Ahogaviejas, más traidor que el Sau
ese, que en su juventud trabajó en el cine, famoso que es el tío, su cometido
era muy serio, el traidor de focos, de bocadillos, de cervecita fresca, de todo
lo que necesitaba la troupe, más tarde, aún sin sentar la cabeza volvió a la
aldea de la que nunca más salió a no ser para hacer nuevas conquistas a lomos
de su fiel Stradivarius, para engrandecer su bien ganada fama de “el loco de
las canillas al aire”, el que reparte a diestro y siniestro sonrisas y
achuchones a las féminas y mirada dura y torva a los aldeanos que quieren
subírsele a las barbas, cosa que no consiguen. Vemos allí en la orillita del
río bañarse a pelo a la Bella Casimira, la que a veces te mira y ni corto ni
perezoso el loco Sau desmonta, la manda un saludo con el sombrero de cuatro
picos, o más, se quita los calzones, camisa fuera, tolonea y se lanza en picado
al agua donde le espera Casimira con los brazos abiertos como fauces que
quisieran tragarle, y se lo merienda, le deja tambaleándose después de tres
horas de refriegas, es lo que tiene ir de chulo por la vida que te pilla una
real hembra y te pone en tu sitio, con las canillas que no pueden ni con los
pelos que las cubren, nos ha jodío.
Y la vida sigue y siguen camino esa
indómita y extraña pareja, y los horizontes se suceden como estaciones de tren,
siguen, siguen, la mirada al frente y sin
pensar en lo que dejan atrás, todo está por venir.
Saudades - 2014
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