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miércoles, 2 de abril de 2014

El paciente sano

A causa de algo que he leído estos días, recupero un artículo que escribí hace unos años y que provocó que recibiese la airada carta de un médico al que no le hizo mucha gracia mi tono irónico. 

Vayan por delante mis disculpas, si hay algún médico en la sala, y quiero dejar claro que respeto muchísimo esa profesión, tanto como cualquier otra. Es este un ejercicio reflexivo sobre una clase de individuo en concreto, cuya personalidad se ajustaría a este perfil independientemente de la profesión que ejerciese. 

Y no tiene nada que ver contigo, Javier, que eres un médico excelente.
Sin más preámbulo aquí os dejo el artículo revisado y actualizado.
La enfermedad es una mala compañera que se empeña en seguirnos durante el tiempo que dura nuestro periplo vital y que a veces, incluso nos alcanza. Una vez en su saco nos vemos obligados a relacionarnos con esa inestable raza de seres humanos que dedican su vida a la sanidad. 

Hasta que no estás delante de un médico no comprendes realmente qué significa estar enfermo.

La salud es igualmente tirana y caprichosa. ¿Alguien se ha sentido completamente sano alguna vez? ¿Alguien ha experimentado la terrible y aterradora sensación de que todo en su cuerpo funciona como un reloj?
La medicina apuesta por el hombre (y la mujer, por supuesto) enfermos. Busca en lo más recóndito y oculto ese diagnóstico que poner en la ficha abierta. Porque no hay nada más inútil para la sanidad que una persona sana.

Mi padre siempre decía: Si vas al médico, entras siendo un hombre sano y sales convertido en un enfermo. Y si tienes la mala pata de que te envíe al cirujano, estás perdido, enseguida descubrirás que operar es la única solución y antes de darte cuenta estarás en el quirófano contando hacia atrás
Mi padre era un filósofo desaprovechado.

Antes, cuando entrabas en la consulta del médico, ya tenía el boli apuntando en la receta y ahora, cuando abres la puerta de la consulta, le ves sentado ante su ordenador, con las dos manitas colocadas sobre el teclado, cual secretaria eficiente a punto de redactar una carta oficial. 

Si eres tímido, padeces fobia social, si no te gusta el sexo con tu marido, tienes el síndrome de la mujer inapetente, cuando eres viejo y tus huesos se rompen, sufres de osteoporosis, tus pecas tienen muchos puntos para convertirse en "carcinoma". Y, lo máximo ya, si eres valiente y aceptas que te hagan un estudio genético, podrás descubrir qué enfermedades padecerás en el futuro, así tendrás tiempo de prepararte para la dura tarea de ser un enfermo modelo.
El culto al cuerpo, el querer ser físicamente perfectos, podría llevarnos a creer que lo contrario corresponde a un ser enfermo. De ahí a considerar a los feos como seres a erradicar... La televisión, sobre todo en su publicidad no para de bombardearnos con la idea de la salud, la salud, la salud. 

Hay que tomar magnesio para los nervios, potasio para las uñas, vitaminas para el cerebro, soja para los huesos, los cereales son malos, la fibra es buena, el aceite, de oliva, la margarina, vegetal, la leche, sin lactosa, o de soja, con omega 3...
En la sociedad que estamos construyendo entre todos debemos vigilar a los "nuevos Knock" que van apareciendo en el horizonte. Médicos como el personaje de la obra teatral "Knock o el triunfo de la medicina", estrenada en 1923. 

Esta obra describe la llegada del doctor Knock a un pueblecito cuyos habitantes vivían con la idea de que no necesitaban atención médica. Se consideraban personas sanas, hasta que su idea de salud fue modificada por las "artes" de este maniático y obsesionado médico, cuyo poder radicaba en su conocimiento de la vulnerabilidad del ser humano cuando se le sitúa frente a la muerte.

Knock: "La salud no es más que un nombre, al que no habría inconveniente alguno en borrar de nuestro vocabulario. Por mi parte, no conozco sino gente más o menos afectada por enfermedades más o menos numerosas, de evolución más o menos rápida...1"
Según Knock, un hombre sano es un enfermo mal diagnosticado.

1Knock ou le triomphe de la médecine de Jules Romains, seudónimo de Louis Farigoule, novelista y autor dramático francés, que escribió entre otras Les hommes de bonne volonté, en veintisiete tomos y murió en París en 1972, a la edad de 87 años.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Austen se reinventa en las redes sociales, de Carmen Mañana

Os traigo este interesante artículo publicado el 26/11/2011 en Babelia, suplemento cultural de El País y firmado por Carmen Mañana, sobre Jane Austen.

Sentido y sensibilidad, que cumple 200 años sin perder el favor de crítica y público, ejemplifica el fenómeno de la autora

Lanzarse al amor sin miedo al cataclismo o hacer el esfuerzo protector de contenerse. Hace 200 años, JaneAusten (Steventon, 1775-Winchester, Inglaterra, 1817)planteaba esta cuestión en Sentido y sensibilidad. Una duda que aún continúa vigente a juzgar por el éxito de ventas, crítica y público con el que la novela llega a su segundo centenario. Esta primera publicación de la autora constituye el ejemplo perfecto de obra que trasciende la etiqueta de clásico para encuadrarse en la de fenómeno editorial y cultural. "El secreto de su popularidad constante a lo largo de dos siglos reside simplemente en su gran calidad. Jane Austen es la única escritora en inglés que no ha perdido el favor de la crítica nunca", afirma vía e-mail David Shapard, autor de The Annotated Pride and Prejudice y uno de los mayores expertos mundiales en la obra de la escritora.

Los libros de Austen no han dejado nunca de reeditarse ni de atrapar al gran público. Los cambios sufridos por la sociedad y, supuestamente, dentro de las relaciones sentimentales desde 1811 no hacen mella en sus páginas ¿Las claves? Para empezar, "cada argumento está sólidamente construido: encaja con los demás armoniosamente", defiende Shapard.

La autora entrelaza historias de las que siempre se desprende una lección vital. Nada en ella resulta accesorio. "En sus libros siempre prevalece la justicia, la virtud frente al vicio. Austen busca demostrar que aquellos que se comportan honestamente y son fieles a sí mismos terminan siendo recompensados por la vida", apunta Shapard. A través de sus antagónicas heroínas, Sentido y sensibilidad ejemplifica, quizá mejor que ninguna de sus otras novelas, esa intención moralizante. Elinor Dashwood, que obra con contención, racionalidad y decoro, resulta premiada -tras mucho sufrimiento- con un destino perfecto. Mientras que Marianne, irreflexiva y pasional, es castigada con la vergüenza, el abandono de su amado y casi la muerte. Solo cuando se arrepiente y endereza, la autora decide rescatarla del erial emocional y darle un final de cuento de hadas. Un cierre que siempre tiene lugar en un mismo escenario: el altar.

Quizá por ello, aún hoy, muchos enmarcan su producción dentro del género romántico. "Esa imagen de novela para señoritas, que indigna a autores como Mark Twain, surgió en la época victoriana", apunta el responsable de Alba Luis Magrinyà, que, para celebrar el bicentenario de la obra, reedita Juicio y sentimiento -así es como tradujo en 1993 Sense and sensibility- además de Mansfield Park, la novela con la inauguraron la colección Alba Clásica en 1995.

La interpretación rosácea de las novelas de Austen quedó rebatida en los años cuarenta, cuando el profesor de literatura inglesa D. W. Harding publicó el ensayo Scrutiny y devolvió a la autora la categoría de gran observadora social que hoy reconoce la crítica y que muchos escritores clave del siglo XX como Vladímir Nabokov, Carmen Martín Gaite, David Lodge o William Somerset Maugham toman como referencia.

Cierto que en sus novelas hay grandes historias de amor, pero, según Magrinyà, la británica era una antirromántica total: "Hace sátira de todos los vicios domésticos, incluidas las conductas pasionales no moderadas por la razón". Austen predica que el amor y el cariño son necesarios dentro del matrimonio y se opone a las uniones forzadas, pero también defiende que estas deben ser prácticas y, en palabras de Shapard, "nunca insinúa que el dinero no importa, sino todo lo contrario". El "contigo pan y cebolla" no era para Austen. De hecho, las hermanas Dashwood comen perdices junto a hombres que están muy por encima de su posición social y financiera.

Los problemas y desigualdades económicos no son meras pinceladas costumbristas dentro de la obra de Austen. La escritora critica repetidas veces el sistema hereditario patriarcal que imperaba en Reino Unido y que dejaba a las mujeres a merced de la generosidad de sus hermanos o de un buen casamiento. Es precisamente en Sentido y sensibilidad donde más dura e hilarantemente resulta esta denuncia. En concreto en su segundo capítulo, uno de los más alabados y estudiados por la crítica. La pieza arranca con el hermanastro de las Dashwood concediéndoles una renta generosa tras la muerte de su padre y termina dejándolas casi en la indigencia.

Pasajes de este tipo hicieron que ya en el siglo XIX estudiosos como Margaret Oliphant empezasen a hablar de su "cinismo femenino" y, más tarde, de su supuesto feminismo. Un tema que hoy dispara los debates más encendidos entre expertos. Magrinyà concede que existe una clara lectura feminista de sus novelas, mientras Shapard señala que este movimiento era aún incipiente cuando Austen escribía: "En Sentido y sensibilidad se queja de que los hombres son menos castigados que las mujeres por sus comportamientos sexuales inapropiados, y expresa su deseo de que la condena social sea más parecida, aunque nunca dice que deba ser igual", plantea.

Una tibieza quizá hoy en día. Pero pese a todo lo que han cambiado las reivindicaciones sociales y sentimentales a lo largo de 200 años, la novela no ha quedado obsoleta. La capacidad de la británica para reflejar la naturaleza humana sigue enganchando al público del siglo XXI como lo hiciera en el XIX. "Austen actúa como una narradora casi invisible que, a través de su magnífico sentido del humor y de unos increíbles diálogos, permite que veamos cómo los protagonistas crecen, que seamos testigos de sus errores y aprendamos de las lecciones morales que devienen con naturalidad de sus actos", argumenta la expresidenta de la Jane Austen Society of North America Joan Klingel Ray. Una de las coetáneas de Austen más célebres, la princesa Carolina de Gales (1796-1817), hija del rey Jorge IV, decía que veía en Marianne Dashwood -la hermana alocada de la novela- "la misma imprudencia" que en sí misma.

Como la aristócrata, muchos lectores actuales siguen identificándose con sus personajes. La razón está clara para Klingel: "Los protagonistas deben tomar las mismas decisiones vitales que una persona real. Además, todavía resulta fácil encontrar a hombres débiles como Edward Ferrars, que no se atreve a confesarle a Elinor Dashwood que está comprometido, o mujeres que siguen buscando a su señor Darcy [el protagonista de Orgullo y prejuicio]". Es decir, ese amor perfecto (y económicamente conveniente) que, tras algunos obstáculos, tenga el mismo final que las novelas de Austen. Un "felices para siempre" muy ventajoso desde un punto de vista comercial, según el editor de DeBolsillo Jaume Bonfill.

Su sello ha lanzado 14 ediciones de Sentido y sensibilidad en la última década. "Es el título de Austen que más vendemos -unos 10.000 ejemplares al año- y el que tira del resto de sus obras, de las que se han despachado 600.000 unidades desde 1996. Algo espectacular", asegura. Se acaba de publicar una edición en tapa dura de la novela con motivo de su bicentenario: "Solemos hacerlo para promocionar a los escritores, pero Jane Austen no lo necesita".

No son los únicos. Este año es testigo de una cascada de revisiones: desde la ilustrada para formato electrónico que propone el portal Amazon hasta los 500 exquisitos facsímiles que publicó este verano la Casa Museo de Jean Austen. Además de iniciativas amateurs como la página de la red social Flickr, en la que fans hispanohablantes de todo el mundo cuelgan imágenes suyas leyendo el libro.

Las múltiples películas y series basadas en las novelas de Austen también han ayudado a consolidar el fenómeno, tal y como reconoce Bonfill. En DeBolsillo notaron el primer repunte en las ventas tras el estreno de la película de Ang Lee Sentido y sensibilidad (1995). La cinta obtuvo un Oscar al mejor guión adaptado y dio a conocer la historia de las hermanas Dashwood a un público global. En un intento por repetir los buenos resultados de crítica y taquilla, Hollywood potenció la divulgación de la obra de Austen al adaptar también Emma (1996), Orgullo y prejuicio (2005) e incluso la seudobiografía La joven Jane Austen (2007), basada en la obra Becoming Jane Austen, de Jon Spence. Eso sin contar las maravillosas aunque menos conocidas series de la BBC.

Feminista o no, romántica o cínica, todos coinciden en que Austen fue una incisiva observadora social, cuyos personajes, creados con pluma y tinta hace 200 años, siguen triunfando hoy en papel, pantalla grande y pequeña, formato digital y hasta en las redes sociales.