miércoles, 26 de noviembre de 2008

Appaloosa

Lo siento, pero no puedo con ella. Es ver aparecer a Renée Zellweger con ese mohín perpetuo de niña a la que le han robado la piruleta, y empieza a hervirme la sangre. Que esta chica tenga un Oscar es uno de los muchos gags que jalonan la historia de estos premios, pero que un tipo cabal como Ed Harris haya contado con ella para Appaloosa entra directamente en el terreno del misterio insondable, del enigma que provocaría noches y noches de orgasmos mentales a Iker Jiménez. No me entra en la cabeza que, insisto, un tipo cabal como Ed Harris permita que la muchachita en cuestión le arruine, casi solita, su segunda película como director.

De todos modos, seamos justos: miss Zellweger es una parte importante, pero no la única, del semifracaso artístico de Appaloosa. El film se presenta como un western dispuesto a resucitar las esencias del género, con sus héroes taciturnos y de pasado oscuro, con sus duelos en calles polvorientas, con sus indios al acecho y con sus cabalgadas hacia la puesta de sol. Y de todo eso hay en el film, aunque engarzado con un desfallecimiento narrativo y más de una imprecisión de guión que transforma esos héroes taciturnos en simples tipos muditos. Además, los duelos se convierten en remedos no demasiado lucidos del spaguetti western, la aparición de los indios es un apunte más folclórico que necesario para la trama, y la puesta de sol resulta ser en una resultona postalita cinéfila. De hecho, toda Appaloosa es una postalita cinéfila; entiéndanme, una postalita de gusto indudable, pero en el fondo acartonada. Se nota que Harris, como director, ama el género y lo entiende, pero la irregularidad de tono del producto provoca en el espectador una incómoda ciclotimia: los toques de humor, por ejemplo, lejos de humanizar chirrían con el sustrato dramático de este retrato de dos amigos pistoleros que se dedican a poner paz en pueblos en conflicto y que, con la edad, empiezan a tener una visión diferente de la vida. Aquí está en el problema de Appaloosa: en no saber cómo mezclar el mito con un tratamiento realista del Oeste, y de este modo, lo "real cinematográfico" se trastoca en parodia cuando pone los pies en lo "real real".

Por ello, uno puede creerse a Viggo Mortensen y Ed Harris cuando hablan de sus cosas o planean su futuro aprovechando que el malísimo Jeremy Irons no se pasa por el pueblo. Menos creíbles resultan, sin embargo, cuando se ponen la coraza de tipos duros y se convierten en máscaras de un catálogo de poses de pistolero. Aquí, Harris como director es incapaz de traspasar el estereotipo y tras el rictus inexpresivo de sus personajes no consigue dejar brillar la pequeña chispa de ese torbellino interior que, supuestamente, determina las acciones de tipos como estos. Podemos, en definitiva, entender (y no siempre) qué es lo que motiva a estos pistoleros, pero de entenderlo a sentirlo desde la butaca hay un gran trecho que la película no transita. Nunca mejor dicho, el hábito no hace al monje y, en este caso, la ambientación y los estereotipos no son suficientes para fabricar un western. Un western que se quiere triste y que se queda en tristón. Como tristona es la equivocada tonalidad de la fotografía, que en este caso no ha sabido desprenderse o utilizar a su favor la frialdad propia de la filmación en vídeo de alta definición.

Y ahora vuelvo con Renée, que juega un papel fundamental para entender la evolución emocional del personaje de Ed Harris. Por desgracia, la actriz (?), respaldada por la dispersión general ya comentada, solo consigue generar en nosotros una pregunta: ¿cómo un pistolero curtido en mil batallas es capaz de enamorarse de una ripipi como esta y plantearse colgar las armas por ella? ¿dónde está la pasión? ¿o es que realmente no hay pasión y solo buenas formas? Pues va a ser que sí, porque en Appaloosa hay tiros y caballos, pero poco western que vaya más allá de las buenas formas para dejarnos una película que merezca el recuerdo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo que Renée Zellweber es una pésima actriz. Pero Appaloosa es un buen western, a la altura Sin Perdón. El duelo interpretativo de Ed Harris y Viggo Mortensen es lo bastante intenso para aguantar a la Zellweber.
Ya sé que el Dr. Maligno ha visto mucho western pero parece que no se haya dado cuenta que la película que nos ocupa es algo más, es la metáfora sobre la recuperación de los valores de la actual norteamérica, donde han de confiar unos con otros (los propios americanos), han de surgir nuevas leyes, confiar en los buenos, expulsando a los malos (los extanjeros- el inglés Jeremy Irons-).
Los buenos westerns siempre han sido un reflejo de los tiempos que corremos. Tiempos combulsos, los actuales, como los de 1881.

Ivax, el terrible

Anónimo dijo...

A ver si aprendemos a escribir. "combulsos" va con n y v, o sea, "convulso". No estoy de acuerdo en con el comentario de Ivax ,seguro que es xavi al revés ( un original). No quiera ver tres pies al gato. Este es un western del montón. Se aguanta por sus actores que no actrices porque tanto Renée Zellweber como Ariadna Gil son patéticas.
El Ivax este que aprenda a juntar letras y luego a ver cine.
A proposito casi siempre estoy de acuerdo con usted. Sr. Maligno.

Josep Lloret Bosch dijo...

Supongo que la veré, porque, como dice un amigo, hay que verlas todas: pero la intervención de la "morritos" me frena, me frena... y me molesta, porque me gusta mucho como trabaja Ed Harris.
Veremos que pasa...

Saludos.

Anónimo dijo...

La pel·lícula està bé. La pàjara aquesta que dieu és un desastre, però la pel·lícula funciona perfectament, no té res de cartró pedra. Una altra cosa és que nosaltres busquem no sé què.

Circe dijo...

Como comprenderán, si yo voy a ver la película será única y exclusivamente por Viggo Mortensen, esa celestial criatura... Coincido en que Ariadna Gil y Miss Potter tienen una suerte que no se merecen.