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miércoles, 12 de junio de 2013

“La G.N.B. Doble C: La Hermandad de Histortietistas del Gran Norte”, de Seth.


Ediciones Sins Entido publicó hace pocos meses en un cuidado volumen la última obra del artista canadiense Seth, La G.N.B. Doble C: La Hermandad de Histortietistas del Gran Norte”, una obra que viene a completar el díptico que formaría con su anterior obra “Wimbledon Green” y en la que el autor nos sumerge en su particular universo de ensueño y cómics.
En este cómic, Seth nos propone que le acompañemos en su recorrido por el Edificio de la sede de Milverton Street de la G.N.B. Doble C: La Hermandad de Histortietistas del Gran Norte, el club que desde 1935 se afilian los historietistas canadienses. El autor nos propone guiarnos por sus viejos pasillos y disfrutad de las anécdotas e historias que se guardan entre sus muros de la historia de los principales miembros de club y sus creaciones junto a la evocación nostálgica de un tiempo pasado que para los autores de cómics canadienses a base de idealización siempre fue mejor.

Si algo ha mostrado Seth a lo largo de su brillante carrera es ser un autor coherente y sin fisuras en la construcción de una obra evocadora de unos tiempos pasados idealizados hasta el onanismo e impregnados de melancolía irreal pues el autor ni los conoció ni los experimentó. En sus dos últimas obras, “Wimblendon Green  y esta “La G.N.B. Doble C: La Hermandad de Histortietistas del Gran NorteSeth se ha centrado además en focalizar ese discurso machaconamente poético y melancólico en el universo del cómic evocando una realidad irreal y fictica tal y como al autor le hubiera gustado que hubiera sido. Si en “Wimbledon Green” fabulaba con fina ironía en torno a las obsesiones de los coleccionistas, “La G.N.B. Doble C: La Hermandad de Historietistas del Gran Norte” viene a completar ese panorama al construir el paraiso artificial de los autores de cómics a través de la construcción ficticia de una historia del Cómic canadiense imaginada del que sería garante y cronista. De este modo, Seth nos sumerge en una hermosa y detallada fantasía en la que conviven autores, premios y  creaciones irreales junto a otros autores reales como Doug Wrigh, su amigo Chester Brown (al que considera nada menos que el mejor dibujante canadiense) y el propio Seth que se convierte en el nexo, en la doble vertiente de autor y personaje,entre la Realidad y la Ficción.

Este planteamiento tan enfermizamente obsesivo y onanista en principio no debería despertar el interés de ningún lector medianamente sano si no fuese por el enorme talento narrativo del autor canadiense que maneja con inusitada habilidad una exigente y minimalista composición de nueve viñetas por páginas de la que se sirve para mantenernos atentos a su disertación alternando la narración del recorrido físico por las diversas salas vacías del edificio antiguo que sirve de sede a la imaginaria hermandad de historietistas con las elipsis en las que evoca las historias de los antiguos miembros de la Hermandad y sus creaciones.  Pocos autores logran actualmente una comunión mayor en la complementariedad entre el texto y el dibujo como Seth para conseguir un todo coherente en el que el autor saca el máximo partido a su minucioso, caricaturista y naif dibujo, reflejando su gusto obsesivo por el diseño de  los objetos y la arquitectura antigua que tan bien describe, su habilidad como retratista para presentar una amplia galería de personajes o su talento para construir a partir de la mencionada composición de nueve viñetas hermosos mosaicos en los que representar  composiciones más complejas y detalladas. 

En esta obra, Seth construye al Cómic la Biblioteca de Babel que Borges creó en la Literatura, un lugar físico y cerrado en el que se encuentran encerrados todos los cómics del mundo reales e imaginados, más cercano en espíritu y poética al cuento del escritor argentino que al “Hicksville”, de Dylan Horrocks, el cómic que inconscientemente el mismo Seth reconoce en el prólogo le influyó a la hora de acometer la obra.
En definitiva, La G.N.B. Doble C: La Hermandad de Histortietistas del Gran Norte”  es un cómic poético, hermoso y divertido, en el que forma y fondo van de la mano, minuciosamente ideado por un autor maduro que ha hecho de sus obsesiones e identidad la inspiración para desarrollar una obra reivindicativa, original y coherente como pocas a la que se entrega en cuerpo y alma. Y que espero sigamos disfrutando durante muchos años.

lunes, 13 de febrero de 2012

“Wimbledon Green”, de Seth.


Acaba de publicar Sins Entido en una bonita edición “Wimbledon Green”, obra que había quedado descolgada en la producción de ese interesante autor que es el canadiense Seth. Un tebeo divertido e irónico, que hará las delicias de todos los buenos aficionados al cómic aunque dudo acerca del interés que pueda suscitar más allá de los estrechos límites del mundillo. Pero, bueno, esa reflexión quizás sea materia para desarrollar en la entrada de mañana o pasado.

En “Wimbledon Green”, Seth recrea a través de los testimonios y reacciones de terceras personas un retrato del personaje homónimo, un orondo y relamido coleccionista de cómics antiguos que se jacta de ser el mayor coleccionista de todos los tiempos y del que pocos datos se saben. Wimbledon saltó a la fama entre los coleccionistas y libreros al hacerse con una excelente colección de tebeos antiguos de la Golden Age, y despierta la admiración y envidia de los aficionados tanto por sus conocimientos enciclopédicos como por su tenacidad para hacerse con gangas en los lugares más insospechados.

Los detractores de Seth podrán considerar “Wimbledon Green” como una obra menor de cabezones parlantes y, en cierto modo, probablemente lo sea, pero creo que sería injusto restar mérito a la habilidad como narrador de Seth para engarzar con aparente sencillez el complejo y sutil puzzle de testimonios y anécdotas que conforman el retrato del protagonista de esta historia y, aunque abuse de la concatenación de pequeñas viñetas durante buena parte del tebeo en las que apenas cambia la expresión de los personajes como también hiciera en la posterior "George Sprott 1894-1975", a la manera aprendida de un Chris Ware al que por cierto dedica la obra, también es verdad que Seth logra divertir al lector con las peripecias del protagonista, sus problemas de identidad, el extraño universo de personajes tan estrafalarios como él mismo que le rodean y el catálogo de cómics nunca escritos que, como un Borges viñetero, presenta, sin renunciar por ello a sus características obsesiones sobre la nostalgia de una época pasada mejor no vivida pero idealizada y el transcurso del tiempo tan características a su producción.

El gran mérito de “Wimbledon Green” es precisamente esa cualidad de Seth para hacer parecer sencilla y casi intrascendente una historia de elaboración compleja en la que se engarzan historias y testimonios dentro del discurso principal para acabar construyendo una obra uniforme que no deja de ser una crítica ácida al mundillo que rodea a los Cómics y a sí mismo, al poder rastrear en algún personaje un émulo del propio autor, enmascarando la deprimente temática que le obsesiona dentro de un interesante ejercicio de catarsis personal.
En definitiva, superficialmente, “Wimbledon Green” no deja de ser un tirón de orejas cariñoso al endogámico mundillo del cómic, los fans, los autores, las convenciones y los coleccionistas que lo conforman por uno que se sabe un elemento más de ese negocio, y, en el fondo, una reflexión lograda sobre el transcurso del tiempo y lo superfluo de cómo lo malgastamos ideada por un observador tan sutil como exquisito como para mostrar sus flaquezas y demonios personales. Un pequeño gran tebeo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

“George Sprott 1894-1975”, de Seth.

Mientras el canadiense Seth ultima la segunda parte de “Ventiladores Clyde”, ofrece señales de vida tras unos cuantos años de sequía creativa (al menos en España) con “George Sprott 1894-1975”, una obra que originalmente se publicó seriada en “The New York Times”, editada primorosamente por Mondadori. Y es esta una buena noticia porque si “George Sprott 1894-1975” aunque no aporte novedades argumentales dignas de mención dentro del imaginario de Seth sí que gráficamente muestra la evolución de un autor inquieto y comprometido con el medio que ha elegido.

En esta obra, parte de la narración de las últimas horas de vida de George Sprott, un veterano locutor de televisión en una olvidada emisora local de televisión canadiense en la que, durante décadas, realizó un programa sobre la exploración del Ártico, desarrollando, además, a partir de las entrevistas a distintos personajes una visión global de la vida de Sprott, con sus luces y sombras, a través de sus experiencias, los lugares que frecuentó y las personas con las que se relacionó.

Seth es un autor moderno obsesionado con el “tempus fugit” medieval que explora en su obra la reflexión poética ante la melancolía y el Olvido en un delicado equilibrio entre forma y contenido, y manteniéndose siempre a un paso de la depresión. En esta obra en concreto, conceptualmente podemos comprobar como Seth ofrece más de lo mismo en la que es obra más elaborada y sutil , que se convierte en una honda y sensible reflexión acerca del olvido que provoca el paso del tiempo a través de las experiencias de un antihéroe gris, George Sprott, un personaje entrañable con el que el lector simpatizará a pesar de sus flaquezas y al que vamos conociendo conforme avanza la lectura de la obra, a través de anécdotas seleccionadas de su biografía y el testimonio de una variopinta galería de personajes secundarios que de un modo u otro se relacionaron con él o sus vidas se vieron afectadas de algún modo, más o menos directo, por el protagonista. George Sprott aglutina en su persona y certifica con su muerte capítulos de la historia humana – los programas locales de televisión, las salas de conferencias, la exploración ártica- que, una vez superados, están, como su persona (y la de todos nosotros, por otro lado), destinados a desaparecer y ser olvidados perdurando sólo en el recuerdo de los que los conocieron, dejando clara la vocación del autor canadiense por reflejar un pasado superado en su obra.

Precisamente, a pesar de su evidente gusto hacia el pasado, Seth es un autor enormemente inquieto a nivel formal que se muestra al tanto de las últimas tendencias narrativas dentro del cómic. En ese sentido, la influencia de Chris Ware y su “Jimmy Corrigan” en esta obra resultan evidentes aunque Seth es capaz de imprimir un sello propio a la historia que la distingue y la hace atractiva al lector más allá de la fría perfección formal de Ware (por otro lado, buscada por este en su obra). Seth dota de un intimismo especial a su obra en la descripción de los personajes y los lugares, centrándose en la descripción de los detalles y los pequeños objetos cotidianos a los que dota de una simbología cuya significación queda a la interpretación del lector en un discurso tranquilo y pausado que no busca apabullar al lector y cuidando la recreación de los silencios y las pausas (algo en lo que no hay duda que Seth es un maestro) e intentado evitar efectismos superfluos. Seth construye elegantes composiciones de página en las que pasa con fluidez de pequeñas viñetas en las que apenas introduce ligeras variaciones en la expresión de los personajes a viñetas que ocupan páginas enteras que reflejan la inmensidad vacía de las extensiones árticas sin estridencia en una demostración más de su enorme talento. Seth construye una narración enormemente coherente a pesar del carácter seriado de la serie manejando con habilidad los distintos lapsos temporales en los que desarrolla la obra y mostrando un sentido del humor irónico e inteligente, hasta el momento bastante ausente de su obra, en la que convierte su condición de narrador omnisciente en el principal objeto de la broma que propone al lector contraponiéndolo al dramatismo de lo narrado. Cada viñeta, de este modo, se convierte en “George Sprott 1894-1975” en la tesela de un mosaico sin la cuál el conjunto carecería de sentido mostrando el dominio absoluto de la narración gráfica que pocos autores alcanzan en toda su carrera pero que en el caso de Seth sólo sirve de acicate para esperar con ansia sus nuevas obras.

George Sprott 1894-1975” es sin duda uno de los mejores tebeos del año, aunque no sea un tebeo probablemente disfrutable para todos los públicos y todas las edades, de un autor en estado de gracia. Ideal para releer en frías tardes de invierno con Leonard Cohen sonando de fondo. Hagan la prueba.

lunes, 2 de febrero de 2009

Poético Seth.

Marc Ngui: Acerca de la relación de los cómics con la poesía, has hablado acerca del papel fundamental que juega el ritmo en ambos medios. Me preguntaba si podrías describir esa conexión rítmica.


He notado, desde hace mucho tiempo, una conexión entre los cómics y la poesía. Es una conexión obvia para cualquiera que alguna vez se haya sentado y tratado de escribir un cómic. Creo que la primera idea se me ocurrió allá por finales de los ’80, cuando estaba estudiando las tiras de Peanuts de Charles Schulz. Parecía muy claro que su disposición en cuatro viñetas era justo como leer un haiku; el modo en que organizaba las viñetas y el dialogo tenía un ritmo específico. Tres golpes: doot, doot, doot –seguidos de una infinitesimal pausa, y luego el último golpe: doot. Cualquiera puede darse cuenta de esto al leer una tira de Peanuts. Esas tiras tiene el mismo ritmo que tienen los haiku –los haikus mayoritariamente terminan con una referencia a la naturaleza en una línea final sin relación.Con el paso del tiempo comencé a ver esa conexión más y más evidente en el modo en que yo escribía mi propio trabajo. Ciertamente, no es un proceso que se trabaje con un gran ajuste –pero cuando estoy escribiendo una página de cómic (o secuencia de páginas) estoy muy alerta acerca del sonido y la “sensación” que produce la división en viñetas del dialogo o la narración. Si tienes que contar una determinada cantidad de la historia en una página, tienes que tomar decisiones acerca de cuántas viñetas necesitas para contarla. Tienes que organizar esas viñetas –pequeñas, grandes, o una combinación de ambas. Todas esas decisiones afectan al modo en que el espectador lee la historia; hay un ritmo inherente creado por cómo dispones las viñetas. Viñeta estrecha, viñeta estrecha, viñeta ancha: este ritmo lo siente el lector, especialmente cuando pones las palabras dentro de las viñetas. Cuando estoy escribiendo un cómic, estoy muy atento a como estructuro las frases: cuántas palabras; una frase en esta viñeta; dos en esta; una viñeta muda; una única palabra. Esas elecciones son ultra-importantes en la creación de la narrativa del cómic, y ese ritmo silencioso es la mayor preocupación para mí cuando estoy haciendo un cómic. Imagino que los poetas sienten la misma preocupación. Si lees cualquier poesía de verso libre, puedes ver como el poeta ha tomado ciertas decisiones sobre como separar los pensamientos y estructurarlos, muy a menudo de una forma que desafía un sistema.


(Extracto de una entrevista realizada por Marc Ngui, para “Carousel Magazine”, y traducida por el tío Berni para Entrecomics en 2006. El resto de la entrevista, aquí).