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sábado, 1 de octubre de 2022

Demasiado humano

por Daniel Link para Perfil

Estoy en un lugar al que se considera la cuna del capitalismo, pero como hoy el capitalismo es global, da lo mismo, es cualquier parte. La máquina capitalista ronronea o gruñe, pero está siempre ahí.

Hace unos días tuve una discusión con mi marido. Apenas llegados a la ciudad, salimos a hacer las compras. Él portaba su mapa de google, donde había identificado unos mercados. Se enojó porque yo hacía caso omiso de sus indicaciones. Había visto a un chico y un perro corriendo por un camino o pasaje y decidí seguirlos. Nos metimos en un laberinto de callejuelas desconocidas (mi marido seguía protestando: “no es así, no es así, hay que seguir las indicaciones del mapa”) donde pronto aparecieron personas portando bolsas repletas de víveres. Dos pasos más allá, estaba el supermercado del barrio. Dije “si hay un camino, es que lleva a alguna parte”.

Si me detengo en este pormenor es para subrayar que suelo desconfiar de las máquinas, aún de las que más admiro, como es el caso de googlemaps.

Soy prácticamente un ludita, incapaz de resignar sus capacidades de baqueano a la omnisciencia de un satélite.

Esta mañana (y si no importa el lugar preciso, tampoco importa el tiempo), apenas terminado el desayuno escuché un ruido del otro lado de la ventana de la cocina. El robot que corta el pasto se había activado y recorría con paso torpe el breve jardín del que disfruto. Entendí su fealdad: el robotito corta todo lo que tiene por delante: trébol, cardo, brote de rosa, deditos de príncipe. Cuando encuentra un obstáculo o un borde de material, retrocede y cambia de dirección, aleatoriamente. Los caminos que va trazando sobre el pasto son irregulares, como heridas (el pasto debe cortarse siguiendo paralelas). Además, hay pormenores del terreno que confunden sus sensores y se empaca y queda ahí, gruñendo como un animal amenazado, hasta que consigue retroceder un poco y, con las últimas fuerzas que le quedan, volver a su base con el pasto todavía desprolijo para recargar la energía dilapidada.

Cualquier chonguito cumpliría con mayor eficacia, sentido de belleza y en menor tiempo una tarea semejante, pero aquí se ha decidido desconfiar de la capacidad humana para realizarla. Me angustio un poco.


sábado, 10 de septiembre de 2022

Los dueños de la democracia

por Daniel Link para Perfil 

A lo mejor la película es mala, habrá que verla. En Venecia la ovacionaron y es probable que otro tanto suceda en los demás festivales donde tiene su participación asegurada. Recordemos que La historia oficial, que volvió triunfante a las premiaciones californianas, siempre tuvo entre nosotras más detractores que admiradores. Pero aquí no se trata de la calidad estética, sino de la oportunidad.

Argentina, 1985, la película sobre la preparación del Juicio a las Juntas, nos llega en un momento justo, cuando se discute qué es la democracia, cuáles son sus límites, sus mitos fundadores, sus héroes y sus nombres propios. Pronuncio estas palabras para aclarar inmediatamente que no sé si son adecuadas al dominio “democracia”, que es un régimen más bien gris, con altibajos que impiden que nadie ocupe esos lugares por prepotencia sino, como se dice, por el juicio de la historia.

Mientras tanto, sirve para evaluar los reclamos narcisistas de derechos de propiedad sobre la abollada democracia.

Nuestra democracia sería inconcebible sin aquel Juicio que, hay que recordar, el peronismo no estaba dispuesto a llevar adelante, posición ratificada luego por los indultos firmados por el Sr. Carlos Menem en 1989-1990, después de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida promulgadas por el gobierno alfonsinista.

En 1998 el Congreso Nacional las derogó, y luego fueron “anuladas” por el el Parlamento en 2003 a partir de un proyecto presentado por Patricia Walsh. Al mismo tiempo, se otorgó rango constitucional a la Convención de la ONU sobre imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, ratificada por el entonces presidente el Sr. Néstor Kirchner. Discutida técnicamente, la “anulación” de las leyes fue convalidada por la Corte Suprema de Justicia, que las declaró inconstitucionales el 14 de junio de 2005.

Mucho antes, Raúl Alfonsín había sufrido dos atentados, uno con bomba (1986) y otro con un revolver (1991) que, como en el caso de la pistola que apuntó a Cristina Fernández, tampoco funcionó.

No se trata de minimizar los acontecimientos, sino de ponerlos a todos en su justa perspectiva. Una perspectiva no implica un relativismo del tipo “nada importa demasiado” sino precisamente todo lo contrario: cada detalle cuenta.

Es lógico que un sector político quiera aprovechar cualquier circunstancia para acumular poder. No es tan comprensible aceptar que, por eso, se aniquile la dimensión histórica de los acontecimientos. Eso se llama absolutismo, un más allá de la democracia.

 

lunes, 5 de septiembre de 2022

viernes, 26 de agosto de 2022

sábado, 23 de julio de 2022

Showroom: la muerte

Por Daniel Link para Perfil

Es irreversible la decadencia universal del periodismo gráfico, que puesto a competir con la velocísima idiotez de las redes sociales pierde por completo.

Más grave todavía es su claudicación ética, para lo cual basta ver hoy la cobertura del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Al comienzo todo fue una condena unánime a Rusia y una toma de partido por los intereses de la OTAN. Pero con el paso de los días y los meses y la estabilización de la guerra como parte del paisaje, lo que pasó a primer plano (más allá del aumento de los precios de los bienes: energía, alimentos, pasajes aéreos) fue la obscena exhibición propagandística de herramientas para la muerte.

He aquí algunos titulares: “Rusia envía tanques de última generación T-90M”, “Cuál es el arma experimental que Ucrania quiere probar contra las tropas rusas”, “Los más famosos al comienzo de este conflicto, por su efectividad, fueron los lanzamisiles antitanque Javelin y antiaéreos Stinger, provistos por Estados Unidos, los NLAW, fabricados por Reino Unido y Suecia, y los Panzerfaust 3, de Alemania”, “Ucrania presentó el potente rifle con antenas”, “Rusia está empleando en su ofensiva contra Ucrania parte de su nueva generación de misiles, calificados por Moscú como «invencibles», «hipersónicos», de alcance ilimitado o invisibles al radar”, “El Bayraktar TB2 es un vehículo aéreo de combate no tripulado de altitud media y larga, capaz de realizar operaciones de vuelo autónomas o controladas de forma remota”.

Asquea en su cinismo semejante reemplazo de la devastasión de la guerra por la promoción de armamento sofisticado: “deme dos”.


sábado, 9 de julio de 2022

Oda al segmento

Por Daniel Link para Perfil

¿La Patria, cuya efeméride máxima hoy se festeja, es segmentable? ¿No es la Patria como tal el efecto de una segmentación, haber cortado por lo sano con la Metrópoli imperial y, al mismo tiempo, haber delimitado los bordes argentinos contra un exterior pensado como una totalidad amenazante o amigable, según las épocas y los sistemas de alianzas? Lo que reconocemos como nuestra República es un segmento (bastante arbitrario, por cierto) de un figura que alguna vez la contenía.

Y sin embargo, hoy la Argentina navega hacia su propia desaparición porque un sector de gobierno (el más golpista) considera que no hay que segmentar, que no hay clases sociales, que no hay poderes adquisitivos diferenciales, que el Pueblo es uno, indivisible, insegmentable, y que como tal debe ser tratado por el Estado mapaternal.

Es raro. Algunas teorías, muy de moda en los últimos diez años, plantearon al Pueblo como un significante vacío (de ahí la potencia política del populismo). Otras teorías, más radicales, sostuvieron el desgarramiento interno del Pueblo que es, al mismo tiempo, el sujeto político por excelencia y aquel pueblo que está excluido (de hecho o de derecho) de la política. Habría un Pueblo y un pueblo que nunca pueden coincidir, salvo cuando la redención sea un hecho indiscutible.

Pero más allá de esas pasiones por las totalidades rasgadas o vacías, está la ciudadanía que es, por definición, segmentable. Todas las escalas impositivas, previsionales y salariales presuponen el segmento. Existen también segmentaciones culturales, habitacionales, geográficas, etarias, genéricas. De otro modo, ¿para qué los censos?

Cualquier persona particular (cualquier poeta, bailarina, periodista, economista o barrabrava) puede estar en contra de la segmentación y abrazar la causa de los espacios lisos o de las totalidades perdidas. Es, sin ir muy lejos, mi caso.

Pero un Estado que se precie de tal está condenado a administrar las segmentaciones que, por defecto, él mismo produce y sostiene. Cualquier otra hipótesis es un disparate, basado en la ignorancia, el fanatismo o la pereza.

Dicen que el Sr. Guzmán renunció porque no lo dejaban segmentar. Si es así, lo bien que hizo. ¡Viva el segmento llamado Patria!

sábado, 28 de mayo de 2022

Kafka y sus sucesores

Por Daniel Link para Perfil

“Es una situación kafkiana”, me dice un amigo. No sé si se refiere a alguna de las costumbres de Franz, como hacer gimnasia desnudo frente a la ventana abierta, marchar junto con sus amigos anarquistas en defensa de Dreyfus, quejarse sin pausa de los males del mundo, asistir fascinado a sesiones de teatro judío o cancelar los compromisos matrimoniales contraídos pocos meses antes. No, se trata de lo kafkiano asociado a una burocracia infinita.

El asunto es así: en algún momento la empresa de gas Naturgy cortó el gas de un edificio para hacer una reparación. Luego, habilitó el gas nuevamente en todas las unidades, salvo una que estaba vacía (la estaban pintando para poder alquilarla). Dejaron el medidor precintado por precaución y sólo “personal autorizado” puede desbloquearlo. Pero Naturgy no atiende los teléfonos. Y cuando los atiende no puede solucionar el reclamo porque no puede garantizar cuándo alguien podría ir a resolver el problema que la compañía creó. ¿Cuál es la solución? Reemplazar todos los artefactos que funcionan a gas (cocina, calefón, estufas) por sus equivalentes eléctricos. ¿No es un disparate?

En lo que reconocemos como “kafkiano” suele haber una grisura constitutiva, una indiferencia a toda otra cosa que no sea el procedimiento, sobre cuya utilidad nadie sabe nada, pero hay que seguirlo. La burocracia es ciega, pero para nada hostil.

Hoy, en cambio, la burocracia se ha asociado con las inteligencias artificiales. Esa quimera se ha vuelto, curiosamente, mucho más violenta que su antecedente, porque las operadoras ahora consideran que no tienen ninguna obligación de atender los padecimientos de otras personas (que podrían ser ellas mismas) y eligen el maltrato como respuesta de servicio.

No es raro que Kafka haya escrito: “Correr hacia la ventana y, a través de los vidrios rotos y la madera astillada, exhausto con el esfuerzo, saltar sobre el alfeizar”

sábado, 21 de mayo de 2022

Hay cadáveres

Por Daniel Link para Perfil

El hedor de la podredumbre saltaba de una plataforma a otra. Tuvimos que dejar de ver la serie que seguimos en HBO Max porque en DirectTV Go estaban los cadáveres: la noche de los Martín Fierro. Por fortuna entramos tarde así que pudimos ver las primeras horas en fast forward.

Todo era penoso: la iluminación, la estupidez, los auspicios de las ternas, la polución auditiva (mezcla de textos mal leídos por un conductor impune, una música de fondo implacable y el griterío de drogados y borrachos que parecía imponerse a todo, salvo a la autoridad de la Sra. Legrand, que llamó a silencio).

En algún momento el conductor llamó al escenario a un premiado y, como no acudía, preguntó: “¿Hay alguien cerca de los baños?”. Otros, que estaban a tiro de escenario, expusieron la dureza escandalosa de sus mandíbulas a un escrutinio innecesario y que perdurará para siempre en los archivos.

Las categorías eran ininteligibles, más que nunca, sobre todo porque la televisión ya no existe como tal y lo poco que de ella queda se arrastra con lentitud de muerta en vida hacia el tiro del final (¡que llegue, que llegue ya!). Puros noticieros (lo más digno) y programas de interés general divididos en micro rubros para aumentar la distribución de naderías (la categoría es... ¡“jurados”!, ¡¡¡“Big Show”!!!).

APTRA es una asociación caduca que ya no entiende la televisión (la crítica televisiva no es otra cosa que recomendaciones pagas de lo que programan las plataformas). Si ya se equivocaron con los canales de cable, que produjeron en su momento más televisión que las canaletas de aire, ¿qué esperar de quienes a la hora de premiar ignoran la producción de Netflix (El marginal, El reino), de Prime (Porno y helado) o de HBO Max (Días de gallos)? Entre tanto muerto pasado de merca y muertos robados a otras artes (Juan Forn, Pino Solanas), sólo dos estrellas: Juanita y Sofía Gala. Lo demás, lastimaba: ¿eso somos?

 

sábado, 7 de mayo de 2022

Plegarias atendidas

Por Daniel Link para Perfil

¿Quién no imaginó alguna vez para si una vida de rocker o de estrella del pop? En mi adolescencia soñé para mí una vida de giras letradas sin pausa. Me imaginaba viajando por el mundo de congreso en congreso, de curso en curso, de presentación en presentación.

El asunto nunca coaguló, de modo que la ensoñación permaneció allí, acurrucada como una deuda del mundo hacia mi persona (¿o personaje?).

Pero Teresa de Ávila (1515-1582), patrona del goce, la misma que se reconocía muy “varona”(“no soy nada mujer en estas cosas, que tengo recio el corazón”, Cuentas de conciencia, III, 6) y que en carta a la madre Ana de Jesús, afirmaba que sus monjas debían ir “como varones esforzados y no como mujercillas” (Cta 433,13) ya nos había advertido que se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que no tienen respuesta.

Sin demasiada conciencia de mi error, entonces, pero habiéndolo deseado como un idiota seducido por el movimiento insensato, me vi arrastrado por mi fantasía rocker a una gira de compromisos internacionales “a los que no podía faltar”. Volé a Madrid y de ahí a Viena, donde me esperaba una limousina para llevarme hasta Olomouc, en la Moravia checa, a través de campos que parecían santafecinos. Después de cuatro noches (y dos presentaciones) en esa encantadora ciudad barroca donde Mozart no se había sentido cómodo, un tren me llevó a Praga, donde tomé un avión rumbo a Frankfurt, para enfrentar otras cinco noches con dos presentaciones. Volé a Madrid, y de ahí a Buenos Aires, para enfrascarme en un congreso que hubiera debido realizarse presencialmente en la ciudad de San Francisco pero que, por problemas sanitarios o presupuestarios (doy las gracias por ello), fue finalmente virtual y que me exigió cuatro presentaciones en cuatro días.

De más está decir que, a diferencia de lo que sucede en el universo teatral o musical, en mi rubro las presentaciones no admiten repetición. Así que viajé con un repertorio de primeras (y últimas audiciones).

Entre el estrés, la sociabilidad obligatoria, la mala alimentación, la diferencia de horarios, las combinaciones de medios de transporte y las diferentes burocracias nacionales, volví a mi casa deshecho pero pensando que iba a ser recibido con algarabía.

No fue así y me di cuenta de que entre el 20 de abril y el 8 de mayo había perdido el tiempo, un puñadito de euros en souvenirs de viaje y las ganas de repetir la experiencia.



sábado, 23 de abril de 2022

Populismo y verdad

por Daniel Link para Perfil

El populismo se entiende, en general, como una forma política caracterizada por la irrupción de grupos que son incorporados a la política partiendo la vida comunitaria en dos polos antagónicos: el pueblo y las élites poderosas. La bibliografía especializada distingue entre populismos de derecha y de izquierda, incluyentes o excluyentes, según las variaciones específicas en los cortes que el discurso populista propone.

Desde el punto de vista discursivo, el populismo ha sido caracterizado como demagógico porque apela a prejuicios, miedos y esperanzas para ganar el apoyo popular.

De modo que uno de los aspectos esenciales de los populismos sería su relación con la verdad.

El asunto fue trabajado con su habitual delicadeza por Michel Foucault en sus últimos cursos, donde analizó la figura retórica clásica de la parresía y del parresiasta como figura de la democracia. En sus lecciones del Collège de France, Foucault precisa: la adulación al pueblo o al tirano «es la sombra misma» de la parresía, «su imitación turbia y mala». Frente al coraje de decir la verdad, tenemos el decir falaz de los demagogos, que saben que sus palabras no son ciertas, pero que las utilizan para regalar los oídos del pueblo y ganar su confianza. Ya lo había señalado Aristóteles: «El demagogo es el adulador del pueblo».

La dimensión que introduce Foucault es más dramática cuando afirma que el parresiasta, porque dice lo que considera verdadero, se pone en situación de riesgo. No basta con decir la verdad sino que hay que ponerse en riesgo al hacerlo, creer que se está diciendo la verdad (comprometerse con ella) y, finalmente, obligarse a ese acto arriesgado, querer decir la verdad, a toda costa, porque de ese modo se ayuda a otras personas.

Argentina, cuya relación con el populismo ha sido larga e intensa, abunda en parresiastas: La Sra. Cristina Fernández y la Sra. Lilita Carrió son dos figuras que juegan con el convencimiento propio de sostener la verdad, y con el riesgo que ello entraña.

Por eso es importante no confundir la parresía con la adulación y al parresiasta con el vulgar demagogo. En este caso, quien habla puede estar diciendo una verdad o no (después de todo, la democracia debe garantizar el acceso a la palabra de cualquiera), pero está esencialmente adulando a su auditorio. Es el caso penoso del Sr. Javier Milei.

¿Cuáles son sus sencillas verdades? Las que sean, no lo ponen a él en riesgo alguno, sino todo lo contrario, porque él sólo dice su verdad para poder atarl electores a su carro. Para eso, Milei usa la ignorancia de su público. Es muy fácil decir que la “casta política” es responsable de todos los males argentinos. Muy diferente sería proponer una administración que pudiera prescindir de la burocracia. Esa utopía anarcocapitalista jamás podrá ser cumplida y Milei es consciente de ese hecho.

Podríamos discutir el pago de asesorías para los parlamentarios. Pero aún si pusiéramos en esos lugares a los más nobles y sabios de nuestros ciudadanos, ¿podrían prescindir del consejo preciso de asesores en materia económica o constitucional para ejercer su representación? Es como si yo debiera abstenerme de pedir bibliografía para hablar de temas que desconozco.

El populismo de derecha, que se ha convertido en una amenaza real del régimen democrático, lucra con la necedad (ignorancia y terquedad) de aquellos a quienes se dirige: dice las turbias palabras que quieren escuchar y que los medios reproducen porque es como revelar secretos de alcoba, asuntos que sirven para vender mayonesas, maquinitas para afeitarse y tampones.

Que Milei hable con violencia no es casual: él sabe que la parresía, porque es un compromiso a todo o nada con la propia verdad, supone traspasar el umbral de las buenas formas. Pero en su caso es una impostura porque sabe bien que no corre ningún riesgo al hacerlo y que si llegara al gobierno (no lo permita el Destino trágico argentino) sería incapaz de gobernar democráticamente según su credo.

Nada hay de extraordinario en la irrupción de Milei, a cuya sombra no se aglutinan nuevas formas de acción política, sino las más flamígeras espadas de la desigualdad estatizada y una ética del puro resentimiento.

 

sábado, 16 de abril de 2022

La podredumbre dorada

Por Daniel Link para Perfil

El martes habíamos comenzado con nuestras actividades docentes a eso de las 16:30 con un workshop sobre jóvenes investigaciones en curso, del que participaron becarias locales y europeas. A las 18:30 terminamos con esa amable reunión de jóvenes talentos porque yo tenía que prepararme para la clase de las 19:00. Mientras fumaba un cigarrillo, entreví el tumulto en el primer piso de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que parecía repetir incidentes de dos semanas atrás.

Un morochazo que estaba al lado mío y que no parecía un alumno deploró ese comportamiento de la jeunesse dorée, peleándose por un espacio donde colgar carteles. Desde su perspectiva, que yo comparto plenamente, el Consejo Directivo de la Facultad debería prohibir para siempre las pegatinas, características de la militancia mugrienta.

La clase comenzó y continuamos con nuestro propósito de reivindicar el “leer como negros” como una perspectiva legítima para imponerle al mundo (nuestro) sentido: por ejemplo, que la filosofía de Nietzsche debería leerse como un efecto de la criolla generación del 37 (Echeverría, en primer término).

Afuera, parece, la olla a presión siguió sobre el fuego y a las 20:30 los gritos de la escaramuza del primer piso llegó hasta nosotras y nos vimos obligadas a abandonar el aula. Tres agrupaciones de izquierda (que habían perdido, por dividirse, las recientes elecciones del claustro estudiantil) se cagaban a golpes en la escalera principal por unos cartelitos que enmascaraban el resentimiento (actitud moral que Nietzsche atribuyó a la posición de Esclavo).

En las redes alguien creyó que todo esto tenía correlación con las más nobles escaramuzas frente al INCAA. No era así, y el episodio es penoso porque pone a la izquierda en el lugar preciso en el que la derecha liberal y el peronismo la necesitan: el de la podredumbre dorada que, ante la decadencia institucional, abraza la atonía ética.


martes, 29 de marzo de 2022

Esto no es una cancelación

A partir del día de hoy, sumo una nueva regla a mi conjunto de restricciones cinematográficas:

No veo películas actuadas o dirigidas 

por Will Smith.



sábado, 5 de marzo de 2022

Milenarismo y mundialización

 Por Daniel Link para Perfil

Al comienzo del siglo XXI se nos había ocurrido, en la UBA, ponerlo bajo la imaginación del Milenio, que llama a la destrucción y al apocalipsis. Nos habíamos entrenado en las lecturas necesarias (desde la Apocalíptica hasta las concepciones finalistas de la historia y las teratologías) pero después nos pareció que tal vez no fuera para tanto, para qué alarmar. “Ustedes siempre igual”, nos habrían dicho.

Pero ya en la segunda década del Siglo la imaginación se realizó: la crisis ecológica, de la cual pende ya de un hilo una humanidad exhausta, la pandemia que suspendió el tiempo durante el cual, sin embargo, las voces de alerta en relación con una creciente paranoia estatal fueron varias (Agamben, Bifo Berardi) y finalmente la guerra senil y psicótica (así la definió Bifo) de dos provincias de la supremacía blanca. Occidente no es una región geográfica sino un Estado Universal Homogéneo y, sobre todo, homogéneamente racial.

El mundo “libre” reaccionó airadamente: Rusia fue expulsada primero de Eurovision, después de Pornhub (los videos gay rusos siguen ahí, sin embargo) y del fútbol, después del espacio aéreo “occidental”, después del sistema financiero mundial, finalmente del transporte marítimo y las tarjetas de crédito. En cualquier momento Rusia quedará también fuera de Google Play y de Apple Store, lo que desencadenará la rebelión final de ls moscovits.

La guerra en curso no es una guerra del Imperio contra los bárbaros sino algo nuevo, una guerra del Capital consigo mismo, que enfrenta diferentes formas de acumulación, y que le sirve como excusa para dejar en segundo plano la catástrofe ecológica que es nuestro día a día.

Mientras las bombas rusas de racimo siguen cayendo sobre Kiev, Corrientes no termina de quemarse y Brisbane, en Australia, está bajo el agua. Lo que antes podía suceder cada cien años ahora inevitablemente sucede cada diez.

¿Milenarismo? ¿Imaginación?

lunes, 28 de febrero de 2022

La mafia rusa

por Daniel Link para Perfil

Hace catorce años publiqué La mafia rusa, un divertimento narrativo anclado en ciertas observaciones de la realidad alemana, profundamente infiltrada ya entonces por la oligarquía rusa.

Con los años, descubrí que esa mancha de aceite se extendía ya por toda Europa y había llegado hasta Barcelona y más allá (cierta teoría conspirativa aseguraba que la Declaración de la Independencia de Cataluña en 2017 fue el producto de una alianza entre la burguesía nacionalista catalana y la oligarquía rusa, que pretendía de ese modo garantizarse un puerto en el Mediterráneo). No quedaba casa ni casino en el Ampurdán que no tuviera un dueño eslavo.

La mañana del 24 de febrero la zarpa moscovita rasgó toda prudencia y se abalanzó sobre Ucrania (¿se acuerdan del Mago Ucraniano de Olmedo?) desencadenando un conflicto bélico de resultado incierto.

Pareciera que la Rusia actual no ha perdido su apetito expansionista, pero eso sí, sin comunismo, con lo cual es como una recuperación del zarismo (claro que más violento y más berreta) por parte de una oligarquía corrupta asociada con un líder autoritario, belicista y (convengamos) un tanto ridículo en sus obsesiones machirulas.

Treinta años le demandó a la patria de Lenin recuperarse de su retroceso militar mientras, en el mismo lapso de tiempo, las democracias occidentales se volvían más timoratas y decadentes.

Lejos quedaron los años en que Alexandre Kojève (que era ruso y marxista, pero trabajó desde París para construir la Europa contemporánea; o que era francés, pero trabajó como espía de la Unión Soviética) imaginó la sutura de dos mundos que hasta entonces eran irreconciliables.

Parece, sin embargo, que la herida no cicatrizó y la carne siguió pudriéndose. Hoy supura, y la soldadesca camina no hacia Moscú para liberarla de la tiranía, sino hacia el Oeste, sobre la ruta contaminada de Chernobil. Ojalá no se les ocurra seguir hasta Praga.

sábado, 12 de febrero de 2022

Cuesta abajo

Por Daniel Link para Perfil

Más bajo no se puede caer, creo (pienso mientras reviso la cotización de mis cibercoins). No me refiero a las vacaciones pagas con séquito de la Sra. Pampita en Punta Cana, ni al dilema del FMI (al que de todos modos no vamos a pagarle) ni a las alabanzas más insensatas a los regímenes más homofóbicos del globo.

Me refiero a los al menos 23 muertos por la venta de cocaína adulterada con un opioide o un precursor, la mitad de los cuales ni siquiera llegaron al hospital. Casi todos ellos eran varones de entre 30 y 40 años, habitantes de esos barrios populares que antes se conocían como "villa miseria".

En Pulp Fiction Mia Wallace confunde, por golosa, un sobre de heroína con uno de cocaína y se inhala una generosa línea que la deja al borde de la muerte. La llevan a lo de Lance, donde Jody, la esposa del dealer, le administra una inyección de adrenalina (o algo así) que la salva por milagro. No es el caso de esta pobre gente, que fue llevada a la muerte por razones de salud pública y de seguridad ciudadana.

En este punto tuvo razón en su recomendación enfática el Sr. Berni, “descártenla”, y muy penoso el verdugueo del Sr. Fernández, como si su función fuera sólo decir “qué barbaridad” y pasar de página.

Más bajo no se puede caer... Que a una pobre gente le vendan veneno sin que lo sepa y que eso no haya sido previsto ni por los servicios de inteligencia (que aparentemente se encargan de espiar sólo a los políticos) ni por las fuerzas de seguridad y que, además, el tema no convoque a una marcha pública de repudio en contra de un Estado que de presente sólo tiene lo griego (“presente griego”) asquea un poco. Que Rosario (que alguna vez fue la Chicago argentina) acepte el espantoso título de la Sinaloa sudamericana (16,4 homicidios por cada 100.000 habitantes cuando el promedio nacional es de 5,3) pone los pelos de punta.

El Sr. Berni acertó nuevamente cuando dijo que el paradigma de combate al narcotráfico ha fracasado. ¿Entonces, qué?

Lloremos y respetemos a los asesinados por un sistema de seguridad pública que abandonó el control del narcomenudeo a las corruptas policías locales.

Lloremos y respetemos a los asesinados por un mercado sin control y sin límites.

Nos queda la esperanza de que alguna vez cese la criminalización de la producción y el consumo de sustancias recreativas y que la gente pueda aspirar (sí, aspirar) a no morirse de pobreza, de abandono, de mala educación.


martes, 18 de enero de 2022

Hoy es el cumpleaños de...

 ... Gilles Deleuze, de Rubén Darío, de Arguedas, de Gastón Gallimard, de Arno Schmidt, ¡de José Luis Perales!

 (caracterizame el signo, caracterizame...)

 

Signos y símbolos

  1. Zodiaco: Capricornio
  2. Planeta regente: Saturno, el maestro
  3. Símbolo: El de cuernos de cabra
  4. Fecha de nacimiento Regente: Marte, el guerrero
  5. Carta del Tarot: La Luna (imaginación)
  6. Números de la suerte: 1, 9
  7. Día de la suerte: Sábado y Martes, sobre todo cuando estos días caen los días 1 y 9 del mes
  8. Los colores de la suerte: Negro, rojo brillante y café rojizo
  9. Piedras de la suerte: Granate

sábado, 15 de enero de 2022

El mal de la banalidad

Por Daniel Link para Perfil

Yo también titubee, como Rafael Spregelburd, ante Don't Look Up, el suceso del verano meridional. En mi caso las razones para verla o no eran puramente éticas. Sucede que tengo dos reglas de conducta contradictorias. Según una, estoy condenado a no poder ver ninguna película en la que actúe Leonardo diCaprio. Según la otra, me obligo a ver toda cinta en la que el nombre de Cate Blanchett aparezca. ¿Qué hacer ante esta película que aúna ambos nombres al frente de un casting rutilante? Ya una vez me había enfrentado ante el mismo dilema con El aviador, donde ambos actuaban y en la que se sumaba otra regla que me obliga a nunca ver películas dirigidas por Martin Scorsese.

Entonces, opté por una salida tangencial (una vez que emitían la película en algún canal de cable, pedí que me avisaran cuando aparecía Katherine Hepburn, desempeñada por mi amiga Cate), un poco tramposa lo sé, pero que esta vez ni siquiera habría de servirme porque sabía que los personajes desempeñados por esas estrellas regladas aparecían juntas en casi todas las escenas.

Como creía estar saliendo de una etapa más bien negra de mi vida, decidí apostar al amor y promover al primer plano la regla positiva. Puse play y vi la película, lo que me permitió refrendar la infinita sabiduría de la regla prohibitiva que involucra al Sr. diCaprio: Don't Look Up es mayormente intolerable, a pesar de los manierismos actorales de Cate.

Como Rafael, también me dejé dominar por la tristeza de que el “mensaje” del film sucumbiera tan rápidamente a los mismos idiotismos que pretende condenar. Vivimos en un mundo imbécil y cínico que pretende hacer oidos sordos a las señales de alarma que nos vienen del cielo y del infierno.

Más cerca de Esopo que de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, la película no quiere que saltemos o bailemos aquí y ahora, cuando el mundo está en peligro. Apenas que digamos: “Qué barbaridad, suerte que esto es ficción”.

 

martes, 21 de diciembre de 2021

Duda y precaución

 

Y el final agambeniano suelto, para los perezosos:

sábado, 4 de diciembre de 2021

¡Llegó la navidad!

Por Daniel Link para Perfil

Hay un documental inquietante que Apple+ acaba de poner a disposición del público. Se llama Pelea antes de navidad y cuenta el enfrentamiento entre un fanático ultraderechista que considera legítimo su derecho a organizar un evento navideño en el barrio acomodado al que acaba de mudarse y los vecinos que no ven con buenos ojos que, de pronto, cinco mil personas o más paseen por el barrio de Idaho donde viven para mirar la casa iluminada a full del abogado Jeremy Morris, cantar villancicos, adorar al camello alquilado y tomar un chocolate caliente.

La asociación de vecinos le informa al recién llegado que ese evento viola las reglas de convivencia del barrio (un mamotreto de quinientas páginas) y allí comienzan las hostilidades. Morris convoca a la prensa y se declara perseguido por sus creencias religiosas (es un barrio de ateos, dice, que vulnera la libertad de culto), clama por su libertad amenazada (sus amigos le dan la razón: en Idaho no gustamos del gobierno federal, queremos ser libres, portar armas, rezar a nuestro Dios).

Luego de cinco festivales navideños de ocho días con creciente tensión entre ambas partes, con intervención de las brigadas paramilitares “constitucionalistas” de Idaho, el asunto llega a la justicia.

En primera instancia, la asociación de vecinos (muchos de ellos jubilados de buenos ingresos) es condenada. Luego, un juez federal anula el veredicto y condena a Jeremy Morris, que grita “socialistas” a los vecinos y “comunista” a su abogado a través de la pantalla de youtube donde mira el juicio. Ahora, todo está en manos de la Corte Suprema.

Dirigido magistralmente por Becky Read, el documento es precioso para nosotros porque nos muestra, en un contexto de psicosis americana, los valores semánticos y conflictivos de la libertad, que nunca viene sola, sino siempre acompañada de fantasmas que, entre nosotros, últimamente han adquirido una potencia amenazante.