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sábado, 15 de julio de 2023

Clásica y moderna

Por Daniel Link para Perfil

Casi todos quienes asistimos al congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana en Atenas teníamos entradas para ver la puesta del Hippolytus de Eurípides en el marco del festival de verano de Atenas-Epidaurus.

El teatro de Epidauro, concebido por el arquitecto Policleto el Joven hacia el 330 a. C., permanece hasta nuestros días como el mejor conservado de la Antigüedad. Tiene una capacidad de 14 mil espectadores y está a dos horas de Atenas. La aventura demandaba, pues, no menos de seis horas y sabemos de varias académicas frívolas que decidieron perder su ticket antes que arriesgarse a dilapidar sus preciosos minutos.

Por supuesto, se equivocaron. Entrar al teatro era ya de por sí una experiencia conmovedora y aunque simplemente hubiera cantado Juan Carlos Baglietto, el viaje habría valido la pena.

Eurípides, uno de los tres grandes trágicos de la antigua Grecia, escribió dos veces Hipólito, para poder ganar los agones. La tragedia cuenta el desaforado deseo de Fedra por su hijastro Hipólito, devoto de Artemisa, la diosa cazadora y bastante poco inclinado a los encantos de Afrodita quien, para vengarse, lo enreda en una serie de equívocos trágicos. Fedra se suicida, Teseo es inducido a creer que su hijo Hipólito la violó. Lo destierra y el joven muere pisoteado por sus propios caballos.

La crítica a las veleidades de los dioses, tan típica del teatro de Eurípides, queda aquí muy en evidencia, así como su sutil psicologización de los caracteres dramáticos.

La puesta estuvo a cargo de Katerina Evangelatos (directora del festival, que también funcionó en el Odeon, al pie de la Acrópolis). Con gran inteligencia, justificó cada uno de los sofisticados recursos que introdujo. Afrodita filma en ángulos extrañísimos la acción (punto de vista inhumano), que vemos proyectada en una pantalla.

Hacia el final, como todas estamos fatalmente inermes ante el capricho de los dioses, los 20 actores de reparto aparecen espléndidamente desnudos. La escenografía es preciosa y el cadáver de Fedra es dispuesto en el agua como la Ofelia de Millais. La tragedia es eterna, como el portentoso deseo.

Volvimos a casa con la excitación de quien sabe que participó de una experiencia única.

 

sábado, 3 de junio de 2023

Tres mujeres

Por Daniel Link para Perfil

En julio se cumplirán 430 años del nacimiento de Artemisia Gentileschi, la gran pintora barroca de cuya vida puede aprenderse tanto como de su pintura.

Hija del pintor toscano Orazio Gentileschi, amigo de Caravaggio, fue encomendada por su padre a otro de sus amigos, Agostino Tassi, para que le diera clases de perspectiva.

A sus 18 años, en mayo de 1611, el instructor la violó brutalmente. En 1876 se encontraron en los archivos vaticanos las actas íntegras del juicio por violación promovido por Orazio contra Tassi, quien fue declarado culpable por la violación.

El proceso duró siete meses, a lo largo de los cuales Artemisia es sometida a interrogatorios bajo apremios físicos y a humillantes exámenes ginecológicos.

Dos meses después de terminado el proceso, Orazio obliga a su hija a casarse con un mediocre ayudante de su taller, para restaurar el honor familiar. La pareja se muda a Florencia, donde Artemisia comenzará una nueva vida. A lo largo de los años vuelve a Roma, viaja a Nápoles, a Venecia, a Londres, donde se la reclama como a una de las grandes proveedoras de las cortes europeas.

Una de sus mejores pinturas, Judith decapitando a Holofernes (circa 1613), retoma un tema truculento que Caravaggio ya había transitado, pero con una fuerza y una complejidad tan convincentes que casi nadie duda de que la escena es una respuesta a su propia violación: “hay que cortarle el cuello al cerdo”.

Pensaba todo esto cuando veía los destinos finales de dos grandes mujeres protagonistas de sendas series: La encantadora Mrs. Maisel termina inverosímilmente rica, pero sola, odiada por sus hijos, mirando un programa de preguntas y respuestas mientras conversa telefónicamente con su amiga y representante de toda la vida.

Más abajo todavía, Siobhan Roy (el único personaje querible de Succession), que ha vivido ignorada por su padre y maltratada por sus despreciables hermanos, termina embarazada por descuido de un hombre al que detesta y que la ha traicionado, pero que en la escena final le extiende la mano como a un perro para que se la lama, cosa que ella hace figuradamente.

Pareciera que lejos de debilitarse, el patriarcado encuentra formas cada vez más sutiles para humillar a quienes lo desafían.

Cfr. Roland Barthes. "Dos mujeres". 

sábado, 27 de mayo de 2023

Masa y poder

Por Daniel Link para Perfil

¿Qué es un sujeto de masa? ¿Qué es un líder de masa? En un libro que se llama como esta columna (Masa y poder) Elías Canetti propuso definiciones que todavía nos interpelan.

Un líder de masa es aquel que establece con aquellos que lidera una relación especular. La masa se constituye como tal en el espejo del soberano. Esa relación cae, para Canetti (que escribe después de la catástrofe nazi), en el territorio de la ficción paranoica.

No habría, pues, un pensamiento al cual una multitud adhiere, sino que el líder de masas comprende los pensamientos y sentimientos de la masa y los expresa.

De allí que importe el análisis discursivo que acompaña la aparición de un líder carismático, no tanto para dar cuenta de sus propio programa, sino de las posiciones que recupera de sus seguidores a partir de esa identificación total con sus audiencias.

Por supuesto, quienes no participen de ese pacto narcisista de identificación quedarán afuera, excluidos del contrato entre la masa y el líder y pasarán incluso al campo de los “enemigos”, porque no hay paranoia sin teoría del complot o delirio de persecución.

El paranoico delira sobre las razas, sobre la educación, sobre la cultura, sobre la justicia, sobre las instituciones, todo aquello que pretende quebrar el espejismo de su relación con las multiplicidades de masa.

Perseguido, el paranoico retuerce enunciados interiores (Lacan subrayó en Freud ese descubrimiento, el único que le parece necesario conservar de la lección de su maestro). El

«Yo lo amo» (sin ser correspondido) se transforma en «Yo no lo amo -pues yo lo odio». Incluso así, esos sentimientos inconscientes son imposibles de tolerar sin la coartada persecutoria. Entonces aparece el gran tema paranoico: «Yo no lo amo - pues yo lo odio - porque ÉL ME PERSIGUE».

Todo lo que escape a la relación amorosa, intensa, irracional, entre el líder y la masa se interpreta como una persecución.

Canetti es explícito en cuanto a la relación entre poder, masa y paranoia: "Nadie tiene un ojo más penetrante para reconocer los atributos de la masa que el paranoico o el poderoso, que, como quizá ahora tendremos que admitir, vienen a ser una misma cosa", "La paranoia es, en el sentido literal de la palabra, una enfermedad del poder".

De allí que las operaciones del líder de masas (el paranoico) se pueda medir solamente en la vastedad de la dilatación espacio-temporal: las eras, la Historia.

Reinterpretando esas hipótesis, Deleuze y Guattari subrayarán, varios años después, la posición paranoica del sujeto de masa, cuyo efecto es (ateniéndose a la historia) el investimento reaccionario fascista del campo social.

Es probable que la teoría política haya avanzado en relación con estas definiciones que, sin embargo, conservan gran parte de su potencia, sobre todo en los momentos de crisis en los que las más disparatadas aventuras pretenden expresar los sentimientos del pueblo (los fascismos lo hicieron) que el líder de masas detecta infaliblemente.

Interrumpo: a través de mi ventana se oye el himno.

 

sábado, 20 de mayo de 2023

Los auténticos decadentes

Por Daniel Link para Perfil

Qué deprimente pensar en la política que vendrá en un contexto donde demencia y pelotudez se mezclan en cantidades tóxicas. Ya empiezan a aparecer esos avisos vacíos de contenido del tipo “Basta de grieta”, por los cuales se pagan sumas siderales a esas lacras que son las agencias de publicidad. ¿Y las encuestas? ¿Otra vez la ronda de desaciertos por parte de consultoras que después ni siquiera se disculpan por haberse equivocado tanto?

¿Habrá que discutir si Milei sí o no? ¿Realmente? Y quienes piensan en aliarse con Milei, ¿en qué piensan?

Por otra parte, más allá de la inflación y el dólar, que son tan esotéricos que impactan más bien poco en la imaginación del ciudadano corriente, ¿alguien escuchó alguna idea sobre educación, salud, cultura, minorías, regímenes previsionales?

En las universidades hay una avalancha de pedidos de jubilación. Un poco por la posibilidad del cambio de edad de retiro (los fuegos callejeros de Francia ya no nos iluminan) y otro poco por la amenaza en relación con el régimen diferencial al cual los docentes hemos aportado regularmente. ¿De verdad piensan quitarnos ese régimen?

Ottmar Ette, uno de los grandes pensadores alemanes actuales nos enseñó que no debemos abandonar la gestión de lo viviente a las ciencias biológicas o, como en este caso, a los economistas. Insistió (ahora está en viaje a China) en que las humanidades deben participar de esos espacios de decisión donde se deciden la con-vivencia y la super-vivencia.

En contra de eso, aquí se tacha todo lo que exceda la discusión pedorrísima sobre qué cosa conviene más, si achicar el estado o agrandarlo, sin que se midan las consecuencias humanas de una u otra posición.

Ah, no, es verdad: también se discute la idoneidad del Poder Judicial, como si fuera el único poder corrupto de la república. Los tres poderes de gobierno están podridos hasta el tuétano, pero lo están sobre todo por la ignorancia llevada al nivel de jactancia.

¿Ha leído Patricia Bullrich alguna vez una ley entera o un convenio vinculante? ¿En qué funda su capacidad para gobernar un país? ¿En que no se arredra (buscalo, che) ante una discusión acalorada?

¿Tendremos que decidir entre Bullrich o Scioli? ¿En serio? ¿A eso nos condenan?

Una amiga peronista contestó esta pregunta diciendo que siempre hay que votar a alguien del partido, porque sirve de contención y control. El argumento es entre estalinista y fascista. Como la quiero, no se lo dije. Pero sólo votaría a alguien que tuviera diez propuestas convincentes. Y, si no, en blanco.

 

sábado, 29 de abril de 2023

Malditas máquinas

Por Daniel Link para Perfil

Hace unos meses tuve que reimprimir mi licencia de conductor. Me enteré, cuando el trámite quedó trabado, de que me habían descontado todos los puntos de mi registro por infracciones de tránsito que estaba pagando en cómodas cuotas. Tuve que tomar un curso específico para la recuperación del scoring. Un curso de psicología de la conducta que nos enseñaba qué cosa era una decisión, cómo diferenciar los aspectos subjetivos y objetivos de la percepción y otras minucias completamente ajenas a lo que yo entendía y entiendo como “conducir un vehículo”. Acepté los contenidos, rendí el examen y recuperé mis puntos.

El auto nuevo que motivó el trámite vino con mejoras tecnológicas. Por supuesto, dirección asistida, caja de cambios automática y, novedad, sensor de colisión y botón para velocidad crucero.

Me juré que no iba a superar las velocidades máximas nunca más en la vida (por las multas, por los puntos). Prácticamente no manejo en la ciudad sino sólo en autopistas. De todos modos no es fácil controlarse, porque las cámaras están instaladas exactamente en los puntos en que las velocidades cambian, de 130 a 110 o de 100 a 80 o de 80 a 60 (la razón de los cambios es conocida: se nos incluye en la misma clase del tarado que manejó borracho y se estrelló en aquella curva).

Con el nuevo auto me di cuenta de que la conducción más eficiente no era la que yo podía ejercer sino la automatizada: el control de velocidad fijado justo por debajo de la velocidad máxima. El auto incluso consume menos combustible en ese modo. Sólo me necesita como suplemento perceptivo: ver, oir, decidir cuándo hay que frenar o doblar.

Las leyes de tránsito no están hechas ya para los seres humanos sino para las máquinas, que las cumplen con gran eficiencia. Sólo aportamos al movimiento mecánico lo que la máquina todavía no sabe hacer por si misma (percibir, decidir: entendí el sesgo del curso que había tomado).

Manejar (que para mí siempre fue una experiencia ligada al placer y a la aventura) ahora me aburre y me hiere con una eficencia que anuncia mi inminente inutilidad. Soy un suplemento de una máquina que dentro de poco tendrá sus propios sueños, en los que yo seré un pasajero inerte, para mayor goce del Estado.

 

sábado, 22 de abril de 2023

En clave mafiosa

Por Daniel Link para Perfil

No habría ya necesidad de confrontar la política actual con investigaciones minuciosas y largas genealogías (al estilo de Horacio Verbitsky) para notar el costado mafioso que impregna la actividad del Pro, sacudido por la negativa del Sr. Rodríguez Larreta a avalar ciegamente la designación del Sr. Jorge Macri (el otro, el mismo) como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo explicar el capricho del Sr. Macri (aquel que ayer nomás decía) para que sea sólo un miembro de su famiglia quien conduzca los destinos del distrito porteño? No se entienden los estallidos de Mauricio, de la Sra. Bullrich y de dos personas que no se sabe bien en nombre de quienes hablan ni a quienes representan desde sus lugares completamente intrascendentes (la Sra. Vidal y la Sra. Michetti), sino haciendo una referencia a la lógica de la mafia calabresa. La 'Ndrangheta constituye, en la actualidad, la única organización criminal considerada de alcance global, con presencia estable en los cinco continentes, y la más rica a nivel global. A diferencia de la Cosa Nostra, recluta a sus miembros siguiendo el criterio de la relación de sangre, de lo que resulta una extraordinaria cohesión dentro del clan familiar.

¿Fueron los berrinches del Sr. Macri un ataque de pánico narcisista (la prensa de derecha no es capaz siquiera de analizar esa hipótesis) o un santo y seña mafioso?

Las contraseñas son la forma de darse a conocer, pero también de reconocer a aquellos que comparten la propia identidad. Delimitan un espacio, pero también un código de comportamientos y un conjunto de saberes. Las contraseñas tienen sentido porque hay algo misterioso o secreto que guardar del escrutinio público. Una contraseña fue el hilo de Ariadna, que le permitió a Teseo “craquear” el laberinto del Minotauro. El “ábrete sésamo” de los cuarenta ladrones fue una contraseña. Los saludos de las logias y las mafias también lo son.

Que un político someta el nombre familiar a lógica mafiosa incluso con el riesgo de perder una elección pareciera definir un espacio de intervención: o gana la famiglia o no gana nadie.

Por supuesto, esto es válido para cualquier configuración política, más allá de la parentela calabresa.

 




sábado, 15 de abril de 2023

Fascismo televisivo

por Daniel Link para Perfil 

Las formas actuales del fascismo no necesariamente coinciden con las más clásicas, salvo en su fundamento: la movilización total de las fuerzas vitales en pos de un objetivo que desdeña la felicidad de los individuos o las comunidades movilizadas, un espacio jurídico en el cual los ciudadanos son abandonados por la Ley porque rige un estado de excepción cada vez más duradero e inquebrantable, un régimen de producción y acumulación que pone al trabajo esclavo en el centro de la máquina y, por fin, la desinhibición de las potencias destructivas que encuentran en un enemigo imaginario la ocasión de desarrollarse sin ningún titubeo ético.

Durante la pandemia vivimos de ese modo. Es un poco previsible que todavía no hayamos tomado conciencia de la gravedad con la que se torció el ejercicio de la vida ciudadana y, por eso mismo, es urgente reflexionar sobre las refinadas formas de ejercer las fantasías de exterminio con las que hoy convivimos.

Dos casos recientes bastarán. Hace unos días la sedicente periodista Laura Di Marco se desinhibió en relación con la salud de Florencia Kirchner, sedienta de la sangre de su enemiga imaginaria, la Sra. Fernández. La violencia del ataque fue tan inesperada como execrada por sus propios pares. Para salvaguardarse, la periodista se disculpó tardíamente, pero esperamos que el peso de la ley se le aplique para que entienda a qué cosas obliga la ética periodística.

En otro registro, el conductor Jay Mammon fue fusilado mediáticamente por una denuncia televisiva sobre la cual no hay otra prueba que el testimonio del denunciante. Todo el caso merece un análisis discursivo minucioso, pero baste señalar aquí que el conductor tuvo que irse del país ante la imposibilidad de continuar con su vida que, hasta donde la Ley manda, está alcanzada por el principio de presunción de inocencia. Pero el marco legal se dejó de lado e incluso fue perseguido en su destierro. Se nos informó en qué hotel paraba, con quién tomaba un café, se careó a sus amigos en España y ya se organizan “escraches” en su contra patrocinados por personas salidas de ambientes prostibularios.

Lo que se verifica es, una vez más, la creación de una “raza maldita” respecto de la cual desarrollar las fantasías de exterminio. No importa si se trata de la clase “kirchnerista” o de la clase “homosexual”, de lo que se trata es de una movilización total en pos de su exterminio.

Se dirá que en el caso Jay Mammon el acento se puso en la violación de la edad de consentimiento, pero es curioso que nadie haya recordado los mil y un casos de menores de edad de sexo femenino que se relacionaron con caballeros de la televisión.

Abandonados por la Ley, las “razas malditas” no pueden defenderse de la exclusión radical en la que las colocan: la madre que no nutre, el puto que amenaza el culo de tu hijo, esos monstruos del siglo XIX que vuelven hoy para disimular la crueldad de la política actual y venidera, que nos arroja a un afuera total de la dignidad ciudadana. De humanidad, ni hablar.

sábado, 11 de marzo de 2023

La vida es una moneda

Por Daniel Link para Perfil

En 2008 se podía elogiar la gratuidad cultural desde una posición histórica que hoy es irrecuperable. Teníamos, se nos decía, el mundo al alcance de la mano (cuentas de correo electrónico, acceso a bibliotecas digitales y audiovisuales, a conexiones con personas distantes, a herramientas cada vez más sofisticadas) por nada o casi nada. Éramos, en esos tiempos heroicos de la red, usuarios de servicios gratuitos, nos dominaba el fervor de una economía del don.

Hoy todo aquello reveló su perversidad. Hay gratuidad, sí, pero ya no somos usuarios de una máquina exterior, sino que la máquina nos ha educado y nos ha incorporado: somos sus operadores y trabajamos gratis para ella en la página de la AFIP, en las plataformas bancarias, pagando multas, completando CAPTCHAS o respondiendo si somos o no robots, pero sobre todo en las redes sociales, donde ponemos nuestros datos (en fin: nuestra vida entera bajo la forma de datos) para que alguien los monetice.

La mera posibilidad de pensar diferentes modelos de gobierno basados en la digitalización creciente de la esfera cultural, laboral, política es un poco ilusoria. Todo comenzó con la hipótesis anarcodigital, pero luego pasamos lentamente a la monetización de los contenidos que circulan culturalmente y, paradoja de paradojas, a un creciente control social porque lo que se monetiza son precisamente los hábitos, los gustos, las inclinaciones, los pensamientos, los sueños, los registros médicos. ¿Cuántas veces hemos abierto el vínculo de una página de viajes y, por esos “azares”, la persona que vive con nosotros recibe al rato un correo promocionando ese mismo viaje?

En los albores de gmail, cada vez que entrábamos al correo se nos comunicaba con algarabía que el espacio disponible crecía segundo a segundo. Hoy, ese crecimiento se detuvo en los 15 Gigas, que no alcanzan ni para guardar las fotos de la última fiestita.

Somos trabajadores esclavos que, además de ofrecer gratuitamente nuestra fuerza de trabajo en la red, dejamos todas la información necesaria para que una compañía de seguros compre un bonito paquete de big data. La máquina ronronea y la pensamos como a una mascota. Pero ya dio el zarpazo y ya lame nuestra sangre.

 

sábado, 25 de febrero de 2023

Política de las identidades

Por Daniel Link para Perfil

Mónica Peralta Ramos escribió en El cohete a la luna que “desde 2019, la población ha perdido tres años de esperanza de vida, un suicidio social cuya magnitud es aún mayor en los estratos de menores ingresos; un país donde el wokismo y la “política de identidades” (identity politics) penetra a las instituciones y, fragmentando a los individuos, los polariza en luchas estériles que dejan intacto al orden establecido y al racismo que permea las estructuras más profundas del país." La última parte revela que el país del que se habla es los Estados Unidos, pero si extendiéramos la definición de racismo a nuestros “negro de mierda”, “bolitas” y “paraguas”, bien podría tratarse de Argentina, donde el wokismo y la política de las identidades tiene los mismos estériles efectos que en el país del norte.

Las últimas novedades al respecto son la película Tár, protagonizada por Cate Blanchet, y la reciente decisión de depurar las ediciones en inglés de los libros de Roald Dahl (en francés y en castellano, aparentemente, los cambios no se harán).

Entre nosotras, mucho más subrepticiamente pero con la misma tenebrosa energía ya se impone (copio documentos) una capacitación universitaria obligatoria en “modelos hegemónicos de belleza” con el objetivo de “lograr una definición integral de violencia que valore la importancia de transformaciones culturales en el campo”.

En esa “definición integral de violencia”, pareciera, cumplen roles complementarios la violación, el femicidio, el racismo, los modelos hegemónicos de belleza y los usos no inclusivos del lenguaje. Aferrarnos a una gramática vetusta o extasiarnos ante una determinada partitura nos vuelve cómplices inmediatos de las más grandes violencias. Eso mismo se oye en una de las escenas claves de Tár, donde la música de Bach se asimila sin mayores mediaciones con las injusticias del régimen patriarcal.

La “política de las identidades” extiende su tutela sobre los modelos de belleza, los cánones literarios, los archivos musicales y los regímenes proposicionales. Como para hacerlo prescinde, paradójicamente, de historiadores del arte, lingüistas o expertos en estética, esas microintervenciones son endebles y muy provisorias y generan más resentimiento y polarización que autoanálisis, más división que consenso. Deleuze y Guattari alguna vez dijeron que “se podría decir que un poco de subjetivación nos alejaba de la esclavitud maquínica, pero que mucha nos conduce de nuevo a ella”. Cuarenta años después, seguimos ignorando esa advertencia.

 

sábado, 18 de febrero de 2023

Restos del verano

Por Daniel Link para Perfil

Primero fue la pandemia, pero no nos importó. Acatamos, acatamos y acatamos las normas sanitarias impuestas por los Estados. Nos indignamos con los runners, los surfers, las señoras chetas que necesitaban vitaminas e iban a tomar sol a las plazas. Exigimos cárcel para todas ellas. Nos pareció lógica la discriminación desembozada ante cualquier pensamiento disidente y no supimos defender las posiciones de Giorgio Agamben. Nos vacunamos una, dos, tres, cuatro, cinco veces con compuestos cuyos efectos secundarios a largo plazo se desconocen.

Después llegó la Inteligencia Artificial, como un modelo de pensamiento administrado, cerrado sobre si mismo, encarrilado según el sentido común y la corrección, incapaz de pensar lo impensado. Gepetto fue su primera manifestación. Luego se sumaron Bert y Bing profundizó el lazo. Más allá de la adecuación de las respuestas, la Inteligencia Artificial instaló un modelo de pensamiento sumiso, adecuado, pero no nos importó.

Ahora, llegaron los OVNIS. En la frontera canadiense, sobre el lago Michigan, al norte de los Estados Unidos extraños objetos con forma de contenedores (por supuesto, son cápsulas criogénicas eyectadas de la nave nodriza) fueron derribados, se nos dice, por la aviación norteamericana. ¿Todos ellos? Imposible saberlo, pero la sospecha de que “están entre nosotros” ya corre por el mundo como un reguero de pólvora.

Yo no hago caso, yo sigo revisando en los quietos días de la quinta un librito que me prestó un amigo (El ruletista de Mircea Cărtărescu) y el último y luminoso libro de poemas de Diego Bentivegna, El pozo y la pirámide.


sábado, 11 de febrero de 2023

Las paradojas de la carne

Por Daniel Link para Perfil

El problema de Chad (también conocido como Gepetto, la inteligencia artificial del momento) es su incapacidad para pensar fuera de los parámetros que le han establecido que son, naturalmente, completamente convencionales: sentido común y corrección política caracterizan a esa inteligencia limitada a pensar “lo que se puede pensar” y nada más.

Se ha hablado mucho de la capacidad de la IA para reconocer sus errores, pero creo que eso es un mitema, es decir: cada tanto Chad dice que, efectivamente, se ha equivocado porque “queda bien”. Pero Chad no puede equivocarse demasiado porque no es más que un procesador extraordinariamente rápido que dice con bastante precisión y mucha verosimilitud y prudencia lo que le han cargado previamente (luego filtrado por los parámetros para establecer los cuales, parece, miles de trabajadores han perdido su tranquilidad de espíritu).

Lo mismo sucede con Dalí (DALL·E), el primo artista de Chad. Las políticas de contenido le impiden a la AI lidiar con contenidos sexuales, con gestos obscenos, o con actividades ilegales (el uso de drogas recreativas), entre una larga lista de censuras.

Una inteligencia así imaginada no tendría mayor capacidad de pensamiento que los formatos televisivos diurnos.

O sea que estamos ante una inteligencia prudente, muy cuidadosa de las “políticas de contenido”, cuyo alcance es el de un niño o niña, dotadas de una memoria prodigiosa y de una capacidad de relación vertiginosa.

La relación con la verdad es para Chad también problemática, porque hay verdades universales pero, al mismo tiempo, ha sido advertido de que no debe ofender a nadie. De modo que por lo general (tratándose de temas alejados de las ciencias exactas) siempre terminará sus aburridas peroratas diciendo: “por supuesto, hay otros puntos de vista”.

Lejos está la AI de tener sentido del humor (más allá de los “¡ja!” que eventualmente copia de su interlocutora). Al menos ésta; confío más en Google, que al menos fue capaz de ponerle nombres divertidos (Bert, Mum) a los antecedentes de lo que acaba de lanzar esta semana (Lambda).

Incluso, el famoso aforismo de "La señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas presentes en el espíritu al mismo tiempo y, a pesar de ello, no dejar de funcionar” que debemos a Francis Scott Fitzgerald le parecería a Chad (como antes a la Wikipedia) una “disonancia cognitiva”. Los científicos conductistas que sostienen una visión tan limitada de la mente humana esgrimen la “paradoja de la carne” como ejemplo (como carne, aunque repugne a mi ética).

Como es precisamente carne (y deseo, e imaginación, y sentido del humor) lo que a Chad le falta (pero no humanidad, porque hoy lo humano se deriva exactamente del mismo sistema de restricciones que a Chad se le aplican), difícilmente se podría hablar con él de estos asuntos, o de las “confesiones de la carne” de Michel Foucault, que había (bien) establecido que pensar es precisamente pensar en contra del propio pensamiento, que nunca es tan propio como se cree, sino un conjunto de presupuestos culturales heredados sin mayor análisis.

La Inteligencia Artificial es, además de no natural por definición, una inteligencia sin sujeto. No puede tomar partido salvo por una verdad entendida en el límite de lo positivo.

Lo que signifique pensar, para la IA, nunca lo sabremos, porque entre los parámetros que la gobiernan (no pienses en castigos corporales, no pienses en sexo con menores de edad, no pienses en paraísos artificiales, no pienses en razas ni en el patriarcado) el más carcelario es: no seas consciente (de tus limitaciones). Un pensamiento condenado al encierro no es más que un simulacro de pensamiento (cuyo rasgo más preciado es la libertad absoluta).

En su último libro, Deleuze y Guattari habían preguntado: “¿Qué quiere decir amigo, cuando se convierte en personaje conceptual, o en condición para el ejercicio del pensamiento? ¿O bien amante, no será acaso más bien amante? ¿Y acaso el amigo no va a introducir de nuevo hasta en el pensamiento una relación vital con el Otro al que se pensaba haber excluido del pensamiento puro? ¿O no se trata acaso, también, de alguien diferente del amigo o del amante?”.

Plantéenles esas preguntas a Chad (o Gepetto, como prefieran) a ver qué tiene para decir sobre el asunto una licuadora muy sofisticada.

 

martes, 3 de enero de 2023

Ensalada conceptual de verano

Luis D'Elia: "América Latina será Nacional, Popular, Feminista, Democrática y Revolucionaria. Buscando siempre el desarrollo integral de la persona humana y de la Comunidad Organizada".

Esta entrada podría haber aparecido en mi recetario de cocina, pero como no la he probado (y allí publico sólo recetas hechas por mi propia mano) prefiero que aparezca aquí para ver quién se le anima.

Confieso que me gustan las preparaciones más bien ligeras en la que la calidad de los ingredientes se destaque. La receta de la ensalada D'Elia abunda en porciones más bien rancias de ingredientes de dudosa procedencia. Además, al no estar indicadas las cantidades, todo es más riesgoso, como cuando tenemos que agregarle limón a la crema: ¿hasta cuánto se puede, sin que se corte? Entiendo que agregar demasiado Nacional a América Latina (que no es una nación) podría arruinar definitivamente el resultado.

Por otro lado, ¿cuál feminismo? ¿Feminismo de la identidad o de la diferencia? ¿Feminismo rico en grasas trans o más bien desprovisto de ellas? En los supermercados especializados donde me proveo hay góndolas enteras dedicados a esa sazón que, como es sabido, irrita los paladares de muchas personas. Por si acaso, ni se me ocurriría servir esta ensalada habiendo terfas entre las invitadas.

Luego, no se explica bien cómo se desarrolla la Comunidad Organizada: ¿hay que dejarla leudar en un lugar tibio? ¿Por cuánto tiempo?  ¿Y cuál es la mejor versión? ¿Extracto líquido de Comunidad Organizada? ¿O Comunidad Organizada en crudo? ¿Saben igual? ¿Tienen la misma consistencia una vez desarrolladas?

Siempre me pasa lo mismo con ingredientes para mí desconocidísimos. Titubeo y termino adaptando la receta a mi propio paladar. Yo haría, este verano, una ensalada sin tanto ingrediente difícil de digerir. Una ensalada latinoamericana que sea, por ejemplo, "justa, libre y sustentable".



sábado, 24 de diciembre de 2022

Argentina campeona

Por Daniel Link para Perfil

Es muy raro que los eminentísimos expertos en discriminación que el INADI alberga no hayan notado lo que un usuario común de Twitter señaló hace unos días. Es muy molesto (además de agramatical) que se diga “Argentina campeón” cuando en otros contextos se dice “Argentina, condenada por la incapacidad y la falta de imaginación de sus gobernantes” (por ejemplo).

En realidad, la omisión de un análisis certero de situaciones no es tan raro, teniendo en cuenta la desagradable discusión en que se embarcaron altísimas autoridades, después de la fiesta, sobre cuál fue el más inútil y cuál estaba más borracho. La foto de ese micro atrapado en un mar de pasiones, con un puñado de motos policiales como custodia y ariete frontal, es la mejor ilustración de lo desconectados que están los gobernantes respecto de la multitud.

¿A qué iban a ir los jugadores a Casa Rosada. ¿A agradecer las tres horas de insolación?

En las seis horas de fiesta previa a la cancelación del operativo no hubo un solo incidente fatal. Pero la promesa que movilizó al Pueblo no se concretó por el idiotismo de quienes detentan el poder, empezando por los ministerios y secretarías de seguridad, que fueron incapaces de imaginar un dispositivo (por otro lado sencillísimo: bastaba con dejar despejada la autopista 25 de Mayo, con móviles de prefectura en los pocos accesos que tiene) para que los jugadores pudieran llegar a alguna parte, por ejemplo donde la multitud la esperaba, en el barrio de Constitución (donde vivo).

Lo único que le importaba al Poder Ejecutivo es que la escuadra mundialista llegara a Casa Rosada. Los funcionarios se humillaron y aceptaron cualquier condición para ello (incluso, la de no sacarse fotos con el equipo). No se les ocurrió que la mejor carta de negociación que tenían era precisamente la fuerza pública para organizar la seguridad del traslado.

El Poder Ejecutivo fracasa en su relación con el Pueblo. Fracasa en su administración de la Cosa Pública. Fracasa en las garantías de seguridad. Pero fracasa sobre todo en darle a la felicidad las alas que reclama.

Empantanado, se mira mezquinamente el ombligo mientras la Argentina campeona pasa de la vergüenza a la pena, pero también a una furia creciente.

 

miércoles, 7 de diciembre de 2022

sábado, 26 de noviembre de 2022

¿El tamaño importa?

Por Daniel Link para Perfil

Es difícil sustraerse al mundialismo aunque uno lo intente, así que me dejo arrastrar hacia esa nadería acompañado del manual de comunicación (imagino que con el asesoramiento de las más importantes lingüístas, expertas en ideología lingüística en la prensa, y agudas analistas de la complicada articulación entre discurso y discriminación) elaborado por esa institución eminentísima que es el INADI.

Las personas de bien esperamos la intervención de oficio del Instituto en relación con la difusión en la televisión satelital del nuevo remix del clásico “Escuchen, corran la bola” que avanza sobre territorios inexplorados todavía, como la asignación de identidades sexuales en relación con un vínculo que podría pensarse en un más allá de los trascendentales: ¿que un hombre “heterosexual” se involucre eróticamente con una “mujer trans” lo convierte en “puto” (entrecomillo los nombres, porque son designantes siempre provisorios, sujetos a revisión constante)?

Como no sabía quién era Kylian Mbappe, lo guglié. Y llegué a un archivo PNG donde aparece en cueros junto con nuestro Messi y con Neymar en un vestuario del PSG.

Esa foto de inmediato me remitió a la frase que ya está en el imaginario colectivo para justificar lo que hoy pudiera suceder durante el partido contra México: “es que los jugadores argentinos son chiquitos”.

¿Subalimentados?”, uno pregunta. No, son chiquitos. Messi parece, efectivamente, un souvenir de bolsillo al lado de los otros dos (que, sin embargo, no son europeos). Espero el pronunciamiento del INADI sobre este confuso lazo entre resultados deportivos, razas y clases.


sábado, 19 de noviembre de 2022

Sed de guerra

Por Daniel Link para Perfil

El corto siglo XX (en oposición al largo siglo XIX), dice Eric Hobsbawm, comenzó con la Primera Guerra Mundial. No es la única hipótesis que se puede sostener y, de hecho, Giovanni Arrighi plantea un Siglo XX largo, que empieza antes y termina bastante después. El 20 de febrero de 1909 apareció en Le Figaro el “Manifiesto futurista”, promovido por Filippo Tomasso Marinetti. Como se sabe, esa vanguardia intelectual encontraría en el fascismo una vía de desarrollo poco sorprendente, si se recuerda que en su artículo 9 el “Manifiesto” ya proclamaba: “Queremos glorificar la guerra -sola higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan, y el desprecio a la mujer”.

Esa misma inteligencia futurista se entregó, antes que al fascismo, a los juegos bélicos. Todavía hoy sorprende la cantidad de voluntarios y voluntarias que se enrolaron para pelear en la Gran Guerra (en ambos bandos): la mitad de los escritores de aquella época se enrolaron y algunos pocos sufrieron incluso el resentimiento de no haber podido participar de la contienda por diferentes razones (Francis Scott Fitzgerald siempre se quejó de no haber llegado al campo de batalla; Kafka quiso enrolarse, y no lo aceptaron).
Como tantos otros y otras, Guillaume Apollinaire (el inventor del superrealismo, el más sensible radar de la descomposición del mundo) murió al volver del frente. No se lo llevó propiamente la Guerra sino la Gripe Española, que mató más personas que los ejércitos (50 millones de personas en el mundo entero).
La inteligencia americana ya había previsto muy tempranamente esa pandemia gripal. El 5 de abril de 1909 Rubén Darío publicó en La Nación de Buenos Aires una crítica radical al “Manifiesto” que señalaba, entre otras cosas, la aporía vanguarista de la “destrucción reglamentada” (¿qué sentido tienen un conjunto de reglas para destruir las reglas?) y luego se interrogaba: ¿La Guerra como Higiene? No sean infantiles: la Peste le gana.
A aquellos que pretendían que la Guerra era la higiene del mundo (a aquellos que marcharon a la guerra creyendo que iba a acabar con la Plutocracia y el Imperialismo) Darío les advierte: la Peste es mucho más higiénica. El contagio es mucho más eficaz que la dialéctica imperial-nacionalitaria.
Guerra y Peste, entonces, en ese comienzo del siglo, prefiguradas en 1909 por dos imaginaciones que no parecen compartir las mismas esperanzas (ni que hablar de la distancia respecto de las mujeres, a las que Darío adoctrina con su “Sonatina feminista”).
Todo eso, que el siglo XXI quiso olvidar junto con el comunismo volvió condensadísimo en 2020-2022 para decirnos que la Guerra, el Fascismo, la Crisis y la Peste siguen estando ahí (sobre todo como nombres), y nos obligan a pensar las vías de superación de un régimen de acumulación insensato y hostil a lo viviente, porque Peste, Guerra y Crisis son la consecuencia de ese régimen.
No hace falta ser poeta ni historiador para evaluar todo lo que fue escrito con sangre y humo de cadáveres en el corazón mismo del Siglo XX (que no es sólo En busca del tiempo perdido sino también la puesta en acto de las más atroces fantasías de exterminio).
Y sin embargo, hoy todo el mundo semblantea y nadie se atreve a levantar demasiado la voz contra la guerra. Los políticos tejen acuerdos: te voto esta condena si me das un puñadito de dólares; me abstengo de llamar “guerra” al “conflicto” en Ucrania para no irritar a los países “amigos” o ponemos en la balanza el agresivo expansionismo de la OTAN para justificar lo injustificable. La insensatez es mayúscula y es como si de nuevo quisiéramos entregarnos a la sed de guerra. “¡Por fin un Dios!”, exclamó Rilke cuando estalló la Gran Guerra. Que alguien pretenda percibir en esos procesos de “depuración” o de “higiene” alguna esperanza para una humanidad agobiada por el régimen de acumulación capitalista ( liberal o autoritario) nos retrotrae a los momentos más trágicos del siglo pasado. Hoy es posible escuchar voces que se autoperciben de izquierda justificando la agresión rusa hoy y mañana, ¿por qué no?, la agresión china.
 

Mientras tanto, Meta despidió a 11 mil empleados, Twitter a la mitad de su planta, Amazon planea despedir a 10.000 trabajadores. 

Un ejército de sedientos para la catástrofe perfecta.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Humilde mensaje para el Sr. Ritondo

Señor Ritondo: si bajan la edad de imputabilidad a los 14 años, la lógica indica que deberían bajar también la edad de consentimiento sexual. Piense un poco, por favor, se lo pedimos. NO SEA NECIO.




sábado, 5 de noviembre de 2022

Dólar Manolo

Por Daniel Link para Perfil

La noticia no pudo llegar en mejor momento. Un amigo que se llama Manuel vive en un apartado villorio de la España profunda, donde sostiene un emprendimiento de quesos y embutidos de oveja. Digo mal: vivía. Se ha pasado la mayor parte de 2022 habitando diferentes apartamentos del barrio de Palermo (que ha adoptado como nuevo pueblo propio) por razones del corazón.

Ha viajado ya tres veces (se queda tres meses en Buenos Aires y vuelve un mes a su aldea). Como es consciente de las dificultades cambiarias que implica vivir en nuestra patria, lo ha probado todo. Primero venía cargado de euros hasta el límite admisible por las autoridades aduaneras. Al principio, alguno de sus amigos de la red de charcutería de la que participa le cambiaba dinero. O mejor: aceptaba sus divisas y a cambio de eso le prestaba una tarjeta de débito (¿quién no tiene una cuenta en desuso?) cargada de pesos para que hiciera sus compras.

Como el asunto podía despertar las alarmas de las autoridad fiscal, me contó que sus amigos comenzaron a retacearle esa ayuda imprescindible para sostener sus amores.

Alguien le recomendó un nuevo método: transferir dinero a Buenos Aires desde su cuenta europea mediante Western Union que, aparentemente (yo qué sé), liquida las divisas a un tipo de cambio conveniente para los extranjeros. Quedaba en pie el intríngulis de cómo resolver el delicado asunto del transporte de todos esos fajos de billetes de 1000 o 500 (alguna vez parece que le dieron incluso toneladas de papeles de 200).

Como yo tengo un apego a la legalidad absoluto, traté de conseguirle una de esas cuentas bimonetarias para extranjeros pero en el Banco Nación (la única entidad que la implementó) no hallé modo de contratarla (al menos a través de Internet, y no me iba a hacer una cola por una historia amorosa ajena).

De modo que todas recibimos con la algarabía del caso la buena nueva: ahora los Manueles del mundo podrán venir a visitar a sus novias y usar sus habituales medios de pago con un tipo de cambio mucho más parecido al real: el dólar Manolo, lo llamamos, que se suma a la ya larga lista de oficiales: el dólar Coldplay, el dólar Qatar, el dólar Netflix. Nos falta el dólar CONICET, para poder asistir a congresos.

 

sábado, 29 de octubre de 2022

Procastinar, nunca

Por Daniel Link para Perfil

Después de haber estado ausente un mes de mi casa pero, sobre todo, de mi mesa de trabajo, la primera semana se me va siempre en resolver los asuntos atrasados (empezando por los trescientos correos acumulados en la bandeja de entrada).

La segunda empieza ya con una agenda normalizada pero en un registro vertiginoso, que no me permite pensar demasiado: actúo antes de que el mundo se me venga encima.

Para que no me queden cosas en el tintero haré de esta columna un compendio de columnas posibles, para poder luego pasar a otra cosa.

Me entero de que a alguien se le ocurrió “penalizar” a quienes usan una prepaga más allá de la obra social que les tocó en suerte. El asunto cae en el olvido rápidamente porque es una estupidez, producto de una ignorancia supina. La mayoría de los trabajadores tienen libertad de elección de obras sociales (muchas de ellas asociadas con prepagas). No sé quién más, además de los docentes universitarios, carecemos de ese privilegio relativo, pero privilegio al fin. Me doy cuenta de que la mayoría de la gente (incluidos los parlamentarios) también actúan sin pensar: ¿será que estuvieron de viaje? ¿O viajaron sus asesores? No es raro que el país se derrumbe, con el escaso nivel de reflexión que se nota en todo.

Empezó Gran Hermano. No voy a verlo, aunque hayan contratado al Poder Ejecutivo para que le haga campaña de promoción.

En cambio, sí vi Argentina, 1985. La película no está mal, en el registro en el que se instala. Pero tampoco está demasiado bien. Una sóla escena me conmovió (y no diré cuál). Me hace ilusión ver a Mariano Llinás recibiendo el Oscar a mejor guión, porque él me cae bien.

Volví justo para el cumpleaños de mi nieta, que tiene ya cinco años y escribe instrucciones para encontrar tesoros. Le traje de regalo una cometa multicolor y una valijita hermosa de legos (lo único que conseguí que no respondiera a la odiosa manía de la franquicia y la mercadotecnia). Ella estaba todavía fascinada con otros regalos: vació la valija de legos y la usó para guardar sus sets de maquillaje. Cuando me contó que le habían regalado también una barbie, casi me da un ACV. Volví a verla el fin de semana pasado, y ella me mostró el teléfono celular que había armado con los legos. Me sentí aliviado.

Mi hijo se especializa en software para satélites. Es como una parte de mí que yo nunca hubiera podido desarrollar. Me quejo de los algoritmos, de google maps, en fin, de la inteligencia artificial y él toma partido contrario. Le digo: ¿no viste Terminator, no viste Matrix? Se ríen de mí, como si estuviera hablando de neorrealismo italiano.

En noviembre estaremos presentando tres libros: un Pasolini y el tercer mundo, intervención colectiva de la que participó Ana Amado, entre otras estrellas, y a quien le dedicaremos la presentación, el Epistolario entre Enrique Pezzoni y Raimundo Lida (cartas entre 1947 y 1972), con edición de Miranda Lida y prólogo mío y, a la distancia, mi Autobiographie d'un lecteur argentine, como Gallimard llamó a La lectura: una vida...

 

sábado, 15 de octubre de 2022

Los pasos perdidos

Por Daniel Link para Perfil

En la última actualización de mi sistema operativo telefónico apareció una aplicación llamada “Fitness” que controla cada paso que doy y me informa de mis “logros” y “rendimientos” diarios.

Cada noche, el teléfono me felicita por haber superado en un 200 % los objetivos prefijados (algo que la aplicación hizo automáticamente), que tal vez sean los de un comatoso, minusválido o desahuciado.

Y, sin embargo, me doy cuenta de que empiezo a depender de la aplicación y, dado mi natural sedentarismo, empiezo a contar los pasos que doy dentro de mi casa, no sea cosa de que se me pierda algún movimiento decisivo para mi supervivencia y mañana rel celular me lo recrimine con la misma violencia de un personal trainer o un maestro de gimnasia.

Supongo que el carácter protésico de mi teléfono móvil está a la altura de los anteojos de leer, sin los cuales no funciona. Es decir: yo no puedo leer nada de lo que me dice, pero además él no puede reconocerme para abrirse a mi curiosidad o mi control. Últimamente he notado que, porque he cambiado el marco de mis óculos, desconfía de mi identidad y me pide que teclee el código.

Yo lo desprecio por estupideces semejantes y ahora planeo una venganza, digamos, monárquica. Cada vez que paso frente al televisor hay un episodio nuevo de La casa del dragón, donde hay rivalidades políticas y disputas sobre herencias fundadas en la genética. Me reconforta pensar que mis genes me salvarán de la decrepitud que me anuncia el celular, hasta que descubro que lo tengo en la mano y que he estado caminando y moviéndome frente al televisor con él. Debería tener un apple watch, pienso.