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17.2.07

Más Brutus

La otra tarde bajamos a Brutus a Plasencia, entre Carlitos, Alberto y yo. Meterlo en el coche... Vino muy intranquilo, temblando (nunca seremos capaces de devolverle a su sexo, que no es macho). Queríamos que el veterinario le revisara la pata (o mano) porque sigue sin apoyarla en el suelo. Siempre le vemos con ella colgando. Le hizo una radiografía (donde se apreciaba el hueso en su sitio y el callo óseo creciendo) y nos tranquilizó: todo va bien. Dijo que, por el estado de la musculatura de la mano (o pata), Brutus la apoya, aunque creamos lo contrario. Como los niños, debe hacerlo cuando no estamos delante. Con los movimientos (y eso que Carlitos le llevaba en brazos cada vez que había que trasladarlo), la herida empezó a sangrar un poco. Pero muy poco. El color y densidad de la misma debió alertar al veterinario. Fue cuando nos dijo, con el perro ya en el coche de nuevo, que quería comprobar algo. Lo hizo y, en efecto, lo que le pasa a Brutus es que está en celo. Vamos, que cualquier día, con los cachorros delante, tendremos que caer todos de la burra y asumiremos por fin que él es perra.

18.6.10

Brutus, Hughes, el molino...

Antes de ayer me acerqué al molino a llevar unas cajas con revistas y libros. Fue cuando le vi la herida a Brutus. En el cuello. Grande, sangrante. Con todo, el perro estaba bastante bien. Di el paseo y me acompañó. Ya con cobertura en el móvil, llamé a casa para que fueran a curarle. Ayer volvimos. La herida sigue abierta por lo que no habrá más remedio que recurrir al veterinario. Eso sí, desde que le operamos, no entra en un coche de ninguna manera. Veremos.
Aproveché la tarde -limpia, luminosa- para dar otra vez el paseo por los viejos andurriales de siempre. Esta vez solo. Había gente ocupada con las cerezas. Poco más. La fuente de los alisos tiene más agua que nunca. Y la de la garganta corre limpia y abundante. Daba gloria ver el charco que se forma en el puente de abajo. Por fin, vuelve a ser la misma. Hasta que dure.
Luego, debajo de la parra (creíamos que este año no daría sombra, la poda fue grande), estuve un rato leyendo. Nada más apropiado que la antología de Ted Hughes que ha publicado Bartleby y que ha traducido Xoán Abeleira. El prólogo es excelente. Allí leo el fragmento de un ensayo de Walcott sobre el poeta inglés y al decir: "Su poesía es solitaria y remota", no pude por menos que pensar en la de Ferrer Lerín.
Comparaciones aparte. Acaso impresionado aún con su Fámulo, y por aquello de que los animales y la naturaleza son parte sustancial de la misma. Cuestión de tono, sólo eso. Y quizá de espíritu.
Regué, nos tomamos un té moruno y volvimos a casa. Desde el coche observé despacio el molino y volví a reconocerlo como por primera vez. Tal la fuerza de ese lugar. Eché de menos a Zacarías.

4.2.07

Brutus de nuevo

Ayer tarde llevamos de nuevo a Brutus al molino. Nos costó mucho bajarle al coche. En el empeño, Yolanda, Carlitos, Alberto, mi suegra... Para un perro de campo, doce días en un piso causan estragos. Sigue sin apoyar la pata (o mano) en el suelo. La venda que cubre los hierros ya se la ha roto mil veces.
Durante todo el viaje, fue muy inquieto. Se levantaba a mirar por la ventanilla. Yolanda le llevaba literalmente encima, con lo que pesa.
Al parar en el porche y abrir la puerta, aquello fue una fiesta. Salió disparado, ladrando. Subió, bajó. No parecía un animal herido y cojo.
Le dejamos metido en la garganta, bebiendo y mojándose. Lo que pase a partir de ahora es un misterio. Ojalá siga la recuperación. De lo que no nos cabe la menor duda es de que allí será más feliz, si se me admite la licencia.

15.1.08

Noticias de Brutus

Mi hijo está deseando ver de nuevo a Brutus, el mastín del molino. La razón es de peso: está preñada (lo que viene a constatar definitivamente su condición, otrora dudosa, de hembra). Puede que incluso haya dado a luz. Malos días son estos para pasarlos a la intemperie. Buenos para que, curada del todo, disfrute de su animal naturaleza.

19.1.08

Vida y muerte















Ayer nos acercamos al molino para ver a Brutus. Por suerte, las tardes ya son más largas. Nuestra verdadera intención era localizar a sus crías. Mi suegra había comprobado por la mañana que ya no estaba gorda. Lo primero que nos llamó la atención al verla fueron sus tetillas: no dejaban lugar a dudas. Fue Alberto, que transita por aquellos parajes donde aprendió a andar (bueno, él no anda, corre) con la misma agilidad que la perra, quien encontró a las crías. Cuatro, alguna con el cordón umbilical aún colgando. Estaban en uno de los bancales de arriba, junto a las higueras y al olivo, entre retamas y al cobijo de una pared de piedra. Un sitio soleado donde la dureza de la intemperie lo es menos. El muchacho estaba ilusionado, nervioso, feliz. Hizo fotos y un vídeo con el móvil. Con todo, lo primero fue llamar a su hermana, quien nos trajo hace un par de años a Brutus, para darle la buena noticia.
Al pasar por Gargüera, paramos para dar el pésame a Lute. Una vecina nos dijo que estaban en una misa por María. Nunca habíamos entrado en la iglesia del pueblo y eso que está a pie de carretera. Volvimos a toparnos allí dentro con la intemperie, con el frío que uno siente ante la muerte.

21.1.07

Brutus

Cuando hemos llegado al molino (era la hora de comer), nos hemos encontrado a la perra con la pata rota. Tenía un hematoma (casi herida) y, al levantarse, la llevaba literalmente colgando. Lo primero que hicimos fue entablillársela. Alberto, pobre, lloraba. Brutus gemía a causa del dolor. Hemos dejado encendidas las chimeneas y a los abuelos acomodados y, tras subirla al coche, a duras penas, hemos vuelto a Plasencia en busca de un veterinario. Hemos localizado en una clínica a una chica joven que ha sido muy amable. No era hora ni día, la verdad. Le ha hecho una radiografía que ha confirmado la sospecha: la mano, como precisó ella, está rota. Después de curarla e inyectarle un analgésico hemos regresado al campo. Se ha portado fenomenal. Durante el viaje (con Alberto atendiéndola) y en la consulta. Mañana por la tarde la operan. La hemos dejado en el salón. Con agua abundante. Mañana debe estar en ayunas.
Qué pocos somos cuando estamos enfermos. Y esto vale para perros y para personas. Con lo contenta que se pone al vernos los domingos. Y lo que agradecemos nosotros esa alegría. En fin, mañana por la noche o el martes por la mañana daré el siguiente parte veterinario.

16.7.08

Dominical

Con Alberto en Irlanda, Leticia en Plasencia (con su novio Carlitos y su perra Pepa), sin cuñados y sobrinos cerca, los domingos del molino han vuelto a ser tan largos y tranquilos como los de hace años. Ya no escribe uno como entonces, es verdad, pero sigo leyendo con parecida intensidad y esas horas de calma y silencio (roto a ratos por los ladridos de Brutus y las llamadas de atención de Cosita, la gata) dan para mucho. Así, nada mejor para después de comer que leer debajo de la parra La siesta de Epicuro, de Aurora Luque, una autora de moderno regusto clásico a la que sigo porque rara vez decepciona. O volver sobre La Casa del Poeta, una feliz antología de Manilla y Piña donde se reúnen poemas sobre lo mismo. Algunos excelentes, como los de Benítez Reyes, E. García, Lamillar, López-Vega, Marzal, Oliván, Rivero Taravillo, Rodríguez Marcos, Rosillo, Trapiello, etc.
También terminé Los libros que nunca he escrito, de Steiner, y, al revés que mi admirado Félix Romeo, he disfrutado un montón subrayando cada poco esas páginas del políglota profesor judío. Unas veces para asentir y otras para lo contrario, que no le falta a veces razón al autor de Amarillo.

5.11.12

Como antes

Días de difuntos, gristes, como casi todo lo que nos ocurre, con queja o sin ella. Ayer, sin embargo, pudimos salir de ese círculo y volvimos al campo, al molino, para celebrar en familia, con cierto retraso, el cumpleaños de Alberto. Él llega a 19 y hoy mi padre, de vivir, cumpliría 83. Tras el arroz de costumbre (uno debió ser oriental en otra vida), di un buen paseo. El "corto", sí, pero fueron unos kilómetros bien aprovechados, sin lluvia. Sólo me crucé con unos cuantos cazadores. Sólo se oían, aquí y allá, más cerca que lejos, sus disparos. Por eso no vi, como solía ocurrirme en esta época, perdices o conejos. ¡Para darme a mí ese gusto estaban! Y sonaba, cómo no, el agua de la garganta, al pasar por los puentes. Después, la lumbre, como siempre. Y su lenguaje de llamas y de brasas, indescifrable e infinito. Y la conversación. Y los recuerdos. Salvo de los periódicos, no hubo lectura.
Brutus cojea cada vez más por culpa de su vieja herida. A su alrededor, corren y saltan más gatos que nunca. Echa uno de menos aquellos domingos "molineros". Han sido muchos años. Volveremos pronto, me digo, pero nunca se sabe.

11.3.07

Caro diario

El día ha dado de sí. Empezó, temprano, con la visita dominical a mi madre. Siguió, tras un vistoso paseo por el espléndido campo extremeño, en el zoco de Ahigal, un mercadillo que llena de mercancías y de gente algunas calles y plazas del pueblo. Continuó con una sabrosa comida en el cruce de Mohedas a la que siguió, después de otro corto recorrido por las orillas del pantano de Gabriel y Galán, un café al sol en una terraza de Hervás. Ha sido el tiempo destinado a indignarse con la lectura de la prensa de día. Qué pena de compatriotas, por llamar a esa tropa de alguna manera. Para terminar, con escala en Plasencia, Alberto y yo nos hemos acercado al molino. El muchacho quería ver a Brutus. No anda muy allá. Y no sólo porque siga cojeando. Dicen que a lo mejor está preñada. Uno... He aprovechado para dar mi paseo "corto". ¡Cómo está el campo! No estaría mal terminar el día volviendo a ver Un viaje a Italia (o Te querré siempre), la película de Rossellini que ponen esta noche en Canal Extremadura Televisión.

10.3.14

Carta del molino

Barrado. Los Regajones desde el camino de Los Ancharejos. Foto ELRISCO
El sábado, aprovechando el buen día, volví a los alrededores del molino, esos senderos por los que tanto ha caminado uno durante años; caminos que considero, si se me permite el exceso, parte sustancial de mi territorio.
Paseo solitario, sólo alterado por las constantes idas y venidas de dos helicópteros ocupados en las tareas de extinción de un pequeño incendio en la sierra, por cima de Gargüera. En más de hora y media, no vi a nadie. 
Hacía mucho. Demasiado. No obstante, mira uno esos contornos con la naturalidad de quien los ha frecuentado. Y los conoce. Y hasta los quiere. Por eso cae en la cuenta de que las plantaciones de cerezos se extienden con una avidez preocupante. Van desapareciendo los olivos, las higueras, los castaños... Paisaje monotemático y, en consecuencia, más pobre. A la vista, que no al bolsillo de los propietarios de esas parcelas. 
Me acordé de Brutus, la mastina con nombre de mastín que desapareció hace unos meses. Alberto y yo estuvimos cavando a finales del pasado verano, con todo el dolor del mundo, una tumba para ella. Tan mal estaba. Pero fue verla y... resucitar. Animalito. Luego, un buen día... Nadie ha dado con ella. 
¡Cómo bajaba la Garganta del Obispo! Y qué pena contemplarla solo. La visión merecía compartirse.
Al llegar a casa, después de la ducha, comprobé en la cara que el sol ya es de un marzo que mayea. Fue el primer paseo del año en mangas de camisa. Para el próximo, además, crema y gorra. 

18.3.09

Martes

Ayer fue un día completito. Por la mañana estuve un rato con un grupo de chavales del instituto de Cañamero que vinieron a Plasencia a realizar una ruta literaria. Eran de 4º de la ESO, como Alberto, que ayer a la misma hora estaba en otra sesión parecida en su centro con Eugenio Fuentes, a quien presentó junto a otro compañero. Cuántas veces ha entrado de pequeño en su casa cuando éramos vecinos de puerta. Y no pocas su hijo Guillermo ha venido a la nuestra o a pasar la tarde o el día con nosotros en el molino. Así fue hasta que se fueron a vivir a la capital. Hoy, para que no decaiga, Alberto irá con sus compañeros a la lectura de Belén Gopegui organizada por el Aula de Literatura "J. A. Gabriel y Galán". Yolanda y yo estuvimos escuchándola anoche, en Santa Ana. Su charla fue corta, pero muy interesante. Y la presentación de Juanra, fenomenal. No faltaron, ay, las preguntas de rigor de nuestro preguntador oficial, cada día más perdido. A la salida, saludé al emeritense Paco López y al salmantino Raúl Vacas, de paso por Plasencia. Después tomamos una cerveza con ella y con Bértolo y, por supuesto, con los habituales del Aula, que ayer clausuraba el curso 2008/09. Antes, con Santiago Antón, se especuló acerca del número de páginas que tendrá la nueva novela de Bayal. En pruebas, despejó Gonzalo, 557. (Espero no equivocarme de cifra.) Después, llamó Leticia desconsoladísima desde Cáceres. No exagero. El veterinario fue a desparasitar a los tres cachorros de Brutus que le llevamos y se pasó con la dosis. Los pobres se estaban muriendo en una clínica. Nada, completito, ya dije.

1.9.11

El primer libro de Rodrigo Olay

Se titula Cerrar los ojos para verte (Consejería de Cultura y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias, 2011) y con él ganó el Premio Asturias Joven de Poesía 2010. En el jurado, entre poetas que me suenan y que no, Martín López-Vega, un buen referente.
Joven, como el nombre del galardón, es Rodrigo Olay, nacido en Noreña en 1989. Da un poco de vértigo comprobar que los poetas que empiezan a publicar podrían ser ya tus hijos. No en vano un verso dice: "como un viejo que llora cuando escucha «Penélope...». Más llamativo me parece que algunos poemas del libro sean de 2005, cuando el autor contaba 16 años.
No hace falta volver sobre los innumerable tópicos que rodean a una ópera prima. Me da la impresión que Rodrigo Olay ha obrado por derecho. Quiero decir que no ha ocultado lo mucho que esta primera obra tiene de taller de aprendizaje, de ejercicios de manos, de experimentaciones varias, de tanteos. Lógico. Lo peor es que otros intentan disimularlo y, ya digo, nuestro poeta no. Desde el prólogo (firmado por un tal G. de B. en Logroño), un poema en cuaderna vía que homenajea a los antiguos maestros del mester, se le ven a Olay las intenciones. El juego, la ironía, el humor, las experiencias, las lecturas, la infancia, la adolescencia y, sobre todo, el amor (y el desamor) son sus temas. Y él mismo, claro, porque Montaigne no mentía. Nada nuevo tampoco.
El despliegue de formas para abordar esos asuntos es significativo: sonetos, décimas, haikus (el "soneto de los haraganes", según García Martín), soleares, greguerías y, cómo no, poemas, digamos, al uso, componen el variado muestrario de este libro brillante, sin duda, siquiera sea por esa variedad de registros.
Dije "lecturas" y bueno será detenerse en eso: el estudiante de Filología Hispánica ha leído. Y mucho, añado. Nada habitual, me temo. De ahí que en sus versos se encuentren infinidad de referencias. Por citar sólo algunas, explícitas o tácitas: Gil de Biedma, JRJ, Salinas, Borges, Luis Alberto de Cuenca (que podría haber firmado "La noche de los fuegos"), Bonet, Machado, Bécquer, Juaristi, Ángel González... Intuyo una especial, aunque puedo pasarme de listo: la del mencionado José Luis García Martín, residente en Oviedo también y asiduo animador de tertulias poéticas. Noto su presencia en las series de poemas breves de "Por el ojo de la cerradura", "Cantares" y "Según sentencia del tiempo". Con todo, como diría el inquieto crítico y poeta de Aldeanueva criado en Avilés, un puñado de poemas bastan para justificar la edición de este libro. Por ejemplo, "Autorretrato", "Venecia", "Estambul" (dos piezas logradas), "La verdad en el arte es la belleza", "El retrato", "L'amour de loin" (de aires borgeanos) o el excelente "Fatvm", que cierra el volumen. Bueno, no exactamente, porque el juguetón Olay añade un Apppendix probi titulado "El mapa del tesoro" donde nos da cuenta de un hallazgo: cuatro poemas (apócrifos) de un poeta latino, epígono de Marcial y Catulo: Gayo Bruto Olio, a los que llega a partir de una separata de la Universidad de Georgetown. Roderick O'Lay se ocupaba allí de Gayus Brutus Olius y el trabajo formaba parte de unas actas: Studia in honorem George W. Bush (Washington, 2008). Tras dar detallada noticia del descubrimiento, primero en forma de advertencia y luego de introducción (muy graciosa la "Bibliografía citada", con referencias a autores como Miguel Cansado, C. Mustio Collado o L. A. de Villegas), Olay traduce esos cuatro poemas gayolianos (sic) que se mueven, claro está, entre el divertido epigrama y la atenuada pornografía, y son un colofón perfecto para este libro tan variado como entretenido. En todo caso, como dijo Olio: "El poeta / es libre de escribir lo que le salga / de la gloriosa punta de su plectro / y no debe por ello ser juzgado". Vale.

28.1.07

De varia lección

1. Brutus sigue bien. Recuperándose. Con su medicación. Con miedo. Sin apoyar aún la pata (o mano).
2. Hemos ido a ver Babel. No me ha gustado. La música, algunas interpretaciones, destellos, sí, pero... Me parece una película tramposa.
3. Esperan encima de la mesa unos cuantos libros que me envían sus autores: Interior con islas, de Manuel Moya; Aires de Ellicott City, de Mario Campaña; Cristal ahumado, de Gabriel Insausti... A ver cuándo les puedo dedicar el tiempo que merecen.
4. Mis amigos de Igitur me hacen llegar la poesía completa de Hermann Broch. Uno de sus traductores es también amigo: Rafael-José Díaz (especialista en mi admirado Jaccottet, del que publicó una amplia antología en esa misma editorial y al que acaba de traducir ahora para Pre-Textos). Jaime Siles, con la solvencia que le caracteriza, hablaba del acontecimiento ayer en ABCD las Artes y las Letras.

22.1.07

Parte veterinario (y quejío)

Brutus ya está en casa. La operación ha ido bien. Ahora está aún dormida. Tiene que estar diez días con antibióticos y sesenta con un hierro exterior que pretende mantener la fractura en su sitio, para que quede debidamente soldada. Dicen que la escayola no le duraría ni un rato.
La tarde ha sido de órdago. No había quien hiciera vida de ella. Meterla en el coche ha sido costosísimo. Y subirla a casa por las escaleras en una camilla. En fin, que día. Qué días, mejor. Y dentro de un rato ya está uno en la carretera, noche y niebla y lluvia adelante. Bueno, pasado mañana inauguraremos nuevo tramo de autovía. Ya es algo.

10.12.06

Cambio de sexo

Seis meses lleva con nosotros Brutus, un mastín andaluz que trajimos desde Cáceres. Allí vivió sus primeras semanas de vida, en el piso de estudiantes de Leticia y Carlitos, que le cuidaron con esmero. Desde entonces está en El Molino. Sustituye a Nana, Vera y Sasa (aunque para mí que se debería escribir Zsa Zsa). Bueno, mejor decir que era un mastín. Me explico. Hoy mi hijo ha llegado a una conclusión desconcertante: no es un macho sino una hembra. Mi suegra lo ha corroborado. Sí, es para matarnos. Bueno, uno nunca ha investigado sus partes, que conste. No es una disculpa: es pura ignorancia.
El pobre muchacho está entre sorprendido y enfadado. ¿Cómo la llamamos a partir de ahora?, dice él y decimos todos.
Sólo una cosa compensa el disgusto ambiente: transmitir a su hermana, vía Skype o Messenger, la buena nueva. Anticipo que aquélla dirá desde su Galway de adopción: ¡qué fuuueeerte!
He sugerido que empecemos a llamarla Brut. Muy navideño, ¿no?