Ahora que tu cuerpo se dispone a cruzar la frontera más solitaria, dime,
¿a qué grito, a qué palabra te
aferras?
—Lucía Estrada
1
Aferrarse no tanto
a ninguna palabra
porque todas caen
-heridas de tiempo
o de hastío-
contigo, con todo
agarradas al aire,
hojas del otoño
sobre la calle
A grito alguno, a
nada
porque tampoco
alcanza
y es denso el clima
de la noche
como para andar
gritando
a esta hora
A nadie porque
apuran
el paso desde atrás
tantas sombras
y al lado sólo
susurra
tu nombre
el vacío
2
Quizá al silencio
ganado al fin
a fuerza de
renuncias, de atarse firmemente a los huesos,
como a un último
dique ante la muerte
Reconocer en la luz
prenuclear
el pulso de la
tiniebla todavía vivo,
el pálpito secreto
que aguzó tus miradas de niño
y abrió puertas al
otro lado de la noche
que aún permanecen
esperando
Merecer esta nieve
tardía en la cabeza,
esta fiebre
infantil de la edad
Esta vuelta al
origen que es de nuevo
la forma más digna
de irte.
3
Aprendiste tarde el
sabor de una lengua,
el sonido real de
las cosas
Ajustar los pasos y
el peso del cuerpo
a otra luz, otros
ritmos asumiendo un vigor que nunca creíste posible,
un entusiasmo
extraño, una febrilidad nacida entre la gente
que cruza por
Manhattan arrobada en sus propias gestos,
enajenada o ebria
Como quien advierte
su vieja desnudez por vez primera
Y acepta después de
todo un traje prestado
4
Entonces de dónde
el creciente
murmullo, la paralela voz que asciende
por tus tripas
hasta inundarte el cráneo
Ecos de preguntas
que nunca respondiste
y vuelven en mitad
de la nada
Acaso es preferible
no indagar o esperar
lo que al cabo
podría ser sólo resonancia
del hueco original
que moduló tu nombre
5
Hubo, recuerdas, un
lugar para ti,
una casa, una
orilla de amor bajo la estrella,
ojos que te
esperaron en mitad de la noche
-Y después el vacío
te desbordó y huiste
Estar del otro lado
fue tu sola ganancia
con tu cara de
nadie perfectamente puesta
con tus manos
inútiles
tu boca enmudecida
Tu cabeza avanzando
no obstante entre la bruma,
obstinada, apurando
el aliento
como si aún
tuvieras tiempo
como si aún
tuvieras mundo
para esperar, para
alcanzar
Demorando la hora
de saber
Aplazando el
instante
de soltar
de abandonar el
cuerpo
a la orilla del día
o de la noche.
6
Alguien más en las
ciudades que conociste
repetirá tus pasos,
mirará de nuevo por encima de los árboles
confiado el
amanecer
y sin saberlo
exultará en su sangre
lo que tú no
entendiste para seguir y resistir
Pero has dicho ya
todo
cuanto no era
necesario
Fue de lo que se te
quedó incrustado
entre pecho y
espalda
de lo que debiste
haber escrito
de lo que debiste
haber hablado
No pudiste
No supiste
No alcanzaste a
comprender a tiempo
Y ahora que lo
intentas
se deshacen en moho
las palabras
agarradas al aire
Cayendo contigo,
con todo,
hojas del otoño
sobre la calle.
***
(Nueva York, 2014)