El 10 de noviembre de 1890, el buque
escuela inglés HMS Serpent, que había salido de Plymouth dos días
antes con destino a Sierra Leona, chocó en la Punta Boi a las once
de la noche y fue arrojado contra los escollos allí existentes. De
los 175 tripulantes del barco solo tres consiguieron salvar la vida.
Las gentes del lugar les prestaron toda clase de ayuda y amparo. En
los días siguientes el mar arrojó por toda esa escarpada y preciosa
costa los cadáveres de los marineros ingleses. El párroco de
Xaviña y los vecinos de las aldeas cercanas les dieron sepultura
frente a la costa que les costó la vida. Desde entonces está aquí
el llamado Cementerio de los ingleses. Es una construcción
rectangular formada por muros de piedra y en el interior un
habitáculo cuadrado. En el habitáculo descansan el capitán y los
oficiales y en la parte exterior los marineros.
Durante muchos años, un barco de
guerra inglés se acercaba aquí en el aniversario de la tragedia
para arrojar una corona de flores al mar, y cada vez que un barco de
la armada pasaba frente a estas costas, disparaba una salva para
honrar a los marinos ingleses. Cuando la marina inglesa supo que los tres supervivientes llevaban el chaleco salvavidas, instauró su uso en todos sus barcos.
Es curioso como un lugar de tanta
belleza puede ser al mismo tiempo un lugar tan peligroso, lleno de
historias de naufragios.
La gente que se acerca hasta aquí,
quizá como homenaje, coloca piedras apiladas en las cercanías del
cementerio. Hay literalmente cientos de estas pequeñas esculturas de
piedras. El fuerte viento que suele haber las debe de tirar, pero la
gente sigue creándolas. Realzan aún más la salvaje belleza de este
lugar.
Si toda esta linea costera se llama
Costa da Morte no es por casualidad.