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30 de marzo de 2013

Tomás y la Sábana, para descargar



Por si no se han dado cuenta, nos encontramos en plena época pascual. Y, además, en el comienzo de una solemne ostensión de esa famosa "reliquia" medieval conocida como Sábana Santa de Turín.

Así que, para conmemorar tan magnos acontecimientos, les ofrezco un regalito. Desde aquí (o pinchando sobre la imagen) pueden ustedes descargarse, en formato epub y totalmente gratis et amore, la versión definitiva de

Tomás y la Sábana
Drama sindonológico en tres actos y pico

Que lo disfruten (o no, como prefieran).

Actualización: Ahora el archivo está en BitShare, que no exige registro para su descarga. ¡Que aproveche!

25 de abril de 2011

El Correo y la sábana

Resulta bastante lamentable que un medio de comunicación serio ceda espacio a la superstición. Y en el caso del artículo que ha publicado El Correo sobre la sábana de Turín ni siquiera puede considerarse como atenuante el hecho de que se hayan podido contagiar de la actitud de algún otro diario de su grupo: no tenían más que haber echado un vistazo en su propia casa para darse cuenta de las tonterías que han publicado.


Pero, en fin, por si no se les ha ocurrido consultar Magonia, he enviado a la correspondiente dirección de correo electrónico esta modesta cartita. Que la disfruten (o no, claro):


Tiene razón José Agustín Arregui, en su artículo "ciencia y sábana santa", cuando dice que las palabras de Willard Libby, descubridor de la datación mediante Carbono 14, en las que pone en duda la aplicación del método sobre la sábana de Turín son "contundentes". Lo malo es que también son falsas: el doctor Libby no dijo jamás eso, entre otras cosas porque murió ocho años antes de la datación de la sábana.
Lo que ocurre es que invenciones como la de la falsa frase de Libby no son algo anecdótico, sino la norma general entre los "sindonólogos", y el artículo del señor Arregui es una buena muestra de ello: en realidad ni la NASA investigó jamás la sábana de Turín, ni ningún especialista en radiocarbono ha puesto jamás en duda las dataciones efectuadas independientemente por tres laboratorios y sobre siete muestras distintas (y que, por cierto, concuerdan perfectamente con el documento más antiguo que menciona a la sábana, una carta en la que el obispo de Troyes denuncia ante el papa que el abad de Lirey encargó a un artista que la confeccionara para atraer las donaciones de los peregrinos, o con la trama del tejido, que empieza a utilizarse en la Edad Media), ni hay la menor evidencia acerca de radiaciones o imágenes misteriosas. De hecho, la sábana ha sido fielmente reproducida empleando materiales, técnicas y pigmentos medievales, entre ellos el "rojo de rubia" que Walter McCrone identificó en la sábana y que los sindonólogos, a pesar de la evidencia científica (la de verdad), se empeñan en mostrarnos como sangre.
La supuesta perfección anatómica de la imagen de la sábana es un bulo: hay errores de proporción, los pies están en distinta posición en las imágenes frontal y posterior, y el artista dejó tan poco espacio entre ellas que resulta imposible que haya contenido ningún cuerpo, vivo o muerto. El "descubrimiento" de las monedas en los ojos de la imagen que proclamó en su día el padre Filas fue tomado a rechifla incluso entre muchos sindonólogos, y más cuando el sacerdote transcribió la supuesta inscripción de las monedas cometiendo unas cuantas faltas de ortografía. Y las detalladas descripciones de los suplicios del "hombre de la sábana" deben más a la imaginación (a veces exageradamente morbosa) de los creyentes en su autenticidad que a lo que se puede deducir de una pintura que no hace más que reflejar fielmente la iconografía sagrada de la época. 
La sábana de Turín es un objeto interesante y curioso, una espléndida muestra del ingenio y la picaresca medievales. Lo malo es que también es un ejemplo de los extremos a los que llega la fe ciega de quienes quieren creer a toda costa, aunque esto suponga inventarse pruebas falsas y cerrar los ojos ante las evidencias reales. A eso es a lo que contribuyen artículos como el del señor Arregui, y es una pena que un medio tan serio y riguroso como El Correo se preste a ello.

22 de diciembre de 2010

Estas fiestas regale escepticismo

Sí, llego tarde a la celebración del Día del Escepticismo; por suerte la gran cantidad y, sobre todo, calidad, de blogs que han participado en la iniciativa que lanzó hace un año Proyecto Sandía hace que no se me eche de menos. Pero, aunque tarde, también quisiera poner mi granito de arena, en forma de sugerencias para regalar en estas fechas en las que todos nos ponemos tan generosos, tan consumistas y tan derrochadores. Solo que, a diferencia de las que propone hoy mismo Javier Cavanilles, las mías están pensadas específicamente para ser regaladas a esos crédulos impenitentes que todos tenemos en nuestro entorno. A ver qué les parecen.



1.- Para creyentes en la terapia magnética: dos pulseras magnéticas.

Pues sí, no una, sino dos pulseras magnéticas chachipiruli de esas que te curan hasta las carreras de las medias y los calcetines. ¿Y por qué dos? Bueno, pues para hacer una demostración tan sencilla como esta:




2.- Para creyentes en los orbs: generador de orbs fotográficos.



Para los no iniciados, los orbs son esas manchas redondas que aparecen a menudo en las fotografías, sobre todo cuando se toman con flas. Para muchos creyentes en lo paranormal se trata de fantasmas (sí, así como suena), esferas de energía (ya sabemos que "energía es ese algo capaz de explicarlo todo") o, simplemente, un fenómeno inexplicable como la copa de un pino. En cambio, para quienes saben algo de fotografía y/o tienen dos dedos de frente, se trata simplemente de la luz reflejada por partículas en suspensión.

De modo que para generar un buen número de orbs no hay más que incrementar la cantidad de partículas en suspensión con algo así como esto:


Llénelo de agua, lance un par de rociadas de agua, y ¡a sacar fotos paranormales como churros!



3.- Para creyentes en las pulseras del equilibrio: la Tower-Balance.


Ya sabemos que las pulseras del equilibrio son tan poderosas que pueden llegar a ascender a alguien como Leyre Pajín a la categoría de ministra. O, alternativamente, que pueden llegar a hacer descender tanto el Ministerio de Sanidad como para que lo dirija Leyre Pajín, como ustedes prefieran.

El caso es que los creyentes en la efectividad de esos cachivaches aseguran que mejoran el equilibrio y esas cosas, así que nada mejor para ponerlo a prueba que esto:


No tienen más que comprar el juguete, sustituir los monigotes por Power-Balance u otra timopulsera de su elección, y hala, a demostrar quién tiene mejor equilibrio.



4.- Para creyentes en la homeopatía: el Desafío Homeopático.


Quien más, quien menos, cuenta también con algún creyente en la homeopatía entre sus familiares y allegados, ¿verdad? Bueno, pues seguro que les gustará... eh, no, no les gustará, pero seguro que les viene como anillo al dedo nuestro Desafío Homeopático.

La cosa consiste en comprar algún potinque homeopático de esos que vienen en tubitos, numerarlos, vaciar alguno o algunos de ellos y volver a llenarlos con lactosa pura. Bueno, quiero decir con lactosa pura no dinamizada, claro.



Y luego no hay más que entregárselos a nuestro homeópata de la familia desafiándole a que descubra qué tubitos contienen el remedio milagroso y cuáles no. Puede emplear los medios que quiera: llevarlos a analizar, tomárselos a ver si le provocan alguna reacción patogenética o, ya puestos, invocar al espíritu de Hahnemann mediante la Ouija. Da igual: no lo acertará...



5.- Para creyentes en la Sábana Santa: ¡Encaje al Cristo!


Y, para finalizar, una genial idea que he tomado de aquí. Basta con hacerse con una reproducción de la Sábana Santa (como esta, aunque también pueden descargarla de internet e imprimirla o, simplemente, dibujarla) y un muñequito de Jesucristo (el autor del post recomienda este, aunque este otro tampoco está mal), y luego intentar envolver el muñeco con la Sábana de modo que encaje con el dibujo. Tarea desde luego nada fácil:




En fin, como ven la diversión está garantizada... al menos para ustedes. Y en cuanto a sus amigos crédulos, me temo que lo más probable es que sigan tan convencidos como siempre, pero al menos dejarán de darle la brasa con sus disparates. Algo es algo, ¿no?

Pues eso. Y feliz solsticio.

22 de noviembre de 2010

El ombligo del "Hombre de la Sábana"

"Omphalos", que significa "ombligo" en griego, es el nombre que ha recibido una hipótesis formulada en 1857 por Philip Henry Gosse, un naturalista británico que se empeñó en intentar reconciliar las evidencias acerca de la antigüedad de la Tierra con la doctrina cristiana que situaba la Creación del mundo hace menos de diez mil años.    El mismo lo declaraba ya desde el primer momento, puesto que su libro, titulado precisamente Omphalos, incluía como subtítulo, con juego de palabras incluido, Un intento para desatar el nudo geológico.


Y es que Goose escogió como ejemplo para ilustrar su propuesta precisamente el del omphalos, el ombligo. Concretamente el de Adán y Eva. Según la teología cristiana más rancia, Adán y Eva no tenían ombligo, puesto que, al haber sido directamente creados por Dios en lugar de nacer de una madre mortal como cualquier hijo de vecino, evidentemente no podían mostar esa cicatriz dejada por el cordón umbilical. Y, ojo, al decir "rancia" me refiero a eso, a rancia y trasnochada, lo cual no quiere decir que sea del todo cosa del pasado...

El planteamiento de Goose, en cambio, era que Adán y Eva habían sido creados con ombligo y, del mismo modo, la Tierra y el Universo entero habían sido creados ya con signos de antigüedad, como si llevasen miles de millones de años dando vueltas por ahí.

Aunque a primera vista pueda parecer una solución genial, la hipótesis del omphalos no deja de tener sus consecuencias negativas. Al fin y al cabo, implica considerar a Dios como un gran mentiroso que ha creado una gigantesca farsa cualquiera sabe con qué peregrinos propósitos. Pero como para esto último los teólogos siempre tienen respuestas (aunque solo les satisfagan a ellos), la idea fue rápidamente acogida entre muchos cristianos, que aun hoy en día siguen defendiéndola con todo el morro.

Lo cual nos lleva al famoso Hombre de la Sábana, que es como llaman los creyentes en la Sábana Santa de Turín al personaje dibujado en ella cuando prefieren no reconocer abiertamente que se trataba del mismísimo Jesucristo en carne mortal carne y hueso.

Y es que el otro día, gracias a las alertas de Google, me tropecé nada menos que con esto:


Se trata de la consulta de un atribulado fiel a un experto (por lo visto, un sacerdote), formulada en los términos siguientes:

En la Sabana Santa(en la que creo como auténtica reliquia)las huellas de los clavos están en las muñecas de Nuestro Señor, que es el lugar donde, anatómicamente además, se corresponde con el único lugar posible (asi opinan los expertos)en donde un clavo que la atraviese podrìa aguantar(la muñeca)el peso del cuerpo, por estar los huesecillos del carpo unidos por una poderosa unión ligamentosa, lo cual abunda en el realismo, historicidad y autenticidad de la Síndone. ¿Cómo se explica entonces que en los Santos con los Estigmas de Cristo aparezcan en las palmas de las manos y no en las muñecas?

La pregunta, la verdad, no es nueva. Modestamente, yo mismo la dejaba caer en el primer acto de Tomás y la Sábana Santa, trepidante drama sacro que por cierto prometo terminar cualquier día de estos. Y, la verdad, cuando yo la he planteado la respuesta que he obtenido ha sido bastante típica, pero claramente insuficiente.



El autor de la consulta, sin embargo, formulaba una posible solución:

En su sabiduría infinita,pienso humildemente,la diferencia de posición permite a estos Santos estigmatizados valerse mejor con sus manos y decir Misa.

Que no está mal pensada, la verdad. Lo malo es que, teniendo en cuenta que muchos de esos "Santos" emplean sus estigmas para forrarse a costa de la ingenuidad de los crédulos creyentes, el desplazamiento en la posición de los clavos puede ser un inconveniente: resulta difícil llenarse las manos de dinero si luego se le va a ir cayendo a uno por los agujeros...

El responsable del consultorio, por su parte, reconoce que

Solo que esa misma extrañeza la comparto yo, y no tengo una explicación que darle.

Pese a lo cual, como buen teólogo, pasa a continuación a darle esa explicación que decía que no tenía:

Solo se me ocurre lo de que Dios quiera que se produzca esa expulsión de sangre en un sitio más visible como tengo entendido en el Padre Pio.

Una explicación que contiene un matiz sutil pero importante: el experto habla en este caso solamente de "expulsión de sangre", lo cual permite obviar la cuestión de los agujeros, que en caso de los estigmatizados suelen brillar por su ausencia. El único pero es que esta explicación da pie a que sigamos tirando del hilo y lleguemos a la conclusión de que, a lo mejor, quienes buscan esa mayor visibilidad son los propios estigmatizados, sin necesidad de intervención divina alguna...

Lo cual nos deja... bueno, con la intervención, un poco más abajo, de Andrés Brito, que dice que

Soy el Delegado en Canarias del Centro Español de Sindonología (www.linteum.com). Esta pregunta me la han formulado en varias ocasiones y, si bien no hay una respuesta "oficial", creo poder apuntar una línea de reflexión: los estigmas son un signo MÍSTICO, no anatómico. Por tanto, su función no es motrar CÓMO y DÓNDE claravon a Jesús en la cruz, sino LOS MOTIVOS por los que Jesús permitió este martirio. De haber aparecido en la muñeca no hubieran sido interpretados por los estigmatizados como signos de la Pasión, puesto que ellos desconocían las investigaciones médico-forenses efectuadas sobre la Síndone, y les hubiera generado confusión y no piedad. Dios se adapta a la mentalidad y grado del conocimiento del vidente a la hora de mostrar sus revelaciones, cosa que también aparece en la misma Biblia cuando vemos a los profetas expresando las enseñanzas divinas con las categorías mentales y filosóficas de su entorno y época. Es un ejemplo de la pedagogía de Dios a la hora de comunicarse con Su pueblo. Gracias.

Que es, en fin, una explicación absolutamente maravillosa. En primer lugar por eso de que los estigmas no sirven para "motrar CÓMO y DÓNDE claravon a Jesús en la cruz, sino LOS MOTIVOS por los que Jesús permitió este martirio"; bueno, digo yo que para eso Dios les debería haber dado un cartelito explicativo en lugar de convertirlos en una especie de anuncios ambulantes de una película de cine gore. O haberlos dotado de la suficiente labia como para dar esa explicación, en vez de dejar que sigan diciendo las simplezas de siempre y, encima, vayan por ahí dejándolo todo perdidito de sangre.

Y, sobre todo, porque lo que esgrime este señor es ni más ni menos que una actualización de la hipótesis del omphalos aplicada a los clavos de la crucifixión. Algo así como una hipótesis del piercing umbilical. Lo que viene a decir este experto es que Dios, en lugar de molestarse en sacar de su error a los estigmatizados y a su enfervorizado público, perpetró un auténtico fraude pío. Y ojo, no me refiero a que el Padre Pío sea un fraude (que también), sino a que todo este montaje de los estigmas en las manos sería, siempre según este reputado sindonólogo (con perdón por el oxímoron), un pia fraus, una falsedad perpetrada en nombre de la religión.

Lo cual, desde mi punto de vista, no parece muy de recibo. Aunque, bien mirado, teniendo en cuenta que estamos hablando de la Sábana Santa, a lo mejor eso de intentar explicarla hablando del fraude pío no anda tan desencaminado...

1 de mayo de 2010

Tomás y la Sábana Santa. Acto II: la comisión.

Han pasado algo más de 1300 años desde los acontecimientos del Acto I. Taller de un artesano a las afueras de Troyes (Francia). El fondo de la escena representa de lado a lado una pared. En su parte superior hay una fila de estrechas ventanas, por las que se atisban los tejados de las casas de la ciudad y algún campanario. En la parte inferior, y a lo largo de toda la escena, se ven lienzos de todos los tamaños apoyados de cualquier forma contra el muro. A la derecha del escenario hay una puerta que supuestamente da a la alcoba. A su lado hay una estantería en la que se apilan botes y frascos de todos los colores y tamaños. Inmediatamente a su izquierda hay un gran banco de trabajo repleto de herramientas y cachivaches: martillos, serruchos, cinceles, pinceles y brochas, rollos de pergamino, trozos de tela, etc., etc. En el centro de la escena, una mesa con una silla y un sillón a la izquierda mirando al escenario, y otra silla a la derecha. Sobre la mesa están los restos del almuerzo, una raspa de sardina y un poco de pan. A la izquierda de la escena está la puerta de entrada a la estancia.


ESCENA PRIMERA.

Al abrirse el telón aparece en escena el ARTESANO, caminando de un lado a otro con las manos a la espalda y aspecto muy nervioso. Tiene un inquietante parecido con Carlos Núñez Cortés. Cuando suena un reloj de cuco dando las cinco se pone aún más nervioso.


ARTESANO (hablando consigo mismo mientras camina): ¡Las cinco ya, las cinco! ¡Estarán a punto de llegar! ¡Qué compromiso, qué compromiso...!

Sigue caminando de un lado a otro. De repente se oyen unos golpes. Se detiene, va hacia la puerta y abre.

Entran el ABAD y el CANÓNIGO.

El ABAD es un tipo como de unos cincuenta o sesenta años, alto y delgado, con escaso pelo cano y una marcada tonsura. Sus ojos denotan una inteligencia viva y una voluntad resuelta, lo que confirma la expresión de su ceño y su boca, de labios finos. Su amplia frente está surcada de arrugas, su nariz es recta y bien proporcionada, y en su barbilla amplia y un tanto prognata destaca un hoyuelo igualito igualito que el de Kirk Douglas. El CANÓNIGO es algo más bajo y grueso, con rasgos más juveniles y una espesa mata de cabello negro que le llega hasta los hombros. También está tonsurado. En su cara destaca una gran nariz algo ganchuda, que contrasta con unos ojos pequeños y algo saltones que le dan aspecto de miope. Sus cejas negras, también muy pobladas, unos pómulos salientes y una barbilla huidiza y mal afeitada le dan un aire algo siniestro.

De todos modos estos detalles son indiferentes, porque durante toda la escena llevarán cubierta la capucha del hábito y no se les verá nada de la cara.


ABAD (engolando la voz): Dominus vobiscum.

ARTESANO: ¿Eh? No, gracias, no fumo.

ABAD: Digo que Dominus vobiscum, que el Señor esté contigo.

ARTESANO: No, no ha venido nadie más. Sólo os esperaba a vos y vuestro acompañante.

ABAD (suspirando): Bueno, da igual. Aquí estamos.

ARTESANO: Sí, aquí estáis.

Se hace un corto silencio.

ABAD: Y digo yo que estaríamos más cómodos allá (señalando las sillas).

ARTESANO: ¡Ah, sí, claro! Disculpad mis modales, es que no acostumbro a recibir a tan altos personajes. Pasad, pasad.

(Los conduce hasta la mesa y los asientos. El ABAD se sienta en el sillón, por supuesto, y el CANÓNIGO se sienta en la silla a su lado. El ARTESANO duda un poco y se sienta muy despacio en la otra silla).

ARTESANO: Estooo... Y bien, mi señor Abad, ¿a qué debo este honor?

ABAD: Pues veréis; mi canónigo acaba de volver de un largo viaje, y me refiere que en muchas iglesias y abadías ha visto largas colas de hombres y mujeres...

CANÓNIGO: ...y niños...

ABAD: ...y niños, peregrinando para postrarse ante las reliquias de los grandes santos que allí se custodian. En Censiers, por ejemplo, una multitud oraba ante el frasco que contenía el polvo del desierto que se quedó en las sandalias de San Atanasio cuando se retiró a la vida de anacoreta. En Turny, si no hemos sido mal informados, se conservan y veneran unos gladiolos del jardín de San Focas, y no menos apreciados son los galones de capitán de San Teodoro de Heraclea que se guardan en Champignol. Y en Vesoul, en fin, se nos ha dicho que todos los primeros viernes de mes sale en solemne procesión el barrilito del primer perro que tuvo San Bernardo cuando era joven.

CANÓNIGO: Apenas un chaval.

ABAD (mirando de reojo al CANÓNIGO y volviendo la cabeza hacia el ARTESANO): Muy joven, desde luego. ¿Y bien, artesano? ¿No tenéis nada que decir? Observo que os habéis turbado al escuchar esos nombres...

ARTESANO (que, en efecto, se ha ido poniendo cada vez más nervioso mientras el Abad iba haciendo su relación): Yo... yo... No, mi señor Abad, solo me he sentido algo abrumado al oír los nombres de tan santos varones, y de la boca de alguien no menos santo como sois vos. Yo soy un cristiano sencillo y...

ABAD: ¡Y gaitas! Mi canónigo ha podido averiguar, preguntando en los templos...

CANÓNIGO: ...sobre todo a los monaguillos...

ABAD: ...que todas esas y otras muchas reliquias no han venido de Oriente ni de otras lejanas tierras, sino de este taller.

Se hace un silencio solo interrumpido por el cucú, que inexplicablemente toca las cuatro. Finalmente el ARTESANO, que ha permanecido con la cabeza baja, se arroja a los pies del ABAD.

ARTESANO: Sí, sí, lo confieso. Yo las hice. Pero es que...

ABAD: Pero es que nada. Levantaos, que no vengo aquí a recriminaros, sino a proponeros un negocio.

El ARTESANO, sorprendido, se incorpora. Luego, a un gesto del ABAD, se sienta cuidadosamente en su silla.

ABAD: Como habréis imaginado, semejantes nuevas no me han sorprendido muy gratamente, sobre todo porque en estos tiempos de crisis apenas acuden ya peregrinos a mi abadía. Frente a esta competencia nosotros solo podemos mostrar los huesos de San Sisebuto, que francamente ya no atraen a los peregrinos.

ARTESANO: Es la incredulidad de nuestro tiempo, mi señor Abad. Los jóvenes de hoy en día ya no creen en nada.

ABAD: Sí, eso y además que los huesos son de pollo y no dan el pego.

CANÓNIGO: Hasta un niño se daria cuenta.

ABAD: El caso es que, como comprenderéis, necesitamos alguna nueva reliquia, y hemos pensado que quizá vos podríais proporcionarnos alguna.

ARTESANO: ¡Mi señor Abad! ¡Será un honor! ¡Tengo justo lo que necesitáis! (Se vuelve hacia la mesa, coge con mucha veneración los restos del almuerzo y se los muestra al Abad) ¿Véis? Son nada menos que un trozo de pan y un pescado que sobraron del milagro de los panes y los peces.

ABAD (frunciendo el ceño, aunque con la capucha no se note): Demasiado oloroso.

ARTESANO: Dejadme pensar... ¿Y qué tal un huevo del Espíritu Santo en forma de paloma?

ABAD: Demasiado visto.

ARTESANO: Mmmh... ¡ya sé! Por un módico precio puedo conseguiros un saco de estiércol del huerto del Santo Job.

ABAD: Demasiado visto y demasiado oloroso. No, necesitamos algo más original y si puede ser menos aromático. ¿Qué tal una Sábana Santa? Son la última moda.

ARTESANO: Disculpad, mi señor Abad; ¿una Sábana Santa?

ABAD: Sí, la Sábana en la que fue envuelto el cuerpo de nuestro señor Jesucristo (todos se santiguan) tras ser crucificado y muerto por sus pecados.

ARTESANO: ¿Una sábana? Creía que el Evangelio habla de unas vendas...

CANÓNIGO: ¡Ya estamos con esa chiquillada!

ABAD: ¡Una Sábana! Una Sábana en la que aparezca bien pintado el cuerpo de nuestro señor Jesucristo (todos se santiguan) con los estigmas de la crucifixión. Pensadlo, hombre, ¿cómo íbamos a mostrar la representación de Cristo (todos se santiguan) en unas vendas? ¿Envolviendo con ellas un monigote?

ARTESANO: Está bien, está bien, será una Sábana. ¿Algún género en especial? ¿Algodón, lana, poliéster?

ABAD: Lino. Están importándolo mucho últimamente y los precios están muy bien. Y tampoco está la economía como para muchas alegrías, con esto de la crisis... (Y rápidamente, al ver que el ARTESANO frunce el ceño) Lo cual no quiere decir que no vayáis a ser debidamente recompensado, claro.

ARTESANO: Está bien, mi señor Abad. Dejádmelo a mí.

ABAD: Muy bien. Entonces vendremos la semana que viene a comprobar vuestros progresos.

El ABAD y el CANÓNIGO se levantan y el ARTESANO les acompaña hasta la puerta)

ABAD (volviéndose al ARTESANO) Y recordad: todo es por el bien de nuestra Santa Madre Iglesia.

ARTESANO: Sí, Santa Madre Iglesia, sí, mi señor Abad.

ABAD (marchándose): Hasta dentro de una semana. (Engolando la voz) Dominus vobiscum.

ARTESANO: Ora pro nobis, mi señor Abad.


Cierra la puerta y vuelve hacia el centro de la escena frotándose las manos con nerviosismo

ARTESANO: ¡Una Sábana! ¡Qué compromiso, qué compromiso!

Se deja caer en la silla en la que estaba sentado antes, esta se rompe y el ARTESANO cae al suelo.

TELÓN.



ESCENA SEGUNDA:

El mismo decorado que la escena anterior. En vez de la silla que se rompió ahora hay un taburete de los de barra de bar, con el asiento tapizado en color butano. De extremo a extremo del escenario cuelga una cuerda, y de ella pende, como si estuviera tendida para secar, una sábana en la que aparece un hombre pintado. El ARTESANO está frente a ella, dándole los últimos toques. El cucú da las ocho y, casi al mismo tiempo, llaman a la puerta
.

ARTESANO (dejando la paleta y los pinceles sobre la mesa y acudiendo deprisa a abrir la puerta): ¡Las cinco ya! ¡Ya están aquí otra vez! ¡Qué compromiso, qué compromiso!

Abre la puerta y entran el ABAD y el CANÓNIGO.

ABAD: Dominus vobiscum.

ARTESANO: Y usted que lo vea. Pasad, pasad, señores.

ABAD: ¿Y bien, mi buen artesano? ¿Cómo va nuestro encargo?

ARTESANO: Casi terminado, mi señor Abad. ¡Mirad!

Les muestra la sábana tendida. El ABAD y el CANÓNIGO la contemplan en silencio.

ARTESANO: ¿Y bien, mis señores? ¿Qué os parece?

ABAD: Mmmh... Vamos bien, vamos bien, pero quizá habría que hacerle algún que otro cambio...?

ARTESANO: ¿No os place?

ABAD: Sí, si nos gusta, pero tenemos que hacer unos ajustillos. Por ejemplo el tamaño.

ARTESANO: ¿No os parece bien?

ABAD: Sí, eso está bien, pero no nos cuadra bien en el hueco que tenemos. Veréis, el arquitecto se hizo un lío con las medidas, y nos ha hecho un hueco un poco... oblongo. (Viendo la mirada de pasmo del ARTESANO) que quiere decir más largo que ancho.

ARTESANO: Bueno, la sábana es obl... más larga que ancha. Es de cama camera, casi de matrimonio bien avenido, y...

ABAD: Sí, pero no nos cabe. Tiene que tener 4,4 metros de largo y 1,1 de ancho.

ARTESANO: Pero...

ABAD: No hay peros. Tendréis que hacerla de nuevo.

ARTESANO: Sí, pero ahí caben dos Cristos por lo menos...

El ABAD y el CANÓNIGO se santiguan. Al ARTESANO se le olvida.

ABAD: Pues pintadlo doble, por delante y por detrás. Como si estuviese envuelto en la sábana.

CANÓNIGO: Sí, como si fuera un abrazo amoroso...

ARTESANO: Bueno, está bien. Pero, ¿y el dibujo, qué os parece? (señalándolo con una sonrisa de oreja a oreja).

ABAD: Mmmh... No está mal, no está mal. El trazo es quizá un poco...

CANÓNIGO: Infantil.

ABAD: Sí, infantil, pero no está mal. Pero también habría que hacerle algunos cambios.

ARTESANO: ¿Cuáles?

ABAD: Para empezar, habría que quitarle esas ropas. ¿Quién ha visto un Cristo yacente vestido como para ir a una boda?

ARTESANO: Pero los judíos no enterraban a nadie desnudo. Lo vestían con sus mejores ropajes. Además, si estuviese desnudo y con todas sus vergüenzas al aire...

ABAD: No, eso no. Tened en cuenta que entre los peregrinos que vengan a postrarse ante la reliquia habrá mujeres.

CANÓNIGO: Y niños.

ABAD: Que se tape sus partes con las manos, como hacemos todos... (mirando de reojo al CANÓNIGO) casi todos en las duchas.

ARTESANO: Pero si está tumbado y con los brazos a lo largo del cuerpo, las manos no llegan a taparle nada.

ABAD: Pues alargadle un poco los antebrazos y las manos, hombre. Total, ¿quién se va a dar cuenta?

ARTESANO: Alargar las manos, bien. ¿Alguna cosa más?

ABAD: Pues ahora que lo decís, sí. El pelo y la barba.

ARTESANO: ¡Si no tiene!

ABAD: ¡Exacto! No tiene.

CANÓNIGO: Le da un aspecto aniñado.

ARTESANO: Bueno, mi señor Abad, lo enterraron al modo de los judiós, así que debieron afeitarle.

ABAD: Sí, pero nosotros no somos judíos, ¿verdad? Somos cristianos. ¿No? (mirando fijamente al ARTESANO. Suena de fondo una especie de chisporroteo, como el fuego de una hoguera).

ARTESANO: Estoooo... Sí, claro. Barba y pelo, tomo nota. ¿Largo o corto? ¿Qué tal con un tupé?; siempre me han gustado, porque dan un aspecto...

ABAD (interrumpiéndole): No, nada de fantasías. Id a cualquier iglesia y fijaos en su aspecto. No tenéis más que copiarlo.

ARTESANO: Entendido, copiar peinado.

ABAD: Por lo demás está muy bien...

ARTESANO: Me alegra que lo digáis.

ABAD: Yo creo que vamos por buen camino, sí. ¿Os parece que vengamos dentro de una semana?

ARTESANO (que estaba un tanto perdido en sus pensamientos): ¡Oh, sí, la semana que viene, sí! Esto... ¿qué hago con las almohadas?

ABAD: ¿Las almohadas?

ARTESANO: Sí, claro, las almohadas. Había pensado en hacer dos, una con el Buen Ladrón y otra con el malo. Así podríais colocar una a cada lado y...

ABAD: No, nada de almohadas. Con la sábana bastará.

ARTESANO: Está bien, solo la sábana, sí.

ABAD (marchándose): Y recordad, es todo por el bien de nuestra Santa Madre Iglesia.

ARTESANO: Santa Madre Iglesia, sí, tomo nota.

ABAD (mientras sale por la puerta, engolando la voz): Dominus vobiscum.

ARTESANO: Y força al canut.

Cierra la puerta y vuelve hacia el centro de la habitación paseando nerviosamente.

ARTESANO: ¡Qué compromiso, qué compromiso!

TELÓN.




ESCENA TERCERA:

El mismo decorado, pero ahora de la cuerda cuelga una enorme sábana de 4,4 por 1,1 metros, con una representación bastante convencional de Cristo pintada de frente y de espaldas. El ARTESANO pasea nervioso por la estancia. Llaman a la puerta y, a continuación, mientras el ARTESANO va a abrirla se oye al cucú dando trece toques.


ARTESANO (abriendo la puerta): ¡Bienvenidos, mis señores!

ABAD (entrando, con la correspondiente voz engolada): Dominus vobiscum.

ARTESANO: Sí, ya se nota la primavera. Pasen, pasen y vean.

El ABAD y el CANÓNIGO se quedan contemplando la sábana. El ARTESANO tiene pinta de estar satisfechísimo.

ARTESANO: Ahora sí, ¿eh?

ABAD: Mmmh... Sí, ya nos vamos acercando...

ARTESANO: ¿Eh? ¿Qué?

ABAD: Que ya nos vamos acercando a lo que queremos. La pintura es buena, desde luego...

ARTESANO: Sí, claro.

ABAD: Pero no me convence el tamaño. Nuestro señor Jesucristo (todos se santiguan) os ha quedado un poco pequeño.

CANÓNIGO: Sí, parece casi un crío.

ARTESANO: ¿Pequeño? ¡Pero si mide uno sesenta! ¡Más que yo!

ABAD: Bueno, tampoco es que vos seáis Tatchenko precisamente...

ARTESANO: No, pero las medidas son correctas. Es lo que mide un hombre normal.

ABAD: ¿Queréis decir que nuestro señor Jesucristo (se santiguan todos) era un hombre normal? (Vuelve a sonar el chisporroteo).

ARTESANO: ¡No, no, claro que no!

ABAD: Pues eso. Nuestro señor Jesucristo (se santiguan todos) era un superhombre, algo así como Superman, vamos. Así que tenéis que pintarlo grande.

ARTESANO: Bien, grande. Pero se me van a salir los pies...

ABAD: No. Lo que podéis hacer es juntar un poco más la imagen de frente y la de espaldas.

ARTESANO: Pero entonces nadie se creerá que allí dentro hubo un homb... un superhombre. No cabría.

ABAD: Dejad lo de la credulidad de la gente para quienes entendemos de eso. Vos pintadlo como os digo.

ARTESANO: Muy bien, más grande y más juntitas las imágenes. ¿Algo más?

ABAD (contemplando unos momentos la sábana): Sí, los pies...

ARTESANO: ¿Qué les pasa a los pies?

ABAD: Por delante están bien, pero por detrás no me convencen. No se les ven los agujeros.

ARTESANO: Claro, porque tengo que ponerlos un poco levantados.

ABAD: En vez de eso ponedlos con la planta sobre la sábana.

ARTESANO: Pero... pero... pero... ¡Pero nadie puede doblar los pies así! ¡Eso sería antinatural!

ABAD: Bueno, antinatural, sobrenatural... total, más o menos...

ARTESANO: Es que quedaría muy raro...

ABAD: Hagamos una cosa: pintadle un pie así y vemos cómo queda, ¿de acuerdo?

ARTESANO: Está bien. Más grande, más juntos y un pie doblado. ¿Algo más?

ABAD: Por mi parte creo que nada más. (Mirando al CANÓNIGO, que entre tanto se ha ido acercando a la sábana y está mirando con mucho interés la zona genital del dibujo) ¿Véis algo, hermano canónigo?

CANÓNIGO: Os parecerá una chiquillada, pero...

El ABAD se acerca a ver qué está mirando el CANÓNIGO, se endereza súbitamente y se vuelve hacia el ARTESANO.

ABAD: Los agujeros de las manos.

ARTESANO: ¿Qué les pasa? Son bien redonditos y todo.

ABAD: Que están en las manos.

ARTESANO: Pero mi señor Abad, ¿es que no deben estar ahí? Los Evangelios...

ABAD (levantando la voz): ¡Ya me estáis hartando con que si los Evangelios dicen esto o dicen lo otro! ¿Acaso habéis estudiado en la Sorbona, como yo? ¿Sois vos licenciado en Teología?

ARTESANO: No, no...

ABAD: ¡Pues entonces! Debéis de saber que solo un eclesiástico debidamente formado puede leer los Evangelios y comprender su significado. Y vos no lo sois.

ARTESANO: Entonces, mi buen abad, ¿qué dicen los Evangelios sobre los agujeros?

ABAD (tras dudar un poco): Bueno... que estaban en las manos. Pero no podéis pintarlos ahí.

ARTESANO: ¿Por qué?

ABAD: Porque mirando a través del agujerito se ven las joyas de la corona de nuestro señor Jesucristo (todos se santiguan). Ya sabéis cómo es la gente, y en cuanto vean esto empezarán con chistecitos y tonterías: que si se le va a escapar el pajarito, que si yo la tengo más grande...

CANÓNIGO: Son como niños.

ARTESANO: Y entonces, ¿qué hago?

ABAD: No sé... ponedlos más arriba. En las muñecas, por ejemplo.

ARTESANO: Pero la gente se dará cuenta...

ABAD: Eso dejádnoslo a nosotros. Por lo demás está bien. Espero que la tengáis terminada la semana que viene.

ARTESANO (titubeando): La semana que viene... no va a ser fácil, mi señor Abad.

ABAD: ¿Y por qué?

ARTESANO: Veréis, señor... esta era la única sábana de ese tamaño que tenían los mercaderes de paños en toda la ciudad. Será difícil conseguir otra.

ABAD: Pues sí que es un problema, sí. Yo quería empezar la recaud... las ostensiones el día de San Aquilino...

ARTESANO: No sé qué hacer... yo...

ABAD: ¿Y si borráis la imagen?

ARTESANO: ¿Borrarla? Lo puedo intentar, pero seguramente quedaría algún rastro.

ABAD: Entonces borrad la imagen, dadle la vuelta a la sábana, y pintad por el otro lado. Si queda algún resto del dibujo no pasa nada, porque nadie se va a poner a mirar en la otra cara, ¿verdad?

ARTESANO: Sí, es posible que tengáis razón...

ABAD: Pues nada, ya está todo acordado. Volveremos dentro de una semana a la misma hora. Vámonos, hermano canónigo.

El ABAD y el CANÓNIGO salen por la puerta, pero cuando el ARTESANO llega hasta allí para cerrarla el ABAD asoma la cabeza por ella.

ABAD: ¡Ah! Y Dominus vobiscum.

ARTESANO: Gracias, gracias, igualmente.

El ABAD se marcha y el ARTESANO, tras cerrar la puerta, se sienta en el suelo junto a ella.

ARTESANO: ¡Qué compromiso, qué compromiso!

TELÓN.




ESCENA CUARTA:

El mismo decorado que en escenas anteriores, pero ahora la sábana que hay colgada se parece mucho más a la que conocemos, solo que la pintura no denota los seis siglos de lavados, planchados y plegados que le han dado su aspecto actual. No hay nadie en el escenario. De pronto suena un "cu" y a continuación un gran estrépito. Se abre la puerta de la alcoba y entra en el escenario el ARTESANO con un gran martillo en la mano


ARTESANO: ¡Qué compromiso, qué compromiso! Espero que esta vez les guste, porque ya no sé qué más puedo hacer. (Se detiene en el centro del escenario y contempla la sábana) la verdad es que me ha quedado bastante mona...

Llaman a la puerta. El ARTESANO corre a abrir y entran, como de costumbre, el ABAD y el CANÓNIGO.

ABAD (ya saben, con voz engolada): Dominus vobiscum.

ARTESANO: Sin pecado concebida. Pasad, mis señores, pasad. Creo que esta vez estaréis plenamente satisfechos.

El ABAD y el CANÓNIGO se quedan un momento contemplando la sábana.

ARTESANO: ¿Y bien, mi señor Abad?

ABAD: Casi, casi, perfecto.

ARTESANO (poniendo cara de pánico): ¿Casi?

ABAD: Veréis, el hermano canónigo y yo hemos estado hablando y pensamos que habría que darle un enfoque... digamos... más gore.

ARTESANO: ¿Más gore?

ABAD: Sí, más sádico. Seamos sinceros, esa corona de espinas tan pequeñas no asustaría a nadie.

CANÓNIGO: Ni a un niño.

ABAD: Y harían falta unas cuantas heridas más.

ARTESANO: ¿Más? ¡Pero si ya las tiene todas! ¿Queréis que le pinte otra lanzada en el pecho o qué?

ABAD: No, hombre, no, pero... Mirad, la espalda es muy grande. ¿Por qué no le ponéis más latigazos?

ARTESANO: ¿Más aún? Pero no puede ser, se hubiese muerto antes de llegar a la cruz.

ABAD: Mirad, vos sois un gran artista, sin duda, y entendéis de vuestro oficio. Pero el marketing es cosa nuestra, y creedme, una reliquia tiene que impresionar a la gente. Y nada impresiona tanto como una buena carnicería. Además, no os pido que la rehagáis entera, sólo que pintéis unos cuantos latigazos más y unas cuantas espinas más.

El ARTESANO, con aire resignado, toma su paleta y sus pinceles y se pone a pintar espinas.

ARTESANO Unas cuantas espinas más tarde: ¿Así está bien?

ABAD: Seguid, seguid, no os preocupéis. Nosotros estaremos bien aquí.

El ABAD se sienta en el sillón. El CANÓNIGO, tras vacilar un momento, se sienta en el taburete. Ambos contemplan al ARTESANO mientras este pinta más y más espinas, hasta llenar toda la parte superior de la cabeza.

ARTESANO (Volviéndose hacia el ABAD): ¿Os parece bien así, mi señor Abad? Ya no me caben más espinas.

ABAD: Muy bien, sí. Mmmh... ¿Qué es eso de ahí? (señalando una mancha roja en el pecho de la imagen de la sábana).

ARTESANO: Estooo... Debe ser del bocata de chorizo que cené ayer. Lo borraré enseguida.

ABAD: No, esperad. Eso me da una idea. Lo que realmente necesitamos es sangre.

ARTESANO: ¿Sangre?

ABAD: Sí, sangre. BLOOD. Un montón de sangre.

El ARTESANO abre la boca para decir algo pero recuerda que lo de que los judíos lavaban los cadáveres antes de enterrarlos lo dijo TOMÁS en el Acto I. Además, suena de fondo el chisporroteo de antes y decide callarse. Toma una brocha y un cubo que había por ahí y empieza a llenarlo todo de grandes manchurrones de pintura roja.

ABAD: Así, así. ¿Véis? Queda perfecto. Francamente, artesano, estoy contentísimo con esta sábana.

CANÓNIGO: Como un niño con zapatos nuevos.

De repente suenan varios golpes en la puerta y todos quedan paralizados. Finalmente el ARTESANO reacciona, tapa como puede la sábana con telas viejas, lienzos en desuso y trozos de papel de embalaje de El Corte Inglés, y abre la puerta.

Entra el OBISPO HENRI DE POITIERS, un tipo bastante gordo y fácil de reconocer por su ropa de obispo.

OBISPO (engolando la voz, claro): Dominus vobiscum.

ABAD y CANÓNIGO: Et cum spiritu tuo.

ARTESANO (al mismo tiempo que los otros dos: Morituri te salutant.

OBISPO: A ver, ¿qué pasa aquí?

El ABAD y el CANÓNIGO se miran el uno al otro, mientras el ARTESANO se esconde tras la sábana. Finalmente el ABAD reacciona, se levanta, se acerca al OBISPO, se arrodilla y le besa el anillo.

ABAD: Ilustrísimo y reverendísimo doctor... yo...

OBISPO: Sí, tú. Habla.

ABAD: Yo... ¿De qué queréis que hable, vuestra eminencia?

OBISPO (dirigiéndose a la sábana y destapándola): De esto.

ABAD: Yo... yo...

CANÓNIGO: ¡No es lo que parece!

OBISPO: ¡Silencio! Sí es lo que parece. Estábais tramando mostrar esto como si fuese la mortaja de nuestro señor Jesucristo, ¿eh? (todos se santiguan; el ARTESANO lo hace cinco veces).

ABAD: No, no, yo...

OBISPO: ¡No lo niegues! ¡Tengo pruebas! (Coge de su cintura una bolsa de cuero y derrama sobre la mesa su contenido, un montón de medallitas). Planeábais vender esto a los peregrinos, ¿verdad?

El ABAD baja la cabeza y no dice nada.

OBISPO: Pues para que lo sepáis, me voy a chivar.

Se dirige a la puerta.

OBISPO (volviéndose un momento): dominus vobiscum... pro nonnullus tantum.

El OBISPO se marcha y todos quedan en silencio un momento. Finalmente el ABAD, que seguía arrodillado, se levanta y se sacude el polvo del hábito.

ABAD: Bueno, tendré que escribir a mis contactos entre los Aubert. Con un poco de suerte esto se quedará en una bronca y pronto se olvidará. Estoy seguro de que de aquí a unos años nadie se va a acordar del Obispo Henri, pero la Sábana Santa será conocida y venerada en todo el mundo. Artesano, mañana enviaré a alguien a por ella. Y preparad vuestra cuenta, pero no abuséis, ¿eh?

ARTESANO: Sí, mi señor Abad.

ABAD: Pues hala, hasta luego. Y Dominus vobiscum.

El ABAD y el CANÓNIGO se marchan.

ARTESANO (hacia la puerta): Domo arigato. Se dirige al centro de la estancia y se deja caer en un sillón. Este Abad es tonto. ¿Cómo puede creer que la gente picará en un engaño tan burdo? ¿Y la posteridad, qué pensará de mí? (Cubriéndose la cara con las manos) ¡Qué compromiso, qué compromiso!


TELÓN.

FIN DEL ACTO II.

11 de abril de 2010

Tomás y la Sábana Santa



Jerusalén, una semana después de la Pascua del año 33 (bueno, más o menos). Estancia principal de una casa. En ella hay un grupo de discípulos de Jesús, que se han encerrado por temor a represalias por parte de los judíos ortodoxos. En la pared del fondo, a la izquierda, cuelga una foto de Poncio Pilato. Un hombre está lanzándole dardos, con muy mala puntería. En el centro, en segundo término, otros cuatro hombres están sentados ante una mesa jugando al tute, con grandes gritos; uno de ellos es JOSÉ DE ARIMATEA, que va ganando. A la derecha, sentadas alrededor de una mesa camilla, hay seis mujeres vestidas de negro. Cuatro de ellas están haciendo calceta (con lana negra por el luto) y conversando animadamente. Otra, MARÍA, se sienta un poco apartada de las demás, en silencio. La sexta, MARÍA MAGDALENA, habla por el móvil con su agente acerca de reclamarle una cantidad por derechos de imagen a un tal Dan Brown (no obstante, si el presupuesto no lo permite puede prescindirse de las cuatro mujeres que hacen calceta, porque total, para lo que pintan las mujeres en los Evangelios...)

En el centro y en primer término está TOMÁS, completamente solo y hablando consigo mismo
.


TOMÁS: ¿Para qué puñetas diría yo aquello? Ahora todos me hacen el vacío.

(Se acerca al hombre que está jugando a los dardos. Este se aparta de él).

TOMÁS: Nada. Como si tuviera la peste. (Vuelve al centro y mira a las mujeres) Y lo de ellas es peor. Ya he pillado dos veces a María Magdalena poniendo chorizo en mi plato de lentejas. Hombre, reconozco que me pasé un poco cuando ella vino contando la historia del sepulcro vacío y yo le pregunté qué había fumado, pero hacerme pecar contra la Ley de esta manera ya es demasiado.

(Sigue paseando por el centro del escenario, murmurando cosas ininteligibles. De repente se oyen unos golpes hacia la derecha).

TODOS: ¡Los judíos! ¡Los judíos!

(Todos corren a esconderse; las mujeres bajo la mesa camilla, los hombres del centro bajo la mesa de cartas, y el de la izquierda tras la foto de Poncio Pilatos. TOMÁS mira hacia todas partes indeciso, comprueba que no queda ningún sitio donde esconderse, se encoge de hombros y se dirige hacia la puerta, a la derecha entre bastidores).

TOMÁS (mientras va hacia la puerta): Total, no creo que sean los judíos...

(Al cabo de un momento TOMÁS regresa junto con el DISCÍPULO SUDOROSO, que está así mismo, es decir, sudoroso por haber corrido mucho. Al verle los demás salen de sus escondites y se acercan a él, pero con cuidado de no rozar siquiera a TOMÁS).

DISCÍPULO PRIMERO: ¿Qué ha pasado?

DISCÍPULO SEGUNDO: ¿Qué has visto?

DISCÍPULO TERCERO: ¿Te han seguido?

MARÍA MAGDALENA (aún hablando por el móvil): Sí, al tal Baigent también...

DISCÍPULO SUDOROSO: No, no me han seguido. Bueno, sí, me seguían, pero luego resultó que era una viejecita que iba hacia la fuente por el mismo camino que yo. No, en realidad no nos están persiguiendo.

(Los discípulos y las mujeres ponen cara de desilusión).

DISCÍPULO PRIMERO: ¿Y qué se cuenta por ahí?

DISCÍPULO SUDOROSO: Hay muchos rumores...

DISCÍPULO SEGUNDO: ¿Sobre el Maestro?

DISCÍPULO SUDOROSO: No, sobre las carreras de cuádrigas. Por lo visto, cuando terminó la del otro día Poncio Pilato dijo "por mis cojones que esto lo gana un romano", y descalificó al judío que había ganado. La gente está muy cabreada, porque dicen que hay pruebas de dopaje y...

DISCÍPULO PRIMERO (interrumpiéndole): Ya, ya. ¿Y sobre la resurrección del Maestro?

TOMÁS: ¡Buf!

DISCÍPULO TERCERO (echándole a TOMÁS una mirada muy poco cristiana, ustedes ya me entienden): Eso, eso, dinos qué se dice sobre la resurrección del Maestro.

DISCÍPULO SUDOROSO (mirando al suelo y con un hilo de voz): Pues en realidad...

(De repente se produce como un gran relámpago, y aparece entre ellos JESÚS. Tiene un aspecto parecido al del Ché Guevara, pero con túnica blanca y sin boina y sin puro).

JESÚS: La paz sea con vosotros.

DISCÍPULO PRIMERO: ¡El Maestro! ¡Es el Maestro!

JESÚS (sin hacerle caso y volviéndose a TOMÁS): Tomás, acerca tu dedo y mételo en las heridas de mis manos, acerca tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.

(TOMÁS, tembloroso, acerca sus manos pero es interrumpido por el DISCÍPULO SEGUNDO).

DISCÍPULO SEGUNDO: Un momento, un momento, ¿qué es eso de las heridas de tus manos?

JESÚS (mirándolo con cara de pasmo): Pues eso, que meta su dedo en las heridas de mis manos.

DISCÍPULO TERCERO: ¿De tus manos? Querrás decir de tus muñecas, ¿no?

JESÚS: Pues no, están en mis manos. Mira (enseñándoselas).

DISCÍPULO PRIMERO: No, no, perdona, el Maestro tenía las heridas en el espacio de Destot.

JESÚS: ¿El espacio de quién?

DISCÍPULO CUARTO: De Desdot.

JESÚS: ¿Y dónde está eso?

(Los discípulos callan un momento y se miran entre ellos).

DISCÍPULO PRIMERO: Pues... por ahí, en las muñecas.

DISCÍPULO TERCERO: Sí, definitivamente en las muñecas. Más o menos.

JESÚS: Pero yo tengo las heridas en las manos. ¿De dónde habéis sacado lo de las muñecas?

DISCÍPULO SEGUNDO: De la Sábana.

DISCÍPULO CUARTO: Sí, eso, de la Sábana.

JESÚS: ¿Qué sábana?

DISCÍPULO PRIMERO: ¿Cuál va a ser? Pues la Sábana Santa. Con la que envolvieron tu cadáver.

JESÚS (bastante desconcertado): Pero si a mí no me envolvieron con una sábana. Me vendaron.

DISCÍPULO SEGUNDO: No, fue con la Sábana.

JESÚS: No, fue con unas vendas. Yo estaba allí, ¿recuerdas?

DISCÍPULO CUARTO (bajando la voz): Bueno, sí, pero estabas más bien muerto...

JESÚS: Bueno, pues que os lo diga José de Arimatea, que también estaba. (volviéndose hacia JOSÉ DE ARIMATEA, que se ha apartado un poco de los demás, y elevando la voz): ¡Pepeeee! ¡Cuéntales cómo preparásteis mi cadáver!

JOSÉ DE ARIMATEA (sin levantar la mirada): Esto... te envolvimos en la Sábana, Maestro.

JESÚS: ¿Pero qué sábana ni qué puñetas? Recuerdo perfectamente que eran unas vendas. Además, cuando me desperté estaba todo envuelto en ellas y tardé un buen rato en desliarme. Seguro que las mujeres que me vieron resucitar se acuerdan. (Volviéndose hacia María Magdalena) María, díselo tú.

MARÍA MAGDALENA (tapando el micrófono del móvil con una mano): Dime, Jesusito de mi vida.

JESÚS (en voz baja): Mari, esas confianzas en público no, por favor. (Elevando de nuevo el tono): A ver, María, diles en qué estaba envuelto mi cadáver.

MARÍA MAGDALENA: Espera un momento. (Volviendo a hablar por el móvil): Oye, que dice Jesús que si estaba envuelto en una Sábana o en unas vendas. ¿Qué le digo?... Sí... Sí... ¿Y Javier Sierra qué dice?... ¡Ah, vale, que ese no cuenta!... Sí... Sí... Vale, un momento. (Volviéndose a Jesús): en una Sábana. Definitivamente era una Sábana. De lino.

JESÚS: Pero bueno, ¿es que os habéis vuelto locos? A ver, enseñadme esa sábana.

DISCÍPULO PRIMERO (mirando de reojo a los demás): es que... no la tenemos.

JESÚS: ¿Cómo? ¿Una reliquia tan importante y no la tenéis? ¡Ya sé: os estáis inventando todo! Hoy es uno de abril, ¿verdad?

(Los discípulos se miran entre sí sin decir palabra).

JESÚS: ¡Venga, venga! Si no es una broma, a ver, ¿dónde está la sábana de las narices?

(Los discípulos siguen callados. De repente, el DISCÍPULO PRIMERO pone cara de haber tenido una idea).

DISCÍPULO PRIMERO: Es que... la hemos prestado.

DISCÍPULO SEGUNDO: Eso, eso, la hemos prestado.

JESÚS: Vale, la habéis prestado. ¿Y a quién, si puede saberse?

DISCÍPULO PRIMERO: Esto... a... a... ¿al rey de Edesa?

DISCÍPULO SEGUNDO: Sí, sí, al rey de Edesa.

DISCÍPULO TERCERO: A ese mismo, sí. Ahora me acuerdo.

JESÚS: ¿Al rey de Edesa? ¿Aquel pelmazo que se empeñaba en que le mandase un retrato?

DISCÍPULO PRIMERO: Sí, es que seguía insistiendo en lo del retrato, y como no teníamos otra cosa a mano...

TOMÁS (que hasta ahora ha contemplado la conversación con cara de incredulidad): Pues yo no me acuerdo de eso.

(Los restantes discípulos callan un momento y se vuelven a mirar entre sí).

DISCÍPULO SEGUNDO: Bueno, es que... tuviste que ir a hacer un recado.

DISCÍPULO PRIMERO: Sí, eso, eso, te fuiste a comprar tabaco.

TOMÁS: Pero si yo no he salido de aquí ni un momento.

DISCÍPULO TERCERO: Sí, hombre, fue hace dos días. ¿Es que no te acuerdas?

TOMÁS: No, no me acuerdo. De lo que sí me acuerdo es de que hace dos días era sabbat, así que no pude haber ido a comprar tabaco. Además, desde hace ocho días me tenéis aquí encerrado para que no pueda decirle a nadie que dudo mucho que el Maestro haya resucitado.

DISCÍPULO PRIMERO: Pues mira, aquí lo tienes. Vivito y coleando.

DISCÍPULO SEGUNDO: Sí. Bueno, las heridas de las manos no están en su sitio, y la del costado tampoco, pero...

JESÚS: ¿Cómo que la del costado no está en su sitio? ¿Es que no la ves? ¡Mira, mira, mete la mano! Cabe entera, ya verás. Al principio da un poco de yuyu, pero...

DISCÍPULO CUARTO: No, Maestro, lo que dice mi compañero es que la herida debería estar al otro lado.

JESÚS: ¿Cómo que al otro lado? Pero si vosotros estábais allí y vísteis la lanzada.

DISCÍPULO PRIMERO: Sí, Maestro. Pero un forense dice que la imagen de la Sábana se formó en realidad en la cara externa, así que si la herida aparece en el lado izquierdo de la imagen del (pronunciando claramente las mayúsculas) Hombre de la Sábana, también debería estar en tu costado izquierdo y no en el derecho.

JESÚS: Pero bueno, esto ya parece cachondeo. Vamos a ver, si me hubieran envuelto en una sábana y se hubiera formado allí mi imagen, habría salido un churro. Completamente deformada. Una porquería, vamos.

(Los discípulos vuelven a mirarse entre ellos en silencio. El primero en hablar otra vez es, de nuevo, el DISCÍPULO PRIMERO).

DISCÍPULO PRIMERO: Bueno, suponemos que algún milagro la mantuvo lisa y planita sobre ti. Luego alguna energía...

DISCÍPULO CUARTO: Probablemente cuántica....

DISCÍPULO PRIMERO: Alguna energía probablemente cuántica impregnó milagrosamente la imagen.

DISCÍPULO SEGUNDO: Y las manchas de sangre.

JESÚS: ¿Sangre? (Volviéndose de nuevo hacia JOSÉ DE ARIMATEA): Pero vamos a ver, Pepe, ¿no me habíais lavado y todo eso?

JOSÉ DE ARIMATEA (mirando al suelo, como siempre): Estoooo... sí...

JESÚS (dirigiéndose a los discípulos): ¿Véis? Cadáver lavadito, nada de sangre, nada de manchas.

DISCÍPULO CUARTO: No, Maestro, no. La Sábana muestra claramente las manchas de sangre. En las heridas de las manos...

DISCÍPULO PRIMERO: ¡De las muñecas!

DISCÍPULO CUARTO: Eso, de las muñecas, y en las de los pies, y en las del costado, y hasta en el casquete de espinas.

JESÚS: ¿Casquete? Si era una corona.

DISCÍPULO CUARTO: No, era un casquete.

DISCÍPULO SEGUNDO: Semiesférico. Te cubría toda la cabeza.

JESÚS: No me vengáis con rollos. Era una corona. Me ceñía solo la frente. Lo recuerdo perfectamente, porque la tuve puesta. Y además os recuerdo que aún no estaba muerto cuando me la pusieron.

DISCÍPULO PRIMERO: Pues lo siento, Maestro, pero recuerdas mal. Era un casquete.

JESÚS: ¡Esto es el colmo! ¿Y qué más habéis visto en esa sábana?

DISCÍPULO SEGUNDO: Pues los leptones.

JESÚS: ¿Qué? ¿Qué leptones? Os recuerdo que mi monedero lo llevaba el cabrón de Judas.

DISCÍPULO PRIMERO: No, Maestro, se refiere a los leptones que te pusieron en los ojos para mantenerlos cerrados.

JESÚS: ¿Cómo? (Volviéndose de nuevo hacia JOSÉ DE ARIMATEA, que poco a poco ha ido deslizándose hacia la salida): A ver, Pepe, explícame eso. ¿Me pusiste monedas en los ojos? ¿Tú, con lo rácano que eres? ¿Y siendo esa una costumbre pagana?

JOSÉ DE ARIMATEA: Yo... yo...

DISCÍPULO PRIMERO: Maestro, quizá José no lo recuerde; ya sabes: la tensión del momento y todo eso. Pero en la Sábana se ven claramente unos leptones.

TOMÁS: ¡Ya! ¡Y también al Pato Donald!

DISCÍPULO PRIMERO: ¡Unos leptones! (Sacando un papel): ¡Mira, los tengo dibujados aquí! Hasta se lee claramente eso de "Tiberiou Caisaros"...

JESÚS: ¿Caisaros? ¿Con C?

(Los discípulos vuelven a callar, hasta que el DISCÍPULO SEGUNDO rompe el silencio).

DISCÍPULO SEGUNDO: Bueno, una errata de nada...

JESÚS: ¿Una errata? ¿En dos monedas?

DISCÍPULO CUARTO: Sí, bueno, ya sabes cómo está la mano de obra hoy en día.

JESÚS: Bueno, ya está bien. Esperadme un momento.

(Tras un nuevo fogonazo, Jesús desaparece. Los discípulos se miran entre sí, nerviosos).

DISCÍPULO PRIMERO (dirigiéndose a TOMÁS): Bueno, estarás satisfecho...

TOMÁS: ¿Yo? ¿Por qué?

DISCÍPULO SEGUNDO: Sí, ahora hazte el mártir. Pero si no fuera por tus malditas dudas no tendríamos esta escenita. "Hasta que no meta el dedo...", "hasta que no meta el dedo..."

DISCÍPULO TERCERO: Y al final lo que has metido es la pata.

TOMÁS: Yo solo...

(Se produce un nuevo fogonazo y aparece de nuevo JESÚS acompañado del OBISPO D'ARCIS, un personaje bajito y regordete, con cara de asustado).

JESÚS: Ya estoy aquí. Venga, Pierre, cuéntales.

OBISPO: Yo...

JESÚS: Sí, tú. Cuéntales.

OBISPO: ¡Señor! ¡Yo no soy digno!

JESÚS: Lo que no eres es rápido, que digamos. Venga, cuéntales lo que me has contado antes.

OBISPO: Pues... sucedió que cuando era yo obispo de Troyes, en el Año de Nuestro Señor de 1389...

DISCÍPULO PRIMERO: ¿Cómo? ¿1389?

DISCÍPULO CUARTO: Pero Maestro, ¿no habíamos quedado en que el Fin del Mundo iba a ser de aquí a la vuelta de la esquina, y que muchos de nosotros no conoceríamos la muerte y tal? ¿Cómo es que en 1389 el Mundo sigue existiendo?

JESÚS (callando con un gesto a los discípulos, que han empezado a murmurarse unos a otros): Bueno, bueno, ya hablaremos de eso en otro momento. Sigue, Pierre.

OBISPO: Sí, claro, Señor. Pues decía que siendo yo obispo de Troyes descubrí que los sinvergüenzas de la Colegiata de Lirey estaban mostrando a los peregrinos una sábana, diciéndoles que era la mortaja de nuestro Señ... la vuestra, Señor.

JESÚS: Sigue.

OBISPO: La sábana la pintaron en tiempos de mi antecesor, Henri de Poitiers, que descubrió al pintor y prohibió la ostentación de la falsa reliquia.

JESÚS: Hala, ya habéis oído. (Al OBISPO): Ya puedes irte.

OBISPO: ¡Gracias a Dios!

(Tras un nuevo fogonazo, el OBISPO desaparece).

JESÚS: De nada. (Dirigiéndose a los discípulos): Pues ya véis: más falsa que las historietas sobre el nacimiento de Zoroastro.

DISCÍPULO CUARTO: A propósito del nacimiento de Zoroastro, Maestro, se nos ha ocurrido una idea...

DISCÍPULO PRIMERO: Un momento, un momento, que aún tenemos que aclarar lo de la Sábana. A ver, Maestro, si lo que dices es cierto...

JESÚS: ¿Lo dudas?

DISCÍPULO PRIMERO: ¡No, Maestro, claro que no! Pero hay que tener la mente abierta. Decía que, si la Sábana es un fraude del Siglo XIV, ¿cómo explicas la sangre?

JESÚS: ¿Sangre? Pero si ya os he dicho que me lavaron...

DISCÍPULO PRIMERO: Sangrarías otra vez.

JESÚS: ¿Estando muerto?

DISCÍPULO SEGUNDO: Sea como sea, hay sangre. Y bien roja.

TOMÁS: ¿Roja? ¿Pero las manchas de sangre no se oscurecen al secarse?

DISCÍPULO PRIMERO: ¡Sangre! De hecho, se ha detectado la presencia de albúmina en las manchas rojas, prueba indiscutible de que son de sangre.

TOMÁS: ¿Albúmina? ¿Como la de la clara de huevo que se usa para hacer pintura roja?

DISCÍPULO SEGUNDO: ¡Calla, incrédulo!

JESÚS: ¡Esto es la leche! Ahora vuelvo.

(Desaparece otra vez con un fogonazo).

DISCÍPULO PRIMERO: Me parece, Tomás, que te estás pasando de negativista. Así no vamos a llegar a ninguna parte.

DISCÍPULO SEGUNDO: Sí. Si por ti fuera, la gente aún pensaría que lo de las bodas de Caná era agua.

TOMÁS: ¡Pero si era agua! ¡Yo mismo la probé!

DISCÍPULO PRIMERO: ¡Calla, idiota!

(Se produce un nuevo fogonazo y aparece otra vez JESÚS, acompañado del CIENTÍFICO, un tipo delgado, con gafas y vestido con bata blanca).

JESÚS: Venga, cuéntales.

CIENTÍFICO: Yo...

JESÚS: ¿Por qué os ponéis todos tan nerviosos cuando os digo que habléis? ¡Ni que estuviéseis viendo a un zombi!

CIENTÍFICO: Bueno, eso en cierto modo...

JESÚS: ¡Calla y cuéntales!

CIENTÍFICO: Bueno, hicimos una prueba a la sábana, y descubrimos que el lino que la forma fue cultivado hacia mediados del Siglo XIV.

JESÚS: ¿Véis?

(Los discípulos vuelven a callar un momento y se miran entre sí. Luego, el DISCÍPULO PRIMERO pone otra vez cara de habérsele ocurrido una idea).

DISCÍPULO PRIMERO: La prueba no vale.

CIENTÍFICO y JESÚS (al mismo tiempo): ¿Qué?

DISCÍPULO PRIMERO: Pues eso, que la prueba no vale. Falseásteis los resultados para desprestigiar la Sábana.

DISCÍPULO SEGUNDO: ¡Eso! Y además, el resultado era incorrecto porque no tuvísteis en cuenta la contaminación.

CIENTÍFICO: ¡Pero las muestras fueron lavadas a conciencia!

DISCÍPULO SEGUNDO: Seguro que no lo bastante.

CIENTÍFICO: ¡Claro que sí! Además, ¿sabes la cantidad de contaminantes que harían falta para desviar así el resultado? ¡Varias veces el peso de la sábana! ¡Y ni aun así llegaríamos al año 33!

DISCÍPULO TERCERO: Da igual. De todos modos, tampoco tuvísteis en cuenta que la fe de los creyentes genera un campo energético...

DISCÍPULO CUARTO: Probablemente cuántico...

DISCÍPULO TERCERO: Un campo energético probablemente cuántico que la rejuvenece.

DISCÍPULO PRIMERO: Además, ¿quién eres tú?

CIENTÍFICO: ¿Yo? Pues soy Doctor en Física y trabajo en datación mediante radioisótopos desde hace veinte años...

DISCÍPULO PRIMERO: Pero no eres Libby, ¿verdad?

CIENTÍFICO: ¿Willard Libby? No, claro que no...

DISCÍPULO PRIMERO: ¡Lo sabía! Libby dijo claramente que la prueba se había realizado de forma incorrecta.

CIENTÍFICO: ¡Pero si Willard Libby se había muerto antes de que hiciéramos la prueba!

(Los discípulos vuelven a callar un momento y se miran desconcertados. De pronto, el DISCÍPULO CUARTO sonríe y alza la voz).

DISCÍPULO CUARTO: ¿Lo ves? ¿Lo ves? ¿Qué más pruebas necesitas de que es un objeto milagroso? ¡El propio Libby se levantó de entre los muertos para proclamarlo ante todo el mundo!

(JESÚS mueve la cabeza en expresión de resignación y se vuelve hacia TOMÁS).

JESÚS: Nada, no tienen remedio. Cualquier día se inventarán hasta la estatura de los que me dieron de latigazos.

TOMÁS: No sé qué hacer. Están completamente chiflados.

JESÚS: Déjalos. Hace falta alguien más honrado, o por lo menos con más sesera. (Medita un momento y prosigue). Mira, cuando pase todo este follón vete a la ciudad, busca a un tal Pablo de Tarso y dile que se ponga al frente de todo este chiringuito. Estos (señalando a los discípulos) son capaces de hundírmelo.

TOMÁS: Vale, Maestro. Y lo de meter los dedos y la mano...

JESÚS: Bueno, déjalo. Que luego van al pan...

(Se produce un nuevo destello y JESÚS y el CIENTÍFICO desaparecen. Cae el telón).


EPÍLOGO: Han transcurrido unas semanas. La escena se desarrolla en la misma estancia. Están presentes TOMÁS y PABLO DE TARSO. PABLO muestra un aparatoso vendaje en la cabeza.


TOMÁS: Ya los has oído, Pablo. Se empeñan en que la gente crea toda esa historieta de la sábana...

PABLO: ...Que es evidentemente falsa. Sí, ya lo sé; a pesar del golpe que me di en la cabeza al caerme del caballo cuando lo asustaste al salir de tu escondite en el camino de Damasco, aún me funcionan un par de neuronas, y es todo lo que hace falta para darse cuenta de que la sábana es falsa. Pero por otro lado...

TOMÁS: ¿Qué?

PABLO: Digo que, por otro lado, si contásemos la historia de que el Maestro resucitó de entre los muertos y todo eso, ¿quién nos iba a creer?

TOMÁS: Bueno, todo el mundo. No somos la primera religión que lo dice.

PABLO: Sí, pero si contásemos con una prueba, como la sábana...

TOMÁS: ¿Estás sugiriendo que digamos que la sábana es auténtica? ¿Aunque sepamos que no lo es?

PABLO: ¡No, no! Lo que estoy sugiriendo es que no digamos nada, ni sí ni no, pero que actuemos como si lo fuera, mostrándola en ocasiones solemnes, rezando ante ella con recogimiento y devoción y todo eso.

TOMÁS: ¿Y colará? Seguro que hay gente que la pone en duda.

PABLO: Hombre, si nos presionan mucho podemos reconocer que probablemente sea falsa... o, mejor aún, que no se ha demostrado que sea auténtica; es más o menos lo mismo pero suena de otra manera, ¿verdad? Además, diciéndolo con la boca pequeña y añadiendo que de todos modos es un objeto de veneración muy querido para los fieles y tal...

TOMÁS: Pero... ¿a ti te parece que eso es honrado?

PABLO: ¿Y quién ha hablado de honradez? ¡Ay, menos mal que estoy yo aquí! A los discípulos os falta visión comercial...

(Telón)






FIN DEL ACTO PRIMERO


1 de abril de 2010

Tradiciones de Pascua: la Sábana Santa.

Aunque la publicidad nos tiene dicho que cuando hay que volver a casa es por Navidad, hay otra fiesta que se caracteriza por el regreso de las tradiciones: la Semana Santa. Todos los años, alrededor de la primera luna llena de la primavera, vuelven las torrijas, el olor a incienso y los cortes de tráfico por las procesiones. La tele vuelve a emitir Ben Hur, las playas se llenan, Mercadona pone de oferta el bacalao, y los trabajadores de Renfe se declaran en huelga. Vamos, por volver, este año hasta parece que volverá a casa Jaume Matas, lo cual tiene su mérito si tenemos en cuenta lo difícil que se ha puesto conseguir un crédito bancario, y que en el escaso plazo que se le ha concede en el Auto del Juez Castro (léanlo, que merece la pena) no tiene tiempo siquiera para construir un velódromo de nada con el que financiarse la fianza.

Y, por supuesto, como todos los años por Pascua vuelven las noticias sobre la Sábana Santa.

Y digo que vuelven porque lo que suelen hacer es eso, volver. Es decir: se cambia la fecha y algún otro detalle, pero las noticias son casi siempre las mismas. Incluso cuando no lo son: por ejemplo, si leen ustedes aquí y aquí verán que en el fondo ambas noticias dicen lo mismo: que alguien ha escrito un libro en el que, con la acostumbrada dosis de fervor religioso y sadismo narrativo, cuenta los inautidos detalles que los sindonólogos creen haber visto en cierto lienzo hábilmente pintado.

No faltan tampoco los descubrimientos sensacionales, como este que nos cuenta Religión en Libertad, según el cual en la Sábana se han encontrado

los restos de escritura que en la misma habría dejado la tinta con la que se habría escrito un papiro adherido a ella.

Y no se preocupen si la noticia les suena: el propio autor del artículo reconoce que este asombroso dato se hizo público ya en 1978.  Y aunque nos presente como novedad que

Barbara Frale, estudiosa del Archivo Secreto Vaticano, la cual, tras pedir que se analizara la caligrafía por los paleógrafos y obtener por respuesta que la misma podría datar del s. I, declara que “el contenido de estas palabras se refiere a la muerte de un personaje llamado Iesoys Nnazarennos, mismo nombre que encontramos en los cuatro Evangelios”.

 La verdad es que esto, como tantas otras cosas, lo llevamos leyendo años y años.

Pero los creyentes en la autenticidad de la Sábana tienen una habilidad especial para inundarnos con su propaganda a la más mínima ocasión. Por ejemplo, al dar la noticia de la próxima ostensión de la Sábana, un medio tan, ejem, prestigioso en ambientes académicos como este nos cuenta que en ella

se ha logrado distinguir los rasgos en negativo de un hombre muy similar a las imágenes con las que se representa a Jesús, y con trazas de haber muerto por crucifixión tras múltiples torturas.

Claro que también nos dice que se trata de

un lienzo de trece metros de largo

Lo cual sirve de eficaz recordatorio de que, cuando uno fusila vilmente un texto en inglés, debe recordar siempre que los pies y los metros no miden lo mismo.

Otras noticias, en cambio, pasan más desapercibidas. Es el caso de esta nota de la agencia Efe publicada por ABC, que nos habla de la existencia en España de la Sábana. Como decía, la noticia (que si no es novedosa es, al menos, curiosa) ha quedado relegada a un rinconcito de las ediciones digitales de los periódicos, quizá porque su redactor, que aún conserva la profesionalidad que otros han perdido hace tiempo, cuenta que


El Santo Sudario apareció en 1353 en la ciudad francesa de Lirey y perteneció desde 1453 a los duques de Saboya, que la guardaron "celosamente", primero en Chambéry y luego en Turín, hasta que el rey Humberto de Saboya, poco antes de morir, dispuso su entrega a la Iglesia, según el libro de Martínez Caviró.
Desde su hallazgo, el Santo Sudario ha sido una de las reliquias de la cristiandad más veneradas, aunque las nuevas tecnologías y técnicas aplicadas, como el carbono 14, han cuestionado su autenticidad.
De hecho, varios científicos, con la venia del Vaticano, pudieron analizar la pieza sacra y llegaron a la conclusión en 1988 de que el lino utilizado supuestamente para envolver el cuerpo de Cristo, pertenece al Medioevo y no al Siglo I de nuestra Era.

Claro, eso no tiene ni pizca de atractivo periodístico. Por lo visto vende mucho más contar cosas como las que se narran aquí.

Pero la noticia sabanil más importante de estos días está siendo la supuesta reconstrucción del rostro de Cristo basándose en la Sábana Santa.

Como cuenta Luis Alfonso Gámez, en realidad se trata de una reconstrucción efectuada por el artista digital Ray Downing. Downing, por supuesto, defiende el rigor de su trabajo, aunque algunas de sus explicaciones resultan un tanto rocambolescas. Por ejemplo, nos dice que

La extracción de la imagen de la tela demostró no ser una tarea fácil. Tras meses de trabajo, un adelanto: Downing se centró en el hecho de que la tela debería haber envuelto la cara del hombre sepultado debajo. (La Mona Lisa parecería muy diferente si el Lienzo de DaVinci hubiese estado envuelto alrededor de la cabeza de su modelo.) En ¿EL VERDADERO ROSTRO DE JESÚS? Downing es capaz de tener en cuenta esa distorsión en la imagen y eliminarla, dejando un retrato tridimensional exacto, no distorsionado y nunca visto de la imagen presente en la Sábana de Turín.



Lo que dice está muy bien (cómo lo dice es otra cosa: la traducción del texto de arriba es mía, pero los atentados contra las normas de puntuación son solo suyas), pero tiene un pequeño inconveniente: la imagen de la Sábana no es así. Como tantas veces nos han mostrado, la imagen carece en absoluto de esa distorsión.





Como dice Dowsing, si Leonardo (¡qué manía con llamarle Da Vinci, como si fuera la única persona que nació allí) hubiese envuelto la cabeza de la Mona Lisa con el lienzo el resultado hubiese sido muy diferente al del cuadro. Pero es que, si la Sábana hubiese envuelto la cabeza de un cadáver, el resultado también habría sido muy distinto al que presenta. Cosas de la pintura figurativa.

El caso es que, como decía, parece que esta va a ser la gran noticia sindonológica de esta Semana Santa, y de hecho ya han "picado" en ella el propio ABC, Informativos Telecinco o La Sexta, que por supuesto se la han tragado sin el menor asomo de sentido crítico. De hecho, ABC y Telecinco nos dicen (copio y pego de Telecinco) que


Ray Downing, presidente del estudio explicó cómo se hizo. La sangre de Jesús se adhirió a la sábana, pero no se alinean las marcas de la cara con las originales. La teoría popular asegura que la imagen oscura en la tela fue creada cuando se oxigenaron los aceites en la parte de la sábana tocada por el cuerpo.

Downing, por su parte, rechaza esta "hipótesis que nadie ha tratado de invalidar y que se refuta fácilmente", dice. Afirma que su técnica de imágenes por ordenador, en realidad, descubrió sustancias en la teala a partir de las que podía crear la verdadera imagen y ver por primera vez desde la crucifixión, el rostro real de Jesús.

Sin pararse a pensar que en realidad Downing no ha tenido acceso a la Sábana, sino que ha trabajado sobre fotografías, por lo que difícilmente puede haber descubierto nuevas sustancias.

En cuanto a La Sexta, esto fue lo que nos contaron en el informativo de mediodía del 31 de marzo, allá por el minuto 29,48:

Claro que si su Cristo no se parece a este hombre pues igual hay que rehacer la imagen, porque un documental del Canal Historia acaba de desvelar cómo un grupo de científicos ha utilizado las últimas tecnologías para crear una imagen en 3D de Jesús. Lo han realizado a partir del cuerpo que quedó grabado en la Sábana Santa de Turín, aunque nunca se ha confirmado si fue realmente el sudario de Cristo.


Como dice Luis Alfonso,

Para empezar, un documental es un documental y no una prueba científica; para seguir, quienes han recreado el rostro de la sábana son los artistas gráficos de Studio Macbeth -una empresa de animación digital- y no científicos; y, para concluir, no es que no se haya confirmado que el sudario cubrió el cuerpo de Jesús, es que sabemos desde hace décadas que no fue así, que estamos ante una pintura medieval.

Cosas que cualquiera puede comprobar dedicándole un ratito al Google, pero que por lo visto quedan fuera del alcance de los redactores de La Sexta, que esta vez, como bien les ha dicho mediante Twitter Mauricio José Schwarz, han soltado un auténtico rebuzno. Que no es algo que hagan solo los burros zoológicos; también, y no es la primera vez, amigos de La Sexta, los burros vocacionales.

14 de abril de 2009