Es una frase que se repite a diario en la consulta, cargada de emociones encontradas, muchas veces ahogada por las lágrimas y sin distinción de edad o sexo.
Quien no sintió celos alguna vez…
Esa sensación de soledad infinita unida al pánico de la pérdida inminente y despiadada..
Si se puede vivir así, es la pregunta….no, no se vive, uno va andando por la vida con un nudo en la garganta, rumiando mil respuestas sin lógica alguna, luchando con extraños fantasmas, sintiendo que son todos enemigos, nadie es tan sincero, no se juegan, no quieren hablar…,
En el fondo, muy en el fondo, hay una certeza, el miedo es la primera señal que no se puede desoír.
No hay nadie alrededor, nadie quiere escuchar lo que se repite tantas veces y de tantas maneras.
Parecería que son todos ciegos, que no ven las evidencias, por más que nos desgastemos señalando al enemigo, o a uno de ellos.
Tratamos de hacer y rehacer un mapa imaginario de la vida de nuestra obsesión, con lugares y horarios conocidos, tratando de adelantarnos al peligro de las acciones que deberíamos controlar.
Quisiéramos enredar los cuerpos, respirar el mismo aire, que no existiera el tiempo, que no existiera nadie, porque nadie importa, porque todos están de más, estorbando, haciendo ruido en nuestros silencios, sombras sobre nuestras sombras.
Luchar contra los celos es una batalla injusta, es luchar contra algo que nos castiga desde la oscuridad, que se ríe de nuestras miserias y lo peor es que jamás descansa.