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13 julio 2017

ILUMINISMO FAUVE


FLORES ESCONDIDAS



¿Qué pasó con el fauvismo o fovismo? El peculiar equilibrio entre la multitud de colores deslumbró sus ojos de hombre del norte (Matisse) y le impulsaron a un arte innovador, que liberaba la representación del paisaje de la esclavitud de la perspectiva y del papel descriptivo de cada pigmento, de cada tonalidad. Había nacido el fauvismo, así bautizado después que el crítico francés Louis Vauxelles, en el Salón de Otoño de 1905, tachara a estos artistas de fauves, fieras.

En tu caso, aparte de la virulencia, la impetuosidad del color, está la luz, inherente a la pintura, genesíaca, que determina la construcción de los motivos, su modelado, incluso la configuración del ritmo creado por la imagen. El tratamiento de la luz que haces, para la reactivación de los colores y disposición u ordenamiento de la composición, buscando el equilibrio más sutil, son rasgos fundamentales que, a la vez, afirman un estilo propio que difícilmente se reduce a una tendencia convencional.

La valentía cromática de que haces gala posee ecos de los fauves y del iluminismo de Sorolla, así como de los expresionistas alemanes; ecos, también, de una “alegría de vivir” que alcanzará después (me parece intuir) tintes dramáticos, aunque siempre contenidos: porque es como si eliminaras de la pintura todo elemento sensual para quedarte con la pura esencia del color y de la luz: vibramos con la belleza de lo que se afirma y sentimos la melancolía de lo que se pierde: surge una belleza nueva y poco sentimental: tu pintura es tu alma desgarrada.

Es el iluminismo fauve, tan lejos —parece plausible pensar— de la ortodoxia dominante y del desafío programático de los inicios.

Ávila, a 10 de julio de 2017


Serafín Sánchez González

04 junio 2017

FUGAZ- Iluminismo fauve.



“No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc. Porque la pintura tiene vida propia.”
 Jackson Pollock 

07 mayo 2017

ISTANBUL






ISTANBUL


Cuando vi la obra de Andres Rueda  por vez primera, me imaginé presenciar una puesta de sol en Estambul.  Fantasee  en la distancia con formas y espacios.  Dibujé la gran cúpula de Santa Sofía flanqueada por los minaretes como  lanceros guardianes de su princesa, [primero mora y después cristiana]. Y vi como en un  sueño  una ciudad de cuento de las mil y una noches,  y fantasee con otros tiempos y otras épocas, con moros de a caballo y con cristianos cruzados con las capas al viento y la cruz por estandarte. Y vi los tesoros  Estambul  encierra.  Y vi una ciudad  dividida en dos por el mar y muchas por los hombres.  
La mirada errabunda siguió colores y busco formas. Y mi cabeza borró formas y diferenció tonos, y encontró gamas, y encontró manchas y descubrió oro y descubrió azules y miró más de cerca, y más adentro. Y se maravilló con el juego de masas de luz sin forma. Que encajan  y se resuelven las unas entre las otras.  Y atrapa  la gran mancha rosa que, ahora, es el cuadro que el  ojo selecciona. Y se fragmenta en ese instante en trozos que rivalizan en forma y en tonalidad.  Una masa enorme cubre en ese momento  la tela. El cuadro ya no es Estambul, ahora es su cielo.  Hecha trizas, la gran rosácea  entre tonos  vivos entre manchas de oro y Y ausencia de color, y blanco que no es blanco y un negro que parece un pretexto para señalar, para recordar, que Estambul no es una ciudad, son dos. En ese cuadro.
A medida que el ojo explora, la mirada  se convierte en parte componente del cuadro. Y el diálogo que primero sostuvo el  artista con su obra, ahora lo crea el espectador con la obra acabada. Y habla con la pintura y le pintura le dice: calla. Mira, disfruta y piensa. Y yo, espectadora embelesada,  investigo la tela, experimento la pintura, y pienso: El artista ha encontrado su estilo. Pienso en los fauves, en la fiereza de su arte casi salvaje al verlo de pronto. Y en casi  humano al disfrutarlo de cerca. La fiereza del color, tal  como lo usa Andres Rueda ,  se impone para decir con gritos rosas, azules, oros, reflejos de espejo en el agua –otro elemento con el que juega Rueda sin que advirtamos apenas que se trata de un juego de luces y de sombras reflejadas, de una simetría casi imposible,- que es otro Estambul, pero puesto al revés.  Una realidad transformada en fantasía y una fantasía hecha realidad. Con fuerza. Con mucha fuerza.  Una realidad, Constantinopla, que más podría ser un pretexto del autor para pintar  y lanzar sobre la tela esas masas de color luminoso, que una ciudad regia a retratar. 
Así lo decide él. Así lo exige su ánimo, su intención y su estilo.  Y nos enseña ese delicado y fugaz momento que encierra   la aventura de la exploración, la aventura del mirar un cuadro como  Fantasía en Istanbul.

CONCHI REVERIEGO ALMOHALLA







24 enero 2014

André Derain







André Derain

(Chatou, 1880 - Garches, 1954) Pintor francés.




Charing Cross Bridge


   Pintor francés representante de varios movimientos artísticos de vanguardia a comienzos del siglo XX. Nació en Chatou, cerca de París, y abandonó los estudios de ingeniería para dedicarse a la carrera artística. En 1905, junto con Maurice de Vlaminck y Henri Matisse, formó parte de los fauvistas (del francés, fieras salvajes), llamados así por los colores atrevidos e irreales que utilizaban y que resultaban bastante chocantes para los críticos de aquella época. La mayor parte de las obras de ese periodo son paisajes campestres y urbanos, como Puente de Londres (1906, Museo de Arte Moderno, Nueva York), y muestran las típicas características del fauvismo, colores puros (a menudo aplicados sobre el lienzo directamente con el tubo), pinceladas irregulares, composición delirante y despreocupación por la perspectiva o la representación realista. Después de 1908 comenzó a experimentar con otros estilos. La influencia de Paul Cézanne le llevó a una tendencia de colorido más sosegado y a un mayor control en sus composiciones. Su gran obra Los bañistas (1908, Galería Narodni, Praga) supone un intento de combinar las innovaciones de pintores anteriores, como Claude Monet y Cézanne, en una síntesis global. En 1910 produjo obras geométricas, de influencia cubista como El puente viejo de Cagnes (Galería Nacional, Washington). Sus últimas obras, posteriores a 1912, muestran la influencia de muchos estilos diversos, desde el arte francés clásico a la escultura africana, y una tendencia cada vez mayor hacia lo tradicional, caracterizada por un cambio en el colorido y una técnica extremadamente elaborada. De esta etapa de madurez destaca Mesa de cocina (1924, Museo del Louvre, París). También hizo grabados en plancha de madera para ilustrar libros y en 1919, realizó escenografías para los ballets rusos de Sergei Diaguilev.  © M.E.


Casas del Parlamento


 Puente sobre el Riou


El puente de Waterloo 

El puente de Waterloo pertenece a una serie pintada en Londres por encargo del marchante Ambroise Vollard. Derain, entusiasmado por la atmósfera de la capital británica, realizó una interpretación fauvista de las orillas del Támesis que años antes habían pintado Turner y Monet. El motivo pictórico es el puente de Waterloo, captado desde Victoria Embankment, en color azul brillante, cuyo trazado horizontal sirve de línea de horizonte de la composición. Los colores puros aplicados con una técnica puntillista dan a la superficie un aspecto de mosaico. Los azules y amarillos de los luminosos paisajes de Collioure son ahora sustituidos por tonalidades más frías, más adecuadas al clima londinense. La explosión de verdes, azules y morados es todo un manifiesto de la idea fauve de la violencia expresiva del color.


London bridge


 El puente de Charing Cross

15 noviembre 2013

Soy un hombre que pinta lo no escrito

Obras en la exposición "DE ORILLA A ORILLA"
Biblioteca de Andalucía Granada

"Todo cuanto sueño"


"Un susurrar"


"Oscuridad crepuscular"

No son mis ojos ni el iris que los acompaña,
ni el velo que me impone el tiempo
Soy un reverso de vuelo
solo
conmigo y con el árbol que me cobija
conmigo y con los haces del amanecer que me traen
los ojos de una niña , 
la tibia sonrisa de un rostro escrito en el fluir del viento,
sus notas de prisma
Es mi ventana nueva cada mañana 
Soy el Cesar de mi imperio 
y levanto la mano para tocar el cielo
desde mi raíz de árbol...
Soy un hombre que pinta lo no escrito



Magdalena Leni Yo Misma

12 noviembre 2013

Todo cuanto sueño


"Todo cuanto sueño"



Puedo asegurar que al escribir

estas palabras mojé los dedos en el mar,

busqué la sonrisa en dominio del viento,

solicité la constancia del notario de la lectura.

Queda un rastro de aire y un puente de agua.

Dejo los versos aquí, sobre la hierba,
en la certeza de un mundo distinto
donde eres parte importante
del milagro,
la melodía de la esperanza.

Pedro Enriquez