El PP no ha ganado las elecciones, y no vamos a entrar ahora en la moralidad o inmoralidad, en lo justo o injusto de los pactos poselectorales. Tampoco en si España se encuentra a la cola de las democracias europeas por no tener en cuenta la posibilidad de las segundas vueltas y que se jueguen los partidos más votados los gobiernos a cara de perro. No es lo que se pretende ahora. Habría que sopesar la posibilidad de "eliminar" en una hipotética segunda vuelta a los partidos minoritarios para dejar vía libre a los dos partidos con la verdadera fuerza y apoyo social para gobernar un ayuntamiento, una autonomía o la nación. O, por el contrario, dar cabida en el juego democrático a las minorías para que absolutamente nadie se quedara sin la posibilidad de estar representado desde los cuerpos públicos. En este caso se dan opiniones para todos los gustos. Pero, la pregunta es ¿qué ha ocurrido en estas elecciones?
¿Es posible que se tengan en cuenta estos resultados como anticipo cierto para las próximas generales? En mi opinión, no. El electorado socialista que está en desacuerdo con la política, sobre todo antiterrorista, de Zapatero no lo ha castigado votando al PP, sino que se ha quedado en sus casas viéndolas venir. Por contra, el electorado del PP ha acudido en masa a las urnas y no ha dejado pasar la oportunidad de decirle a Zapatero y a todos los que siguen sus consignas al pie de la letra, que no querían a sus miembros mandando, dirigiendo y hasta gobernando en los ayuntamientos españoles. Los fieles votantes de IU han hecho lo que siempre y su partido se ha mantenido más o menos allí donde podían estar presentes.
Los votantes del PSOE no han tenido en cuenta la desastrosa política nacional, plagada de actuaciones propias de gente poco o nada preparada para los cargos que ostentan. No hace falta más que echar un vistazo al vicepresidente económico, al ministro de exteriores, al ministro del interior, a la ministra de la vivienda, a la ministra de cultura, a la ministra de fomento, a la ministra de educación,... y todos ellos aderezados con la caterva de secretarios, vicesecretarios, delegados y mandamases del tres al cuarto que hacen de su capa un sayo para que al final nadie tenga la responsabilidad de dichas desastrosas políticas. Si nadie tiene la culpa, nadie dimite, porque la incapacidad para dirigir un ministerio se traduce en la incapacidad de percibir la propia responsabilidad, y por ende, para dimitir. Los votantes del PSOE no han sido capaces de percibir esta situación, no ya la política hecha desde La Moncloa, ni siquiera la de las localidades en las que éstos residen. Pero, ¿Por qué no se han dado cuenta?
Los votantes del PSOE votan, sobre todo, a las siglas, votan una historia, votan en contra del cambio, votan inconscientes que dicho cambio no significa un retroceso democrático, sino todo lo contrario. Creen, la mayoría, que votar al PP significa volver a los tiempos de Franco, y de lo que no se dan cuenta es que, con la política actual de Zapatero, los tiempos de Franco están más cerca de lo que nos imaginamos. ¿Alguien cree sinceramente que vivimos en un tiempo de democracia real? Leyes y papeles dicen que sí, pero la realidad democrática española es bien distinta y las libertades, digan lo que digan, cada vez se ven más reducidas. Sólo hay que echar un vistazo a la realidad vasca, por ejemplo. ¿Miedo? ¿Incosciencia? ¿Desconocimiento? ¿Castigo eterno de los herederos de la derecha más rancia? ¿Premio a los herederos del stalinismo más atroz? Y me pregunto, ¿Por qué la fidelidad a unas siglas es capaz de apoyar una desmejoría palpable de las condiciones personales, económicas y sociales? Realmente no lo sé.
-----------------------------
Archivado en Sociedad y Política
¿Es posible que se tengan en cuenta estos resultados como anticipo cierto para las próximas generales? En mi opinión, no. El electorado socialista que está en desacuerdo con la política, sobre todo antiterrorista, de Zapatero no lo ha castigado votando al PP, sino que se ha quedado en sus casas viéndolas venir. Por contra, el electorado del PP ha acudido en masa a las urnas y no ha dejado pasar la oportunidad de decirle a Zapatero y a todos los que siguen sus consignas al pie de la letra, que no querían a sus miembros mandando, dirigiendo y hasta gobernando en los ayuntamientos españoles. Los fieles votantes de IU han hecho lo que siempre y su partido se ha mantenido más o menos allí donde podían estar presentes.
Los votantes del PSOE no han tenido en cuenta la desastrosa política nacional, plagada de actuaciones propias de gente poco o nada preparada para los cargos que ostentan. No hace falta más que echar un vistazo al vicepresidente económico, al ministro de exteriores, al ministro del interior, a la ministra de la vivienda, a la ministra de cultura, a la ministra de fomento, a la ministra de educación,... y todos ellos aderezados con la caterva de secretarios, vicesecretarios, delegados y mandamases del tres al cuarto que hacen de su capa un sayo para que al final nadie tenga la responsabilidad de dichas desastrosas políticas. Si nadie tiene la culpa, nadie dimite, porque la incapacidad para dirigir un ministerio se traduce en la incapacidad de percibir la propia responsabilidad, y por ende, para dimitir. Los votantes del PSOE no han sido capaces de percibir esta situación, no ya la política hecha desde La Moncloa, ni siquiera la de las localidades en las que éstos residen. Pero, ¿Por qué no se han dado cuenta?
Los votantes del PSOE votan, sobre todo, a las siglas, votan una historia, votan en contra del cambio, votan inconscientes que dicho cambio no significa un retroceso democrático, sino todo lo contrario. Creen, la mayoría, que votar al PP significa volver a los tiempos de Franco, y de lo que no se dan cuenta es que, con la política actual de Zapatero, los tiempos de Franco están más cerca de lo que nos imaginamos. ¿Alguien cree sinceramente que vivimos en un tiempo de democracia real? Leyes y papeles dicen que sí, pero la realidad democrática española es bien distinta y las libertades, digan lo que digan, cada vez se ven más reducidas. Sólo hay que echar un vistazo a la realidad vasca, por ejemplo. ¿Miedo? ¿Incosciencia? ¿Desconocimiento? ¿Castigo eterno de los herederos de la derecha más rancia? ¿Premio a los herederos del stalinismo más atroz? Y me pregunto, ¿Por qué la fidelidad a unas siglas es capaz de apoyar una desmejoría palpable de las condiciones personales, económicas y sociales? Realmente no lo sé.
-----------------------------
Archivado en Sociedad y Política