martes, septiembre 10, 2024
Lazzarato sobre Guerra Civil Mundial y poder constituyente
El domingo estuvo Maurizio Lazzarato en la feria del Libro de Recoleta, presentado por mi amigo Mario Sobarzo. La conversación giraba en torno a los temas de su último libro "¿Hacia una guerra civil mundial?" (Tinta Limón/Traficantes de Sueños).
Lamentablemente, mientras hablaba Maurizio avisaron desde la organización de la feria que había que desalojar la sala para dar espacio a otro lanzamiento, así que la experiencia quedó trunca y no se alcanzaron a hacer preguntas. Por lo menos alcancé a obsequiarle una copia de la bellísima edición reciente de "Los gorilas estaban entre nosotros" de Helios Prieto, por Novena Ola.
A continuación, les dejo un fragmento del libro.
¿Poder constituyente?
El spinozismo político puso de
moda el poder constituyente, de modo que incluso la lucha más pequeña sería su
expresión. Pero en la modernidad, el poder constituyente es una consecuencia
directa de las guerras civiles, las insurrecciones, las revoluciones. Toda
apertura del tiempo constituyente no es resultado de una potencia ontológica
genérica de las masas, de la clase, de la Multitud. Más bien, requiere una
estrategia para quebrar el poder establecido, una derrota infligida al enemigo
de clase: el ejemplo más reciente lo proporciona Chile, donde solo las grandes jornadas
insurreccionales de 2019 crearon la posibilidad de declarar abierta una fase
constituyente. La reversión de la fase constituyente contra los movimientos que
la habían producido se debe probablemente a que el período constituyente no fue interpretado como una continuación de
la guerra civil por otros medios (a diferencia del enemigo, no se sostenía
un punto de vista de clase sobre la situación pos-insurreccional).
En la modernidad, todas las
grandes constituciones, todas las grandes transformaciones políticas,
institucionales, jurídicas, sociales y económicas han sido producidas,
paradójicamente, “por el peor flagelo de la polis”, por la “peste” de la
“abominable” guerra civil, una “plaga que acecha la sociedad” (así la definían
los enemigos de la democracia en Grecia, porque guerra civil y democracia
significaban, según Aristóteles, revuelta y poder de los pobres): la “revolución”
estadounidense, la revolución francesa, la soviética, la mexicana, la china, la
vietnamita, la cubana, la iraní, etc. todas ellas son el resultado de la “más
dura de todas las guerras” capaz de producir un cambio radical en el sistema
económico, social, político, y en los valores que lo fundaron.
Las “democracias europeas”
nacieron de las guerras partisanas contra el fascismo. Incluso el gran
desarrollo económico de China surge de una guerra civil más o menos progresiva
y más o menos violenta: la “revolución cultural”. Solo después de la victoria
política de una parte sobre otra, de la afirmación de quienes querían imponer
la producción occidental incluso en un país socialista, el capitalismo se
afirma. Por lo que se podría enunciar una “ley” general: primero la revolución, o la guerra entre Estados o entre imperialismos,
luego la producción; primero la guerra de clases, luego la economía, el
derecho, el sistema político y su gobierno.
La guerra y la guerra civil son
fuerzas económicas, sociales y políticas o, para ser más precisos, constituyen
las condiciones políticas para que estas fuerzas surjan y se desarrollen. De
ellas depende el modo de producción, el sistema político, la forma que adoptará
una sociedad, para bien o para mal. El trágico caso de la Guerra Civil española
nos deja muchas lecciones negativas en este sentido. La victoria de Franco
impuso un capitalismo asfixiado, un sistema político y social radicalmente
reaccionario, diferente al de otros países europeos.
La guerra civil es una formidable
máquina de producción y transformación de subjetividad. Gianfranco Miglio
considera el enfrentamiento fratricida la más “real”, la más “total” de las
guerras: “Esta radicalidad, a su vez, clarifica por qué las guerras ‘civiles’
normalmente producen clases políticas más compactas y mejor equipadas para
contar más adelante en el proceso histórico”, y sistemas institucionales más
duraderos e importantes.
La constitución de nuevos sujetos
políticos, las formas inéditas de acción colectiva, los saltos y rupturas que
se producen en las subjetividades, se configuran dentro de estos conflictos,
algo pasado por alto por las teorías modernas que, paradójicamente, tienen al
“sujeto” en su centro (Foucault), la “producción de subjetividad” (Deleuze y
Guattari) y la “subjetivación de la Multitud” (Hardt y Negri). La
transformación de los modos de sentir y de sufrir, de los afectos y de la
sensibilidad es inseparable de las grandes rupturas políticas de masas.
Foucault, antes de teorizar sobre
la gubernamentalidad, el neoliberalismo y la fabricación del sujeto según
cánones ético-estéticos, lo sabía bien: “La guerra civil no solo pone en escena
elementos colectivos, sino que los constituye. Lejos de ser el proceso por el
cual se vuelve a bajar de la república a la individualidad, del soberano al
estado de naturaleza, del orden colectivo a la guerra de todos contra todos, la
guerra civil es el proceso a través del cual y por el cual se constituye una
serie de nuevas colectividades inexistentes antes de ella”.
Está muy claro que hasta que no
vuelva esta conciencia, la fantasía de las potencias constituyentes será solo
el marco de la reproducción sin fin de nuestra derrota.
La revolución y la guerra civil
tienen una relación problemática entre sí. Toda revolución es también una
guerra civil, pero no todas las guerras civiles son revoluciones. Si la
revolución es fruto de la modernidad, la guerra civil es tan antigua como la
civilización occidental, y también parece haberla originado. Roma, cuya
fundación fue el resultado de una lucha a muerte entre hermanos, puede servir
de emblema de la persistencia de la guerra civil, tanto en Grecia como en Roma.
Hannah Arendt señala una profunda diferencia entre revolución y guerra civil:
las revoluciones “no existían antes de la edad moderna” y constituyen ―a diferencia
de las guerras civiles (“fenómenos más antiguos del pasado que conocemos”)― las
novedades más relevantes de los nuevos tiempos políticos. En el siglo XVIII, la
revolución se concibe como una alternativa a la guerra civil, nos enseña
Kosseleck. La primera se asociaba al avance de la humanidad en todos los campos
(pensemos en Kant y en todo el idealismo alemán) mientras que la segunda se
refería a conflictos religiosos, guerras en las que hermanos matan a hermanos
sin aportar ningún progreso general. Mientras que la guerra civil significaba
“un absurdo dar vueltas en círculos”, la revolución “abría un nuevo horizonte”.
Si más tarde se pasa de la
contraposición a la subordinación de la guerra civil a la revolución, será el
marxismo quien la rehabilite completamente. Primero Marx y Engels, pero
definitivamente los bolcheviques y luego los comunistas chinos, hacen de la
guerra civil (transformada en guerra de partisanos, en guerra de guerrillas, en
guerra irregular) la condición de la revolución. Lenin advierte al proletariado
que no se deje engañar por el patriotismo de las guerras nacionales burguesas,
que “no debe desviar su atención de la única guerra verdaderamente liberadora,
a saber, la guerra civil contra la burguesía en ‘su’ propio país y la de los
países ‘extranjeros’”.
Hoy, en ausencia de toda voluntad
revolucionaria, en ausencia de todo proyecto de ruptura radical, abiertamente
reivindicado por los movimientos sin haberlo sustituido por nada tan poderoso y
eficaz, la guerra civil es asimétrica, dirigida y organizada por los poderes
contemporáneos en conjunción cada vez más estrecha con la guerra entre Estados,
con la guerra total y con el genocidio.
A pesar del despliegue de su gran
fuerza de negación y creación, la guerra civil es la gran ausente de la
renovación teórica de los años sesenta y setenta, con la única excepción,
durante un breve periodo, de Michel Foucault. Pero su voluntad de hacer de ella
una matriz de las relaciones sociales sirve de poco para analizar las guerras y
guerras civiles contemporáneas, porque nunca se enfrenta a las guerras
mundiales y guerras civiles del siglo XX que son su matriz. Para ello, es mejor
recurrir a otros que vivieron el siglo XX de forma más trágica e intensa, a
saber: los revolucionarios y los contrarrevolucionarios.
Etiquetas: guerra social, Lazzarato, nada mas práctico que una buena teoría, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases, violencia y control
martes, noviembre 30, 2021
PINOCHETISMO CYBORG (x R. Karmy)
Un texto del amigo Karmy.
Las fotos las tomé el sábado en Marathon con Grecia.
PINOCHETISMO CYBORG
Rodrigo Karmy Bolton
A los amigos
“El asombro porque las cosas que vivimos sean “todavía”
posibles en el siglo veinte no es ningún (asombro)
filosófico.” –escribía
Walter Benjamin hacia el final de la tesis VII sobre el concepto de Historia.
La concepción progresista de la historia está interrogada sobre todo porque el
progreso –dirá Benjamin, en otro lugar citando al Angelus Novus de Paul Klee-
no es más que una sola catástrofe. Podemos cambiar “siglo veinte” por “siglo
veintiuno” y transportarnos rápidamente al Chile contemporáneo que tiene a la
candidatura pinochetista de José Antonio Kast como serias posibilidades de triunfar
en la segunda vuelta electoral. ¿Asombrados? ¿cómo candidaturas como éstas
podrían ser “todavía posibles”? –es la pregunta que se formula el progresista.
Pero es precisamente su concepto de Historia el que aquí hay que interrogar, el
que experimenta un límite infranqueable que se sintomatiza en el “asombro”
progresista frente a la posibilidad de que Kast sea presidente. La pregunta
concreta y clave a este respecto es: ¿por qué el Chile octubrista votó
por el pinochetismo?
Hasta ahora, algunos importantes columnistas disímiles
estirpes, parecen haber construido un consenso preocupante: la revuelta no
habría sido el estallido “emancipatorio” y anti-neoliberal con el que nos
ilusionamos, sino la impugnación a una oligarquía para permitir que una gran
masa de población excluida pueda participar del sistema neoliberal. No se
trataría, entonces, se una revuelta que irrumpió exigiendo menos sino más neoliberalismo. Se
trata de la tesis de Carlos Peña devenida episteme oligárquica
gracias a El Mercurio que, nuevamente, opera como su cogito. Al
devenir episteme la tesis Peña construyó la
narrativa orientada a salvaguardar el mito de Chile (el
neoliberalismo): no solo la revuelta había que considerarla simple
“delincuencia” y pura “violencia” que había que condenar, sino que la raíz del
problema residía no en el defecto del proyecto país, sino en
su virtud: el neoliberalismo debía popularizarse, democratizarse
del nicho puramente oligárquico que habitaba las comunas del Rechazo. Pero el
neoliberalismo era la senda correcta del progreso, y su modernización.
Bajo esta episteme que articuló la máquina
mitológica de la oligarquía, la revuelta jamás fue pensada en su dimensión
afirmativa, en la potencia imaginal que traía consigo y en su efecto
destituyente; sino siempre en clave de “anomia”, “delincuencia”, “violencia”,
“destrucción” o “caos”. Como bien califica Brunner en su última entrevista, se
trataba solo de una “fantasía política”. La revuelta siempre era el “mal” de
toda política, su antítesis, lo que “faltaba” de política, aquello
tremendamente “irresponsable” que debía ser conjurado si queríamos que el
neoliberalismo –como programa modernizante del Chile actual- efectivamente
mostrara lo mejor de sí.
La clave de este proceso reside en que puso en práctica una
serie de dispositivos (columnas, acciones políticas, discursos, propaganda) que
terminaron construyendo una narrativa de la revuelta identificándola sin más a
la abstracción del término “violencia” y circunscribiendo su deseo al
neoliberalismo: más consumo, no menos, más capital no menos. Como se constata
el periplo discursivo del año 2021, no hubo jamás una discusión mínima sobre la
noción de “violencia” sino simple y puramente, una exigencia a su condena. El
moralismo se impuso y la narrativa, según la cual, había que “condenar la
violencia” para que la democracia prevaleciera dirigiendo sus esfuerzos a un
“más neoliberalismo” y no “menos”, pareciera haberse convertido en consenso.
¿Democracia? -¿qué puede significar ese término para quienes ven sus viviendas
y barrios allanados permanentemente por la policía, las bandas criminales de
todo tipo, que ven morir a sus familias de COVID19 en un consultorio porque no
existen camas suficientes, o que deben organizar bingos para pagar las
millonarias sumas de operaciones o tratamientos de enfermedades? ¿Qué puede
significar “democracia” sino el nombre de los poderosos?
Peña devino así la vanguardia discursiva de la restitución
oligárquica, cuyas formas hoy no se expresarán sino en el triunfo en primera
vuelta de un fascismo cibernético o, si se quiere, de un pinochetismo
cyborg que cristaliza la nueva fase de acumulación. Sin embargo, la
construcción de la narrativa “peñista” no fue simple. Implicó una materialidad
decisiva que implicó la aplicación del terror entres hebras precisas: la
político-institucional, la sanitaria o biomédica y la económica y social.
La político-institucional implicó la aplicación piñerista del
terrorismo de Estado con las fuerzas paramilitares llamadas “policía” –y en un
momento el Ejército- contra Wallmapu y la revuelta octubrista desde el 19 de
octubre de 2019. La aplicación del terrorismo de Estado trajo mutilaciones
oculares (más de 400 casos), muertos, heridos y presos a quienes se les aplicó
una ley excesiva para delitos menores (ley de seguridad del Estado y otras
nomenclaturas), siguiendo la doctrina inaugurada por EEUU con la “guerra contra
el terrorismo”. Piñera mismo refirió al “enemigo poderoso” cuando decretó el
estado de excepción constitucional y movilizó a las FFAA por el conjunto de las
ciudades del país. El efecto del terrorismo de Estado ha sido la separación de
los cuerpos, neutralización de su potencia afectiva.
La sanitaria o biomédica trajo consigo la restricción de
desplazamientos, el aislamiento y corte de lazos y capilarización del terror en
la fantasía de que cualquier contacto podía ser causa de contagio: familiares
muertos, enfermos, otros que iban a trabajar arriesgando la vida cada vez que
se subían al transporte público y se sabía que los consultorios y hospitales
estaban atestados de pacientes y colapsados. Me interesa cómo la restricción
pandémica confiscó justamente el lugar de la revuelta: la sensibilidad, la
abertura del lazo afectivo que ahora se conminaba a reducirse al aislamiento y
clausurarse por miedo al contagio: la revuelta contagia como el virus, ambos
podían detenerse bajo el aislamiento proveído por la excepcionalidad
jurídica. El terror a la enfermedad funcionó como atmósfera que cerraba
puertas y separaba cada vez más a los pueblos respecto de sí mismos.
Finalmente, el terror económico y social –estamos en
“crisis”- frente al que el gobierno se mostró táctico para dosificar las cuotas
de “ayudas” (no “derechos”) monetarias a la gran masa de desempleados que
flotaban en el espacio social y que habían sido producidos por el mismo
neoliberalismo que, en momentos críticos, debía reducir sus puestos de trabajo
y multiplicar el delivery como máquina –y paradigma del
capitalismo contemporáneo- de precarización absoluta para la mayoría de la
población. Desempleo, exceso de trabajo por la misma paga, deudas aumentadas
exponencialmente, los tres retiros a las AFPs fueron la herramienta clave para
despejar transitoriamente el problema e inyectar dinero fresco al debilitado
mercado.
Tres formas de aplicación del terror, ya no necesariamente
desde una política excepcionalista del schock, sino desde la
construcción de la ominosa “nueva normalidad” que no deja de operar como
“acumulación originaria” permanente donde las cuotas de violencia resultan
fundamentales para el despliegue y reordenamiento del capital. Articulación y
–diríamos-coordinación del terror político, sanitario y económico a la vez.
Todo eso en dos años que devastaron a los pueblos pero que, a pesar de todo,
pudo mantener la energía octubrista en la insistencia en el plebiscito, la
elección de los constituyentes el 15 de mayo y la consolidación de la
Convención Constitucional desde el 4 de Julio de 2021, pues pudo mantener dicha
energía mínimamente organizada vía el conjunto de las redes sociales.
Se ganó espacios a pesar del terror aplicado. Porque el
simple terror no sirve. Se requiere de una narrativa. Y esta última fue
ofrecida por el discurso sobre la “violencia” que, progresivamente, cuando se
inició la carrera presidencial –ese simulacro tan bien armado- fue pulido y
derivado tribunal por el que todo candidato debía “condenar o no la violencia”.
Una violencia siempre abstracta –por cierto- y un discurso tribunalicio que
operaba desde las grandes corporaciones mediáticas con los periodistas como
sustitutos cómicos de un juez que exige que todos depongan la violencia, salvo
él que se consolida como el gran Leviatán. El discurso de “condena de la
violencia” es una táctica eficaz para apropiarse de ella, y ejercerla sin
contrapesos.
¿Cómo es que la revuelta devino pinochetismo ciborg? Y
curiosamente, varias columnas, omiten el schock normalizado que han
experimentado los pueblos de Chile desde que salieron a descolonizar su matriz
neoliberal para el 18 de octubre de 2019. La aceptación de que la revuelta no
era más que violencia o una “fantasía política” sin destino ha sido, en el
fondo, con matices más o menos, la aceptación de la matriz discursiva
de El Mercurio en voz de Peña. Para dicha matriz, el terrorismo de
Estado aplicado por Piñera, los agotadores meses de pandemia, o las angustias
provocadas por la situación económica, pareciera no haber existido nunca o,
quizás, como simple detalle, un epifenómeno aún no analizado y que resulta
imprescindible analizar. Sobre todo, porque el octubrismo no fue derrotado, a
pesar de la experiencia de terror aplicada. Para la narrativa “peñista” todo se
trata de que, finalmente, la revuelta expresaba un conjunto de población
pro-neoliberalismo cuya consumación termina, ni más ni menos, en la
potenciación de la candidatura de Parisi y Kast. La elección presidencial del
pasado 21 de noviembre aparece, para este discurso, como el triunfo de su
tesis: el votante Parisi y el triunfo de Kast en primera vuelta confirma que lo
que el pueblo “quería” era más neoliberalismo y no menos.
Sin embargo, esa supuesta explicación –explicación que no
explica- habría que explicarla a su vez en virtud de la aplicación
biopolítica del terror devenido “nueva normalidad” (¿o acaso nadie recuerda ese
término tan original?). ¿Qué hace el terror? En este breve esbozo, advertimos
algo crucial: las tres líneas del terror no operaron simplemente como
“represión”, sino como una nueva territorialización afectiva, como una
restitución de la subjetivación neoliberal, pero en forma hipertrófica: la
microfísica del terror produce el efecto de separación de los lazos, y de
aislar a los individuos. A pesar de todo, procesos de vida común continuaron
porque la conflictividad asociada no cesó jamás. Si la revuelta abrió la
dimensión erótica en la que los cuerpos se encontraban y abrazaban, el terror
sobrevenido trabajó capilarmente para producir su aislamiento y separación. Si
la revuelta traía consigo la “rabia” –que siempre denota el quiebre del
principio de justicia-; la aplicación del terror pudo territorializarla en
“odio”, pasión favorita del fascismo. Vida común por individualismo
hipertrófico: he aquí la clave del triunfo de Parisi y Kast que capitalizaron
la mutación sobrevenida gracias a la aplicación del terror que termina
reconduciendo al discurso anti-oligárquico (presente en Kast y Parisi, de
formas diferentes) hacia la reivindicación de la individualidad: no somos ni de
derecha ni de izquierda (sino puros) –dice Parisi; o queremos “paz” (orden) y
afirmar la “libertad” (esa soberanía individual) contra la violencia de la
revuelta –dice Kast. Ambos operan bajo el simulacro del outsider:
Parisi porque no viene de la “clase política” (pero había sido candidato otras
veces y hace años que tiene un trabajo al respecto), Kast porque proviniendo de
ella, se fue de la misma e irrumpió para apropiarse del sector reconstituyendo
a la “verdadera derecha” característica del pinochetismo. En ambos,
anti-oligarquismo –que era la referencia octubrista por excelencia- se anuda al
individualismo. La crítica a la clase política, en Parisi contra la “derecha y
a la izquierda”, en Kast al “piñerismo” como su cristalización. ¿Cómo Parisi
–ese avatar que casi sale presidente- pudo ser votado?
Justamente por eso: su ausencia produjo mayor goce, y su devenir avatar expresó
lo que la “salida de la democracia” que estamos experimentando anuncia: el
mundo fáctico de la cibernética, el pinochetismo cyborg.
Asistimos, pues, a una cuota de sorpresa: el progresismo
neoliberal que no dejó de machacar con la “violencia” e infantilizar la
revuelta de Octubre adhiriéndose tácita o explícitamente a la narrativa
“peñista”, experimenta un singular asombro: el eventual triunfo de Kast. Ahora
nos llama a “defender la democracia” después de que, por dos años, contribuyó a
construir la narrativa de la violencia y la modernización (el “peñismo”) que
deslegitimaban los esfuerzos de los pueblos de Chile por descolonizar su
histórica devastación. Se “asombran” de que estas cosas (Kast-Parisi) sean
“todavía posibles” cuando, por dos años, han contribuido abiertamente a
instalar sus condiciones. Se “asombran” de que estas cosas sean “todavía
posibles”, pero parecen no ver que Kast es su propio hijo y Parisi su hermano
menor.
Kast y Parisi solo hablaron el lenguaje que el “piñerismo”
legó y que el “peñismo” aceitó. Ese es todo su pecado, su única virtud.
Capitalizaron su fuerza para catalizar no la “rabia” sino el “odio”, y así
imaginar no una vida en común sino una verdadera comunidad de
separación. Ahora bien, el pinochetismo cyborg ¿qué es? La
forma actual del devenir de dicha violencia. Si ésta se cristalizó en un primer
momento bajo el cuerpo físico de Pinochet y posteriormente bajo su cuerpo
institucional (la Constitución de 1980), hoy se apuntala otra fase de su
devenir, en que su desmaterialización deja la forma física y jurídica para
identificarse plenamente a la abstracción infinita del capital en el nuevo
ciclo de acumulación neoliberal. Eso es Pinochet.
Que la segunda vuelta pueda desactivar al pinochetismo cyborg
implica recobrar los afectos perimidos, abrirlos a los otros, sin miedo hacia
la vida común, sin miedo al “octubrismo” y su imaginación. Pero eso implica
invitar a atravesar –sin miedo, con esperanza- el fantasma de Chile que aún
sigue anudado a esa violencia golpista de 1973 como condensación de la
violencia portaliana que estructuró los 200 años de República.
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domingo, septiembre 27, 2020
LA VIOLENCIA...(Ediciones Vamos hacia la vida)
"Pero hoy he visto en la manifestación
tantas caras sonrientes
las compañeras de quince años
los obreros con los estudiantes
‘El poder a los obreros
no al sistema del patrón
siempre unidos venceremos
viva la revolución’.
Cuando después las camionetas
hicieron las redadas
los compañeros empuñaron
los palos de los carteles.
Y vi coches blindados
volcados y luego quemados
tantos y tantos policías
con las cabezas rotas.
La violencia, la violencia
la violencia, la revuelta
quien esta vez haya dudado
mañana luchará con nosotros”.
(Alfredo
Bandelli, La violenza, 1968).
Ediciones Vamos hacia la vida acaba de imprimir 50 copias de “LA VIOLENCIA, VENGA DE DONDE VENGA. Escritos e intervenciones de antes y durante la revolución de octubre”, de Julio Cortés Morales.
220 páginas, incluyendo una decena de fotos tomadas al calor de esos días.
Tenemos algunas copias para
distribuir al justiprecio de 6 mil pesos. Consulte nomás.
Se trata del
primer libro de esta iniciativa, al que seguirán luego otros títulos que han
circulado hasta ahora en versiones digitales.
“Estos
escritos que mayoritariamente fueron columnas en medios locales (The Clinic, El Desconcierto, Radio
Universidad de Chile y El Ciudadano),
más una entrevista al periódico anarquista trasandino El Gato Negro, surgieron desde el interés por registrar en detalle
el avance del estado policial desde el frente legislativo, y una especie de
crónica de varios de los procesos que estuvieron a la base de los
acontecimientos de antes y durante ese largo octubre que aún no termina del
todo. La idea de cada columna era analizar determinados aspectos contingentes
del rearme represivo del Estado, mientras en la entrevista tuve ocasión de
resumir en una hora de conversación lo esencial de lo que estaba pasando en
Chile, para un público trasandino. Además agregué algunos apuntes e impresiones
“psicogeográficas” motivadas por el uso cotidiano del Metro, que recién ahora al releer me doy
cuenta de que estaban plagadas de alusiones y anticipaciones inconscientes del
tipo de subversión subterránea que se estaba incubando de a poco allí abajo.
Estos
escritos e intervenciones pretenden ser un aporte más criminológico que
jurídico a la comprensión de los fenómenos sociales en que estamos envueltos, donde
por sobre una tensión dialéctica permanente, con acción y reacción
(revolución/contrarrevolución), interactúan variadas e imbricadas formas de
violencia social y económica, política e institucional, insurreccional y
contrainsurgente, instrumental y expresiva, racional e irracional…
Para el tipo
de conocimiento criminológico crítico que me interesa desarrollar y difundir,
el control social es violencia, ya sea en actos o latente en tanto amenaza, y
el objeto de estudio son los procesos de criminalización. Una concepción
integral que tome en cuenta la manera en que se generan y articulan los
distintos tipos de violencia requiere asumir que el capitalismo es en sí mismo
una gran acumulación de violencia estructural, que en Chile se vio reforzada
con la reestructuración operada en dictadura y posibilitada por el despliegue
terrorista de la violencia institucional.
Esa
reestructuración tuvo dos grandes momentos: el de la dictadura (1973-1990) y el
de la “transacción a la democracia”, articulada por la “oposición democrática”
en diálogo con la dictadura ya desde la época de las protestas de mediados de
los 80, pero desplegada plenamente en un “perfeccionamiento del modelo” basado
en el continuismo y la impunidad. No en vano el primer “presidente democrático”
fue Aylwin, un notorio golpista y legitimador inicial de la dictadura
pinochetista/guzmaniana, y tampoco parece casual que tras la repetición de un
ciclo bastante monótono a la cabeza del aparato gubernamental (Bachelet
I-Piñera I-Bachelet II-Piñera II) se nos vuelve a brindar una salida
plebiscitaria para alejarnos de las calles, invirtiendo las posiciones
originales desde el Sí y el No al Rechazo y el Apruebo. ¿Deja vu?
Una enorme
acumulación por décadas de violencia estructural, que hasta el 18 de octubre se expresaba de
manera contenida implosionando en locura, delincuencia y violencia
intrafamiliar, fue acicateada por la violencia institucional de la policía y
luego los militares causando una explosión espontánea de violencia social,
individual y colectiva, que hizo temblar los cimientos del orden capitalista a
la chilena. Mientras no se comprenda adecuadamente este proceso, podemos
desconfiar totalmente de los numerosos llamados a 'condenar la violencia, venga
de donde venga', por ser abiertamente sospechosos de hipocresía”.
-Presentación:
Revolución y contra-revolución en Chile
-¿Apagando
el fuego con bencina?, o: “Aula segura”, la demagogia punitiva en el límite del
absurdo
-El
control preventivo de identidad a adolescentes como legalización de la sociedad
de control
-El control preventivo de identidad a menores de 18
años viola la Convención internacional sobre los derechos del niño
-¿Un tipo de magia?: “ley corta antiterrorista” y
resultados inmediatos en la persecución de un “lobo solitario”
- La hipocresía proteccional como fundamento del
control preventivo de adolescentes
-¡No al control preventivo! ¡Abajo el estado policial!
-Controles de identidad: perfeccionando el estado
policial
-Anexo: Encuentros cercanos con el control de
identidad
-Estado, terror y rebelión
-Violencia
sexual y mutilación masiva como política represiva
-“Sin gastos para el fisco”: sobre la defensa penal de torturadores
-Sobre lxs presxs de la revuelta y el concepto de
“prisión política”
-Represión, impunidad y justicia de clase
-La Ley de Seguridad del Estado como instrumento de
represión política
-Nueva derecha, neofascismos y violencia callejera
-¿Quién controla a los que controlan el orden público?
-Baquedano recupera su garbo
-Cuarentena y Estado policial: el 1° de mayo en Plaza
Dignidad
-En el Metro
-La insurrección chilena (entrevista con el periódico
anarquista Gato Negro)
Etiquetas: anarquia, comunismo difuso, reflexión, revolución social, violencia y control
miércoles, marzo 18, 2020
LAS SIETE DIFERENCIAS: “PRIMERA LÍNEA” VERSUS “VANGUARDIA”
Etiquetas: calles para la insurrección, fascist pigs, presos a la calle, violencia y control
miércoles, noviembre 13, 2019
EVADE Chile/Carta de académicxs del mundo a las N.U. contra el Terrorismo de Estado en Chile
El Estado arremete con todas sus armas políticas, militares y mediáticas, para someternos y recordarnos por la fuerza su único mensaje: que no tenemos derecho a más que sus migajas.
Vemos caer compas por todas partes, pero somos millones lxs que aún estamos en pie y que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.
¡Arriba lxs que luchan!
OCTAVO COMUNICADO
Las “fuerzas del orden” entran disparando a liceos y hospitales, otras protegen monumentos y centros comerciales. En todas partes nuestros hermanos, nuestras hermanas, nuestrxs hijxs y nuestros padres son golpeadxs, gaseadxs con armas químicas, violadxs, desaparecidxs, asesinadxs, encarceladxs y hasta los ojos les arrancan.
Cada unx de nuestrxs muertxs nos llama a la indignación y a la revuelta.
Ahora que ha caído la máscara del poder y observamos sin miedo la naturaleza burocrático-militar de la democracia, el rostro grotesco del clientelismo político, el cinismo de los gerentes de la reorganización social y el terrorismo del Estado mafioso, nos damos cuenta de que solo tenemos una opción: liberarnos de la esclavitud voluntaria y auto-organizar la producción de todos los aspectos de nuestra vida social.
Está organización espontánea ya se está manifestando entre nosotras. Cada día vemos brotar está inteligencia colectiva que no necesita ni del consejo ni de la dirección de ningún tipo de autoridad para moverse con precisión y determinación.
La vemos aparecer en las distintas expresiones de combate y resistencia frente a la represión: grupos de primeros auxilios, grupos de contraataque defensivo, grupos de ayuda psicológica, quienes regalan agua y comida, quienes nos ofrecen refugio en sus casas, quienes se dedican a la parodia política o echan por tierra monumentos y renombran plazas y calles, etc.
Se trata de una nueva forma de vida basada en la solidaridad, la gratuidad y la creatividad que destruye la miseria trabajo asalariado y todas las distancias que nos mantenían separados.
Esta lucha es tenaz y sin concesiones porque lo que está en juego es la propia vida. Nuestros sueños no caben en sus urnas.
Durante mucho tiempo hemos soportado la opresión deshumanizante de la dictadura del dinero. Sistemáticamente fuimos empobrecidos y nos hicieron creer que éramos nada. Pero al despojarnos de toda la basura del sistema productor de mercancías hemos ganado la dignidad y las ganas de luchar. Este levantamiento nos ha mostrado cuál es la verdadera riqueza y abundancia. Hoy aspiramos a todo.
¡Resistencia es vida!
“Divide y conquista” les aconsejó un policía a los ricos hace 500 años, y nunca lo han olvidado. Los sátrapas de turno se ven superados por todas partes. Hoy solo pueden recurrir al terrorismo, al montaje y la manipulación a través de sus conductos regulares: sus fuerzas armadas, sus medios de (in)comunicación, su teatro político.
¡Nos quieren dar lecciones sobre violencia! Dicen que “la violencia engendra violencia”, y no se equivocan. La vida es eterna en 5 minutos, sobre todo cuando se vive en la miseria. Pero hemos despertado. Y en respuesta a nuestro brote de vida el poder monta un espectáculo más: ya sea para erradicar campamentos, para construir los guetos donde nos tienen prisioneros, para apoderarse de un territorio o para aterrorizar a los que se levantan a luchar contra la inercia autodestructiva. Son los aferrados a esta civilización barbárica los que prenden fuego y destruyen sistemática y organizadamente para defender su pedazo de torta envenenada.
¡Nos quieren dar lecciones de ciudadanía! Afirman: “La decisión fácil hoy es usar la fuerza, la difícil, apostar por la Paz y el diálogo”. ¿De qué paz hablan? Vivíamos embriagados por la rabia frustrada de la guerra de todos contra todos: luchando por un puesto de trabajo o intentando llegar a fin de mes con el que teníamos, luchando por respirar en medio de nubes de polvo y ácido en las ciudades, luchando por conseguir un poco de agua en el campo. No era paz, era silencio: el buen ciudadano come y calla. Nos moríamos como vivíamos. Y ahora que levantamos la cabeza, que despertamos, ¡nos disparan en los ojos!
Quieren dividirnos. Se escandalizan porque se caen a pedazos sus monumentos a la violencia: bustos de militares genocidas, recintos de tortura, catedrales del dios macho y del dios dinero, los palacios que los ricos construyen para adormecernos con una interminable oferta de mercancías. Nos explotan y luego venden los productos de nuestro trabajo. Pero por mucha banca, luminaria pública, pan y circo con que el que quieran adornarlo, el mundo no ha dejado de ser una gran salitrera de la que la mayoría somos esclavos.
Saquearon los bosques, los ríos, los lagos y el mar con sus madereras, salmoneras y agroindustria. Contaminaron el desierto y lo volvieron un basural con sus mineras. Transformaron las ciudades en cámaras de gas y fábricas de cáncer. Exterminaron culturas ancestrales. Desaparecieron, mataron y aterrorizaron a cualquier poblador que quisiera cuestionarlos y acusar sus abusos. Pero nosotrxs no le tenemos miedo a ellos ni a su destrucción. Hemos construido todo lo que les pertenece y lo volveremos a construir a nuestra manera, de acuerdo a nuestras necesidades, deseos y en armonía con la madre tierra que nos sostiene. Después del fuego brotaremos como bosque nativo.
No importa cuánto plomo puedan descargar sobre nosotrxs. Desprendidos del dolor de la miseria cotidiana, nuestra energía estancada se vierte en pura creatividad y celebración. Aunque no hubiese garantía de una victoria final sobre la dictadura del dinero, esta ruptura es ya un placer. No hay retorno a la “pacífica coexistencia” de las mentiras reinantes.
Estimados Secretario General y Alta Comisionada:
Etiquetas: 2019 fin del mundo tal cual lo conocemos, anarquia, comunismo, derechohumanistas, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases, violencia y control
domingo, octubre 06, 2019
Ecuador arde/Declaración de amor a J. Derrida por Scritti Politti
“I want! I want it! I want that too! But Baby, But Baby, it´s up to you",
(La deseo! La deseo! Yo también la quiero! Pero nena/o, Pero nena/o, depende de tí!)
...o sea, es claramente una de las escasas canciones pop tratan explícitamente del deseo de comunismo.
Etiquetas: hermosa violencia antipolicial, rock (no punk), tercer asalto proletario contra la sociedad de clases, violencia y control
martes, agosto 06, 2019
Dub terrorista/Patti Smith y W. Reich/Cedric Im Brooks
Hablando de Reich, me topé hace poco con un libro editado en Chile en 1937 bajo el título de “La crisis sexual”.
Lanzado primero en 1974, la versión que tengo en CD es la de Honest Jon´s, 2003.
Etiquetas: dub, free chant, free jazz, violencia y control
jueves, junio 20, 2019
Más montajes/Super-sock/Barricadas a-go-go 3ra edición
-Y otra sobre la represión del Narcoestado, por los Narcoestado, de México. Editado en caset en Chile por Tobi records.
Etiquetas: chanchos culiaos asesinos, Chantiago, MDC, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases, violencia y control
jueves, mayo 30, 2019
La violencia como método/Llamamiento anarquista/DM en Curicó/Papa-Cola
Y hablando de punk rock, los dejo con la encantadora canción de los Prats "Disco Pope", que viene muy bien con esta ilustración de Escena Obscena zine.
Etiquetas: anarquia, Chantiago, punk rock, violencia y control