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sábado, 21 de enero de 2012

EL DESAFÍO DE LAS ÁGUILAS (WHERE EAGLES DARE)



SINOPSIS. Sur de Alemania, finales del año 1943. Un grupo de élite integrado por cinco agentes británicos recibe la encomienda de la difícil misión de rescatar a un general capturado y retenido por los alemanes en una fortaleza de Baviera (el castillo de Schloss Adler) y que es portador de importante información sobre la invasión de Europa. El comando está a las órdenes del Mayor Smith (Richard Burton) y el teniente americano Morris Schaffer (Clint Eastwood). Pero todo resulta fruto de un plan de mayor calado dado que el general prisionero de los alemanes no es más que  un impostor y toda la maniobra tiene por objeto desenmascarar a un agente doble infiltrado entre los Aliados. No tardarán en darse cuenta de que está más cerca de lo que creen, lo que reporta mayores dificultades en su cometido.


LO MEJOR DE LA PELICULA. El catálogo buenos ingredientes que obran en “El desafío de las águilas” es extenso y pueden advertirse su notabilísimo reparto (además de los protagonistas pueden verse a unas espléndidas Ingrid Pitt o Mary Ure, así como unos papeles secundarios destacados), una ambientación exterior impresionante con soberbios parajes alpinos o una dotación técnica y armamentística de libro. El director, Bryan G. Hutton, no escatimó medios, lo cual es, asimismo, plausible. No obstante todo lo anterior, no puede pasarse por un comentario de esta película sin hacer una merecida mención y rendir un debido tributo a su reputada banda sonora, obra de Ron Goodwin, que imprime un plus de tensión en la película y adereza mayor expresividad a las escenas que acompaña y que, además, quizás por esa misma razón de base, ha constituido uno de los elementos que más ha trascendido del film con el paso del tiempo, aun por encima de aquel. Escenas como el enfrentamiento de miradas entre el general de la Wehrmacht y el oficial von Hapen, de la Gestapo, tampoco tienen pérdida.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Quizás por influencia del guionista, Alister Mac Lean, popular autor de novelas de acción por aquel entonces, la película peca de fantasiosa e inverosímil en demasiadas escenas, lo que constituye una rémora en cuanto al buen semblante general de “El desafío de las águilas”. Los ejemplos susceptibles de traer a colación son múltiples pero bástese citar, a este respecto, la escena en la que el teniente Schaffer mantiene a raya a todo un regimiento alemán en un pasillo de la fortaleza con apenas dos subfusiles, los cuales dispara cada uno con una mano, cerrando los ojos y con plenitud de acierto en cuanto a sus objetivos, además de, al tiempo, evacuar las granadas que le lanzan e inutilizar una ametralladora que los alemanes emplazan en el lugar de ataque. Unas escenas a lo “Rambo” unidas a una congénita torpeza, inutilidad y nula puntería de unos alemanes que mueren por decenas. Amén del prototipismo propio de la época, supone un pequeño resbalón en una gran película, pero se hace notar.


COMPARACIÓN. En una época donde las producciones de acción con misiones y aventuras tras las líneas enemigas dominaban el cine bélico, los parecidos que “El desafío de las águilas” puede evocar son cuantiosos. Desde películas anteriores como “Los cañones de Navarone”, basada por cierto en una novela del mismo guionista, hasta otras posteriores como la genial “Los violentos de Kelly” las comparaciones temáticas son innumerables desde el mismo momento en que, mutando todo lo que a la trama se refiere, la organización estructural de todas ellas es idéntica. Sin embargo, tras años de explotación de producciones de tal calibre, con estrepitosas caídas en el género, una película retomó ese hilo argumental para alcanzar el éxito mundial: "Salvar alsoldado Ryan". Y es que salvando la distancia del tiempo y, por ende, de los medios, casi puede afirmarse que estamos ante una película, la de Spielberg, heredera de otra, la de Hutton.

HISTORIA. Sin ningún género de dudas fue la Segunda Guerra Mundial el período histórico en el que proliferaría con mayor notoriedad la actividad de los comandos de asalto y grupos de élite, como el que vemos en la película. El hecho de recibir preparación específica, además de tratarse de gente que había pasado por un proceso de selección personal en muchas de las ocasiones, les confería las habilidades precisas para acometer las difíciles misiones que tenían por encomienda. Y aunque la existencia de estos grupos de élite se haya constado ya en la Gran Guerra, generalmente con la misión de acabar con los nidos de ametralladoras, y a pesar de que su especialización de los mismos se ha incrementado con el paso del tiempo, fue en los años de la Segunda Guerra Mundial donde sus grandes gestas pusieron de manifiesto la importancia para un ejército de contar, no sólo con fuerzas regulares, sino la imperiosa necesidad de dotarse de personas capaces de alcanzar objetivos muy concretos.

Son múltiples las operaciones de este calibre llevadas a cabo a lo largo de la contienda aunque ninguna de ellas tuvo lugar en el castillo de Schloss Adler (“castillo del águila” en alemán, lo cual evoca rápidamente el título del film ahora comentado). Sí fueron efectivamente llevadas a cabo misiones en la retaguardia de las líneas enemigas en todos los frentes y con diversa suerte en su éxito. Muchas de ellas, abocadas al fracaso, no han hallado su reflejo en la historia. Tomaremos, pues, dos ejemplos con resultados bien distintos.


Una primera, cuyo resultado no ha trascendido como debiera es el asalto al campo de prisioneros alemán de Hammelburg, operación dirigida personalmente por el siempre controvertido general George S. Patton llevada a cabo mediado marzo de 1945. Los problemas de la referida misión eran de raíz: desviar un destacamento de fuerzas para un objetivo secundario cuando todos y cada uno de los efectivos era preciso en un momento crucial y, sobre todo, a la luz del agotamiento general era poco menos que una locura militar. Además, el campo no sólo se hallaba tras la línea de defensa alemana (línea defensiva conocida como línea Sigfrido) y más allá del río Rhin, sino que dicha zona de avance estaba fuera de la competencia territorial del ejército de Patton, circunstancia de la que este fue advertido por su superior, el general mayor Eddy, quien tachó siquiera la concepción del plan como absurda. No obstante, la persistencia de Patton dio los frutos deseados. El problema de dicha operación fue la improvisación ya que, comenzada esta con el capitán Baum (uno de los oficiales favoritos de Patton) al frente de dos compañías, el progreso era lento dado que habían salido de sus líneas sin apenas mapas y la dirección de su avance se guiaba básicamente por las indicaciones de las gentes de los pueblos, no siempre fiables. Además, habían iniciado la misión sin saber la fuerza exacta de cuerpos alemanes presentes en aquel sector, lo que les ocasionó múltiples bajas, aunque por el camino destruyeron una serie de vehículos alemanes cargados en un tren. De noche, dada la desorientación que padecían, tenían que avanzar con luz artificial, lo que los convertía en blanco fácil para los alemanes. Lo más esperpéntico resultó ser la llegada al campo de Hammelburg dado que una de las compañías alcanzó dicho lugar y procediendo a la liberación de aquel campo. El problema es que el número de oficiales prisioneros de diversos ejércitos, sobre todo serbios, excedían los cálculos de Patton por lo que de de los 300 tuvieron que llevarse 200 con ellos y el resto enviarlos a pie a su suerte. La desgracia para los soldados liberados y para los oficiales enviados andando fue que la otra compañía americana, al ver una columna de hombres vestidos de gris (uniforme serbio) los tomó por alemanes, y decenas de ellos perecieron allí mismo. El regreso fue toda una odisea para las fuerzas de Baum, quien fue herido y hecho prisionero por los alemanes, perdiendo las dos compañías prácticamente a todos sus hombres. Lo malo para Patton fue que se descubrió que la verdadera motivación para el asalto al campo de Hammelburg había sido que allí se hallaba prisionero su yerno, marido de su hija Beatrice, el teniente John K. Waters. El enfado de Eisenhower fue de órdago.


Una de las más sobresalientes misiones tras las líneas enemigas fue la llevada a cabo por las fuerzas alemanas el 10 de mayo de 1940: el asalto al fuerte belga de Eben Emael. Situado en un punto clave para el ataque alemán sobre las fuerzas francesas e inglesas esta fortín bloqueaba el lugar de avance de las fuerzas terrestres alemanas puesto que sus cañones de gran calibre y sus 1.200 hombres que integraban su guarnición parecían erigirla en un punto inespugnable. A ello se sumaban los numerosos canales y el río Meuse, un muro de cuatro metros con zanjas antitanque y alambradas (dirigidas a nidos de ametralladoras) por todos los flancos. La fortaleza contaba con 64 puntos fuertes y cada uno alojaba gran variedad de piezas de artillería, ametralladoras, así como antiaéreos y contracarros. Estos puntos fuertes estaban protegidos por pesadas cúpulas de acero, con la idea de proteger sus piezas de los bombardeos y de la artillería, además de acompañarse de campos de minas. El problema esencial residía en el hecho de que dicha fortaleza y su arsenal podían suponer un incordio en el avance alemán sobre Francia. La inexpugnable "guerra relámpago" o Blitzkrieg se hallaba ante una encrucijada: superar dicho punto era providencial para futuras maniobras; sin embargo, la base estratégica de dicho sistema se veía obligada, como lo haría muchas veces a los largo de la contienda, a una adaptación de orden táctico. El encargado de planificar el asalto a la fortaleza fue el general de División Kurt Student, hombre estudioso e imaginativo. Dado que no era posible acometer el fuerte ni por tierra ni mediante ataques aéreos estableció un ataque en dos bandadas con notable éxito. Un sector de la 7ª División Aerotransportada, llamado “Grupo de asalto Granito” (Granite), dirigido por el sargento Helmut Wenzel y por el teniente Witzing, aterrizaría de madrugada sobre el fuerte, descendiendo sobre él en los planeadores DFS 230, con el objetivo de anular sus cañones y defensas, cometido que llevaron a cabo con gran éxito gracias a la rápida labor de los zapadores paracaidistas y a la buena preparación para el combate del resto de los integrantes que solventaron las escaramuzas con las fuerzas belgas sin apenas dificultades. Un segundo grupo, el 51 Batallón de ingenieros paracaidistas, estos llegando por medio de botes neumáticos a través de los canales, remataría la labor de los primeros. Se había llevado a cabo la primera operación aerotransportada a gran escala de la Historia.


Indudablemente, se trata sólo de dos ejemplos pero que ponen de manifiesto como en la Segunda Guerra Mundial se innovó el arte de la guerra, punto del que el cine bélico se ha beneficiado y que, a la postre, demuestran el porqué del éxito cinematográfico de las producciones ambientadas en esta época, sobre todo en aquellos años. Es por esta razón que, a veces de modo persistente en exceso, se suplica en pro del buen hacer en estas cuestiones por oposición a la industria de la lastimería fácil que tanto desluce al cine de ambientación bélica y con la que se hace un flaco favor a este.


APARTADO TÉCNICO. Lo que no puede negársele en modo alguno al señor Hutton es el mérito de que bien que el período de producción de “El desafío de las águilas” fue más bien breve consiguió un semblante técnico digno de las mejores películas. Pero, en este punto, su equipo de producción, aun vertiendo en el film varios vehículos Kubelwagen, camiones Opel Blitz, aviones de combate, alguna Luger, vehículos de época o un par de ametralladores MG-42, consideró el estructurar la dotación armamentística entorno a tres elementos. El primero de ellos, el subfusil Schemeisser alemán, quizá con una superabundancia que resulta aberrante, aun a pesar del Sten Mark I que porta el Coronel Turner en una de las escenas finales. El segundo, el avión de transporte, también alemán, el Junkers JU-52, alquilado ex professo a la Fuerza Aérea Suiza (se deduce por su identificación lateral). Y, finalmente, un helicóptero cuya presencia resulta un tanto pretenciosa y anticipada porque, si bien dicho aparato ya resultaba operativo en aquel entonces, resulta difícilmente creíble que la Luftwaffe, en plena crisis de producción de aviones y perdido el dominio aéreo, pusiese a disposición de sus fuerzas algún helicóptero. Las indumentarias, por momentos anárquicas en su presencia, aportan un mayor sustento al apartado técnico dada su corrección, señaladamente los uniformes de las divisiones Gebirgsjager, divisiones alpinas, con su característica seña del la flor Edelweiss.


ERRORES. Haciendo caso omiso de las referencias técnicas y sus superficiales deficiencias (así, algún fusil Mauser K-98 entre los MP-40 daría una mayor prestancia técnica), la mayoría de los errores presentes en la cinta constituyen errores de lógica, muchos de ellos introducidos so pretexto de catalizar el argumento, pero que no dejan de erigirse en incongruencias que hacen que el resultado de la trama no sea del todo pulido. Así por ejemplo puede referirse la escena en la que Smith afirma ser hermano del mismo Heinrich Himmler (Comandante en Jefe de las SS), cuando los parientes de éste eran sobradamente conocidos por los alemanes y Smith portaba un uniforme de la Wehrmacht, no de las SS; no obstante, el soldado se traga tan burda historia. Otro buen ejemplo en esta sede es el momento en el que Smith y Schaffer se asombran por los intensos controles de entrada a la estación del teleférico que conduce al castillo y que, sin embargo, consiguen eludir con una estúpida conversación. Adolece también de errores de planteamiento dado que no se justifica en modo alguno el porqué no bombardear el castillo, sobre todo teniendo en cuenta para lo que se enviaba al grupo de asalto al mismo.


LA FRASE. “El hombre capturado, el general Carnaby, es un americano. Si acabáramos con él, el general Eisenhower abriría un segundo frente contra nosotros, no contra los alemanes. Es preciso guardar cierta delicadeza con nuestros aliados” (Almirante Roland). Aunque no es una sentencia magistral, ni mucho menos la mejor que nos deja esta cinta, sí nos pone en bandeja una perfecta sinopsis del film expresada en boca de uno de los personajes. Por otro lado, sí son dignos de destacar varios diálogos y escenas, de la que me permito destacar el saludo nazi a un guarda alemán del personaje de Eastwood alzando el brazo y soltando un seco “¡Qué hay!” en lugar del debido “Sieg Heil!”. Soberbio.


PARA QUIEN. Cine bélico clásico, del bueno, de calidad y por tanto de recomendado visionado para todos los públicos y obligatorio para los catadores de cine bélico. No obstante en un plano didáctico resulta poco productiva, toda vez que su argumento es puramente literario y no se ampara en ninguna batalla ni acontecimiento concreto. Pese a ello merece la pena para quien, como el autor de estas líneas, disfrute con un despliegue armamentístico meridianamente aceptable al margen de la trama.


VALORACIÓN. Los errores pesan pero, teniendo en cuenta los medios de que se disponía por el año 1968 y el público para el que se hacían esta suerte de filmes, el espectador ha de obligarse a si mismo a disculparlos y reconocer en películas como esta un monumento al cine bélico de categoría. Sobre todo porque, además de las congénitas dificultades técnicas, la producción también tuvo sus propios y curiosos entramados problemáticos: el papel de Schaffer estaba designado para Lee Marvin (“Doce del patíbulo”) ante cuya negativa hubo de requerirse a un joven y aun bastante desconocido Clint Eastwood el cual solicitó, a su vez, un plus salarial por tener que aparecer en segundo lugar en los créditos. Quebraderos de cabeza en la producción y curiosidades aparte, no cabe duda que aunque el tiempo produzca desgaste en películas de este calibre ello no es obstáculo para defender la más plena vigencia de “El desafío de las águilas” frente a muchas de las más recientes producciones.

domingo, 27 de noviembre de 2011

ESCUADRÓN 332 (THE TUSKEGEE AIRMEN)



SINOPSIS. 1943. La Segunda Guerra Mundial llega a un año clave en el frente africano y occidental. Los Aliados precisan un impulso en sus ofensivas, lo que les lleva requerir de todo su potencial en material y personas. Es en este último punto que, para mantener la fuerza de sus ofensivas, reclutan a hombres de sectores tradicionalmente vetados a sus Fuerzas Armadas. Por ello, ya desde 1942, en el campo de aviación de Tuskegee comienza su entrenamiento un grupo de hombres de color, los primeros pilotos de color de las Fuerzas Aéreas Americanas (USAAF), entre los que destaca el soldado Lee (Lawrence Fishburne). Es, en suma, la vida de unos hombres que se incorporan al Ejército para luchar contra sus enemigos pero también para combatir los prejuicios convencionales, precisamente en el bando que luchaba, en teoría, por la libertad y la igualdad; pero no todos resisten la presión.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. “Escuadrón 332” es una película cuyo contenido basta para colmar sobradamente los  requisitos de la suficiencia en los aspectos esenciales de una película decente. Sin embargo, de ahí a que podamos hablar de una gran película media un buen trecho. Pero lo que si es debido es reconocer las virtudes de esta producción, punto en el que destaca el esfuerzo realizado en cuanto a medios técnicos, escenografía y ambientación que, aun considerando sus errores, logra pasar dignamente para el espectador medio para convertirse en algo más que una película de domingo por la tarde. Si se entra en otro tipo de disquisiciones o en un análisis más riguroso quizá no dé la talla, pero pese a eso habría que persistir en aquel reconocimiento.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Es debido indicar que el hecho de que la mano de la productora HBO esté detrás de esta película no lo consigue todo. La factura general se empapa del cariz propio de las películas en las que aquella interviene, pero la tara más considerable está en la trama. La perspectiva del reconocimiento a los soldados de color en el ejército americano, y los pilotos en particular, es un justo tributo y, a la par, un afirmación de las dificultades internas con las que por su condición se les afligía. El problema surge cuando ese tributo que se les rinde empieza a degenerar , y sin mucha creatividad, en una suerte de endiosamiento de estos hombres, especialmente el teniente Lee, lo cual hace que la verosimilitud de la película empiece a difuminarse. Los dilemas internos de tono elevado, el tono de superioridad del que se impregnan y su prácticamente nula infalibilidad potencian esa deificación que distancia a los personajes de la realidad que reflejan. Tanto es así que el tema principal, la causa de su lucha por la igualdad en el seno del ejército, pasa a un segundo plano a favor del tan repetitivo heroísmo patrio empapado de prototipismos y arquetipos.


COMPARACIÓN. Hay que decir que los hombres de Tuskegee no tenían hasta la salida a escena de “Escuadrón 332” ninguna película íntegramente dedicada a ellos como homenaje en el cine, punto en el que esta película supone una novedad cinematográfica. Es cierto que aparecen ocasionalmente en otras películas como en “La guerra de Hart”, en la que se muestran los mismos dilemas desde la perspectiva de los campos de prisioneros. Hay destacar aquí que, presumiblemente a comienzos de 2012, saldrá al mercado la moderna versión de la aquí comentada, con el título “Red Tails”, en alusión al signo distintivo de esta fuerza aérea. A la luz del trailer, las impresiones a nivel técnico parecen buenas, si bien con el mismo aspecto patriotero. Veremos qué nos depara.


HISTORIA. Obviamente, “Escuadrón 332” es una recreación de las vivencias de este grupo de pilotos que, además de con el enemigo, tuvieron que luchar contra las constantes trabas que sus compañeros les ponían.

En términos históricos resulta evidente que los miramientos hacia los soldados de color, y no sólo negros, han sido una constante en el ejército americano, tan amigo de enarbolar la bandera de la tolerancia. De hecho, el proyecto de su ingreso, tal y como refleja la cinta, venía constituyendo un experimento: el experimento Tuskegee, dirigido por el Coronel Benjamin O. Davis Jr. En marzo de 1942 se integró la primera tropa de pilotos negros, el 99º Escuadrón de combate, destinado al frente africano. El número iba aumentando con el tiempo y a finales de ese año varios escuadrones fueron fusionados en el Grupo de Combate 332. Sin embargo, ya sumidos en plena contienda, la desconfianza generada por su condición les relegó a funciones secundarias atacando bases de abastecimiento o nudos ferroviarios mediante ataques en superficie. Pasaría un tiempo hasta que pudiesen verse las caras con pilotos de la Luftwaffe alemana. Una vez lograron acceder a los combates con pilotos alemanes se les destinó a funciones de escolta de los bombarderos B-17, ganándose la fama por el hecho de que ningún bombardero escoltado por ellos hubiese sido derribado. Los alemanes los denominaron “Pájaros negros de cola roja”.


Sin embargo, los resultados arrojados por sus estadísticas (como su pseudo-imbatibilidad o su destreza en el combate) precisan ser pasados por el tamiz de la realidad de las circunstancias. Aun siendo cierto, hay que tener presente que le grueso de los aviones del 332 fue destinado a los frentes menos relevantes en términos tácticos y allí donde la Luftwaffe carecía apenas de efectivos. Así, por ejemplo, fueron destinados a Italia, donde el mariscal Pietro Badoglio buscaba la rendición de los italianos ante los Aliados, los alemanes se hallaban en pleno repliegue (aun a pesar de las reticencias de Kesselring) y las fuerzas aéreas del Eje no tenían apenas efectivos. Nunca llegaron a combatir en los puntos de combate más duros ni se enfrentaron a los ases de la Luftwaffe como Erich Hartmann o Gerhard Barkhorn.


En esta cinta se rinde un homenaje al mítico P-51 Mustang que destacó en los años finales de la guerra y del que, como no podía ser menos, también dispusieron los “Pájaros negros de cola roja”. Sin embargo, es un tributo más acogido al convencionalismo que a la realidad dado que el Mustang, siendo uno de los mejores aviones de la contienda, carece del aspecto mítico de haber combatido desde el inicio de la contienda y en batallas decisivas como habían hecho otros contemporáneos suyos como el Supermarine Spitfire, el Hawker Hurricane, el Thunderbolt P-47 o el Messerschmitt Me-109.


APARTADO TÉCNICO. Sin duda alguna, el valuarte técnico de “Escuadrón 332” viene constituido por la aparición en escena del Mustang P-51, punto en el que esta película supone una buena oportunidad para su contemplación. A este lo acompañan los biplanos de entrenamiento así como un avión de entrenamiento AT-6 y unos cuantos bombarderos B-17. Por lo demás, algo que provoca cierta desazón es la notoria ausencia de elementos técnicos del bando alemán, lo cual daría un empuje considerable a la trama en cuanto a verosimilitud y apego a la realidad. Resulta destacable, si bien es disculpable dado el contenido de la película, la ausencia de elementos de combate de tierra, muy limitados y con circunstanciales apariciones. Son sobresalientes las escenas en las que puede verse desde la cabina del piloto la fila roja de balas trazadoras.


ERRORES. Es sorprendente que, tratándose de una producción de la HBO, en este punto existan errores e incongruencias a raudales. Nadie está libre de pecado, pero el hecho es que sorprende.

El primero y más evidente es el uso, y abuso, en lo que toca a la presencia del Mustang P-51, cuya ubicación en el frente africano y, lo que es peor, en los años 1942-1943 es absolutamente errónea. Su uso generalizado no se produciría hasta el año 1944 (últimos días de 1943, a lo sumo) en labores de escolta de la diezmada 8ª Fuerza Aérea. En este sentido, en lo que toca al film, sería mucho más acertada la presencia del Thunderbolt P-47, sin que la película perdiese espectacularidad por ello.

Otro error fácilmente perceptible reside en las imágenes de los cazas americanos pilotados por los pilotos negros atacando los puntos neurálgicos del Eje en el norte de África. Sin dificultad alguna pueden verse los paisajes de árboles y vegetación que nos indican que probablemente se trata no del norte de África, sino de los ataques sobre Normandía.

Pueden notarse serias incongruencias, como el hecho de que en las explicaciones teóricas en ningún momento los novatos pilotos plantean alguna suerte de duda, toda vez que lo más habitual en esas sesiones, de no ser explicado, eran las cuestiones sobre cómo afrontar a los aviones enemigos según el modelo.

Mayor atención requieren los siguientes errores. Así, a su llegada al campo de Tuskegee, vemos como uno de los pilotos negros inicia la lectura de “Stick and Ridder”, libro de Wolfgang Langewiesche que constituye uno de los manuales de referencia históricos en cuando a monoplanos y aviones de ala fija. El problema es que este libro fue escrito y publicado en 1944, dos años más tarde del tiempo en que se ubica en la trama.


En lo que toca a los aeroplanos, se incurre insistentemente en el error de poner en combate al Mustang con bombas en las alas; no supone un error tanto el hecho de que las portasen sino desde el momento en que combaten con los cazas alemanes portándolas, lo que supone una pérdida de sus mayores ventajas comparativas: la velocidad y capacidad de maniobra. Además, por momentos aparecen con dichas bombas en ciertas escenas para, en la siguiente toma, aparecer sin rastro de ellas.

Además, a lo largo de la película destruyen en cuatro ocasiones al mismo Messerschmitt Me-109, el cual, además, no lleva el número de identificación de su escuadrilla. También, en un arreglo de una escena histórica e inverosímil, se puede ver cómo el teniente Lee acomete con su Mustang a un crucero alemán disparando con las ametralladoras del aquel, escena tras la cual el barco estalla.

LA FRASE. “Su privilegio será vivir en el aire y morir en el fuego”. (Coronel B. Davis). Esta sentencia, que da curso al inicio de su formación, constituirá la fuente de motivación de los pilotos a lo largo de la película, tanto para combatir al enemigo como a las circunstancias que a ellos mismos les afligen. En otro orden de cosas, no tienen pérdida alguna de las frases que sus compañeros les dedican: “Este no es su país. Su país está lleno de monos, de gorilas, de malaria y de misioneras. (…) No hay gorilas en Harlem”.


PARA QUIEN. Como se ha mencionado más arriba, para los fans del Mustang P-51, aunque sea fuera de sus circunstancias históricas reales, es una película que brinda muy buenas imágenes de este señero aeroplano. Por lo demás, en lo estrictamente histórico, resulta aceptable para conocer algo la historia de los hombres de Tuskegee pero, teniendo presente y quedando supeditada, a lo que ofrezca el análisis de “Red Tails” que, de buenas a primeras, promete (aunque en el mismo trailer se advierten errores).


VALORACIÓN. No cabe duda de que se trata de una película de impronta novedosa en cuanto a la temática, pero prototípica y hagiográfica en el desarrollo, circunstancia que provoca que la trama vaya perdiendo fuelle y que el interés se centre más en la espera de combates aéreos que en la propia lucha y reivindicación de los pilotos negros. Sin embargo, la película tiene buenas escenas en las que, insisto, la mano de HBO es perceptible, razón por la que “Escuadrón 332” no desmerece un visionado.

miércoles, 29 de junio de 2011

LA BATALLA DE ANZIO (LO SBARCO DI ANZIO)


SINOPSIS. Basada en el libro “Anzio” de Wynford Vaughan-Thomas. Tras el desembarco en Anzio, Italia, a principios de 1944, los soldados americanos, que habían iniciado el desembarco para un rápido ataque sobre las posiciones alemanas se ven frenados por las dudas, dilemas y conservadurismo táctico de su general Lesley (Arthur Kennedy), toda vez que las fuerzas alemanas se hallan en pleno repliegue, lo cual facilita la posterior labor ofensiva del mariscal alemán Kesselring. Es en esa situación que, la primera ofensiva de Lesley fracasa y pierde toda una división en una emboscada, de la que un grupo de hombres, entre los que se hallan el corresponsal de prensa Dick Ennis (Robert Mitchum) y el intrépido cabo Rabinoff (Peter Falk), sobreviven y, en lugar de regresar a la retaguardia, deciden inspeccionar el terreno. El riesgo que ello supone les envuelve en una trepidante aventura.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. La trama argumental. Pese a no tener una historia detrás que pronostique nada bueno, hay que poner de relieve que el director Edward Dmytryk consigue enlazar los pequeños entresijos del argumento con las circunstancias de personajes de diversas condiciones, casi arquetipos (el veterano resignado, el combatiente aguerrido, el joven inexperto, el general temeroso de sí, etc.), lo que fundido con el trasfondo histórico regala al espectador una más que aceptable película en cualquiera de los sentidos que se precie.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Demasiados puntos inconexos, sobre todo el referido al bando alemán. Y es que al principio se nos presenta a los protagonistas con todos sus problemas, por un lado, y por otro, discurriendo de un modo paralelo y centrado en la figura del mariscal Kesselring, los dilemas que afligen al bando alemán. A la espera de que la película se desarrolle de un modo dual, mostrando las cuestiones estratégicas de uno y otro bando, súbitamente las referencias al bando alemán desaparecen absolutamente, algo que no se entiende muy bien al tenor del planteamiento inicial. A ello hay que sumar las inconexas relaciones amorosas en la cinta.


COMPARACIÓN. No son demasiadas las películas que traten lo acontecido durante la contienda en Italia, y menos el capítulo concreto de la Batalla de Anzio. “Roma, ciudad abierta” trata de un modo muy tangencial la temática central reflejada en “La batalla de Anzio” y otras como, por ejemplo, “Días de sangre y fuego” se centran demasiado en los dilemas de los soldados: de los italianos en razón de su causa, de los alemanes en su relación con aquellos, y de los aliados que observan el devenir de los acontecimientos. Sustraída de su trasfondo histórico no puede dudarse el evidente paralelismo que con “La Batalla de Anzio”, en otras circunstancias de lugar, tiene una película más reciente como es “Salvar al soldado Ryan”. Obsérvese que todo el argumento se desarrolla a partir de un desembarco a gran escala y sorpresivo, cuyas imágenes evocan claramente la película de Spielberg, con rostros cariacontecidos y traumatizados por el miedo y el silencio que anteceden a la batalla; generales que adoptan decisiones controvertidas; caminatas entre la maleza; soldados atrapados tras las líneas alemanas cumpliendo una misión harto complicada; enfrentamientos con soldados y blindados alemanes, etc. Demasiadas coincidencias, aunque pese a todo, Dmytryk da a ciertos aspectos una impronta más verosímil.


HISTORIA. El escenario italiano de la Segunda Guerra Mundial es uno de esos grandes episodios que, si se piensa y se estudia bien, se erigen en acreedores de más y mejores películas de las que actualmente tiene. Grandes batallas, desembarcos, embrollos políticos, misiones casi imposibles y grandes personajes históricos se dan cita en ese escenario sin que el cine bélico haya dirigido a ese frente más que alguna que otra mirada sesgada.


La batalla de Anzio no es más que la segunda intentona aliada tras el fracaso de Salerno en su toma de Italia. El desembarco en la bahía de Salerno, mediado el año 1943, habría de suponer el derrumbamiento de la resistencia alemana en la península dado que las fuerzas italianas habían sido desarboladas tras el armisticio firmado por los italianos con los aliados y silenciado a los alemanes, a quienes Badoglio y el propio rey Victor Manuel III habían asegurado su fidelidad mientras el ministro Castellano negociaba en Lisboa. A pesar de semejante traición, los alemanes resistieron el envite y la Línea Gustav, una barrera defensiva instalada por los alemanes en el centro de la península itálica, resistió. Una división de paracaidistas alemanes en Montecassino, el punto más viable para atravesar aquella línea, resistió el avance de todas las fuerzas aliadas para desesperación de éstas. Aun más, en las negociaciones para el armisticio, los italianos habían requerido que los Aliados desembarcasen cerca de la ciudad de Roma, lo cual, dada la desconfianza generada por el hasta hacía poco aliado alemán, no se produjo lo que frustró al traidor Badoglio y sus secuaces. Estos, para empeorar la situación, ven como el capitán de las SS Otto Skorzeny y su ayudante Karl Radl firman una de las más espectaculares escenas de la guerra ante sus propios hombres descubrir el lugar de secuestro de Mussolini y rescatarlo en un asalto fugaz al hotel-prisión Campo Imperatore, lo que dio un golpe en la moral a los Aliados y a los propios italianos.

Es en esas circunstancias que Eisenhower, tras reconocer que aún habrían de morir muchos hombres antes de llegar a Italia, decide planificar un nuevo desembarco: el desembarco en Anzio, a apenas 50 kilómetros de Roma, para sorprender a la retaguardia de la linea Gustav. Como se ve en la película, a pesar de las escasas fuerzas alemanas presentes en aquella ciudad, los americanos no dudan en destrozar la ciudad italiana y sus antiguos vestigios de la época romana con incesantes ataques de artillería desde sus barcos para facilitarse el desembarco, lo cual acontece, dado que, una vez en tierra, se adentran en Italia sin mayores dificultades por la escasa o nula resistencia alemana. Sin embargo, el general John P. Lucas, ante la tesitura de avanzar o mantener sus posiciones decide optar por la táctica conservadora y pertrecharse en su ubicación y aguardar refuerzos. Ello dio la oportunidad a Kesselring de reforzarse con el inmediato envío de la cuarta División de Paracaidistas y la División Hermann Goering, a la que se unirían otras fuerzas provenientes de otros frentes. A este respecto, en la película un adjunto de Kesselring comenta acertadamente que “Anzio es el campo de prisioneros más barato de Europa: 50000 hombres que se alimentan ellos mismos”. Las incesantes bajas, el nulo avance y el asedio al que se vieron sometidas las fuerzas aliadas determinaron el relevo de John P. Lucas por el General Clark, quien nombró en su lugar al general Truscott que, con nuevas fuerzas consiguió resistir el cerco. El 25 de mayo de 1944, cuatro meses más tarde de lo previsto, los efectivos asediados lograron romper el cerco alemán tras cientos de bajas, y llegarían a Roma el 4 de junio. Pero no la liberaron: en Roma no había fuerzas alemanas, ya que era una ciudad abierta.


En cuanto a figuras, no puede menos que señalarse la presencia del Mariscal Kesselring, al mando de las fuerzas alemanas en Italia. Lo cierto es que este gran militar vio desprestigiada su figura por su firme creencia en el hecho Badoglio, Victor Manuel III y los italianos en general permanecerían a su lado. Pero de facto, sólo él y sus adjuntos mantenían tal tesitura. Los italianos, como se dijo arriba, ya habían iniciado su intimación con los Aliados a través de sus embajadas en Madrid, Londres y Lisboa. En Alemania, los generales y, mas que nadie, Hitler ya habían perdido la esperanza pero decidieron no comentar nada a las delegaciones en Italia so pretexto de mantener la fortaleza del Eje. Goebbels sentenció: “El mayor defecto de los italianos es… ser italianos”. Kesselring, llamado por sus camaradas “el bueno”, “el optimista” o incluso “el sonriente”, por su aspecto bonachón y su constante sonrisa, habría de un exceso de mentalidad tradicional pues era un firme defensor de las alianzas al más clásico estilo, aquel en que la palabra es firme. Sin embargo, el propio Hitler había dispuesto en julio de 1943 una enorme cuerpo de ejércitos para dispersar por tierras Italianas en caso de rendición italiana: el llamado grupo de Ejércitos B, al mando de Rommel. Y es a raíz del armisticio italiano que Kesselring enfurece por la traición que ello suponía y decide intervenir contundentemente las fuerzas aliadas a las cuales consigue frenar en toda la península. No obstante, su figura había perdido credibilidad por su fe en los italianos y por la sombra de la figura de Rommel, partidario de establecer una nueva línea de defensa al norte de Italia (lo que finalmente se hizo), al contrario que Kesselring, que confiaba en el mantenimiento del país bajo dominio alemán.

Y recalco: Roma no fue liberada, era una ciudad abierta, es decir, protegida de la contienda con el objeto de no dañar su patrimonio cultura.. Pese a la demoníaca imagen que de los alemanes dé la historia oficial, pese a su tenacidad y resistencia contra el enemigo, tanto la Wehrmacht como las Waffen SS fueron respectuosos en la contienda con los ricos patrimonios culturales de las ciudades. Atenas es otro ejemplo. Los Aliados ignoraron el concepto de ciudad abierta durante toda la contienda. Anzio no fue un ejemplo aislado.


En fin, una historia de lo más interesante que “La Batalla de Anzio” sólo llega a recrear de modo anecdótico pero que no por ello deja de ser interesante de recrear. Los avatares político-militares de aquella Italia dan para mucho más que una película pero creo, sinceramente, que en buenas manos podría ser una de las mejores fuentes de inspiración para el cine bélico de la Segunda Guerra Mundial. Es una propuesta que, quien escribe estas líneas, espera que alguien recoja.

ELEMENTO TÉCNICO. Bastante completo. Cierto es que el equipo de producción se centra más en el armamento americano dado que podemos ver desde blindados M26 Pershing, algún que otro Jeep, Dodge T26 o armas ligeras como los clásicos M1 o el sempiterno subfusil Thompson. El bando alemán es más limitado en lo armamentístico ya que se reduce a la inclusión de armas americanas haciendo las veces de las alemanas, algún que otro Schmeiser o algún aislado MG30, cuando dicha arma era poco común entre los propios alemanes. Las imágenes de las barcazas camino de la costa, así como las imágenes de las salvas desde los buques americanos no tienen desperdicio.


ERRORES. No puede negarse que en una película de tan excelsa factura el situar a blindados americanos Pershing como alemanes no es buena señal, menos cuando llevan en su parte superior ametralladoras Browning americanas. Para decrementar tales errores se incluyen, ahora sí, en el bando aliado tales blindados Pershing, pero lo cierto es que éstos no participaron en la Segunda Guerra Mundial hasta prácticamente el término de la misma. A los efectos del correctismo técnico sobraría con incluir unos cuantos Sherman y Chafee.

Los errores escénicos también son abundantes. Así, cabe mencionar a los soldados americanos que perecen a sólo unos pasos de un nido de ametralladoras alemanas en la escena de la emboscada: llama la atención que a ninguno se le ocurra, ya unos metros antes, lanzar siquiera una granada dado que era el método adecuado para acometer aquellas posiciones. Otra escena fallida es aquella en la que los soldados americanos se refugian en una iglesia para protegerse del fuego de un blindado alemán: el peligro de derribo de ésta parece no contemplarse. Quizás la “mejor” escena de todas es el enfrentamiento con los francotiradores alemanes, que situados en una posición elevada con los soldados americanos a su merced, abandonan sus inmejorables posiciones para situarse en otras peores e incluso alguno de ellos huye corriendo. Por no mencionar a los “magníficos” soldados americanos, capaz de matar a un francotirador alemán a una enorme distancia y con gran precisión con un simple subfusil.


LA FRASE. “¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué los hombres se matan unos a otros? ¿Cómo puede un hombre cualquiera, un hombre bueno que sería incapaz de matar a una mosca, cómo puede bombardear a millares y millares de desconocidos que están durmiendo tranquilamente” (Dick Ennis). Terrible pero sincera análisis de la condición del hombre en la guerra, obligado para con su causa y resignado al cumplimiento de sus misiones: sea cual sea su bando. Es decir, que las causas aquí son secundarias y no importa bajo que bandera ni en nombre de quien puesto que, lo primeramente relevante es la muerte que causa la guerra.


PARA QUIEN. Los detalles del buen cine bélico de antaño convierten a “La Batalla de Anzio” en un clásico, si bien un clásico semidesnatado, si se me permite, pero no tanto por los errores sino porque el fondo de la historia es en sí, previsible y plano, aunque el buen hacer de su director consigue sacar lo mejor de ella. Vistosa en muchas escenas y buena fotografía general hacen que sea una película digna de un visionado de cuando en cuando. En términos históricos guarda cierto apego histórico, pero pronto se va desdibujando a costa de los problemas personales de los protagonistas. Las escenas de acción dan mucho ritmo al metraje, lo que la hace muy recomendable en ese sentido.


VALORACIÓN. Aunque no es una de las grandes películas de todos los tiempos sí tiene detalles y momentos de gran película, lo que en términos comparativos con otras de su talle, sin dejar de incurrir en él, no abusa de arquetipos ni prototipismos (como el alemán con mala puntería, o soldado americano a lo Rambo) lo que hace agradable su visionado al tiempo que presta verosimilitud a lo que nos viene a mostrar. Las reflexiones finales del personaje de Mitchum ponen colofón final a una película que, por todo, está por encima de muchas de las que nos ofrece el cine bélico más reciente.

martes, 26 de abril de 2011

INDIANA JONES Y LA ULTIMA CRUZADA (INDIANA JONES AND THE LAST CRUSADE)


SINOPSIS.Corre el año 1938 y, tras recuperar la Cruz de Coronado que había buscado y perseguido durante toda su vida, el profesor, arqueólogo y aventurero Henry Jones Jr., célebremente conocido como Indiana Jones (Harrison Ford), se ve obligado a viajar a Venecia, Italia, donde su padre, el historiador artúrico Henry Jones (Sean Connery), ha desaparecido en extrañas circunstancias cuando estaba haciendo unas investigaciones cuyo objetivo era dar con el emplazamiento exacto del Santo Grial. Ante tales circunstancias, Indiana Jones se verá obligado a emprender una doble búsqueda, la de su propio padre y la del Santo Grial. Pero el problema es que no es el único que sigue la pista de la sagrada copa.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Siendo uno de los conjuntos de películas señeros de la historia del cine de aventuras el protagonizada por Indiana Jones lo menos que puede hacerse es reseñar su trepidante ritmo narrativo, característico de toda la saga. Los descubrimientos que va haciendo, los misterios que rodean el núcleo central del argumento y las escenas de acción que aderezan todo el metraje, secundadas por unos ambientes escénicos impresionantes y dignos de las grandes producciones, hacen que el resultado final esté muy logrado. Sólo hay que ver los combates aéreos con aviones alemanes, las escenas interiores y exteriores venecianas, las imágenes en pleno desierto o la recreación de un desfile del NSDAP con los máximos representantes del gobierno alemán presentes en pleno Berlín. Memorable banda sonora.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Es precisamente el carácter aventurero trotamundos lo que hace incurrir a este filme en su error fundamental, que es el exceso de idealismo y fantasía que rodea a Indiana Jones, lo que no hace sino infundir al argumento el pueril carácter de un cuento infantil en el que preside la acción el bueno al que la fortuna siempre acompaña, incluso en las más complicadas situaciones, en su lucha contra el mal. Cierto es que suele ser una nota característica de todos los ciclos de cine de aventuras pero no lo es menos que la capacidad de Indiana Jones para evadir las situaciones más complicadas es, por momentos, exagerada.


COMPARACIÓN.  Aunque en su argumento pesa más el carácter de película de aventuras que la ambientación en la Segunda Guerra Mundial, que es absolutamente gratuita, no cabe sino ubicar a “Indiana Jones y la última cruzada” entre películas como “El desafío de las águilas”, “El puente sobre el río Kwai”, “El final de la cuenta atrás” o “Australia”, películas en las que, sin embargo, la imbricación bélica tiene un mayor peso y rigor.


HISTORIA. No obstante el contenido ciertamente escaso en términos históricos de esta película de Spielberg, y de toda la saga de Indiana en general, dado que se reduce a una mera ambientación, es preciso decir que sí se tocan determinados temas que son dignos de un análisis, aunque lo sea en un modo muy sucinto.

Por un lado, en relación con las obras de arte el movimiento nacionalsocialista mantuvo durante su mandato una política de fortificación de la cultura alemana, llegando al extremo de la creación de los Premios Nacionales para las Ciencias, las Artes y la Enseñanza en 1937, que en el seno interno del país germano llegaron gozar del prestigio de los premios Nobel (aun habiendo recaído el Nobel de la Paz en un alemán el año anterior). En ese compromiso reforzador de la cultura se crearon diversas divisiones en las Cámaras de Cultura del Reich en orden a la adquisición de piezas para los museos alemanes. De hecho, eran frecuentes las pujas por obras de arte y piezas únicas entre Goering, Goebbels, Ribbentrop o el mismo Hitler o incluso que éstos enviasen a delegados suyos al extranjero a pujar por ciertas piezas. Las quemas de libros que en la parte central de la película pueden verse no son más que actos propagandísticos que las SA y las Juventudes Hitlerianas realizaron en sus comienzos, como una manifestación de oposición a todo lo que resultara anti-alemán o favorable al Tratado de Versalles de 1918.


El Santo Grial, prima facie, no interesaba a los nacionalsocialistas, bien que en el film se muestre lo contrario. De hecho, para los gobernantes alemanes la cultura cristiana y católica era medida por el mismo rasero que los demás credos y sometida a la misma norma legal de que “una religión la han de sostener sus creyentes”. Por otro lado, Hitler firmó los Concordatos con la Santa Sede, poniendo de manifiesto la fructífera (hoy negada y catigada) relación entre la Iglesia romana, quien pudo tener en Berlín un Nuncio Apostólico, y el Reich alemán, que tuvo en el Vaticano un Embajador alemán. Y aunque la Iglesia Católica se prodigue de haber excomulgado a Adolf Hitler (sobre todo en lo referente sus padrinazgos en ciertas bodas) no por ello aquella ha renunciado a la beneficiosa y para nada escasa cuantía recaudada del impuesto eclesiástico que el Reich pagaba.

Lo que sí era de interés en determinados círculos era la cultura medieval, en la que se produjeron las Cruzadas y en la que se forjó el ciclo artúrico. Es precisamente en esa época en la que el Sacro Imperio Romano Germánico goza de gran influencia y por ello los doctos eruditos alemanes de principios del siglo XX ven en esa época un punto importante para su estudio así como para el análisis de los orígenes de su pueblo. A ellos se sumaban a los que estudiaban a la raza aria desde un punto de vista antropológico y que originaron una corriente doctrinal conocida como geopolítica. Uno de los más insignes fue el británico nacionalizado alemán  Houston Stewart Chamberlain, a quien seguirían insignes miembros de la Alemania de los años treinta como Alfred Rosenberg. Un punto más allá fueron los que elevaron tal análisis al punto de lo místico, como el ideólogo Dietrich Eckart, miembro de la sociedad Thule (cuyo símbolo ya era la cruz gamada), y con gran influencia en el partido nacionalsocialista.


APARTADO TÉCNICO. No es, por tratarse de una saga propiamente de aventuras, el punto fuerte de esta producción. Sin embargo en ningún momento parece haberse despreciado el cuidado que merecen los aspectos técnicos en aras a favorecer la credibilidad de las circunstancias temporales. Es por ello que pueden verse una correcta indumentaria de los soldados y altos oficiales alemanes; asimismo vehículos perfectamente encuadrados como varios VW Kubel, Citroën y hasta un dirigible (con espectaculares imágenes del mismo) al que acompaña adosado un biplano Fokker (avión propio de la Primera Guerra Mundial) que Indiana Jones y su padre no dudan en utilizar cuando emprenden su huida; también pueden verse dos recreaciones de dos cazas de la Luftwaffe, para cuya recreación se emplean modelos americanos sin embargo (Vultee Vengeance o Mustang P 51).

Destaca también el blindado Mark I con un cañón añadido en la parte superior (Mark VII)  utilizado por las fuerzas de la República de Hatay (actual Turquía) que, pese a tratarse del tanque prototípico de la Primera Guerra Mundial, es verosímil que tal país los adquiriese o le fuesen donados por el gobierno francés bajo cuyos auspicios se creó la mencionada república, siendo Francia la tradicional aliada de Inglaterra, país inventor del tanque y del Mark VII en concreto.


ERRORES. El carácter aventurero de la saga Indiana, el dinamismo y la constante acción de los que se pretende dejar constancia en cada minuto del metraje conlleva que se produzcan errores, la mayoría de ellos de mera congruencia. Así por ejemplo llama la atención que dos cazas modernos de la Luftwaffe no puedan siquiera derribar ni acertar a un obsoleto y lento biplano Fokker cuya tripulación consigue huir en un automóvil al que apenas son capaces de acertar.

Quizás el paradigma de las sobredosis de acción son las escenas que se viven sobre el blindado Mark VII, modelo que apenas rondaba los 10 kilómetros por hora, hecho que no impide que a Indiana Jones le resulte complicado alcanzarlo a caballo, tema caerse del susodicho tanque o incluso sea arrastrado por el este cuando en realidad podría bajar y volver a subir al mismo sin la mayor dificultad. Llama también la atención de este vehículo lo endeble de sus cañones, uno de los cuales es anulado por Indiana con la colocación de una piedra por Indiana en la boca del mismo, lo que provoca una gran explosión interior. Huelga decir que es un extremo nada creíble.


Otro detalle que merece un análisis es la incongruencia histórica que se acumula en la parte de la película cuyas escenas transcurren en el Berlín de 1938 pues están repletas de anacronismos. De este modo podemos ver un desfile del NSDAP por las calles de Berlín al tiempo que tiene lugar una gran quema de libros, hecho que había acontecido el 10 de mayo de 1933 en la Bebelplatz cuando fueron quemados muchos ejemplares del Institut für Sexualwissenschaft, dirigido por el médico anarquista Magnus Hirschfeld y cuyas ideas perniciosas y subversivas para el pueblo alemán de la época, toda vez que el instituto ya había sido disuelto y su director fuera de Alemania viviendo de las rentas obtenidas de los chantajes a famosos financieros alemanes de cuya homosexualidad tenía datos. Otro anacronismo relevante es que, pese a representar el estandarte de las SA en el desfile, que sería el más frecuente de los inicios de los años treinta, quienes lo portan son las fuerzas de las SS, que ya habían reemplazado completamente a aquellas en su papel de valuarte del partido. Sin embargo, en una muestra más de la confusión de los productores, cuando Indiana Jones se acerca a Hitler se ve perfectamente cómo éste camina rodeado de las brigadas pardas de las SA. Demasiada falta de rigor, cuando con mostrar únicamente a las SS hubiera bastado.


LA FRASE. “Soy como un penique falso: siempre reaparezco”. En lo bueno y en lo malo, esta es una sentencia que resume lo que esta película de Spielberg nos ofrece: el prototipo de héroe que salva situaciones de cualquier índole sean cuales sean las circunstancias. En ese sentido peca de un exceso de prototipismo, pues no ahonda en otro tipo de cuestiones.


PARA QUIEN. “Indiana Jones y la última cruzada” es una producción casi única y exclusivamente recomendable para los degustadores del buen cine de aventuras, para quien a buen seguro constituye todo un clásico. En lo que toca al cine bélico cabe señalar que la ambientación no está del todo mal, pero las circunstancias bélico-históricas y lo que ello conlleva a efectos de este análisis resultan gratuitas y contingentes, pese a su corrección recreativa. De todos modos no cabe duda que estamos ante una película entretenida en cualquiera de los sentidos.


VALORACION. Sin duda una de las grandes sagas del cine de aventuras, lo que dada su ambientación en los umbrales de la contienda, no merecía menos que ser incluida en este espacio. Su ventaja reside en el desarrollo de un argumento sumamente interesante, lo que hace de un modo ameno y entretenido, al tiempo que cuida los encuadres escénicos y con un argumento que siempre crea interés en el espectador. Peca de seguidismo cinematográfico, pero sus aspectos positivos pesan sobre los negativos aunque el buen degustador de cine bélico se pueda quedar, como se suele decir, con la miel en los labios.