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domingo, 11 de octubre de 2009

Coque Malla

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Hacía mucho tiempo que no tenía ganas de comprar un disco. Han vuelto.

Hacía mucho tiempo, también, que no tenía ganas de ir a un concierto. Volvieron. Fui. Claro que, cuando salí, descubrí por qué hacía mucho tiempo que no tenía ganas de ir a un concierto.

Hay una imagen muy gráfica, es de Borges, de un texto que se llama Del rigor en la ciencia. Andamos por el mapa y no por el territorio. Eso pasó ayer.

Salieron Nico Nieto, a la guitarra eléctrica (un tipo alto, muy alto, desgarbado, con una chaqueta preciosa, pinta de gamberro y unos dedos ágiles ágiles) y Coque Malla, para cantar Hasta el final (que me encanta) y no habían sonado los primeros acordes cuando salieron también, de delante, de detrás, de todos lados, un montón de móviles de última generación o de penúltima, para hacer fotitos y grabar el concierto.

Somos un ojo tecnológico. Nos perdemos la música para verla luego en casa, mucho peor, casi sin sonido, sin haber cruzado una mirada con quien está encima de un escenario o sin haberte fijado en cómo se miran ellos dos. Que a mí me da igual lo que cada uno haga con sus móviles. En su puta casa.

Cuando comienzas a no entender los comportamientos de la gente a la que llevas cinco años es que debes de estar haciéndote mayor.

Yo, más que mayor, me siento vieja. No comprendo que alguien grabe a un tipo que está tocando para él. No comprendo que alguien haga fotos a un tipo que está tocando para él, cuando en su página web puede verlas y descargárselas con mucha mejor calidad, mejor encuadre, mejor luz y hechas por un profesional. Las páginas web de los cantantes han entendido aquello de "si no puedes con ellos, únete" y han colgado espacios para que la gente comparta sus fotos y sus vídeos, pero se está convirtiendo en una plaga esto, pronto voy a verlo hasta en la ópera.

Tampoco comprendo que un grupo de tíos de 1,80 se plante delante de ti, que has llegado antes, y se dedique a hablar durante todo el concierto sin hacerle caso a los dos que se están partiendo el pecho a dos palmos de su cara. O que pretendan hacerse fotos de primer plano en las que salgan Coque y Nico detrás mientras los demás estamos intentando verlos. Y menos aún que alguien oiga una guitarra eléctrica y no se ponga a saltar, a brincar, a moverse. Que más que un concierto de rock, en cuanto a público se refiere, aquello parecía una primavera de brisa corriendo por entre los trigales...

No sé por qué ocurre y no me importan las razones, que yo resumo en una absoluta falta de respeto por el trabajo ajeno. Supongo que hay quien no se toma la música como un trabajo, pero yo también me lo paso bien en el mío. Muy bien, incluso. Rematadamente bien.

En fin.

Comenzó con Hasta el final, siguió con She's my baby y con Abróchate. Por riguroso orden del disco. Pero hubo tiempo también para algún que otro éxito de Los Ronaldos (Saca la lengua, por ejemplo), para canciones de otros discos (El sombrero, El final, Qué será de nosotros), para dos bises (uno con la canción que cerraba el último disco de Los Ronaldos, Mi casa) que, sinceramente, el público no se merecía (bravo por su generosidad, porque a mí La hora de los gigantes me gusta mucho y la tocó para cerrar).

Y Berlín.

No me voy a poner a desgranar las canciones. Eché de menos una. Pero eso siempre me pasa. Las canciones que me gustan a mí no son las que le gustan al resto de la gente, así que normalmente no las incluyen en los repertorios, a no ser que presenten el disco. Y a veces ni eso. Así que me quedé con las ganas de Árboles Cruzados, que estuve escuchando repetidamente allá por aquellos tiempos, cuando todavía había cassettes y las cintas se rebobinaban.

Este señor lleva desde los 15 años encima de un escenario y se nota, claro que se nota. Sonó a banda, porque el disco suena a banda, cohesionada, digo, a grupo hecho, a músicos que se implican con el proyecto. Iván Ferreiro lo explica mejor que yo y, además, a mí me gusta mucho lo que los amigos explican sobre quienes son sus amigos.

Disfruté. Disfruté mucho, me lo pasé muy bien y se me hizo muy corto, a pesar de todo lo que he contado antes y de que en ciertos momentos hubiera sacado una recortada. Disfruté como una cría. Mi maravillosa tendinitis y yo no paramos de saltar. Canté. Me reí mucho, porque yo me río cuando disfruto. Y pensé que ojalá se cumpla lo que canta: "Todo va bien por el momento: puedes estar contento".

Es otra manera de dar las gracias. Desear que todo vaya bien y que le mimen.

La imagen es la portada del disco y es del fotógrafo Claudio de Casas.