Mostrando entradas con la etiqueta Nacho. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nacho. Mostrar todas las entradas

jueves, 17 de febrero de 2011

El tiempo

12 comentaron


Si estuviera ahora mismo mi hermano disponible, hablaría con él sobre el tiempo. Sobre la mecánica clásica, la relativista, la filosofía del tiempo, eso que no existe y que se da la vuelta sobre sí mismo. Las primeras páginas de todas las historias, que luego...

Mi pasado es solo lo que yo recuerdo y lo demás no existe.

La memoria, que es lo mismo que el tiempo, a su modo, me ha hecho pensar en mí siempre con la misma edad que tengo en el presente, aunque recuerde hechos que ocurrieron hace diez años, durante los cuales, sin duda, estaba más delgada y vestía gafas. Me instalé en una vida que creo adolescente simplemente porque no me casé, ni tengo pareja (ni la he tenido nunca y a estas alturas no me veo acoplándome a alguien, cuando ni siquiera sé cómo afrontar con serenidad ciertas nuevas relaciones) y ni siquiera sé si eso detuvo el tiempo. Por mucho que yo viva pendiente de un reloj: a las ocho inglés, a las siete y media natación, a las cinco y cuarto correr, a las diez llego a casa y echo de menos hablar contigo.

Nunca sé qué pasará mañana, pero da lo mismo porque nunca ocurre nada. Las semanas siguen transcurriendo lentamente y los meses tan rápido que comienza a dar vértigo. Al final lo único que va a quedarse siempre es el miedo.

Pero del miedo y el tiempo, a la vez, nadie habla nunca.

El reloj es el del Parlamento de Ottawa. La foto es mía.

martes, 28 de agosto de 2007

Coursodon

6 comentaron

Es como un niño pequeño, que lo quiere todo y lo quiere ya. Cuando era poco menos que un adolescente, se gastó el dinero de la comida de cuatro días en películas y se hizo bocadillos de lo que encontraba por casa. Llegó al cine por un libro que robó de la biblioteca y que aún está en su estantería, desde hace casi veinte años: Capone, se titula y, por su causa, a mí me gustan las historias de gángsteres. Después se aprendió de memoria Los Intocables, de Brian de Palma, porque estuvo levantándose temprano para verla durante un mes. Sería feliz si pudiera ver una película al día y necesita leer también a diario. Por eso va a París y compra libros en un idioma que no domina sólo porque aquí no están editados y son imprescindibles. Es la misma razón por la que descarga películas en alemán o en japonés sin subtitular.
Cuando tenía 16 años, un tío mío le preguntó a Alejandro Pachón si uno de sus sobrinos podía asistir a un seminario de cine que impartía él en la Universidad y, cuando acabó su primera clase, Pachón le preguntó que de dónde había sacado a ese niño. Ángel Campos le dio clases de Literatura en el instituto y se lo llevaba en los recreos para hablar de cine y de poesía.
Diez años antes, yo le había enseñado a leer. Leímos juntos en su cama La Historia Interminable y ese recuerdo permanece tan vivo en nuestras mentes como si las jornadas que pasamos con Atreyu y compañía hubieran sucedido ayer. Me aficionó a Spiderman, La Patrulla X, Los Vengadores, Watchmen y Alan Moore. En aquel tiempo jugaba conmigo a los espadachines, a indios y vaqueros, a los Masters del Universo y a piratas (y yo sigo preguntándome hoy, con estos mimbres, qué es la femineidad). Ahora los juegos consisten en libros, películas y cenas raras. Se lleva bien con mis amigas; me llevo bien con sus amigos, que son como sus hermanos, y por eso me río cuando me dicen que los hombres no saben expresarse. Desde hace año y pico está enamorado hasta los tuétanos de una mujer que se siente en Londres como en su casa, que ha visto medio mundo y que se ríe todo el tiempo. Agradece que ambos tengan pasiones individuales y la misma manera de ver las cosas, porque sabe que una percepción idéntica de la realidad es algo que salva vidas y te ofrece un buen asidero al que agarrarse.
Es capaz de darle un beso en la boca a un transexual sólo para que no se sienta incómodo, porque él no es nadie, dice, para hacer sentir mal a otra persona. En las reuniones familiares, le emborrachamos para que cante, porque canta como Dios, porque jamás he oído una voz como la suya y porque se prodiga poco. Da clases de Primaria y le gustan los niños casi tanto como a ellos les gusta él, desde siempre. Es profundamente observador, profundamente empático y casi nunca se equivoca en los juicios. Me encantaría poseer un ápice siquiera de su diplomacia, pero a mí me puede este carácter primario e irritable que tengo. Si paso dos días con él, me saca de mis casillas porque también es maniático y obsesivo hasta la extenuación y le da mil vueltas a todo lo que le descoloca. Pero es mi hermano y es mi amigo y nos buscamos y le echo terriblemente de menos cuando no está. Cuando no estoy.
En los foros de cine firma Coursodon. Y yo le quiero todavía más cuando entorna los ojos y sonríe y dice mi nombre en diminutivo.
Imagen de Londres de binarystatic.

Y la inspiración se la debo a este post de Suntzu.

sábado, 25 de agosto de 2007

París

4 comentaron

Ha estado en París y por fin ha comprado el Dictionnaire du Cinema de Lourcelles y un montón de libros en francés: a este paso, la pasión por el cine le hará aprender todos los idiomas. Porque de literatura sólo ha traído uno: Rimbaud, quién si no. Y se ha puesto a hablarme de Godard, de Coutard y de Daney. Y de que la Torre Eiffel de noche parece de oro, de que los puentes, por debajo, son hermosísimos, de impresionistas varios, del ambiente cultural de París, las librerías, los pintores, la decepción de la Gioconda (que, por otra parte, nunca le gustó).

También ha estado en Disneyland y ha disfrutado como un niño.

Imagen de gherm