En el principio, un viento
aleteaba por encima de las
aguas,
y se desmoronaron las
tinieblas.
La luz fue el
desencadenante de la vida:
se dividió el caos en el
día y la noche,
se cuajó el firmamento de
estrellas,
sobrenadando por encima de
los mares,
de los valles y de los
montes,
y la tierra fue generosa
en frutos y especies.
En los ríos y en los mares
bullía la vida,
y la tierra se pobló de
vegetación,
y de una gama inmensa y
variada de animales;
y evolucionó uno de
aquellos primates
hasta sustentarse de pie y
más tarde vocalizar.
Y desde entonces se
hicieron tangibles
la luz y la oscuridad, la
envidia, la avaricia,
la mezquindad, la
rivalidad, el rencor…
En el principio existía la
Palabra
y la Palabra era la luz
verdadera
y la Palabra era Amor;
pero no interesaba al
poder establecido
y fue silenciada con la muerte:
y de su vida entregada, el eco
imborrable
de la sangre derramada,
la muerte que surte hecha
Vida.