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13.11.08

Becas becas becas para EmeGé

Contarle secretos a EmeGé normalmente es muy difícil –o peligroso, o febril, o venenoso-.

Primero, porque está sordo completo del oído izquierdo, así que hay que revelar las confesiones a voz potente para que le entre en el encéfalo de búfalo de las marismas que tiene en la cabeza, así que el camarero y adyacentes siempre están al tanto de los desvelos indecentes del amigo de turno de EmeGé.

Segundo, porque Él es el eje de un mundo entorno al cual giran todos los satélites en plena tormenta de sal y pimienta, como el culo de un pulpo en el centro de toodas sus patas, como el borde de un punto en medio de toodas las letras que lo abrazan, como un dedo a pulso en medio de tooda la mano cerrada: Él conoce a tus amigos y a los amigos de tus amigos, y a tus enemigos, y a todos los parientes de tus parientes, y a los vecinos de tus primos, y a los jefes de todos los hijos que aun no has tenido...

Y los ve a todos

día si

día no...


-EmeGé por favor no le digas esto...

-EmeGé por Dios, esto díselo!


Y tercero. Es muy difícil –o peligroso, o febril, o venenoso- contarle secretos a EmeGé porque es un fanático perverso de la información, un fetichista lunático de los datos que se guardan en el cielo de los fondos, que azota con dos manos el trasero de la historia, y la estudia boca arriba y boca abajo, colecciona cada uno de sus pelos, almacena la saliva de la baba que desprende y gestiona con destreza los agujeros de su cuerpo. Adora archivar y poseer la red de nuestros miedos, el croquis de los planes que tramamos, y el gabinete de estrategias que gobiernan el rumbo de nuestra miseria... TODO es información, TODO es poder.

Y en el fondo se le da tan bien a EmeGé su trabajo que, si estuviera en mi mano, le daría dinero de las arcas del estado para que solo hiciera eso: investigar el rastro de cada uno de nuestros años.