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martes, 15 de abril de 2014

Hay un quejido de tambores que nunca cesa: Luis Buñuel y Viridiana en semana santa

Luis Buñuel, por el pintor Pedro Sagasta

Como un quejido ronco de tambores
cortado con cristal estremecido
se enciende el rayo y me desaparece
(Miguel Ángel Yusta)
Llega mediado el mes de abril y de nuevo el sonido de los tambores retumban en nuestras calles, como el quejido ronco que describen algunos poetas. Particularmente suenan en las regiones que conforman la ruta "del bombo y el tambor", en Teruel y más especialmente en Calanda, la tierra de Luis Buñuel. Él, Buñuel, sigue siendo algo así como el sonido de tambor que nunca cesa, que se recuerda (aunque bien debiera recordarse más) y que sigue perturbando hoy igual que ayer. En nuestros días haría falta otro Buñuel que pusiera las mentes patas arriba, que removiera las ideas, que con una imagen tamableara el pedastal sobre el que se edifican las mentiras, hoy igual que ayer. Su manera de revelar con imagenes y sin palabras sigue siendo moderna, actual, no superada. Nadie puede desbancar esta manera de contar que tenía el cineasta aragonés.
Se afanan los libros de Historia en recordar el Centenario de los Sitios de Zaragoza en lugar de señalar 1908 como la irrupción del cine en Zaragoza, año en que los tranvías eran tirados por mulas y la gente pudiente alquilaba casazas detrás de los cuarteles para veranear en las playas de Torrero. Pero quién necesita de aquellos manuales de Historia existiendo Mi último suspiro en el que Luis Buñuel relata su particular descubrimiento de la magia, del cine,  en el local Farrucini, donde la gente se sentaba en los bancos de una barraca cubierta por una lona y esperaba para descubrir el nuevo invento del siglo XX. Picaresca, invención, relato fantástico o realidad, Buñuel no es exacto en sus memorias o, mejor dicho, es deliberadamente inexacto. En 1905 ya había llegado a la capital aragonesa el cinematógrafo y existían lugares para su exhibición, por ejemplo, en la calle Estébanes, 31, donde se situaba el Palacio de la Ilusión, lugar en que realmente el director aragonés vería su primera película, El tocino parlanchín.
Luis Buñuel retratado por Salvador Dalí.

En el número 10, diciembre de 1999, de la extinguida revista Pasarela, dirigida por el pintor Eduardo Laborda y editada por el escritor Manuel Martínez Forega, Isabel Comps relata de manera minuciosa este primer contacto de Luis Buñuel con el cine. Fue, efectivamente, en casa de unos familiares donde, a través de la ventana de la cocina y de sus rejas, el pequeño Luis, junto a su vecina, la niña Carmen Sampietro, quedó fascinado por las imagenes en movimiento del Palacio de la Ilusión de la calle Estébanes. Por aquel entonces, la familia Buñuel vivía en la calle del Coso número 5, uno de los primeros edificios de Zaragoza que contaban con ascensor. Allí también vivía la pequeña Carmen Sampietro. En aquella sociedad las diferencias entre ricos y pobres eran enormes. Según recuerda Carmen para la mencionada revista Pasarela, los ricos iban de paseo en coches de caballos, paseaban en góndola por el Canal Imperial y las señoritas tomaban clases de piano. Ella misma tocaba muy bien el piano por aquel entonces y a los catorce años, ya tenía la carrera de Madrid. Siempre que el cineasta de Calanda visitaba a Carmen traía unas partituras. Entre las que le regaló figuraban Parsifal y por supuesto, Carmen. Como recuerda para este reportaje Carmen Sampietro, la buena amistad con Luis Buñuel, a quien recuerda como un hombre bueno, duró toda la vida.
"Aún muy jovencita fuiste  tú la primera persona que me produjo las primeras emociones musicales. Recuerdo que tenías las partituras a piano de distintas óperas: Carmen, Fausto, etc. ¡Adiós a aquellos años! Pero no aún a esta vida. Tu fiel Luis" (Fotografía cortesía de Eduardo Laborda)

 Es lógico que aquel pequeño Luis Buñuel, sacudido por la primera magia del cine, también por ser testigo de la llegada del primer avión a Zaragoza (en 1909), por su primer contacto con la música y por esa rápida transición, según sus propias palabras, de la Edad Media a la Contemporánea, en la ciudad de Zaragoza, supiera posteriormente plasmar todas aquellas experiencias en sus películas. No obstante, su padre no veía con buenos ojos el negocio del cine (un asunto de saltimbanquis, decía) pero su hijo se convertiría en uno de los mayores creadores de aquella nueva forma de expresión artística que llegaba, con el resto de los avances tecnológicos, a Zaragoza.

En plena semana santa, viendo desfilar como todos los años (haya crisis o abundancia) a los cofrades de siempre y escuchando aquellos tambores que solo transmiten ruido donde debiera haber dolor y sufrimiento, pero no por un dios muerto sino por los hombres y mujeres que mal viven en la casa de al lado, uno no puede dejar de pensar qué haría de este mundo si Luis Buñuel regresara de su tumba para ser testigo, comprara los periódicos y realizara una película para contar, a su manera, el avance descontrolado de estos tiempos inútiles. Pero el pensamiento se me queda demasiado cercano a la utopía. Hoy ya no hay niñas saltando a la comba que arrojen al fuego las coronas de espinas que dejan de portar algunas monjas valientes. Ya no hay últimas cenas que acaben con los comensales, como pinturas negras de Goya, sucumbiendo a los placeres carnales y las debilidades del ser humano, ya no hay hombres "de bien" que se cuelguen de un árbol por sus pecados, ni vestidos de novia de muertas para que los vistan muertas en vida, ni cenizas en la cama. O, mejor dicho, sí que existen pero nadie muestra estas maldades. Nadie se atreve a enseñar la verdad como se atrevió Luis Buñuel con sus películas. En 1961 rueda Viridiana, una buena película para ver en semana santa. Los primeros minutos de la cinta, son impagables. La manera en que el director aragonés consigue perturbar al espectador en esa primera parte no se ha vuelto a dar en ningún otro realizador. Pero la película, durante todo el metraje, tiene momentos inolvidables, imagenes que se quedan en la memoria y que nos cuentan de una manera muy particular y única las maldades del ser humano. Así mismo, la llegada de Jorge (Francisco Rabal), un hombre "que no necesita ninguna bendición para vivir con una mujer", coincide con la conversión de Viridiana (Silvia Pinal) en falsa hermana de la caridad y con su evolución, desembocando finalmente en esa derrota que la libera, dejando de ser esclava de la iglesia para ser, quizá, esclava del deseo o de la carne. La frase final de Jorge "La primera vez que te vi ya supe que acabarías jugando al tute conmigo" es mucho más reveladora de lo que parece. La cámara se aleja y los tres (Jorge, Viridiana y Ramona) quedan en la habitación jugando a... ¿las cartas? En definitiva, corren tiempos favorables para volver a ver las películas de Luis Buñuel. Nunca envejecen y su cine sigue siendo ese quejido de tambores que se deja escuchar hoy igual que ayer, esa protesta que nunca cesa.
Silvia Pinal como Viridiana
Nadie puede ver "Viridiana" sin recordar las pinturas negras de Goya

*He tenido acceso a la revista Pasarela, en primer lugar, gracias a mi amigo Jesús Laboreo, que regenta el bar Ragtime en la calle García Galdeano de Zaragoza. Posteriormente he podido acceder a más números de esta revista, gracias a mis amigos Eduardo Laborda e Iris Lázaro. Eduardo me mostró la fotografía original que aquí aparece escaneada y que Luis Buñuel dedica a su vecina Carmen Sampietro, así como un jarrón que aparece en la película Tristana y que mi amigo guarda como lo que es, un tesoro. Y es imposible hablar de la figura de Luis Buñuel sin recordar las conversaciones con uno de los mayores buñuelistas del momento, mi amigo Alfredo Moreno, con quien siempre acabamos hablando de cine pero, sobretodo, de Hitchcock y Buñuel, esos dos artistas no tan diferentes.  Gracias a todos ellos, ha sido posible escribir este pequeño texto.

Acabaré con algo que le hubiera gustado al cineasta aragonés: Semana santa en Pabostría



miércoles, 27 de noviembre de 2013

Abriendo la puerta al cierzo


Como quien abre la caja de Pandora, el invierno ha destapado el baúl donde dormía el cierzo. Se ha descolgado por las faldas del Moncayo y nos ha arrinconado en las calles de Zaragoza. Habrá que resguardarse. Y qué mejor lugar para hacerlo, que en el acogedor Café Botánico, al fondo del Pasaje del Ciclón, junto a la calle de Santiago. Ahí estaremos, concierzados, un servidor y Miguel Ángel Yusta, para acercaros trazos y versos de este poemario. Será mañana, jueves, a las 20,00 horas. 

Concierzo de viento (12 poemas + 1 vendaval) ya tiene web propia y podéis acceder en el siguiente enlace: http://marcoscallau.tk/  Este sitio web, así como el booktrailer, que veréis a continuación, han sido posibles gracias al trabajo de Marta García, publicista y artista, a la que agradezco el esfuerzo de estos días previos para tener todo a punto en un espacio tan breve de tiempo. También agradezco a Miquel Zueras, ilustrador, doblador y bloguero, la voz prestada para el book trailer. Con amigos así, uno se siente muy afortunado.



http://concierzodeviento.tk/
http://marcoscallau.tk/

viernes, 15 de noviembre de 2013

Noches de Pabostría: Azul la noche entera (Miguel Ángel Yusta)



Hace un par de semanas el invitado del ciclo Noches de Pabostría fue nuestro amigo Miguel Ángel Yusta con quien compartimos unos momentos muy agradables. Después de regar con vino algo más que la cena, Miguel Ángel accedió a nuestra invitación y nos regaló su poema Azul la noche entera que podemos encontrar en su último poemario titulado Amar y callar, editado por Sabara Esta entrada debía haber sido publicada en jueves pero, debidoa unos problemas técnicos con el video, ha tenido que ser hoy el día para Noches de Pabostría. Que lo disfruten.





Azul, la noche entera, tus ojos en azul.
Me bebo el agua toda de tu cuerpo azul-mar.
Azul es el inmenso deseo de tenerte
como paloma herida refugiada en mi pecho,
azules son el vientre cálido que me acoge
y tus manos atadas, cautivas de mis brazos.
Son susurros azules y suaves tus palabras,
antes de convertirse en gemidos estallados...
Azul el pensamiento que recorre misterios,
azules humedales son tus fuentes secretas,
placer atormentado tu carne desterrada.
Mientras la lengua busca la palabra imposible
yo tomo los placeres azules de tu cuerpo
y en el secreto intenso de nuestra madrugada,
azul, yo me apresuro a poseerte toda.
Camino por tus sendas de mares y de espumas
como la bestia fiel que defiende su presa.
Las olas agitadas de un deseo infinito
me llevan implacables a tu centro extenuado.
Allí respiro, ebrio, tu piel incandescente
y lamo tus heridas en la penumbra azul...

© Miguel Ángel Yusta

sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre


De tus ojos encendidos
brotan miles de palomas,
y tus manos bordan arte
cuando bailas una jota.

No hay en el mundo un lugar
tan hermoso como el nuestro
porque sólo aquí se juntan
Pilar, Zaragoza y Ebro.

© Miguel Ángel Yusta de Cancionero de coplas aragonesas (Ed. Olifante. De la Colección Papeles de Trasmoz)

En el siguiente video Luigi Maráez y Âlime Hüma musicalizan algunas coplas de Miguel Ángel Yusta:






 FELIZ DÍA DEL PILAR