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viernes, 4 de septiembre de 2015

Fin de una era

Ulpiano Checa, La invasión de los bárbaros (1887)

4 de septiembre de 476:
Fin del Imperio romano de occidente. Inicio de la Edad Media.
Puro convencionalismo cronológico, una necesidad de datar, de acotar épocas dotándolas de cierta identidad.
Antigua, Media, Moderna, Contemporánea…

 ¿Habrá que poner nuevo nombre y fecha para la nueva era que se avecina?

Probabilidad nº 1.

Esperemos que el mundo reaccione y pare los pies a los que intentan crear una despiadada teocracia universal y volver a la Edad Media.
No tener que leer nunca en los libros de texto del futuro:

Año 2020: los nuevos bárbaros, tras provocar enormes oleadas de refugiados que se desplazaron a Europa y tras hacerse los dueños de media Asia y del norte de África, emprenden la conquista del sur del viejo continente.



Probabilidad nº 2.

Año 2020. Se avanza hacia una situación insostenible por parte del capitalismo financiero mundial. Descartada la guerra como método para "resetear" el mundo y empezar de nuevo, como pasó tras las dos guerras mundiales, se opta por el método más seguro: la consolidación de los poderes económicos frente a las democracias de los estados. Paralelamente a la proliferación de agrupaciones radicales, gracias a la sensación de inseguridad y al aumento del número de inmigrantes, logran llegar al poder grupos extremistas que se organizan en una especie de confederación a escala mundial. El fascismo ha resucitado. El capitalismo financiero brinda su apoyo económico a este nuevo orden mundial, sin derechos ni libertades, parecido al que profetizó Orwell en su "1984". Los ciudadanos pasan a ser de nuevo súbditos y productores- consumidores. Un mundo de semiesclavitud, con bajos salarios y nulos derechos sociales y laborales, donde la ciudadanía queda supeditada a la economía. Es la era del Gran Hermano.

Esperemos que al final no se cumpla ninguno de los dos vaticinios, que todo quede en un ejercicio de distopía histórica, en un mero pasatiempo y que las cosas sean mucho mejor en el futuro; sin embargo, los riesgos existen. Negarlo sería sencillamente mirar para otro lado.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Apocalipsis IV

Un apocalipsis muy especial el de Brueghel el Viejo

IV


Pero el término Apocalipsis, además de su carga de amenaza bíblica y destructora, también tiene otros significados: fin de una era, final de viaje de un mundo que se presuponía estable y eterno.
¿Qué es lo que termina?
¿Tal vez esta civilización? Y aquí enlazaríamos conceptualmente con el  término de “decadencia”.
Aunque sería una "decadencia general" o "global".

Nadie parece dudar a estas alturas que vivimos en un mundo desquiciado, basado en el consumo compulsivo, en la competitividad, en la escasez. Como dice Luis Racionero en la introducción de ya un clásico en este asunto (1), “la idea de que no hay bastante para todos originó la paranoia colectiva en que está basada la sociedad actual.” Y sigue argumentando que el miedo a que nos quiten lo nuestro lleva a gastar fabulosas cantidades en seguridad y en ejércitos. Y el mundo se construye en torno a la riqueza que la sociedad es capaz de acumular. Se valora el ser rico, la eficiencia, la productividad, el poder, el éxito…Y se dejan de lado otros valores más humanísticos, como la creatividad, la solidaridad o el amor.

Según Erich Fromm (2) esta forma de vida nuestra basada en el consumo nos lleva a una creciente ansiedad y no nos hace felices. De hecho, los porcentajes de alcoholismo, delincuencia y suicidios son síntomas de que esta sociedad no es feliz y está enferma.
Según datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud (3), antes de que se iniciara la crisis financiera y mundial, entre los países con mayor índice de suicidios se sitúan naciones ricas como Suecia, Finlandia, Bélgica, Japón, Francia o Alemania. Y algo curioso, países mucho más pobres que los citados, como Grecia, Guatemala, Honduras, Colombia o Egipto, tienen -o tenían- una tasa mucho más baja.

Y en esta sociedad nuestra, con el fin de justificar a ultranza el modelo socioeconómico que disfrutamos o padecemos,  también se habla mucho de la libertad.

Hoy a muchos se les llena la boca con esa palabra, pero casi siempre que hablan de ella lo hacen en términos económicos. Nos acordamos más de Adam Smith que de Voltaire, por ejemplo.

La libertad económica. La del "laissez faire"
La libertad de los mercados, porque la del individuo no existe.

La verdadera libertad es una quimera.
Desde que nace, el individuo no es libre, porque debe aceptar una cultura vigente que se le impone como única y verdadera, unos ideales, una forma de ver la vida desde una perspectiva “políticamente correcta”. Cuando alguien osa proponer soluciones a los problemas actuales que se salen del guión correcto, se le mira como a un bicho raro, se le critica o se le tacha de “marginal” o “revolucionario”. Se vuelve un personaje incómodo al que se estigmatiza y se le tiende a excluir de columnas de opinión y de tertulias, porque el sistema ha trazado unas líneas rojas que nadie debe traspasar.
Pero la pregunta es ¿puede mantenerse mucho tiempo más un mundo basado en la competitividad, en el consumo desaforado y en el lucro? ¿Es sostenible, naturalmente hablando, un planeta cuya meta es la producción y el consumismo ilimitados, cuyo método para conseguirlo es la destrucción y el deterioro del medio que habitamos?

¿Será esa la señal inequívoca de que nos vamos acercando al verdadero apocalipsis?
______________

(1) Luis Racionero,  Ensayos sobre el apocalipsis. Kairós. Barcelona, 1973. Pág.13.
(2) Erich Fromm, Op. Cit. Pág. 29.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Apocalipsis cotidianos

Fotograma de la película 2012


A pesar de todos los agoreros que lo profetizaron, en el año 2000 no se acabó el mundo.
Era un número adecuado, redondo, perfecto, como ocurrió con el año 1000.
No fue ni  la primera ni la última vez que se anunció el fin de los tiempos.
El apocalipsis es fruto del clima milenarista que en muchos momentos de la historia aparece, generalmente en tiempos de crisis. De esa mentalidad tan pesimista hay múltiples ejemplos, sobre todo en la Edad Media.
Siempre han existido vaticinadores que han profetizado el fin del mundo, pero afortunadamente no han dado nunca una en el clavo: Malaquías, Nostradamus, los Testigos de Jehová, líderes de sectas y cantamañanas diversos que han hecho su agosto a costa de la ingenuidad y del miedo de la gente.
El año pasado sobrevivimos sin contratiempos notables al 11 del 11 de 2011. No ocurrió nada a las 11 y 11 minutos de la mañana. Y eso que los más pesimistas pronosticaban que el asteroide 2005YU55 iba a pasar rozando el planeta afectando a su campo gravitatorio, con consecuencias devastadoras para todos.
Hace unas semanas superamos la fecha cabalística del 12 del 12 del 12. No ocurrió gran cosa. Salvo los cataclismos originados por las políticas de Gallardón y Wert en Justicia y Educación.
Ahora acabando está el 2012, el día 21 va quedando atrás y  con él el vaticinio del fin del mundo por parte del calendario maya. Queda un puñado de horas para terminar el año.
Lo que no sé es si con esta crisis que arrastramos, el apocalipsis particular ha empezado ya o no  para todos aquellos que se han visto desahuciados de sus casas por no poder pagar la hipoteca, o para aquellos hogares cuyos miembros están todos en paro, o para aquellos enfermos dependientes a los que les está poniendo las cosas muy difíciles este gobierno...
En todo caso, si acabamos el año sin mayores daños…
¡Feliz 2013!
Y que la crisis y sus efectos, intencionados y no intencionados, terminen de una maldita vez.



viernes, 31 de diciembre de 2010

El día en que se acabó el mundo


El triunfo de la muerte.
Pieter Brueghel El Viejo
1562. Museo del Prado.



Fin de año, fin del mundo. Apocalipsis. Un tema "muy apropiado" para el día de Nochevieja.
El Apocalipsis de San Juan es un libro del Nuevo Testamento, escrito a finales del siglo I, en una época de sensibilización especial de los cristianos, dado que era un momento en el que las persecuciones contra ellos se hacían con una mayor intensidad y virulencia. Tiempos del emperador Domiciano, quien pretendía por parte de sus súbditos ser adorado como un dios, a lo que los cristianos se negaban.
Y se pinta un fin de los tiempos lleno de cataclismos, plagas, catástrofes de todo tipo, animales fabulosos y batallas descomunales (Armagedón, campo de batalla donde las fuerzas del bien y del mal celebrarán la última batalla), tras las que Cristo vencedor volverá a reinar en el mundo.
Pero el Apocalipsis, aparte de un libro, son más cosas. Es ese clima “milenarista” –apocalíptico sería su adjetivo más oportuno- que en muchos momentos de la historia aparece, generalmente en épocas de crisis, anunciando el fin de los tiempos. De esa mentalidad tan pesimista hay claros y múltiples ejemplos a lo largo de la Edad Media. Y claro, el convencimiento de que se acerca el final, llena las ciudades y los campos de gente que intenta disfrutar lo que puede ahora que el mundo se acaba. Y se suceden los alborotos, los robos, el pillaje y alguna que otra sublevación contra los señores del lugar y el orden establecido. El movimiento husita y el de los taboritas a finales del medievo son dos ejemplos válidos. Conatos ambos de revolución y violencia, alimentados por el miedo milenarista, con lo que las escenas cuasi- apocalípticas, de muerte y destrucción, aparecen paradójicamente de forma indirecta, provocadas como consecuencia de los temores hacia ese previsible final.
Siempre ha habido agoreros que han profetizado el fin del mundo. Afortunadamente hasta ahora no han dado una en el clavo. Tengo una alumna que me asegura que el mundo se acaba en el 2012 según profecías de los mayas. Nostradamus también había dicho cosas al respecto. Y desde que yo era pequeño, los Testigos de Jehová han profetizado esto varias veces. Menos mal que todo ha sido, de momento, un error. No quiero pensar que intencionado.
El juicio final, de Miguel Ángel
Fuente: Wikipedia

Circula por Internet una simpática ocurrencia:
¿Qué dirán los periódicos el día del fin del mundo?

ABC: “El Rey don Juan Carlos concluye su reinado y el resto del mundo se le une con entusiasmo.”
HERALDO DE ARAGÓN: “No habrá trasvase del Ebro.”
EL PAÍS: “Por fin se acaba El Mundo.”
EL MUNDO: “El PSOE, la Guardia Civil y la trama asturiana culpables del fin del mundo. Publicamos los documentos de la conspiración final.”
EL PUEBLO VASCO: “Bilbao desaparece.”
AVUI: “Catalunya s’acaba. La resta del mon, també.”
LA RAZÓN: “Con tanto rojo en el poder era de esperar.”
MARCA: “Definitivamente el Real Madrid el mejor equipo de la historia.”
LE MONDE: “C’est fini.”

Otra ocurrencia es responder a la pregunta: ¿Qué harías si dentro de un par de meses se acercara el fin del mundo?
Lo que se acerca seguro es el fin de "este" año.
¡Feliz año nuevo!

martes, 14 de diciembre de 2010

El año 2000


Año 2000. Esa era la frontera que nos separaba del futuro a los chicos que vivíamos en los 60 y 70 y pensábamos que en aquella fecha tan lejana, que daba pie a mil y una conjeturas y a mil y una películas de ciencia ficción, los coches no se iban a mover por las carreteras sino por el aire, las tareas domésticas iban a estar totalmente robotizadas, todos íbamos a andar con trajes de papel aluminio e íbamos a vivir en edificios estratosféricos o en ciudades submarinas.
El futuro estaba en el año 2000 porque todavía quedaba lejos.

Además del futuro, también podría situarse en ese año el Apocalipsis. Ya lo decían los agoreros. Malaquías, sin ir más lejos, profetizó en su día que tras el último papa romano vendría el final, hacia el año 2000 más o menos, tras el 112 papa después de Celestino II : “En la persecución final de la Santa Iglesia Romana reinará Petrus Romanus, quien alimentará a su rebaño en medio de muchas tribulaciones. Después de esto, la ciudad de las siete colinas será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo”.
Nostradamus, otro agorero, se había adelantado incluso un año cuando predijo que El año 1999, séptimo mes, desde el cielo vendrá el gran rey de terror”.

En el año 2000, mucha gente en los EEUU, corría ansiosa a las tiendas para abastecerse de alimentos por si las moscas, ante el temor de una hecatombe nuclear.

Los líderes de sectas y cantamañanas diversos siempre han gustado por los números redondos y el año dos mil era muy atrayente.
Según íbamos acercándonos a esa fecha surgían comentarios de que algo iba a ocurrir. El año 2000 era un año de interrogantes. Se hablaba del “efecto 2000”, con cantidad de seguidores en todas partes. Muchos predecían un caos en los sistemas informáticos, en el control de los misiles nucleares que, según algunos, no estaban programados para un cambio de ese tipo. El caos podía ser catastrófico... Pero nada pasó.
El cine siempre vio una mina en esto del fin del mundo y empezaron a proliferar películas como antaño sobre el tema como ”Hijos de los hombres”, “Ultimátum a la Tierra”, “El día después”, “El quinto elemento”, “La guerra de los mundos”, “Soy leyenda”, “El día de mañana”, “2012” y un largo etcétera. Y todo ello porque en el fondo somos conscientes de que esta sociedad nuestra pisa en este mundo con pies de barro y en continuo riesgo y en cualquier momento todo puede irse al garete.

Imagen tomada de aquí

Pero vamos, ese año concreto, ni fin del mundo ni nada que se le pareciera.

Como mucho algún acontecimiento aislado:

- Un Concorde francés se estrella nada más despegar de París muriendo sus ocupantes.
- Alberto Fujimori vuelve a salir elegido presidente del Perú, aunque poco después será destituido.
- Hugo Chávez renueva su mandato en Venezuela.
- El presidente Clinton está a punto de dejar el Despacho Oral, digo Oval.
- Algún cobarde asesinato de ETA (Ernest Lluch).
- Y el PP gana la mayoría absoluta con Aznar al frente de su partido…

En fin: algunas "desgracias" aisladas, pero de fin del mundo nada de nada.