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lunes, 4 de diciembre de 2017

Un hombre independiente. Gabinete psicoterapéutico 4



Carlos del Monte, el líder independentista de Fridonia, tiene día y hora para una visita, concertada desde hace tiempo, con la doctora Ariadna, psiquiatra y psicoterapeuta. 

—¿A qué viene a consulta?

—A intentar liberarme de mis demonios. No me encuentro bien.

—Cuente usted. Empiece por el principio, por favor: su niñez, su familia, etc.

—Todo empezó en casa. La autoridad materna era muy fuerte. Se podría decir que tuve una madre castradora. Mi mamá me pegaba con la zapatilla por cualquier motivo. Una vez me la tiró a la cabeza, con tan mala fortuna que me dio en un ojo y desde entonces debo llevar gafas. También me daba capones y collejas. Tenía la cabeza llenita de cardenales y chichones. Por eso me dejé el flequillo, estilo fregona, que llevo desde niño, para disimular las marcas. ¿Ve usted?

—Sí, ya lo veo.

—Una madre sumamente violenta, casi como la policía del régimen fascista y opresor que manda en este estado autoritario llamado Leput, que coarta nuestras libertades y ...

—Bueno, no me monte usted un mitin, que esto es una consulta y no una asamblea de su partido.

—Disculpe. Es la costumbre. Es que a veces se me sube el ardor patriótico y me emociono. Ya sabrá usted que soy un defensor del independentismo.

—Sí, lo sé. En la tele no hablan de otra cosa. Siga usted.

—Pues lo que le decía, que mi madre era extremadamente autoritaria.

—Claro. Por ese motivo, posiblemente creció en usted un imparable deseo de irse de casa. Y su deseo emancipatorio, lejos de suavizarse con la distancia, se intensificó con el tiempo, ansiando independizarse absolutamente de todo.




—Así es. Primero me independicé de mi hogar familiar, de mi madre, que era la que mandaba. Mi padre era un pobre diablo sometido a la autoridad conyugal. También me independicé de familiares, vecinos y amigos de la infancia. No los soportaba, sobre todo a ese vecino gordito que insistía siempre para que jugáramos con él al fútbol. Y una vez que nos tenía convencidos, decidía por su cuenta la formación de los equipos. Y si no, se enfadaba y se llevaba la pelota. Oriol, creo que se llamaba...

—¿Tuvo usted alguna relación de pareja?


Sí. Incluso me casé; pero al cabo de un tiempo me divorcié. O sea que me independicé de mi mujer.  Más tarde me emancipé de mi casa. Dejé el piso de la Avenida de Gracia en el que había vivido doce años. Bueno, en realidad me lo quitó mi exmujer. Y aquello no me hizo ninguna “gracia”. Me independicé luego de mis hijos: me negué a pasarles la dieta de manutención que fijó el juez. Amenazaron con embargarme la nómina si no pagaba. Por eso, me fui de mi trabajo, para no pagar. Me despedí. Luego me metí en política, pero casi todo lo cobraba en negro, para evadir al fisco y al juez. Y una vez metido en política, ya solo me faltaba el último escalón: independizarme de este estado opresor que coarta nuestras libertades. Este estado de Leput es una madre castradora. Se podría decir que es una "leputa madre".


—¿Por qué dice que el país donde vivimos es una madre castradora?

—Porque pretende que además de fridonés me sienta leputí. Y no soporto la ambigüedad: solo fridonés, que por algo somos superiores. ¡Hala! Y al que no le guste, que le den por saco. 

—¿Cree usted que con la independencia logrará parar alguna vez esta deriva suya tan delirante?

—No lo sé. Igual luego sigo y me independizo de Europa.

—Bueno. Por mí no se corte; pero, a tenor de las últimas noticias, se podría decir que Europa es la que pasa precisamente de ustedes. Ningún país les reconoce.

—Eso es cosa de la prensa manipuladora. Todo mentira. Y si fuera verdad, pues entonces me mato y me independizo del mundo. ¡Hala!

—No se desespere, que aquí estamos para ayudarle. Tenga esta receta. Se toma usted un comprimido en cada comida y dentro de un mes vuelve por aquí a ver qué tal le va.

—Vale. Seguiré el tratamiento; aunque no sé si volveré o me independizaré también de este gabinete. Porque usted es leputí ¿verdad?

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Nota: la doctora Ariadna es un personaje de "Desde el laberinto". Por su gabinete psicoterapéutico desfilan personajes diversos, todos en busca de una cura para sus males.
Consultas anteriores publicadas en el blog:
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-un-cuento.html
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-segunda-parte.html
https://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2016/12/gabinete-psicoterapeutico-2.html

domingo, 18 de diciembre de 2016

Ulises en el diván (gabinete psicoterapéutico y 2)


Ulises, el viajero, el astuto rey de Ítaca, el hijo de Laertes y Anticlea, acude a consulta de la doctora Ariadna para curarse sus fobias y su más que posible depresión… Padece también estrés crónico, más conocido en términos psiquiátricos como el síndrome del emigrante o “síndrome de Ulises”, precisamente llamado así en su honor.
Estos días, el gabinete psicoterapéutico presenta mucha animación. La doctora ha tenido que contratar a una ayudante, pues no da abasto con todo el trabajo. De esta forma, Conchi Arcos, la nueva adquisición,  ha sido la encargada de entrevistar previamente al célebre aqueo y tras cumplimentar una ficha con sus datos, le conduce hasta la consulta de la psicoterapeuta.

 -A mí en el fondo no me gusta viajar -comenzaba Ulises su relato -. Tengo fobia al barco. Incluso me mareo. Si lo hice fue por obligación. Como rey de Ítaca no pude negarme a la llamada de los hermanos griegos contra Troya. Había que lavar la afrenta de aquel jovenzuelo malcriado llamado Paris que secuestró a Helena, la mujer de uno de los nuestros…

-Pasó usted a la leyenda como una persona muy inteligente- comenta la doctora Ariadna, mientras hace unas anotaciones breves en su cuaderno-. Ha dado incluso pie a que muchos autores se basaran en sus peripecias: Kavafis, Joyce... Hay hasta películas. Una muy buena protagonizada por Kirk Douglas. Se la recomiendo.

-Astuto, inteligente, sagaz… Se han dicho muchas tonterías sobre mí. Soy bastante normalito. Lo que pasa es que en mi vida tuve la suerte de encontrarme con gente mucho más torpe que yo. La Odisea es una recopilación de gente tonta de la que logré aprovecharme. Y sobre los escritores que me han utilizado como referente... qué quiere que le diga. No sé qué relación hay, por ejemplo, entre un aqueo que pasó media vida lejos de su tierra y un señor de Dublín cuya principal afición era devorar riñones con sabor a orina y cuya mujer se acostaba con el primero que se le pusiera a tiro. Y el otro, el paisano de Alejandría, con la murga de "pide que tu viaje sea largo... No temas a los lestrigones ni a los cíclopes, etc." ¡Y una cagarruta de cabra! En mi piel ya le quisiera ver yo. Qué bien se ven las penalidades ajenas cuando estás tranquilo, calentito y cómodo en tu casa, componiendo versos...

-Pero aquello del caballo de madera fue muy ingenioso.

-Sí, lo del caballo fue idea mía. Estaba completamente borracho cuando lo comenté a los aqueos. Lo dije medio en broma; pero todos creyeron que hablaba en serio y que era una buena idea. Y se llevó a cabo.

-Gracias a ello, cayó Troya.

-Sí,  por intervención de los dioses, porque en el fondo fue una locura. Hay que ser rematadamente tonto para dejarse embaucar por semejante “regalo”, sin sospechar que allí había gato encerrado; pero aquello coló. Y Troya ardió por los cuatro costados.

-Después de conocer sus aventuras, nadie diría que  son fruto de un hombre corriente, con problemas de desequilibrio emocional. Un hombre que fue capaz de desafiar a las mismísimas sirenas, devoradoras de hombres. Hay que estar muy entero.

-Aquello fue una fanfarronada, fruto de un desencuentro con mis hombres, quienes, hartos de dar vueltas por el mar, empezaban a cuestionarse mi liderazgo. Para evitar que se me amotinaran, tuve que demostrarles de lo que era capaz. Por eso decidí que no me pusieran cera en los oídos como a los demás, pero que me ataran fuerte al palo mayor de la nave.



-Enfrentarse a mil peligros, a Circe, al gigante Polifemo, a Escila y Caribdis, a los lestrigones, bajar al inframundo… No es propio de gente débil.

-Lo del cíclope tiene también su miga. Otro tonto. Creo que Poseidón, su padre, se enfadó bastante conmigo porque dejé a su hijo tuerto y ciego al mismo tiempo. Me decía Polifemo, tras darle a beber mi vino: “dime tu nombre, que quiero obsequiarte y hacerte un trato de favor”. Yo le dije que mi nombre era Nadie. Él me dijo: “pues a Nadie me lo comeré el último. Ese es mi regalo”. Por eso cuando le clavé la estaca en el ojo y se quejaba pegando alaridos de dolor, los vecinos le decían “Polifemo, quíén te hace mal”. Y él respondía “Nadie”. Hay que ser muy necio para responder eso.

-Y logró finalmente usted regresar a su tierra.

-Sí. ¡Por fin! Aunque Poseidón hizo lo posible para que eso no ocurriera. Regresé a Ítaca. Salvo mi hijo Telémaco, allí nadie me esperaba vivo.

-Pero Penélope daba largas a los que pretendían su trono…

-Sobre los tarados que pretendían a Penélope ya ni te cuento. Hay que ser rematadamente bobos para no darse cuenta de que yo no era un viejo mendigo. Y dejarme coger el arco y las flechas fue su perdición. La matanza me la pusieron en bandeja. En vez de pasarme a cuchillo por mi osadía de probar a tensar el arco, me dejaron competir con ellos. Y gané. Y fue su final. (*)

-Nadie puede creer que estemos ante un hombre con problemas como para decidir venir a consulta. ¿Cómo se siente anímicamente?- dice esto la doctora Ariadna mientras duda entre recetarle el prozac o la paroxetina.

-Pues es la realidad. Me siento triste. Duermo mal. Tanto tiempo pasé fuera de casa que ahora pago las consecuencias. He perdido la ilusión por las cosas, incluido el sexo. Tanto queso, tantas aceitunas y tanta leche de cabra han debido de trastornarme. Y mi mujer sigue empeñada en que coja de nuevo el barco y me dé una vuelta por ahí. ¡Ni loco! Ya tuve bastante. Para mí que Penélope no se habitúa a vivir de nuevo en compañía y prefiere estar sola. Creo que le cogió afición a eso de tejer y destejer. Igual no me perdona lo de Circe o lo de Calipso o que le eché el ojo a la bella Nausica. Celos tontos. Total, por unas infidelidades de nada... Durante varios años, eso sí...  Y es que las mujeres sois muy raras.


(*)Fragmento de la película protagonizada por Kirk Douglas (1954):



lunes, 12 de diciembre de 2016

Gabinete psicoterapéutico



En una entrada de hace un año podíamos leer...


“Esta mañana Manuel ha salido de casa. La calle amaneció cubierta por una espesa capa de nieve. Falta muy poco para la Navidad y el barrio parece una postal -típica y tópica-  que podría servir de decorado para estas entrañables fiestas. 

El destino de Manuel es la consulta de Ariadna González, afamada especialista que regenta un prestigioso gabinete de psiquiatría y psicoterapia. 
Manuel tiene cita concertada, como viene siendo habitual desde hace un mes, todos los miércoles de 12:30 a 1. 
Lo que desconoce Manuel, nuestro paciente, es que, mientras él está tumbado en el diván y cuenta sus cosas, ella se entretiene ese día en hacer la lista de la compra: 

Pan, azúcar, leche desnatada…  (*)

Anota en su libreta. Hace que escucha, pero está ausente. Su semblante, sin embargo, permanece atento y serio como requiere el relato del paciente. De vez en cuando asiente con la cabeza… 

Y el del diván sigue con su patética historia: 

- Siento que nada tiene sentido. Creo que tiré mi vida a la basura… 

Bolsas de basura, bote de detergente, suavizante para la lavadora… 

La doctora Ariadna desconecta a ratos de las “confesiones” de este maníaco obsesivo compulsivo con tendencia depresiva. Su caso es evidente. Requiere medicación adecuada y que crea que el especialista le escucha…”  

(*) Basado en una ocurrencia del amigo Gabriel Beguerie



Esto ocurría poco antes de la navidad del año pasado:
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-un-cuento.html

El personaje central de Desde el laberinto acudía a consulta. 
Una pequeña travesura que me permití con permiso de los personajes de la obra.
Algo distendido, como corresponde al espíritu festivo de estas fechas.
Unos días después acudía también como paciente el propio Minotauro. Parecía bastante deprimido:

El Minotauro navideño de Leal Galera,
con un ejemplar de "Desde el laberinto" en la mano.


- El laberinto ya no es lo que era. Desde que lo convirtieron en una atracción turística, no para de venir gente. Acuden en grupo, armados con sus “gepeeses” para no perderse: “en la siguiente intersección, gire a la izquierda y coja la segunda galería que se encuentre a su derecha y camine recto unos doscientos metros."  

La doctora le escucha y duda entre aumentarle la dosis de diazepam o recomendarle que se tome unas vacaciones o que se busque una novia. 

- Vienen con sus cámaras fotográficas, sus smartphones y sus palos de selfies y no paran de retratarse, dando gritos como posesos. Los niños lo tocan todo. Están muy mal educados. El otro día rompieron una estalactita. Y el seguro dice que no lo cubre. 

Cree que lo mejor es aumentarle la dosis. Está muy nervioso. Presenta un cuadro claro de ansiedad. 

- Además, el público se comporta como si estuviera en el cine. Lo deja todo perdido de palomitas y envases de cocacola vacíos. 


Eso pasaba hace un año.
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-segunda-parte.html

La novedad es que hoy, precisamente hoy, ha pedido cita para acudir a consulta … nada menos que Ulises, el rey de Ítaca. Creo que anda con un síndrome muy peculiar. 
En unos días veremos qué nos cuenta…