“Auschwitz”
Fue sin duda el campo
de concentración más conocido.
Lo de concentración
era un eufemismo de los nazis alemanes que ocultaba una realidad mucho más
cruel y macabra. En realidad se trataba de un “campo de exterminio”, de un
matadero cuyo objetivo era el asesinato masivo a gran escala, de forma
planificada, un genocidio que respondía al proyecto llamado “la solución
final”.
En poco menos de
tres años se calcula que fueron aniquilados un millón y medio de personas, de
todo tipo de edad y sexo. Su único delito era ser de raza judía. Y no solo se
asesinó a judíos, también desfilaron por las cámaras de gas testigos de Jehová,
homosexuales, patriotas rusos y polacos.
Tres años después,
en enero de 1945, el ejército ruso entró en el campo, poniendo fin a esta
macabra pesadilla, quizá la noche más larga y oscura de nuestra historia
reciente.
“Mauschwitz”
Otro campo de concentración, este de
ficción.
Pertenece a un
cómic genial sobre la persecución de los judíos durante la Segunda Guerra
Mundial: "Maus, historia
de un superviviente", de Art
Spiegelman.
La historia, de casi 300 páginas, se desarrolla en Polonia.
Los protagonistas no son personas, sino animales.
Aquí los judíos son ratones; los polacos son cerdos; los nazis, gatos.
En una época dominada por las grandes editoriales como la Marvel, con importantes “fichajes” como Superman, Spiderman o Batman, un trabajo alternativo supo abrirse camino, con una historia cruda y dramática que culminó con la obtención del premio Pulitzer en 1992.
Maus es la historia de un judío polaco, Vladek Spiegelman, que logró sobrevivir al holocausto nazi.