Mostrando entradas con la etiqueta gimnasia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta gimnasia. Mostrar todas las entradas

jueves, 26 de abril de 2012

Calendario

- ¿Querés saber algo deprimente que me pasó hoy?
- ¿Qué?
- Iba en el colectivo para llegar a tiempo a gimnasia, y un pibe pidió en voz alta "un asiento para la señora que está embarazada". Se refería a mí.
- ¿Y vos qué le dijiste?
- Que el bebé ya estaba afuera.
- Ah.
- ¿Pero sabés qué fue lo peor? Que le dije que hacía dos meses que había parido. Y ya hace cuatro. Empecé a mentir la antigüedad de mi no-embarazo para simular que voy adelgazando en tiempo y forma. Me deprimo de sólo recordarlo.

Aunque el padre de la criatura no encontró palabras de consuelo ni de refutación, un par de amigas me semiconformaron diciendo que, si bien esa situación constituye una grácil invitación al suicidio, lo mejor es aprovechar el momento y sentarse oronda en el asiento conquistado por la confusión. Yo no estoy en condiciones emocionales de mentir: sólo me miro la panza y viajo parada haciendo que me divierte sobremanera la cuestión. Buaaaaá.

martes, 15 de marzo de 2011

Hechizo

En la vida cotidiana, siempre hay un momento Cenicienta, pero perteneciente a la parte en que la carroza se transforma en calabaza y la cartera Prüne se vuelve una bolsa del Eki descuento. Ese momento en el que descendés del glamour, de la modernidad, de la coquetería o del divismo para hundirte en el fango que contradice y anula cualquier intento orientado hacia esos objetivos. Ayer, me pasó: me levanté a las 8am, desayuné bien, me vestí deportiva y fui a hacer gimnasia a las 9,30am.
9,30am.
Sí.
Volví convencida de que el mundo era completamente mío: no podía ser de otra manera, si había terminado la serie de abdominales sin largarme a llorar a los gritos. Llegué a casa y ni siquiera tenía ganas de cambiarme la ropa: activa, ágil, todavía era temprano y yo había hecho miles de cosas. Pero entonces, llegó la medianoche aunque eran las 11 de la mañana: agarré una botella de lavandina para echar un chorrito en una mancha del piso de dudosa procedencia. Mi jogging negro quedó decorado con pintitas blancas que demuestran mi amadecasidad a flor de piel. Y claramente volví a calzar 40 —lo que implicaría utilizar toda una fábrica de cristal para hacerme un par de sandalias— y a decirme "no, lela, si no te querés cambiar la ropa no es que estés gimnástica, sino que sos una naba".

sábado, 11 de diciembre de 2010

Autotraining

"¿Sabés qué? Me lo compro porque cuando tenga que faltar varios días a gimnasia, puedo compensar con eso".

"Eso" fue, claramente, la peor compra del año. Que además era un fracaso anunciado.

Descripción: plataforma rectangular con dos rieles sobre los que hay pedales o formas de huellas. Adelante, dos travesaños verticales a manera de esquíes. El truco es hacer como que se camina con esquíes, acompasando ese movimiento incómodo con el ir y venir de los brazos (agarrados a los palos verticales).

Resultado: sensación de rotura de rodilla en cada movimiento. Brazos que claramente no tienen nada que hacer. Piernas tiesas. Imagen general de idiotez.

Tengo las zapatillas puestas y estoy decidida a practicar mi esquí terracero en intervalos de 15 minutos cada 45 minutos de trabajo, porque no llegué a ir a gimnasia en toda la semana. Esta tarea inútil y riesgosa sólo se me puede ocurrir en diciembre, mes en el que todo lo que puede salir mal, se vuelve catastrófico.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Jardín

Ayer, cuando un compás malintencionado de la música hizo perder el ritmo, mientras íbamos hacia el costado, me di cuenta de que la mitad de mis compañeras de gimnasia atendió mi cambio de tiempo para seguir la marcha. Ese momento cúlmine me hizo pensar en dos razones que me hicieron indigna de mi propio blog:
1) la situación ya mencionada, es decir, convertirme en un referente gimnástico al compás del "latino";
2) la ausencia de posts vinculados con mi vida de penoso training.

¿Es que ya no percibo los huecos negros de la vergüenza?
¿Me he dejado anestesiar por el cuartetazo remixado y las perlas me pasan de largo?
¿Estoy en el medio de una pila enorme de colchonetas y por eso no llego a detectar las tinturas rubias imperdonables y las calzas pseudoilegales?

Confieso que me asusté. Me asusté mucho, y así terminé la serie de abdominales inferiores (rodilla al pecho, bajar las piernas sin tocar los pies con el piso). Sin embargo, al finalizar mi rutina, la esperanza volvió a mi ser despeinado y pegajoso, porque la vi: vincha animal print, acomodada prolijamente sobre las raíces oscuras y buchonas, diciendo "yo las viví todas, vos preguntame a mí, porque eso lo tengo clarísimo". También lo descubrí a él: camisa leñadora, jean, esquivando el ejercicio físico pero sentado frente a la cabecera de una máquina de gimnasio, sólo para hablarle cerca a su novia, darle besos en la frente y acariciarle el pelo mientras ella trata de fumigarlo y terminar con su sesión de cuádriceps. Los vi y me dije a mí misma que no todo estaba perdido. Que luego de un tiempo de hiberne, típico del invierno, la primavera llegó a gimnasia y voy a poder cosechar todas las flores "culodevieja" (denominación de Virginia, mi abuela) que estuvieron creciendo en los meses de frío. Vengan a mí, dulces florecitas, que este blog necesita un bouquet urgente.

viernes, 6 de agosto de 2010

Training

Días libres en la playa.
Las Toninas, para más datos.
Frío, sol escurridizo y playa vacía.
Momento ideal para ensayar lo que nunca debería haber planeado:
Sesión de actividad física autodidacta sobre la arena.

Una rutina planteada más o menos así:
5' corriendo, 5' caminando. Repite 4 veces y se termina corriendo. Luego, tanda de abdominales de varias clases. Se cierra con espinales entusiastas sobre el camino de madera de la entrada.

Puedo asegurar que la Naturaleza me llamó y me convocó, durante todo mi físicoproyecto, hacia el sedentarismo: nunca en mis jornadas playeras, en verano o en invierno, encontré tantos caracoles de ésos que tienen el ruido del mar adentro, más las conchillas en tonos rosas y violetas que son mi fetiche arenero. En consecuencia, terminé trotando como una gallina espantada con el bolsito lleno de mis tesoros, con la campera enredada y el celular haciendo sonar las alarmas a toda hora. Un espectáculo digno de olvidarse.

lunes, 1 de marzo de 2010

Valoración

Decididamente, tendré que buscarme otra ocupación para declarar si me preguntan las chicas de gimnasia. Tal vez sea bailarina de caño, stripper de Pinar o escort por horas. Explicar de qué trabajo me resulta no sólo tedioso, sino también fallido. Hoy volví a caer, frente a una asistente novata que, días atrás, me dijo que se cansaba pronto porque trabajaba 12 horas parada. Frente a eso, no hay mucha competencia de displacer. Pero hoy creo que me odió para siempre.

Ella: ¡estoy muy cansada! ¡No llego, después de tantas horas parada!
Yo: sí, la verdad es que es un esfuerzo. ¿Dónde trabajás?
Ella: en un negocio de Flores.
Yo: ah, ¿y ni una banquetita para sentarte un rato?
Ella: ¡no, qué banquetita ni banquetita! ¡Estoy parada!
Yo: bueno, calculando que es un negocio, podrías pedir que cada tanto te dejen descansar, digo.
Ella: no, ni ahí.

(Rutina de aero-box. Cuando termina, después de tomar agua, recomienza el diálogo)

Ella: ¿dónde trabajás vos? ¿Por acá?
Yo: no, no, en el centro.
Ella: ah, ¿y qué hacés?
Yo: eh, bueno, trabajo mitad en la facultad y sigo ese trabajo en casa la otra mitad de la semana —esto es, trato que esquivar el "qué" enfatizando el "cómo".
Ella: ah, en casa, ¿en casa de familia? ¿Trabajás en casas de familia?
Yo: no, no, trabajo en... bueno, trabajo dentro de la facultad.

(Rutina de mancuernas y sentadillas. Durante el ejercicio, insiste)

Ella: la verdad, no entendí nada lo que me dijiste.
Yo: está bien, no es importante. Si no, después te explico.

(Comienza la rutina de abdominales. Cuando pienso que se va a aburrir de lo pendiente, regresa)

Ella: hasta "facultad", entendí.
Yo: bueno, sí, trabajo en la facultad.
Ella: ¿cómo administrativa?
Yo: no, en una parte dedicada a la investigación. Tenemos un proyecto y lo investigamos durante algunos años. Por eso, como el tiempo que estoy en el instituto no alcanza, sigo en mi casa.

(Aquí comienza el lugar común que todo becario estatal/universitario debe afrontar)

Ella: ¿pero quién te paga? ¿Quién te subsidia?

(En este punto, lo que hay que contestar es: "sí, lo que estás pensando. Me pagás vos, y también me pago yo misma. También se subsidian la Iglesia y los colegios privados y nadie dice nada", porque es la forma de abreviar las explicaciones sobre la necesidad de la formación en investigación científica por parte del Estado)

Yo: la universidad me paga.
Ella: ah, ¿y a vos te pagan por hacer eso?
Yo: sí.

Revoleo de ojos + esquiva la mirada + mueca de la boca hacia abajo + resoplido + silencio.
La próxima, repito, digo que soy bailarina de caño, stripper en Pinar o escort por horas. No sé quién me manda a abogar por la sinceridad.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Taxi2

Y cuando pensé que el mundo de los taxistas no tenía demasiados secretos para mí, dado que me crié escuchando historias buenísimas que surgían a bordo de los autos amarillos y negros, justo me toca un viaje con un tachero careta.
No ahondaré mucho en las circunstancias alegres que me hicieron llegar a museum, en San Telmo, lleno de patovicas indeseables que ni siquiera se pudieron aprender el abecedario como condición esencial (y única) para ingresar al cuerpo inútil y pesado de la policía con uniforme. Sólo diré que alrededor de las 4 am salimos, un grupo de chicas, rumbo a nuestras casas, y que tomamos el primer taxi que pasaba por ahí.
En el transcurso del viaje, una recién re-descubierta compañera de trayecto* se despachó con un "bolivianos, paraguayos, toda esa m..., deberían irse de acá", por lo que otra chica y yo nos dedicamos a explicarle todo lo fascistas, ignorantes y remanidos que habían sido ella y su comentario. Cerró la boca durante todo el viaje y el vehículo comenzó a caldearse de un modo altamente positivo.
Por supuesto, siempre me toca bajarme última del taxi, después de alcanzar a todas las ladies a su hogar. En ese momento, el señor chofer comienza a hablar sobre lo que nadie le preguntó:

—Eh, mirá, vos guiame que yo no tengo idea de por dónde vamos.
—Está bien, seguí por Segurola que te indico.
—No, porque yo te explico: yo soy de Palermo, ¿viste?
—Ah, mirá.
—Y yo laburo siempre por Palermo.
—¿Sólo por Palermo?
—Sí, porque trabajo sólo dos noches por semana. En realidad, soy productor de seguros y hago las noches de fin de semana para enganchar la salida de los boliches.
—Bueno, qué raro que sos taxista y sólo te toca trabajar por Palermo.
—No, no: ahí está el punto. Yo no soy taxista, no me quiero llamar taxista.
—Mirá, mi papá es taxista y a mí me parece genial. ¿Vos no te querés llamar taxista porque no conocés el oficio?
—No, porque no me identifico con el gremio.
—Entonces, vos querés decir que conducís un taxi, no sos taxista.
—Sí, viste, lo hago porque, qué se yo...
—Por gusto, porque no tenés nada que hacer los fines de semana.
—No, tampoco es tan así, viste, bueno, salgo a veces, y...

En ese punto, dejé de pensar que era un nabo sin futuro en el taxi ni en su vida mustia, para empezar a evaluar la posibilidad de que fuera un asesino serial. No le gustaba ser taxista, no le gustaba conducir un taxi, no sabía cuál era la calle y tenía todos los fines de semana libres para subirse a un auto que no le gusta y que le hace incurrir en estas conversaciones insoportables. Le indiqué que ésa era la esquina de mi casa, le di justo para no esperar el cambio, y me fui pensando que todavía no había arrancado y que aún me faltaba media cuadra para abrir la puerta del ph y estar a salvo.

*Va al gimnasio con dos amigas a las que yo, que nunca veo la paja en mi ojo miope, las llamo "las flores de la costa" (continúen la rima). Señas particulares: rubia teñida, remera de leopardo, comentó que tuvo que dejar a un novio porque ella "siempre le da para adelante" y él "no tiene más expectativa que ser un empleaducho de cuarta", y corrió al baño del gimnasio para ver a un pánfilo que, viernes a las 23hs. estaba haciendo pesas solo frente al espejo. Le dije que ese tipo daba pérdidas por donde se lo mirase, que evidentemente se estaba erotizando con su propio cuerpo y que ella, tan pro, no tenía mayores esperanzas. Obvio, no me escuchó.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Codicia

Cada día la quiero más.
Mi profesora de gimnasia —bien conocida por todos ustedes— tuvo hace 2 años, aproximadamente, a su primera hija. Durante el embarazo, engordó 20 kilos que bajó después del parto, sin prisa y sin pausa. Ahora, quedó joya nunca taxi. A partir de este estado de situación es que le contaré la genialidad que sigue.
Cuando comienza septiembre, el gimnasio que poblamos las perennes (que vamos todo el año) se va llenando de asistentes-golondrina. Las golondrinas llegan en verano para hacer abdominales y, al asomarse el otoño, huyen sin rumbo conocido. Con frecuencia, la autoestima de las golondrinas es más elevada que las de las perennes, porque mientras ellas se pueden permitir creer que "ya está bien" con tres meses de gimnasio, nosotras creemos que nunca es suficiente. La autoestima tonificada de las golondrina se verifica, también, en sus conjuntos de gimnasia relucientes y modernos, en su maquillaje recién aplicado y en cierta actitud displicente que las inspira durante toda la hora de movimiento.
Un día, mi profesora de gimnasia comentó sus avatares para adelgazar y una golondrina, mirándola de arriba abajo, le dijo:

—¿Bajaste 20 kilos? ¿Y quedaste "así"?

Decir "Candyman"5 veces , recitar la cifra oculta del Averno, o confesar que tenía un cañoncito con dulce de leche en el bolso, le habría resultado menos explosivo.
Mi profesora de gimnasia se bajó los pantalones, mostró sus glúteos en tanga y al grito de "Este culo no lo vas a tener nunca", se paseó por todo el salón.
Ese día, le juré amor gimnástico eterno. La golondrina, en tanto, decidió que el clima había refrescado de golpe y no volvió más.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Papelón

Hazme el amor sin darte cuenta*
en el lugar que más te convenga;
muero por ser dueño de tu boca
cada minuto, todas mis horas

Hazme el amor sin darte cuenta
en la ciudad o entre la selva;
hazme estallar mi cabeza hueca
para sacar de ahí la tristeza**
pero hazlo, hazme el amor.

Debo confesar que bailo la letra de este pseudomerengazo en mi clase de gimnasia. La culpa me azota cada vez que escucho los fatídicos acordes y un "vamos, chicas, sigan el ritmo".

* Esto parece medio raro.
** Tengo dudas con respecto a este verso, pero la idea más o menos es ésa.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Niñera

De más está decirlo, sigo yendo a gimnasia con una devoción satánica, así como me fastidio mucho si pierdo alguna clase y no llego a las 3 semanales reglamentarias. Cuando la catástrofe adviene y sólo puedo asistir a 1 clase en toda la semana, escribo posts innecesarios y de alto contenido emo como el anterior.
Esta semana, que puedo cumplimentar con mis obsesiones en tiempo y forma, me acordé de un personaje de la clase, un estereotipo del gym, que no sólo está en mi gimnasio sino que, con otros cuerpos y otras caras, asola otras instalaciones del mundo entero.
Se trata de la alumna o asistente pegajosa, en un sentido no físico, sino emocional.
No falta a ninguna clase —no porque sea una insufrible como yo, sino porque es el paseo social de cada día—, es joven pero tiene hijos que empezaron la facultad o están trabajando, y no se da cuenta de que es hora de abandonar el rol de madre full time tal como lo venía ejerciendo. Podría pasar al próximo estadío si tuviera nietos, pero para eso le falta. Entonces, ejercita la ficción de lazos familiares con la profesora de gimnasia, oscilando entre actuar como la madre de ella y como la abuela de los hijos de ella, aportando consejos que a nadie le importan, propinando cariños que se rechazan con un escupitajo o pidiendo demostraciones de cercanía muy poco recomendables en un ámbito de sudor colectivo. Como estos perfiles son algo complejos de explicar, aquí van los ejemplos:

—¿Y a la nena la vas a mandar al jardín? Porque yo la noto sociable, como que le gusta estar con chicos.
—¿Estás comiendo bien? Mirá que vos gastás mucha energía, ¿eh?
—¿Cuándo me vas a traer a la nena para que la vea? Debe estar gigante, ¡no te olvides de que venga a la clase a visitarnos!
—Te dije que llamarla a **** le iba a hacer bien, porque está mucho tiempo en la casa, seguro que quiere volver a trabajar después del parto. ¿Viste que hace unos días te aconsejé que la llamaras por teléfono? Seguro se puso re-contenta.
—Sí, ayer hice scones y te traje una bandejita, para que pruebes.
—¡Soy una loca! Voy a tener que hacer los ejercicios con doble peso porque hoy al mediodía me comí un locro que rajaba la tierra.

Es posible que la atención dispensada a la profesora de gimnasia, que sólo quiere noquearla, se dirija esporádicamente a las alumnas-asistentes como ella que, de talante adolescente, parezcan desprotegidas, algo inocentes y dispuestas a escuchar sus recomendaciones maternales de ocasión. Sin embargo, esa infidelidad dura muy poco: enseguida recomienza su misión de salvataje con su mayor objetivo, "porque yo soy mamá y sé lo que se vive".
Una vida por allí, por favor.

domingo, 22 de marzo de 2009

Genitales2

Aviso: con el correr de los días, la pertinencia de este post se hizo más débil, pero una saga es una saga, una promesa es una promesa, y de nada sirve un "Genitales1" sin un "Genitales2" después, así que habrá que sobrellevar las líneas que siguen con glamour y estoicismo.

Cualquier persona que haya ido más de 2 meses a gimnasia, sabe que el horario de la mediatarde es funesto, porque en esa conjunción espaciotemporal se reúne lo peor de lo peor de las amas de casa —que se entremezcla con las estudiantes full time y con las paracaidistas como yo que trabajan a cualquier hora. A pesar de tener ese horario libre algunas veces, lo esquivo todo lo que puedo porque sé que el dolor de los músculos no será nada al lado de las lesiones cerebrales que 55' de convivencia me pueden ocasionar. No obstante, la meta de hacer 3 clases por semana debe cumplirse a toda cosa; por eso, me fui enyoguizada a la cita de las 14 hs. para zarandear mi anatomía flanera.
El umbral de inteligencia de las conversaciones, nunca demasiado alto, se vuelve subterráneo cuando esas fanáticas de Baby Etchecopar —que ven la revolución en las marchas por la inseguridad y hacen step como si tuvieran un problema neurológico-motriz porque "la gorda de adelante no me deja hacer bien el paso"— terminan la rutina aeróbica y toman sus colchonetas/pesas. Esos 2' se vuelven cruciales para la vida humana, pues todo, TODO, depende del silencio que se pueda mantener, como si de un manantial en el desierto se tratara. Si ese velo sutil e imprescindible se descorre, suceden cosas como ésta:

—Chicas, es increíble, pero me salió una cana ahí abajo.

Esta observación mortal, no sólo era inconmensurable en su valor social por sí misma, sino que desencadenó una catarata de comentarios sobre la necesidad de depilarse en profundidad para evitar esas molestas marcas de la falta de pigmentación, de lo bien que hacen los hombres en acogerse a la moda de la depilación, de cuan cómodas se hacen las gestiones sexuales cuando ellos eligen la versión estética y lampiña de sus cuerpos y muchos otros comentarios al estilo de: "Cuando te depilás toda, como Dios te trajo al mundo, te sentís mucho más limpia. A mí me dijo la ginecóloga que eso hacía que más bacterias pudieran entrar, pero igual yo me depilo toda por higiene", que condensaban contradicción y un cúmulo de información innecesaria que me estaba achicharrando las pocas neuronas que me quedan.
Luego de esos minutos de psicoagonía, sucedieron los abdominales, los ejercicios de glúteos y, durante el estiramiento, cuando creí que nada podía ser peor, alguien dice: "El martes 24 de marzo es feriado, ¿qué se festeja?", para que otra responda "Las Malvinas, se festejan las Malvinas"*.

Chan, chan.


* Debo recordar que esa mujer es la misma que me comentó que le daba vergüenza venir en calzas porque, en la calle, "los bolivianos que están en las obras de construcción te dicen 'quiero hacer el amor con vos'". Notable la propuesta poética de los amigos andinos —yo siempre creí que esas invitaciones utilizaban otro lenguaje metafórico—, sobre todo teniendo en cuenta la destinataria.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Hervor

Cinco razones para enervarse en la dichosa semana que comienza:

1. El calor está regresando.

2. Otra vez recibo un mail del maldito Tagged que me solicita "Laura, please respond your alerts", como si otra de mis ocupaciones fuera la de decir "sí" a eso que no sé qué es. No tengo facebook, casi no uso el msn, no tengo fotolog, ni photoblog, ni esa porquería de Tagged que, repito, no sé lo que es.

3. Tendré que dedicar un tiempo de mi vida a una persona que pertenece a un grupo que se comunica con quienes no conoce utilizando los irritantes "negra", "negrita" y "madre". Detesto a los desconocidos que utilizan esos apelativos y los suman a "mami", "mamita", "gordi", "amor" y otras bobadas por el estilo.

4. Me reincorporaré a gimnasia y deberé soportar mi imagen henchida frente al espejo —sé que nadie engorda tanto en una semana, pero yo estoy convencida de haberme transformado en una boya—, así como las referencias a la supernoche de fin de año, con discoteca y todo, a la que no pude ir pero nadie creerá mi excusa: "pisé un enchufe y no podía caminar". Totalmente absurdo.

5. Debido a mi condición free lance, los feriados me pasan bien, pero bien, desapercibidos.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Sofistiqueitid

En un breve homenaje a un blog amigo de Insolada que se encarga de estos menesteres —tributo que, de ser el agasajado, rechazaría a piedrazos—, debo hacer referencia a un personaje del gimnasio que forma parte del inmundo universo del fitness de barrio:

LA QUE SE ENCARGA DE COMENTAR COSAS DE SU PERSONALIDAD QUE SON REALMENTE ASQUEROSAS Y QUE NO LE INTERESAN A NADIE.

Ya sé, ustedes dirán que en mi post anterior avancé en esas feas minucias, pero confiesen: ¿alguna de las líneas de mi reflexión previa decía algo así como esto?

"Ay, ay, ay,... este ovario me parece que va a reventar"
Es la misma que comentó sus últimas náuseas y consecuentes vómitos, la que describe sus malestares gastrointestinales y sus ciclos femeninos con pulcritud y esmero. También se encarga de la depilación con un poco más de vehemencia de lo que la pienso yo y se relaciona con sus pares al son de "guachina", "turra" y "perra".
No es sencillo continuar con la asistencia al gimnasio desde septiembre, cuando todas se acuerdan de iniciar actividad física y se agolpan como moscas frente al espejo, como si su reflejo podría gastarles las partes henchidas; he de recordar que soy miope y me ejercito sin anteojos, con lo que mi ubicación al fondo del salón me tonifica más la intuición que la panza. Por eso mismo, ¿es necesario que siempre haya una que se sienta en comunión verbal con la naturaleza femenina?

Puaj.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Conexión

—Ay, chicas, junten todo porque Rocío ayer se quejó de que dejaban todo desordenado.

Explicación de contexto:
- Las "chicas" somos las asistentes a la clase de gimnasia.
- "Rocío" es la profesora de los lunes, miércoles y viernes, pero lo que importa es que es la jefa y dueña, junto con su marido, del gimnasio.
- La que hablaba es Barbie Divorce, una hipermusculosa que encontró su cuerpo a los 42 años después de una separación matrimonial, pero sale con sus amigas de la iglesia evangélica (ustedes dirán que no tiene nada que ver una cosa con la otra, yo digo que todo aporta).
- La que escuchaba es la profesora de gimnasia empleada de los martes y los jueves, que se sintió aludida en las críticas sobre el desorden pero sabía perfectamente que ensayar una defensa era casi como mandarle un mensaje de agravio a su empleadora, corporizado en una charlatana con calzas imposibles de extirpar.

Después de escuchar eso, me di cuenta por qué Barbie Divorce me cae tan mal:


PORQUE ES IGUAL A MI ABUELA ELBA PASIÓN
(LA QUE ESTÁ VIVA)

De hecho, si E.P. tuviera 30 años menos, sería su doble urbano, con esos comentarios innecesarios y esa indiferencia total para percibir que lo que dice no le importa a nadie.
Eso me pasa por haber dejado que pase tanto tiempo para ver a la versión original: se me aparecen los covers por todas partes.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Titanic

Hacía mucho que no me quedaba a dormir en Lanús, casa de mis padres, y muchísimo más que no iba al hipermercado que queda lejos, pero en el que puedo conseguir algo de ropa gimnástica a buen precio y en forma expedita.
Al regresar —harta de que las cajas rápidas estén llenas de personas que por una baguette y una lata de arvejas pagan con tarjeta y anulan la ventaja del "15 unidades máximo"—, subí a un colectivo catraminoso, de ésos que, por no exponerse mucho en la Estación, siguen deteriorados y enclenques como siempre.
Obtuve mi boleto y hui al fondo del vehículo; parada, me detuve en el lugar menos indicado: frente a una compañera de secundaria. En ocasiones anteriores —que he comentado en este blog— resolví no saludar y hundirme en un libro, pero hoy estaba de pie, no tenía lectura a mano y, si era por hacer lo que no se hace nunca, mejor darse por aludida y conversar inútilmente.

—Carla, ¿cómo estás?
—Ah, hola, ¿cómo estás?

(UY, ESTÁ TAN AGRIA COMO SIEMPRE. ESTO VA A SER COMPLICADO)

L —Bien, tenés cara de sueño.
C —Sí, es que vengo de la guardia.
L —Ah, ¿guardia médica?
C —Veterinaria.
L —Ah, ¿seguiste Veterinaria?
C —No, me falta todavía y termino el año que viene.

(LA AUSENCIA DE PREGUNTAS DE SU PARTE ME INDICA EL FIN DE LA CHARLA. MEJOR ASÍ)

No obstante, Carla me sigue mirando, esperando que siga yo solita con este bodrio.

L —Ehhhh, ¿ves a alguien? ¿A alguna de las chicas?
C —No, a Pablo nomás. ¿Vos?
L —No, a nadie.
C —Terrible nuestra desconexión.
L —Sí, la verdad que sí.

(POR FAVOR, ¿DÓNDE SE BAJA ESTA CHICA? ¿QUIÉN ME MANDA A INNOVAR EN MI INCOMUNICACIÓN CON LOS RESUCITADOS DE LA ADOLESCENCIA? VAYAMOS AL GRANO)

L —¿Vas hasta muy lejos?
C —No, hasta unas cuadras más.
L —Ah, bien, seguís en la casa de tus viejos.
C —Sí.

(NECESITO QUE SE VAYA AHORA O QUE MIRE POR LA VENTANILLA. SI NO, PREGUNTARÉ UNA IMBECILIDAD DE LA QUE ME ARREPENTIRÉ PARA SIEMPRE)

Carla parece muy cómoda con mi sensación de infierno.

Carla parece seguir cómoda con mi sensación de infierno.

Al final, me rindo:

L —Eh, y con el tema de la veterinaria, ¿te dan pena los animales cuando se van a atender?

¿te dan pena los animales cuando se van a atender?
¿te dan pena los animales cuando se van a atender?
¿te dan pena los animales cuando se van a atender?

Una idiotez con la que Carla se quedará para contarle a todos los ex-5to. C que encuentre en su camino —ella sigue en Lanús y yo me fui: obviamente tiene ventaja. Parece disfrutarlo: es la única respuesta larga que me da, mientras se pone de pie, se ajusta la mochila y se prepara para bajar. Luego me suelta un "me alegro de verte" y yo, furiosa, digo "bueno, listo, chau! Yo también".

No hay que saludar a los ex-compañeros de secundaria. Si nunca admitieron odiarte, no lo harán ahora, pero jugarán su última carta para verte caer.
Todo por una maldita calza de gym.

sábado, 16 de agosto de 2008

Veranodel88

Mientras con el maldito 114 paso por la puerta de una peluquería masculina que, de puro entusiasta, ostenta un afiche gigante de Antonio Banderas debajo del nombre del coiffeur florense dueño del emporio —tal vez la asociación equívoca pueda obrar milagros—,

me doy cuenta de que los gimnasios de barrio —aquellos que no terminan en "tlón" ni tienen nombres en inglés— presentan una extraña afición por bautizarse con nombres de locaciones de la costa bonaerente o bien con apodos para perros masticahumanos. La erotización para estos personal trainers —que, como sabemos, siempre se encuentra en el circuito de aparatos y en los espejos que reflejan sus atrofiados y venosos músculos— parece discurrir por extrañas aficiones de despedazamiento o se remontan a vacaciones adolescentes en las que todos los días se hace prácticamente lo mismo.

Todo este post es una forma de vengarme del regente del gimnasio al que yo asisto, que me impuso la portación de un carnet de cartón insulso con una advertencia: "si lo perdés, el costo de reposición es de 5 pesos, ¿sabés?".

¿Qué nos importan estas bobadas?, dirán ustedes. Yo contesto: agradezcan. Son las 4 y media de la mañana y estoy reanudando las escrituras en este blog desmadrado.

miércoles, 18 de junio de 2008

Pócima

— Mi novio me trae, todas las semanas, dos bidones de clara de huevo que le da un amigo que trabaja en una heladería.
—Ah, buenísimo, te haces unas omelettes riquísimas que son pura proteína y no engordan.
—Si, yo les pongo un poquito de sal y las mando al microondas.

(Comentario de gimnasio al que asisto)

Si yo tuviera el cuerpo de esa chica, jamás consumiría nada blanquecino que me enviaran los amigos de mi novio.
La deidad le da pechos a la que carece de suspicacia. Así es la vida.

(Y sí, gente, el glamour me abandonó después de la crítica a Sex & the City —verán la ausencia de comentarios en ese post—, así que ahora me juego por las entradas para ver a Jorge Corona)

lunes, 11 de febrero de 2008

Resistencia

1. Estar 10 días sin TV y sin internet es mucho más de lo que yo puedo soportar (lo de la TV me molesta más que lo otro, porque para lo segundo están los cyber).

2. Me anoté en un gimnasio que está a 10 cuadras de mi casa, pero las clases valen la caminata. Sin embargo (y rememorando el post "Ideas"), habría que dejar registrado que, en la primera clase, la profesora recomendó ir a ver la película Antes de partir, un bodriazo protagonizado por Jack Nicholson y Morgan Freeman. No entiendo por qué los buenos actores que hicieron papeles de malos, de locos o de crueles, cuando pasan los 65 años deciden hacer remakes de Camino al cielo, Mi papá es un ángel, Cocoon y todo eso: para ver esas porquerías, podemos sintonizar, en Volver, alguna telenovela de Andrea del Boca cuando tenía 8 años y listo.
Volviendo al punto central de este ítem, si no me hubiera bajado la presión varios minutos antes de esa recomendación cinematográfica, diría que estoy tomando muy en serio la cultura general de las instructoras de actividad física, una misión que, por otra parte, suele estar perdida.

miércoles, 30 de enero de 2008

Ideas

Soy una especie de gymadicta, pero no de las que van con el conjuntito de lycra y el pelo suelto. Mi hábito hecho obligación se ejerce con un cuasipijama agujereado y una remera arrebatada de cualquier sector del placard, pero la fruición con la que asisto a las clases reside en la certeza de que, si no hago gimnasia, mi silueta se desparramará a lo ancho del planeta aún más de lo que se esta extendiendo en la actualidad.
En relación con esto, mudarse implica, también, abandonar las clases de gimnasia a las que una se encuentra inscripta desde hace un tiempo considerable. Una misión para nada fácil porque, aunque parezca mentira, uno se acostumbra a las pavadas que las señoras dicen en las clases, a la avidez por las noticias funerarias que se relatan mientras se hacen ejercicios para los tríceps y, al final de cuentas, eso se transforma en una familia: a menudo insoportable pero estable en el acompañamiento.
Este abandono sin mirar atrás suele verse obstaculizado por los intentos de la profesora de esa clase que bordea nuestro olvido, que sugiere tomarse un colectivo para seguir viniendo, inscribirse en otro gimnasio donde ella da las mismas clases, pero que tal vez quede un poco más cerca y otras contingencias más sólo para manotear alguna posibilidad de que el grupo se quede intacto.
Las dos sabemos, ella y yo, que en cuanto cambie de domicilio esta convergencia en tiempo y espacio será recuerdo. Sin embargo, ella insiste con que no las abandone y yo digo que voy a hacer el esfuerzo.
Toda esta perorata —estoy muy escribidora por estos días, lo que me transforma en un bodrio blogger— sirve para contarles que, si están pasando por este difícil momento, existe un antídoto infalible para separarse definitivamente, sin culpa, de esa instructora de actividad física: mantener una charla breve en la que pueda desplegar un poco, sólo un poco, su ideología. Enseguida comenzará a opinar sobre Bush, los piqueteros, el judaísmo, los montoneros, la AMIA, Tinelli, la dictadura argentina, Medio Oriente, las mujeres ricas que tienen tristeza y aparecen achuradas en los countries y demás tópicos de información general con los que habrán sellado su destino y su matrícula de alumnas. Es probable que también compare los glúteos de Jesica Cirio con los que obtendremos luego de algunos meses, nos recomiende teñirnos de rubio y mover la pelvis como si estuviéramos haciendo "eso", sólo que ejércitándonos frente a los gordos que se pulverizan la rodilla en la cancha de paddle de al lado.
Luego de esos breves minutos terapéuticos, ustedes podrán despedirse sin decir que es la última vez, saludando con un "hasta la semana que viene" y esfumarse en el croquis de calles de la ciudad, sin un dejo de remordimiento.

No falla nunca.

sábado, 4 de agosto de 2007

Latino

Detesto bailar latino en las clases de gimnasia.
Lo detesto.
Reconozco que mi cuerpo, desde el abdomen hasta las rodillas, parece carecer de bisagras/articulaciones, pero no creo estar mejor que el resto de mis compañeras de clase.
A veces creo que los yuppies viejos, que todavía intentan jugar al paddle sin pulverizarse los huesos, observan nuestra sesión de baile como si formáramos parte de grupo de rehabilitadas con problemas motrices, que cumplen con su rutina terapéutica.
De lo que sí me he dado cuenta, es que el oficio de redactora no es correlativo con la conexión corporal. Puedo enseñar el insoportable e inmortal meneaito, o el aburrido pasito de "Macarena", con mis dedos sobre el teclado, sentada, y explicando palabra por palabra los movimientos que se deben hacer. Incluso podría aventurar los efectos psíquicos del baile, en los que lo hacen y en los que lo miran. Pero soy incapaz de poner en práctica lo que describo.
Una minimuestra de las contradicciones modernas.
Y una gran muestra de que, a pesar de estar en Sudamérica, no tenemos porqué abogar por el maldito y absurdo reggaetón.
Y sí, estoy haciendo la declaración innecesaria de cada fin de semana por la madrugada, en la que una reunión con bebidas espirituosas me ha dejado más de una frase pseudofilosófica en la boca.