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viernes, 17 de febrero de 2012

Una figura: la Princesa Lolowah al-Faisal

La princesa más prominente de la familia real de Arabia Saudita dijo en Suiza que, si pudiera cambiar algo de su país, permitiría que las mujeres condujeran - un desafío poco común y directo a la prohibición de conducir impuesta por la élite gobernante masculina del reino-.

Las observaciones de la princesa Lolowah al-Faisal Al Saud, hija del difunto Rey Faisal y nieta del Rey Abdul-Aziz (Ibn Saud), fundador del Reino de Arabia Saudita, se produjo en el Foro Económico Mundial - una conocida reunión para los líderes del mundo a participar en franco diálogo, y a menudo off-the-record, sin temor a la crítica.

Entre otros participantes, como el ex presidente iraní Mohammad Khatami, el primer ministro de Malasia, un rabino judío ortodoxo y activista por la paz de Israel y un clérigo estadounidense, la princesa habló promoviendo la tolerancia religiosa.

El moderador, el columnista del New York Times Thomas Friedman, pidió a los panelistas que hicieran un momento de "autocrítica" y decir lo qué cambiarían para promover una mayor comprensión entre religiones. Y llegado el turno a la princesa Lolowah, le dijo en broma: "¿Qué haría usted, princesa, si fuera reina por un día? No se lo diré a nadie."

"Primera cosa, dejaría que las mujeres condujeran", dijo Al-Faisal secamente; el público estalló en aplausos y risas. Y añadió, cuando los aplausos se detuvieron: "O bien tendría un gran sistema de transporte, que no tenemos." Las mujeres en Arabia Saudita pueden trabajar hoy en muchos puestos de trabajo que alguna vez se encontraban fuera de sus posibilidades - un punto que la princesa hizo notar. Pero los críticos dicen que su incapacidad para conducir les impide obtener muchos puestos de trabajo, obligándolas a depender de los chóferes, o los familiares varones, para llegar al trabajo o a la escuela.


Otros dicen que la prohibición del manejo femenino tiene un impacto particular en las familias más pobres de Arabia, las cuales no pueden permitirse el lujo de contratar a conductores. Debido a ello, algunos consideran que la prohibición de conducir no es sólo un asunto de derechos de las mujeres, sino también un factor que frena el desarrollo económico del país.

Los comentarios de la princesa al-Faisal son particularmente interesantes porque muestran que, mientras que Arabia Saudita a menudo se presenta como un frente unido frente al mundo exterior, existen diferentes opiniones e incluso un intenso debate en privado.

La Princesa Lolowah al-Faisal bin Abdul Aziz Al Saud es hija del rey Faisal con su cuarta esposa, Effat Al-Thunayan, y hermana de dos destacados miembros del actual gobierno, el Canciller Saud Al-Faisal y el Príncipe Turki Al-Faisal, embajador saliente de Arabia Saudita a los Estados Unidos. Al igual que otros hijos de Faisal, fue educada en el extranjero, y asistió a la escuela secundaria en Lausana, Suiza. Se casó con uno de sus primos, el Príncipe Saud bin Abdul-Mohsen Al Saud pero se divorció después de diez años. Tuvo tres hijos de ese primer matrimonio.

La Princesa Lolowah ha dedicado su vida a mejorar la asistencia de las mujeres en Arabia Saudí, especialmente en el campo de la educación. Ella ha sido miembro de la Sociedad Filantrópica Al-Nahdah de Mujeres en Riad desde 1970. De 1990 a 1999, ayudó a su madre, la Reina Effat, en la supervisión de la Escuela Dar Al-Hanan en Jeddah, la primera escuela secundaria privada para mujeres en Arabia Saudita. Junto con su madre y sus hermanos, ayudó a fundar el Effat College (ahora Universidad Effat) en 1999. Además, ha participado en todas las fases de la fundación de la universidad, desde la recaudación de fondos, el desarrollo del currículo, la supervisión de la construcción para la contratación de profesores y el personal. Actualmente se desempeña como Vicepresidente de la Junta de Fundadores y la Junta de Síndicos de la universidad y Supervisor General. Se dejó fotografiar por los medios de comunicación occidentales por primera vez en 2005.

Además de abogar por más derechos para las mujeres sauditas, también trabaja para luchar contra conceptos erróneos sobre las mujeres en Arabia Saudita que existen en Occidente. Ella insiste en que las mujeres musulmanas tengan iguales derechos, pero no necesariamente los mismos derechos que los hombres.


La princesa, de 60 años de edad, es el miembro femenino más públicamente visible de la familia real y una de las mujeres sauditas de más alto perfil. Ha representado a Arabia Saudita en diversos foros internacionales. Se desempeñó como miembro de la Comisión de Comercio Internacional de las Cámaras sauditas de Comercio e Industrias; encabezó una delegación de empresarias sauditas a Hong Kong en 2006 y ha participado en misiones comerciales sauditas en el extranjero, acompañando a altos miembros de la familia real en los viajes diplomáticos.

Lolowah ha dado muchos discursos en todo el mundo sobre el avance de las mujeres musulmanas y el diálogo interreligioso. Es miembro de la agenda de la cumbre del Foro Económico Mundial y ha participado en varias sesiones del foro. Durante la reunión del 2008 en Davos, presentó la sesión de trabajo "¿Qué Clase de Educación para Qué Clase de Mundo?", con un discurso centrado en la filosofía de la educación. Fue la oradora principal en la Conferencia del Instituto de Oriente Medio de Londres en la capital británica en 2003. En Arabia Saudita, la Princesa Lowolah es miembro de la junta de la Fundación del Rey Faisal. y dirige un prominente colegio de mujeres sauditas. Pero es raro que empezara a presionar públicamente para poner fin a la prohibición de conducir.

Su padre, el rey Faisal, quien gobernó de 1964 a 1975, tenía reputación de ser más progresista en temas sociales que sus sucesores. Instituyó por primera vez la educación de las niñas sauditas, por ejemplo, en la década de 1960 y algunos se han preguntado si podría haber impulsado más reformas en aquel conservador y religioso reino si hubiera vivido más tiempo. Fue asesinado en 1975 por un miembro descontento de la familia real, su sobrino Faisal bin Musaid.

Cuando el actual monarca, el rey Abdullah, asumió el trono en 2005, las expectativas eran altas sobre la posibilidad que él con decisión y rapidez llevaría al país hacia una mayor apertura. De hecho, durante algún tiempo, Arabia Saudita ha dado pasos pequeños pero notables hacia la reforma, tales como casos donde a mujeres periodistas sauditas les fue permitido entrevistar a hombres. Pero el ritmo de la reforma se ha reducido, en parte debido a las diferencias reportadas dentro de la familia real sobre el ritmo y la dirección del cambio y en parte por la resistencia de los conservadores religiosos que temen que la reforma vaya a diluir su fuerte influencia.




El tema de las mujeres conductoras ha estado en su mayoría inactivo en el debate público de Arabia Saudita en los últimos años. Estalló después de la Guerra del Golfo en 1991, cuando un grupo de prominentes mujeres saudíes organizaron una protesta circulando al volante de sus propios vehículos por la capital, Riad. Sin embargo, el gobierno tomó medidas duras, confiscando muchos de los pasaportes de las mujeres y por lo tanto impidiéndoles salir del país durante meses.

El debate en ocasiones ha estallado en los periódicos desde entonces, pero nunca de manera tan extensa como en 1991. Muchas mujeres sauditas ven en privado la prohibición como la principal barrera para el progreso. Los conservadores, no obstante, son vocales en el impulso de mantener la prohibición - diciendo que, permitirle a las mujeres conducir, inevitablemente las llevaría a la corrupción moral, al obligarlos a interactuar con hombres que no son parientes en lugares como las estaciones de servicio. Otros países del Golfo, incluyendo Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, permiten a las mujeres conducir.


miércoles, 15 de febrero de 2012

Princesas árabes, las grandes compradoras de alta costura

Tome una colección de cualquiera de los diseñadores europeos (no importa si es francés o italiano) y separe sus diversos componentes. Seguramente encontrará dos o tres vestidos para la galería; ya sabe, modelos horribles destinados a los periódicos, que los publican al día siguiente de la presentación. Luego aparece el núcleo comercial de la colección; y finalmente se observan unos elementos llamativos que se incluyen en la segunda mitad del desfile, por lo general entre los trajes de cóctel y de noche, cuya principal característica es que parecen desvaríos del diseñador. Piezas muy llamativas, con demasiados abalorios, vulgares. Uno se pregunta en qué debía de estar pensando Scherrer, o Per Spook, o Cardin cuando los estaba haciendo. Y luego te olvidas de aquellos vestidos, porque ves otros que sí te gustan. Y al final te das cuenta que no pretendían que aquellas llamativas prendas te gustaran, no habían sido diseñadas para ti. Nunca aparecerán en un lugar donde puedas volver a verlas, porque han sido destinadas al mercado árabe.”




Las palabras de este comprador auxiliar de Bonwitt Teller dan a entender que, además de las veinticinco variantes formadas por New York, París, Milán, Londres y Tokio, el Golfo constituye un destino igualmente significativo para las prendas de diseñador. Nueve ciudades de Oriente Medio mantienen suficiente tráfico con el oeste como para constituir la sexta terminal de la moda: Riyadh, Jeddah, Kuwait, Amman, Dubai, Shahjah, Ajman (de los Emiratos Árabes Unidos), Bahrain y Abu Dhabi. En términos de volumen de exportación, el Golfo es un mercado más restringido que, por ejemplo, Tokio, pero esto se debe a los especiales hábitos de compra de las mujeres árabes ricas. Son más móviles que sus homónimas de las capitales básicas de la moda: viajan más, poseen propiedades en el extranjero (o en última instancia pueden recurrir a sus primas que se hallan en Occidente) y una gran parte de su gasto se efectúa fuera del Golfo.


A partir de fines de los ‘70, el gusto islámico alcanzó la alta costura occidental y luego, de la forma más sorprendente, la modificó y afectó en cierto sentido. “Yo estaba en Valentino cuando compraron casi toda una boutique para una boda. Ciento cincuenta pares de zapatos. Compraban sin cesar, de la misma forma que usted podría adquirir semillas para el jardín –explica André Leon Talley de House and Garden-. Me llevaron a una habitación y todo estaba repleto de ropas para enviar a Kuwait. Las estaban embalando. Había montañas de papel de seda. Valentino y Scherrer acapararon el mercado árabe durante ocho o nuevee años. Scherrer vestía a toda la realeza kuwaití y su corte.” “En Scherrer vendían trajes de novia por cien mil dólares –cuenta el diseñador británico Alistair Blair-. En realidad, aquel precio nunca se especificaba por escrito, pero pude averiguarlo por medio de las casas de bordados. Cuando empecé a trabajar en Dior y Givenchy, el Oriente Medio era el cliente más importante y gran parte de los diseños estaban destinados a aquel mercado.

Cabría imaginar, en este avanzado estadio del siglo XV islámico, que los petroriyales deberían implicar el mismo prestigio que los petrodólares norteamericanos, pero no es así en la realidad. Los modistas franceses explican que los árabes exigen discreción, pero eso es sólo una verdad a medias. Valentino, en Roma, en raras ocasiones menciona a sus clientes árabes, aunque reconoce la importancia de las ventas a la OPEP. Una cliente norteamericana opina: “se trata de una mezcla clásica de esnobismo francés y de xenofobia. Pero la verdad es que cuando acudo a las salas de exhibiciones, las encuentro llenas de princesas sauditas que, además, ofrecen un aspecto muy chic, con sus guardaespaldas que las aguardan en la acera”.


Hace dos o tres temporadas –dice Suzy Menkes, directora de modas del International Herald Tribune-, estaba yo sentada junto a Bernardine Morris en Saint Laurent y, delante, estaba la habitual hilera de Rothschild. Luego vimos a dos mujeres que se cubrían el rostro hasta los ojos con los programas. La habitación estaba muy caldeada y al principio creímos que se estaban abanicando. Pero después comprendimos que eran princesas sauditas que utilizaban los programas a modo de yashmaks. Aquélla fue la primera ocasión en que vi sauditas en un desfile para la prensa. Por lo general, acuden a los desfiles para los clientes privados o se ofrecen desfiles especiales para ellas”.


El dinero árabe llegó a la alta costura a mediados de la década de los ’70. Las primeras clientes en llegar a París fueron las kuwaitíes, centradas en Nina Ricci y Jean-Louis Scherrer; les siguieron las procedentes de Emiratos Arabes Unidos, en especial Dubai y Shajah, y luego de Bahrain. Finalmente, en los ’80, las sauditas se convirtieron en una seria perspectiva. Y las casas de alta costura se convirtieron en depredadores.


Llamar a las puertas del desierto se convirtió en el eufemismo para referirse a la obtención de pedidos en el Golfo. Fueron días vertiginosos en los que era aún demasiado pronto para estimar el tamaño potencial del mercado árabe. Los modistas enviaban agentes al Golfo para conseguir clientes. La mayoría regresaron, frustados y confusos después de haber gastado seis inútiles semanas en la cafetería del Kuwait Hilton mientras las escurridizas clientas esquiaban en Saint Moritz. A principios de los ’80 la mayoría de árabes que deseaban vestir haute couture habían elegido ya sus talleres y el mercado había demostrado ser inconstante e impulsivo –con mujeres que compraban masivamente durante algunas temporadas y luego dejaban de hacerlo durante otras- en lugar de constituir una corriente regular como ocurre con los encargos procedentes de Norteamérica.


Erik Mortensen, modista de la Casa Balmain, contaba que “una vez recibimos el encargo de un vestido de novia de cuatrocientos cincuenta mil francos (cuarenta y cinco mil libras). Pero hemos hecho otros más caros, por encima de los seiscientos mil francos. Además, están las damas de honor de la novia. Éstas pueden tener de diez a doce años y sus vestidos cuestan etnre ciento veinticinco mil y ciento setenta y cinco mil francos, dependiendo de la cantidad de bordados que lleven y de si están ribeteados o no de armiño blanco. Sí, árabes. Y es lo que yo pregunto, ¿por qué en Francia despreciamos esos petrodólares? Deberíamos dar gracias por recibirlos. Porque si no tuviésemos esos clientes, todas las grandes casas deberían reducir el tamaño de los talleres y el número de plantilla a una cuarta parte…

Por supuesto, tenemos a todas esas princesas árabes. Incluso vestimos a sus hijas que sólo tienen tres años. Les hacemos los mismos vestidos que a sus madres. Un día le mostré un ejemplo a Liliane de Rothschild, porque pienso que es divertido. Al principio se mostró horrorizada… Pero es tan inteligente y perspicaz que luego me dijo: ‘sabe, esto es exactamente igual que en la corte de España, en la época de Velázquez, cuando las niñas pequeñas lucían vestidos bordados con perlas, idénticos a los de sus madres”.


Concentrado en apenas quince años de compras internacionales, el gusto islámico tiene dos niveles distintos de conocimiento de la moda occidental. Las más ricas sauditas y kuwaitíes –que pasan menos de tres meses al año en sus hogares en el Golfo- están hoy ya tan completamente aclimatadas a las marcas de los diseñadores, que su instinto ostentoso se ha suavizado. Se trata de un grupo bastante reducido que se arracima en torno a Ralph Lauren o los más avasalladores diseñadores italianos, como Armani o Prada. El segundo tipo es que de las ricas esposas de los importadores y exportadores, o de los contratistas de los nuevos puertos del Golfo. Son sobre todo ellas, como clientes, las que han conseguido que los talleres de París se transformaran por el progresivo aumento del poder islámico. “Ellas compran las cosas tal como las han visto en los desfiles –dice André Leon Talley-. Una mujer culta no compra la alta costura tal como aparece, cambia el color o los zapatos. Pero esas mujeres árabes acuden a Valentino, señalan lo que les gusta y ordenan que se los manden.”



Hay dos explicaciones para esa rigidez en el gusto. Una es la ignorancia de la perspectiva de la moda occidental, la otra reside en las singulares ocasiones en que se ponen los modelos. Las mujeres árabes, especialmente las sauditas, se visten sobre todo para impresionarse entre ellas. Dado que se considera inmoral llevar un vestido sin espalda de Nina Ricci en presencia de un hombre que no sea su marido, el uso de los modelos está restringida. Las mujeres sauditas conscientes no visten estos trajes en almuerzos de trabajo, sino en tés con video. Estas reuniones tienen lugar entre el mediodía y las cuatro de la tarde, cuando varias docenas de esposas se congregan en las dependencias femeninas de algún jeque para comer dátiles y kulwushkur, piñones acaramelados y pastelillos de anacardo. Luego, vuelven a contemplar algún video, elemento importante en el éxito de los diseñadores, que cuentan con instrucciones en árabe sobre cómo efectuar los encargos por teléfono. El ayudante de un modista describe una de esas llamadas.

A veces recibimos encargos –dice- de seis o más mujeres al mismo tiempo. Se ponen al teléfono una tras otra, en la misma casa, bromeando y riendo como escolares y divirtiéndose de lo lindo. Las sauditas se muestran siempre muy amables, pero siento cierta lástima por ellas. Es un poco triste, pienso, poseer vestidos tan bonitos y no tener oportunidad de llevarlos. Pero no nos quejamos, se trata de un factor beneficioso para la costura.”


Al igual que los occidentales que llegan a una ciudad extranjera y se dirigen directamente al hotel de una cadena norteamericana para conseguir un cierto orden dentro del caos, las clientes árabes son leales a los diseñadores que conocen. Los nuevos nombres de la moda, por lo general, no han tenido suerte al intentar abrirse camino en Oriente Medio. El esnobismo respecto a las marcas es muy fuerte. A las mujeres árabes les importa la calidad. “Ciertamente, tienen que demostrar su poder adquisitivo mediante la minuciosidad del trabajo –observa el modista inglés Bruce Oldfield-. Están muy enteradas de las hechuras en las distintas capitales de la moda. Han mirado por todas partes y han visto lo mejor –no en términos de diseño, sino de calidad- y desean esa calidad y esa riqueza.”

En general resulta muy difícil señalar quién es la mujer árabe mejor vestida, ya que una gran parte de sus compras se efectúan colectivamente: madres que compran para sus hijas o primas que adquieren dos docenas de modelos en su última tarde en París para regalar a la familia en Shajah. De todas maneras, aproximadamente una docena de nombres aparecen una temporada tras otra en las prendas que están a la espera de embarcarse desde París: Al Nuaimi, la familia que gobierna Ajman; Al-Bahr y Al-Marzuoq, familias de comerciantes kuwaitíes; Al-Shaikh, la familia del ministro de Justicia de Arabia Saudita; Abdul Aziz, la familia del rey Abdullah y el puñado de primeras damas quienes, dotadas de una elegancia innata, se caracterizan por su gusto al escoger prendas sobrias e impecables que conjuntan con los complementos más actuales. Son Noor y Rania de Jordania, Salma de Marruecos y Mozah de Qatar –y últimamente la Princesa Ameerah Al-Taweel, esposa del Príncipe Al-Waleed bin Talal, sobrino del rey de Arabia Saudita- que encabezan actualmente la lista de las mujeres más elegantes y con más estilo del mundo árabe, relegando a estrellas de Hollywood de la talla de Nicole Kidman.


El futuro del gusto árabe por las ropas occidentales es más una cuestión de política y religión que de dinero. Ya ahora, según informan algunos modistas, se discierne un nuevo conservadurismo. El fundamentalismo islámico influye en el gusto por vestidos más recatados, menos cargados de adorno. Las propias primeras damas en cada una de sus apariciones en público acaparan todas las miradas por su porte y su buen gusto en el vestir. Les vuelve locas el lujo occidental y suelen combinar sus exquisitas prendas tradicionales con los diseños más vanguardistas de los diseñadores internacionales. Por lo general, no suelen acudir a los desfiles, sino que reciben en sus residencias al equipo de estilistas de las grandes firmas. Apuestan por el pret-a-pôrter de lujo como Fendi, Prada o Gucci para sus modelos de día y Elie Saab, Ungaro, Dior, Chanel, Yves Saint Laurent, Balmain o Versace para sus trajes de noche. Suelen completar su atuendo con zapatos y bolsos de primeras firmas como Manolo Blahnik o Prada. Otra de sus grandes pasiones son las joyas, pero huyen de la ostentación, saben que su labor social y humana es muy importante y no arriesgan su imagen haciendo alarde de un lujo ostentoso ni vulgar.

Ameerah y Al-Waleed de Arabia Saudita en la boda de los Duques de Cambridge


* con fragmentos extraídos de The Fashion Conspiracy, de Nicholas Coleridge

domingo, 12 de febrero de 2012

Romance: la realeza saudita y la Costa del Sol

Una vez por año, los miembros de la realeza árabe se dan el gusto de escapar de las siempre densas arenas del desierto y entregarse a los placeres del verano español. La llegada de los miembros de la dinastía reinante de Arabia Saudita, los Saud, revoluciona los principales atractivos turísticos del Mediterráneo. Lugares como Marbella, Palma de Mallorca y las Islas Canarias se friegan las manos cada vez que los enormes Airbus de la familia real de Arabia Saudita recalan en sus aeropuertos. La llegada de estos exóticos visitantes supone miles de millones para comercios de moda, joyerías, hoteles, restaurantes, clubes nocturnos y spas. La ciudad de Marbella -uno de los principales atractivos turísticos de España- se da el lujo de ser la ciudad que mayor número de famosos reúne por metro cuadrado cada verano.






La boda en 2011 de la princesa Sarah bin Fahd Bin Salman, nieta del príncipe Salman bin Abdul Aziz (hermano del Rey Abdullah), con el príncipe Talal bin Abdulaziz bin Bandar movilizó a lo más encumbrado de los dinastas sauditas en la residencia veraniega que los monarcas poseen en Marbella e inicialmente reuniría a 1.500 invitados, entre ellos 400 princesas. La mayoría reservó cientos de habitaciones en los hoteles más lujosos de la localidad -como Villa Padierna, Puente Romano, Marbella Club-, o alquiló impresionantes residencias privadas, por las que llegaron a pagar hasta 200.000 euros al mes. Al final, la fiesta en el imponente palacio El Rocío, réplica de la Casa Blanca que domina una loma en las cercanías de Puerto Banús, se desinfló por el fallecimiento de un familiar y la prevista avalancha de invitados se contuvo en un selecto listado de íntimos: 300 personas que disfrutaron de una velada al más puro estilo de las 'Mil y una noches', cuadro flamenco incluido.

La nieta del príncipe Salman había llegado a fines de junio con un importante séquito para celebrar su despedida de soltera en el palacio de Al-Nahda, la primera de una serie de celebraciones que duró 10 días y a las que solo asistieron mujeres. Para la decoración del impresionante banquete gastaron los organizadores más de 50.000 euros en jardinería, decoración, alta gastronomía y pastelería árabe. Era tal vez una de las primeras fiestas de la tradición de “Las Mil y una Noches” que tomaban cuerpo en pleno siglo XXI. Y, aunque es cierto que la verdadera dimensión del evento quedó reducida a la intimidad tras las murallas del palacio, todo el mundo especulaba sobre el lujo del interior. Aunque el cuerpo especializado de la Policía Nacional duplicó su dispositivo para asegurar la protección de las princesas árabes, blindando el acceso a “Al-Riyad”, el palacio del Príncipe Salman que colinda con el del desparecido Rey Fahd.



Con esta puesta en escena, muchos recordaron la época dorada de Marbella, cuando llegaba el rey Fahd y marcaba el comienzo del verano. Su “sobrina-nieta” relanzaba la tradición con esta fiesta, recordando tiempos de bonanza económica en una localidad castigada en los últimos años por el urbanismo desaforado y la corrupción política.

Cuatro décadas de romance

La guerra del Líbano puso a Marbella en el mapa turístico árabe. En el año 1973, sobrevolando la zona en el DC-9 de Adnan Kashoggi -empresario y vendedor de armas-, el Príncipe Fahd, entonces Ministro del Interior , descubrió el lugar perfecto para las vacaciones de la familia real. A sólo diez kilómetros de Marruecos, a través del Mediterráneo, en el extremo sur de España, la localidad de Marbella no es exactamente un territorio extranjero. A lo largo de los siglos, ha atraído a los invasores, desde los fenicios a los visigodos, pasando por los romanos, los griegos y, hasta finales del siglo XV, los árabes. La parte antigua de la población está rodeada aún por una muralla árabe, una reliquia de la ocupación de España por los moros desde el siglo VIII hasta su conquista final por los Reyes Católicos. Poco después de enviar a Cristóbal Colón en busca de una nueva ruta hacia las Indias, la reina Isabel visitó aquel enclave de la Costa del Sol y en la historia quedó constancia de cuánto le gustó aquel mar.



Protegida de los vientos invernales por los 2.000 metros de altura de Sierra Blanca, Marbella tiene un clima subtropical y un escenario espectacular. Con formas que recuerdan la costa sur de California, las montañas, a veces perdidas entre una neblina color púrpura, se levantan directamente sobre las blancas playas, bañadas por olas de color plata, turquesa y azul intenso, que llegan desde el norte de Africa. Atraídos tanto por su situación aislada como por el glamoroso y moderno Marbella Club –o por Regine’s, la discoteca del hotel Puente Romano-, los miembros de la aristocracia y de la realeza hicieron de Marbella su paraíso.

Huyendo del conflicto armado y de las altas temperaturas del Golfo Pérsico, el príncipe Fahd decidió pasar sus vacaciones en la Costa del Sol. Reservó tres plantas enteras del hotel Incosol y el flechazo con la ciudad fue inmediato. Desde el cielo estrellado hasta el perfume de los jazmines y buganvillas y las aguas azules le conquistaron y se hizo un huésped fijo de Marbella. En 1981, convertido ya en Príncipe Heredero, se construyó un reluciente palacio de mármol blanco asomado al Mediterráneo y acunado por palmeras y buganvillas (más lejos, en el camino a la antigua villa de Ronda, Kashoggi se había comprado una amplia villa con 2.000 hectáreas de terreno).





La residencia principal es una impresionante réplica de la Casa Blanca norteamericana, aunque el palacio es sólo una parte de un vasto complejo conocido como el Al-Nahda, que cubre una extensión de 80.000 hectáreas. El complejo incluye una clínica privada, una mezquita, un centro deportivo y varios palacios y casonas rodeadas de jardines espectaculares. Es imposible asignar un valor a la propiedad, pero muchos dirían que costaría millones sólo por la extensión de tierra. Ya rey, Fahd se involucró tanto en la ciudad, que incluso construyó viviendas sociales y donó un millón de dólares al hospital Costa del Sol.

Las autoridades marbellíes estiman que durante un año el rey Fahd (fallecido en 2005) generaba ingresos por unos 90 millones de euros para la ciudad. Su séquito de 3.000 personas no escatimaba en lujosos caprichos como moverse en un centenar de Mercedes último modelo o gastar más de 6 millones de euros diarios en las exclusivas tiendas de los apenas 800 metros que conforman la calle principal de Puerto Banús, donde se aglutinan las mismas firmas que en los siete kilómetros de la Quinta Avenida neoyorquina. A todo ello hay que añadir la cantidad enorme de puestos de trabajo que se crean para atender todas las necesidades del palacio marbellí, una imitación de la Casa Blanca. La última visita del rey Fahd -en 2002- demandó una serie de reformas edilicias que costaron 108 millones de euros y en las que trabajaron un millar de obreros de 16 nacionalidades. Con sus desmedidos palacios, sus Boeings y sus yates con la envergadura de transatlánticos, no es de extrañar que el difunto rey se tomara vacaciones tan extraordinarias. Llegaba en su jet privado con una comitiva de 400 personas (familiares, secretarios, sirvientes, mayordomos, cocineros), 200 toneladas de valijas y baúles y 17 limusinas. La ciudad a orillas del Mediterráneo se revolucionaba cuando se rumoreaba que “el Rey Midas” iba a llegar.



Nuevas generaciones
Desde entonces el intenso trasiego de royals provenientes de Arabia Saudita, Qatar, Kuwait y Abu Dhabi no ha cesado. Muchos séquitos no pasan desapercibidos en la zona de la Milla de Oro o en el centro comercial La Cañada. Su gerente, Javier Moreno, recuerda perfectamente cómo en más de una ocasión se ha cerrado a pleno día alguna tienda para que sus compras fuesen lo más relajadas posibles. «No son un mito esos cierres, pero hace bastante años que ya no se producen. Aun así, los árabes siguen comprando y gastando bastante más que otros turistas». Sin duda alguna, los grandes beneficiados son los establecimientos de lujo de Puerto Banús. Joyeros como Gómez y Molina, uno de los proveedores más veteranos de la realeza saudí, lucen las mejores piezas de su firma para cautivar a su real clientela. «Llevamos más de treinta años de relación», dijo. Sobre sus gustos, poco que objetar. «Son gente conocedora de la moda y de las últimas tendencias, no se les puede encasillar en un producto concreto».

El estereotipo de petrodólares derrochadores ha pasado a mejor vida en la Costa del Sol. «Ya no van tirando el dinero, aunque siguen encabezando el ranking de los que más gastan, con permiso de los rusos», desvela Santiago Domínguez, decano de los restaurateurs de Marbella. Todas las noches hay preparadas cuatro o cinco mesas para árabes que se dejan entre 50 y 200 euros por persona «y piden justo lo que necesitan; nada de excesos». Las propinas también han bajado considerablemente.



«Las nuevas generaciones son distintas. Son muy comedidas en sus compras, no derrochan, buscan calidad y saben perfectamente cuáles son los precios», comenta el empresario Miguel Gómez, al frente de la joyería Gómez y Molina. En su céntrico establecimiento una de las últimas en echarle un vistazo a sus lujosas vitrinas fuese precisamente la nieta recién casada del príncipe Salman, quien invirtió 6.000 euros en un conjunto de perlas para regalar a su niñera. Pese a que la elección le llevó su tiempo, el resto de clientes no reparó en su presencia, aunque justo ese día buena parte de la ciudad hablaba de ella... y de su fiesta. Y es que cada vez se están occidentalizando más en sus costumbres y vestuario. Incluida la realeza, cuyos miembros más jóvenes estudian en las mejores universidades europeas y americanas. La princesa Sarah se fue de compras acompañada solo por una amiga, nada de séquito real, con su melena al viento y un vestido blanco estilo ibicenco de falda larga y mangas cortas para no enseñar ni hombros ni piernas. No dejó de mirar su Blackberry, como cualquier otra joven de poco más de 20 años.

La mayoría de las casas árabes más importantes cuentan con suministradores privilegiados en Marbella, aunque su discreción hace que se sepa poco de sus nombres, cargos y fortunas. Las floristerías y servicios de catering apenas cuentan que a los les encanta decorar sus casas con flores naturales y que se pueden dejar hasta 3.000 euros a la semana con especial predilección por los tonos violetas. Sin olvidar su pasión por los pasteles de cualquier sabor de los que encargan varios kilos a diario.



La última celebridad árabe en hacerse fan de los veraneos de la Milla de Oro ha sido Abdullah Al-Thani, más conocido popularmente como 'el jeque dueño del Málaga'. Miembro destacado de la familia real de Qatar, disfruta de su correspondiente gigantesca villa e impulsa el proyecto de ampliación del Puerto de la Bajadilla, una versión aun más lujosa de Puerto Banús, donde podrán amarrar yates de hasta 125 metros de eslora. La isla de Palma de Mallorca fue también “Meca” de obligada visita para los reyes y príncipes sauditas. Cuando el rey Saud se instaló en su hotel Son Vida, en 1965, regaló 100.000 pesetas a cada jugador del equipo de fútbol mallorquino, en reconocimiento de su deportividad. Su hermano, el rey Faisal (asesinado por un sobrino en 1975) llegó a Palma en 1967 y ocupó, con su séquito, la cifra récord de 26 habitaciones en el mismo hotel. El actual rey, Abdullah prefiere descansar en su residencia a orillas del Mar Rojo, en Arabia, dedicado a la vida campestre y al adiestramiento de halcones.

domingo, 5 de febrero de 2012

La Casa de Saud

La Casa de Saud (en árabe: آل سعود Āl Suʻūd), también llamada Al Saud, es la familia real gobernante de Arabia Saudita y una de las dinastías más ricas y poderosas del mundo. Se compone de los descendientes de Muhammad ibn Saud y sus hermanos, aunque la facción gobernante de la familia está principalmente dirigida por los descendientes de Abdulaziz ibn Abdul Rahman Al-Saud. La familia defiende la facción salafista del Islam y la unificación de Arabia.


El Estandarte Real del monarca saudita


El miembro más influyente de la familia es el Rey de Arabia Saudita. La línea de sucesión al trono saudita no es padre-hijo, sino hermano-hermano entre los hijos de Rey Abdul-Aziz. Se estima que la familia estará integrada por 15.000 miembros y la mayoría del poder y la riqueza reside entre los aproximadamente 2.000 descendientes del Rey Abdul-Aziz.

La Casa de Saud ha pasado a través de tres fases: el Primer Estado Saudita, el Segundo Estado Saudita y la moderna nación de Arabia Saudita. El Primer Estado Saudita marcó la expansión del Islam Salafista; el Segundo Estado Saudita fue marcado por continuas luchas internas; el Reino de Arabia Saudita ejerce considerable influencia en el Medio Oriente. La dinastía ha tenido confictos con el Imperio Otomano, el Jerife de la Meca y la familia Al Rashid de Ha’il.


Título


Casa de Saud es una traducción de Al Saud. Este último es un nombre árabe dinástico formado por la adición de la palabra Al, que significa "familia de" o "Casa de", al nombre personal de un antepasado. En el caso de Al Saud, este es el padre del fundador de la dinastía del siglo XVIII, Muhammad ibn Saud (Muhammad, hijo de Saud).



Hoy, el apellido "Al Saud" es llevado por todos los descendientes de Muhammad ibn Saud y sus tres hermanos Farhan, Thunayyan y Mishari. Otras ramas de la familia Al Saud se llaman ramas menores. Los miembros de las ramas menores ocupan altos e influyentes cargos en el gobierno a pesar de que no están en la línea de sucesión al trono saudita. Muchos miembros menores se casan entre los Al Saud para restablecer su linaje y siguen teniendo influencia en el gobierno.


Hijos y nietos del Rey Abdul-Aziz son referidos con el tratamiento de "Su Alteza Real" (SAR), a diferencia de los miembros de la realeza que pertenecen a las ramas menores que son llamados "Su Alteza" (SA).


Historia


El antepasado más antiguo registrado de los Al Saud fue Mani' ibn Rabiah Al-Muraydi. Se instaló en Diriyah en 1446 o 1447 con su clan, los Mrudah. Mani fue invitado por un pariente llamado Ibn Dir, quien era el gobernante de un conjunto de pueblos y fincas que componen hoy el moderno Riad. Del clan de Mani había estado en una estancia en el este de Arabia, cerca de al-Qatif , desde un punto desconocido en el tiempo. Ibn Dir entregó a Mani dos fincas llamadas al-Mulaybeed y Ghusayba. Mani y su familia se establecieron y renombraron la región "al-Diriyah", después de su benefactor Ibn Dir.



Mujer árabe en el fuerte Masmak, Riad



Los Mrudah se convirtieron en gobernantes de al-Diriyah, que prosperaron a lo largo de las orillas del Wadi Hanifa y se convirtió en un importante asentamiento Najdi. Ya que el clan se hizo más grande, se produjeron luchas de poder, con una rama dejando la cercana Dhruma, mientras que otra rama (los "Al Watban") marchó a la ciudad de az-Zubayr en el sur de Irak. Los Al Migrin se convirtieron en la familia gobernante entre los Mrudah en Diriyah.


Después de algunas dificultades a inicios del siglo XVIII, Muhammad ibn Saud, de los Al Migrin, se convirtió en el indiscutible Amir. En 1744, Muhammad tomó un clérigo religioso fugitivo llamado Muhammad Ibn Abdul-Wahhab desde la cercana al-Uyayna. Muhammad ibn Saud acordó proporcionar el apoyo político al proyecto de Ibn Abdul-Wahhab para reformar la práctica islámica práctica. Esto marcó el comienzo del Primer Estado Saudita.


Primer Estado Saudita


El Primer Estado Saudita fue fundado en 1744. Este período se caracterizó por la conquista de las zonas vecinas y por el celo religioso. En su apogeo, el primer estado saudita incluía la mayor parte del territorio de la actual Arabia Saudita y los ataques de los aliados de Al Saud y sus seguidores llegaron a Yemen, Omán, Siria e Irak. Los eruditos islámicos, en particular Muhammad ibn Abdul-Wahhab y sus descendientes, se cree que jugaron un papel importante en el gobierno saudita durante este período. Los sauditas y sus aliados se llamaban a sí mismos durante este período como Muwahhidun o Ahl al-Tawhid (los "monoteístas"), por lo que más tarde se les conoció como Wahabíes.


Un wahabí con un árabe azami (1848)



El liderazgo de los Al Saud durante el tiempo de su primer estado pasó de padres a hijos sin ningún incidente. El primer imán, Muhammad ibn Saud, fue sucedido por su hijo mayor Abdul-Aziz en 1765. Éste fue asesinado en 1803 por un asesino, que algunos creen que han sido un chiíta buscando venganza sobre el saqueo de la ciudad santa chiíta de Karbala por los leales sauditas en 1802. Abdul-Aziz a su vez fue sucedido por su hijo, Saud, bajo cuyo gobierno el estado saudita alcanzó su mayor extensión. Saud murió en 1814, su hijo y sucesor Abdullah tuvo que lidiar con una invasión turco-egipcia buscando retomar el perdido territorio otomano y destruir el llamado a regresar al puro Islam. La fuerza principalmente egipcia logró derrotar a las fuerzas de Abdullah, tomando la capital saudita de Diriyyah en 1818. Abdullah fue tomado prisionero y pronto decapitado por los otomanos en Constantinopla, poniendo fin al Primer Estado Saudita. Los egipcios enviaron a muchos miembros del clan Al Saud y otros miembros de la nobleza local como prisioneros a Egipto y Constantinopla y procedieron a arrasar la capital saudita de Diriyyah.


Segundo Estado saudita


Pocos años después de la caída de Diriyyah en 1818, los sauditas fueron capaces de restablecer su autoridad en Najd, estableciendo lo que hoy es conocido como el Segundo Estado Saudita, con su capital en Riad.


En comparación con el Primer Estado Saudita, el segundo período saudita se caracterizó por la menor expansión territorial (nunca reconquistaron el Hijaz o ‘Asir, por ejemplo) y menos celo religioso, aunque los líderes saudias continuaban yendo por el título de imam y aún empleaban eruditos religiosos salafistas. El segundo estado también estuvo marcado por graves conflictos internos dentro de la familia Saud, que finalmente llevaron a la caída de la dinastía. En todas menos una instancia de sucesión se produjeron por asesinato o guerra civil, con la excepción del pasaje de autoridad de Faisal Ibn Turki a su hijo Abdullah ibn Faisal Ibn Turki.




El palacio Saad ibn Saud en Diriyah



El primer saudita que intentó recuperar el poder tras la caída de Dir'iyyah en 1818 fue Mishari ibn Saud, hermano del último gobernante en Dir'iyyah. Mishari pronto fue capturado por los egipcios y muerto. En 1824, Turki Ibn Abdallah , otro saudita que había logrado evitar su captura por los egipcios, fue capaz de expulsar a las fuerzas egipcias y sus aliados locales de Riad y sus alrededores. Turki, un nieto del primer imán saudí Muhammad ibn Saud, es generalmente considerado como el fundador de la segunda dinastía saudita y es también el antepasado de los reyes de la actual Arabia Saudí. Él hizo a Riad su capital y fue capaz de contratar los servicios de muchos familiares que habían escapado de su cautiverio en Egipto, incluyendo a su hijo Faisal.


Turki fue asesinado en 1834 por Mishari ibn Abdul-Rahman, un primo lejano. Mishari fue sitiado pronto en Riad y posteriormente asesinado por el hijo de Turki, Faisal, quien se convirtió en el gobernante más destacado del segundo reinado de los sauditas. Faisal, sin embargo, se enfrentó a una nueva invasión de Najd por los egipcios, cuatro años después. La población local no estaba dispuesta a resistir, y Faisal fue derrotado y llevado a Egipto como prisionero por segunda vez en 1838.


Los egipcios instalaron a Khalid Ibn Saud en Riad como gobernante y lo apoyaron con tropas egipcias. Khalid era el último hermano sobreviviente del último imán del Primer Estado Saudita y había pasado muchos años en la corte egipcia. En 1840, sin embargo, los conflictos externos obligaron a los egipcios a retirar su presencia en la Península Arábiga, dejando a Khalid con poco apoyo. Visto por la mayoría de los locales como nada más que un gobernador egipcio, Khalid fue derrocado poco después por Abdullah ibn Thuniyyan, de la rama colateral Al Thuniyyan. Faisal, sin embargo, había sido puesto en libertad ese mismo año, y, ayudado por los gobernantes Al Rashid de Ha’il, fue capaz de retomar Riad y volver a su gobierno. Faisal más tarde designó a su hijo Abdullah como Príncipe Heredero y se repartieron sus dominios entre sus tres hijos Abdullah, Saud y Muhammad.



Abdul-Rahman bin Faisal, último gobernante del Segundo Estado Saudita



Tras la muerte de Faisal en 1865, Abdullah asumió el gobierno en Riyad, que pronto fue desafiado por su hermano, Saud ibn Faisal. Los dos hermanos se enfrentaron en una larga guerra civil, en el que se negoció el gobierno de Riad en varias ocasiones. Anteriormente, un vasallo de los sauditas, Muhammad ibn Abdullah ibn Rashid de Ha’il aprovechó la oportunidad para intervenir en el conflicto y aumentar su propio poder. Poco a poco, Ibn Rashid extendió su autoridad sobre la mayor parte de Najd, incluida la capital saudí, Riad. Ibn Rashid finalmente expulsó al último líder saudí, Abdul-Rahman bin Faisal, de Najd después de la Batalla de Mulayda en 1891.



Reino de Arabia Saudita


Después de su derrota en Mulayda, Abdul-Rahman ibn Faisal fue con su familia al exilio en el desierto del este de Arabia entre los beduinos Al Murra. Poco después, sin embargo, Abdul-Rahman se refugió en Kuwait como invitado del emir kuwaití, Mubarak Al Sabah. En 1902, el hijo de Abdul-Rahman, Abdul-Aziz, se dio a la tarea de restaurar el gobierno de Arabia Saudita en Riad. Apoyado por una docena de seguidores y acompañado por algunos de sus hermanos y familiares, Abdul-Aziz fue capaz de capturar el fuerte Masmak de Riad y matar al gobernador designado allí por Ibn Rashid. Luego fue proclamado inmediatamente gobernante de Riad. Como el nuevo líder de la Casa de Saud, Abdul-Aziz fue conocido a partir de ese momento simplemente como "Ibn Saud".


Ibn Saud pasó los siguientes tres décadas tratando de restablecer el imperio de su familia sobre la mayor parte de la Península Arábiga como fuera posible, empezando por su país natal, Najd. Sus principales rivales eran el clan Al Rashid en Ha’il, el Jerife de La Meca en el Hijaz y los turcos otomanos en al-Hasa. Ibn Saud también tuvo que lidiar, sin embargo, con los descendientes de su difunto tío Saud ibn Faisal (más tarde conocido como la rama "Saud al-Kabir" de la familia), quienes se consideraban herederos legítimos al trono. Aunque durante un tiempo reconocía la soberanía de los sultanes otomanos, e incluso tomando el título de pachá, Ibn Saud se alió con los británicos, en oposición a los otomanos respaldado por Al Rashid. Para el período comprendido entre 1915 y 1927, los dominios de Ibn Saud eran un protectorado de la Imperio Británico, de conformidad con el Tratado de Darin de 1915.


El Rey Ibn Saud con sus nietos en 1935



En 1932, Ibn Saud se había deshecho de todos sus rivales y consolidado su dominio sobre gran parte de la Península Arábiga. Se declaró a sí mismo rey de Arabia Saudita ese año. Previamente, había pasado por varios títulos, empezando por "Sultán de Najd" y terminando con "Rey de Hijaz y Najd y sus dependencias". El padre de Ibn Saud, Abdul Rahman, retuvo el título honorario de "imán". Unos años más tarde, en 1937, los inspectores estadounidenses descubrieron cerca de Dammam lo que más tarde resultó ser las más vastas reservas de petróleo de Arabia Saudita. Antes del descubrimiento del petróleo, muchos miembros de la familia eran indigentes.


Ibn Saud fue padre de decenas de hijos e hijas con sus muchas esposas. Había tenido, a lo sumo, cuatro esposas al mismo tiempo. Se divorció y se casó varias veces. Se aseguró de casarse en muchos de los clanes y tribus nobles dentro de su territorio, incluidos los jefes de los Bani Khalid, Ajman y Shammar, así como los Al ash-Sheikh (descendientes de Muhammad ibn Abd al-Wahhab). También dispuso de sus hijos y parientes para celebrar matrimonios similares. Nombró a su hijo mayor sobreviviente, Saud, como heredero forzoso, para ser sucedido por el hijo mayor siguiente, Faisal. La familia saudita llegó a ser conocida como la "familia real", y cada miembro, masculino y femenino, se le concedió el título de emir o emira ("príncipe" o "princesa"), respectivamente.


El Rey Ibn Saud con el Presidente Franklin D. Roosevelt a bordo del USS Quincy en Egitpo (1945)



Ibn Saud murió en 1953, después de haber consolidado una alianza con los Estados Unidos en 1945. Todavía es celebrado oficialmente como el "fundador" y sólo sus descendientes directos pueden tener en el título de "Su Alteza Real". La fecha de su reconquista de Riad en 1902 fue elegida para marcar el centenario de Arabia Saudita en 1999 (de acuerdo con el calendario lunar islámico).


Tras la muerte de Ibn Saud, su hijo Saud asumió el trono sin incidentes, pero su derroche de dinero llevó a una lucha de poder entre él y el nuevo príncipe heredero, Faisal. En 1964, la familia real forzó a Saud a abdicar en favor de Faisal, ayudado por un edicto del gran muftí del país. Durante este período, algunos de los hijos menores de Ibn Saud, dirigidos por Talal ibn Abdul Aziz desertó a Egipto, haciéndose llamar los "Príncipes Libres" y llamando a la liberalización y la reforma, pero más tarde fueron inducidos a regresar por Faisal. Estaban totalmente perdonados, pero se les prohibió también ocupar cualquier posición futura en el gobierno.


Faisal fue asesinado en 1975 por un sobrino mentalmente inestable, Faisal ibn Musaid, que entonces fue rápidamente ejecutado. Otro hermano, Khalid, asumió el trono. El príncipe siguiente en la línea había sido Muhammad, pero éste había renunciado a su derecho al trono en favor de Khalid, que era su único hermano de sangre.


Primer pasaporte del Rey Faisal (1926)


Khalid murió de un ataque al corazón en 1982, y fue sucedido por Fahd, el mayor de los poderosos "Siete Sudairi", así llamados porque eran todos hijos de la esposa de Ibn Saud, Hassa al-Sudairi. Fahd acabó con el anterior título real de "Su Majestad" y lo reemplazó con el título honorífico "Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas", en referencia a los dos lugares santos islámicos de La Meca y Medina.


Un derrame cerebral en 1995 dejó Fahd en gran medida incapacitado y el príncipe heredero, Abdullah poco a poco se hizo cargo de la mayor parte de las responsabilidades del rey hasta la muerte de Fahd en agosto de 2005. Abdullah fue proclamado rey el día de la muerte de Fahd y rápidamente nombró a su hermano menor, Sultan bin Abdul-Aziz, ministro de Defensa y al "Segundo Viceprimer Ministro" de Fahd como el nuevo heredero aparente. Sultan falleció en octubre de 2011. El 27 de marzo 2009 Abdullah nombró al Ministro del Interior Príncipe Naif como su "segundo viceprimer ministro".


El poder político


El Jefe de la Casa de Saud es el Rey de Arabia Saudita, quien se desempeña como Jefe de Estado y monarca del Reino de Arabia Saudita. El Rey tiene poder político casi absoluto: nombra a los ministros de su gabinete que supervisan sus respectivos ministerios en nombre del rey. Los ministerios de Defensa, Interior y Relaciones Exteriores se reservan para los Al Saud, al igual que la mayoría de las trece gobernaciones regionales. La mayoría de las carteras, sin embargo, como Hacienda, Trabajo, Información, Planificación, Asuntos del Petróleo e Industria, tradicionalmente han sido dadas a plebeyos, a menudo con jóvenes miembros de los Al-Saud sirviendo como sus representantes. Los miembros de la familia Saud también tienen muchos de los puestos críticos militares y gubernamentales del Reino. El máximo poder en el Reino siempre ha descansado sobre los Al Saud, aunque el apoyo de los Ulema, la comunidad comercial y la población en general ha sido clave para el mantenimiento del status quo político de la familia real.


El Rey Abdullah con sus hermanos Nayif y Salman bailando en Janadiriyyah (2010).


A largo plazo, los nombramientos políticos y gubernamentales, tales como los del Rey Abdullah, quien ha sido comandante de la Guardia Nacional desde 1963, del Príncipe Sultan, Ministro de Defensa y Aviación desde 1962, del príncipe Mutaib, Ministro de Asuntos Municipales y Rurales desde 1975 hasta su dimisión en 2009, del príncipe Nayef , que ha sido el ministro del Interior desde 1975, y el príncipe Salman, que ha sido Gobernador de la Región de Riad desde 1962, han perpetuado la creación de feudos donde los príncipes de alto nivel han entremezclado –en su mayoría, no exclusivamente- su patrimonio personal con el de sus respectivos dominios. A menudo han nombrado a sus propios hijos para puestos de responsabilidad dentro de su propio feudo.


Ejemplos de estos incluyen el príncipe Mutaib bin Abdullah como Comandante Adjunto de la Guardia Nacional; el Príncipe Khalid bin Sultan como Viceministro de Defensa; el príncipe Mansour ibn Mutaib como Viceministro de Asuntos Municipales y Rurales hasta que reemplazó a su padre en 2009 y el Príncipe Mohammed ibn Nayef como Ministro Adjunto del Ministerio del Interior. En estos casos, cuando las carteras cuentan con un presupuesto especialmente importante, los nombramientos de los hermanos más jóvenes han sido necesarios, como diputados o viceministros, con el pretexto de compartir la riqueza y la carga de responsabilidad de cada feudo. Ejemplos de estos incluyen el Príncipe Abdul Rahman, que es el Vice Ministro de Defensa y Aviación bajo el Príncipe Sultán; el Príncipe Badr, Adjunto al rey Abdullah en la Guardia Nacional; el Príncipe Sattam, que está adjunto al gobernador de Riad, Príncipe Salman y el Príncipe Ahmed, que tiene la cartera de Ministro Adjunto en el Ministerio del Interior del Príncipe Nayef.



El Rey Abdullah arribando al aeropuerto de Heathrow con parte de su extensa comitiva en su primera visita de Estado al Reino Unido (2007).


A diferencia de las familias reales de Occidente, la monarquía saudita no ha tenido claramente definido el orden de sucesión. Históricamente, al convertirse en rey, el monarca ha designado un heredero al trono, que sirve como el Príncipe Heredero del Reino. Tras la muerte del rey el príncipe heredero se convierte en Rey, y durante la incapacidad del Rey el Príncipe Heredero, del mismo modo, asume el poder como Regente. Aunque otros miembros de la familia Al Saud ocupan cargos políticos en el gobierno de Arabia Saudita, técnicamente sólo el Rey y el Príncipe Heredero constituyen jurídicamente las instituciones políticas.


La riqueza


La distribución de la riqueza de la familia ha sido un componente crítico para mantener la apariencia de un frente unido dentro de la familia real. Una parte esencial de la riqueza de la familia es el Reino en su totalidad física, que los Al Saud ven como un bien de familia totalmente de su propiedad. Ya sea a través de la co-mezcla de fondos personales y estatales desde posiciones de gobierno lucrativas, grandes asignaciones de tierra, asignaciones directas de crudo para vender en el mercado abierto, controles de segmentos de la economía, preferencias especiales para la adjudicación de importantes contratos, distribución de efectivo total y subsidios astronómicos mensuales –todo facturado a la Hacienda nacional- en total, el impacto financiero puede haber superado el 40% del presupuesto anual del Reino durante el reinado del rey Fahd. Durante décadas de los ingresos petroleros generados por la expansión, una estimación del valor real neto es de más de $ 1.2 billones. Este método de distribución de la riqueza ha permitido que muchos de los príncipes y princesas mayores acumulen riquezas en gran medida incontrolables y, a su vez, pagan, en efectivo o en especie, a miembros de la realeza menor y plebeyos y con ello ganan influencia política a través de su propia generosidad.



El superyate “Príncipe Abdulaziz”, de 147 metros de eslora, propiedad del Rey Fahd y hoy del Rey Abdullah.


Durante períodos de altos precios del petróleo al igual que a finales de los ‘70, la década de 1980, y otra vez, inmediatamente después de la invasión de EE.UU. a Irak en 2003, el ingreso nacional ha superado las necesidades de desarrollo y las obligaciones sociales del gobierno de Arabia Saudita. De acuerdo con informes bien publicitados, pero sin fundamento, el rey Abdullah tiene intenciones de reducir la participación de los Al Saud del presupuesto, un acto que puede sembrar el descontento dentro de la familia real, pero sería popular entre los ciudadanos del Reino.


La oposición a la Casa de Saud


Debido a su régimen autoritario y teocrático, la Casa de Saud ha atraído muchas críticas durante su gobierno de Arabia Saudita. Sus opositores se refieren generalmente a la monarquía saudí como totalitaria o dictadura.


Ha habido numerosos incidentes de manifestaciones y otras formas de resistencia contra la Casa de Saud. Estos van desde el levantamiento Ikhwan durante el reinado de Ibn Saud, a numerosos intentos de golpe de las diferentes ramas de la milicia del reino. El 20 de noviembre de 1979, el Santo Santuario de La Meca fue apoderado violentamente por un grupo de disidentes. El decomiso se llevó a cabo por 500 fuertemente armados y provistos disidentes saudíes, en su mayoría de los miembros de la antigua tribu Ikhwan de Utayba, pero también de otros árabes peninsulares y unos pocos egipcios inscritos en estudios islámicos en la Universidad Islámica de Medina.


Los Ikhwan en movimiento, durante una campaña en el desierto (1911)



El ataque fue dirigido por Juhayman al-Otaibi y Abdallah Muhammad ibn 'Abd al-Qahtani, que citaron la corrupción y la ostentación de la casa gobernante de Saud. Utaybi y su grupo hablaron en contra de los cambios socio-tecnológicos que están teniendo lugar en Arabia Saudita y exigieron que el petróleo no debe ser vendido a los Estados Unidos.


Utaybi recibió poco apoyo de las masas fuera de pequeños círculos de obreros y estudiantes de origen tribal, y los trabajadores extranjeros (de Egipto, Yemen y Pakistán). La familia real se volvió hacia el Ulema, que debidamente emitió una fatwa permitiendo la toma del santuario sagrado. Las fuerzas saudíes, con ayuda de unidades de operaciones especiales francesas y pakistaníes, tomaron dos semanas para eliminar a los rebeldes del santuario santo; el uso de los comandos franceses fue sorprendente, ya que, oficialmente, los no musulmanes no pueden entrar en la ciudad de La Meca. Todos los varones supervivientes del Grupo Utaybi (incluyendo Juhaiman ibn Muhammad ibn Saif al Utaybi ) fueron decapitados públicamente en cuatro ciudades de Arabia Saudita.


Jefes de la Casa de Saud


Primer estado saudita


§ Muhammad ibn Saud (muerto en 1765)
§ Abdul-Aziz ibn Muhammad ibn Saud
§ Saud ibn Abdul-Aziz ibn Muhammad Al-Saud
§ Abdallah Ibn Saud


Segundo estado saudita


§ Turki ibn Abdallah
§ Faisal Ibn Turki Al Saud (primer período)
§ Khalid Ibn Saud (nombrado por los egipcios)
§ Abdullah ibn Thunayyan
§ Faisal Ibn Turki (segundo período)
§ Saud ibn Faisal Ibn Turki
§ Abdullah ibn Faisal
§ Abdul-Rahman bin Faisal


Reino de Arabia Saudita


§ Abdul-Aziz ibn Abdul-Rahman Al-Saud
§ Saud ibn Abdul-Aziz
§ Faisal ibn Abdul-Aziz
§ Khalid Ibn Abdul-Aziz
§ Fahd Ibn Abdul-Aziz
§ Abdullah Ibn Abdul-Aziz


El Príncipe Nayef ibn Abdul-Aziz, Ministro del Interior y medio hermano del Rey Abdullah, es el Príncipe Heredero de Arabia Saudita.

jueves, 2 de febrero de 2012

Las arenas de Arabia Saudita

El Reino de Arabia Saudita (en árabe, Al-Mamlaka al-`Arabiyya as-Sa`ūdiyya), Arabia Saudí o simplemente Arabia Saudita, es un país de la Península Arábiga que limita con Irak, Jordania, Kuwait, Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Yemen. Su origen etimológico esta compuesto por la Casa de Saud (la más poderosa tras la unificación de 1932) y la palabra arabia que hace referencia a noble en la lengua semítica. Liechtenstein y Arabia Saudita son los dos únicos países en el mundo cuyo nombre está asociado con el de la familia regente.


El Escudo de Arabia Saudita, adoptado en 1950. Las dos espadas representan a los reinos de Hiyaz y Nejd unidos en 1926 bajo Ibn Saud.

Antes de la Era Común, aparte de un pequeño número de asentamientos urbanos comerciales, como La Meca y Medina, ubicadas en Hiyaz, al oeste de la Península Arábiga, la mayoría de lo que actualmente es Arabia Saudita estaba habitada por sociedades tribales nómadas o cubierta de desiertos inhabitables. El profeta del Islam, Mahoma, nació en La Meca cerca del año 571. A inicios del siglo VII, Mahoma unió a las distintas tribus de la península y creó un único sistema de gobierno religioso islámico. Tras su muerte en 632, sus seguidores rápidamente expandieron el territorio bajo el mandato musulmán más allá de Arabia, conquistando una vastedad de territorios (desde la Península Ibérica hasta la India) en cuestión de décadas. Así, Arabia pronto se convirtió en una región periférica del mundo islámico a medida que el foco se centró en las tierras conquistadas más desarrolladas.

Desde el siglo X hasta inicios del siglo XX, La Meca y Medina estuvieron bajo el control de un regente árabe local conocido como el Jerife de La Meca, pero la mayor parte de esos tiempos el Jerife debía obediencia al gobernante de uno de los mayores imperios islámicos con base en Bagdad, El Cairo o Estambul. La mayoría de los demás territorios de lo que hoy es Arabia Saudita regresó a la estructura tribal tradicional.


Mapa de La Meca de 1787 detallando la Masjid al-Haram (la “mezquita sagrada”) y los sitios religiosos relacionados.


Siglo XVIII: el aumento del wahabismo y el primer "estado árabe"

El surgimiento de la dinastía saudita comenzó en Arabia central en 1744. En ese año, Muhammad ibn Saud, el soberano de la tribu de la ciudad de Ad-Dir'iyyah cerca de Riad, unió fuerzas con el líder religioso Muhammad ibn Abd-al-Wahhab, el fundador del movimiento wahabí - una forma radical del Islam. Esta alianza que se formó en el siglo XVIII dio el impulso ideológico a la expansión de Arabia y sigue siendo la base del imperio dinástico de Arabia Saudita en la actualidad. Durante los próximos 150 años, las fortunas de la familia Saud se levantaron y cayeron varias veces cuando los gobernantes saudíes sostuvieron contiendas con Egipto, el Imperio Otomano y otras familias árabes por el control de la península.

El primer "Estado de Arabia Saudita” fue establecido en 1744 en la zona de Riad y brevemente controló la mayor parte del territorio actual de Arabia Saudita a través de conquistas entre 1786 y 1816, que incluían la Meca y Medina. Preocupado por el creciente poder de los saudíes, el sultán otomano Mustafá IV dio instrucciones a su virrey en Egipto, Mohammed Ali Pasha, que reconquistara la zona. Ali envió a sus hijos Tusun Pasha e Ibrahim Pasha, que fueron finalmente exitosos en la ruta de las fuerzas saudíes en 1818 y destruyeron el poder de Al Saud.


Bandera del Emirato de Diriyah (primer estado árabe)

Siglo XIX: las guerras tribales y de la dominación otomana

Los Al Saud regresaron al poder en 1824, pero su área de control estaba limitada principalmente al corazón árabe de la región Nejd, conocida como segundo "Estado Saudita”. Sin embargo, su dominio en Nejd fue impugnada pronto por nuevos rivales, los Al Rashid de Ha’il. A lo largo del resto del siglo XIX, los Al Saud y Al Rashid lucharon por el control del interior de lo que se convertiría en Arabia Saudita. En 1891, los Al Saud fueron derrotados definitivamente por los Al Rashid, que expulsaron a los saudíes al exilio en Kuwait.

Mientras tanto, en el Hiyaz, después de la derrota del primer Estado Saudita, los egipcios siguieron ocupando la zona hasta 1840. Cuando se fueron, el Jerife de La Meca reafirmó su autoridad, aunque con la presencia de un gobernador y una guarnición otomana.

La rebelión árabe (1916-1918)

A principios del siglo XX, el Imperio Otomano continuó con el control o soberanía (aunque nominal) sobre la mayor parte de la península. Sujeta a esta soberanía, Arabia fue gobernada por un mosaico de dirigentes tribales (incluidos los Al Saud, que habían regresado del exilio en 1902) con el Jerife de La Meca teniendo preeminencia y gobernando el Hiyaz.



Soldados del Ejército Árabe portando la bandera de la revuelta Árabe (1916)


En 1916, con el estímulo y el apoyo de Gran Bretaña y Francia (que estaban luchando contra los otomanos en la Primera Guerra Mundial), el Jerife de La Meca, Hussein bin Ali , encabezó una revuelta pan-árabe contra el Imperio Otomano, con el objetivo de garantizar la independencia árabe y la creación de un único y unificado estado árabe abarcando los territorios árabes de Aleppo en Siria hasta Adén en Yemen. El ejército árabe se componía de beduinos y otros de toda la península, pero no los Al Saud y sus tribus aliadas que no participaron en la revuelta, en parte debido a una rivalidad de larga data con el Jerife de La Meca y en parte porque su prioridad era derrotar a la Al Rashid por el control del interior. Sin embargo, la revuelta jugó un papel en el Frente de Oriente Medio y aprisionó a miles de soldados otomanos contribuyendo así a la derrota de los otomanos en la Primera Guerra, en 1918.

Sin embargo, con la consiguiente división del Imperio Otomano, los británicos y los franceses no cumplieron sus promesas a Hussein de apoyar un estado pan-árabe. Aunque Hussein fue reconocido como Rey del Hiyaz, Gran Bretaña más tarde cambió de apoyo a los Saud, dejándolo aislado diplomáticamente y militarmente. La rebelión, por lo tanto, fracasó en su objetivo de crear un estado pan-árabe, pero Arabia fue liberada de la soberanía y el control otomano.

Lawrence de Arabia luego de la Batalla de Aqaba (1916)


Abdul Aziz y la fundación de Arabia Saudita


En 1902, Abdul-Aziz bin Saud, líder de los Al Saud, regresó del exilio en Kuwait para reanudar el conflicto con los Al Rashid y se apoderaron de Riyadh -la primera de una serie de conquistas que culminaron con la creación del moderno estado de Arabia Saudita en 1932. El arma principal para el logro de estas conquistas fue el Ikhwan, el ejército tribal beduino-wahabí dirigido por el Sultán Bin Najad Al Otaibi y Faisal al-Dwaish.

En 1906, Abdul-Aziz había impulsado a los Al Rashid fuera de Nejd y los otomanos lo reconocieron como su visitante en Nejd. Su siguiente gran adquisición fue Al-Hasa, que tomó a los otomanos en 1913, llevándolo al control de la costa del Golfo Pérsico y de lo que se convertiría en las vastas reservas de petróleo de Arabia Saudita. Evitó la participación en la revuelta árabe, después de haber reconocido la soberanía otomana en 1914, y en su lugar continuó su lucha contra los Al Rashid en el norte de Arabia. En 1920, la atención del Ikhwan se volvió hacia el sur-oeste, cuando se apoderaron de Asir, la región entre el Hiyaz y Yemen. Al año siguiente, Abdul-Aziz finalmente derrotó a los Al Rashid y anexó todo el norte de Arabia.

Antes de 1923, Abdul Aziz no había arriesgado invadir el Hiyaz, porque Hussein bin Ali era apoyado por Gran Bretaña. Sin embargo, en ese año, los británicos retiraron su apoyo y el Ikhwan atacó el Hiyaz, completando su conquista a finales de 1925. El 10 de enero de 1926 Abdul-Aziz se declaró a sí mismo Rey del Hiyaz y, luego, el 27 de enero de 1927, tomó el título de Rey de Nejd (su anterior título era Sultán). Por el Tratado de Jeddah, firmado el 20 de mayo de 1927, el Reino Unido reconoció la independencia del reino de Abdul-Aziz (entonces conocido como Reino de Hiyaz y Nejd).


El Rey Abdul Aziz Bin Abdul Tahman Al-Saud

Después de la conquista del Hiyaz, los líderes Ikhwan querían continuar con la expansión del reino wahabí dentro de los protectorados británicos de Transjordania, Irak y Kuwait. Abdul-Aziz, sin embargo, se negó a aceptar esto, reconociendo el peligro de un conflicto directo con los británicos. El Ikhwan, por lo tanto, se rebeló, pero fueron derrotados en la Batalla de Sabilla en 1930 y el liderazo Ikhwan fue masacrado.


En 1932, los dos reinos de Hiyaz y Nejd fueron unidos como el "Reino de Arabia Saudita". Las fronteras con Jordania, Irak y Kuwait fueron establecidas por una serie de tratados negociados en la década de 1920, con dos creadas "zonas neutrales", una con Irak y otra con Kuwait. La frontera sur del país con Yemen fue parcialmente definida por el Tratado de 1934 de Ta’if, que puso fin a una breve guerra fronteriza entre los dos Estados. Los éxitos militares y políticos de Abdul Aziz no se reflejaron económicamente hasta que las vastas reservas de petróleo fueron descubiertas en 1938 en la región Al-Hasa, a lo largo de la costa del Golfo Pérsico. El desarrollo comenzó en 1941 y en 1949 la producción estaba en pleno apogeo.


Abdul Aziz murió en 1953. Sólo los hijos de Abdul Aziz, hasta la fecha, ascendieron al trono saudita. El número de niños que engendró se desconoce, pero se cree que tenía 22 esposas y 37 hijos, de los cuales cinco se han convertido en reyes. Antes de su muerte, eligió a Saud como su inmediato sucesor.


El descubrimiento de petróleo


Antes del descubrimiento del petróleo, la principal fuente de ingresos para el gobierno dependía de la peregrinación a La Meca, que era de alrededor de 100.000 personas por año a finales de 1920. En la década de 1930, Abdul Aziz otorgó una concesión económica a la Standard Oil Company de California para extraer petróleo en su reino, después de que el petróleo fuera encontrado en las cercanías de Bahrein en 1932. Los pozos fueron construidos en Dhahran a finales de 1930 y para 1939 el reino comenzó a exportar.



El Rey Abdul Aziz con oficiales de Aramco durante una visita a los yacimientos de petróleo de Ras Tanurah en 1948. Presentes estaban sus hijos Faisal, Muhammad, Khalid y Fahd.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, la producción de petróleo de Arabia se expandió, con gran parte del petróleo vendido a los aliados. ARAMCO (la Arabian American Oil Company) construyó un gasoducto submarino a Bahrein para ayudar a aumentar el flujo de petróleo en 1945. Entre 1939 y 1953, los ingresos del petróleo de Arabia Saudita aumentaron de US $ 7 millones a más de US $ 200 millones y el reino empezó a ser totalmente dependiente de los ingresos del “oro negro”.

Los reinados de Saud y Faisal: 1953-1975


El Rey Saud subió al trono a la muerte de su padre en 1953. El petróleo proveía a Arabia Saudita de prosperidad económica y una gran cantidad de influencia política en la comunidad internacional. La súbita riqueza por la creciente producción fue un arma de doble filo. La vida cultural se desarrolló rápidamente, principalmente en el Hiyaz, que era el centro de prensa y radio, pero la gran afluencia de extranjeros aumentó la propensión pre-existente a la xenofobia. Al mismo tiempo, el gobierno se hizo cada vez más derrochador y pródigo. A pesar de la nueva riqueza, el gasto extravagante condujo a déficits gubernamentales y préstamos del extranjero en la década de 1950.

Sin embargo, a principios de la década siguiente surgió una intensa rivalidad entre el rey y su hermanastro, el príncipe Faisal, impulsado por las dudas de la familia real sobre la competencia de Saud. Como consecuencia de ello, Saud fue depuesto en favor de Faisal en 1964.


El Emir Saud (luego Rey Saud) a caballo durante su visita al Emir Abdullah en Amman (1935)


A mediados de los años 1960 se produjeron presiones externas generadas por las diferencias entre Arabia y Egipto sobre Yemen. Cuando estalló la guerra civil en 1962 entre realistas y republicanos de Yemen, las fuerzas egipcias entraron a aquel país para apoyar el nuevo gobierno republicano, mientras que Arabia Saudita apoyó a los realistas. Las tensiones disminuyeron sólo después de 1967, cuando Egipto retiró sus tropas de Yemen. Las fuerzas saudíes no participaron en la Guerra de los Seis Días (árabe-israelí) de junio de 1967, pero el gobierno proporcionó más tarde subsidios anuales a Egipto, Jordania y Siria para apoyar a sus economías.


En 1965 se produjo un intercambio de territorios entre Arabia Saudita y Jordania en el que ésta renunció a un área relativamente grande del desierto del interior a cambio de un pequeño trozo de playa cercana a Aqaba. La zona neutral saudí-kuwaití fue dividida administrativamente en 1971, con cada estado compartiendo por igual los recursos petroleros de la zona antigua.


La economía y la infraestructura sauditas fueron desarrolladas con la ayuda del exterior, particularmente de los Estados Unidos, creando fuertes vínculos entre dos países disímiles y considerable y problemática presencia estadounidense en el Reino. La industria saudita del petróleo bajo la empresa ARAMCO fue construida por las compañías petroleras estadounidenses; Bechtel fue una de las empresas norteamericanas que construyó gran parte de infraestructura del país, Trans World Airlines el servicio de transporte aéreo de pasajeros saudita, la Fundación Ford modernizó el gobierno, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU. construyó instalaciones de televisión y de difusión y supervisó el desarrollo de su industria de defensa.


El Rey Faisal durante su visita de Estado al Presidente Nixon (1971)


Durante la guerra árabe-israelí de 1973, Arabia Saudita participó en el boicot petrolero árabe de los Estados Unidos y Países Bajos. Miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Arabia Saudita se había unido a los demás países miembros de moderar los aumentos del precio del petróleo a partir de 1971. Después de la guerra de 1973, el precio del petróleo aumentó considerablemente, incrementando la riqueza y la influencia política de Arabia Saudita.


Faisal fue asesinado en 1975 por su sobrino, el príncipe Faisal bin Musa'id.

Reinado de Khalid: 1975-1982

Faisal fue sucedido por su hermanastro, Khalid, durante cuyo reinado el desarrollo económico y social continuó a un ritmo extremadamente rápido, revolucionando la infraestructura y el sistema educativo del país; en la política exterior, los estrechos vínculos con los EE.UU. se desarrollaron. En 1979, hubo dos acontecimientos que los Al Saud percibieron como una amenaza al régimen, y tuvieron una influencia a largo plazo sobre la política exterior y nacional de Arabia. La primera fue la revolución islámica iraní. Se temía que la minoría chiíta del país en la Provincia Oriental (que es también la ubicación de los yacimientos de petróleo) pudiera rebelarse bajo la influencia de sus correligionarios iraníes. De hecho hubo varios disturbios antigubernamentales en la región en 1979 y 1980. El segundo evento fue el apoderamiento de la Gran Mezquita en La Meca por parte de extremistas islámicos. Los militantes involucrados estaban, en parte, indignados por lo que consideraban la corrupción y la naturaleza anti-islámicas del régimen saudita.


El Rey Khalid y los Reyes de España durante su visita al país ibérico (1981)


Parte de la respuesta de la familia real era hacer cumplir una observancia más estricta de las normas islámicas y tradicionales sauditas en el país (por ejemplo, el cierre de los cines) y para dar a la Ulema (comunidad de estudiantes legales del Islam y la Sharia) un papel más importante en el gobierno. El Rey Khalid dio poder al príncipe Fahd para supervisar muchos aspectos de los asuntos internacionales y nacionales del gobierno. El desarrollo económico continuó rápidamente bajo Khalid y el reino asumió un papel más influyente en la política regional y los asuntos económicos y financieros internacionales

Un principio de acuerdo sobre la partición de la zona neutral saudí-iraquí fue alcanzado en 1981. Los gobiernos concluyeron la partición en 1983.


El Rey Khalid murió en junio de 1982.


Reinado de Fahd: 1982-2005


Khalid fue sucedido por su hermano Fahd en 1982. El nuevo rey mantuvo la política exterior de Arabia Saudita de estrecha cooperación con los Estados Unidos e incrementó las compras de equipo militar sofisticado de Estados Unidos y Gran Bretaña. En las décadas de 1970 y 1980, el país se había convertido en el mayor productor de petróleo en el mundo. Los ingresos del petróleo eran fundamentales para la sociedad saudita puesto que su economía había cambiado por la extraordinaria riqueza que generaba y que era canalizada a través del gobierno. La urbanización, la educación pública masiva, la presencia de numerosos trabajadores extranjeros, y el acceso a nuevos medios de comunicación, todo afectaba los valores de Arabia Saudita. Mientras que la sociedad cambiaba profundamente, los procesos políticos no lo hicieron. El verdadero poder continuaba sostenido casi exclusivamente por la familia real, conduciendo a la desafección de muchos sauditas que comenzaron a buscar una mayor participación en el gobierno.


El Rey Fahd visita a la Reina Margrethe II (Dinamarca, 1984)


Después de la invasión iraquí de Kuwait en 1990 Arabia Saudita se unió a la coalición anti-Irak y el rey Fahd, por temor a un ataque de Irak, invitó a los soldados estadounidenses y de coalición que se estacionaran en Arabia Saudita. Las tropas y los aviones sauditas participaron en las operaciones militares subsiguientes. Sin embargo, permitiendo a fuerzas de coalición asentarse en el país resultó ser uno de los temas que ha llevado a un aumento en el terrorismo islámico en Arabia Saudita, así como los ataques terroristas islámicos en los países occidentales por ciudadanos sauditas.


El islamismo no era la única fuente de hostilidad al régimen. Aunque ahora extremadamente rica, la economía del país estaba cerca del estancamiento, lo que combinado con un crecimiento del desempleo, contribuyó a la inquietud en el país y se reflejó en un aumento posterior de disturbios civiles y descontento con la familia real. En respuesta, fue iniciada una serie de "reformas" (por ejemplo, la Ley Fundamental). Sin embargo, el dilema de la familia real era la de responder a la disidencia al tiempo que se hicieran tan pocos cambios reales en el status quo como fueran posibles. Fahd dejó en claro que él no tenía democracia en cuenta: "Un sistema basado en elecciones no es consistente con nuestro credo islámico, que [aprueba] el gobierno de la consulta [shura]".



El Rey Fahd con los jefes de Estado de los otros cinco miembros del Gulf Cooperation Council: Bahrain, Qatar, Omán, Kuwait y Emiratos Arabes Unidos (1992)


En 1995, Fahd sufrió un derrame cerebral y el príncipe heredero, Abdullah, asumió día a día la responsabilidad del gobierno, aunque su autoridad se vio obstaculizada por el conflicto con todos los hermanos del rey Fahd, el "clan" Sudairi. Abdullah continuó con la política de leve reforma y mayor apertura, pero, además, adoptó una política exterior de distanciamiento de los EE.UU. En 2003, Arabia Saudita se negó a apoyar los EE.UU. y sus aliados en la invasión de Irak. Sin embargo, la actividad terrorista aumentó dramáticamente en 2003, con los atentados de Riad y otros ataques, lo que llevó al gobierno a tomar medidas mucho más estrictas contra el terrorismo.


Reinado de Abdullah: 2005 al presente

En 2005, el rey Fahd murió y su medio hermano, Abdullah, ascendió al trono. El rey posteriormente introdujo un nuevo programa de reforma moderada. La continua dependencia del país de los ingresos petroleros fue de interés particular y entre las reformas económicas que introdujo estaba la desregulación limitada, la inversión extranjera y la privatización.

Él ha tomado medidas mucho más enérgicas para hacer frente a los orígenes de terrorismo islámico y ha ordenado el uso de la fuerza por primera vez por los servicios de seguridad en contra de algunos extremistas. En febrero de 2009, Abdullah presentó una serie de cambios en el gobierno de la judicatura, las fuerzas armadas y los diversos ministerios para la modernización de estas instituciones. Entre sus decisiones fueron la sustitución de las personas mayores dentro de la judicatura y la Mutawa (policía religiosa), con más candidatos moderados y el nombramiento de una mujer como viceministro por primera vez en la historia del país.


El Rey Abdullah con la Reina Elizabeth II durante su visita de Estado al Reino Unido (2010)