Desencontrándonos
By Beatriz Helbling
El
encuentro fue casual. Caminábamos en direcciones opuestas y de repente, después
de mucho tiempo, estábamos frente a frente esforzándonos en identificarnos.
Recelosos, con la duda o el temor, de equivocarnos.
Nos
hubo pasado tantas veces esa ineludible sensación de confundirnos, de no
reconocernos, de saber que ya no éramos; ese angustioso temor de descubrirnos
cada mañana sabiendo que íbamos dejando de ser, y ese desgarro en el instante
último en que fuimos conscientes de que tú ya no eras tú, y yo ya era otra.
Y
ahora de pronto en esta casualidad que nos ha paralizado sentimos esta extraña
sensación de dos cuerpos, el tuyo y el mío, con la tentación de acercarse; esta
inexplicable atracción que nos brota desde muy adentro y hace que nos
reconozcamos en este espacio de pasos detenidos, en este impulso sereno de
volver a ser nosotros otra vez, inesperadamente, en este encuentro casual,
anhelando que se concrete este titubeante intento de abrazarnos y que se
entrecomille esta brevedad.
-
Estás guapa -me dices con un hilo de voz tan frágil como nuestra propia
historia.
-Me
alegro de verte- contesto con temor de que el equívoco surja como antes.
Tiemblo.
Tú también.
Ambos
percibimos la confusión en la piel. Sólo en la piel.
Porque
tú y yo, o uno más que el otro, o los dos con la misma intensidad
hoy hemos sentido un pellizco en el alma. Por ese tiempo
en que fuimos uno y uno sin esforzarnos por ser dos. Por ese tiempo perdido. Y
porque a veces, irremediablemente, es demasiado tarde para sumar
diferencias.
BEATRIZ
HELBLING
25
de octubre de 2011