"Una canción tiene muchas formas de ser polémica.Hay canciones que son polémicas por ser demasiado claras también; otras porque aparentemente el mensaje está dado con cierta metáfora o con cierto símbolo y que puede crearle opciones al que lo escucha.
Yo soy partidario de ese tipo de arte, siempre lo he sido. No porque lo prefiera al otro, pero sí soy tambien partidario de ese tipo de arte, porque me parece que un arte de participación es un arte que ayuda a que se muevan las ideas.Y yo creo que esa es una función del arte[...].Unicornio,la gente me pregunta que quiero decir con la canción. Yo creo que la canción es bien clara, es clarísima, yo creo que la canción no tiene una redacción como en otras canciones mías en que si hay una redacción un poco más compleja y que el sentido se puede quizás diluir un poco a lo largo del discurso ¿no? pero en esta canción me parece que es super objetiva: se trata de un unicornio azul que se perdió. No habla de otra cosa que no sea eso.
[...]
Es igual que la canción aquella de la Señora Santana, porque llora el niño, por una manzana,quien se la ha perdido, yo le daré una, yo le dare dos,...es lo mismo ¿no?[..]
Y eso lo cantan los niños. Y nadie se ha preguntado..¿y por qué ese niño quiere precisamente esa manzana?
Es que él quiere la suya."
"Me inspiré en una especie de caballito que tuve, no sé cómo le salió aquel tirabuzón en la frentita. El caso es que se alimentaba de flores. Un día lo dejo masticando naturaleza y cuando más tarde voy a verlo, ya no está. Ahí mismísimo fue la dedicatoria."
* foto extraída deSegunda cita, el blog de Sílvio Rodríguez.
Uno crece y descuida compañías y lugares, y luego ya es tarde para volver a todo, como cuando se retrasa la respuesta a una pregunta cualquiera, del tipo quieres casarte conmigo. Ser del pueblo no es lo mismo que ser de aldea, y yo soy de pueblo y sé la diferencia, que consiste en echar la comida sobrante a lo que llamamos cubo del cerdo, mientras que en la aldea lo que sobra se echa directamente al cerdo. La diferencia entre el pueblo y la aldea es el cubo y también un poco no escuchar al cerdo al otro lado de los tablones de madera tras los que hoza y respira ruidosamente, porque si algo tiene el cerdo es que respira muy fuerte, como si nos quisiese decir algo.
Me recuerdo en la aldea asonante y débil, con una mueca de hartazgo en aquel aire severo a enfermedad de quien se sabe fuera de lugar y reacciona lejano, como si ocupase la cabeza en pensamientos oscuros. Era cuando los niños presumíamos si nuestros padres iban a la ciudad a lo que fuera. «Mi madre está hoy en Pontevedra a las compras», decías sin venir a cuento, con un punto de orgullo, como si tu madre se hubiera ido a vivir a Boston. En la aldea era todo más pequeño pero también más grande. Fijaba uno la mirada en las vacas, en aquellos ojos redondos y mansos de las vacas, y al cabo de dos minutos alguien rompía a mugir, o ellas o tú.