Entonces, que sea dulce. Repito todas las mañanas, al abrir las ventanas para dejar entrar el sol o la ceniza de los días, así, que sea dulce. Cuando hace sol, y ese sol bate en mi cara deformada por el sueño y el insomnio, contemplando las partículas de polvo suspendidas en el aire, hecho un pequeño universo; repito siete veces para que me dé suerte: que sea dulce que sea dulce que sea dulce y de ahí en adelante. Pero, si alguien me preguntase qué deberá ser dulce, tal vez no sepa responder. Todo es tan vago como si fuese nada.
Caio
Fernando Abreu