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lunes, 6 de junio de 2011

HORIZONTE

BE AND BE NOT AFRAID. Tracy Chapman

Ni en el coche ni en la vida he tenido a menudo la sensación de haber acertado al aminorar la marcha, ni creo que haya sacado demasiado provecho por haber sucumbido a la frecuente tentación de echar el freno. Muchas veces quise ir más allá en el mapa y llegar más lejos en mis emociones personales porque pensaba que nada de lo que hasta entonces me había ocurrido era tan interesante como pensaba y que lo mejor sería renunciar a la prudencia y aceptar los riesgos que yo suponía que eran la puerta de entrada a un mundo distinto, un lugar en el que incluso el fracaso fuese un premio. Aunque me ilusionaba la idea de hacer grandes conquistas personales, la verdad es que me habría conformado con la posibilidad de llevar una vida en la que, aun repitiéndose en cierto modo el menú, al menos fuesen distintos los vómitos.¿Por qué me detuve? ¿En qué circunstancias decide un hombre renunciar a sus sueños para agarrarse a la pingüe seguridad de lo real? 
¿A qué se debe que la mayoría de nosotros llevemos la vida reiterativa que hace que al cabo de los años la muerte nos sorprenda tan cerca de donde de niños hacíamos cola frente al carrito de los helados
[...]
         Te lo pregunto a ti, amigo, por si sabes qué maldita respuesta tendría que darme yo, , yo, que siempre que pensé salir de aquí lo hice encogido por el miedo a equivocarme y me presenté en la estación del ferrocarril justo a tiempo de que acabase de partir el último tren. 
¿Será que de las arriesgadas expectativas de cambiar solo nos satisface la prudente decepción de no conseguirlo?
En una ocasión ahorré dinero pensando en echar dos mudas en una bolsa y largarme a cualquier lugar en el que apenas hablase mi idioma mi conciencia y solo quedase cerca el horizonte. Luego eché cuentas y pensé que la vida no podría ser muy distinta si el lugar con el que soñaba solo estaba a siete mil pesetas de aquí. 
[...]
Al final echas sin remedio el freno, ¿sabes?, y entonces comprendes que te has hecho mayor y que sería absurdo echarte al campo cargado con una maleta con tu ropa, y otra, con un traje de arpillera para tu cadáver.
¿Y que hacer ahora?
¿Qué rumbo tomar? ¿A donde ir?
Joder, muchacho, ¿y como quieres que lo sepa?.
Nos hemos ido haciendo mayores, amigo mío, y ahora resulta que la muerte es la única señora de nuestra edad que se pone cachonda sin necesidad de entrar en calor.


"Donde solo quede cerca el horizonte" . J.L Alvite.





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