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jueves, 10 de septiembre de 2015

Allá donde se cruzan los caminos


Now the crossroads is a site with universal spooky impications. To the religious imagination it can appear not as a random juncture of paths but as a place where roads purposely converge: in Egyptian such an intersection is basic to the concept of 'city', of which the glyph, neywet, shows a crossroads. This may explain the weird feeling associated with a desolate crossroads far from any town — it's like a city center without a city, roads converging on Nowhere, or perhaps on the Invisible.

(J. Rabinowitz, The Rotting Goddess, pp. 37-38.)

sábado, 11 de julio de 2009

Rumbo a Ciudad


Una pieza de época. Del ciclo de Ciudad, un invento de Daniel que incluía cómic, cuentos y canciones, encontré ayer este fragmento que presenta a uno de sus personajes, Joe Cast.
*

A la luz de este árbol que era leña, cien metros aproximadamente en la dirección que señalaba mi nariz, descubrí unos faros que me miraban. Los faros estaban engarzados en un autobús. El autobús me guiñó los faros. Corrí hacia allí.

—Vamos, avive, hombre, que llega usted tarde —me recibió el jefe de estación con gorra e impermeable—. Venga, tire para arriba, que nos vamos.

—Escuche usted, ese árbol, que se va a quemar todo el parque...

—Con lo que llueve... Venga tire, tire para adentro que nos vamos.

—Pero, ¿y la música?, ¿y el humo blanco?

—Déjese usted de músicas que nos vamos ya.

Cerraron las puertas.

—¡Mi equipaje, mi equipaje!

—Déjese usted de equipajes.

Discutir no sirvió de nada porque, en efecto, nos íbamos sin remisión a Ciudad en un autobús incómodo y acogedor, con asientos de madera.

Me tocó viajar junto a un señor que andaría por los cincuenta, con gabardina y sombrero de gángster.

—¡Habráse visto con las prisas! ¿Dónde vamos que no se puede esperar a que uno encuentre el equipaje? Dos maletas recién estrenadas con dos trajes recién comprados. Total por dos minutos o tres de nada. En tres minutos estaba yo de vuelta aquí con mis maletas, tan ricamente. Pero no, de aquí salimos perdiendo el culo y dando por el culo a mi equipaje. Como se les queme el parque...

—Yo tampoco llevo equipaje.

—¿Que usted qué?

—No llevo equipaje.

—Bueno, algo sí llevará, una bolsa o algún bulto.

—En absoluto. No llevo nada.

—¡Ah... En fin... ¿Y cómo ha dicho usted que se llamaba?

El viajero me observó unos instantes con sus ojos de rata, como estudiando si procediera dar respuesta a mi pregunta. Después habló con una voz pausada y terminante que daba por concluida la conversación:

—Mi nombre es Joe. Joe Cast.

Y su mirada se perdió entre las sombras de detrás de la ventanilla.


martes, 12 de febrero de 2008

Joe Cast


Ésta es la historia del viejo,
del viejo Joe Cast,
el hombre que viajó
desde el infierno
hasta su amada,
con quien soñaba el viejo Joe.

Joe Cast
deja atrás
su vida pasada,
que como las sombras
se empieza a borrar.
¡Pobre Joe Cast!

En las tierras de occidente
vino a encontrar
la puerta de la Ciudad de Cristal,
el rastro de unos naipes al andar,
la senda que nos lleva hasta el final
(si es que hay final).

Joe Cast
deja atrás
su vida pasada,
que como las sombras
se empieza a borrar.
¡Pobre Joe Cast!

¡Quién sabe lo que busca Joe Cast!
¿Quién puede comprender en las cartas
al azar?
¡Quién sabe lo que busca Joe Cast!
¿Quién va a luchar por los sueños
olvidados,
condenados
a vagar?

Pobre Joe Cast.
¡Pobre Joe Cast!



[Otra canción cientovolandera de los primeros 90. Joe Cast era el personaje de un cuento (o una serie de cuentos) de Daniel. De lo que entonces nos leyó, sólo recuerdo una escena, que se diría precursora de Harry Potter. El protagonista acude al Parque Sur, de noche, y en una plazuela encuentra un misterioso autobús nocturno, que está a punto de partir sin él, pero accede en el último momento a llevarle. Aunque Daniel no es fan de Pink Floyd (lo suyo va de Gwendal a Radio Tarifa, con parada en los Piratas), siempre he encontrado una similitud entre sus canciones de esa época y las de Syd Barrett: unas y otras fluyen con desparpajo por distintos tonos y modos, con una naturalidad que desafía las rutinas musicales.]



[Hallada. He aquí la escena.]

sábado, 26 de mayo de 2007

Nube de recuerdos


Songfacts

1. A mi parcial entender, el final de esta canción, que alguno hallará sonso, vale (y resume) la canción entera —aunque no sabría explicarlo.
2. La canción, de Daniel, es tan antigua que cuesta entender algunas referencias: Ciudad, con mayúscula, es un enclave mítico de los cuentos que escribía Dani por entonces, a finales de los 80 (Quisiera partir / rumbo a Ciudad; / mas sólo iré si la noche es clara / y tú vas detrás); el 47 es un autobús que recorre, entre otras, la calle de Oporto, en Madrid, y que en aquella época impaciente llegaba siempre tarde (o no llegaba).
3. La grabación es reciente. La canción tuvo en su día un arreglo más convencional, del que no queda nada, y este otro fue uno de los intentos de abrir las canciones de Ciento Volando hacia un espectro sonoro más amplio, menos cantautoril, con teclado y guitarra eléctrica. (Ahora, replíquelo en directo si se atreve.)
4. ...Lo que decía Ian Anderson: Nuestra música es como la zarzaparrilla. No le gusta a todo el mundo, y probablemente ni siquiera a la mayoría. Pero si te gusta, es probable que no encuentres fácilmente algo parecido. O sí.


La tarde había ido cayendo en un rincón
sucio y triste que tengo en mi habitación
donde guardo las guitarras, las arañas,
los libros que hay que olvidar.

Por el cielo pasa un barco de vapor.
¿Cuándo fue la última vez que hice el amor?
¿Qué pasado me ha robado
lo que nunca quise a nadie regalar?

¿Qué ciudad oculta nuestros cuerpos,
de Ciudad enamorados?
Antes de morder el polvo
buscarán, copa tras copa,
salir de la vieja Europa.

Por culpa de la última hora de dolor
se nos hiela cada noche el buen humor,
por culpa de los 47s que se pierden
rumbo al mar de smog.

Qué será, qué no será tras el reloj,
la tarde había ido cayendo y se partió,
se rompió en dos mil pedazos
que brillaban en la noche.

No eran las estrellas,
que había un apagón;
no eran las farolas, no,
que había polución.

Que era una nube de recuerdos
que se fue alejando hacia Oriente
lentamente,
débilmente,
tristemente,
sutilmente.