El nombre obliga, decía el maestro Agustín. Conocí hace años en la Red a una poetisa llamada Morgana —y a fe mía que honraba el nombre elegido, tanto por su dominio mágico de las artes del verso como por su gusto acendrado por lo gótico e invisible. En su honor escribí este soneto, que ahora rescato, aunque no valga gran cosa, por el juego con las rimas. Recuerda Irene en Twitter que Orwell presentaba como ejemplo de la pobreza en rimas de la lengua inglesa que solo hay siete palabras que rimen en consonante con God. En español no tenemos muchas más que rimen con Camelot. Creo que aquí van casi todas (aún cabrían Sephiroth y Thoth).
Eclipse de Avalón,
hija de Ygerne,
señora del señor
de Camelot:
tu voz es el licor
que probó Lot,
tu reino, ínsula
gris de Julio Verne.
Antes que, polvo
cósmico, me interne
en los umbrales
acres de Astaroth,
arcana ventajista
del Tarot,
mueve esa espada
negra que se cierne
sobre mi corazón.
Cobra el trofeo
o al fin desátame
de esta red negra
en cuya polución
se desintegra
mi alegre
confusión. Hazme al fin reo,
señora, de tu
hechizo: ave de paso
en el candor
eterno de tu ocaso.