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La asignatura de Literatura Universal me permite volver cada año al ciclo artúrico, y perderme cada vez por nuevos recovecos. Este año tengo sólo tres alumnas, y quizá por eso le estamos dando más vueltas a las mujeres de este mundo tan masculino: Ginebra, Viviana, Morgana...
Esta última (Morgan le Fay o Fata Morgana: el hada Morgana) pervive, desmitologizada, en el espejismo que dibuja en el aire castillos sin cimientos, escaleras aladas. Material de primera para una canción: ésta, de los italianos Litfiba (algo como los Héroes del Silencio, pero en bueno, si me admiten el oxímoro).
Hada Morgana
Oh, veo todo a través de
arena roja y desierto.
Tengo sed, tengo sed de ti que no estás aquí,
estrella caída de los ojos
que vuelas sobre mi desierto.
Tengo sed, las nubes me caen dentro,
círculo que ha extraviado su centro
porque ha perdido todo sentido.
Oh, arena roja y desierto.
Larga escalera de aire que sale del desierto,
no hay límite
entre el ojo de adentro y el ojo de fuera,
¡Morgana!
Lenta procesión al alba en el desierto,
el Hada Morgana
ha cambiado ya todos los perfiles.
Un aspecto a considerar
antes que la ilusión se mueva,
después descubro el límite
que al infinito vuela dentro de mí.
¡Morgana!
Tengo sed, significa que estoy vivo.
¿Qué importa si soy el último o el primero?
El corazón quiere latir todavía, todavía.
Oh, arena roja y desierto.
La siento en los ojos, al fondo de mis ojos,
salir al mar a través de mi corazón.