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18/8/12

La Mejor Película de la Historia del Cine

Vertigo Vs Ciudadano Kane





La mejor película de la historia del cine ya no es Ciudadano Kane, la pionera ópera prima de Orson Welles, sino Vértigo, la aventura fetichista de James Stewart, dirigida por el maestro Alfred Hitchcock, cuya reseña podéis encontrar en Tururú aquí


Sorprende este cambio de opinión, que se debe, al parecer, a la incorporación de nuevos críticos, más jóvenes, en el jurado que realiza la lista. Más información, aquí



Lo cierto es que son dos peliculones, pero a mí, por lenguaje cinematográfico y significado en la historia del cine, me parece que Ciudadano Kane se lo merece más. Yendo más lejos, en plan llanero solitario, me parece que la mejor película de la historia es Ben-Hur, empezando por el aspecto técnico, pero sobre todo por la imaginería visual del gran William Wyler.

Y vosotros que opináis, ¿cuál sería vuestra película favorita para encabezar la lista?


29/11/10

Tú Freud, yo Jane

Marnie, la ladrona
Vamos a descansar un poco de Disney y Menken revisitando una de mis películas favoritas del orondo maestro británico. Si alguien tenía duda sobre la importancia del psicoanálisis en el cine de Hitchcock, con esta cinta quedarán resueltas: traumas, obsesiones, trastornos de conducta inexplicables y, sobre todo, la figura de los progenitores y de la madre especialmente. En realidad, Marnie no es otra cosa que una vuelta de tuerca de Psicosis, una especie de remake en una clave -sólo aparentemente- más sencilla. Norman Bates es perturbador y enfermizo, pero Tippi Hedren le va a la zaga tan sólo unos pasitos. El título en español no deja duda de la "profesión" de la susodicha (se ve que el original, Marnie, a secas, queda un poco soso), aunque, como ella misma dice en su discurso final, es ladrona y mentirosa, pero al menos es decente.
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Tal vez el personaje de Sean Connery se quede a medias (porque no termina de definirse en la película para que nos centremos en Marnie). Tal vez Tippi Hedren no sea la actriz más expresiva de entre las rubias que trabajaron con Hitchcock (aunque sí fue, seguramente, la que más sufrió -recordemos Los Pájaros-). Es verdad que la película es a veces demasiado obvia y otras veces el tempo se estira demasiado para el espectador moderno, como sucede en Vértigo, o en la etapa inglesa  de Hitchcock en general. Lo cierto es que, con la paciencia necesaria, el film entrega buenas interpretaciones, una historia y una dirección de óscar, un final de intensidad apoteósica y, por si fuera poco, un viaje al subconsciente serio y apasionante.  Qué más se puede pedir.

Lo mejor: la última media hora y el montaje alrededor del flash-back. Soberbio.
Lo peor: decorados de cartón piedra en exteriores y algunas escenas tirando a cursis, que vistos hoy en día quedan algo ridículos.


Es que en Baltimore, cuando llueve, llueve. Lo digo por la camisa, claro.

28/9/10

El Cine

Con la Muerte en los Talones en The Scoop
El Ayuntamiento de Londres (mi amada y odiada ciudad de acogida) programa un ciclo de películas al aire libre, en el auditorio situado junto a su edificio principal, en el South Bank. North by Northwest, la archiconocida película de Hitchcock, es un disparate auténtico, un desparrame de buenos momentos, de escenas memorables, de personajes cautivadores, de buen hacer. La música de Herrmann acompañando esas líneas de los títulos iniciales, que funden en el muro cortina de un edificio (sublime), la persecución de la avioneta o el final en el monte Roosevelt no necesitan presentación ni comentario. Quizá la segunda parte se hace un poco larga, en la medida en que Cary Grant se transforma en el agente secreto que nunca sospechó ser, o Eve Marie Saint (rubia, cómo no, y espléndida) abandona su rol de Mata-Hari tremebunda y abraza el estereotipo de mujer enamorada con traje de chaqueta. Quizá sea por eso, o tal vez sea por los asientos de piedra y la lluvia.


Quizá sea por eso. El lugar. Las películas son tan sólo plástico, capturas de un objetivo que nos son devueltas, proyectadas muy deprisa, gracias a un cañón de luz y una pantalla blanca. O gracias a la combinación de unos y ceros inscrita en un DVD. Las películas son sólo éso, pero el cine tal vez sea otra cosa; sea tal vez, además, o principalmente, la sensación que un visionado nos produce. El momento, el lugar. El cine nos permite grabar a fuego en la memoria esos momentos, esas salas. Una película que vimos en la adolescencia con los amigos.  El cine de la playa con las sillas plegables de madera lacada, tan viejas. La primera vez que fuimos al cine con esa novia con la que nos casamos, o que nos perdimos media película porque nuestra atención estaba en otra parte, más sinuosa, más cálida, y la música y los diálogos eran sólo telón de fondo de los besos. Tal vez es una sala vacía y enorme sólo para nosotros, o una visita al cine con la familia, o ese primer mazazo del cine de verdad, cuando tiene uno la impresión de haber visto una película redonda y las luces se encienden dejándote lleno de imágenes, de sueños.

Hace unos días he visto Con la Muerte en los Talones en The Scoop. Sobre el Tower Bridge, al fondo, la luna llena se escapa de las nubes. Con la primera brisa tan fría se calan los sombreros y las parejas se aprietan; sólo después de mucha lluvia los paraguas se abren ante la cinta imperturbable. Se queda en la memoria una buena película, una noche cualquiera, en una compañía inmejorable. Hitchcock, un paraguas. Quién fue el idiota que dijo que la vida es aburrida.

24/6/10

Un clásico

Vértigo
James Stewart sufre miedo a las alturas pero vive en San Francisco, la ciudad con las rampas más empinadas del planeta (con permiso de Lisboa). Por el camino, se enamora de su cliente poseído (una Kim Novak que Hitchcock no quería para su película, pero que está fantástica, a base de la tortura china para rubias marca del director, claro). La última media hora es una maravilla y el final es un mazazo que escupe el The End antes de que hayamos podido comprender qué es lo que ha pasado. Hitchcock elabora otra de sus obras maestras como el que no quiere la cosa. Dicen que la película es fetichista por aquello de convertir a una mujer en otra, en la que nos falta. Yo más bien creo que todo amor, no sólo el fetichista, consiste en éso, en olvidarse de los defectos, recoger y acentuar sólo lo que nos gusta (y si no, inventárselo), y construírse con ello un ideal, nuestra pareja soñada. Después, el amor se muere, el castillo de naipes e ilusiones se derrumba y nos queda sólo lo que somos (que desafortunadamente, no es mucho). También nos dice la película, entre persecuciones y McGuffins, que no puede uno escapar a su destino: de enamorarse otra vez de la misma persona (como veíamos hace unos días en Olvídate de mí), pero también de esa imposibilidad de escapar de lo que nos ha sido asignado. El retorno al campanario de la antigua misión española, como colofón a todos los intentos de Stewart por convertir a Novak en lo que fue, es sencillamente soberbio. Bueno, como el resto de su metraje. Si digo que es imprescindible me quedo corto, y además, seguro que ya todos la habéis visto.


Otra pieza maestra: el cartel y los títulos de Saul Bass. Grande.

24/1/10

Libros de Cine (2)

El Cine Segun Hitchcock
De entre todos los libros sobre cine que he leído, quizá sea éste el mejor de todos. Dos cineastas históricos, pero muy distintos, conversando una por una acerca de las películas del orondo gran director inglés. Me sorprende que Truffaut admirará y defendiera tanto a Alfred Hitchcock, en una época en la que se le veía solamente como un director muy comercial, pero vacío. Es cierto que no le ayudaron las series de televisión, y a mí mismo me resulta difícil encontrar más significado en algunas de sus películas aparte de lo meramente narrativo (no así en Vértigo, Psicosis, Los Pájaros, en los que las distintas interpretaciones y la aproximación al psicoanálisis son bien palpables). Pero, de todas formas, qué gran narrador era Hitchcock. Y aunque sólo fueran films de entretenimiento, eran en todo caso obras maestras a la vez que taquillazos. François Truffaut, al que yo siempre recuerdo más por Encuentros en la Tercera Fase que por Los Cuatrocientos Golpes (mea culpa, lo sé) le defendió en los famosos Cahiers de Cinema, y reunió las entrevistas que mantuvieron en este libro. Os adjunto un extracto, que resume muy bien el tono muy entretenido y cómo los dos sabían muy bien de qué va este negocio-arte del cine.



(Sobre Psicosis)




François Truffaut - De hecho, ¿Podría considerarse a psicosis como un film experimental?


Alfred Hitchcock - Tal vez. Mi principal satisfacción es que la película ha actuado sobre el público y es lo que más de interesaba. En psicosis el argumento me importa poco, los personajes me importan poco; lo que me importa es que la unión de los trozos del film, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico podían hacer gritar al público. Creo que es para nosotros una gran satisfacción utilizar el arte cinematográfico para crear una emoción de masas. Y, con psicosis, lo hemos conseguido. No es un mensaje lo que ha intrigado al público. No es una gran interpretación creo que ha conmovido al público. No era una novela de prestigio lo que ha cautivado al público. Lo que ha emocionado al público era el film puro.


François Truffaut - Es verdad



Alfred Hitchcock - Y ésta es la razón por la cual mi orgullo relacionado con psicosis es que este film nos pertenece a nosotros, cineastas, a usted y a mí, más que todos los films que yo he rodado. No conseguirá tener con nadie una verdadera discusión sobre este film en los términos que empleamos desde este momento. La gente diría: "Es algo que no hay que hacer, el argumento era horrible, los protagonistas eran pequeños, no había personajes..." Esto es cierto, pero la manera de construir esta historia y de contarla ha llevado al público a reaccionar de una manera emocional.

François Truffaut - Emocional, si... física




Traducido del lenguaje del cine clásico: Truffaut reconocía en Hitchcock a un gigante. Lástima que el lenguaje visual ya no se estila

29/12/09

También los maestros hacen "remakes"

El Hombre que Sabía Demasiado
Alfred Hitchcock dirigió por segunda vez está película, veinte años después de la versión británica -en la que Peter Lorre prestaba sus dotes interpretativas, además de su indescriptible cara de ojos saltones-. Pero Hitchcock, además de brillante director, era un señor inteligentísimo para este negocio, y para rodar otra vez este peliculón (que parte de una historia de lo más absurdo) decidió que quería a James Stewart. No era tonto, no, requiriendo a uno de los mejores actores de la historia del cine, y seguramente el más taquillero, por mucho que digan ahora que es Harrison Ford. Tan a gusto estaba con Jimmy que rodarían un montón de obras maestras, todas con distinta (y rubia, por supuesto) compañera, véase Doris Day, Grace Kelly o Kim Novak. Lógico que Stewart fuera inamovible: en la historia del cine, la mayoría de las veces el protagonista absoluto es un varón, con honrosas y reseñables excepciones, claro. Por lo demás, qué se puede decir de El Hombre que Sabía Demasiado... ¿Que es imprescindible? ¿Que ya quisieran la mayoría de los directores actuales tener una pizca del talento de Hitchcock (y de su guionista, claro) para atraparnos con una historia sin importancia (lo que llaman McGuffin) y tenernos en vilo durante dos horas? ¿Qué es preferible quedarse en casa poniendo un DVD de alguna de sus películas que irse a malsufrir con Avatares y demás zarandajas? El Hombre que Sabía Demasiado no es de mis favoritas del orondo director, tampoco es perfecta, ni mucho menos. Sin embargo, pertenece a un cine aún ingenuo, en el que el arte y la taquilla parecían caminar de la mano. Un cine con mayúsculas, eterno, universal.


21/9/09

Rendidos al Maestro

John Williams
Rebotando por el Spotify, cual pelota de pinball digna de mejor causa, me encuentro con una pieza de John Williams, creo que de la banda sonora de Hook. Y me engancho otra vez a las composiciones del maestro, y arranco en JFK, paso de puntillas por Harry Potter, me imagino al Halcón Milenario esquivando los asteroides en El Imperio Contraataca, y termino desembocando en mis favoritas, en el tema de ET a piano (Over the moon, sí), en el final apoteósico, casi sinfónico, de Encuentros en la Tercera Fase, en la persecución épica de esos barriles hundidos en Tiburón, o en el que fuera su último óscar por La lista de Schindler. Es verdad que estas últimas son películas de Spielberg, pero también ha sido compositor fetiche de Lucas o de Oliver Stone. No creo que puedan entenderse los unos sin el otro, de hecho, el artífice silencioso del éxito de las primeras películas del bueno de Steven es este viejecillo de aspecto bonachón, este gordinflón redondito de gafas metálicas y batuta en ristre, que sabe, como lo sabe Spielberg, que para que una película funcione la música es uno de los ingredientes más importantes, y que no basta con reunir un puñado de canciones de U2 o Elvis y pincharlas en la escena que a uno le parezca bien. Es cierto que se venden muchos discos (que se lo digan a Tarantino, un tipo sin oído ninguno y ecléctico gusto musical, cuya selección para Kill Bill u otras, de puro chirriante, hasta tiene su punto); pero, de cara a enfatizar los momentos adecuados de la cinta, una banda sonora compuesta a posteriori, como lo hace John Williams, siempre será el mejor resultado. Hay otros grandes compositores de BSO en la historia, especialmente en los últimos 30 años. Jerry Goldsmith, que es bastante parecido, pero para mi gusto peor, que en paz descanse; James Horner, Ennio Morricone (un auténtico artista, aunque sus composiciones funcionan independientemente de la película para lo bueno y para lo malo), Hans Zimmer, Danny Elfman; y antiguamente mi adorado Mizlos Rozsa, el gran Bernard Herrmann que ponía música a Hitchcock, o Leonard Bernstein. Todos ellos son muy buenos, pero John Williams tiene algo especial: su sentido sinfónico que consigue acompañar a la película y coser a la vez los temas principales, y también sus fanfarrias, empezando por los temas de Superman, de Star Wars, y claro, de Indiana Jones. John Williams es un hombre ya muy mayor y el día que se muera me vestiré de negro. Nos deja una colección de bandas sonoras fantásticas, un saco lleno de música para recordar, y eso hace del mundo un lugar mejor, y no hay tanta gente de la que se pueda decir éso.
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