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3/1/13

Los Miserables



Actores, que no cantantes
Hace cosa de un año comentábamos en Tururú la anterior película de Tom Hooper, El Discurso del Rey, en un post que podéis consultar aquí


Por entonces yo decía que me había gustado mucho el estilo de Hooper, dejando a los actores expresarse frente a la cámara sin aspavientos, florituras y demás mareos de cámara a los que otros directores acostumbran. Es tal vez ese estilo, que tan buenos resultados le dio en una película pequeña, lo que traiciona a esta cinta de Los Miserables, superproducción mucho más ambiciosa, de mayor duración, que necesitaba seguro de una ayudita para que el espectador no termine pidiendo no ya la hora, sino clemencia.

Los Miserables es un musical de éxito imparable, inspirado en la novela de Víctor Hugo que, a buen seguro (porque yo no la he leído, ni pienso leerla), dejaba atados y bien atados todos los cabos sueltos que esta adaptación no resuelve. Personajes totalmente planos campan a sus anchas por este drama de tomo y lomo, lleno de saltos temporales, en una colección de distintas historias conectadas por dos personajes que tienen mucho más en común de lo que aparentan: el bueno de Jean Valjean y el también bueno, a su manera, Inspector Javert. La complejidad de su antagonismo hubiera dado para una trilogía, pero este resumen revolucionario es algo farragoso, y estirado al principio, lo que lastra la duración de la película. No hay duda de que la adaptación del musical es fidedigna, con lo que, intuyo, arrastra, o se hacen más graves, los errores del original.


Hooper se rodea de un reparto de campanillas, en general correcto. Anne Hathaway recibe palos por todas partes en unos escasos veinte minutos, que incluyen la famosa pieza I dreamt a dream, y que seguramente le valgan el óscar a mejor actriz de reparto. Hugh Jackman no termina de convencerme, y Russel Crowe, que aporta su habitual presencia física, anda muy despistado en esto de los gorgoritos. El director propone a los actores un auténtico tour de forcé, y, con un plano fijo, muy próximo, les deja cantar y llorar durante minutos, ininterrumpidamente, y es este uno de los principales fallos de la cinta, no sólo para los actores (pues, además de ser una prueba muy exigente, su voz no alcanza como debiera en los momentos culmen de la canción) sino también para el sufrido espectador, a quién algún movimiento de cámara, o un segundo plano, hubiera venido muy bien para relajar tanta tensión y tanta pena. De hecho, en otra ganadora de óscar, Chicago, el montaje era fundamental para camuflar los fallos de actores jugando a ser bailarines como Richard Gere. Bien le hubiera venido a Hugh Jackman algún respiro de esos. Solamente en el caso de Russel Crowe, a juicio del director, fueron imprescindibles – en una escena, esa del solo de Javert, mucho mejor resuelta pese a las limitaciones del actor-.

En todo caso, por encima de dichas trabas, la partitura de Los Miserables se alza como su mejor baza, con piezas como la coral One more day (mi favorita), el prólogo con el que comienza la película o la marcha que acompaña las distintas barricadas hacia el final de la cinta. No es una música tan sencilla o pegadiza como la de otros musicales, pero cuenta con muchos adeptos merecidamente. Como con casi todo, si odias los musicales, esta no es tu película, pues apenas hay diálogo. Si por el contrario los dramones de época te chiflan, y piensas con razón que Cantando bajo la Lluvia es una obra maestra, no debes perderte Los Miserables. Eso sí, prepara los klinex y deja las palomitas fuera.

Lo mejor: su música
Lo peor: que el director no consigue armar la cinta como su fama y su reparto se merecen 



Er... Entendido, mejor la próxima vez canto en la ducha...

3/3/11

Robin Hood

Arquero taciturno
No está mal este nuevo Robin Hood que Ridley Scott (director que ganó su fama en la ciencia ficción, pero que hace tiempo se pasó a las aventuras medievales, siguiendo la estela de Gladiator –quizá dan más dinero, quizá están más de moda-) y Russel Crowe se han sacado de la chistera. El bueno de Crowe, australiano brutote, es uno de esos actores de carácter, expresión pétrea y balbuceo ininteligible, pero da igual, porque hay muy pocos hoy en día que, en la estela de John Wayne, Eastwood o Cary Grant, puedan llenar la pantalla aunque no se les entienda nada de lo que dicen.

Más que de la leyenda (o historia, según algunos) del arquero de Sherwood, Scott toma prestados elementos de Braveheart (esa nobleza en rebelión) y transforma a Lady Marion en una mezcla de Juana de Arco y Terminator (Cate Blanchet, siempre bien). La idea de contar los orígenes del personaje es buena, pero la pena es que nos quedamos a medias, con ganas de más, no sé, quizá de más batallas, o de que pase algo que no esperábamos, o de un personaje con algo más de chicha. Muy lejos de Errol Flynn o del zorro encantador de la Disney (e incluso algo inferior al de Kevin Costner), este Robin Hood, de puro serio, se nos ha quedado un poco apático, y además tiene la fea costumbre de torturar al malo para que escupa información. A Batman se lo consentimos porque es el Señor de la Noche, y a duras penas, pero no, queridos Ridley y Russel, los héroes son otra cosa, y lo subliminal en estos tiempos de guerra no es nada bienvenido en Tururú. Por lo demás, buen intento.

Lo mejor: los actores, y que la historia es distinta.
Lo peor: que pese a ser distinta, la historia es muy flojita.

 
D´Artagnan y los tres mosqueteros...
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