Mostrando entradas con la etiqueta Pixar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pixar. Mostrar todas las entradas

3/1/11

Chaplin de metal

Wall-E
El personaje más carismático y encantador de Pixar no es Buzz Lightyear, ni Woody, ni Nemo ni Mr. Increíble. Lasseter y sus chicos saben que es difícil que un robot exprese sentimientos, pero que el secreto está en la mirada: como en E.T., como en King Kong, el rostro de Wall-E es todo ojos, grandotes y tiernos, inclinándose para expresar estados de ánimo como si de un dibujo animado se tratara. Ah, pero que Wall-E es un dibujo, dicen. Cuesta creerlo.

Los treinta mejores minutos del cine de animación de todos los tiempos están en el arranque de Wall-E y sus hazañas quijotescas, al más puro estilo del cine mudo, de Keaton a Lloyd pasando por Charlot y sus desaguisados. Qué lástima que el resto del film vaya perdiendo fuelle, que no esté a la altura del Wall-E personaje, capaz de meterse en el bolsillo a todo incauto que se asoma a sus manitas de metal. En la medida en que el capitán y el resto de los humanos regordetes roban metraje, la película se lanza cuesta abajo y solamente algunos detalles mantienen el tipo. Los robots, claro.

La cinta encierra algunos mensajes que ya son tópicos en la ciencia ficción: el holocausto que deja la Tierra inhabitable, las megacorporaciones que asumen el control (gobierno y libre competencia, a paseo), la necesidad de mantener el equilibrio ecológico, o esos seres que sólo viven a través de la pantalla del ordenador, sin moverse, sin hablarse. No estamos muy lejos de éso, en realidad. Pero las pretensiones no tienen demasiada fuerza, demasiada importancia. Sería un error que la película se tomara en serio, más allá del robot que prensa la basura mientras tararea la música de Hello, Dolly. Bravo Wall-E.

Lo mejor: los primeros treinta minutos.
Lo peor: que no parece probable una segunda parte.





2/9/10

Edipo Woody

Una explicación freudiana sobre Toy Story 3
¿Qué oscura obsesión oculta John Lasseter que le obliga a repetir una y otra vez los mismos patrones en la trilogía de Toy Story? No me refiero solamente a la apertura de puertas inalcanzables, solucionada siempre a base de piruetas (la imposibilidad de abrir la puerta en el mundo real, la posibilidad de abrirlas en un mundo fantástico), o de juguetes que se desvanecen inertes justo en el último momento previo a ser descubiertos; sino a la huida y, más concretamente, a la pertenencia. Estos juguetes parlanchines se pasan la vida escapando, queriendo volver al refugio del cariño y del juego (un refugio que nunca más lo será). El refugio se simboliza en una suela de bota escrita con la palabra Andy. Andy es paraíso, pero también es yugo, uno del que no puede escaparse. La existencia de los juguetes se debe a ese Andy que somete, en una esclavitud sentimental y moral.

¿Qué simboliza Andy para John Lasseter? ¿Es una especie de Dios o de consciencia del más allá? ¿Es la figura de los padres, y se refiere a la infancia como si los niños fuéramos juguetes–producto de nuestros antecesores, imposibles de separarse de esa conducta? ¿Es el Estado, el Gran Hermano, la patria, los Estados Unidos? La respuesta, que ya se intuía en las dos primeras partes, es clara en esta tercera: la madre abraza al hijo que se emancipa, y desea que siempre estuvieran juntos. Woody mira la foto en la que aparece junto a Andy, y la equivalencia resulta límpida, transparente.

Solamente Woody decide ser fiel hasta la muerte al Andy-madre, con su complejo de Edipo superlativo. Incluso no querido se empeña en continuar junto a él. Los demás juguetes comprenden que la hora ha llegado, y se preparan para una nueva vida en la guardería. Pero Woody no, Woody quiere seguir junto a la madre para siempre, sacrificando su propia vida futura a la espera de una mirada de aprobación, de un mínimo gesto de cariño. Las tres entregas de Toy Story son una constante huída del mundo exterior para volver al refugio de la madre, primero desde la casa del vecino, segundo desde una juguetería o un aeropuerto, tercero desde una guardería y un vertedero. En esta tercera entrega los juguetes rebeldes son castigados hasta la extenuación por abandonar la casa de Andy, en las manos de otras personas que no paran de hacerles mal. Woody sin embargo, en su retorno, es recompensado con el juego y el cariño de otra niña.

Pobre Woody. Incapaz de superar su complejo, no concibe otra solución que buscar una segunda madre. Donde otros encuentran una esposa (quizá el propio Lasseter), Woody y los juguetes encuentran otro dueño, otro Andy-madre que les quiera, en el que repetir la figura de sumisión completa. Triste final para el bueno de Buzz y sus pulsiones eróticas de macho hispano.



Y la crítica...
Freud aparte, Toy Story 3 me ha resultado bastante aburrida. Es una película más que correcta, pero tecnológicamente no sorprende y, lo que es peor, el argumento y los personajes se repiten hasta decir basta; comparado sobre todo con la anterior entrega, en la que ya aparecían casi todos los caracteres importantes (excepto Ken, el único hallazgo reseñable). Parece que Pixar se ha empeñado en estirar la gallina de los huevos de oro (de hecho la propia película, que debería ser de 80 minutos, se estira hasta los 110). Incapaces ya de provocar sonrisas y, sobre todo, de sorprender, los juguetes sólo cuentan con su maltrecho carisma para volver a contarnos la misma historia. Lástima. Aún más lástima es todas las calificaciones de cinco estrellas que les han llovido. Señores críticos, por favor, un poco de seriedad; cierto que no estamos ante una patata (o calabacín, o tortilla, ya sabéis por qué lo digo) de película, pero algunos momentos rozan el aburrimiento y otros son paupérrimos, casi de telefilm lacrimógeno… Por no hablar de la originalidad. ¿Dónde están las buenas ideas que les han hecho famosos, señores de Pixar?



Las gafas del 3D, ¿las hacen a propósito para ser insoportables...?

27/4/10

Carreras para niños

Cars
Dirigida por el mismísimo John Lasseter (idolatrado y sobrevalorado fundador de Pixar) se estrenó hace pocos años Cars (cuya traducción al castellano, Coches, hubiera resultado tan aburrida como premonitoria). Ésta es sin duda la más floja de todas las películas de Pixar, en dura competencia con Bichos, todo hay que decirlo. Es curioso que la película no interesa desde el primer momento (quizá por esos personajes inertes, los coches, de pronto animados y transitando por carreteras misteriosas –¿quién las construyó, por qué son de escala humana, y lo que es peor, dónde está la gente?-). Y, sin embargo, apuesto a que a nivel de merchandising es una de las que más dinero ha hecho, si no la que más, debido a la fascinación de los tiernos infantes por los coches, sobre todo rojos. Ni siquiera la voz de Paul Newman consigue aupar un poco una cinta que invita a parar el DVD y a irse a dormir varias veces durante su metraje. Apunto un detalle de auténtico dinosaurio friki: hay un corto de dibujos animados de Disney del 52 en el que el protagonista es un coche (Susie), y que gracias a la animación tradicional consigue transmitir emociones (quizá sus formas son menos rígidas de lo que el ordenador impone...). Podéis encontrar el corto en Youtube.



El original (Susie, arriba) y la copia (Sally). Sin comentarios.

20/1/10

Pixar y los superhéroes

Los Increíbles
Hace unos años Disney-Pixar estrenaba otra de sus películas geniales. Los Increíbles es entretenida y éso es bastante cuando no hay más pretensión que divertir. Hace poco se estrenaba la adaptación del cómic Watchmen (una película bastante apreciable, por cierto) que se acerca a los superhéroes desde un punto de vista hiperrealista y sucio: los superhéroes son incluso peores que los delicuentes, lunáticos asesinos y camorristas, violadores y sádicos. "Quién vigila a los vigilantes", aparece en una de las escenas. Con un enfoque totalmente distinto, los muchachos de John Lasseter se preguntan cómo sería una típica familia americana, de las de chalet en zona residencial, trabajo aburrido y parejita, si tuvieran poderes.  Añadimos un poco de los Cuatro Fantásticos y algo de Mentiras Arriesgadas y, ¡voilá!, una comedia de aventuras con héroes que ocultan su realidad a su familia, con Chica Invisible y Mr. Fantástico incluídos, aunque los poderes se hayan distribuído de manera distinta. Menos mal que tenemos un par de secundarios bastante logrados, mención aparte para esa creadora del pret-a-portér o la pobre niñera. Quizás a los que estamos acostumbrados al cómic esta película nos sorprenda menos que otras de la casa (mi favorita es la originalísima Monstruos, S.A.), pero en todo caso ojalá que todos los estrenos que llegan al cine en nuestros días fueran la mitad de buenos.


Pero, ¿no era él quien se estiraba como el del chicle Boomer...?

24/8/09

Todo lo que sube baja

Up
Resulta que este viejecito malhumorado y rechoncho se construye una nave espacial con una casa de madera y unos globos, y hasta ahí, todo bien. Luego resulta que en el fondo tiene un corazón de oro y, además de quedar como un señor con su amada (es un capricho tonto vivir sin agua corriente y con un calor tremebundo, pero bueno), también se porta bien con el boy-scout gordo y huérfano (que con lo desastre que es, ya me diréis de dónde sacó tantas medallas), con el perro bueno y tonto, con el pájaro de colores (que es más bien pájara, y encima viuda, y que no sabemos por qué se va tan lejos a buscar comida), y si se descuida se hace amigo del viejo loco con la voz de Christopher Plummer, que, lejos de cantar la de Edelweiss (small and white, clean and bright) en la imposible misión de quedar a la altura de Julie Andrews, se ha dedicado a poner collares mágicos a los perros, aunque los pobres no dejan de ser tontos, es lo que tiene. En realidad, como se descubre más tarde, el vejete era un Indiana Jones disfrazado, y reparte mamporros, corre, trepa y salta que ya querría Harrison Ford en esa cuarta entrega tan buena o tan mala como las otras. Lo importante es que al final todos son felices, o eso parece, aunque el chaval sigue siendo huérfano, y el vejete y el pollo chocolatero siguen siendo viudos. Pero bueno, ellos cuentan coches de colores en la acera, lo que viene a ser el colmo de la felicidad, supongo (es que yo no lo he hecho nunca). Mucho mejor este final que los primeros diez minutos, que hacen llorar a la gente a moco tendido. Quitarles el hambre no, por desgracia: las palomitas en el cine son un castigo bíblico que data de los tiempos de la Torre de Babel. Sí, hay que ir siempre a la V.O.S. chicos.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...