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7/10/09

Si no quieres caldo toma dos tazas

Malditos Bastardos (2)
Me confirman fuentes diversas pero fidedignas que esta película es bastante malilla. Incluso fans acérrimos de Tarantino desde Reservoir Dogs empiezan a preguntarse si chochea o es sólo una enajenación transitoria, una pájara como dicen en ciclismo. Bueno, pues para los forofos y los que se han quedado con ganas de más, tendremos segunda parte, porque dice Quentin que claro, el guión es tan bueno, tiene tantas posibilidades y, en fin, ha tenido tanto éxito, que sería una pena no continuar la historia, ¿verdad? Asusta comprobar como mi predicción de hace unas semanas acerca de una continuación se hace realidad. Yo pongo mis ideas a su disposición, pero, bueno, me gustaría aclarar algo: lo de los robots- terminator gigantes de Heidi  destruyendo América iba en broma, son una chorrada, Quentin, no lo hagas. Por si acaso.



Y luego dicen que por qué me gusta a mí el cine clásico

21/9/09

Rendidos al Maestro

John Williams
Rebotando por el Spotify, cual pelota de pinball digna de mejor causa, me encuentro con una pieza de John Williams, creo que de la banda sonora de Hook. Y me engancho otra vez a las composiciones del maestro, y arranco en JFK, paso de puntillas por Harry Potter, me imagino al Halcón Milenario esquivando los asteroides en El Imperio Contraataca, y termino desembocando en mis favoritas, en el tema de ET a piano (Over the moon, sí), en el final apoteósico, casi sinfónico, de Encuentros en la Tercera Fase, en la persecución épica de esos barriles hundidos en Tiburón, o en el que fuera su último óscar por La lista de Schindler. Es verdad que estas últimas son películas de Spielberg, pero también ha sido compositor fetiche de Lucas o de Oliver Stone. No creo que puedan entenderse los unos sin el otro, de hecho, el artífice silencioso del éxito de las primeras películas del bueno de Steven es este viejecillo de aspecto bonachón, este gordinflón redondito de gafas metálicas y batuta en ristre, que sabe, como lo sabe Spielberg, que para que una película funcione la música es uno de los ingredientes más importantes, y que no basta con reunir un puñado de canciones de U2 o Elvis y pincharlas en la escena que a uno le parezca bien. Es cierto que se venden muchos discos (que se lo digan a Tarantino, un tipo sin oído ninguno y ecléctico gusto musical, cuya selección para Kill Bill u otras, de puro chirriante, hasta tiene su punto); pero, de cara a enfatizar los momentos adecuados de la cinta, una banda sonora compuesta a posteriori, como lo hace John Williams, siempre será el mejor resultado. Hay otros grandes compositores de BSO en la historia, especialmente en los últimos 30 años. Jerry Goldsmith, que es bastante parecido, pero para mi gusto peor, que en paz descanse; James Horner, Ennio Morricone (un auténtico artista, aunque sus composiciones funcionan independientemente de la película para lo bueno y para lo malo), Hans Zimmer, Danny Elfman; y antiguamente mi adorado Mizlos Rozsa, el gran Bernard Herrmann que ponía música a Hitchcock, o Leonard Bernstein. Todos ellos son muy buenos, pero John Williams tiene algo especial: su sentido sinfónico que consigue acompañar a la película y coser a la vez los temas principales, y también sus fanfarrias, empezando por los temas de Superman, de Star Wars, y claro, de Indiana Jones. John Williams es un hombre ya muy mayor y el día que se muera me vestiré de negro. Nos deja una colección de bandas sonoras fantásticas, un saco lleno de música para recordar, y eso hace del mundo un lugar mejor, y no hay tanta gente de la que se pueda decir éso.
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18/9/09

La perogrullada del viernes

Malditos Bastardos
Se estrena hoy 18 de septiembre esta cinta, largo tiempo esperada por algunos, que no pienso ir a ver. He oído no sé dónde que en la película el grupito de vengadores consigue matar a Hitler. Pues vaya. La idea parece cosa de una mente pervertida puesta de coca hasta las cejas, pero todos sabemos que Tarantino ni toma drogas ni es más pervertido de lo que puedan serlo, yo qué sé, Rasputín o el Marqués de Sade. Antes al contrario, que se lo digan a Mira Sorvino. En fin, he pensado en darle algunas ideas para la segunda parte, a ver si con suerte me contrata como co-guionista, el sueño de mi vida (guiones de Tarantino: una semana "trabajando" y cien cobrando). Pues nada, he aquí la segunda parte de la película: después de la muerte de Hitler, los aliados ya no tienen motivos para lanzar la bomba atómica. Se firma la paz en 1941, con lo que los políticos protagonistas deciden dedicarse a otras tareas. Churchill invade Cuba y monta una gigantesca fábrica de Habanos. Stalin termina sus días en un pisquiátrico borrando con tipp-ex la fotografía de todos los rusos que han leído alguna vez el Times. Roosevelt y Truman hacen por fin pública su homosexualidad y se dedican a jugar en la intimidad con otra clase de misiles. Los japoneses piden perdon por Pearl Harbour, se rinden mucho antes y no lo pasan tan mal. Gracias a la paz, el desarrollo tecnológico nipón llega antes. El i-phone es japonés, es amarillo pikachu y sale en los ochenta justo después de la primera permanente de Madonna. Los robots tipo Mazinger Z son una realidad en 1995. McSushi conquista el mundo y los americanos enfadados inventan un coche que consume diez veces más e inician una guerra por el petróleo a escala planetaria (como la de ahora, vamos). En 1998 un ejército japonés de heidis de 40 metros de altura destruye la Casablanca al grito de "Blanquitaaaaa!! Copo de Nieveeeeee!". También cae la Costa Oeste de USA a base de bombas de concentrado de wasabi. Paradójicamente, la contaminación termina con toda la población de atunes del pacífico; privados de sashimi fresco, 350 millones de japoneses se hacen el harakiri y China pasa a ser la única gran superpotencia del planeta. Un descendiente de Mao Tse Tung conquista el mundo y siembra de arroz centroeuropa y la costa murciana. En el año 2078, los extraterrestres de Encuentros en la Tercera Fase se asoman a la tierra y deciden marcharse por donde han venido. Debido a la succión que producen los motores de sus platillos volantes al alcanzar la velocidad de la luz, la tierra sufre una involución tipo Planeta de los Simios, y vuelven los años cuarenta, y Hitler escapa del atentado de estos chicos franceses y las cosas vuelven a su (trágico, desgraciado) cauce. Por el camino, Brad Pitt pega una paliza a un oficial alemán con un bate de béisbol. Hala, a rodar, ¿véis que fácil? Me voy de fin de semana, que me lo he merecido.
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Bajo esta apariencia inofensiva se esconde un terminator
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