"En el caso de Macri, es llamativo que el ballottage porteño
se le haya transformado en una pequeña crisis. Durante la campaña,
el leitmotiv del jefe de gobierno y de Horacio Rodríguez Larreta fue
que había que prepararse para una segunda vuelta, ya que siempre había
ocurrido. Y el objetivo principal de Martín Lousteau fue provocar ese
resultado, hasta convertirlo en un eslogan: "Con el ballottage ganamos
todos". Esto es lo raro: el oficialismo porteño quedó desconcertado frente
al único escenario previsto.
Hay un detalle que explica, siquiera en parte, esta
paradoja. El consultor Jaime Durán Barba, el domingo pasado al mediodía,
aseguró a Larreta que ganaría por el 54% de los votos, secundado por Mariano
Recalde y no por Lousteau. El ecuatoriano levantaba apuestas sobre ese
desenlace. Al final de la tarde las encuestas en boca de urna revelaron ser,
mientras transcurren los comicios, instantáneas muy poco confiables. Pero Durán
ya había inspirado un triunfalismo inconveniente. Cuando se conocieron los resultados
la dirigencia de Pro ingresó en un clima de frustración que eclipsó el propio
éxito. Larreta había sacado 45% y, en una demostración de que el desequilibrio
de poder es una patología difundida más allá de la escala nacional, había
aventajado a su segundo por 20 puntos. La sorpresa de Macri y su "círculo
amarillo" ante el desenlace que, dos días antes, vaticinaban como
inexorable ocultó que la de Lousteau no había sido una marcha triunfal: no
logró convertirse en un antagonista nítido del macrismo, ya que mejoró en sólo
tres puntos la cosecha de su fuerza en las primarias.
Es razonable que el ballottage sea fastidioso para Macri. El
domingo él pensaba hacer un relanzamiento presidencial, para después abocarse
al conurbano bonaerense. Además, quedó expuesto durante otros 15 días a las
críticas de un aliado. Lo asombroso es que esté procesando ese malestar de un
modo tan autodestructivo.
El primer déficit de Pro es argumental. Se puede aceptar que
el desenlace de la próxima elección está cantado a favor de Larreta. Aunque,
como recordó ayer el politólogo Andrés Malamud desde Lisboa, en las
presidenciales portuguesas de 1986 Diogo Freitas ganó el primer turno por 46%,
contra 25% de Mario Soares; pero perdió el segundo por 48% contra 51 de Soares.
El ballottage no es la continuación de la primera vuelta. Es otra elección. De
todos modos, que Lousteau se convierta en Soares resulta hoy impensable.
Eso no habilita a pedirle que renuncie a establecerse como
la segunda figura de la ciudad el próximo 19. Además de ser improcedente desde
el punto de vista institucional, esa exigencia es peligrosa para Macri. ¿Qué
sucedería si Scioli obtuviera en octubre 43% de los votos y él 34? Alguien del
Frente para la Victoria podría pedirle que reconociera el resultado inevitable,
citando sus pretextos de estos días.
El razonamiento anterior se podría refutar con otra tesis,
habitual en Pro por estas horas: el ballottage daña a Macri porque va a ser
protagonizado por alguien que, como Lousteau, pertenece a su propia coalición.
Aun cuando se dé esa afirmación por verdadera, es increíble que el oficialismo
porteño la pronuncie. Decir que Lousteau perjudica a Macri es la mejor
publicidad que puede esperar Lousteau para seducir a los votantes de Recalde.
Uno de los errores que está cometiendo Pro es nacionalizar la segunda vuelta
porteña. Acaso debería municipalizarla, a pesar del riesgo de favorecer un
discurso que, al final, le jugará en contra: el miedo a que se pierda lo
conquistado, el miedo al cambio.
Macri decidió lo contrario. Dijo que Lousteau no tiene
espíritu de cuerpo. Es decir, lo castigó con el reproche que empleó contra
Gabriela Michetti cuando la senadora decidió presentarse en las primarias. La
recriminación ignora un problema: Lousteau no forma parte de "el equipo".
Y el motivo es que Macri no lo quiso. El año pasado, el candidato de ECO pidió
en varias oportunidades constituir una alianza y dirimir la disputa por la
jefatura de gobierno en primarias. Pero Macri prefirió tenerlo como un rival
declarado.
El dato merece ser recordado no sólo porque señala un
desacierto de Macri en la concepción de toda la jugada porteña, sino porque
desnuda una dificultad en su constitución como líder: todavía no advirtió que
aspira a representar a una coalición partidaria y electoral mucho más amplia
que Pro.
Esta incapacidad para pensarse en este nuevo rol lo llevó a
postular una fórmula Vidal-Ritondo para la provincia de Buenos Aires,
equivocación que pudo evitar por las quejas que, a último momento, le planteó
Ernesto Sanz. En el fondo de este problema está la aspiración a ofrecer una
opción de "Pro puro", contradictoria con el armado de un frente. Esta
limitación, que presenta ya algunos costos electorales, puede ser muy
perjudicial si a Macri le toca presidir un gobierno de coalición. Dicho de otro
modo: si piensa arbitrar las disidencias entre las distintas fracciones de un
eventual oficialismo con las categorías con que aborda el desafío de Lousteau,
Macri estará en problemas.
La alternativa a esta estrategia es sencilla. Lousteau la ha
explicado varias veces en las últimas horas. El domingo Macri estaba en condiciones de invitar a Sanz y a Elisa
Carrió a festejar la obtención del 70% de los votos porteños. Y podría
haber prometido que él y sus aliados darían en los próximos 15 días una lección
de cómo debatir con madurez e inteligencia el futuro de la ciudad. Lousteau
debe celebrar que a Durán Barba no se le haya ocurrido, porque él hoy estaría
en dificultades."
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Según Pagni los problemas de Macri de cara al balotage son
fruto de sus propios errores. No es novedad: lo desprecia. Macri cumple al
pie de la letra el plan de mostrarse como "el cambio" y en función de ello jugó a secarlo a Massa en
la PBA y a sumar al radicalismo pero como un socio muy menor. La idea de Durán
Barba es no salirse de esta estrategia porque está convencido que si Macri no triunfa
en esta elección, quedará proyectado como el único candidato con fuerza
propia en condiciones de obtener la presidencia en 2019. Se podrá coincidir o
no con este diseño, lo que no se puede discutir es que el candidato y su fuerza
política están dando todos los pasos en consonancia con ese marco estratégico.
Por eso el ninguneo a los aliados y por eso también la postura ante el ECO. Por
eso el festejo en soledad y la postura de estas horas, de mostrar a Lousteau
como un aliado revoltoso, que "no juega en equipo".
Pagni, como vocero del Círculo Rojo, viene disintiendo hace
rato con Durán Barba y ahora no hace más que ratificar su desacuerdo. En
realidad este debate al corazón de la derecha argentina es fascinante. Un
hombre de las entrañas mismas del poder oligárquico, un Blanco Villegas,
discutiendo con sus pares cómo encontrarle el agujero al mate en esto de
ganarle una elección al peronismo. Está por verse cómo se desenvuelven los
acontecimientos. Algo está muy claro: Por primera vez los sectores de poder
están discutiendo política desde una perspectiva nueva para ellos, puesto que no
cuentan con el factor militar para la acción directa y deben enfrentar a un
gobierno que luego de 12 años termina su gestión en alza, habiendo controlado
una a una todas las intentonas desestabilizadoras que se le fabricaron, desde
las corridas bancarias a la muerte de un fiscal de la nación. Están caminando
sobre escenarios que nunca previeron, y ello es verdaderamente atractivo para
el mundo de la política.
Ante ellos está el El Frente para la Victoria, que llega a
la instancia electoral con el candidato más taquillero que podía ofrecer,
habiendo ordenado su interna con una lista de síntesis magistralmente pensada,
obteniendo excelentes resultados en las elecciones que se han desarrollado y
generándole a Macri los dos dolores de cabeza más fuertes en su plan que
fueron la captación de votos a Del Sel por parte de Perotti en Santa Fe, que
determinaron el triple empate y los 17
puntos que Acastello le sacó a Luis Juez, que fueron categóricos para que el
FPV, que venía de no presentar lista en 2011, se alzara con ese porcentaje pero
que además que ello condenara al armado de Macri con Aguad y Juez a un infausto
segundo puesto. Como se ve, la suma de los exámenes en estas dos provincias de gran peso electoral es
altamente favorable al FPV si lo comparamos con 2011.
No obstante, se sabía desde un primer momento que el
problema era la CABA, donde estaba claro que era casi imposible entrar al
balotage por la sencilla razón de que buena parte del UNEN porteño seguiría aglutinado en
torno a la candidatura de Martín Lousteau. Estaba claro, entonces, que el FPV debía sortear una instancia
en la que tenía todo para perder y nada para ganar. Como sabemos, sucedió lo
que era previsible.
A partir de ese escenario los votantes del FPV porteño han
ingresado en un tira y afloje en el que son un convidado de piedra por la
sencilla razón de que la diferencia entre ambos candidatos es indescontable y
porque parece una ingenuidad pensar que una victoria por una diferencia menor
a los 20 puntos pondrá en problemas una candidatura presidencial que expresa
por primera vez en la historia argentina el proyecto de las clases dominantes
pero con un agregado novedoso y es que aparece competitiva en el terreno
electoral. Macri es el candidato de la restauración conservadora con Larreta
ganando el balotage por 20 o por 10 puntos. La fortaleza que proyecta al resto del país es que luego de dos gobiernos, deja la ciudad con una imagen positiva altísima y logrando ganar holgadamente la primera vuelta con un candidato que apriori rompe todos los manuales del marketing político. Creer entonces que una victoria por menos de 20 puntos en el balotage con un aliado puede deteriorar la intención de voto de Macri es un error.
Pero quizá esta situación podría haberse manejado de manera distinta si el FPV hubiera previsto una táctica para el caso de que no ingresara al balotage y más cuando todo indicaba que ello era lo más probable. No puede ser que ahora salgan personas como Aníbal Ibarra o Ricardo Forster a plantear que en realidad hay diferencias entre el PRO y el ECO, etc. En todo caso debieron plantear ese debate muchísimo tiempo atrás. Hacerlo ahora sólo profundiza el bochorno.
La enseñanza es que, además de empezar a trabajar seriamente en la ciudad los 365 días del año, de tratar de entender las peculiaridades de este distrito, se deben anticipar estrategias para escenarios como el presente, de modo de evitar la situación actual, donde sigo pensando que estamos en modo papelón, que todas las salidas son horribles y que por eso, entre todas las malas jugadas a que tenemos a mano, la del voto en blanco es la que más se acerca al eje de acción política que definió el Frente para la campaña.