El tema es complejo y hay mucho escrito al respecto, no obstante expondré algunas ideas que se amontonan en el zapallo por estas horas a propósito del grifo de hipocresía apestosa de la Argentina que Maradona reabrió con sus dichos.
Hoy escuchaba una edición de los dichos del Diego con las bestialidades que lanzó Reutemann, pero claro, el Lole es al fin y al cabo "gente como uno", un pobre y atormentado señor acaudalado que sin ninguna necesidad sufre por la patria y al que la suciedad de la política lo sobrepasa...
¿Porqué no se van un poquito a cagar?
Hay un desprecio por lo argentino, por lo nuestro, por nuestra música, por nuestra cultura, por nuestra forma de ser. Hay oficinas donde se prohíbe tomar mate y hasta hogares donde no hay una bombilla. Hay un desprecio al tango porque es llorón y al folklore porque es anticuado. Tanto asco no puede venir de otro lado que no sea de la ideología de la oligarquía y de esa cobardía tan especial del cipayismo vernáculo, esos que se creen "ciudadanos del mundo" porque trabajan en una agencia de turismo o porque varean a contingentes de viejas cacatúas australianas por las Cataratas y Bariloche una vez por mes.
Son los que terminan gozando con la vejación de que son objeto siempre y cuando el que los empome venga de afuera. Pero eso sí, después, en el cabotaje cotidiano, son unos machos que dan miedo...
Son siempre los mismos, observelos, señora.
Observe la geta que ponen cuando hablan de "este país", es la misma que cuando se refieren al "negro de mierda" o "la conchuda". Sus padres y abuelos también seguro que ponían la misma geta cuando pintaban "Viva el cáncer" o cuando despotricaban contra la Industria Nacional y aplaudieron la fiebre importadora de Martínez de Hoz, ni hablar de cómo gozaron con el 1 a 1 de Cavallo.
Una sola vez salieron a la calle, fue para clamar por la liberación de su guitita, retenida por el republicanismo de la Alianza Cívica y Social en el corralito cavallista, y en ese frenesí propio del "hacé la tuya" no se dieron cuenta de que llegaron a cagar a patadas a un anciano llamado Roberto Alemann ¡Justo él! que no hizo otra cosa en su vida que no fuera militar a favor de los de afuera y los ricos de adentro.
Era enero del 2002 cuando lo corrieron como vándalos por la city porteña, pero eso sí, expresándole su disgusto con frases del tipo "Disculpe señor, pero sospecho que usted tiene algo que nos pertenece"... nunca una palabrota...
Hay una Argentina de mierda que chorrea tipos de esos que viven pensando en emigrar, que abominan el haber nacido acá, que sienten que el país no los merece. Esos que quieren comer como en Belgrano pero pagar como en Lugano, esos que comen mortadela y eructan pollo, esos son, vaya sorpresa, los que se indignan con Maradona.
Ha calado muy hondo el asco oligarquico. Ha penetrado muy adentro esa noción de que esta tierra sólo sirve para la siembra y el engorde de ganado de modo que los suculentos dividendos que se obtengan se quemen en suntuosas orgías parisinas
Y ha causado mucho daño porque los que han tomado esa noción son, como siempre, un montón de nabos de ciertas clases medias que terminan siendo más papistas que el papa.
De ahí es que viene esta preocupación por el "qué dirán" en el exterior, por cómo nos ven...De ahí que a diario aparezcan en los blogs un montón de comentarios de pelotudos sublimes que reproducen notas previsiblemente pobres de El País de Madrid (España de charanga y pandereta / de espíritu burlón / y de alma quieta)
Si siempre nos vieron como una colonia, como una factoría, como un granero enorme ¿Quién les ha hecho creer a esta caterva de tilingos que el mundo se horroriza por las palabrotas de Maradona?
Pero como tienen la cabeza y el alma puesta allá, en Europa o en Chile si fuese necesario -con tal de nunca tenerla acá- se desangran por lo que puedan pensar de ellos, son como ese negro cubano que le dice a su negra:
"No negrita, no
no bailes más la Conga así
No negrita, no
mira que soy de sociedad
y si a mí me ven bailando como en el Manglá
toda mi argumentación de negro fino
se me va a caer..."
Así son. Una verdadera bosta.