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domingo, 28 de septiembre de 2008

Un tren para los progres...


José Natanson se suma acá al debate sobre la cuestión ferroviaria y pone el acento en la necesidad de evaluar el diagnóstico del que parte el cineasta para edificar un relato que conduce hábilmente a otro de los tantos clímax cinematográficos a que nos tiene acostumbrados.
Desde este lugar, el aporte de Natanson es vital dado que hay mucha gente perezosa y con tendencia a correr por izquierda al gobierno que se nutre de estos guiones rimbombantes y taquilleros pero flacos y carentes de pulpa a la hora del debate serio sobre la cuestión ferroviaria argentina.
Ya que no podemos opinar sobre la gestión de Solanas, porque salvo una muy buena diputación nacional no ha tenido responsabilidades en el Estado, sí podemos hacerlo en lo artístico y rendirnos ante su gran sensibilidad y olfato para interpretar a cierta platea progre, de esa que siente que yendo a ver sus películas realiza un acto de militancia revolucionaria.
El problema sobreviene luego de unas horas, cuando el documental llegó a su fin y el progre dejó la propina en el restaurante donde, cena mediante, le dió sin piedad al Tren Bala, al napia, a De Vido y parte a su merecido descanso sintiendo que ha hecho algo por la patria.
El problema es que el documental se revela como un instrumento no apto para encarar el debate que necesitamos darnos sobre qué hacer con los trenes.
Y es aquí donde Natanson realiza un aporte invalorable al preguntarse:

“Si antes de los ’90 (o del ’76, como usted prefiera) no había inflación ni déficit fiscal, si los teléfonos funcionaban, Segba era una compañía modelo y los trenes llegaban siempre a tiempo, ¿cómo se explica una década de apoyo al menemismo (y a Alberto Fujimori y a Fernando Henrique Cardoso y a Julio Sanguinetti y siguen las firmas)?”

Este párrafo nos conduce a la discusión de fondo que hay que dar. Y esa discusión debe contener un capítulo dedicado íntegramente a revisar de dónde parte esa vocinglería que le quiere facturar al gobierno cuestiones que se arraigan en un proceso histórico que por supuesto arranca mucho antes del 2003.
Debe ser irrefrenable la tentación de hacer jueguito con las cámaras para la tribuna de cierta clase media izquierdosa (pero no tanto). No se requiere un diagnóstico muy serio y basta sólo con machacar sobre algunas cuestiones de esas que emocionan al progre y lo nutren de un par de frases contundentes que descerrajará en la primera reunión social o familiar a la que asista. Empero, el problema es bastante más profundo que el síntoma pequebú.
El punto es que la discusión sobre la cuestión ferroviaria trasciende, y por mucho, esa tendencia a conmover a este sector social tan especial, porque la contradicción que plantean Solanas y su grupo: Tren Bala versus Un Tren para Todos, es deliberadamente falsa y maniquea.
No obstante se debe reconocer que han tenido una gran habilidad para instalarla incluso trascendiendo el espectro de su clientela cinematográficamente electoral, llegando a ser utilizada por prohombres de la vida nacional como Mario Llambías, Hugo Biolcatti y hasta el mismísimo Mariano Grondona... (a propósito ¿Porqué cada vez con más frecuencia los cuadros de la derecha promocionan a ciertos políticos progresistas? ¿Se izquierdizan aquellos, se derechizan estos o son las consecuencias de los nuevos bloques políticos que alumbró la 125?)
Pero no pasa por ahí la cuestión.
Tampoco por la barrabasada de Aníbal Fernández.
El punto es que el Estado debe de una buena vez tomar la cuestión ferroviaria, hacerse cargo y dar testimonio en los hechos de qué quiere hacer en la materia.
Seguir tal como hasta ahora, exponiendo a la sociedad a un incendio de vagones por quincena o demostrar que tiene interés en modificar el actual estado de cosas.
Esta es la cuestión central.
Del resto nos encargamos nosotros en las cada vez mas esporádicas reuniones a las que somos invitados puesto que la clase media K no es bien recibida en muchos hogares de esos donde siempre hay un sahumerio encendido, mucho almohadón y un libro de Caparrós dejado así como al descuido sobre la mesita ratona del living, al lado de los cds de Concha Buika, Cesaria Evora y Susana Baca.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Discutamos sobre la cuestión ferroviaria

Con argumentos aparentemente muy sólidos el ex funcionario de Ferrocarriles Argentinos Roque Cianciolo sale al cruce acá de la muy taquillera propuesta denominada “Un tren para todos” que tanto ha prendido en todos aquellos ciudadanos que utilizan este asunto como el caballito de batalla predilecto para exponer sus críticas al gobierno nacional.
Independientemente de la diferencia notoria de números (mientras para la gente del “Tren para todos” con 3.100 millones de dólares se restauran 18.000 Km de vías, con máquinas, vagones, remodelación de estaciones, etc. Para Canciolo esta restauración insumiría la friolera de 11.337 millones de dólares) aparece con troncal este razonamiento de Canciolo que a continuación se transcribe:

“Cabría preguntarse si, en los albores del siglo XXI, el país debería invertir una extraordinaria suma de dinero para tener un sistema ferroviario con características del año 1960, con tecnología obsoleta y costosa, con un tipo de tracción que utiliza energía no renovable, contaminante y cara, con vías de bajo peso por eje, con vehículos para pasajeros de confort mínimo, en las antípodas del que ofrecen los micros de larga distancia y media distancia, y altos costos en el mantenimiento y en el control de la seguridad de marcha y un transporte de cargas lento e inseguro, cuando las previsiones de transporte de materias primas, en el mediano y largo plazo, son extraordinarias.”

No estaría mal que se tomara este costado del análisis para discutir con seriedad y sin fuegos artificiales la cuestión ferroviaria.
De paso propongo la re-lectura de este post del Lic. Baleno que con gallardía y argumentos contundentes manifiesta su conformidad con el Tren de alta velocidad.

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