el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 15 de abril de 2012

15/ 04: AIR Vol.4

Ulllltimo tomo de esta extraña serie de Vertigo que duró apenas 24 episodios y que se animó a ser tan distinta a lo habitual, que dejó afuera a un montón de gente.
El primer episodio del tomo no cuenta absolutamente nada. Es básicamente un repaso por lo que ya vimos en los tres TPBs anteriores, probablemente pensado por la guionista G. Willow Wilson para captar nuevos lectores, gente que se sumara a leer la serie desde ahí, y entendiera todo sin leer los 17 episodios previos. Zafa, como siempre que los argumentos de Air más que aire hacen agua, con unos diálogos fastuosos.
Después viene un arco de tres episodios un toquecito estirado, pero muy entretenido. Acá sigue sin reaparecer el plot de la conspiración y –con la historia de amor ya resuelta- hay que inventar otra cosa. No hay drama: Wilson urde dos tramas de viajes espacio-temporales con paradojas bizarras y demás, que involucran a Jules Verne y a Antoine de Saint-Exupery, este último famoso aviador, además de autor de El Principito, claro. Estas son historias exquisitas, finoli-finoli, con un tinte neilgaimanesco, poco énfasis en la acción y muchos aciertos en el desarrollo de los personajes secundarios. Probablemente lo mejor de Air.
Ahora sí, se viene el cierre, y en los tres episodios finales Wilson retoma el plot de la conspiración, de la lucha entre “los buenos” de Clearfleet y “los malos” de la logia Etesian, que se quieren quedar con la prodigiosa tecnología de la hiperpraxis. Este tramo es un poco más predecible: vos sabés que todo va a terminar con una confrontación directa entre Blythe y Benjamin Lancaster (el jefe de los malos), aunque con un concepto tan limado como el de la hiperpraxis, no sabés cómo se va a resolver. Y se resuelve de un modo muy raro, anómalo, diría yo. Estamos hablando de gente con el poder de reinterpretar el mundo, de redefinirlo. No valen las piñas ni los tiros (aunque hay varios), la lucha es entre símbolos, planos dimensionales, concepciones metafísicas. Nada que ver con nada que te imagines.
Esta última saguita deja espacio también para un flashback más al pasado de Amelia Earhart, nos muestra la muerte de un gran personaje secundario y cierra con un moñito lujoso para aquellas secuencias que Blythe protagonizara junto a Saint-Exupery en el arco anterior. O sea que hay bastante más que “la lucha definitiva a todo nada entre la heroína y el villano”.
La verdad es que, entre una cosa y otra, Air arrimó a un empate más que decoroso (un 3-3 contra Brasil de visitante) y si bien no es una de esas series a prueba de balas que se pueden recomendar ciegamente a cualquier tipo de lector, es un comic que tiene pasta para cautivar, para que te interese el tema y lo que le pasa a los personajes, incluso cuando el desarrollo de algunas tramas o de algunas secuencias resulte demasiado extraño. Buena parte de esta chapa le corresponde al gran dibujante M.K. Perker, al cual no pienso seguir elogiando (ya lo hice con creces en las reseñas de los tres primeros tomos), al que espero encontrar pronto en otras historietas, porque me convenció en serio.
Ojalá alguien descubra un motor de hiperpraxis, se lo ponga a todos los bondis de la Capital y resulte que yo tengo poderes de hiperprax para controlarlos... ¿Te imaginás qué lindo? Te concentrás, reinterpretás la realidad para que en vez de las seis de la tarde sean las cuatro de la matina y llegás de Congreso a Belgrano en 15 minutos, palo y palo por Córdoba...

martes, 10 de abril de 2012

10/ 04: AIR Vol.3

¿Te acordás de mi famosa frase “tenés más problemas que Medio Oriente”? Bueno, todos los problemas que tenía esta serie y que hicieron duro de digerir el Vol.2 desaparecen casualmente gracias a una saga que se mete a explicarnos... los problemas de Medio Oriente. O algunos, por lo menos, los que tienen que ver con los talibanes, la jihad, las distintas guerrillas pakistaníes y demás grupetes fundamentalistas.
El primer episodio de este extenso tomo retoma la historia de amor entre Blythe y Zain, que reaparece justo cuando nuestra azafata favorita se está revolcando con otro: el Príncipe Gitano, un nuevo personaje muy bien armado por la guionista G. Willow Wilson. De ahí, sin demasiada explicación, Blythe se va a Pakistán, a vivir una saga de tres episodios repleta de tiros y explosiones junto a Mohammad, el hermano de Zain. Allí se enterará de varios secretos, entre ellos la verdadera alineación del misterioso (y ahora cornudo) Zain. Y nosotros tendremos una idea de hasta qué punto la salud de Blythe está en riesgo como consecuencia de su adicción a los psico-fármacos.
Le sigue un interludio en el que prácticamente no pasa nada (hay un flashback al pasado de Amelia Earhart y no mucho más) y los dos episodios finales están llenos de escenas grossas, muy emotivas, en las que se resuelven por un lado la trama romántica, y por el otro el tema de la enfermedad de Blythe. Nos queda en el banco de suplentes desde aquel lejano Vol.1 el plot de la conspiración, de aquellos incansables villanos que intentaban sin éxito quedarse con la tecnología de la hiperpraxis. Este tomo da mínimos indicios de que esa runfla maligna sigue en pie, pero sospecho que en el cuarto y último tomo tienen que volver.
Sin ser la octava maravilla del Noveno Arte, este tramo de la serie recuperó buena parte de la senda perdida en aquel errático Vol.2. Además de excelentes diálogos (que siempre los hubo) hay flashbacks interesantes y reveladores, menos chamuyo místico y abundantes escenas de acción, torturas, drogas y petes. Y aún así, Air no derrapa, no se convierte en un comic “de machaca”, ni se disfraza de cabeza para tratar de sumar un par de lectores más. Esto sigue su línea original, la de un comic distinto, con una forma nada habitual de plantear y resolver los conflictos. Más allá de la prematura cancelación de la serie, en ese sentido se puede decir que la experiencia propuesta por Wilson fue exitosa.
Y es loco que esta serie no haya sumado lectores con el correr de los números, porque si hubiera lógica en el mercado y justicia en el mundo, miles y miles de fans del dibujo realista se tendrían que haber tirado de cabeza sobre este comic simplemente para ver con sus propios ojos los increíbles prodigios gráficos de M.K. Perker. El turco no sólo no falta en ningún episodio (ni siquiera en los de relleno, o en los flashbacks) sino que además arranca bien y no para de mejorar. Para esta altura, ya no sólo parece Travis Charest: le rompe el culo a Travis Charest. Lo único que no cierra es lo que marcaba la vez pasada: cuando dibuja a los personajes de perfil le salen menos realistas, más parecidos a los de Jim Lee que a los de Charest. Y por ahí algún fondo que podría estar y no está. El resto se zarpa de grosso, mérito también del colorista Chris Chuckry, que se acomoda perfectamente, por un lado a los distintos climas que genera la historia, y por el otro al trazo preciso, finoli, pero no por eso menos poderoso del incansable Perker.
Veremos que nos preparan Wilson y Perker para el tomo final. Si siguen por el camino de este tomo, le tengo mucha fe.

jueves, 5 de abril de 2012

05/ 04: AIR Vol.2

Si lo hice con Bouncer, ¿por qué no hacerlo con Air? Ni bien pude, cacé ese Vol.2 cuya lectura tuve que interrumpir prematuramente (al darme cuenta de que no me acordaba un carajo de lo que había pasado en el Vol.1, el cual leí en 2009) y, tras la obligatoria relectura del tomo anterior, volví a insistir, como el Coyote, que se hace crosta 130.000 veces contra el fondo del precipicio, pero sigue intentando morfarse a ese pajarraco del orto al que todos deseamos ver al spiedo.
La verdad es que, con 10 episodios leídos, empiezo a sospechar por qué esta serie se fue al descenso. Según declaró en entrevistas, Wilson pensó la historia para durar cuatro años, unos 50 episodios. Y apenas llegó a 24. ¿Qué pasó? Se desinfló la trama de la conspiración, que era la más interesante y pasó a un tercer plano la historia de amor. Y todo eso sucede acá, en el segundo tomo, que suele ser el decisivo, el que uno compra para ver si sigue o no sigue adelante con una serie que arrancó interesante, pero no te masacró las neuronas.
Los tres primero episodios de este tomo son la nada misma, o casi: Acá vemos a Blythe recibir todo tipo de explicaciones acerca de la fortaleza voladora, la hiperpraxis, sus poderes mentales y la energía alternativa que hace que los aviones vuelen impulsados por los sueños. Durante todo un capítulo, Blythe se mete en la mente de Zain (su novio, o algo así) y revive toda su vida! Y aún así, se va de adentro de Zain sin saber si es o no un fundamentalista islámico capaz de hacer mierda un avión, un aeropuerto, o una torre gemela. Recién en el tercer episodio hay algo así como una peripecia, cuando los malos hacen su enésimo intento de capturar el ancestral artefacto azteca a través del cual los hiperprácticos canalizan sus habilidades. Y el quinto episodio es bizarrísimo: dos aborígenes aztecas (uno viejo y sabio, y uno joven e inexperto) hablan durante 22 páginas acerca del artefacto y de cómo transmitir todo lo que saben acerca de esta tecnología antes de que lleguen los españoles y los exterminen. Posta: 22 páginas de diálogos, sin acción, sin que aparezcan ni Blythe, ni Zain, ni nadie. Decí que M.K. Perker deja la vida en cada viñeta, si no, falta un cartelito en la tapa que diga “Pará, boludo, comprá otra cosa, que esta va para atrás”.
El cuarto episodio es otro unitario, en el que las seis páginas finales intersectan con la trama central de Air. Las otras 16 cuentan una historia muy linda, original, emotiva, y Wilson la combina con una mirada muy incisiva y atractiva acerca de cómo se comporta y qué siente la gente adentro de los grandes aeropuertos, esa especie de limbo, en el que uno siente que en realidad no está en ningún lado. Acá Blythe tiene un rol destacado (y Perker, ni hablemos) pero el protagonista es el aeropuerto. Lejos, lo mejor del tomo.
Por ahí más adelante resurge el plot de la conspiración y la serie vuelve a levantar vuelo. De todos modos, ya están hechos los méritos para que un montón de lectores dejen de bancarla. El que realmente la rema, y mucho, es M.K. Perker, un grosso de verdad. Acá ya le sale perfecto ese estilo muy realista, tipo Travis Charest o John Cassaday, excepto cuando dibuja los personajes de perfil. Ahí se le escapa un poquito más el estilo más cartoon, más exagerado, una mezcla entre Scott Campbell y Humberto Ramos. Y no le queda mal, aunque de lejos parezca un clon choto de Jim Lee. En los dos últimos episodios (el del aeropuerto y el de los aztecas) pega un salto cualitativo muy notable y cada viñeta es un deleite para los ojos, con un trabajo portentoso en los detalles, las caras, las arrugas y sobre el final hasta en los fondos, que antes escaseaban un poco. Como si esto fuera poco, cada portada es una cátedra de ilustración memorable de este turco al que espero ver reaparecer pronto en algún comic de Vertigo, o de donde sea.
Veremos qué pasa en la segunda mitad de la serie, a ver para dónde se termina de jugar Wilson en los guiones. Gracias por elegirnos y esperamos tenerlo pronto a bordo de uno de nuestro vuelos.

sábado, 31 de marzo de 2012

31/ 03: AIR Vol.1

Este libro lo había leído en 2009, antes de empezar con el blog. Para mí, era como si lo hubiera leído en 1970, porque cuando agarré el Vol.2, enseguida caí en la cuenta de que no me acordaba absolutamente nada de lo sucedido anteriormente. “Volver a empezar, que aún no se acaba el juego”, cantaba Alejandro Lerner, y yo hice eso: volví a empezar. Ya tengo los cuatro tomos de Air, pero tuve que volver a arrancar desde el Vol.1. Y la verdad, no me arrepiento.
A ver: guionista mujer, dibujante turco, protagonista azafata. Un combo raro pero atractivo, no? Eso era lo que me acordaba antes de releer este tomo. Y que pasaban cosas raras, medio inexplicables. Efectivamente, la guionista G. Willow Wilson plantea una historia de intriga internacional, que tiene que ver con las aerolíneas, los aviones y las tecnologías que hacen que estos vuelen. Hasta ahí, buenísimo. Por supuesto, le metió en el medio una historia de amor, que también funciona, porque es la excusa para que pasen un montón de cosas que de otra forma no pasarían, y porque Wilson la aprovecha para mostrarnos más a fondo quién es y cómo piensa Blythe Cameron, la protagonista.
Pero aparece un tercer elemento y rápidamente (apenas pasadita la mitad del Vol.1) se come a los otros dos: Wilson le pone muchísimas fichas al realismo mágico, y de pronto tenemos vuelos a países que no existen, una especie de ciudad flotante en la que viven los más famosos aviadores de todos los tiempos y conversaciones entre Blythe y un dios con forma de serpiente alada que le “enseña” a cambiar con la mente el rumbo de los aviones. Para el final de este tomo, la historia de amor se fue al banco de suplentes (supongo que volverá), la intriga y las runflas entre corporaciones corruptas sigue ahí pero con menos peso, y lo más importante pasa a ser la exploración, con los ojos abiertos de par en par, de estos aspectos fantásticos e inverosímiles.
Hay que decir que hasta ahora, ninguno de estos elementos limados de la trama desentonan demasiado. Y que Wilson se las ingenia para mantener un tono sumamente realista y cotidiano en los diálogos, sobre todo cuando los que hablan son Blythe y su amigo azafato Fletch, un personaje tan bien trabajado que no necesitamos verlo derretirse por un chongo para darnos cuenta de que es gay. El único secundario que no me cerró es Ben Lancaster, quien hasta ahora la juega de capo de los villanos. Me parece que esta serie no necesitaba UN villano grosso, que volviera una y otra vez a hostigar a “los buenos” (al estilo Herr Starr, de Preacher), sino que daba para sacrificar un poquito de caracterización y que la empresa “mala” mandara a distintos sicarios a obstaculizar la labor de “los buenos” en cada instancia. Ver a Blythe enfrentar a un mismo tipo en Holanda, India y México en menos de 120 páginas es un poco mucho.
El dibujo de M.K. Perker es raro, pero bueno. Por momentos le salen feos los brazos, y tiene varias viñetas en las que se nota demasiado la falta de fondos. En general, zafa decorosamente. Me gusta su entintado, sobre todo, como maneja esas rayitas microscópicas tipo Travis Charest, pero pensadas en otro contexto gráfico. Le pone pilas a las caras, se zarpa cuando tiene que dibujar a la serpiente alada y las ilustraciones que hace para las portadas de cada episodio son magistrales. O sea que si bien tiene sus fallas, no lo puedo tildar de croto ni mucho menos. Veremos cómo evoluciona en los tomos posteriores.
No me acuerdo cuántos números duró Air en su pre-publicación como comic-book mensual, pero fueron pocos. Los críticos la trataron muy bien (el propio Neil Gaiman se deshizo en elogios), pero evidentemente sedujo a una cantidad de lectores más bien escasa. Por ahí los tomos siguientes nos dan la pista de por qué fracasó un concepto que, de entrada, pintaba sumamente interesante y –sobre todo- original.