el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 12 de julio de 2024

VIERNES A LA NOCHE

Bueno, encontré un huequito para sentarme a escribir reseñas y acá estamos. Empiezo en Francia, año 2006, cuando L´Association recopila en un libro hermoso (con papel de un gramaje al que no estoy acostumbrado) una serie de historias cortas realizadas por Blutch entre 1997 y 1998, para distintas revistas. Le Petit Christian es uno de los primeros trabajos realmente importantes de Blutch, una serie que en su momento generó bastante impacto. No me acuerdo si hablando en público o en privado, una vez Juan Sáenz Valiente me confesó que Le Petit Christian le había detonado el bocho cuando la descubrió, y que trabajó duro para incorporar a su estilo algunas de las muchas proezas gráficas que pela Blutch en este librito. El librito no lo aclara, pero se trata de historietas casi autobiográficas. No es casualidad que el nene protagonista se llame Christian (como Blutch), que sea rubio (como Blutch), que sea fan de las historietas y demuestre talento para el dibujo (como Blutch), y que tuviera nueve años cuando se estrenó Star Wars (como Blutch... y como yo, agrego como si a alguien le interesara). Lo cierto es que el autor y yo nos llevamos menos de dos meses, o sea que miles de las cosas de la infancia de Christian son un reflejo exacto de cosas que viví, vi o consumí yo a esa misma edad. La identificación fue casi total (aunque mi talento para el dibujo nunca fuera debidamente reconocido :P ). Además de la asombrosa versatilidad del trazo de Blutch (que puede ser sumamente despojado en una viñeta e hiper-intrincado en la siguiente, capaz de jugar con el realismo fotográfico, la síntesis minimalista, e incluso clonar estilos de otros autores), me mató el equilibrio que logra en estas historias. Le Petit Christian pendula todo el tiempo entre un retrato agudo y certero de los pibitos de nueve años y sus fantasías, y una mirada desangelada, con mala leche y cero piedad a la forma en que (en los años ´70) los pendejitos nos vinculábamos con los adultos, con las nenas de nuestra edad, con nuestros pares y con las cosas que nos cebaban infinitamente (un rato). En todos los episodios aparecen elementos de la cultura masiva, en distintos roles y con distinto peso en las tramas. Ya nombré a Star Wars, pero también están King Kong, John Wayne, Lucky Luke, Rahan, Corto Maltés, los Ángeles de Charlie, Tintin, Mickey Mouse... A veces son homenajes, a veces no, pero siempre hay algo de eso, como para que el comiquero que se formó en los mismos años que Blutch sienta a estas historias más cercanas. ¿Se supone que son humorísticas? No, me parece que -si bien maneja los recursos de la historieta cómica- la idea de Blutch no es que te rías con estas historias, sino más bien arrancarte, cada tanto, alguna sonrisa cómplice. A veces la idea parece ser que nos indignemos, o que nos angustiemos, incluso. Conmigo lo logró ampliamente, me llevó por donde quiso, como quiso, cuantas veces quiso. Pero, como ya dije, yo soy presa fácil, porque al haber vivido una infancia tan parecida a la del autor, me ganó al toque por el lado de la identificación. Tengo la sensación de que este material no está traducido al castellano, pero no estoy seguro. Ojalá me equivoque.
Siglos después de haber leído el Vol.6 (ver reseña del 04/01/18) le entré al séptimo tomito de Daredevil de Mark Waid, esta vez acompañado en casi todos los números por el glorioso Chris Samnee. El TPB trae seis números en los que el promedio es muy bueno, con algunos momentos realmente excelentes, que son básicamente dos: el monólogo de Kristen en el nº34 (magnífico y potente antídoto contra los discursos de odio con los que nos bombardean hace años los medios de comunicación) y la movida final de Matt en el nº36, el momento en el que Waid se juega entero, le pega al personaje una vuelta sin retorno y ya que está demuestra que está para sacarse un 10 en la materia "Courtroom Drama", tan importante para recibirse de Buen Guionista de Daredevil. Lo que menos me convenció fue toda esa serie de peripecias en Kentucky, en las que Daredevil logra chorearse varias páginas del Darkhold frente a las narices de Satana, Jack Russell, Simon Garth, Frankenstein y una momia. Un tramo que se me hizo largo y, si bien termina de una manera que yo no imaginaba, no me aportó demasiado. El resto del TPB rankea muy arriba, con momentos emotivos, pasos de comedia, machaca de la buena y un manejo magistral de los dos personajes secundarios relevantes de esta etapa: Foggy Nelson y Kristen McDuffie. Me cerró cómo Waid reinterpreta al Jester, obviamente me gustó cómo escribe al Dr. Strange, y por ahí no me entusiasmó tanto la aparición de Elektra. Probablemente al guionista tampoco, más allá de algún diálogo afilado que intercambia con Matt. Lo cierto es que acá se termina la primera etapa de Waid en Daredevil, que va a continuar pocos meses después en una segunda... de la que todavía no tengo nada (acepto donaciones). Y el atractivo inicial de la segunda serie va a ser un nº1 a cargo de la dupla que venía de ganar el Premio Eisner a Mejor Equipo Guionista/ Dibujante, es decir, la sociedad entre Waid y Samnee, que para este punto ya está totalmente consolidada. Acá hay un episodio dibujado por Javier Rodríguez (muy bien, pero todavía lejos de momentos más gloriosos que compartirá -cómo no- con el propio Waid) y el resto es todo Samnee en estado de gracia. Los guiones exigen muchísimo del dibujante: escenas multitudinarias, escenas puertas adentro de casas y edificios, páginas de 12 viñetas, páginas de combate vistas por el "sentido radar" de Daredevil, escenas mudas donde todo pasa por la emotividad... y de todos esos desafíos Samnee sale victorioso, y se cuelga nuevas medallas de tremendo narrador gráfico. Como siempre digo, entre tanto dibujante pecho frío, entre tanto ilustrador de posters y figuritas metido a hacer historieta, entre tanta sobrecarga de información gráfica que hace ininteligibles las viñetas, entre tanto realismo mal entendido (que deriva en el mero retoque de fotos), que aparezca y descolle un dibujante como Samnee me llena de alegría. Es esto, papá, es por acá. Es esta especie de Ty Templeton más oscuro, es este animal de la puesta en página que estudió a Will Eisner, a Bernie Krigstein, al Frank Miller que valía la pena ser estudiado, a Matt Wagner... Es esto. Guionista que se la juega, dibujante que pone toda la carne al asador, y listo. Después, si cuentan las aventuras de Daredevil o de Piturro, me da lo mismo. Y nada más, por hoy. Sigo adelante con las lecturas para que no falten reseñas acá en el blog. Gracias, buen finde, y si todavía o descargaron la Comiqueando Digital nº9, no sean ratas y pasen por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ a llevarse papa finísima, a la que le pusimos el alma.

sábado, 3 de octubre de 2020

ELEKTRA LIVES AGAIN

De las obras en las que Frank Miller dibuja sus propios guiones, Elektra Lives Again debe ser la más rara. E incluso la menos difundida, la que menos se menciona, o la que menos menciona el propio Milller. Lo más raro es que el guion se escribió en 1984 y la novela gráfica salió a la venta en 1990. O sea que varias obras que se publicaron antes que esta (Elektra: Assassin y Daredevil: Born Again, por ejemplo) se escribieron después que Elektra Lives Again. En la continuidad de Daredevil, no es difícil de ubicar en algún punto de la etapa de Denny O´Neil, pero la novela gráfica no lo aclara. Originalmente, tampoco había sido pensada como novela gráfica: lo de editarla en tamaño más grande, en tapa dura y con el logo de Epic (que le habilitaba a Miller meter escenas de sexo y un nivel de violencia muy salvaje) surgió después. En algún momento esta historia iba a ser un número de la revista Marvel Fanfare y después el proyecto mutó y pasó por las manos de varios coordinadores a medida que los tiempos se dilataban. Entre que Miller la escribió y la fecha de publicación, el autor tuvo un regreso a Daredevil, vio cómo su padrino y amigo Jim Shooter caía en desgracia, rompió todo con The Dark Knight Returns y Batman: Year One, recorrió todo Estados Unidos promocionando sus comics de Batman, se peleó con DC, empezó a trabajar para Hollywood… En un punto, la tremenda demora que sufrió Elektra Lives Again es casi lógica si pensamos en las turbulencias que experimentó Miller en su vida profesional durante esos años. Ya estoy veleteando, al mejor estilo UCR: lo más raro –me parece ahora- es que no esté el logo de Daredevil en la portada. Esta no es una aventura de Elektra, ni por casualidad. El protagonista absoluto es Matt Murdock (ni siquiera Daredevil) y toda la historia está narrada en primera persona por el abogado ciego. De hecho, lo peor que tiene la historia es que durante buena parte de la novela, no sabés si lo que está contando Miller es real, o si son sueños o alucinaciones de Matt. Acá tenemos la clásica batalla de Argumento vs. Guion, y esta vez el guion es realmente hermoso. Son casi 75 páginas con unos bloques de texto poéticos, muy bien escritos, un ritmo narrativo muy ganchero, con secuencias orquestadas con imaginación y coraje, diálogos memorables, miles de referencias sutiles a la saga original de Elektra, mucho juego simbólico con la fe católica de Matt… Pero es como tratar de ponerle vitraux a una carpa. La estructura es tan débil que no lo resiste. Elektra Lives Again te impacta con un guion muy pulido, muy sofisticado, pero nada llega a buen puerto porque el argumento, lo que Miller tiene para contar, es la nada misma. Entonces todo se disuelve en la ambigüedad, en el “capaz que fue todo un sueño”, o “Matt estaba tan obsesionado con Elektra que por ahí todo esto lo flasheó” y atrás de eso no se ve una historia sólida. Sobre el final, pareciera que Matt hizo un recorrido, que todo esto le sirvió para poder seguir viviendo sin el amor de Elektra y sin su fantasma quemándole la cabeza. Pero no está muy enfatizado por el autor. Otro punto rarísimo (y maravilloso) es que Miller no le da estas páginas para entintar ni a Klaus Janson ni a nadie más. En una de esas, el proyecto se atrasó los años que se atrasó porque Miller decidió hacerse cargo él mismo de las tintas, en un estilo distinto, con una línea clara, que cambia poco de grosor. Es un estilo precioso, sutil, finoli, con los mismos trucos narrativos que vimos en The Dark Knight Returns, pero con otro acabado, mucho más prolijito, con más detalle, con unos fondos elaboradísimos, como si Miller estuviera en tránsito hacia un estilo más cercano al de… Geoff Darrow, ponele. Lo cual también hace un ruido descomunal si pensamos que la siguiente obra que Miller va a dibujar él mismo va a ser Sin City (en 1991), donde visualmente pega un volantazo bestial y se va a terrenos totalmente impensados para los fans acostumbrados al Miller de los ´80. En Elektra Lives Again todo se ve realmente increíble: no sólo se nota el laburo a destajo de Miller, sino que además, a la hora de agregar el color, Lynn Varley inventa nuevas magias que potencian muchísimo el resultado final. Brillos, texturas, detalles, atmósferas, esfumados… todo cobra un relieve de gran belleza plástica gracias a la labor de la colorista cuyo nombre aparece –con toda justicia- del mismo tamaño que el de Miller en la portada del libro. ¿Recomiendo Elektra Lives Again? Si te gusta Miller como dibujante y querés ver un momento extraño y notable en su evolución gráfica, por supuesto que sí. Si sos fan de Elektra, también. Si sos fan de Daredevil, supongo que también, porque Miller se mete a fondo en la psiquis del personaje y demuestra (una vez más) que lo entiende como pocos autores. Pero si te gustan las historias sólidas, donde el argumento se te venga encima como un tren dispuesto a pasarte por encima y te deje pensando en lo mucho que cambiaron las cosas entre la primera página y la última, la verdad que no. En ese caso, me parece que esta historieta te va a dejar bastante frío, vas a proferir varios “¿WTF?!?” y vas a entender por qué en los 30 años transcurridos ningún guionista se hizo cargo de lo que narra Frank Miller en estas páginas. Nada más, por hoy. Gracias por estar ahí y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

sábado, 12 de enero de 2019

PREVIA CON RESEÑAS

Gran noche de sábado para salir a atorrantear, pero antes, las reseñas de los brolis que me terminé en estos días.
El Vol.3 de la Daredevil Ultimate Collection recopila los números que me faltaba leer para completar la etapa de Ed Brubaker al frente de esta serie, acompañado casi siempre por Michael Lark. Brubaker tomó las riendas de Daredevil con el protagonista en cana, y se va subiendo la apuesta, cantándole “quiero retruco” al pobre pibe que viene después, que es Andy Diggle: para el final de la Era Brubaker, Daredevil queda de capo de The Hand, la nefasta secta de ninjas místicos, que se dedican a asesinar gente por un puñado de dólares. Si te parece mucho, te cuento que Charles Soule cerró su etapa en Daredevil dejando al personaje muerto. Eso es un “quiero vale cuatro”.
Básicamente el mega-TPB podría dividirse en tres arcos argumentales. El primero (estirado hasta el infinito) narra la odisea de Matt y sus amigos para evitar que muera en la silla eléctrica un tipo de mierda, que en realidad es inocente. Una gran historia, con infinita chapa para Dakota North, que pasa de cero a la izquierda a personajón. El segundo tramo es el más pochoclero, el más jugado a la acción de palo-y-palo, muy centrado en la irrupción de Lady Bullseye como asesina estrella de The Hand. Acá Brubaker reparte el juego entre más y más personajes y brillan el Maestro Izo y Iron Fist, entre otros. Y el tercer tramo es la resolución: el regreso del Kingpin a New York, la guerra triple entre el ninjerío, el capo mafia y los buenos y al final, el giro magistral e impredecible con el que todo cierra: Daredevil desactiva la identidad de Matt Murdock y asume la conducción de The Hand para la estupefacción de propios y ajenos.
Por supuesto que todo este descenso de Matt a los abismos de la corrupción está muy bien llevado. Todo el tiempo al héroe le pasan cosas horribles, que lo hacen caminar por una cornisa cada vez más finita. Rosquear con el Kingpin y The Hand es casi la solución menos asquerosa de todas las que se le aparecen a Daredevil, en un contexto que lo va asfixiando cada vez más, a medida que Brubaker le pisotea los ideales y le complica los vínculos. Gran laburo de este guionista fundamental que tiene hoy EEUU, muy bien complementado por un Michael Lark muy inspirado y muy comprometido, al mismo nivel (o un poquito por encima) de lo que vimos en Gotham Central. Gran cierre de la etapa que tuvo que bancarle los trapos nada menos que a la de Brian Michael Bendis.
Salto a Argentina, año 2018, para leer El Borde, una novela gráfica escrita y dibujada por Bruno Chiroleu, otrora director y asiduo colaborador de la antología Términus.
Me encantó el dibujo. Bruno encuentra un punto justo entre realismo y expresionismo, y lo complementa con un manejo magnífico del claroscuro y las tramas mecánicas. El armado de las secuencias, la elección de los ángulos, el movimiento de la “cámara”, los momentos en los que el autor decide matarse en los fondos u omitirlos por completo… todo eso está impecable, al nivel de cualquier autor consagrado en cualquier mercado de los importantes.
El argumento también me resultó atrapante: un hotel en el medio de la nada (poco casualmente parecido al que le sirve de sede a la San Luis Comic Con) varios huéspedes, un garca que domina la escena con maligna frialdad, historias que se cruzan y se enredan, un final trágico… No está mal. Lo que me hizo un poco de ruido es el guión en sí, la forma en la que Chiroleu desarrolla esas ideas y esos personajes. El autor recurre a escenas mudas, escenas oníricas, va armando un clima más bien extraño, que por momentos se vuelve un poco críptico. No es que Bruno le escape a las escenas más explícitas, para nada: hay piñas, tiros, cuchillazos, persecuciones y hasta sexo entre un hombre grande y una menor de edad, que acepta tomar una droga para estar inconsciente durante el garche.
Por suerte abundan las sorpresas, los momentos fuertes y los volantazos en algunos personajes, que parecen ir por un carril pero terminan en otro. Recomiendo tratar de leer El Borde en clave de thriller clásico, sin dejarse distraer por esa impronta más extraña, más ambigua, de relato enroscado onda David Lynch, que aflora por momentos y que no es ni a palos lo que mejor le sale a Chiroleu. Espero ansioso nuevos trabajos de este notable historietista.

Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

jueves, 4 de enero de 2018

JUEVES DE RECONTRACALOR

Menos mal que corre un vientito, porque si no, esto sería el Averno mismo. Vamos con unas reseñitas más, a ver hasta dónde llegamos…
Este librito editado en 2017 por Fog of War reúne las (no muchas) páginas de Crazy Jack realizadas por el maestro Rubén Meriggi en los primeros años de este milenio. Básicamente, son dos historietas: una de 32 páginas y una de 14. La primera historieta es de 2001, y debe ser la primera aparición de un personaje de Columba luego del cierre de la legendaria editorial. Acá tenemos unos bloques de texto muy logrados, un aporte del inmenso Eduardo Mazzitelli a la saga de Crazy Jack. Y además Meriggi dibuja en su estilo más lindo, más cercano a lo que hacía a principios de los ´90 en la Skorpio (que, para mi gusto, es lo mejor de su extensa trayectoria). Por supuesto que sus trabajos para Skorpio tenían más cuadros por página y una narrativa mucho más tradicional. Pero bueno, acá lo que me deja un sabor amargo no es un problema en el armado del relato gráfico, sino a nivel argumental. Ese es el punto débil de esta aventura del gigante de cabellos blancos: el conflicto, el villano, cómo está planteado y cómo se resuelve. Por suerte, entre los textos de Mazzitelli y los dibujos de Meriggi te la adornan bastante bien, como para que te enganches con la historia (o al menos lo intentes), aunque a la larga defraude bastante.
La segunda historia, en cambio, está escrita por Manuel Morini (o Gustavo Amézaga, como más te guste), co-creador del personaje junto a Meriggi. Esta vez no tenemos la prosa florida y certera de Mazzitelli, y el trazo de Meriggi se hace grueso, rudimentario, casi granguiñolesco. O sea que no hay con qué disfrazar un argumento realmente fallido… que si duraba unas cuantas páginas más quizás podría haber desarrollado un elemento no muy original pero bastante interesante (el cristal alucinógeno). Si te gusta el Meriggi más brutal, más Jack Kirby, puede ser que te cope. A mí, que me gusta el Meriggi más sutil, ese que coqueteaba con Moebius y Joe Kubert, esta segunda historieta no me convenció para nada. Creo que tengo otra aventura de Crazy Jack en una antología que me regalaron hace poco, así que en algún momento revisitaremos a este violento héroe del futuro.
Sexto recopilatorio del Daredevil de Mark Waid (el Vol.5 lo vimos un lejano 08/09/15) y esta vez me cagaron como de arriba de un puente. El TPB trae apenas TRES episodios de Daredevil, y el resto me lo rellenan con los dos episodios de Hulk en los que DD está como invitado… que los leí hace poquito, el 20/12/17. Hijos de puta, para leer comics de Hulk compro los TPBs de Hulk. Lo que le pasa a Daredevil en esos numeritos no es ni en pedo tan relevante como para incluirlos TAMBIEN en un TPB de Daredevil.
Por suerte los otros tres episodios son excelentes. En los dos primeros, Waid tira un pase mágico y saca de la galera a un personaje que tiene un rol minúsculo en el origen de Daredevil, pero al que ahora el demiurgo le pega una vuelta de tuerca interesantísima y lo convierte en un personaje que –sin ser exactamente un villano- le complica lindo la vida a nuestro abogado ciego favorito. Este arquito, además, cuenta con magníficos dibujos del siempre infra-valorado Javier Rodríguez. Y el otro episodio es apenas simpático, una excusa medio limada para que aparezca el Silver Surfer en New York e interactúe un toque con Daredevil después de las tres o cuatro patadas y piñas de rigor. Esto está dibujado por Chris Samnee, así que ´nuff said. Samnee garpa SIEMPRE.
Y también me bajé el Vol.3 de Aula a la Deriva, el clásico de principios de los ´70 del sensei Kazuo Umezu. Nada, ya sólo me queda cagarme de risa de las bizarreadas cada vez más extremas a las que recurre el autor para mantener siempre arriba la tensión. En este tomo no hay secuencias en las que se filtre un toquecito de comedia, no hay ni un leve subtexto que nos invite a reflexionar acerca de nada, es puro kilombo, de principio a fin. La violencia es cada vez más extrema, al punto de que ya causa gracia. El dibujo es un poquito desparejo pero muy digno, y el punto más alto sigue siendo el mismo de los tomos anteriores: el manejo apabullante de la narrativa, el armado de las secuencias y el control molecular del ritmo del relato. Umezu orquesta todas estas piruetas narrativas en función de poner nervioso al lector, de mantenerlo en estado de alerta permanente, de que no se relaje nunca, porque los chicos que protagonizan este manga no salen de una y ya están metidos hasta el cuello en otra.
El último tramo, el de la mamá de Sho en el “mundo real”, está tan exagerado, tan pasado de rosca, que si quedaba un ápice de verosímil de termina de desvanecer. Encima la edición española termina en cualquier lado, en una página que (me juego las bolas) en la edición ponja no marcaba el final de un capítulo y mucho menos de un tomo recopilatorio. Me queda sin leer el Vol.4, y después habrá que tomar la dura decisión de salir o no en busca de los Vol.5 y 6 para tener la saga completa.
Y no hay más. Volvemos en cualquier momento con nuevas reseñas. ¡Hasta pronto!

viernes, 1 de diciembre de 2017

VIERNES AL MEDIODIA

Tengo un ratito antes del almuerzo para reseñar un par de libros y bueno, vamos a tratar de aprovecharlo…
Le entré al segundo recopilatorio de la etapa de Daredevil capitaneada por Ed Brubaker y Michael Lark, un masacote de 304 páginas que incluye los nºs 94 al 105 de esa serie. Contra todos los pronósticos, me aburrí bastante. Me gustó, como siempre, el desarrollo de personajes que propone Brubaker, sus diálogos sumamente reales, su manejo de los climas sordidos y opresivos… pero la trama en sí, no me enganchó en lo más mínimo. El principal villano no me interesó en absoluto, me resultó menos carismático que Esteban Bullrich. Su plan estaba… bien, ponele, pero su motivación me pareció absurda. El ritmo es muy lento, se ve que Brubaker tenía ideas muy chiquitas para llenar una cantidad de páginas tan enorme. Todo ese tramo con el Gladiator, en el que los demás personajes debaten acerca de si se volvió loco, si alguien le dominó la mente, si es un asesino despiadado o un pobre pelotudo… avanza demasiado lento, se enreda demasiado. Después pasan cosas muy similares con Milla, la esposa de Matt, y uno dice “¿otra vez la misma discusión?”.
Lo cierto es que en este tomo Brubaker no parece agarrarle la mano a la serie, en la que había empezado muy bien. Para bajármela un poquito más, uno de los grandes inventos del guionista para este tramo de las aventuras de Daredevil es una chica que tiene el poder de ser irresistible para los hombres. Por supuesto que Brubaker no llega a desarrollar a Lily Lucca al mismo nivel que desarrollará a Josephine en Fatale, unos años más tarde. Pero sí, ambos personajes se apoyan en una idea muy similar.
¿Y el dibujo, qué onda? Medio bajonero, también, porque Lark se da cuenta de que para entregar todos los meses, puede dibujar sólo a los personajes. TODO lo demás son fotos retocadas: fondos, vehículos, objetos… Lark no te dibuja nada que exista en la realidad, o que se pueda encontrar buscando en Flickr. Por suerte entre estos episodios está el nº100, donde cuelan unas paginitas dibujantes invitados como los maestros John Romita Sr., Gene Colan, Bill Sienkiewicz o Lee Bermejo, que le ponen onda, frescura o clasicismo bien entendido a la faz gráfica de ese episodio puntual. El resto se empantana bastante por la obsesión de Lark con las fotos apenas retocadas. Queda un tomo más de este Daredevil sombrío y trágico, porque después viene la etapa de Andy Diggle, que –a juzgar por las críticas- no tiene sentido leer.
Me vuelvo a internar en el universo fantástico de los incansables Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, para descubrir Panteras, un libro que recopila una saga larga y tres historias cortas, todas parte de la saga de Timbuba, el Mundo Perdido. De las historias cortas, hay una, El Rey Tuvo un Amigo, que no puede ser mejor, más impredecible, más conmovedora, más hermosa. Y las otras dos no están mal, pero no arriman a ese nivel de perfección.
Dicho esto, me concentro en las 70 páginas de Panteras, el arco principal. Esta es una clásica aventura de Mazzitelli y Alcatena, una trama en la que se entrecruzan el amor, el poder, el destino, en la que un personaje joven va creciendo hasta hacerse imposiblemente grosso, en la que surgen y caen imperios, reyes, sociedades secretas y demás runflas… Ya lo leímos muchas veces, pero funciona y funciona demasiado bien. Esta vez, Mazzitelli se guarda un as bajo la manga para jugarlo en la última mano, cuando se corre el último velo y Nabadru descubre la verdad acerca de su padre. Y otra novedad: la machaca no está tan des-enfatizada como en otras obras de la dupla y varias de las mejores páginas de Panteras se centran en violentos combates que por ahí no aportan demasiado al desarrollo de la trama, pero suman intensidad e impacto a una historia que podría haberse tornado un tanto lenta y protocolar. Los bloques de texto, como siempre, nos muestran a un Mazzitelli inspiradísimo, con un vuelo lírico y literario con el que la maorí de los guionistas de historietas no se atreven a soñar.
Vaya para el lado de la machaca o para el lado de la sutileza, Mazzitelli sabe que está siempre respaldado por el virtuosismo descomunal de Alcatena, que acá no desaprovecha la oportunidad de demostrar lo mucho que lo inspiran la cultura, las tradiciones y los misterios del África profunda. En la huella de su admirado Jesse Marsh, Quique le da vida a junglas, cuevas, aldeas y palacios y logra que su trazo siempre tan elegante, tan ornamental, incorpore esa dosis de salvajismo, de fuerza primal difícil de controlar que uno asocia con las selvas africanas. Bellísimo trabajo de Alcatena, que ojalá sea sólo el primero de muchos publicados por el sello Purple Books.
Buen finde para todos y volvemos pronto con más reseñas, que ya estamos ahí de clavar 100 posts en 2017.

martes, 20 de octubre de 2015

20/10: DAREDEVIL ULTIMATE COLLECTION Vol.1

Otra vez los tomos de Daredevil Ultimate Collection arrancan del Vol.1, pero esta vez recopilan la etapa de Ed Brubaker que, ppor lo menos al principio, cuenta con los gloriosos dibujos de Michael Lark.
Ah, pará. ¿Hay más de un tomo de esto? O mejor dicho: ¿sigue la serie de Daredevil después de esto? Los 12 episodios incluídos en este hiper-TPB no sólo son magníficos. Además podrían ser el final, el cierre definitivo de la historia de Matt Murdock, y nadie se quejaría de nada. Al contrario, diríamos “qué grosso Brubaker, cómo se las ingenió para sacar a Daredevil del laberinto jodido en el que lo había dejado la etapa de Bendis”. La mala noticia es que la serie no termina acá, en este cierre perfecto que ofrece Brubaker en el n°93. La buena es que hay muchos episodios más escritos por este crack del guión.
El primer arco abarca seis episodios y es brillante: Matt está en cana y Brubaker no escatima en detalles sórdidos acerca de la vida tras las rejas. Son páginas y páginas de oscuridad, violencia y corrupción como pocas veces se vieron en un comic “de superhéroes”. Con énfasis en las comillas, porque en esta saga (como en casi toda la etapa de Bendis) este NO ES un comic de superhéroes. La trama es compleja, está muy bien llevada (siempre con un valioso esfuerzo por no hacer añicos el verosímil) y por ahí le sobra Bullseye, que aporta más impacto que otra cosa. La resolución es excelente y hasta le otorga una chapa inmensa al Punisher, un personaje que cada vez que apareció en la revista del Cuernitos fue una especie de “ejemplo” para mostrar cómo NO se imparte justicia.
Resuelto este arco, tenemos un hermoso unitario protagonizado por Foggy (a quien Matt y los lectores creíamos muerto), y después un segundo arco argumental de cinco episodios, en el que Daredevil viaja a Europa, tras la pista del asesino de su amigo. Este segundo tramo está muy estirado. La misma historia se podría haber contado en dos episodios, o como mucho 50 páginas. El resto es relleno y se nota demasiado. Lo lindo es que parte de ese relleno consiste en llevar a Matt a deambular por las callecitas de Sintra, un pueblo de Portugal, cerca de Lisboa, que tuve la suerte de visitar allá por 2006. La verdad, ir a Sintra y ser ciego debe ser un bajón tremendo: conozco pocos lugares en los que hay tantas cosas hermosas para ver.
Estirada y todo, la saguita se resuelve en el cuarto episodio (de modo brillante, cabe acotar) y el quinto y último es un epílogo: 22 páginas en las que Brubaker restaura en buena medida el status quo de la serie tal como estaba antes de la llegada de Bendis. Pero nada sale gratis y Matt tiene que cruzar una línea incómoda como tampón de virulana: defender al Kingpin en una corte para sacarlo de la cárcel. Para que el Cuernitos logre arrimar al empate, su acérrimo enemigo abandona los EEUU ni bien pone un pie fuera del presidio y asegura que no volverá. Obviamente no le creo nada, pero bue…
El unitario centrado en Foggy lo dibuja David Ajá, en el que quizás sea su primer trabajo para EEUU. Lo cierto es que está bueno, pero no se parece nada a lo que veríamos más tarde en Iron Fist. Los 11 episodios restantes los dibuja Michael Lark, con infinitas pilas, aunque en un estilo más realista, menos expresivo que lo que había hecho en sus trabajos para Vertigo y DC. Acá vemos a Lark más preocupado por el realismo fotográfico, sin renunciar a su estilo ni convertirse en el enésimo Juan Carlos Flicker. Esta vertiente más realista le permite integrar más fácilmente las referencias fotográficas. Más que nunca, se nota que los fondos son SIEMPRE fotos retocadas: la cárcel, las oficinas, las ciudades de Europa, los vehículos, todo está tomado de la realidad y manoseado digitalmente para fusionarse con los personajes, que es donde se nota (bastante, por suerte) el sello propio de Lark y su entintador/ asistente Stefano Gaudiano.
No tengo los tomos que me faltan para completar Daredevil de Brubaker (ni los vi en Nueva York) pero voy a tratar de conseguirlos porque este me pareció excelente. Mañana, algo más acerca de la NYCC.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

23/09: DAREDEVIL: END OF DAYS

La verdad que me compré este libro por cariño al personaje, y porque en la tapa aparecía el nombre de Bill Sienkiewicz. No tenía mucha idea del argumento, ni grandes expectativas acerca de la historia, que prometía narrar un posible fin de Matt Murdock. Ahora que lo leí, me pongo de pie para felicitar a Brian Michael Bendis y David Mack, los guionistas de la obra, por un excelente trabajo que va mucho más allá del homenaje a Daredevil por sus primeros 50 años de publicación.
La premisa tiene algo de eso, de revisitar momentos emblemáticos en la carrera del Cuernitos a través de personajes (tanto aliados como enemigos) que fueron importantes en las distintas etapas de su vida. Ben Urich se convierte en el hilo conductor de la trama en la que el gran misterio es una palabra (un nombre, en realidad) que llega a pronunciar Daredevil justo antes de morir, al mejor estilo Citizen Kane. De la mano del periodista, Bendis y Mack repasan las andanzas de Matt Murdock que nos narraran Frank Miller, Ann Nocenti, John Romita Jr., Kevin Smith, y por supuesto, ellos mismos. De hecho, el final resulta ser un cierre arriba del cierre para aquella saga del año 2000 en la que Bendis y Mack metieron mano por primera vez en la historia del personaje.
Una investigación a cargo de un periodista acerca de la muerte de un héroe es algo que, de por sí, promete poca machaca. Y está muy bien. Bendis sabe perfectamente cómo mantener el suspenso y la tensión en un comic sin que todo pase por las piñas y las patadas. Para la segunda parte, en cambio, el guión se las rebusca para que haya un poco más de acción, en parte por el rol que asume Punisher (con una caracterización que mezcla aciertos y pifias) y en parte porque los autores meten una sucesión un tanto traída de los pelos de ninjas y villanos de la B Metropolitana. Lo bueno es que todo eso es un complemento y el foco nunca se desvía de la investigación de Urich, que termina con el status quo MUY cambiado y no una, sino dos revelaciones muy grossas acerca del legado de Daredevil.
No quiero spoilear nada acerca de estas revelaciones, ni siquiera cuando este es un final alternativo para Daredevil, una historia pensada para no entrar nunca en continuidad, porque es obvio que mientras genere un billete, el Cuernitos no va a morir. Pero cuando Bendis y Mack me cagaron a sopapos con ese final brillante, redondo, impecable, me vino a la mente la ya famosa frase de mi amigo Fede “el Freak” Velasco, que alguna vez sentenciara: “Daredevil es el más DC de todos los personajes de Marvel”. Parece una paradoja, porque si hay un guionista de Marvel que uno no relaciona ni drogado con DC es Bendis. Y sin embargo, el legado que esta saga plantea para Daredevil tiene el inconfundible aroma de los “legacy heroes” de DC.
Por el lado del dibujo, David Mack aporta algunas splash pages en su característico estilo (muy lindo, maestro, pero a ver cuándo volvés a dibujar historietas) y lo mismo hace Alex Maleev, pero no en su estilo Juan Carlos Flicker, sino más plástico, más lindo. De todos modos, son poquísimas páginas las que no están dibujadas por Klaus Janson y entintadas por Sienkiewicz. El que tiene la misión de interpretar los guiones y darles forma de relato gráfico es Janson, y el encargado de que le dibujo de Janson vibre, emocione y por momentos deslumbre es Sienkiewicz. Además de entintar, Bill mete algunas imágenes de su propia cosecha (en su inconfundible estilo pictórico), pero lo notable es cómo le imprime su sello al dibujo de Janson, sin interferir en el planteo narrativo del otrora entintador de Frank Miller. Tanto pone Sienkiewicz en la tinta que logra que el dibujo de Janson (a veces un poco tosco, o falto de dinamismo) se vea fresco, intenso, moderno y –como siempre- recontra expresivo.
Si sos fan de Daredevil, este libro te va a emocionar y a estremecer de principio a fin. Si además amás al Daredevil de Bendis, acá vas a encontrar el broche de oro ideal (aunque imposible) a aquella inolvidable etapa en la vida del personaje. Y si sos fan de Sienkiewicz, acá lo vas a ver brillar en su faceta de entintador, como ya hiciera en los ´90 en tantos comics de DC. Posta, me encontré con un comic muy por encima de lo que yo esperaba leer, y eso me hizo muy feliz.

martes, 8 de septiembre de 2015

08/ 09: DAREDEVIL Vol.5

Retomo otra serie que tenía muy abandonada (desde el 13/05/14) y me encuentro con un tomo que levanta mucho la puntería respecto del anterior.
Arrancamos con un unitario lindísimo en el que Mark Waid hace interactuar a Daredevil con el Spider-Man que no es Peter Parker, sino el Dr. Octopus usurpando su cuerpo para jugar al héroe. Y lo mejor es que no es unitario 100% descolgado de la trama principal, sino que antes y después de la aventura con Dock Ock el guionista hace avanzar los subplots y filtra un par de esas escenas más tranqui con las que cada vez le da más sustancia al personaje de Matt Murdock.
Y después sí, arranca un arco argumental bien power, con un villano sorpresa que no es muy difícil de deducir, pero que está muy bien presentado. Esta saga es tensa, oscura, espesa, traumática… se parece bastante a lo que Waid dijo que NO quería hacer en esta serie… y sin embargo está muy buena. Sobre todo porque al contarla en tantos episodios, a Waid le queda espacio para seguir laburando mucho el subplot de la enfermedad de Foggy y hasta para mechar exquisitos flashbacks a la época en la que Matt se entrenaba a las órdenes de Stick. O sea que, además de la machaca (vibrante, por momentos casi épica) hay bastante más contenido.
Para el final, como cereza del postre, una historia cortita, apenas 8 páginas, de Foggy en el hospital. Los nenes con cáncer están esperando la visita de Iron Man y mientras tanto, el abogado mira las historietas que inventan los chicos, dibujadas con crayones y marcadores, pero fieles al estilo clásico de Marvel. Esto, que podría ser un golpe bajo de cuarta, termina por ser una historieta centrada en la esperanza y en la imaginación, pero sobre todo en la inteligencia y el coraje de los chicos. Un gran acierto de Waid. Uno de tantos, bah…
Esta vez tenemos un sólo dibujante para todo el tomo y es el cada vez más grosso Chris Samnee, de quien ya hablamos bastante en las reseñas anteriores. Con su extraña mezcla entre David Mazzucchelli y Ty Templeton y su excelente manejo del claroscuro, Samnee entró holgadamente al Olimpo de los dibujantes de Daredevil… y estamos hablando de una serie que tuvo eximios dibujantes. A todos los lujos que ya nos había ofrecido Samnee, esta vez suma uno muy ingenioso: las escenas de flashbacks con Stick están entintadas con otra técnica, más parecida a la que usaba Al Williamson para entintar a John Romita Jr.. La idea es transmitir una sensación que nos remita a Man Without Fear y está muy bien, es un hermoso tributo a la inolvidable saga de Frank Miller y JRJr.
Y no tengo más tomos de Daredevil sin leer… de los de la etapa de Waid. Pero pronto se vienen reseñas de otras aventuras del Cuernitos, con otros autores, acá en el blog. Y obvio que intentaré ponerme al día lo antes posible con los TPBs que me faltan para completar todo lo de Waid y Samnee, que si bancan esta calidad hasta el final, tienen todo para convertirse en una dupla fundamental en la larga historia de este carismático personaje.

martes, 4 de agosto de 2015

04/ 08: DAREDEVIL: DARK NIGHTS

Como su nombre permite intuirlo, esta fue una serie pensada al estilo de Legends of the Dark Knight: arcos argumentales autoconclusivos, no vinculados entre sí, a cargo de distintos autores. Le faltó un detalle: las historias no están ambientadas en el pasado, en los inicios de Daredevil, sino en el presente, de modo que se podría decir que transcurren en paralelo con las aventuras que narraba Mark Waid en la serie regular del Cuernitos. Descartado ese elemento, pasan a ser más importantes los otros dos: las historias y los autores. Y ahí es donde Dark Nights no junta los puntos necesarios para pasar a la historia, para sumarse a los grandes hitos que acumula Daredevil en sus 51 años de trayectoria en el Noveno Arte. Veamos, dijo el ciego…
La primera aventura se extiende a lo largo de tres episodios y es claramente la mejor. ¿Lo tenías a Lee Weeks como guionista? Yo no. Y la verdad es que el eximio dibujante asume ambos roles con gran aplomo, como si siempre hubiese escrito sus propios guiones. La historia está apenas estirada: narrada en 60 páginas, es de esas que en los ´80 se publicaban en un Annual de 40 ó 42, y en los ´90 en un prestige de 48. Pero te conquista por su humanidad, su urgencia, el ritmo implacable y sobre todo por lo que le vemos hacer a Daredevil. Los textos son elaborados, de alto vuelo poético, y el dibujo combina dinamismo con elegancia. Casi un clásico inmediato.
La segunda aventura es más breve, sólo dos episodios a cargo del maestro David Lapham. Esta también tiene mucho ritmo, excelentes dibujos, unos diálogos afiladísimos y elementos muy originales, sobre todo en la resolución. El problema es que el verosímil se rompe cuando la trama empieza a girar cada vez más en torno a un personaje inexplicable, una mini-persona de 45-50 centímetros de altura, como un muñeco viviente, que parece un capricho bizarro de Lapham y que hace demasiado ruido. Reemplazalo por un enano, o por un mutante que se achica… no sé, así explicado, el personaje de Buggit no me cerró para nada.
Y cierra un arco de tres episodios donde lo que menos importa es el verosímil. Es un vale todo pochoclero, de acción, persecuciones, explosiones, tiros, piñas y patadas al palo, en el que Jimmy Palmiotti propone locaciones y climas que no tienen mucho que ver con lo que normalmente vemos en los comics de Daredevil. Acá hay sol, caribe, chicas con poca ropa, chistes con doble sentido… y lógicamente el Cuernitos juega bastante de visitante. Lo más interesante es cómo Palmiotti trata al personaje de Misty Knight. Y bastante digno lo del dibujante, Thony Silas, a quien no conocía. Es una mezcla entre Mike Wieringo y Chris Sprouse, no muy original, pero muy suelto, muy plástico, con muchas ideas y muchas variantes para llevar al papel el vértigo y la acción desenfrenada que propone el guión.
Básicamente, entonces, tenemos una historia que si se editaba por sí sola (como graphic novel, ponele) seguro ganaba premios o al menos un lugarcito en el corazón de los fans de DD, seguida por otras dos que no son desastrosas, pero que claramente no están a la altura. Si sos incondicional de Daredevil, o de Lee Weeks, que no se te escape. Si no, la verdad que no hace falta.
No puedo cerrar la reseña sin abrazar desde acá a los familiares y amigos del querido Diego Cortés, guionista, poeta, editor de muchos libros de los que vimos en este espacio e incluso de los libros que recopilaron las primeras 365 reseñas del blog. Con apenas 39 años, se fue un verdadero paladín de la historieta argentina, un gran talento y un gran amigo al que vamos a extrañar muchísimo.

martes, 19 de mayo de 2015

18/ 05: DAREDEVIL: ULTIMATE COLLECTION Vol.3

Ahora sí, terminé el Daredevil de Brian Michael Bendis. Y está muy bien. Vende un poco de humo, estira todo groseramente, cumple a rajatabla la consigna post-Preacher de “una idea por TPB”, pero a la larga las cosas pasan, los sacudones al status quo se suceden unos a otros y nadie lo puede acusar de dejar todo más o menos como lo encontró.
Bendis encaró una refundación de esta serie, hizo lo imposible para que la historia de Daredevil (y el Kingpin) se divida en antes y después de Bendis. Y lo hizo con una fórmula tan fácil, tan obvia, que parece mentira que nadie la hubiera intentado antes: el pelado de Cleveland tomó el tono de la etapa de Frank Miller, le limpió uno poquito los elementos sobrenaturales y lo aggiornó con elementos de la pulp fiction moderna que –como su nombre lo indica- tiene bastante que ver con aquellos films noventosos de Quentin Tarantino. Con eso solo, y con el cuidado necesario para escaparle a los tentadores crossovers con otras series de Marvel, Bendis bancó durante varios años los trapos del “comic de autor adentro del mainstream” y nos dejó un Daredevil que sin ser 100% revolucionario, tiene fuertemente marcada la impronta del autor.
Este hiper-TPB arranca con un arco donde el protagonismo se lo lleva Alexander Bont, un injerto de continuidad de Bendis que vendría a ser el capo del crimen de Hell´s Kitchen anterior a Wilson Fisk, a quien Daredevil mandó en cana en sus primeros meses como justiciero enmascarado. Esto está obscenamente estirado, pero es entretenido. Me gustó también el tiempo que se toma Bendis para desarrollar a otra creación suya, Angela Del Toro, la agente del FBI que se va a convertir en la nueva White Tiger.
El siguiente arco se compone de varias historias aparentemente inconexas, a las que Bendis termina por hilvanar con mucha jerarquía. Acá le da mucha bola a la gente común, a los hombres y mujeres de Nueva York a los que de algún modo afectaron los brutales sacudones que le pegó Daredevil a Hell´s Kitchen. Los que habitualmente son testigos, o a lo sumo víctimas, siempre en tercer plano, acá de pronto tienen voz y personalidad. Es un truco vil de Bendis para estirar aún más el relato, pero le sale muy bien, es un truco convincente.
Y para el final, la resolución definitiva de los plots que Bendis desarrolló durante toda su etapa: la guerra final contra el Kingpin y el tema de la identidad secreta de Daredevil, revelada por los medios de comunicación. Acá Bendis tira toda la carne al asador: Ben Urich, Elektra, Black Widow, Power Man y Iron Fist, Milla Donovan, Bullseye, Owl, obviamente Foggy Nelson… nadie se quiere quedar afuera de esta última embestida, a todo o nada, en la que Bendis ostenta unos huevos inmensos.
Para rellenar el mega-broli tenemos un What If… Karen Page no hubiese muerto, muy flojo, casi una excusa para recapitular algunos hitos en la historia de Matt previos a la llegada de Bendis. No lo salvan ni los dibujos de Michael Lark, acá bastante por debajo de su gran nivel habitual. Y cierra la trilogía con Punisher y Spider-Man que ya vimos en el hiper-TPB de Ultimate Marvel Team-Up (un lejano 15/12/10), cuyo principal atractivo siguen siendo los gloriosos dibujos de Bill “Dios” Sienkiewicz.
Todo el resto del tomo (es decir, cientos de páginas) está dibujado por Alex Maleev, casi siempre coloreado por Dave Stewart. Y sí, llega un punto en que te asqueás de ver tantas fotos en vez de fondos, tantas caras, autos y armas que son apenas fotos retocadas, tanta técnica y tanta imaginación puesta al servicio de dibujar lo menos posible. Es muy valioso que Maleev no haya faltado nunca a lo largo de 15 entregas, pero dejate de joder y dibujá algo, aunque sea. Lo más interesante a nivel gráfico está en el primer arco: la historia transcurre en tres tiempos distintos (fines de la Golden Age, inicios de la carrera de Daredevil y el presente) y Maleev propone un planteo gráfico para cada tiempo: en el presente retoca fotos, en los flashbacks a los inicios de DD se juega por una línea más típica de comic de superhéroes (con el color retro y los efectos de moré bien de los ´60) y en las escenas de fines de los ´40 sorprende con un blanco y negro alucinante, con poquísima referencia fotográfica y un trazo fuerte, impactante, expresivo, apoyado en composiciones de notable solidez. Quiero una graphic novel de Maleev dibujada toda en este estilo.
Y bueno, ahora voy por el DD de Ed Brubaker. También en algún momento (no muy lejano) tengo para retomar la etapa de Mark Waid y algunas saguitas que todavía no sé bien dónde corno encajan. Lo cierto es que Daredevil (hoy bastante de moda gracias a la potente serie de Netflix) sigue estando entre mis personajes predilectos y en los próximos meses lo vamos a ver bastante seguido acá en el blog.

lunes, 1 de diciembre de 2014

01/ 12: ESSENTIAL DAREDEVIL Vol.6

Otro trip setentoso, esta vez al corazón de la Verdul Age, a uno de esos títulos que durante los ´70 aportaron tan poco que uno no entiende cómo llegaron a 1980. Hace muchos años, un lejanísimo 22/06/10, yo terminaba la reseña del tomo anterior con un tono optimista, porque después de muchos números muy chotos, Daredevil levantaba un poco la puntería con la llegada de Marv Wolfman como guionista.
Este Essential recopila prácticamente toda la etapa de Wolfman, y la verdad que no es una maravilla, pero cada tanto aparece un atisbo, un indicio, de que la serie está en manos de un guionista al que le interesa mostrarnos algo más que la pelea absurda contra el villano del mes. Con cierta tibieza, sin poner toda la carne al asador y en sintonía con lo que sucedía cullturalmente en los EEUU de 1975-76, Wolfman nos empieza a mostrar las fallas del sistema. Evidentemente, acá hay cosas que no andan bien: inocentes que van en cana, una ciudad de Nueva York al borde de la bancarrota atestada de criminales, medios de comunicación que mienten y deforman groseramente la realidad para manipular a la gente, drogadictos que mueren en las calles mientras hacen cualquier cosa por la dosis… todo nos remite a un clima turbio, enrarecido, de desconfianza. De hecho, uno de los pocos personajes secundarios interesantes que incorpora Wolfman es un policía honesto, el Teniente Rose, que considera a los justicieros enmascarados unos payasos colorinches hambrientos de gloria. Y mientras Matt Murdock combate desde los tribunales las injusticias de este sistema que hace agua por todos lados, Daredevil se toma en cada episodio las infaltables 10 páginas para cagarse a palos contra algún villano pedorro. Entre ellos Bullseye, que eventualmente será grosso, pero que acá, en sus dos primeras apariciones, es casi un loser más.
O sea que ese discurso un toque más “jugado” que elabora Wolfman, se diluye cuando la acción le gana a la reflexión y la historia le deja paso a la machaca, que resulta siempre la única vía de resolución de los conflictos. Por eso destaco mucho ese episodio en el que el guionista explora qué pasa con una familia humilde cuya casita en los suburbios es devastada por una lucha entre Daredevil y un villano: ahí Wolfman logra no decir sino graficar con titánica potencia esta bajada de línea de “muchachos, acá hay algo que estamos haciendo mal”.
Para sus últimos episodios, a Wolfman le toca fumarse un crossover con Iron Man, uno con Ghost Rider (este todo escrito por él) y un annual, co-escrito con Chris Claremont, en el que aparecen también Black Panther y Namor. Estos son los episodios más flojos, donde menos espacio hay para que Matt se cuestione cosas. Acá las piñas le sacan protagonismo a los planteos y las dudas y todo es tan cabeza como te lo imaginás, pero con muchos cuadros por página y mucho texto, porque en los ´70 Wolfman escribía así, en abundancia. El Essential termina con los tres primeros episodios de la etapa de Jim Shooter, que será breve (y poco exitosa) pero intensa y atrapante, con guiones mejores que los de sus antecesores e incluso que los de su sucesor, Roger McKenzie, al que le salvará las papas un joven Frank Miller.
Por el lado de los dibujantes, Wolfman cuenta casi todos los números con un Bob Brown correcto, no muy esmerado, pero tampoco tirado a chanta. En muchos episodios a Brown lo entinta Jim Mooney, elegante pero anticuado, y en otros unos verduleros que ma-mita. Lo mejor llega cuando lo entinta un muy joven Klaus Janson, que realmente deja la vida. La impronta de Janson (su mancha bien realista, que lleva a Brown para el lado de Neal Adams, y su gran manejo de las tramas mecánicas) se disfruta mucho más en blanco y negro que a color. Y después hay numeritos de relleno y a media máquina de John Buscema, Sal Buscema, Lee Elias, Gil Kane, John Byrne (que despacha con fritas el crossover con Ghost Rider) y un George Tuska que, cuando no estaba inspirado, te mandaba a dormir en cuatro viñetas.
Marvel está muy ortiva con el tema de los Essentials y lo más probable es que no salgan nuevos masacotes en blanco y negro. Pero, con estos seis tomos llegás a la Daredevil n°146, o sea que quedás a apenas 14 episodios de la llegada de Frank Miller, que es material que ya está recontra-republicado. Yo ya tengo todo eso en revistitas, pero igual me compraría los Essentials, porque sospecho que lo de Miller (y los números anteriores, que son casi todos de Gil Kane) en blanco y negro debe ser majestuoso.

lunes, 25 de agosto de 2014

25/08: DAREDEVIL: ULTIMATE COLLECTION Vol.2

Tenía abandonado al Daredevil de Brian Michael Bendis desde un ya lejano 13/05/11. Pero aquella vez prometí comprarme los libros que me faltaban para completarlo y esa promesa ya la cumplí. Ahora, ya sólo me falta leer el tercer tomo. Y reseñar el segundo, claro.
Lo primero que me generó este hiper-TPB fue un susto: ¡512 páginas! 20 episodios, casi dos años enteros de publicación, en un solo libro. Por supuesto que me tomé varios días para leerlo, mientras me bajaba –en paralelo- los libros más cortos que fui reseñando en estos días. 512 páginas es una animalada incluso en un título como este en el que pasa muy poco en cada página. Acá vemos a Bendis narrar con una decompresión absoluta, como si le sobrara espacio para todo, como si estuviera al frente de un manga de 38 tomos. Las escenas duran páginas y páginas y muchas veces no contribuyen en lo más mínimo a que avance la trama. Me imagino a la gente que leía esto de a 22 páginas por mes y me quiero matar, debe haber sido un suplicio interminable como el Racing-Tigre del otro día.
Por otro lado, como siempre digo, Bendis no es boludo y sabe con qué estirar: los diálogos, una especialidad del pelado de Cleveland, acá brillan como en Alias o como en los mejores proyectos creator-owned del guionista. Y quizás lo más interesante sea cómo Bendis te engaña, cómo te hace comer los amagues. En el tomo anterior, el Kingpin estaba en la lona: ciego, agonizante, con todo su imperio en manos de gente que lo traicionó y lo descartó. En menos de 15 episodios, el Kingpin está de vuelta y empieza a reconstruir, a recuperar el territorio perdido. Y cuando empieza a asomar la cabeza, otro sacudón: Daredevil lo caga a palos y se erige como el nuevo capo del crimen de Hell´s Kitchen! En una cruzada demencial, erradica a todos los malvivientes de su barrio, a cientos de yakuzas… y así, de un sacudón pasamos a otro, en un tomo con mucha más acción que el anterior.
Lo único realmente flojo es el arco de cuatro episodios con Black Widow, casi al final del tomo. No aporta nada, humilla gratis a un villano (Jigsaw) que alguna vez fue una amenaza viable, no avanza casi nada la trama principal… No encuentro por dónde rescatarla. Creo que sólo sirve para mostrarnos que Matt sigue enganchado con Milla. Lo de Matt y Milla también es loco, porque en menos de 15 episodios, se conocen, se enamoran, se casan y se divorcian. Pero bueno, es un personaje muy interesante, al que Bendis se preocupa por laburar muy bien, para que muchos nos convenzamos de que es LA mina que le va a sacudir la estantería a nuestro abogado ciego favorito. Y además, tanto Matt como otros personajes reflexionan bastante sobre esta relación, sobre lo rápido que sucede todo, y hasta hay un bache de casi un año que Bendis no nos muestra, y en el que se termina de afianzar esa pareja.
O sea que tenemos un poco de todo: sacudones para los personajes de siempre, personajes nuevos, volantazos que nunca te ves venir, una buena dosis de machaca, escenas más intimistas y ese clima sórdido, de cosa mafiosa, gangsteril, a años luz de la onda luminosa y optimista que uno asocia (o asociaba hasta hace unos años) con el comic de superhéroes. Esta versión de Daredevil la verdad que de superhéroe tiene muy poco. Y es parte de lo que la hace atractiva.
En el dibujo lo tenemos al búlgaro Alex Maleev, abanderado del estilo Juan Carlos Flicker, a quien vemos dibujar –con suerte- los cuerpos en esas poses locas que adoptan los héroes en las peleas. Todo el resto son fotos retocadas y por momentos uno cree estar leyendo una fotonovela. Por supuesto, esta estética combina bien con el estilo narrativo de Bendis y con la onda que el guionista le da a la serie. Además hay un muy buen criterio para elegir los ángulos, lindas onomatopeyas y –una vez más- un trabajo maravilloso del colorista Matt Hollingsworth, sin el cual me parece que se caería todo a pedazos.
Mugre urbana, mentes alteradas, diálogos afiladísimos, un ritmo pachorro y una serie que lograba serle increíblemente fiel a la etapa de Frank Miller, y aún así sintonizar a la perfección los cambios de época para convertirse en referente del grim´n gritty del Siglo XXI.

martes, 13 de mayo de 2014

13/ 05: DAREDEVIL Vol.4

Cuarto recopilatorio del Daredevil de Mark Waid y la verdad es que, si bien me parece que esto está bastante por encima del promedio de lo que es hoy el mainstream yanki, no me animo ni drogado a calificarlo de genialidad. El primer tomo fue espectacular, el segundo buenísimo, el tercero medio flojelli y este está bien, pero no es para revolearle premios Eisner por la cabeza a nadie.
El primer episodio es un “emparchemos rápido el bolonki del arquito anterior”, una vuelta para atrás de lo sucedido en Latveria, que nos permite tener a Daredevil de nuevo operando al 100% de sus capacidades. ¿O no? ¿O de tanto manoseo mental quedó medio chapita? Eso se indagará más adelante. Estas primeras páginas le reservan un rol muy interesante a Hank Pym, al que Waid aprovecha para trazar un paralelismo entre él y Matt Murdock definido con habilidad maradoniana. Iron Man y el Doctor Strange, en cambio, están un poquito desaprovechados.
De ahí hasta el final del tomo, se vienen un montón de sacudones para el Cuernitos, que tienen que ver básicamente con sus vínculos afectivos. Foggy Nelson, la fiscal Kirsten McDuffie, una chica ciega llamada Milla Donovan que está internada en un neuropsiquiátrico y que alguna vez (creo que en los números de Brian Michael Bendis que tengo ahí, sin leer) fue esposa de Matt Murdock... todo el entorno se vuelve en contra de Daredevil, en parte como consecuencia de cagadas, negligencias y ganas de no ver la realidad, y en parte por el accionar de un nuevo villano, el Coyote, que hace un uso muy original del poder de teleportarse y mover cosas a través de agujeros negros.
Lo mejor es cómo Waid logra ensamblar la lucha de Daredevil contra el villano con el caso que tiene que resolver Matt para que la Justicia no condene a una inocente. Acá queda claro que sólo Matt Murdock puede ser Daredevil. No da, como dio con Iron Man, Batman, el Capi América, o –hasta hace muy poquito- con Spider-Man, para poner a alguien más abajo de ese disfraz. Y eso es mérito de un guionista que le pone todo al personaje, que lo define a la perfección porque lo entiende a la perfección. Después, las sagas en sí, van y vienen, hay mejores y peores. Lo que no se le puede discutir a Waid es eso, el amor por el personaje y las capas de complejidad que le puede añadir simplemente por el hecho de quererlo y comprenderlo como si fuera un amigo de toda la vida, no un héroe de papel y tinta.
Una vez más, Waid la rompe en un flashback, más precisamente el episodio ambientado en los primeros días de funcionamiento del estudio de abogados de Matt y Foggy. No quiero contar nada de la trama, pero está tan bien llevada que uno quisiera releer toda la primera etapa de Daredevil reversionada por Waid. Por supuesto suma fantastillones de puntos el hecho de que estas páginas estén dibujadas como los fuckin´ dioses por el ídolo Mike Allred, que pela unos ángulos y unas composiciones realmente magníficas.
En los cinco episodios restantes tenemos a Chris Samnee en un muy buen nivel, un poquito más “careta”, menos personal que en otros trabajos suyos. Incluso cuando renuncia a ese claroscuro que era su marca de fábrica y le salía tan bien, Samnee se muestra siempre cuidadoso en la narrativa, generoso para dibujar fondos y afiladísimo para las expresiones faciales, que acá –al girar todo en torno al posible desequilibrio mental del protagonista- tienen muchísimo peso. Y lo de “menos personal” tomalo con muchas pinzas. Al lado de la gran mayoría de los simios amaestrados para llener 20 páginas por mes en los títulos de Marvel o DC, estamos ante un artista con una personalidad avasallante, con una impronta fuerte y reconocible, a años luz de los clones de los dibujantes de moda o de los infinitos Juan Carlos Flicker. Samnee no es Allred, ni David Ajá, pero felizmente la rompe sin repetir, sin soplar y sin tirarse a chanta en un título lleno de escenas muy difíciles de pilotear.
No me acuerdo si tengo más tomos de Waid sin leer. Pero completé lo de Bendis y no veo la hora (diría Matt) de entrarle a esos dos TPBs gordísimos, con bocha de números de una etapa de Daredevil muy querida por los fans. Excelsior!

sábado, 1 de marzo de 2014

01/ 03: DAREDEVIL Vol.3

Veníamos bien y se me cayó un poquito esta serie. Este tomo no está ni por casualidad a la altura de los dos primeros.
Arrancamos con una trilogía en la que Mark Waid amaga con cerrar de una vez y para siempre el plot del Omega Drive, que arrastra desde el inicio de su etapa. Para eso, Daredevil arma team-up con el Punisher y, ya que estamos, con Spider-Man. Waid co-escribe el episodio de Avenging Spider-Man (la serie que lanzó y luego abandonó el impresentable Joe Madureira) con Greg Rucka, quien en ese momento tenía a su cargo la serie de Punisher. Son tres episodios muy dinámicos, donde se boludea poco y donde se nota que los dos guionistas conocen muy bien a los tres personajes. El problema es que el plot NO se resuelve y la historia termina en el mismo lugar donde se inició. O sea que es un engaña-pichanga sólo redimible por unos cuantos buenos diálogos.
El siguiente episodio es un unitario exquisito, en el que un Waid afiladísimo nos lleva a los tiempos en los que Matt Murdock y Foggy Nelson estudiaban en la facultad de derecho. Acá no vuela una sola trompada y Daredevil aparece en un sola viñeta, pero el guión, la caracterización y los diálogos son brillantes. Luego tenemos un unitario más, un poquito estirado, pero en el que finalmente se resuelve de un modo muy ingenioso el plot del Omega Drive.
Y para cerrar, una saguita de dos episodios bastante floja. En 40 páginas ambientadas en Latveria (en las que ni siquiera aparece el Dr. Doom) vemos que a Daredevil lo capturan, lo torturan y al final lo rescatan los Avengers. Punto. En el medio el héroe demuestra integridad y aguante, pero la historia avanza poco, a los tumbos y con peripecias menores e innecesarias. No es un desastre, pero no está ni cerca de lo que se vio en los primeros tomos.
En cuanto a los dibujantes, el arco con Spider-Man y Punisher está dibujado por Marco Cecchetto, un Juan Carlos Flicker muy prolijo, al que complementa muy bien el color de Matt Hollingsworth, y que –si bien no dibuja ni en pedo un fondo, ni un arma, ni un auto- le pone bastante onda a los cuerpos en movimiento. No así a las caras, que son muy limitadas, con escasísimas expresiones. Y en el unitario en el que Waid resuelve lo del Omega Drive, tenemos a un verdulero llamado Khoi Pham que –pobrecito- no puede publicar ni en el fanzine más croto del universo.
Los tres episodios restantes están a cargo de quien será el dibujante titular de esta serie de acá en más: el maestro Chris Samnee (lo vimos hace poquito en un tomo de Thor). El trabajo de Samnee se ve muy bien, siempre con una narativa hipnótica y arriesgada y con la influencia fuerte de dibujantes que a mí me encantan, como Ty Templeton, Alex Toth, David Mazzucchelli y por momentos alguna cosita de John Romita Jr. o de Cliff Chiang. En estas páginas está toda la onda y toda la emoción que no se ve en las páginas de Cecchetto ni mucho menos en las de Pham.
A pesar de este pequeño traspié, le sigo teniendo fe al DD de Waid. Desde que lo redefinió Frank Miller hasta que llegó Waid, Daredevil fue una especie de hincha de Independiente, amargo, sufrido, siempre al borde del abismo, acostumbrado a recibir por todos lados una amplia gama de sopapos, corchazos y puñaladas traperas. Obviamente sin esa vuelta que le dio Mlller, DD no llegaba nunca a cumplir 20 años de publicación. Pero 30 años al filo de la oscuridad eran muchos y me parece que el principal acierto de Waid fue ese: resignó la faceta religiosa del personaje, pero esto le permitió terminar con esa onda de “Todo bien, cáguenme a trompadas, que yo estoy acá para sufrir y sacrificarme por todos ustedes”, que ya era bastante insostenible.
Tengo otro tomo ahí en el pilón (creo que todo dibujado por Samnee), así que voy por más. Ojalá me reencuentre con el mismo nivel de los primeros episodios.

sábado, 5 de octubre de 2013

05/ 10: DAREDEVIL Vol.2

Venía mal acostumbrado a los TPBs de muchos episodios, parece, porque este me dejó con ese gusto a poco que tenían las revistitas de 22 páginas en la época en la que uno leía comic yanki en ese formato. Desde Febrero que no leía Daredevil; ahora fui por este tomo y me encontré con apenas 125 páginas de historieta. Que me gustaron mucho, debo aclarar, pero el “che, qué cortito se me hizo” le ganó al “che, qué bien la pasé mientras lo leía”.
Este tomo arranca con el famoso número 7, ese del que tanto se habló y tantos aplausos recibió. Está buenísimo. No tengo dudas de que Mark Waid dejó el alma en cada viñeta, en cada diálogo y cada bloque de texto, y el trabajo de Paolo Rivera en el dibujo, si bien no es muy original, es más que competente. Aún así, tengo malas noticias: para cualquiera que haya leído los unitarios que metía Ann Nocenti en esta serie en la segunda mitad de los ´80, esta es una historia... no del montón, pero ni en pedo para poner en el podio de las mejores. Y si no leíste la etapa de Nocenti, esto te va a parecer realmente formidable, no lo dudes.
Después tenemos la saguita con Black Cat, que nos lleva a un crossover con Spider-Man (antes de que fuera Superior), todo escrito por Waid. Acá el guionista pela varios hallazgos, de los cuales rescato tres: la forma magistral en la que retoma el principal plot del tomo anterior, la onda que le da a Black Cat (personaje que nunca me había interesado en lo más mínimo) y la precisión quirúrgica para que la historia no se estire ni una viñeta más de lo que se tenía que estirar. Spider-Man está medio de adorno, le sirve a Waid para tender el puente entre Daredevil y Black Cat, y una vez que define la química entre estos últimos, se saca de encima al arácnido con elegancia.
La historia con Black Cat no se estira, en parte porque no se puede estirar. Naturalmente, nuestra atención pasa a focalizarse en otra amenaza mucho más inminente, que es la de Mole Man. La trama que enfrenta a DD con el antiguo enemigo de los Fantastic Four me hizo acordar a un buen episodio de Batman: The Animated Series, lo cual es un gigantesco elogio. Pero no es de esos arcos fundamentales, que redefinen el rumbo de una serie mensual. Es uno de esos combates que uno quería ver hacía años, porque era casi increíble que el héroe ciego y el villano casi ciego nunca se hubiesen enfrentado. Este conflicto también está bien resuelto, en la cantidad de páginas justas y –como aquel combate del Vol.1- de nuevo vemos a Daredevil exigido al 100% de sus asombrosas capacidades.
Cierra un unitario increíble, lógica y magnífica secuela a aquel trepidante n°6 con el que cerraba el tomo anterior. Acá, además de mostrarnos una pelea menor contra un villano de la C, Waid nos muestra su plan maestro, traza el curso que va a seguir la serie a futuro, o por lo menos hasta resolver el plot más interesante, el que atraviesa todos los arquitos argumentales que vimos hasta ahora, que es el del Omega Drive. Las últimas cuatro páginas de ese episodio son una CATEDRA de guión, de esas que te dejan aplaudiendo de pie.
Y por más flaquitos que vengan los TPBs de Marvel, resulta inevitable tener que hablar siempre de no menos de tres dibujantes. Parece casi imposible que un sólo tipo dibuje seis comic-books seguidos y eso es una epidemia jodida, que no creo que tenga cura. El que más dibuja es Paolo Rivera, a mi juicio un poquito inflado. Es un dibujante correcto, no mucho más, al que se le nota el amor por David Mazzucchelli y Lee Weeks, dos dibujantes que hicieron cosas gloriosas en esta serie. Y lo ayuda MUCHO el color de Javier Rodríguez, un historietista del carajo, del que vimos varios trabajos acá en el blog.
Para reemplazar a Rivera cuando no entrega tenemos primero a Kano, en un estilo muy distinto al que pelaba en sus épocas en los títulos de Superman, ahora más cerca de Marcos Martín. Y más tarde a Khoi Pham, un dibujante bastante precario, al que se le notan demasiado los afanos a Lee Weeks. El capítulo de Amazing Spider-Man lo dibuja Emma Ríos, una española a la que nos cruzamos hace mucho en alguna antología, ahora más suelta, con un estilo menos frío, más personal, una especie de Giuseppe Camuncoli entintado por Paul Pope en crack. Bien, copado.
El Daredevil de Mark Waid no es –hasta ahora- la gema insuperable que algunos nos quieren vender. Pero no hay dudas de que es un excelente comic, muy bien escrito, repleto de ideas innovadoras, respetuoso de la tradición y a la vez rupturista, al nivel de lo mejor que está publicando Marvel entre sus títulos mensuales. Le tengo fe ciega al Vol.3.

viernes, 15 de febrero de 2013

15/ 02: DAREDEVIL Vol.1

Con Daredevil no voy a hacer lo que hice con Fantastic Four. Sé que me falta leer bocha de episodios de la época de Brian Michael Bendis y Ed Brubaker, pero quedarán para más adelante. Ahora me quiero zambullir en la etapa de Mark Waid, a ver qué tan distinto es de todo lo anterior y sobre todo qué tanto exageraron los jurados que se cansaron de darle premios.
La primera sorpresa que ofrece este TPB no es muy grata: me querían vender a Paolo Rivera como un grosso y me pareció un dibujante correcto, cumplidor, sin mocos estridentes, pero lejos del nivel que hace falta para subirse al palco de los próceres. Encima lo ponen al lado de Marcos Martín, y ese sí, en un estilo bastante cercano al de Rivera, despliega una magia y un talento de los que no abundan ni a palos (ni a billy cubs) en el mainstream yanki. O sea que Rivera no sólo no hace méritos para lucirse, sino que al lado de Martín se desluce.
Martín arranca a full en el cuarto episodio, pero dibuja una historia corta que acompaña a la del n°1, donde ya te avisa que te va a partir la cabeza en 32 pedazos. La escena en la que Matt y Foggy bajan a tomarse el subte (en la estación de la calle 125, al toque de donde paramos con mis amigos uruguayos en nuestro reciente viaje a Nueva York) deja el listón tan alto, que todo lo que venga después parecerá mediocre. En sus tres episodios posteriores (los de la saguita de Austin Cao y el cónclave entre las cinco mega-organizaciones del crimen) el talentoso español nos brindará muchas secuencias maravillosas, recontra estilizadas, de alto impacto, pero nada como esa página del n°1, perfecta por donde se la mire.
De todos modos, la estrella de esta serie es Mark Waid, quien se cargó al hombro la dura tarea de reinterpretar a Daredevil dejando afuera de la ecuación el lado más dark y más trágico del personaje. Por ahora, no hay ninjas, no hay mafias sórdidas al estilo Kingpin, el personaje no parece sufrir ni retorcerse por nada de lo que le sucede, no se toca ni de rebote el tema de la religión (ni la brillante contradicción que supone un católico disfrazado de diablo) y no se respira ese clima noir, de “está todo mal y en cualquier momento cualquier personaje puede ser boleta”. Acá no creo que muera nadie, ni los secundarios (un Foggy Nelson afiladísimo y un hallazgo de Waid, Kirsten McDuffie), ni los terciarios (los ocasionales clientes de Matt Murdock), ni siquiera los villanos.
Guarda: tampoco es una comedia light. Hay mucha acción, Daredevil zafa de peligros imposibles, la trama de la segunda saga es espesa, con mucho y muy heavy en juego (quiero ver a Waid explorar las consecuencias de lo que nos cuenta en ese increíble n°6) y nada se resuelve de modo ramplón o pavote como en los comics de los ´60. Hay diálogos muy cómicos, incluso hay reflexiones agudas e ingeniosas en los bloques de texto (narrados por el propio Matt), y aún así el énfasis está puesto en la aventura, en la faceta más puramente superheroica del personaje. El ritmo y la acción son tan importantes para Waid que hasta encuentra la forma de que Matt, experto litigador en juicios orales, no quede empantanado en largas secuencias de courtroom drama. El abogado ciego (de quien media Nueva York asegura que es Daredevil) se alejará de los tribunales, aunque no de la profesión a la que ama.
Esto arrancó muy bien. Con muchas emociones, un lindo elenco, excelentes diálogos, usos (y formas de graficar) los poderes de Daredevil muy originales, peleas en las que el héroe se exige a un 110% y además varias situaciones que tiene que resolver pensando, no revoleando patadas. Lo único que tengo para criticar es que Bruiser tuvo sobradas chances de matar a Daredevil y se conformó con tirarlo al mar cagado a trompadas. Un error que, obviamente, pagó caro. El resto, divertidísimo. Así que si te gustan los superhéroes más clásicos, con menos grim ´n gritty y más margen para la sonrisa y la buena onda, supongo que esto te va a resultar entre atractivo y adictivo, según cuánto cariño le tengas al personaje. A mí, que banco al Cuernitos incondicionalmente desde los ´80, Waid me sedujo de entrada, con sólo mostrarme lo mucho que quiere a Matt Murdock. El resto fue todo bonus track.

viernes, 13 de mayo de 2011

13/ 05: DAREDEVIL: ULTIMATE COLLECTION Vol.1


Tarde o temprano iba a suceder: me compré un tomo que trae material que ya reseñé en el blog. Este hiper-TPB dedicado al Daredevil de Brian Michael Bendis incluye Underboss, el TPB al que le dedicamos la reseña del 30 de Abril de 2010. O sea que todo lo que dije en ese momento acerca de ese tomo, se aplica también a este.
Pero acá hay bastante más. El libro arranca con una saguita muy rara, prácticamente sin argumento. El protagonismo se lo lleva todo el guión, que se estira, se enrosca, se tensa, para crear clima, para ponernos nerviosos, hasta que finalmente Bendis revela qué fue lo que dejó a ese pobre nene en ese estado. Como no hay acción, Daredevil prácticamente no aparece, y le deja la manija a un gran personaje secundario, el periodista Ben Urich, que pela chapa de protagonista, especialmente en unos diálogos antológicos con el maestro de los maestros, J. Jonah Jameson. El arte (no lo puedo llamar dibujo) está a cargo del inigualable David Mack, el creador de Kabuki, un genio de la ilustración que se la banca decorosamente a la hora de tener que contar historias con sus majestuosos dibujos. Arrancamos muy bien.
Después viene Underboss, que pasamos por alto, y después las secuelas de Underboss: la brutal movida de Vanessa Fisk, la esposa del Kingpin, contra los que complotaron para destronar (y boletear) a su marido. En todo este tramo Daredevil sigue sin aparecer en un rol destacado, pero está bien. Bendis se propone lograr que este deje de ser un comic de superhéroes para enrolarlo en el género “pulp fiction” y barrer al cuernitos abajo de la alfombra lo ayuda bastante a lograr su cometido.
La siguiente saga es la que arranca cuando se derrama la data que sólo el Kingpin manejaba: Matt Murdock es Daredevil. Y acá de nuevo tienen chapa los periodistas, que desplazan por unos números a los gangsters. Matt tendrá que “vérselas” con ellos para gambetear la noche que se le viene si todo el mundo se convence de que él es Daredevil. Acá tampoco hay machaca, sólo reflexión, introspección, replanteos, y más diálogos brillantes como el que tiene Matt con Rosenthal, el dueño del diario que lo escrachó en primera plana. Para no aburrir a los lectores que todavía no entendieron que esto era comic de autor, para adultos, Bendis hace desfilar (sin demasiada explicación, pero con algún aporte coherente) a Spider-Man, Black Widow y Elektra, todos tratando de que DD baje un cambio y piense bien su próxima movida.
Al igual que Underboss, todos estos episodios están dibujados por Alex Maleev, ya muy afianzado en ese dibujo realista, sucio, con algunos estallidos expresionistas, y con un abuso de la referencia fotográfica que lo convierte en pionero, en primer abanderado del estilo Juan Carlos Flicker tan popular hoy en los comics de Marvel. Flaco, todo bien… son muchas páginas por mes, te piden realismo, te tenés que fumar ocho mil viñetas de cabecitas que hablan… pero dibujate UN fondo, UNA vez. Un monitor de computadora, una tele, un auto… algo que no sean los personajes. Igual se ve todo muy lindo, en parte gracias al laburo monumental de Matt Hollingsworth, colorista de la San Puta.
Y queda la saguita final, un arco en el que se interrumpe el plot de la lucha de Matt por proteger el secreto de su doble identidad. Es la hora de que Bendis nos muestre qué tal se la banca en ese otro sub-género que siempre estuvo presente en los comics de Daredevil: el courtroom drama. Pero mientras los otros guionistas se esforzaban por meter el courtroom drama adentro, o en paralelo, con tramas de acción protagonizadas por el cuernitos, Bendis no. Para todo, elimina la acción y durante varios episodios sólo vemos el juicio en el que Matt defiende a un justiciero enmascarado de la C, acusado de un crimen que no cometió. Lo cual está excelente… si te gusta el el courtroom drama. Si no, te querés matar. El pobre pibe que tuvo que dibujar toooodas esas páginas de gente con saco y corbata hablando en un tribunal fue nuestro compatriota Manuel Gutiérrez, también conocido como Waccio Zkater. Pero no se la aguantó hasta el final (es comprensible) y el último episodio le cayó a Terry Dodson.
Con la saguita del juicio al White Tiger, Bendis terminó de dejar en claro que este ya no era ni por casualidad un comic de superhéroes. Era otra cosa, personal, rara. No rara en el sentido de escasa, porque por suerte coincidió con esa maravillosa época en la que la gran mayoría de los títulos de Marvel estaban bárbaros. Rara, porque podía pasar cualquier cosa. Hasta que Matt Murdock perdiera un caso por goleada, sin que el Kingpin ni ningún villano metiera mano en el proceso judicial. Impresionante!

martes, 22 de junio de 2010

22/ 06: ESSENTIAL DAREDEVIL Vol.5


Bueno, una de superhéroes se podía llegar a colar…
Decíamos la vez pasada que, después de aquella etapa de Gerry Conway como guionista de Daredevil, mucho más poblada de falencias que de elementos atractivos, Steve Gerber (sucesor de Conway) iba a tener que remar y mucho para levantar el nivel de una serie que ya no tenía demasiada razón de ser. Este tomo reúne prácticamente todos los episodios de Gerber y la verdad es que hay apenas chispazos, mínimas insinuaciones de que el bajón de Conway se puede llegar a superar.
Para empezar, tenemos un problema gravísimo, que son los dibujantes. Después de varios años firme junto al Cuernitos, acá el maestro Gene Colan aporta su magia en apenas cuatro episodios y todo el resto cae en manos de autores menores, principalmente Bob Brown (bien del montón) y Don Heck (decidamente horrendo cuando trataba de dibujar superhéroes). Brown no sólo choca contra sus propias limitaciones: también contra una incesante rotación de entintadores, entre ellos algunos realmente venenosos, como Frank Giacoia o el siempre temible Vince Colletta, que lo hacen duro de digerir. Recién en el último número de este Essential lo vemos bien entintado, cuando lo agarra un inspiradísimo Klaus Janson. El resto es más chato y predecible que el futbol que juegan las selecciones europeas en el Mundial, y sólo se puede aplaudir con ganas esas escasas intervenciones de Colan que, incluso a media máquina o con entintadores chotos, aporta su habitual jerarquía a la serie.
Steve Gerber escribe a Daredevil hasta el n°117. Empieza flojo, con una acumulación ridícula de villanos patéticos, involucrados en un complot del que también es parte el abogado que hace las veces de jefe de Matt Murdock en su estudio de San Francisco. Para rematarla, Gerber enlaza esta saga con la de Thanos y los demás personajes cósmicos de Titan (que aparecián en Iron Man, Avengers y otras series de Marvel) y acá vemos a Moondragon y al Captain Mar-Vell desfilar sin aportar demasiado. La siguiente saga larga, contra Nekra y el Mandrill, es atrapante y ambiciosa, ofrece algo más que la machaca insulsa contra el villano de turno, muestra un buen trabajo en los personajes secundarios (y en la estrella invitada, Shanna), pero no afecta demasiado a Matt y Natasha. O sea, se podría haber publicado en cualquier otra colección.
El siguiente arco de Gerber tiene como villanos al Gladiator y el Death-Stalker, como invitado a Man-Thing (creación del guionista) y como agregado a Candace, la hermana de Foggy Nelson. La siguiente historia (dos numeritos bastante aburridos contra The Owl) será la última de Gerber, quien deja a Daredevil lejos de San Francisco y a un paso de la ruptura con Black Widow. Le sigue una saga a cargo de Tony Isabella, con Foggy y la Viuda como co-protagonistas, con New York como marco y un absurdo combate contra las huestes de HYDRA como eje central. Nick Fury y sus adláteres también aparecen para tirar unos tiros, pero igual la mayoría de los villanos logra escaparse.
Y el Essential termina con los dos primeros números de la etapa de Marv Wolfman (124 y 125), que es donde vamos a ver un repunte más pronunciado. Esta primera historia es un homenaje a The Shadow y los personajes de los pulps, por eso Wolfman se zarpa con los bloques de texto, en un intento por recrear la atmósfera de aquellas novelitas de los años ´30, aunque con menos truculencia. Acá Natasha y Matt se separan para siempre y el abogado ciego se queda definitivamente en la Gran Manzana. La llegada de Klaus Janson, decíamos, también va a ser importante para afianzar esa mejora también en el aspecto visual de la serie, cuyo peor tramo quedó, por fin, atrás. Ahora sí, podemos esperar ansiosos el próximo Essential sin temor a que emita peligrosas radiaciones boñiguísticas, de esas que corroen libros, estanterías y –lo más grave- mentes.

viernes, 30 de abril de 2010

30/ 04: DAREDEVIL: UNDERBOSS


Cada tanto pasa (y a Daredevil le pasó varias veces) que aparece un autor que entiende perfectamente a un personaje y que, además de haber leído todas las historias pasadas para no mandarse mocos groseros, se atreve a desafiar ciertas lógicas internas del personaje, o de su funcionamiento.
Brian Michael Bendis quedó como guionista titular de Daredevil en 2001, después de un par de años de rotación de autores y aparición irregular. Y cuando desembarcó (junto al prodigioso búlgaro Alex Maleev) se puso como prioridad deconstruir y hacer más razonable y creíble la relación entre el Cuernitos y el Kingpin. Porque, no jodamos, la situación ya era demasiado bizarra. El Kingpin conocía la identidad de Matt y no lo quería matar por aquella deuda de honor contraída cuando DD salvó a su esposa Vanessa de la muerte, mientras que tanto Matt como su alter ego encapuchado se dedicaban las 24 horas a cagarle los negociados y los chanchullos al gigantesco capo-mafia. ¿Qué clase de villano se auto-condena de esa manera a la derrota eterna?
Bendis se replantea todo esto, y lo hace a través de Mr. Silke, un personaje que funciona más como mecanismo que como personaje, pero cuya irrupción en escena modifica radicalmente el status quo de la serie. De pronto, todo pasa a girar en torno al Kingpin y sus laderos, entre los que cobra especial relevancia Richard Fisk (hijo del capo), y Daredevil pasa a ser una especie de colado en su propia revista. Pero ese retiro involuntario del héroe sirve para que el hampa de New York se reestructure de modo creíble y efectivo, y para poner en marcha mucho de lo que vendrá después. Este es, como tantos, un tomo de pre-temporada, en el que Bendis prepara a personajes (sobre todo a Vanessa y Richard) y temas (la doble identidad de Matt Murdock) para las sacudidas grossas que están por llegar.
Como siempre, el fuerte de Bendis son los diálogos. Pocos autores escriben diálogos a ese nivel. Acá los mafiosos (especialmente Silke) hablan mucho y de modo muy real, como en las películas de Quentin Tarantino. La danza entre los flashbacks y las secuencias del presente es brillante y ajustada. Y cuando le toca el desafío de narrar todo un episodio sin diálogos, Bendis afila la imaginación y la rompe, incluso sin su arma más eficaz. Por supuesto no descuida el aspecto legal de Daredevil (el famoso courtroom drama, que tanto le gusta a los yankis) ni la acción que está, y que se muestra con una sordidez que no tiene nada que envidiarle al DD de Frank Miller, obra seminal del grim´n gritty ochentoso.
Para que todo esto cuaje, resulte interesante y cumpla la premisa de darle un toque más creíble y más heavy al tema de las mafias newyorkinas, necesitamos un dibujante que sepa de climas oscuros, que se banque una narrativa ajustada y que sepa hacer explotar la acción cuando el guión lo requiere. Todo esto lo encontramos en el trabajo de Alex Maleev, que resultó consagratorio para el búlgaro. Hay un cierto exceso de fotos (lo cual lo limita un poco en materia de expresiones faciales y le resta un poco de plasticidad), pero también hay muchas secuencias 100% dibujadas, y en muchas de ellas Maleev pela un estilo más simple, mucho más expresivo, al que el gran Matt Hollingsworth acompaña con una paleta de colores alucinante y versátil. Entre los dos logran un DD oscuro, peligroso, verosímil, impactante y por momentos perturbador.
Underboss marca un nuevo comienzo para Daredevil, de la mano de dos autores que desde el primer día dejan lo mejor de sí mismos y que rápidamente se integran al panteón de los grandes nombres que dejaron su marca en esta longeva serie, junto a pichis como Miller, David Mazzucchelli, Gene Colan, Ann Nocenti, John Romita Jr., Joe Quesada, Kevin Smith… poquita cosa, bah…