el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 1 de septiembre de 2015

01/ 09: BATMAN & SUPERMAN: WORLD ´S FINEST

Este es un proyecto de 1999-2000 que en su momento pasó bastante desapercibido y que todavía a nadie se le ocurrió elevar al status de clásico semi-oculto, aunque la verdad es que no le faltan méritos. La consigna que plantea el guionista Karl Kesel es muy interesante: una vez por año, durante 10 años, Superman y Batman se encuentran. Y no por capricho, hay un hilo conductor, un elemento en la trama que le da sentido a los encuentros. Y a la vez, cada uno de los encuentros es muy distinto del anterior.
A diferencia de otras historias de los World´s Finest (la de Dave Gibbons y Steve Rude, o la de Walt Simonson y Dan Brereton), esta saga tiene como uno de sus principios básicos respetar y reflejar fielmente la continuidad de ambos personajes (obviamente la continuidad “oficial” de 1999-2000). Kesel investigó a conciencia y descubrió en qué andaba cada uno de ellos mientras al otro le pasaban cosas importantes, definitivas para su historia, y tomó esos hitos como elementos importantes para sus guiones.
Sobre esas bases se sostiene -a lo largo de muchísimas páginas- el contrapunto (siempre renovado, porque pasan muchos años y los personajes y la relación entre ellos evolucionan un montón) entre Batman y Superman, y también entre Gotham y Metropolis, a las que Kesel les da mucho protagonismo.
La mejor aventura, la más dinámica, la menos predecible, es la que enfrenta a Superman, Batman, Robin y Lois Lane con Mr. Mxyzptlk y Bat-Mite, un delirio repleto de situaciones bizarras y diálogos muy cómicos. Y la otra que la descose es una que funciona como epílogo a A Death in the Family y la saga en la que Superman se exilia en el espacio. Son 22 páginas sin machaca, a puro diálogo, en las que Bruce y Clark hablan de todo: de sus coincidencias, de sus disensos, de la ley, de la justicia, de sus miedos, de sus sueños, de sus triunfos, de sus fracasos. Si alguien alguna vez indagó a fondo en la esencia y la motivación de estos personajes, fue Kesel en esta historia, pensada para dejarte en claro que, antes que íconos, estos pibes son personas.
Lamentablemente, justo esos dos episodios (y el Catwoman vs. Luthor) son los que cayeron en manos de Peter Doherty, un dibujante que le puso voluntad, pero no estuvo ni cerca del desempeño que merecían estos guiones. El resto de la obra cuenta principalmente con los dibujos de Dave Taylor, un elegante, un distinto, al que cuando se lo permiten las fechas de entrega, pela un estilo alucinante, con influencias de Moebius y Barry Windsor Smith. Acá las fechas de entrega se lo comieron crudo y no está para nada al nivel de trabajos anteriores (Tongue Lash) o posteriores (Batman: Death by Design). Sólo en las portadas lo vemos acariciar la gloria a la que nos tenía acostumbrados. El resto, sin ser choto ni mucho menos, parece más obra de un dibujante correcto que de un virtuoso como demostró ser Taylor.
La verdad es que mucho no calienta ver a Taylor mezquinar algo de su magia para entregar a tiempo, porque lo que verdaderamente sostiene a esta saga es el guión de Kesel, las ideas, el mecanismo que armó para que todo funcione, el constante tira y afloje entre los héroes que quieren ser amigos pero no pueden, y los diálogos que están cuidadísimos. Ah, y el laburo en los personajes secundarios: Alfred, Lois, Gordon, Dick Grayson, Jimmy Olsen… hasta Azrael está bien escrito cuando le toca aparecer.
Si sos fan de los World´s Finest pero nunca te fumaste el hecho de que compartan serie regular, este TPB te va a resultar genial. Para que te termines de ubicar, va justo antes de No Man´s Land y unos cuantos meses antes de la saga de President Luthor. No era el mejor momento de ninguno de los dos héroes en sus series regulares, pero acá Karl Kesel supo sacarle un jugo riquísimo a la luz que representa uno y a las tinieblas que envuelven al otro para contar una historia que funciona en muchos niveles.

sábado, 22 de agosto de 2015

22/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.3

Esta serie venía bien y se pinchó acá, sobre el final. A todos nos sorprendió que Matt Fraction se bajara después de apenas 16 episodios, pero la verdad que hizo bien. Para escribir sin ganas, mejor dejarle el lugar a otro.
El tomo arranca bárbaro, con dos unitarios muy ingeniosos. En uno, Fraction nos propone revisitar el origen del Dr.Doom y arma una aventura muy loca en torno a eso, a presencias que de alguna manera “supervisan” la transformación de Victor Von Doom en el villano más temible del Universo Marvel. En el otro, los skrulls toman partido en la independencia de los EEUU y los Fantastic Four viajan a 1776 a evitar que la historia cambie para siempre. Son dos típicas historias de viajes en el tiempo, con ideas muy atractivas y conceptos locos de ciencia-ficción al estilo de lo que Fraction nos suele mostrar en Casanova.
Después viene un arquito de dos episodios en el que las ideas se empiezan a desdibujar. Fraction insiste con los conceptos de ci-fi, las paradojas, los seres pensados para desplazarse por el tiempo… pero falta un conflicto más sólido y sobra la machaca, que no aporta absolutamente nada. Y para el cierre, para los cuatro episodios finales, Fraction recluta como co-guionista a Karl Kesel, un verdadero especialista en Fantastic Four, para tratar de cerrar coherentemente las puntas que le quedaban abiertas. Bueno, no pudo ser. El tramo final se puebla de villanos grossos (¡Doom, Annihilus y Kang!), de héroes de realidades y tiempos alternativos y de batallas a todo o nada.
Más allá de la espectacularidad, la saga final no me convenció demasiado, sobre todo por la forma en que resuelve la mejor idea de las que Fraction arrastraba de los tomos anteriores: la enfermedad degenerativa que afectaba a los FF, que los atacaba y deterioraba a nivel celular. Por suerte hay otras ideas interesantes y muchos diálogos brillantes, muchas escenas grossas en lo que respecta al desarrollo y la definición de los personajes. Pero falta un poco más de fuerza, de prolijidad a la hora de contar, de esfuerzo para que todo se amalgame mejor y el final sea más orgánico, más satisfactorio.
Tampoco ayuda el hecho de que, tres capítulos antes del final, se vaya el dibujante titular y entre un suplente bastante menos idóneo, el italiano Raffaele Ienco. Que no es horrible, pobre flaco. Es una especie de Gene Ha sin pulir, al que si lo dejan puede llegar a convertirse en un excelente seguidor de la línea del ídolo. Por ahora, le falta un poco. Y el titular al que reemplaza es Mark Bagley, que viene de una vertiente gráfica totalmente distinta, mucho más cercana a la línea clásica, redondita y cuasi-amistosa de Alan Davis. De hecho, cuando trabaja con el mismo entintador que entintó los mejores trabajos de Davis (Mark Farmer), Bagley se aproxima mucho a la calidad del maestro británico. Cuando lo entinta Joe Rubinstein, en cambio, el dibujo de Bagley se luce mucho menos, muestra más sus limitaciones. De todos modos estamos hablando de un dibujante de mainstream superheroico siempre correcto, que maneja bien la narrativa, que entiende la espectacularidad que tiene que tener esta clase de relatos y al que, si no le pedís originalidad ni genialidades, no te va a defraudar.
Las 10 páginas finales son un epílogo que conecta con el final de FF (la otra serie que escribía Fraction), que voy a leer esta semana. Están dibujadas por el gran Joe Quiñones, que imita perfecto el estilo de Mike Allred, entintadas por el ídolo y coloreadas por su esposa. Es puro diálogo y ahí Fraction ya ni figura, pero lo que escribe Kesel me dejó cebadísimo para entrarle a ese último TPB con el que completo esta breve etapa de Fantastic Four. Después viene otra etapa breve (la de James Robinson, que no me llamó la atención como para comprarla) y después… no hay más. Un disparate.

domingo, 18 de enero de 2015

18/ 01: HAWK & DOVE: GHOSTS & DEMONS

Del comic finoli y experimental de un verdadero poeta de la imagen nos vamos a un exponente menor del pochoclo ochentoso. Y bueno, es así, la historieta da para todo.
Este TPB recopila la miniserie de 1988 que le sirvió al matrimonio de Barbara y Karl Kesel para relanzar a Hawk & Dove, un concepto creado en los ´60 por Steve Ditko que había quedado rengo con la muerte de Dove en Crisis on Infinite Earths. Hay que aclarar que era un concepto muy menor. Antes de esta miniserie, las apariciones de Hawk & Dove se contaban con los dedos de una mano y había que ser casi un erudito en materia de superhéroes de DC para saber quiénes eran y de qué jugaban. Sin embargo, la versión de los Kesel instaló de manera bastante definitiva a estos personajes en el DCU post-Crisis.
Si le perdonás una traición grossa, esta saga está realmente bien escrita. Quizás el principal mérito de los Kesel sea presentar de cero a varios personajes y lograr hacerlos atractivos, lograr que el lector sienta que los conoce. También presenta de cero a un villano interesante, por ahí más peligroso que profundo, y define el tono en el que se van a desarrollar las aventuras futuras de Hawk & Dove, con esa combinación entre acción superheroica y comedia estudiantil tipo Archie, en la que más adelante se van a colar algunos temas más densos, incluso para ser explorados a través de personajes a priori livianitos. La aventura funciona, la explicación de quién es Dawn Granger y por qué hace lo que hace está muy bien, la caracterización está cuidada, y los diálogos -además de tener chispa e ingenio- suenan a como hablarían los chicos de 19-20 años en el mundo real.
La traición grossa de los Kesel consiste en eliminar un elemento que estaba presente en la versión original de los ´60 y que a mí me resultaba muy atractivo: el contrapunto ideológico bien marcado entre un Dove que era pacifista y progre y un Hawk que era un facho visceral, fan del gatillo fácil y la violencia como medio de supresión del adversario. De hecho, entre la muerte de Dove y esta miniserie, hay tres o cuatro muy buenas apariciones de Hawk en distintos títulos (escritas por Mike Baron, John Ostrander, Dan Jurgens…) en las que nos lo muestran como el típico yanki ultraderechoso, una especie de Rambo con poderes, que banca cualquier acción imperialista de EEUU en los países del Tercer Mundo, siempre al límite de generar incidentes internacionales con su actitud patotera y pendenciera. Ahí no estaba Dove para dar el debate, pero los guionistas (todos más bien zurdos) utilizaban a Hawk para parodiar veladamente esa postura política, no tan alienígena en tiempos de Ronald Reagan. El rol de Hawk no era tan caricaturesco como el de Guy Gardner (a quien también nos mostraban como un facho recalcitrante), pero estaba ahí, al filo. Y en esta versión, Hawk es un pibe medio bestia, bastante leche hervida, al que le gustan los deportes violentos, pero no habla de política. En algunos diálogos le recuerdan los papelones que hizo en Nicaragua y demás países donde armó bardo, pero él no salta a defender su accionar envuelto en la bandera yanki. El tema político queda ahí, se lo barre prolijamente abajo de la alfombra y deja de ser un foco de conflicto entre Hawk & Dove, reemplazado –lógicamente- por la tensión sexual, que antes no existía porque los héroes eran varones y hermanos.
Al frente de la faz gráfica tenemos al querido Rob Liefeld, en su primer trabajo realmente visible para el mainstream. Que muy probablemente sea también el mejor. El propio Karl Kesel (que además de co-guionista es entintador de esta saga) me contó lo que tuvo que luchar para que estas páginas se vieran así de correctas, la cantidad de cosas que le tuvo que corregir a Liefeld, pero también valoraba mucho la pasión, el entusiasmo que puso la por entonces “joven promesa”. Si sabés mirar por debajo de las siempre solventes tintas de Kesel, vas a ver muchos de los vicios de Liefeld, que se notan mucho más cuando se entinta él mismo. Acá se sufren un poco la repetición de planos, algunas poses muy duras, esos personajes que engordan o adelgazan de una viñeta a otra… pero por lo menos no hay afanos tan evidentes, ni errores groseros en la anatomía, ni rebusques bizarros para no dibujar los pies de los personajes. El resultado termina por ser digno, no brillante, pero atractivo, intenso, obviamente lastrado por el color ochentoso que hoy nos daña las retinas y nos hace rogarle a DC que reedite todo este material en blanco y negro.
Personajes carismáticos, un lindo equilibrio entre machaca y caracterización y un dibujo fuerte, que se adelantaba un poco a las (nefastas) tendencias de la década siguiente, son los atractivos de esta saguita de Hawk & Dove, que pegó lo suficiente como para dar pie a una serie mensual bastante longeva. La serie (lanzada en 1989) superará ampliamente la calidad de esta mini, con los Kesel cada vez más afilados y un ignoto Greg Guler al frente de los dibujos, porque el amigo Rob ya le había vendido el pase a Marvel. Pero esa es otra historia…

jueves, 23 de diciembre de 2010

23/ 12: FANTASTIC FOUR/ INHUMANS


Este tomo recopila dos sagas, una originalmente publicada como miniserie (Inhumans, 2000) y la otra serializada en 2002 en la revista Fantastic Four, justo en el bache entre la partida de Carlos Pacheco y la llegada de Mark Waid y Mike Wieringo.
El mismo Pacheco es el guionista de la mini de los Inhumans, un comic más político que superheroico, con más intriga palaciega que machaca, en la que cambia el status quo de la familia real liderada por Black Bolt cuando Attilan pasa a ser una especie de fortaleza espacial que vaga por el espacio y el monarca y su familia son expulsados de la msima por el resto de los inhumanos. Pacheco trabaja bien las personalidades de los protagonistas, le da mucha chapa a Ronan the Accuser y relanza el concepto de Starlord, creado por Steve Englehart en los ´70.
Pero lo más impactante es el dibujo. El astro mexicano José Ladronn se propuso clonar (dentro de lo humanamente posible) el estilo en el que Juan Giménez hacía La Casta de los Metabarones, y esto se ve por todos lados: las naves, las armas, los trajes, las caras, por supuesto la paleta de colores, con esos engamados donde priman los colores fríos… impresionante. Pero Ladronn fue más allá y hasta se decidió a contar la historia como si en vez de un comic-book yanki fuera un álbum francés, con muchísimas páginas de 10 viñetas, pocos primeros planos y demás. Agobiado por la magnitud del laburo, se bajó antes de terminar y el último episodio cayó en manos de Jorge Lucas (el autor de Cazador) quien –dentro de los lineamientos planteados por Ladronn- metió bastante de su impronta personal, mucho más cerca de Jack Kirby que de Juan Giménez.
En la segunda saga, el siempre correcto guionista (y magnífico entintador) Karl Kesel se propone cerrar alguna puntas argumentales que dejó abiertas Pacheco cuando se desvinculó de los Fantastic Four. Acá tenemos la resolución del plot de Johnny y su carrera de actor en Hollywood, el misterio de Senso y su relación con los poderes de Ben, y el nacimiento de la nueva hijita de Reed y Sue. Y además nos enteramos a dónde fueron a parar Black Bolt y los suyos cuando los rajaron de Attilan. O sea que, para cuatro episodios, hay material de sobra. Sumémosle una acertada bajada de línea contra la xenofobia y la discriminación (otra, porque la de Nemesis de ayer no alcanzó) y una participación del glorioso Dr. Doom que llenará de emoción a todos sus fans (me incluyo, por supuesto) y tenemos una saguita que –sin ser una joya fundamental- te deja mucho más satisfecho que el típico artefacto de continuidad para restaurar o cambiar el status quo de una serie y dejársela prolija y lisita al equipo creativo que se está por hacer cargo.
Eso sí, hay que aguntar los dibujos de un Mark Bagley no muy inspirado y fuera de sintonía con los tres entintadores (repito: tres entintadores) que le meten mano a su trabajo a lo largo de estos cuatro episodios. Me imagino lo que debe haber puteado Bagley, que se siente a sus anchas dibujando a los pedos, sacando las páginas con fritas, cuando le dijeron que le tenía que agregar a los trajes de los Inhumans todos esos detallitos microscópicos que le había agregado Ladronn en la miniserie… Pero bueno, con buena voluntad se sobrelleva.
Ahora sí, ya no tengo excusas para no entrarle a la etapa de Waid y Wieringo en Fantastic Four, que todo el mundo me dice que es alucinante. La tengo entre mis prioridades para 2011, a full.