el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 4 de marzo de 2024

SEMANA DE POCA LECTURA

Distintas complicaciones llevaron a que, después de una semana sin postear en el blog, hoy tenga para reseñar sólo dos libros. Algo leí por fuera (revistas, textos teóricos... encima en francés) pero en general, vengo con poco tiempo. Empezamos con una obra publicada originalmente en Japón en 2014, La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral, una novela gráfica de casi 240 páginas, escrita y dibujada por el siempre asombroso Hiroaki Samura. Esto es raro ya desde el título, que parece una joda tipo "la bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", de Les Luthiers. Y la consigna también te descoloca: Samura ambienta la historia en Rusia, pocos años después de la revolución que terminó con los zares e inauguró el período de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Una revolución a la que el autor de La Espada del Inmortal parece no tenerle mucho cariño, en buena medida a partir de los desbordes fascistas que tuvieron como emblema a Iósif Stalin. Para cuando se inicia este manga, el Partido Comunista todavía sigue buscando a aristócratas y miembros de la nobleza vinculados a los zares para encarcelarlos o directamente matarlos, y esa es la atmósfera de opresión y peligro que va a teñir a toda la obra. Los protagonistas son una chica a la que le faltan las piernas y un muchacho al que le falta un ojo, unidos por una conexión muy especial. Juntos lograrán "hospedarse" en una dacha, y más tarde descubriremos que en realidad están ahí porque alguien los mandó a buscar algo. En rigor de verdad, los dos primeros tercios de La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral son un bajón. Hay poca acción, hay muchas cosas que no se explican y otras que se nos recuerdan demasiadas veces, personajes que se nos presentan como importantes y podrían tranquilamente no estar, peripecias innecesarias plagadas de crueldad, muchas decisiones narrativas que toma Samura con las que yo no comulgo... No me llegué a aburrir, porque hay momentos fuertes, escabrosos, de esos que te hacen decir "¡pará, loco!". Hay asesinatos a sangre fría, un personaje secundario aficionado al cross-dressing y hasta un personaje que gradualmente se convertirá en protagonista que es adulto, pero viola sistemática y salvajemente a la chica a la que le faltan las piernas. ¿Qué es esto? ¿Es un thriller, es una de terror? Finalmente, el último tercio levanta muchísimo la puntería, a partir de que Samura nos revela finalmente quiénes son el chico y la chica, qué buscaban y por qué están juntos. Ahí tiene sentido todo, hasta la elección de la época y el lugar donde transcurre la historia. Y el tramo final es realmente cautivante, siempre con ese péndulo (presente en todo el libro) entre escenas mudas y escenas con muchísimo diálogo, pero muy interesante, porque ves que el desarrollo de los personajes finalmente fue hacia un lugar lógico y coherente. El dibujo de Samura, como siempre, está más allá de toda exégesis. Puede tener algún traspié en el fluir del relato, páginas que permiten suponer cambios de último momento en la planificación, porque por ahí faltaba una viñeta para que se entendiera lo que el autor quería contar... pero son boludeces comparado con el nivel del dibujo. Creo que lo que más destaco es el manejo de los grises, pero visualmente todo es una maravilla. La Doncella de la Nieve de la Brisa Primaveral es una obra rara, inquietante, incómoda por momentos, con una fuerte impronta autoral, como si Samura saliera dispuesto a marcar la cancha (una vez más) y decir "esto es lo que quiero contar y quiero hacerlo así, sin concesiones". Si leíste otras obras de este monstruo, sabés que se puede confiar en él cuando se manda al frente, y que esa impronta autoral no es humo, sino un talento que no abunda en el comic de ningún género y de ningún país.
Voy un libro atrasado con Paco Roca. Sacó el nuevo en Diciembre de 2023 y yo recién ahora terminé Regreso al Edén el que sacó en Diciembre de 2021. Debo admitir, antes que nada, que arranqué mal predispuesto por el choreo abominable que son las primeras 18 páginas del libro, un recurso infame que se repite en las 12 últimas. Para cuando terminó el delito y empezó la narración, yo ya estaba a las puteadas. Pero bueno, es Paco Roca, no me defraudó nunca, y uno sabe que a los grandes de esta magnitud hay que ponerles el hombro y perdonarles alguna que otra veleidad... Aún así, Regreso al Edén, sin ser una cagada, quedó bastante por debajo de las obras maestras del genial autor valenciano. Básicamente, lo que propone la obra es un viaje por la memoria de una señora ya muy mayor, que nos remonta a la historia de su familia y de la España del hambre y la miseria, justo después de la Guerra Civil. Sí, otra vez. Otra vez los recuerdos de los viejitos como eje de una narración, otra vez las funestas secuelas de la Guerra Civil, solo que esta vez no hay nada ni remotamente parecido a una aventura. Es simplemente la historia de gente que la pasa mal, en distintas etapas de su vida, hasta que se muere. Roca nos cuenta las vidas de gente personas comunes y corrientes, que se vinculan entre sí como en cualquier familia, con los problemas que tenemos todos, agravados en este caso por la extrema pobreza que el régimen de Francisco Franco impuso sobre los españoles tras hacerse con el poder. Los personajes se mueven en una sociedad mucho más atrasada, pauperizada y conservadora que la actual y no hay mucho más que eso para nutrir el "argumento" del libro. Por suerte, hay muchas soluciones gráficas maravillosas, algún que otro firulete narrativo que tiene que ver con los sueños y fantasías de los personajes, que Roca aprovecha para dibujar algo que vaya más allá de las personas que hablan (o callan). Hay hasta "infografías" que nos explican quién es hijo de quién y quién está casado con quién para que no nos perdamos a medida que el elenco se expande. Y son detalles menores, pero que suman, porque Roca dibuja todo demasiado bien. La puesta en página es impecable, la paleta de colores muy apagada (que a mí en general me parece un bajón) acá es un acierto y tiene todo el sentido, el formato apaisado (otro fetiche de Roca que a mí ya me secó los huevos) no molesta para nada... Me cuesta pensar en Regreso al Edén como una obra fallida, o una obra menor, porque es evidente que el autor le puso alma y talento en cantidades inhumanas. Pero me costó mucho más engancharme. La sentí más distante y menos relevante que las otras maravillas que salieron del lápiz mágico de Roca y no recuerdo haber leído críticas de colegas que la pusieran en el mismo pedestal de Arrugas, Los Surcos del Azar, La Casa o El Invierno del Dibujante. Por supuesto esto no hace mella en mis ganas de conseguir cuanto antes El Abismo del Olvido, el álbum de Roca que me falta, y ponerle todas las fichas. Ojalá suceda pronto. Nada más, por hoy. Espero poder volver a postear pronto, acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

lunes, 22 de agosto de 2022

NOCHE DE LUNES

Vamos con un par de libritos que me devoré estos últimos días. Conan: Black Colossus es el Vol.8 de los tomos que recopilan la más extensa de las distintas series regulares que protagonizó el Cimmerio en Dark Horse. Este tomo me llamó la atención por el equipo creativo: guion de Timothy Truman, dibujos de Tomás Giorello. Un combo más que atractivo incluso para alguien que (como yo) no es fan de Conan. Adentro me encontré con una historia que adapta un relato de Robert E. Howard en el que básicamente Conan tiene que ponerse al frente de un ejército inmenso para combatir a otro ejército inmenso, que además tiene como líder a un hechicero con zarpados poderes sobrenaturales. Y al final gana Conan, y para festejar se pega una revolcada con una hermosa princesa. ¿Más de 130 páginas para contar eso, estás seguro? ¿No será un malentendido? No. La batalla se despliega en los dos últimos capítulos, y todo el resto es un larguísimo build-up, en el que Truman se dedica a mostrarnos lo malo y poderoso que es el villano, mezclado con escenas en las que Conan se gana de a poco la lealtad de mercenarios, aristócratas y demás muchachones de armas tomar que se integrarán a sus huestes, muchos de los cuales no sobrevivirán. Lo más interesante de esta previa interminable llega cuando Truman contrasta a un Conan rústico, sucio y desprolijo, con estos aristócratas, nenes de mamá que frecuentan los palacios pero que en su vida se enfrentaron a las amenazas que el Cimmerio derrota todos los días, con la naturalidad con la que uno se lava los dientes o saca la basura. Esas pinceladas de intriga palaciega, desarrolladas en diálogos muy dinámicos, hacen que todas esas páginas se sostengan un poco más, incluso a lo largo de capítulos (como el 3 y el 4) en los que prácticamente no hay acción. Y por supuesto el dibujo de Giorello, complementado de modo insuperable por el color de José Villarrubia, le imprime a la historia una fuerza increíble. Tanto en los momentos ominosos, como cuando hay que mostrar a milicos y príncipes rosqueando en un palacio, como cuando estalla el combate entre cientos (o miles) de soldados, cada uno con sus armas, cascos, caballos, etc., nuestro compatriota da cátedra de cómo se dibuja una historieta de aventuras. Criaturas fantásticas, chicas hermosas, bárbaros armados hasta los dientes, hechiceros malignos, palacios majestuosos, Giorello te dibuja todo con una elegancia y una potencia que te pone los pelos de punta. Por ahí hay un cierto abuso de los primeros planos (esos en los que Tomás deja ver en los rostros de los varones la sana influencia de Jorge Zaffino), en secuencias donde se podría haber contado lo mismo "de más lejos". Pero la verdad es que la entrega del dibujante es completa, y el resultado es formidable. Tengo que pensar mucho para recordar cuándo fue la última vez que leí un comic de Conan tan bien dibujado. Se supone que la dupla Truman-Giorello llega a su cima más adelante, en la saga de King Conan, así que prometo entrarle pronto a un tomito que trae algo de ese material. Mientras tanto, si nunca leíste el Conan de Dark Horse, ya sabés que en Black Colossus te esperan una historia que tarda en explotar pero no está mal, y uno dibujos y un color alucinantes.
Me voy a España, año 2018, cuando se publica El Tesoro del Cisne Negro, una novela gráfica en la que el hiper-consagrado Paco Roca forma equipo con el diplomático y escritor Guillermo Corral, ahora convertido en guionista de historietas. Si el otro día cuando leía El Pacto del Letargo hubo momentos en los que flasheaba una novela de Arturo Pérez-Reverte, con El Tesoro del Cisne Negro llegué al punto de chequear si el argumento no estaba basado en una obra del maestro cartaginés. Esta es una novela absolutamente protocolar que, como todo trámite protocolar, avanza a un ritmo muy lento. La trama es muy atractiva, y tiene más de un punto de inflexión en los que gana nuevas capas de complejidad, para que los conflictos se tensen y uno no sepa cómo se pueden llegar a resolver. En general, es un buen guion, con buen desarrollo de personajes y un tratamiento serio y verosímil de una temática muy ganchera como es la aparición en nuestro milenio de un gigantesco tesoro hundido en el océano desde principios del Siglo XIX. Los dos problemas que encontré son: 1) el villano es un personaje sin matices ni dobleces. Desde la primera vez que aparece ya intuís que Frank Stern es un sorete, y en las 200 páginas de la novela Corral no hace más que ratificarlo. 2) una punta relevante de la trama se resuelve con una casualidad medio grosera, cuando Alex va al mismo restaurante que Stern y Moreno, el mismo día, a la misma hora. El resto está muy bien. Es una historia de verdad, memoria, justicia y dignidad, que se apropia de elementos del documental, de la comedia romántica, del thriller financiero y del courtroom drama tan popular en EEUU. Y tiene ese final agridulce, onda Raiders of the Lost Ark que me cerró por todos lados. El dibujo de Paco Roca es sintético, adusto, con una economía de recursos muy notable. Por momentos me pareció estar viendo dibujos hechos a tinta sin lápiz previo, pero evidentemente la planificación de las secuencias de Roca es tan ajustada que no se puede hacer sin por lo menos bocetos bastante trabajados. Roca se esfuerza todo el tiempo para que el dibujo no llame la atención, no nos distraiga ni por un segundo de la historia. El dibujo está ahí porque filmar El Tesoro del Cisne Negro con actores en escenario reales era un kilombo y salía muy caro. Pero pareciera no tener ninguna otra función. El color sí, es muy generoso en climas, transmite muchísima emoción y funciona como un elemento importante en la narración. Es raro lo que me pasó con el dibujo, porque por un lado me gustó, y por el otro pienso que esto mismo lo podría haber dibujado un tipo mucho más genérico, más del montón, mucho menos talentoso que Roca, y habría funcionado de la misma manera. Y Paco podría haber dedicado los años que trabajó en este libro a otra obra con guion suyo, de esas que te masacran el alma. Pero bueno, se copó con este proyecto, le dio jerarquía y visibilidad a un guion muy consistente y no se le puede decir ni mu, porque el resultado es satisfactorio, lo mires por donde lo mires. Tengo un libro más de Roca sin leer, que supongo que llegaré a reseñar muy a fin de año, o ya el año que viene. Y nada más. Muchas gracias a tod@s l@s que descargan la Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/. Hicimos un laburazo y está bueno que llegue a destino. Nos vemos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 4 de diciembre de 2017

LUNES DE LUJO

Vamos con las reseñas de otras dos papongas que me liquidé entre el viernes y hoy.
Paco Roca es un hijo de puta. En general, todos los autores grossos tienen UNA obra definitiva, esa obra perfecta, por la que merecen ser recordados y ovacionados siempre. Paco tenía TRES (Arrugas, El Invierno del Dibujante y Los Surcos del Azar) y a fines de 2015 cantó “quiero vale cuatro” con La Casa, otra novela gráfica demasiado buena para ser real.
No me interesa ni siquiera dar pistas del argumento: sólo me interesa que la consigas y la leas. Te adelanto que NO es una autobiografía (aunque se nutre de situaciones reales vividas por el autor) y que NO tiene elementos fantásticos, ni persecuciones, ni machaca, ni sexo, ni explosiones, ni conflictos entre buenos y malos. En realidad no estoy dando mucha data, porque nada de todo eso suele aparecer en las obras de Paco Roca. Acá el autor parece estar tratando de averiguar hasta dónde se puede llegar con una historia sin conflictos, en la que básicamente no pasa nada (sólo el tiempo) y todo queda en personajes que dialogan entre sí. ¿Se puede crear desde ese lugar una historieta memorable? La Casa te saca las dudas en poquísimas páginas.
La clave, me parece, está en la acertadísima construcción de los personajes y en el cuidado por mantener un tono perfectamente realista, donde todo se vea y suene 100% verosímil. Una vez más, Roca nos cautiva con ese estilo de dibujo engañosamente simple, detrás del cual hay –evidentemente- un tipo que maneja la línea, la expresión de los cuerpos, los planos y los detalles más minúsculos con la precisión de un neurocirujano. La puesta en página es atípica, porque Paco elige para esta obra el formato apaisado, ese que a los argentinos nos encanta, a los franceses los irrita y a los españoles… no sé, me imagino que les debe parecer antiguo, porque no lo usan hace más de 50 años. Por supuesto que Roca aprovecha a pleno las posibilidades que le brinda el formato a la hora de planificar la página y armar las secuencias. El color también es bellísimo y no sé tú, pero yo… me encontré al final del libro con una cartulina firmada y numerada por el ídolo, que dice “457/500”, con una ilustración preciosa que –si me apurás- garpa más que la usaron para la portada. Gloria eterna a este hijo de puta que tanto bien le hace al Noveno Arte.
Me vengo a Argentina, a 2017, para internarme en la farragosa y farsesca ficción de Borges, Inspector de Aves, la creación del alucinante Lucas Nine. Esto es un thriller medio policial, medio de espionaje… y medio disparatado, si se me permite una tercera mitad, protagonizado por el Jorge Luis Borges de 1946, recién desplazado de su cargo en la Biblioteca Nacional por el gobierno peronista y degradado a “Inspector de Aves y Corrales”. Nine se agarra del cargo de “inspector” para vestir a Borges al estilo de los detectives clásicos del hard boiled norteamericano, pero lo hace moverse por afuera de la órbita de los gallineros y los corrales e interactuar con un fauna que tiene más que ver con la del Borges icónico: la de los escritores, poetas, pintores y demás exponentes de la intelectualidad porteña. Oliverio Girondo y Xul Solar tienen roles muy importantes, pero aparecen también Mujica Láinez, Bioy Casares y algunos más.
Las primeras… 50 páginas se me hicieron un poco lentas, un poco densas, pero después Nine le agarra el pulso al relato y empieza a narrar a un ritmo mucho más atrapante, sin descuidar el recurso más notable de la novela, que es superpoblar las viñetas con extensos bloques de texto narrados en primera persona por Borges y escritos en un estilo que emula con maestría a la prosa del genio máximo de nuestra literatura. Esto le agrega muchos minutos a la lectura del libro, por lo cual recomiendo no intentar bajarse toda la obra en una sola sentada. Mejor meterle tres o cuatro pausas, para que el efecto de los textos vuelva a sorprender.
Borges, Inspector de Aves es una aventura bizarra, en la que vemos al célebre escritor investigar un misterio, enamorarse de una mujer, cagarse a trompadas con villanos y sicarios, disfrazarse de pollo y hasta viajar en el 60. Nine narra todos estos extraños sucesos con una puesta en página sumamente clásica y sobria y un dibujo de base realista, pero de gran soltura, muy plástico, muy dinámico. Por momentos parece una mezcla entre el estilo de siempre de Lucas y el Viejo Breccia de Perramus, con esas manchas, esos collages, esa dimensión etérea del dibujo. Los fondos son mínimos y muchas veces Lucas los resuelve utilizando fotos retocadas, bien integradas al planteo gráfico de la obra. También descubrí sutiles homenajes a Alex Toth y Lino Palacio, que están buenísimos.
Si lo que más te gustaba de las otras obras de Lucas era esa sensación de estar viendo un dibujo animado, donde la historia casi se cuenta sola, impulsada por las pantomimas hiper-expresivas de los personajes, quizás Borges, Inspector de Aves no te termine de cerrar, porque acá el rol del texto es muchísimo más relevante y hay que prestarle mucha más atención. Por el contrario, si sos más partidario del comic de aventuras y nunca te habías acercado a Nine porque lo veías muy caricaturesco, o muy disparatado, esta es la obra con la que muy probablemente logres sintonizar la onda de este autor fundamental que tiene hoy la historieta argentina.
Ya estoy sumergido en la lectura de un par de libritos más, así que en cualquier momento vuelvo con más reseñas. Gracias y hasta entonces.

sábado, 18 de julio de 2015

18/ 07: LOS SURCOS DEL AZAR

No sé si Los Surcos del Azar es el mejor trabajo de Paco Roca, pero seguro es el más importante. El autor dedicó muchos años a investigar y varios a dibujar esta historia vibrante, conmovedora, basada en hechos reales tan grossos que parecen ficción.
Como Art Siegelman en Maus, Roca se convierte en personaje para coprotagonizar un montón de escenas que tienen que ver con las bambalinas de su extensa entrevista a Miguel Ruiz, el verdadero protagonista de esta epopeya. La relación que se va entablando entre Roca y Ruiz, los diálogos, la tensión, la complicidad, es una parte central de la novela gráfica. También como en Maus, las memorias de este viejito de 94 años serán las que le den su forma definitiva a la historia, las que aporten los detalles que Roca no encontró en los libros, porque la historia oficial los dejó afuera. En el rescate de esos detalles, en ese pase de magia que hace subjetiva, personal y cercana a la epopeya de estos soldados españoles está el alma de Los Surcos del Azar.
Y ya que estamos coqueteando con esa idea, me la juego y la tiro sobre la mesa: Los Surcos del Azar es el Maus español. Mil veces mejor dibujado, con el texto mucho mejor distribuído y sin ese artificio medio torpe de dibujar a los nazis como gatos, a los judíos como ratones y demás. Acá los buenos, los malos y los veletas se definen por sus actos, no por su aspecto. El resto es muy similar: el viaje por la memoria de un viejito que “sangra historia” y que sobrevivió a situaciones terribles entre 1939 y 1944, emprendido por un joven historietista convertido en personaje secundario.
Para mi gusto, el relato de Miguel Ruiz es más fuerte que el de Vladek Spiegelman, por dos motivos. Primero, porque no es una mera víctima. Ruiz la pasa muy mal (sobre todo en ese tramo desolador en el desierto africano), pero el tipo es un soldado, un luchador que no se come ni la punta, y que hasta último momento va a esperar esa chance de jugar la revancha, de responder a la crueldad con más crueldad. Buscando el desquite va a encontrar la gloria y ese trueque de padeceres por laureles me resultó brillante, sobre todo porque Ruiz no va por la vida mostrando el brillo de su chapa, sino que se repliega al anonimato.
Y el otro motivo decisivo: esta historia, la de los españoles que pelearon en la Guerra Civil de su país en el bando republicano, se tuvieron que ir con el culo muy roto y terminaron por integrarse a las tropas aliadas para combatir a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, es mucho menos conocida que la del drama de los judíos en los campos de concentración del nazismo. Hay muchos menos textos, no sé si hay películas, casi seguro no había historietas sobre este tema… o sea que el valor documental del trabajo de Paco Roca es enorme y sirve para descubrir algo así como una aventura épica, oculta en los pliegues de la historia real.
Ni hace falta hablar del dibujo. La verdad es que visualmente este trabajo se asemeja bastante al anterior de Roca (El Invierno del Dibujante, reseñado el 27/07/11) y acumula más logros de los que se pueden enumerar en este espacio. Me quedo con otro aspecto de esta obra (acerca de la cual se podrían escribir libros enteros) que es su amplitud de espectro. Es una historieta documental, por momentos es una historieta bélica, por momentos gana el costumbrismo, por momentos crece una trama romántica, los tramos en el presente mezclan autobiografía con slice of life, la tensión dramática atraviesa de punta a punta las más de 300 páginas de la novela, los diálogos te tiran casi de keruza algún chispazo de humor aunque más no sea irónico… Acá hay realmente de todo y para todos.
Los Surcos del Azar, amigo viñetófilo, entra con holgura en la categoría de Historieta Perfecta. Si bien es un hardcover español de muchas páginas de esos que acá valen un huevo y la cáscara del otro, cada centavo que pagues por llevarte esta maravilla de Paco Roca a tu biblioteca será ampliamente compensado por una lectura sencillamente inolvidable. Y si sos español y todavía no tenés este libro, andá tramitando la nacionalidad malaya, sudafricana o neozelandesa…

sábado, 11 de julio de 2015

11/ 07: EL JUEGO LUGUBRE

La primera vez que compré una historieta de Paco Roca fue en 2000 ó 2001, no recuerdo bien. Pero me acuerdo perfecto que la obra era El Juego Lúgubre, editada por La Cúpula en la colección Brut Comix. Me acuerdo que era más chiquita que un comic-book, en blanco y negro, encuadernada con ganchitos en vez de lomo, y que la leímos en la Mesa Redonda de Comiqueando y sacó unos puntajes buenísimos. Hace poco vi a buen precio la edición de 2007 de Dolmen (formato álbum europeo, tapa dura, todo color, papel finoli) y no me pude resistir. Claramente, era una historieta que justificaba una edición bastante más cuidada que la que atesoraba yo.
El Juego Lúgubre funciona como la típica historia de terror de un salame que se mete donde no se tiene que meter: mansión embrujada, castillo hecho mierda, pueblo abandonado… lo que más te guste. Lo interesante es que el horror que va a llevar al protagonista al borde de la locura no proviene de la tradición literaria de Bram Stoker o H.P. Lovecraft, sino de la imaginería pictórica de Salvador Dalí. La novela nos lleva todo el tiempo a preguntarnos si el excéntrico genio de la pintura surrealista no era también un asesino desquiciado, un criminal demente capaz de matar gente para luego comerse o empomarse a sus cadáveres, o hacer con ellos experimentos aberrantes. El guión de Roca subvierte ese pintoresco atelier en una apacible playa catalana, que uno asocia con un clima de libertad y creatividad, para convertirlo en sede de indecibles horrores.
Por supuesto a Salvador Dalí no se lo llama así, con su nombre y apellido, sino que el autor nos lo camufla mínimamente bajo el nombre de… Salvador Deseo. El resto es todo tal cual. La época en que transcurre la historia está perfectamente recreada, el pintor de ficción habla como el de la realidad, y hasta vemos muchísimas referencias a los cuadros más recordados del auténtico Dalí. O sea que si sos fan del genio vas a encontrar un montón de elementos de su vida cotidiana, frases que él decía e imágenes que te van a remitir a algunas de sus obras más embleméticas. Nada mal para una historieta de terror…
Podría hablar horas del argumento de El Juego Lúgubre, meterme con las pinceladas históricas (en la previa a la Guerra Civil Española), contar algo de la historia de amor que vive el protagonista… pero la verdad es que prefiero que –si todavía no lo leíste- te sorprenda tanto como a mí.
Prefiero centrarme un toque en el dibujo, ya que esta es la primera obra en la que realmente se ve con fuerza el estilo de Paco Roca. Obviamente, ahora que es un consagrado a nivel mundial y sus obras se editan en todo el mundo, en formatos de lujo, mete más cuadros por página que en este trabajo hecho (capaz que por el pancho y la coca) para una editorial española que –sin ser un kioskito- nunca pagó fortunas. Pero aún en este proyecto, Roca sorprende por su gran versatilidad en el armado de la secuencia, su gran criterio para elegir qué escenas narrar sin palabras, y su gran variedad de enfoques, todos pensados para meternos a fondo en los climas de la historia. Las escenas oníricas, las imágenes escabrosas, todo le sirve al autor para construir la atmósfera enrarecida del relato. Y cuando llegan las escenas tranqui, charlas al aire libre, a pleno sol, entre los únicos dos personajes más o menos sanos de la novela, cambia un poquito el registro y el dibujo se hace más luminoso, por momentos casi naïf. Un lindo respiro entre tantas orgías de sangre, decadencia y depravación.
El color, agregado para esta edición (o quizás para la francesa) es sobrio, sin estridencias, muy evocativo y –al igual que los efectos de iluminación que proponía Roca desde el dibujo a tinta- sumamente funcional a los climas del guión. Hay que ser un verdadero talibán del claroscuro para decir “me quedo mil veces con la versión en blanco y negro”.
Y bueno, siempre es un placer encontrarse con las historietas de este monstruo del Noveno Arte mundial como es Paco Roca. Estoy por leer su trabajo más reciente y esta segunda leída (este ballotage) de El Juego Lúgubre no hizo más que acrecentar mis expectativas. Y reforzar los argumentos con los que vengo recomendando este comic hace casi 15 años..

miércoles, 16 de abril de 2014

16/ 04: TRES CORTITAS

Ya se me ocurrió la forma de postear con textos e imágenes , pero todavía no la puedo poner en práctica. Me parece que mañana esto vuelve a su cauce normal, por lo menos por un dia, ya que es poco probable que pueda postear viernes, sábado y domingo.
Hoy tuve un dia de playa alucinante, o sea que ni se me ocurrió visitar comiquerías. Aprovecho para rematar tres reseñas cortitas, de tres libros de poquitas páginas que lei en estos dias.
Gog es una novelita gráfica de 2000, escrita por J.M. Aguilera y dibujada por Paco Roca, mucho antes de ser un consagrado autor integral. Esta historia es la secuela de Road Cartoons, una serie aparecida en El Víbora. No es exactamente chota, pero tampoco imprescindible. Lo mas atractivo es como el guión logra integrar a una epopeya clásica de accion, aventuras, machaca y superpoderes al mismísimo Jesucristo. El resto, no se aleja mucho de elementos que ya vimos mil veces: minita onda Alicia en el País de las Maravillas, chabon pesutti tipo Rambo que demuestra ser copado, persecuciones, alusiones medio veladas a The Matrix (que en 2000 estaba muy de moda), un villano malísimo, un peligro zarpado del que los protagonistas zafan con mucha facilidad... Más de lo mismo, básicamente. El dibujo de Roca se la banca con mucho decoro. No tiene una impronta tan personal como la de trabajos posteriores, pero tiene mucho dinamismo, un gran equilibrio entre negros, blancos y grises y -sobre todo- una narrativa impecable.
Jenufa es otra novelita muy breve (solo 36 páginas ) en la que Alejandro Farias y Leo Sandler adaptan al comic la ópera homónima, obra del checo Leos Janacek. Se trata de una tragedia muy extrema, a todo o nada, con personajes muy humanos y muy reales, enfrentados en un drama familiar muy áspero. El guión se hace muy llevadero, incluso si la temática no te resulta atractiva. Lo único discutible es la decisión de Farías (un verdadero erudito en materia de ópera) de hacer que los personajes (checos del Siglo XIX) se traten de vos y no de tú, algo que a mí me sonó medio bizarro. El dibujo de Sandler capta muy bien la tensión dramática exacerbada y se zarpa con expresiones faciales que parecen de Jack Kirby. Es un Sandler que se resiste a ser realista y lo logra con creces, y que también sorprende con un gran equilibrio entre blancos, negros y grises.
Y finalmente, existe en IDW una serie (o varias miniseries) llamada Zombies Vs. Robots, una creación de Chris Ryall (jefe de coordinadores de la editorial) y el maestro australiano Ashley Wood. En 2012 se editó un anual en formato prestige, con cuatro historias cortas ambientadas en ese universo que yo desconocía. La primera está escrita por Daniel H. Wilson y no me aportó mucho. El dibujo, a cargo del genial Sam Kieth, tampoco. La verdad es que Kieth no se puso las pilas ni un poquito y se nota demasiado. La segunda historia, a cargo de los ignotos Kevin Grevioux y Drew Moss, no es una genialidad, pero por lo menos no se nota que te están tomando por boludo. No está mal. La tercera está escrita por Rio Youers (a quien tampoco conocía ) y tiene muy buenos dibujos de Andy Kuhn, en un estilo raro, muy potente y muy innovador. El guión también se deja leer sin mayores inconvenientes. Y la última , a cargo de Ryall y Wood, tiene los mejores diálogos y un par de imágenes muy impactantes, pero no termina de cuajar. Por ahi si uno leyó las sagas anteriores, tiene más sentido.
Bueno, nada más. Será hasta mañana.

lunes, 24 de octubre de 2011

24/ 10: LAS CALLES DE ARENA


Justo entre dos novelas gráficas que nos invitaban a pensar y a reflexionar (después de Arrugas y antes de El Invierno del Dibujante) el glorioso valenciano Paco Roca mechó una novela gráfica distinta, que más que a pensar nos invita a volar. Las Calles de Arena me hizo acordar un toque a La Ciudad de los Puentes Obsoletos. En ambas, un protagonista joven arranca un periplo por el mundo real y en un punto temprano de la obra pasa (sin percibirlo) a otra dimensión, donde se juega con otras reglas, en las que cosas totalmente bizarras e ilógicas son lo más normal del mundo (de ese mundo, claro).
No parece un planteo difícil de desarrollar, sobre todo si no te proponés (como Fede Pazos, como Paco Roca) llevar el relato a un final coherente, que cierre todas las puntas que abre. Así pensada, esta estructura te brinda una enorme libertad para limar, para florearte, para deleitar al lector con simbolismos, con homenajes, con guiños crípticos a otros autores, y obviamente Roca hace todo eso muy, pero muy bien. En Las Calles de Arena te cruzás con Borges, con Melville, obviamente con Lewis Carroll (el más lúcido inventor de mundos paralelos con su propia lógica), con tópicos del terror (los vampiros), del thriller (el gemelo malvado) y de la ciencia-ficción (los clones), y todo eso atravesado por un vuelo poético cautivante, por la inquietante sensación de “mirá el garrón que se está comiendo este pobre pibe” y por una sub-trama de comedia romántica muy bien llevada.
O sea que estamos ante una lectura sumamente placentera, amena, impredecible, rica en subtextos… un manjar, bah. Un puntito en contra se lo anota Roca cuando mete a un personaje argentino. Rosendo de los Vientos, el cartógrafo de países imaginarios (figura borgeana si las hay), canchero y bon vivant, dice cosas como “es una boludez”, “es un quilombo”, o “¿me entendés?” al final de cada frase, lo cual está muy bien, es Porteño Básico correcto, bien captado por el valenciano. Pero en un diálogo, Rosendo manda: “he de confesarte un secreto”, y ahí se desploma su identidad argenta, porque ningún argento en su puta vida dijo ni dirá “he de confesarte un secreto”. El resto de los personajes funcionan como un relojito, uno se encariña rápidamente con ellos y hasta quisiera verlos protagonizar otras historias. Pero claro, cerca del final del libro, nuestro anónimo protagonista sueña y como consecuencia del sueño, se precipitan acontecimientos que terminan de hacer añicos la frágil coherencia de este mundo, y esas historias cíclicas, ensimismadas, logran romper con la rueda de la reiteración infinita y encuentran algo así como un puñado de finales, todos impredecibles.
Como siempre, Roca apela a un dibujo sobrio, como si quisiera ocultar su virtuosismo. La narrativa también, es pura anti-estridencia. Con grillas clásicas y poquísimas páginas con menos de seis viñetas, Roca busca crear desde la planificación la sensación de que esto es lo normal, lo de siempre, lo que conocemos de memoria, obviamente en hábil contrapunto con las situaciones cada vez más extrañas y caprichosas con las que nos lleva a pasear la trama. Pero detrás de esa mascarada de cosa tranqui, cotidiana, sin sobresaltos, se esconde un dibujante de una calidad poco frecuente, con una increíble atención por los detalles, una gran capacidad para observar y plasmar el lenguaje gestual y corporal de los personajes, una paleta de colores siempre a tono con los climas del relato y –lo más importante- un narrador de incomparable destreza.
Y bueno, puede ser que en la comparación inevitable con Arrugas y El Invierno del Dibujante, esta obra se tenga que conformar con la medalla de bronce. Pero eso es porque las otras historietas de Roca son demasiado buenas, demasiado importantes, demasiado fundamentales, no porque esta no sea excelente. Si te sobran unos mangos (unos cuantos, porque la edición de Astiberri suele ser dolorosa), perdelos con confianza en el fascinante laberinto de Las Calles de Arena.

miércoles, 27 de julio de 2011

27/ 07: EL INVIERNO DEL DIBUJANTE


En este momento tendría que estar haciendo cualquier otra cosa menos escribir una reseña para el blog, pero bueno, me debo a mi público…
Y además estoy prendido fuego, porque acabo de leer una de las mejores historietas que descubrí en lo que va del… milenio, probablemente. Al español Paco Roca lo sigo desde el 2001, cuando La Cúpula le publicó (sin publicitarlo y en un formato medio croto) la brillante El Juego Lúgubre. O sea que no me subí al carro con Arrugas, sino que para cuando Roca peló esa maravilla, ya me contaba entre sus fans acérrimos. Ese fanatismo se acaba de multiplicar más brutalmente que el euro en las comiquerías argentinas. El Invierno del Dibujante es mejor que Arrugas, y eso es muchísimo decir.
Se trata de algo muy raro: una obra 100% documental, que no tiene ficción, o si la tiene es producto de algún recuerdo borroso por parte de alguno de los involucrados, a los que Roca entrevistó para conocer a fondo toda la movida de la que da cuenta la novela gráfica. Y además no tiene acción. Nadie persigue a nadie, nadie le pega a nadie, nadie se empoma a nadie (por lo menos en sentido literal) y todas, absolutamente todas las escenas del libro están basadas en diálogos, o en algún silencio demasiado elocuente como para necesitar de las palabras.
¿Qué hechos nos narra Roca? El intento por parte de cinco historietistas consagrados por independizarse de la poderosa editorial Bruguera y producir una nueva revista de humor e historieta, gestionada por los propios creadores. La Gran Image, pero en 1958, cuando España era un país dominado por un tirano muy heavy, y donde la libertad y la independencia no eran conceptos con muy buena prensa. Pero ahí se lanzaron cinco valientes, a romper cadenas para ver si podían hacer lo mismo de siempre pero con mejor rédito económico, y si conocés algo de la historia del comic español, no hace falta que te cuente cómo termina la odisea de la revista Tío Vivo.
El enfoque de Roca es objetivo, pero también muy humano. No es una entrada de la wikipedia. Hay anécdotas que pintan tanto a los capos de la editorial como a los dibujantes como seres reales, de carne y hueso, y seguramente esa es la parte de la exhaustiva investigación de Roca que más realza la realización de esta obra. El contexto sociopolítico está perfectamente aprovechado, al igual que las condiciones en las que la industria del tebeo español funcionaba a fines de los años cincuenta. Leído desde Argentina, no es difícil reemplazar mentalmente a Bruguera por Columba, con la salvedad de que los autores más grossos de la editorial de la palomita se retobaron mucho más tarde, cuando el boom de ventas ya no era tal, y con mucha menos dignidad.
Me queda poquísimo tiempo y lo quiero aprovechar para hablar maravillas del dibujo de Paco Roca, que es sencillamente perfecto. La documentación, los climas, el armado de cada página, todo es brillante. El estilo de Roca difiere un toque de lo visto en Arrugas. Acá parece algo así como Edgar-Pierre Jacobs, pero con onda, mestizado con dibujantes norteamericanos tipo Jason Lutes, o el David Mazzucchelli de City of Glass. El resultado es devastador y está absolutamente al nivel de genialidad del guión, que es de lo que más se habló hasta ahora.
Documento imprescindible sobre una época interesantísima de la historia del comic español, novela gráfica del carajo, y lectura cautivante, repleta de matices y de logros, y de escenas memorables, y de todo lo que necesita una historia para marcarte para siempre. Sí, sin ficción ni acción también se puede aspirar a crear Historieta Perfecta. Así da gusto cagarse de frío en invierno.