el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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jueves, 21 de mayo de 2015

21/ 05: EL DORADO Vol.2

Segunda y última parte de esta serie cuya primera entrega vimos hace apenas ocho días.
La verdad… no hacía falta. Okey, acá Sergio Macedo explica mucho más a fondo de qué juegan los seres sobrenaturales que aparecieron en el tomo anterior y cuál es el verdadero vínculo entre ellos y Vic Voyage, el protagonista de la saga. Pero la trama en sí es mucho más floja que la del Vol.1, los peligros son más forzados, las revelaciones impactantes impactan menos y encima pasaditas las primeras 12 ó 15 páginas la calidad del dibujo empieza a descender hasta terminar cerca del papelón.
Lo único mínimamente interesante de esta historia es el viaje interior de Vic Voyage, su aprendizaje, lo que descubre en cuanto su conexión con el universo, con la naturaleza, con la vida. Es un lindo chamuyo pseudo-chamánico, digno de un Carlos Castañeda o algún otro vendehumo new age de esos, presentado con bastante seriedad. El problema es cuando Macedo se da cuenta de que con eso sólo no llenás 47 páginas de historieta. Ahí echa mano a dos recursos… por lo menos fallidos.
Por un lado, la aventura “externa”, los malos, las peleas, las persecuciones… escenas totalmente al pedo en las que Vic queda como un Guacho Pistola y su compañera, Rita, está pintada al óleo en el trsite rol de la acompañante que no aporta nada más que ventajas para los villanos. Por el otro lado, en las primeras páginas (que son, lejos, las mejor dibujadas) Macedo se manda extensas parrafadas de tono didáctico acerca del Amazonas, su flora, su fauna y un montón de data sobre la cultura y la religión de sus pueblos originarios. Posta, parece que el tipo hubiese desempolvado unas láminas que había hecho para la Billiken, la Anteojito o lo que sea que leen los pibes brasileros en edad escolar. Son eso, láminas, donde no hay narrativa, no hay secuencia, sólo bloques de texto pegados encima de unas hermosas ilustraciones que tienen poquísimo que ver con la trama en sí.
Y hablando de la trama en sí… es muy difícil de sostener. Se supone que lo que la motoriza, lo que le da una direccionalidad, es lo que sucede en las páginas 13 y 14. Pero son dos páginas sepultadas de diálogos infinitos, donde los personajes se despachan unos monólogos interminables (parecidos a los del libro que leí ayer) y donde todo el texto es tan excesivo, que no te dan ganas de leer. En las páginas 25 y 26, donde los buenos quedan frente a frente con el malo, de nuevo: un alud de globos repletos de texto que entorpece totalmente el relato. Ahí ya querés que los personajes no hablen más, que desaparezcan, y que Macedo llene todas las páginas que faltan con esas tomas panorámicas alucinantes, en las que deja la vida para mostrarnos la belleza de la selva del Amazonas, en viñetas mudas que parecen posters de Pagsa. Además, para la segunda mitad del libro la calidad del dibujo baja tanto, que no querés seguir viendo cómo se deforman las caras de Vic y Rita, como cada expresión facial que intenta Macedo termina en un faux pas grotesco, que resta más de lo que suma.
En síntesis, aprovechemos que el Vol.1 tenía algo así como un final y dejémoslo ahí. Esta obra (de 1985) no mejora ni enaltece en lo más mínimo lo ya leído en el tomo anterior, a menos que te emocionen hasta las lágrimas el discurso epiritual de la new age y la bajada de línea ecologista, mucho más presente en este tomo que en el Vol.1. A mí, que esas cosas me chupan un huevo, esta segunda aventura de Vic Voyage me pareció el trabajo más flojo de Sergio Macedo, por lo menos de los que leí yo.

miércoles, 13 de mayo de 2015

13/ 05: EL DORADO Vol.1

Esta es una obra 100% ochentosa, el álbum con que en 1982 Sergio Macedo iniciaba su serie más conocida, las aventuras de Vic Voyage. Macedo es brasilero, pero vive en Francia desde mediados de los ´70 y creó esta serie para la revista Circus, después de varios años de militancia en las filas de los Humanoides Associés.
A primera vista, Vic Voyage es el típico aventurero de los ´80: fachero, cínico, ganador con las minas y enamorado principalmente del riesgo, de meterse donde uno sabe que hay kilombo. Esa es la senda que parece transitar esta historia, en la que un potentado yanki (que la va de arqueólogo pero en realidad es un buscador de fortuna) lo convence a Vic de dejar la comodidad del Caribe para internarse en el Amazonas en busca de fabulosos tesoros. Vic, su barco (el Tropicalis) y un par de sus asistentes explorarán, entonces, la jungla más grande de nuestro continente… y de a poco, Macedo introducirá elementos un poquito más raros, que harán más impredecible el desenlace. Misticismo ancestral por un lado, alienígenas por otro… al final se mezclarán dos planos de realidad distintos, como en las mejores aventuras de Thorgal.
Como en otros chotocientos millones de thrillers, acá Vic encontrará el principal obstáculo para lograr su cometido precisamente en el cliente, en el tipo que lo contrató, que es el clásico garca encubierto. Apenas encubierto, porque en ningún momento Macedo se esfuerza porque Peter Green nos caiga simpático. El elenco incluye también a un enigmático y fornido muchacho oriundo del Amazonas, al que Macedo (que es brazuca y la manya lunga) usará para contarnos a los lectores un montón de cosas acerca del río que da nombre a la selva, su flora, su fauna y las culturas que la habitaron y la habitan. Y a un personaje groseramente estereotipado: un rastafari jamaiquino que sólo habla de fumar faso. Por supuesto, las dos minas que aparecen terminan en la cama de Vic Voyage: una es la novia de Green y la otra… una negrita caribeña devastadora, de apenas 16 años. Cosas que en los ´80 pasaban tranqui y hoy levantarían un flor de revuelo.
En general, la historia está bien. Macedo no se excede en su afán de transmitirnos conocimientos acerca del Amazonas, la machaca está bien dosficada; en algún momento se explora aunque sea superficialmente quién es Vic Voyage, de dónde salió y por qué hace lo que hace; y el chamuyo místico no se usa para explicar lo inexplicable, sino para agregarle exotismo y hasta un cierto lirismo a los misterios que tratarán de develar los protagonistas. Sin ser glorioso, el argumento funciona y el ritmo y los diálogos contribuyen a hacerlo sumamente legible.
Y el dibujo… no sé, hoy es difícil de digerir. Macedo maneja perfecto la anatomía humana y tiene esa técnica de color hiper-depurada, con volúmenes y tonalidades que no eran frecuentes en la era pre-prhotoshop. Algo similar a lo que hacía Angus McKie en la Heavy Metal, o Vicente Segrelles en El Mercenario, pero más ochentoso, más cerca de la estética de los posters Pagsa, para que la pesquen los veteranos. Como Segrelles, Macedo tiene el problema de que los personajes le quedan medio estáticos, nunca parecen estar moviéndose con fluidez. Pero bueno, tiene todos esos efectos de iluminación y de esfumados tan lindos, tan llamativos, y un laburo tan generoso en los detalles, en los paisajes, en los animales, que se le puede perdonar un poco esa falta de plasticidad. Además no pifia en el armado de las secuencias, sino que tiene un muy buen manejo del tempo narrativo, de las pausas y los silencios, y eso hay que destacarlo.
Obviamente es un trabajo muy anclado en su época, que cuesta recomendarle al lector de hoy. Sirve para recordar que existió Sergio Macedo, un tipo técnicamente brillante, que manejaba el color directo en un estilo hiper-jugado al realismo fotográfico, que a la hora de escribir guiones se la bancaba, y que en la era pre-globalización, pegó el salto que le permitió pasar de ser un ilustrador publicitario que la remaba en Brasil a jugar en las grandes ligas del comic francés. Tengo otro tomo de esta serie ahí, en el pilón de las próximas lecturas.