el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 29 de abril de 2020

OYASUMI PUNPUN Vol.13

La mala noticia es que estoy leyendo pocos comics. La buena es que estoy leyendo muchos textos SOBRE comics, porque por primera vez (seguramente por efecto del aburrimiento que genera la reclusión domiciliaria infinita) estoy escribiendo un texto largo (obviamente referido al Noveno Arte) que eventualmente se va a publicar. En una de esas se convierte en un libro, en una de esas en una serie (larga) de artículos acá en el blog, o en el sitio web de Comiqueando, o en los dos lugares. Pero en algún momento se va a dar a conocer y ahí habrá una sobredosis de “Andrés Accorsi hablando de comics” para aquellos que se animen a bancarme en este nuevo disparate.
Mientras tanto… ¡terminé Oyasumi Punpun! El manga de Inio Asano que empecé a leer allá por Diciembre de 2018 llega a su fin con este Vol.13 más gordito que los habituales.
En la reseña del Vol.12, me aventuré a vaticinar que “tanta oscuridad tan cerca del final no hace más que prometer que Punpun va a terminar MUY para el orto”. Bueno, una vez más le erré por bastante. No te digo que hayamos tenido un final exactamente “feliz”, pero estuvo muy lejos de la tragedia para la que yo me iba preparando a medida que avanzaba en la lectura del tomo anterior. En cuanto al subplot de Pegaso, el gurú de las buenas vibras, en cambio, yo dije: “tengo mis serias dudas de que Asano logre cerrar convincentemente esta punta del argumento, o integrarlo un poco más al tronco de la saga”. Y acá la emboqué. Todas esas escenas dedicadas a esta línea argumental llevan a… la nada misma. Se sostienen en diálogos muy interesantes (y obviamente en los maravillosos dibujos de este animalito llamado Inio Asano) pero como historia no cierra por ningún lado, ni le aporta nada a la historia principal.
Y claro, ahora que uno puede ver la obra completa en perspectiva, son MUCHISIMOS los tramos de estos 13 tomos en los que Asano pierde tiempo en pelotudeces que no aportan nada. Es obvio (o en realidad se me hizo obvio al llegar al final) que acá no había un plan, que el autor iba fruteando sobre la marcha. Para este capítulo se me ocurrió que le pase tal cosa a Punpun, lo meto de una. Para este no se me ocurre nada con Punpun, pero tengo una escena copada con un personaje nuevo, que no sé si va a enganchar con lo que veníamos narrando, adentro, dale que va. Así es como desaparecen personajes interesantísimos (por supuesto con el tío Yuichi a la cabeza), y el elenco protagónico fluctúa tanto. Incluso en las últimas… 46 páginas, en ese epílogo estirado hasta el infinito y más allá, Asano trabaja durísimo para darle chapa a un personaje que no había aparecido nunca. Es así, no puede parar.
Los finales que plantea el autor para Aiko y Nanju Sachi me parecieron logradísimos y la última vuelta de tuerca para Punpun, sinceramente jamás me la vi venir. O sea que, a grandes rasgos, puedo decir que este manga extrañísimo, que prácticamente no necesitó de elementos fantásticos para convertirse en una de las lecturas más desafiantes con las que me encontré en estos años, terminó bien. Me queda el gusto amargo de pensar que lo que Asano contó en 13 tomos se podría haber contado (con una buena poda de personajes secundarios intrascendentes y volando a la mierda todas las escenas que no aportan nada a la trama central) en cinco, o como mucho seis. Pero bueno, quejarse de que los mangakas estiran es como quejarse de que los gobiernos neoliberales ajustan, o de que la AFA de Chiqui Tapia beneficia siempre a Boca. Son obviedades, son cosas intrínsecas, inevitables, que van a ser siempre así. ¿Te metiste en un manga de 13 tomos? Preparate para la estirada brutal, los personajes secundarios de relleno, y las más variopintas peripecias que a la larga no conducen a ningún lado.
Por lo menos en Oyasumi Punpun el relleno no son peleas interminables, ni colegialas que lloran porque el chico que les gusta no les habla. Este es un manga (como ya dije) mucho más de vínculos que de trama, más de introspección que de acción, y eso lo hace complejo, difícil, por momentos muy retorcido, y también lo hace profundo, intenso y honesto como pocos.
En la faz gráfica, la verdad que me saturó un poco el laburo de Asano y su ejército de asistentes. Tengo sin leer otras tres obras del ídolo (entre ellas la edición argenta de Solanin, el manga con el que me hice fan de Asano allá por 2009), pero las voy a dejar para la segunda mitad del año, porque quiero desintoxicarme un poco de esa estética tan pendiente de la foto retocada. Por momentos, Oyasumi Punpun me hizo acordar a The Amazing World of Gumball, ese dibujo animado en el que personajes de diseño sencillito, naïf y bonito se mueven sobre fondos tomados de la realidad. Me doy cuenta de que ese no es el efecto que buscaba Asano al ametrallarnos viñeta tras viñeta con esos fondos hiper-realistas, mega-cargados de detalles. Pero a mí me pasó eso, llegué al punto de decir “pará, flaco, inventate ALGO. Un celular, un par de ojotas, un estampado para la remera de Punpun”… Lo único que podría verse irreal, más propio del imaginario gráfico de un mangaka que del mundo posta, es precisamente el manga que dibuja Sachi, pero Asano no nos lo muestra.
En fin, si venís a full con Asano, no dudes en entrarle a Oyasumi Punpun. Y si te gustan las historias bajoneras, casi sin chistes, en las que vemos el tránsito de la infancia a la madurez de chicos con problemitas, esta puede ser tu Biblia Absoluta.
Gracias por el aguante y hasta pronto.


miércoles, 22 de abril de 2020

ENESIMO MIERCOLES DE ENCIERRO

La concha de la lora, qué largo se hace el encierro… Hace poco más de cuatro años, cuando me operé de la columna, también me comí casi 50 días sin salir de mi casa, pero por lo menos me podían venir a visitar mis amigos, mis hermanos… Esto ya es un embole cósmico que no tiene fin. Y uno encima se porta bien y cumple.
Vamos con las lecturas y arranco con un rescate de mesa de saldos, un librito prestige llamado Hugo Moro, de 2002, gracias al cual me reeencontré con Oriol Roca, un autor español del que conocía una sóla obra (Cupido), que me había gustado mucho.
Hugo Moro protagoniza (por lo menos en este tomito) dos historietas de 22 páginas, probablemente pensadas para aparecer en comic-books que nunca se materializaron. Son dos historias autoconclusivas (una de 1999 y una de 2000), ambientadas en un período histórico muy interesante, que es la Edad Media, justo después de las Cruzadas, en pleno apogeo de la Inquisición. El protagonista es un sacerdote reclutado por el Papa para integrarse a una orden religiosa que investiga “asuntos que escapan al entendimiento de los hombres", una especie de X-Files del medioevo.
Las dos tramas son atractivas, las dos están narradas a buen ritmo, las dos brindan excusas más que válidas para que Hugo Moro pele la espada y reparta duro y parejo, en las dos hay una bajada de línea muy certera, muy linda. La idea de meterle elementos fantásticos a esta época de oscurantismo es, sin dudas, lo más interesante. Acá nos encontramos vírgenes que quedan embarazadas y chanchos que aparecen muertos y sin sangre, pero a eso Oriol Roca le encuentra una explicación. Lo que no puede explicar es la barbarie, la intolerancia, el odio al distinto, los excesos de quienes sienten que tienen el poder suficiente para no darle explicaciones a nadie.
El dibujo de Roca es potente, expresivo, basado en un claroscuro muy logrado, por momentos bastante extremo, como si Santiago Sequeiros o Mike Mignola se pusieran a entintar páginas de Fernando De Felipe. La puesta en página es dinámica, con muchas variantes bien exploradas (el widescreen, la grilla de 9 cuadros, la de tres viñetas verticales…) y quizás lo único que no me gustó haya sido el rotulado.
Si te cruzás con Hugo Moro en un eventual paseo por las librerías de saldo, no lo dejes ahí, que –sin ser la Octava Maravilla del Mundo- se merece un lugarcito en tu biblioteca de historieta española.
Tomo 12 de Oyasumi Punpun, a poquísimas páginas del final del inclasificable manga de Inio Asano, y esta vez sí, el que puso esa sobrecubierta básicamente negra la embocó. Estamos en el momento decididamente dark de la serie, cuando ese lento y paulatino proceso de maduración de Punpun pegó un volantazo para el lado del carajo y los lectores presenciamos atónitos el descenso del protagonista hacia las fosas de la abyección moral. ¿Creíste que el romance con la chica a la que amó toda su vida podía llevar a Punpun hacia el final feliz que en algún momento se mereció? Pindonga. El enésimo capricho de Asano hace que esta relación que pudo haber sido hermosa, idílica, perfecta, forme parte del enrosque más jodido que leí alguna vez en un manga. Oyasumi Punpun sigue siendo una obra acerca de los vínculos, pero ahora son vínculos espantosos, morbosos, heavies, retorcidos, asfixiantes. Por un lado, esto que pasa en el Vol.12 me angustió tanto, que sentí alivio al pensar que el próximo tomo es el último. Por el otro, tanta oscuridad tan cerca del final no hace más que prometer que Punpun va a terminar MUY para el orto.
Por detrás de la trama central, muy eclipsada por la misma, sigue avanzando la historia del gurú de las buenas vibras y su elenco de personajes secundarios, y de nuevo, tengo mis serias dudas de que Asano logre cerrar convincentemente esta punta del argumento, o integrarlo un poco más al tronco de la saga, que pasa (obvio) por Punpun. Y en este tomo, Asano vuelve a hacer crecer y a darle mucha chapa al personaje de Sachi, a esta altura lo más parecido a una heroína que le quedó a la serie. Sachi incluso interactúa en una escena con el otro gran personaje poco aprovechado de este manga, que es el querido tío Yuichi. Y como la chica que siempre quiso ser mangaka está haciendo las cosas bien, confío en que su arco confluya con el de Punpun en las pocas páginas que quedan antes del final.
El dibujo, realmente en este tomo pasa muy a segundo plano. Hay tanto paisaje, tanta contemplación, tanta toma “de lejos” que lo que más se luce es la habilidad de Asano para retocar fotos. Y esa secuencia muda con Aiko en la playa, a la que es imposible no imaginar con música y movimiento. A sólo 200 páginas del final, el ídolo no se relaja, no afloja nunca en su intento de recordarnos EN TODAS LAS PUTAS VIÑETAS que esto es el mundo real. Que Punpun no tiene cara de pibe humano porque él (Asano) es un excéntrico, un caprichoso, un vanguardista, pero que TODO es real.
Casi me tienta la idea de entrarle a otros mangas antes de leer el último tomo de Oyasumi Punpun, como para flagelarme un poco a mí mismo, pero no, ni en pedo. Antes de fin de mes seguro lo leo y lo comentamos por acá.
Y bueno, nada más, por hoy. A seguir esperando el milagro de que se cierre este paréntesis eterno en la vida social y el laburo. Será hasta pronto.


jueves, 16 de abril de 2020

JUEVES GLORIOSO

Hoy la vida me premió con unas lecturas de una calidad inverosímil. Me tengo que esforzar para que me caiga la ficha de que realmente leí en dos días dos historietas tan buenas, aparecidas una en 2006 y otra en 2007, muy pegaditas.
Voy primero con la de 2006, que es Después de la Lluvia, el Vol. -84 de La Mazmorra Amanecer, el cuarto tomo de esta serie, y continuación directa del tomo de La Mazmorra Monstruos que vimos un lejano (y binario) 11/01/11. Aquel álbum narraba sucesos tan impactantes, que Joann Sfar y Lewis Trondheim se vieron obligados a romper la progresión numérica y saltar del nivel -97 al -84 para explorar a full las consecuencias. Pero hay mucho más que eso en las exiguas 46 páginas de Después de la Lluvia.
Además del Dream Team Absoluto de La Mazmorra (Sfar, Trondheim y Christophe Blain, que es como armar la delantera con Messi, el Batistuta de 1993 y el Gordo Ronaldo del ´97) tenemos una aventura al palo, trepidante, definitiva, con pinceladas de humor, altísimas dosis de violencia, algo de sexo, rosca política, sacudones brutales en el status quo de la serie, revelaciones tremendas sobre algunos personajes, el regreso de otros, guiños a los que sabemos qué les va a pasar “más tarde” a estos personajes por haber leído álbumes que van mucho más adelante en la cronología de la serie… No le pongo el rótulo de “Historieta Perfecta” simplemente porque hay varias cosas que no se entienden si no venís leyendo los tomos anteriores de La Mazmorra.
El dibujo de Blain es magistral, expresivo y dinámico como buen dibujo animado protagonizado por animalitos antropomórficos, y a la vez oscuro, ominoso, turbio, como casi todo lo que pasa en este álbum. Menos mal que un día me puse a ordenar mis álbumes de La Mazmorra, menos mal que consulté un checklist en la web, menos mal que identifiqué a tiempo que me faltaba un tomito y menos mal que el año pasado lo conseguí a buen precio. Vivir sin tener completa esta saga es casi un pecado mortal y morir sin haber leído Después de la Lluvia es prácticamente un crimen de lesa humanidad.
Después de un paréntesis prolongado, retomé Oyasumi Punpun, el manga de Inio Asano, con el Vol.11 (el Vol.10 lo vimos el 23/02/20). Me dejó shockeado, cagado a trompadas. No puedo creer lo que leí.
De nuevo Yuichi aparece con cuentagotas, apenas un segundito. Y algo parecido pasa con el otro personaje que me copaba, Sachi, también bastante relegada en este tomo. ¿Qué onda? ¿Asano averigua qué personajes me gustan a mí para sacarles protagonismo y esconderlos en escenitas de relleno? No, pero antes de que este tomo llegue a la página 50 pasa algo tan grosso, tan tremendo, tan inesperado, tan impredecible, la trama pega un volantazo tan zarpado, que nada de lo que venía contando Asano en los tomos anteriores conserva demasiada relevancia. A la luz de ESA escena (no la quiero spoilear), todo lo demás pasa a ser relleno. El plot de Pegaso, el gurú de las buenas vibras, avanza un montón, Asano se desloma para ponerle personajes secundarios copados, diálogos buenísimos… pero empalidece por completo frente a lo otro, a lo más grosso, que tiene a Punpun y a Aiko como protagonistas excluyentes.
Oyasumi Punpun sigue siendo ese manga inclasificable, raro, introspectivo, donde los vínculos tienen muchísimo más peso que la acción, donde el proceso de maduración del protagonista le gana el spotlight a las líneas argumentales… pero en este tomo hay acción, mucha y muy bestial, y Asano dispara una línea argumental con fuerza suficiente para llevarse puesto a todo lo demás. Veremos qué nos prepara este ídolo fuera de serie para los últimos dos tomitos.
Ah, juicio y castigo para el que decidió tapar con esa sobrecubierta amarga y pechofrío una de las ilustraciones más hermosas de ese virtuoso sin límites que es Inio Asano.
No mucho más, por hoy. Gracias por el aguante y ojalá las boludeces que uno escribe sirvan para hacer menos embolante el confinamiento.


domingo, 23 de febrero de 2020

DOMINGO DE DIEZ

Hoy justo se me juntaron para reseñar dos Vol.10 de dos series que vengo siguiendo hace un montón.
Empiezo con el Vol.10 de Oyasumi Punpun, el gran manga de Inio Asano, del que vimos el Vol.9 hace muy poquito. Esto es increíble, de verdad. No estaba preparado para que pasara lo que pasó en este tomo. La vez pasada yo hablaba de “el fantasma de Aiko” y ahora Asano veletea una vez más y convierte a la hermosa jovencita en la co-protagonista definitiva de la obra. Sachi sigue siendo el mejor personaje, obviamente, la que tiene los mejores diálogos, la que está mejor trabajada, mejor escrita. Pero el regreso de Aiko y lo que pasa entre ella y Punpun la deja muy en segundo plano.
El plot del gurú new age lanzado a la política queda bastante más relegado, varios de los personajes que debutaron en el Vol.9 aparecen muy poquito, en apenas un par de secuencias muy menores, sin peso en la trama. Y también en una sóla página, totalmente desenganchada de lo que Asano nos cuenta en este tomo, aparece… ¡el tío Yuichi! Genio y figura, Yuichi es como Juanfer Quintero en River. Un virtuoso, un distinto, eternamente relegado a tener muy pocos minutos en cancha. Ojalá este personajón (que algunos tomos atrás se morfaba la serie) deje de echar raíces en el banco de suplentes y vuelva a recuperar protagonismo.
El propio Punpun sigue también su errática evolución hacia un adulto maduro, todo el tiempo con cambios, replanteos, momentos de bajón, momentos de euforia, momentos de cabeza fría para maquinar, momentos en los que la calentura (en sentido sexual) no lo deja pensar… Imposible no sentirse identificado con algunas de las muchas facetas que nos muestra este personaje, demasiado tridimensional para estar hecho de papel y tinta.
El dibujo es (como siempre) de una calidad inverosímil, fastuosa, con una expresividad notable en rostros y cuerpos, y con la belleza indescriptible de Aiko como punto más fuerte del tomo. Oyasumi Punpun es un manga sin aventuras, casi sin chistes, con mínimos elementos fantásticos a los que apenas se les da bola, con vínculos afectivos demasiado enroscados como para considerarlos “románticos”, y con demasiada introspección para ser un slice of life. No hay un género que englobe o enmarque lo que quiso hacer Inio Asano en este manga. Es todo demasiado idiosincrático, personal, único, imposible de imitar y de encasillar. Me faltan sólo tres tomos para terminarlo, pero vamos a hacer una pausa, así leo otros mangas, y por ahí en Abril retomo esta maravilla.
Vamos con otra serie que llegó a su décimo tomo recopila-
torio: Escuela de Monstruos, el hitazo de El Bruno que apareció durante años en la revista Billiken. Esta vez la aventura tarda muchísimo en arrancar. El Bruno dedica las primeras 18 páginas a repasar los poderes sobrenaturales de cada uno de los chicos-monstruo que integran la pandilla de Tomás, condimentado con algunos chistes, pero sin nada que podamos percibir como un conflicto. La aventura y el conflicto cobrarán relevancia en las 26 páginas restantes, cuando un villano al que ya vimos ponga en marcha un plan para acabar con nuestros amigos. Por supuesto los chicos van a usar con gran ingenio los poderes que El Bruno nos explicó que tenían, y van a salir airosos una vez más.
Lo más atractivo del tomo es que –sin prisa pero sin pausa- El Bruno empieza a indagar un poco más en los inconmensurables poderes de Berta, sin duda el personaje más enigmático, el que puede disparar para cualquier lado. Si Escuela de Monstruos fuera un comic al estilo X-Men, ya te vaticino la saga en la que Berta se va a ver subyugada, poseída por su propio poder, que la va a corromper al punto de cometer un genocidio cósmico. Por suerte las chances de que eso suceda son ínfimas, como las que tengo yo de vencer en combate a diez rugbiers asesinos.
Al igual que Oyasumi Punpun, Escuela de Monstruos nos malacostumbró a un nivel de dibujo buenísimo, sumado a un color perfecto para este tipo de historias y a una narrativa clara, ágil, con secuencias bien armadas, planos muy variados y un cuidado especial para que la violencia se vea más cómica que agresiva. Otro comic sumamente recomendado para leer en 15 minutos y quedar como reyes regalándoselo a hij@s, sobrin@s, ahijad@s o mascotas bípedas.

Nada más, por hoy. A disfrutar de los feriados de lunes y martes y a prestar atención, que en cualquier momento clavo un nuevo posteo, acá en el blog.

viernes, 14 de febrero de 2020

VIERNES DE VERANO

En el día de San Valentín, Febrero nos regala otra noche hermosa a los que nos gusta más salir a atorrantear que enamorarnos, pero antes, vamos con unas reseñas.
Retomé (después de un parate) la lectura de Oyasumi Punpun, el manga más raro que leí en mi vida. Mientras leía el tomito, todo el tiempo me estuve preguntando qué carajo le pasará por la cabeza a Inio Asano. Cuánto de lo que estoy leyendo responde a mambos que el autor tenía en la cabeza y se le ocurrió exorcizar a través de esta obra. Acá el elenco de secundarios ya cambió por completo (ni rastros del querido Tío Yoichi), el propio Punpun cambió por completo, y lo único que perdura, en forma tenue y muy en tercer plano, es el fantasma de Aiko, la primera chica de la que se enamoró el protagonista, allá lejos y hace tiempo.
El plot del manga que Punpun estaba creando junto a Sachi se desinfla sin haber estado nunca a punto caramelo (igual Asano lo aprovecha para bajar una línea bastante poco sutil acerca de cómo los editores eligen los mangas que publican), la relación entre Punpun y esta chica (a esta altura, el personaje más interesante que tiene la serie) tampoco parece ir a ningún lado, pero la vida de este chico continúa y Asano nos sigue haciendo comer todo tipo de amagues y gambetas, con destreza maradoniana.
A lo largo del tomo, tenemos una segunda línea argumental, la de ese especie de gurú new age limado que quiere ser gobernador de Tokyo, un personaje estrafalario de gran carisma, que a su vez se vincula con otros personajes que –por ahora- no intersectan con la historia de Punpun. ¿A dónde va esta línea? Ni la menor idea. Conociéndolo a Asano, en una de esas en el Vol.10 ya nadie se acuerda de Toshiki Hoshikawa y sus buenas vibraciones.
El dibujo, glorioso como siempre. Me dieron ganas de arrancar esa viñeta-página de Aiko que aparece casi al final del tomo y enmarcarla como si fuera un cuadro del Museo del Prado. Increíble cómo este zarpado le pinta la cara a tanto mediocre que vende fortunas. Habrá más Oyasumi Punpun muy pronto.
Salto a Argentina, año 2019, cuando se publica Los Condenados, un recopilatorio de historias cortas del maestro Jok, donde mezcla trabajos con guiones propios con otros escritos por dos grandes: Alejandro Farías y Rodolfo Santullo. Varias de estas historietas aparecieron en Fierro, otras en antologías que ya reseñamos en el blog (Próxima, Crónicas del Lejano Oeste) y otras estaban inéditas, o habían aparecido sólo en sitios de historieta digitalizada. El paso a grises de las historietas que originalmente eran a todo color es bastante bueno, aunque las sigo prefiriendo a color. Y lo mejor que tiene el libro es la “Ratio Accorsi”: sobre 88 páginas, ¡84 son de historieta! Termina una, arranca la otra. Y así hasta el final, sin separadores absurdos, ni carátulas, ni páginas en blanco. Una fiesta para los que somos fans del dibujo de Jok.
Vamos a las historias: Las dos que más me gustaron tienen guiones de Farías: La Aceptación y Pique. De las escritas por Santullo, creo que mi favorita es Hombres de Provecho. Y de las que tienen a Jok como autor integral, me acuerdo haber leído en algún lado Jauría (que necesitaba tres o cuatro páginas más para desarrollar mejor un argumento interesantísimo y un par de personajes tremendos) y me sorprendieron el guión de Lapsus (cátedra para cualquier guionista de superhéroes con tendencia a la oscuridad) y el dibujo de Toque Invisible, en el que Jok trabaja con viñetas más grandes y deja la vida en cada retrato de esos templos, parques y pagodas que vio en China.
Pero hablar bien de los dibujos de Jok ya es medio redundante porque hace años que este aventajado alumno de Oswal definió y perfeccionó un estilo, y lo puso siempre al servicio de contar historias, nunca se quedó en el despliegue de virtuosismo ni en lo superficial. Si conocés las obras más difundidas de Jok (40 Cajones, Merlín, Ladrones y Mazmorras, Reflejo) y querés descubrirlo como autor integral, Los Condenados es una excelente opción. Si lo que te atrapó de Jok es cómo se complementa con los guiones de Santullo, acá vas  a ver a la dupla tirar magia en espacios reducidos. Y como bonus track, Los Condenados te ofrece esas colaboraciones inéditas con Ale Farías, con ideas, climas, silencios y diálogos realmente formidables.
Ojalá cunda el ejemplo y empiecen a salir libros con las historias cortas (la “obra dispersa”, como dicen en literatura) de muchos más autores de los que solemos consumir en el otro formato, el de los relatos más extensos.

Nada más, por hoy. Buen finde para tod@s y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

domingo, 1 de diciembre de 2019

LLEGO DICIEMBRE

Ya estamos ahí de fin de año, del fin del peor gobierno de la historia de la democracia y del festejo de los 10 años de este blog. Un mes colmado de expectativas en el que seguramente clavaremos los 10 posteos que le faltan al blog para llegar a la meta de los 120 a lo largo de 2019.
Hoy aflojo un toque con la historieta argentina y me embarco en un trip a Brasil, a fines de los´90, cuando el maestro, el grosso, el referente de varias generaciones llamado Angeli, empieza a producir esta tira magistral llamada Luke & Tantra, de la cual este tomo (titulado Sangue Bom) es el primer recopilatorio. ¿Me animo a afirmar que Luke & Tantra es lo mejor que leí de Angeli? Creo que sí. Me he reído muchísimo con historietas mucho más guarras, en las que cada cinco viñetas había garches, petes y eyaculaciones, pero esta tira (bastante más tranqui en ese sentido) me pareció más original, mejor pensada, mejor desarrollada y con más contenido.
También tiene que ver el hecho de que Luke y Tantra son dos chicas adolescentes, menores de edad, una de ellas todavía virgen, con lo cual no daba para irse muy a la mierda con las escenas de sexo. Las chicas de Angeli están todavía en la etapa pre-garche, en la que hablan de sexo y fantasean con tal o cual pibe, pero a la hora de la verdad, su experiencia en ese sentido es exigua. Por eso Angeli agarra para otro lado: la transgresión al palo va a venir desde la música. Luke y Tantra van a formar una banda de rock bien kilombera, con letras revulsivas, y de la nada las vamos a ver triunfar en el circuito alternativo de una gran ciudad brasileña. Imaginate el jugo que le saca Angeli a la posibilidad de reirse de los jóvenes rockeros, de la fama repentina y efímera, de los rebelditos que la van de alternativos, de la eterna pica entre skinheads y punks, de la relación intrínseca entre jóvenes, rock, escabio y falopa…
Y lo que no te vas a poder imaginar, lo que hay que ver para creerlo, es el nivel del dibujo de Angeli. Esto es sencillamente perfecto. Algunas de las tiras se publicaron originalmente en blanco y negro, y fueron coloreadas para esta recopilación. Detalle casi irrelevante, porque el libro ofrece (a modo de separadores) ocho ilustraciones de Angeli a lápiz, sin entintar, con mínimos toques de color también a lápiz… que a nivel gráfico son –lejos- lo mejor del tomo. O sea que el ídolo no necesita ni color ni tinta para dejarte atónito, babeando como un subnormal. Varias de esas ilustraciones a lápiz merecerían ser posters, sin ninguna duda. El libro se publicó en Brasil en el 2000, así que no sé si será fácil de conseguir. Yo se lo compré a un amigo que estaba haciendo limpieza de biblioteca y te juro que sentí el impulso de devolvérselo, de decirle “boludo, quedateló, esto es demasiado bueno como para venderlo, incluso a un amigo”.
Hora de sumergirme en el idiosincrático mundo de Inio Asano, para leer el Vol.8 de Oyasumi Punpun, la extraña y cautivante serie que empecé a leer hace exactamente un año (01/12/18). En este tomo, Asano canta “quiero vale cuatro” y directamente hace desaparecer a todos los personajes que venía desarrollando en las entregas anteriores. Ahora todo se centra en la relación entre Punpun y Sachi Nanjo, una chica varios años mayor que nuestro protagonista, a la que el autor le va a dar una tridimensionalidad, una profundidad impresionante, que rivaliza con la que acumuló a lo largo de siete tomos el propio Punpun. Miradas, silencios, proyectos, fracasos, celos, discusiones con y sin sentido, fantasías y complicidades van a ser las bases sobre las que se edifique un vínculo demasiado verosímil, demasiado real como para leerlo en un manga. Ahora sí, no extrañé en lo más mínimo al tío Yoichi, ni a ningún otro personaje de los tomos anteriores. Asano me cebó a pleno con la química entre Sachi y Punpun y sólo me interesa ver cómo evoluciona esa relación. El Vol.8 termina con un posible regreso de Aiko, y veremos si es posta o un amague más del autor para sumarle un conflicto al status quo de la serie, que llegó a un punto absolutamente hipnótico.
Me encantó la transición gráfica de Punpun, que arranca el tomo como un triangulito, después lo vemos como una pirámide y en un punto pasa algo, el pibe “se abre” y el dibujo de Asano lo acompaña y lo vuelve a mostrar en su forma de “pajarito-fantasma”. La idea de modificar la forma en que vemos a Punpun según la evolución de sus estados de ánimo es una de las tantas genialidades que nos ofrece Asano a la hora de dibujar este manga. Las demás, creo que ya las mencioné en otras reseñas, así que… ´nuff said. Banco a full esta serie, pero antes de entrarle a los cinco tomos finales, voy a hacer un parate para leer otros mangas, así no me aburro.

Nos seguimos leyendo muy pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 29 de octubre de 2019

AHORA SI, EL ALIVIO

Bueno, respiremos aliviados. El 10 de Diciembre se termina la pesadilla neoliberal y empieza (una vez más) la reconstrucción del país que estos garcas nos dejan en ruinas cada vez que gobiernan. Mientras tanto, sigo avanzando con las lecturas.
Retomo después de un paréntesis la lectura de Oyasumi Punpun, el manga del maestro Inio Asano, y me encuentro con un Vol.6 que me resultó –hasta ahora- el más flojo de la serie. No me refiero al dibujo, obviamente, que sigue a un nivel impensable para cualquier otro mangaka. Lo que hacen el sensei Asano y su ejército de asistentes en Oyasumi Punpun está totalmente fuera de escala, no se condice ni a palos con el hecho de estar produciendo un manga que se serializa dentro de una antología semanal.
Mi problema, en todo caso, es con el guión. Oyasumi Punpun no es una serie fácil. Es una serie de vínculos, donde quizás las tramas no sean tan importantes como el viaje interno, la exploración que hace Asano de la mente de los personajes. Es un comic de hondo contenido psicológico, que no llega a ser existencialista, pero casi. Llevar adelante algo así a lo largo de 13 tomos (seis años y medio de producción del autor y su equipo) es una ordalía, una epopeya tremenda, donde –lógicamente- se puede trastabillar.
Este tomo se resume en una sola frase: Asano decide matar a la mamá de Punpun, y para que eso tenga más sentido (o más impacto) dedica buena parte de estas 200 páginas a darle profundidad y espesor a un personaje que hasta ahora había aportado muy poco a la trama. Y la verdad es que, si bien se esfuerza, el arco dramático centrado en la señora Onodera me enganchó poco y nada. Para fijar el foco en este personaje, Asano le da cero pelota a Yuichi Onodera, el tío de Punpun, al que había convertido en un personajón, capaz de eclipsar al protagonista en extensos tramos de la obra. Nada por aquí, nada por allá para los fans de Yuichi, como si nunca hubiese sido parte del elenco de este manga.
¿Y Punpun, qué onda? Asano le guarda un par de escenas copadas a nuestro borrego favorito, algunas realmente muy lindas, pero ninguna demasiado crucial para el desarollo del argumento. Y al final del tomo, la serie pega otro salto de ¡dos años! Muy zarpado. Veremos cómo sigue esta extraña exploración de los sueños, las fantasías, las frustraciones y los traumas de estas criaturas de papel y tinta que la magia de Inio Asano nos hace sentir tan pero tan reales.
Este año se publicó en Argentina el segundo libro de Norton Gutiérrez, el aventurero uruguayo creado por el gran Juan Sáenz Valiente (la reseña del tomo anterior salió el 28/03/18). Norton Gutiérrez y el Experimento del Profesor Maglione es una lectura más sencilla, menos compleja que su antecesor. Esta es una aventura de palo-y-palo bien clásica (básicamente es una aventura de Spirou, Fantasio y el Conde de Champignac con otros personajes), sin subtextos ni matices más elaborados. Un gorila asesino parece estar bajo el control de un científico, el experimento falla, el gorila se descontrola (por ahí viendo los resultados electorales de la Provincia de Buenos Aires) y empieza la lucha de Norton Gutiérrez y sus amigos por sobrevivir a un torbellino de violencia, destrucción y muerte. Y tal como te imaginás, los tres personajes creados por Sáenz Valiente en el tomo anterior llegan vivos al final de este.
El Experimento del Profesor Maglione no tiene subplots, no tiene desarrollo de personajes y tiene muchos menos chistes que El Collar de Emma Tzampak. Si no nos resulta oscura ni perturbadora, es porque el grafismo y el color de Sáenz Valiente (esa línea clara prolijísima, esos personajes redonditos y amistosos, y esa paleta de asombrosa sobriedad) van para el lado contrario con muchísima fuerza. La narrativa es… ufff! Apabullante. No da respiro nunca. Las secuencias tienen un dinamismo muy difícil de lograr cuando planteás la página en grillas tan clásicas, un combo rarísimo que requiere un enorme talento y un estudio minucioso de la obra de maestros como Hergé y André Franquin.
Recomiendo este álbum de Norton Gutiérrez sobre todo por esos rubros: el dibujo y la narrativa. Ahí es donde realmente Juan Sáenz Valiente revalida sus credenciales de autor de la San Puta, de primer nivel mundial. El guión, sin ser choto ni mucho menos, me resultó un poco desbordado de violencia para los lectores más chicos y un poco simplista para los lectores adultos.    

Gracias por el aguante y vuelvo pronto con nuevas reseñas. Este finde voy a estar en el Museo Municipal de la ciudad de Pergamino, participando como siempre en la copadísima Pergamino Comicon. Los que quieran acercarse a saludar, a conocer a los autores grossos que van a estar de invitados, o a comprar buenos comics a precios hiper-accesibles, no se lo pierdan.

jueves, 29 de agosto de 2019

GEMAS DE JUEVES

Mientras nos reencontramos con el viejo y querido default (hello darkness, my old friend), yo sigo avanzando con mis lecturas.
Empezamos en Francia, en 2003, cuando Denis Deprez adapta al comic una de las novelas más leídas y más influyentes de todos los tiempos: el Frankenstein de Mary Shelley. Hay chotocientas noventa y tres mil versiones de Frankenstein en historieta, pero esta es bastante destacable, por varios motivos.
Por supuesto lo primero que llama la atención es que acá prácticamente no hay dibujo. Lo que hace Deprez es completamente pictórico, las viñetas son pinturas en las que se ve todo el tiempo el trazo de los pinceles. A veces Deprez define los contornos con una línea (casi nunca negra) pero muchas veces la omite, de modo que los distintos elementos son masas de distintos colores, no contenidas por una línea. La estética es expresionista al palo, o post-impresionista, si se quiere, con mucha influencia de Paul Gaugain y Vincent Van Gogh. La única referencia que se me ocurre sin salir del mundo del comic es Lorenzo Mattotti, quizás el historietista de estilo pictórico más completo que nos dio Europa.
Lo segundo que me sorprendió es cómo Deprez se las ingenia para que este tipo de trabajo sumamente plástico, con un vuelo alucinante, se ponga en función de contar una historia. La trama que todos conocemos está muy presente en la adaptación, no se pierde ni se disuelve entre la magia de la paleta y el pincel del autor. ¿Se lucen más los textos tomados de la novela de Shelley que las imágenes que conjura Deprez? No, ni en pedo, pero se da una conjunción muy armónica entre ambos elementos, bastante infrecuente en las adaptaciones en las que se opta por un estilo pictórico tan impactante como el que vemos acá.
Y finalmente, comendo el acierto de Deprez para tomar lo esencial de la novela y contarlo a un ritmo que no tiene mucho que ver con el de la obra original. El francés no deja afuera ninguno de los momentos clave de la novela, pero hace que todo encaje en un relato donde todo fluye de manera original, con posibilidades de sorprender incluso al que leyó Frankenstein varias veces. Por supuesto ayuda mucho la atmósfera que construye Deprez desde el “dibujo”, una atmósfera en la que garpa mucho más sugerir que mostrar, con una apuesta fuerte a la introspección, a lo que le pasa por la cabeza a Victor Frankenstein, y no tan pendiente de los actos de violencia que la criatura comete o genera.
Una versión realmente hermosa de la novela de Shelley, a cargo de un autor francés (creo que inédito en nuestro idioma) que también adaptó Moby Dick y Otelo. Esta última la conseguí, así que prometo reseñarla pronto.
Retomo la lectura de la cautivante, hipnótica y asfixiante Oyasumi Punpun, esta serie del genial Inio Asano que Ivrea publicó completa en nuestro país. Este tomo tiene poco Yuichi. El tío de Punpun, que compartía el protagonismo con su sobrino en los Vol.3 y 4, esta vez aparece poco y nada. Pero eso no es óbice para que Asano siga desarrollando su relación con Midori, esta chica bastante más joven que él, que tiene un rol central en este tomo.
Estamos en un momento infernal de la serie, en el que pasan un montón de cosas en la vida de Punpun, tenemos el debut sexual del pibe tímido al que nunca le “escuchamos la voz”, peleas grossas en el seno de la familia, muertes… y sin embargo, Asano en un momento para la bocha y, así como en los tomos anteriores le abría el juego a la historia de (des) amor de Yuichi, esta vez agarra para otro lado y le habilita el protagonismo de un montón de secuencias a Seki y Shimizu, dos amigos de Punpun. Con estos personajes, Asano vuelve a explorar uno de sus temas recurrentes: el de los jóvenes a la deriva. Chicos prácticamente marginales, que merodean por la gran ciudad buscando el mango (el yen) y terminan envueltos en situaciones turbias, o por lo menos atípicas. Este es el tramo menos emo, donde menos peso tienen las emociones, los vínculos y la reflexión (casi siempre tremendista) de Punpun y los otros protagonistas de esta serie. Pero es sólo un interludio. Para el final, Asano vuelve a concentrarse en la familia Onodera, sus conflictos y sus vaivenes.
El dibujo (ya ni hace falta decirlo) está totalmente fuera de escala. Las piruetas narrativas de Asano también, ya son mitológicas. Esa secuencia de Seki y Shimizu en el bar, contada como si fuera casi una obra de teatro, es apenas uno de los muchos ejemplos de la magia que hace este mangaka a la hora de elegir cómo y desde dónde contar. Clavo una pausa en la lectura de Oyasumi Punpun (alguna vez entenderé por qué Ivrea le dejó el título en japonés) para entrarle a un pseudo-manga que me llamó la atención, pero en cualquier momento vuelvo a visitar esta serie apasionante, que no se parece a ninguna otra que yo haya leído en mis muchas décadas de voraz consumo de viñetas.

Trato de clavar un post más el domingo, y después habrá receso hasta el lunes 9, por lo menos. Domo arigato y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

miércoles, 7 de agosto de 2019

TARDE APACIBLE

Por supuesto que esta tarde me gustaría estar en Rosario haciéndole el aguante a los Fernández, pero bueno, me toca estar tranqui en casa y aprovecho para reseñar algunos libritos que me devoré en estos últimos días.
Empezamos con el Vol.4 de Oyasumi Punpun, la serie del maestro Inio Asano que estoy disfrutando muchísimo gracias a la edición de Ivrea. Felizmente, el autor repite en este tomo la fórmula del Vol.3: la mitad de las páginas son para la historia de Punpun y la otra mitad para la historia de su tío Yuichi. Todo el arco argumental de Yoichi es tremendo, te pone mal de lo bueno que está. Nunca había visto un manga que se metiera tan a fondo en los sentimientos y los pensamientos de un adulto, que pudiera poner en textos e imágenes tantas cosas que uno alguna vez pensó o sintió a la hora de vincularse afectiva o carnalmente con personas del sexo opuesto. Es increíble como algo tan normal, tan ordinario como la dinámica de una pareja, las inseguridades, los silencios, los miedos, los celos, el deseo, se pueden plasmar en un papel de un modo tan espectacular, con semejante despliegue gráfico, con tantas ideas y tantos recursos para que el lector sienta en carne propia lo que están viviendo los personajes. Lo que hace Asano en estas páginas es profundo, es arriesgado, es asombroso por su sinceridad, su emotividad y su efectividad a la hora de conmovernos.
Y el tramo centrado en Punpun tampoco está mal, eh? Esta vez  todo gira en torno a un torneo de badmington, y Asano se revela como un mangaka notablemente dotado para contar gestas deportivas. Las páginas en las que el Senpai Yaguchi juega al badmington tienen ese power hiper-kinético que le vimos hace no mucho a los partidos de ping-pong del maestro Taiyo Matsumoto, y en las restantes avanza a ritmo muuuuy pachorro la telenovela de Punpun y la bella y esquiva Aiko, también contada desde lo más hondo de los sentimientos del pibe con pinta de pajarito fantasma. En el medio hay chistes groseros, breves pinceladas de comedia estudiantil, metidas para romper de modo efímero ese clima raro, denso, siempre más propenso a la melancolía y la introspección que a la joda pavota típica de los adolescentes. 
Oyasumi Punpun es un manga de una intensidad infrecuente, con un enfoque totalmente único, potenciado por el dibujo descomunal de Inio Asano, prendido fuego y secundado por un equipo de siete asistentes, todos merecedores de una larga y sentida ovación. Voy por más Punpun, en cualquier momento.
Justo cuando están todos muy cebados con la serie de TV de The Boys, yo me pongo a leer otra obra de Garth Ennis que consiste en tomar los clichés del género superheroico y mezclarlos (en realidad, enchastrarlos) con chistes pasados de rosca que van para el lado de la violencia extrema, el sexo y la escatología. All-Star Section Eight salió en 2015 y acá el irlandés vuelve a formar equipo con el gran John McCrea para traernos 120 páginas de delirio, descontrol y groserías. Hacía bastante que no leía obras de Ennis 100% en joda con lo cual me reí bastante con Section Eight.
Las apariciones de los superhéroes clásicos de DC (Superman, Batman, Wonder Woman, Hal Jordan, Martian Manhunter y un montón de personajes del palo místico-vertiguesco) están bastante al pedo, porque la verdad que con Six-Pack y sus impresentables adláteres alcanza y sobra para que la serie mantenga alto el nivel de humor chocante y bizarreada al límite. De hecho, lo mejor que tiene la saga es que Ennis se decide a profundizar un poco en Six-Pack, a contarnos un poco más de dónde viene y por qué hace lo que hace. Los personajes nuevos no están mal, y siempre es un gusto (mal gusto, pero gusto al fin) reencontrarse con creaciones como Baytor, Dogwelder y el inexplicable Bueno Excelente. Creo que cualquier comic donde aparezcan esos tres personajes merece ser comprado.
All-Star Section Eight forma parte de una sub-continuidad de DC de la que sólo Garth Ennis se hace cargo. Es parte de ese “pliegue en la realidad” que incluye la etapa de Ennis y McCrea en Demon, todo Hitman y aquel irrepetible (por lo extremo) one-shot de Hitman y Lobo, una guarrada que hoy no se publicaría ni en pedo en ninguna editorial. Ennis ambienta todas estas historias en Gotham… pero es obvio que ningún guionista de Batman ni de ningún otro personaje de Gotham puede incluir a Six-Pack y Section Eight en sus historias. Y por otro lado, los héroes que visitan el bar de Noonan lucen sus trajes perfectamente tomados de la época del New 52, con los cuellitos mao, Superman sin calzones rojos, Diana con la vincha plateada, etc.
El dibujo de McCrea está buenísimo, mucho mejor que en sus trabajos para DC de los ´90. Más elegante, más para el lado de Cam Kennedy, y a la vez más suelto, más versátil, siempre generoso en las expresiones faciales, cuanto más grotescas mejor. El colorista John Kalisz suma un montón a esta estética crota, barriobajera, que consigue hacernos sentir el olor a birra barata, a chivo, a meo, a vómito. Si no te gustan los chistes asquerosos ni la machaca descerebrada, igual podés disfrutar de Section Eight por los dibujos.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog. 


martes, 11 de junio de 2019

MEDIODIA DE MARTES

Estos libritos los liquidé entre viernes y sábado, pero recién hoy tengo un rato para reseñarlos.
Empiezo con el Vol.3 de Oyasumi Punpun, del maestro Inio Asano. Lejos, el mejor de los tres tomos que leí hasta ahora. Al autor no le tiembla el pulso a la hora de dejar completamente de lado los elementos de misterio o de thriller para centrar el relato 100% en los vínculos afectivos entre los personajes. Y sí, todavía tenemos detalles limadísimos como el hecho de que Punpun y su familia estén dibujados como pajaritos-fantasmas, o esas contorsiones grotescas que Asano dibuja en los rostros de los adultos, o el famoso conjuro para que aparezca Dios y los diálogos entre los humanos y el susodicho. Pero este tercer tomo se abraza a un nivel de realismo donde el verosímil no se daña prácticamente nunca y donde las tramas que tienen que ver con los sentimientos ganan en profundidad.
En la primera mitad del tomo, Asano arma un clásico triángulo de amor bizarro, que se enriquece a medida que se fortalece el vínculo entre dos pibes que están enamorados de una misma minita. Todo esto contado de un modo casi tragicómico, pero absolutamente realista. Para la segunda mitad del tomo, Punpun prácticamente desaparece y Asano pone el foco en Yuichi, el tío del protagonista, que acá pasa de ser un secundario más a tener un rol destacadísimo, y a ser el personaje con el que claramente nos vamos a identificar los solteros mayores de 30 que entremos al mundo de Oyasumi Punpun. Este tramo centrado en Yuichi es brillante, es el lado B de la clásica comedia romántica de ambientación urbana, con unos flashbacks, unos diálogos y unos silencios absolutamente memorables. Ojalá en los próximos tomos tengamos siempre 100 páginas en las que todo pase por la vida sentimental del tío Yuichi.
En cuanto al dibujo, Asano y su legión de asistentes nos sepultan bajo un alud de talento, onda, poder de observación y capacidad para generar climas cautivantes. Realmente es obsceno lo bien dibujado que está Oyasumi Punpun. Prometo entrarle pronto al Vol.4 y felicito a Ivrea por haber completado la publicación de esta serie.
Me voy a EEUU, a 2015, cuando el gran Brian Wood se pone al hombro la serie de Moon Knight que habían lanzado nada menos que Warren Ellis y Declan Shalvey (ver reseña del 19/06/17). Wood forma equipo con Greg Smallwood (sí, es en serio, Wood y Smallwood) para seis numeritos que, para mi propia sorpresa, me gustaron más que los de Ellis y Shalvey. El dibujo de Smallwood, si bien no es tan original como el de Shalvey, está buenísimo, con mucho riesgo y muchos aciertos en materia de planificación del relato gráfico y un ensamblaje muy logrado con la paleta de la siempre eficaz Jordie Bellaire. Creo que nunca había leído historietas de Greg Smallwood, pero lo que despliega en Moon Knight me alcanzó para hacerme fan.
De Brian Wood (como puede dar fe cualquiera que siga hace un tiempo este blog) ya era fan desde hace mil años, así que no me sorprendió para nada la cancha con la que el maestro toma los nuevos conceptos que introdujo Ellis en el TPB anterior y los eleva un par de escalones más. El primer episodio da la sensación de ser un unitario, cuando leés el segundo notás que hay algo más, algo que avanza por atrás de la trama central sin resolverse, y cuando te querés dar cuenta, Wood te atrapó en las redes de un arco argumental extenso, complejo, repleto de sorpresas impactantes y dilemas morales espesos. Lo único que no tiene este tramo es desarrollo de personajes secundarios. El resto está y es impecable, pero sobre todo atípico. Tan atípico que en la resolución final del conflicto (perdón por no dar muchos detalles) casi no hay lugar para la violencia.
Gran saguita de Moon Knight, muy autoconclusiva, muy recomendable incluso para el lector que no suele visitar el Universo Marvel, porque Wood la ambienta en una New York rara, en la que a nadie se le ocurre siquiera mencionar a otros superhéroes, como si se tratara de un comic de otra editorial, de un título creator-owned de Image o Dark Horse. A la serie le queda un sólo TPB más, en el que el personaje pasa a manos de Cullen Bunn, así que yo cuelgo acá. Y eventualmente le entraré a la serie que arrancó en 2016, de nuevo con Smallwood como dibujante, pero ahora con Jeff Lemire (otro fetiche de este blog) al frente de los guiones.

Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 12 de abril de 2019

TARDE DE VIERNES

Paul Kirchner es un autor claramente de culto, que tuvo su chapita allá por los años 1975-85. Discípulo y asistente de Wally Wood, a simple vista su estilo no se diferencia mucho del de los otros seguidores del maestro, como Dan Adkins o Paul Gulacy. Es un dibujante sobrio, de gran despliegue y sólida base de dibujo académico y realista. El tema es qué quiere contar. A Kirchner no le interesan mucho los relatos aventureros de héroes y villanos. Lo suyo va por un camino más extraño y en Realms (compilado de historias cortas publicado en 1987 por Catalán Communications) eso queda clarísimo. A lo largo de 12 historietas, Kirchner demuestra que lo suyo es tomar a los tópicos de la ciencia-ficción o la fantasía épica como disparadores de ideas, que después se van para otro lado, mucho más loco, más original, más rupturista.
Las historias cortitas, las de tres páginas o menos, son apenas ideas que el autor esboza, siempre basadas en una imagen, en un elemento visual muy potente. Y en los relatos más extensos (el más largo tiene 16 páginas) hay más que un impacto, más que una sorpresa: hay también desarrollo de los personajes, las ideas van más a fondo, hay una construcción de climas y hay guiños a los lectores ya curtidos en esto de la historieta de género apuntada a un público más o menos adulto.
Lo único flojo del libro es que sólo el último tercio nos permite disfrutar del asombroso dibujo de Kirchner en blanco y negro. Ahí es donde el autor deja la vida en cada viñeta, con un trabajo escalofriante de texturas, cross-hatchings y detalles alucinantes en decorados, paisajes, criaturas, etc. En las historias a color, la verdad que este suma muy poco y podría tranquilamente no estar. De todos modos el dibujo se ve muy bien, no pierde ni fuerza ni complejidad cuando lo colorean. Pero me imagino esas historietas en blanco y negro (sobre todo Tarot, la primera) y me muero de la emoción.
En fin, esto es material raro, muy de su época, pero que a fuerza de buenas ideas y un dibujo maravilloso no pierde vigencia con el correr de las décadas. Cerré este libro sintiéndome más kirchnerista que nunca.
Salto a fines de la década pasada, cuando el maestro Inio Asano serializa Oyasumi Punpun. El pasado 01/12/18 le entré al Vol.1 y me acuerdo que me gustó mucho. El Vol.2, en cambio, me gustó un poco menos. ¿Por qué? En primer lugar, porque la aventura en la fábrica abandonada no está bien narrada. Asano se complica al pedo, desaprovecha las posibilidades dramáticas de lo que pasa y por momentos elige los planos y los cortes de manera de que todo se vuelva medio ambiguo, casi críptico. Y lo peor: por lo menos en este tomo no parece haber consecuencias para lo que sucedió ese día en la fábrica.
En segundo lugar, me parece que Oyasumi Punpun está pensada como una serie muy introspectiva, y a la vez muy bajonera. El protagonista sufre mucho, lo vemos llorar páginas enteras. Entiendo que Asano quiera contarnos lo duro que es el tránsito de la infancia a la adolescencia, los sinsabores y quebrantos del primer amor… pero Punpun se zarpa un poco de emo, y encima el contexto de la familia no ayuda en lo más mínimo. Yo esperaba otra cosa, quizás más vital, o más en sintonía con el lado alegre de “la edad del pavo”.
Y finalmente, me hace un poco de ruido el tema de que Punpun y sus parientes estén dibujados con ese trazo rudimentario, minimalista, como de fibrón bien grueso. Porque la magia de Asano (y sus cinco asistentes) para convertir fotos en fondos laburadísimos es algo que te puede maravillar una vez, dos veces, ni mil. Entonces el atractivo del dibujo del ídolo pasa a ser lo bien que dibuja a los personajes. Pero si los personajes son esa cosa abstracta, sin expresiones faciales, sin la menor resemblanza de un ser humano, tampoco tienen gracia. Así es como lo realmente maravilloso del dibujo de Oyasumi Punpun está en los personajes secundarios, que por suerte en este tomo aparecen bastante.
En cuanto a la intriga que me generaba el contraste entre Punpun y el resto de los chicos… me parece que Asano no se piensa hacer cargo jamás de que el protagonista es el único chico de la escuela que en vez de un chico parece un pajarito fantasma que no habla y al que los brazos le aparecen sólo cuando los necesita. No pasa por ahí la historia, empiezo a sospechar. En fin, veremos cómo sigue esta bizarreada. Asano tiene crédito de sobra, por eso ya tengo comprados todos los tomos hasta el Vol.12.

Y nada más, por hoy. Buen finde para todos y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

sábado, 1 de diciembre de 2018

SABADO TREMENDO

Arranca Diciembre y arranca muy fuerte, con dos lecturas realmente impactantes.
Desde mediados del año pasado, vengo comprando cada vez que salen los tomitos de Oyasumi Punpun editados por Ivrea, y tengo 10 acumulados. Sin haber leído ninguno, compré 10. A ese nivel llega mi fe en Inio Asano. Y bueno, ahora leí el Vol.1 y me pareció excelente.
Del dibujo no pienso hablar, porque ya está todo dicho en las reseñas anteriores de obras del ídolo. Pero el guión… acá sí que vi muchas cosas que nunca había visto en otros trabajos de Asano. Por lo menos en el arranque, Oyasumi Punpun nos ofrece una comedia costumbrista de chicos de escuela primaria que descubren la sexualidad, la paja e incluso el amor, pero con más de un twist extraño, con más de un elemento perturbador. La apariencia de Punpun, sin ir más lejos: ¿por qué Asano lo dibuja como una especie de fantasmita con pico y patas de pájaro, al que nunca vemos hablar y al que los bracitos le aparecen sólo cuando los necesita para agarrar algo? ¿Los demás no notan que Punpun es totalmente distinto al resto? ¿O lo notan y se hacen los boludos? ¿Y qué onda la familia de Punpun, que también aparece dibujada como pajaritos-fantasmas? Ahí pasa algo raro, que me genera muchísima intriga, que me saca mucho de eje.
Después está el misterioso mensaje que aparece en medio del video porno, que guiará a los chicos en una aventura que Asano desarrollará –supongo- en el Vol.2. Y lo más raro: esos adultos que se descontrolan y se ríen o se alteran como si fueran dementes patológicos. Acá el ídolo dibuja las expresiones faciales más zarpadas, más potentes de toda su carrera, pero todavía no sabemos si es para hinchar las pelotas o si eso es parte de algún elemento constitutivo de la trama. Ah, y también está Dios, un Dios con “alta onda” al que pareciera que Asano le reserva un rol importante en la saga de Punpun.
Se supone que este fue el intento de Asano por incursionar en un manga más comercial, más masivo (de hecho, trabajó con cinco asistentes para bancar el ritmo de la serialización semanal), pero hasta ahora se siente como un trabajo totalmente personal, sin concesiones de ningún tipo, muy fiel al espíritu de las obras de este genio que venimos viendo hace ya unos cuantos años. Banco a full y felicito a Ivrea por los huevos para editar esto en Argentina y por la traducción (de Pablo Tschopp) que está muy bien.
Hablando de Argentina, hace poquito se editó en nuestro país ¿Quién Mató a Rexton?, una novela gráfica que Diego Agrimbau venía planificando hace muchos años. A través de un ingenioso artificio narrativo, Agrimbau se genera la posibilidad de reencontrarse con varios de los dibujantes con los que colaboró asiduamente en sus… 20 años de trayectoria (Gabriel Ippóliti, Dante Ginevra, Pietro, Fernando Baldó) y de trabajar con dos dibujantes más jóvenes (pero también muy talentosos) como Pato Delpeche y Gato Fernández.
¿Quién Mató a Rexton? es una historia 100% metacomiquera, un comic que indaga en el asesinato de un famoso guionista de comics, desde la óptica de los dibujantes que trabajaron con él. Agrimbau aprovecha para hablar sobre el constante clivaje entre los aspectos artístico y comercial de la historieta y de cómo la tensión entre ellos la hace compleja y fascinante (tema acerca del cual la manya lunga), y además le suma la faceta humana, la de los vínculos entre personas muy distintas entre sí. Probablemente ese sea el costado más atractivo de ¿Quién Mató a Rexton?, el mejor trabajado por el guionista. Eso, y el giro del final, impredecible y sumamente satisfactorio.
Se me complica destacar a uno o dos de los seis dibujantes que participan, porque la verdad que los seis dejaron la vida, cada uno en su estilo. Estamos frente a un libro de una solidez gráfica impresionante, algo poco frecuente cuando mete mano tanta gente. Se podrían escribir larguísimos artículos acerca de esta novela, pero hagámosla corta: si te copa ver a un guionista y varios dibujantes contando historias de amor, locura, mala leche y ambición protagonizadas por guionistas y dibujantes (y editores, y críticos), no tengo dudas de que ¿Quién Mató a Rexton? va a rankear alto en tu lista de lo mejor de 2018.

Gracias por el aguante y la seguimos pronto.