el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 7 de julio de 2024

TARDE DE FRÍO Y SOL

Bueno, acá vamos de nuevo... Tenía colgada desde 2018 la serie de Hawkeye de Matt Fraction, o no, porque Fraction la deja después de aquel Vol.4 (reseñado el 15/02/18) y este Vol.5 es prácticamente un nuevo inicio, si bien el nuevo guionista (nada menos que Jeff Lemire) da por sentado que el lector conoce a los dos personajes secundarios más importantes, heredados de la etapa anterior: Barney Barton y Kate Bishop. Lemire no pierde ni media viñeta en explicarte nada y al toque pone en marcha dos historias paralelas: una en el presente, con Clint y Kate, y otra en la infancia del héroe, junto a Barney. Con el virtuosismo que lo caracteriza, Lemire cuenta las dos historias de modo que "dialoguen entre sí" tantas veces como resulta verosímil: las emociones, las sensaciones, los volantazos de una y otra secuencia están conectados, o van más o menos para el mismo lado, y el talento del guionista hace que esa conexión se potencie, incluso cuando el dibujante, Ramón Pérez, hace gala de una gran versatilidad y dibuja cada tramo en un estilo totalmente distinto. Vamos un toque con esto, y después vuelvo a la/s trama/s: para la parte de la historia ambientada en el presente, Pérez va por un trazo dinámico, compacto, adusto, bastante en la línea de lo que había mostrado David Ajá en los primeros números. Y para la parte ambientada en el pasado, opta por una técnica más pictórica, un dibujo basado en acuarelas, donde no existe la línea negra, ni los bordes de las viñetas, y donde todo está definido por pinceladas de color muy sueltas, con momentos de gran belleza plástica. No lo tenía a este dibujante, pero me pareció buenísimo. En cuanto al guion, la historia de Clint y Barney en su infancia es espectacular. No solo porque echa luz sobre hechos que nunca antes habían sido narrados en detalle, sino porque se mete con temas jodidos como el abuso (laboral y sexual) de menores, y porque habla de las cosas a las que se exponen dos chicos huérfanos cuando no hay un estado presente que los proteja. No hay un gran componente de acción y aventura, pero sí momentos muy impactantes y emotivos en lo que es la transición hacia la adolescencia de estos dos hermanos tan distintos entre sí. Y la historia de Clint y Kate en el presente es -básicamente- una remake apresurada de Akira, en la que los héroes se meten en un kilombo de proporciones cuando tratan de liberar de una base secreta de HYDRA a unos chicos con devastadores poderes psíquicos, a los que los villanos convirtieron en auténticas armas vivientes. Lo mejor que tiene (además de permitirnos ver a Pérez dibujando machaca de la buena) es que termina para el orto. Lemire le escapa al final feliz y redondea un tomo en el que la tristeza saca pecho, nos emboca unas cuantas piñas en la cara y nos enseña que la vida de Clint (como pibito huérfano y como superhéroe de la B) no es fácil y no consiste solamente en levantar copas y colgarse medallas. Hay un tomito más de Hawkeye escrito por el ídolo canadiense, al que prometo entrarle pronto porque ya está en la pila de las lecturas pendientes.
En pleno cebamiento infinito de la Copa América, me devoré un comic sobre futbol llamado (coherentemente) Futbolitas. Se trata de una novela gráfica de unas 140 páginas a cargo de dos experimentados autores chilenos: Kote Carvajal está a cargo del guion y el color, mientras que los dibujos corren por cuenta de Claudio Muñoz. Desde la portada queda claro lo que después vamos a constatar adentro del libro: Futbolitas es una historieta apuntada a un público principalmente compuesto por nenas de unos 8-11 años. La narración es sencilla, las páginas rara vez tienen más de cinco viñetas, aparecen todo el tiempo expresiones faciales y líneas cinéticas que nos remiten al manga más pochoclero, y el argumento es muy lineal, con casualidades que rompen el verosímil más de una vez. El foco está puesto en contar una historia de superación en términos alegres, optimistas, como para dejar un mensaje positivo, con valores que tienen que ver con la amistad, la familia, el esfuerzo, el apostar por las pasiones, romper con ciertos prejuicios... una especie de película del Disney Channel contada en forma de historieta. Si la pensás como una obra para entretener un rato a pibitas de 10 años, la solidez de Futbolitas es incuestionable. Mirada desde afuera, por un señor de 56 al que le hablás de futbol chileno y no sabe si cagarse de risa o ponerse a llorar, la historia está muy bien apoyada en el carisma de los personajes. La protagonista, Elisa, es una pibita absolutamente entrañable, y los vínculos que establece con el resto del elenco están teñidos de esa buena onda avasallante que emana Elisa y que contagia a los demás. Hay momentos más emotivos, momentos más épicos, momentos más de comedia pavota, pero lo que sostiene todo es eso: la onda de los personajes, que (uno lo sabe desde la primera viñeta) van a dejarlo todo para conseguir algo que a priori parece totalmente imposible. El dibujo de Muñoz me remitió a los dibujantes yankis que a fines de los ´90 trataban de parecerse a J. Scott Campbell y Joe Madureira, en esa línea que incorporaba rasgos de los mangas de comedia. No está mal. Es una estética que para mi gusto atrasa un poco, pero Muñoz la maneja con aplomo y logra un buen resultado. Si bien sobran los primeros planos y toda la historieta está narrada demasiado "de cerca", no escasean para nada los fondos. El diseño de los personajes está muy logrado, las escenas de acción (los partidos) son vibrantes, y el color de Kote se complementa muy bien con el dibujo. Por supuesto se nota mucho que esta no es LA historia que Kote se moría por contar y Claudio por dibujar, porque son adultos a los que (me consta por conocerlos a ellos y a sus trabajos) les interesan otros temas y otras formas de encararlos. Pero a la hora de generar un producto atractivo y comercialmente viable para otro tipo de público, no se bajaron los lienzos ni escatimaron esfuerzos. No te digo que Futbolitas le pasa el trapo a las novelas de Raina Telgemeier apuntadas a ese mismo segmento, pero tampoco queda eliminada en fase de grupos. Vamos Argentina, que nos traemos otra vez la copa a casa, no se olviden de descargar la nueva Comiqueando Digital en https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y a estar atent@s que en cualquier momento suben nuevas reseñas al blog.

viernes, 1 de marzo de 2019

ARRANCA MARZO

Todavía no salgo de mi asombro después de haber escuchado el discurso más alienígena (y alienado) con el que un presidente argentino inauguró un período de sesiones ordinarias. Maestro, para consumir ficción leo comics y literatura. Y hablando de leer comics, vamos con las reseñas de un par de libritos que me bajé en estos días.
Injustamente, en todos estos años que lleva el blog, nunca le habíamos dedicado una reseña a un libro del glorioso Jean Pierre Stassen, un autor belga del que soy hardcore fan. Poco publicado en castellano (en una de esas, inédito), Stassen tiene un estilo gráfico absolutamente hipnótico, una mezcla entre el mejor Max y la línea actual (más gruesa, más pensada para publicarse a color) de Jaime Martín y Rubén Pellejero. En el álbum en cuestión, titulado Thérese y publicado en 1999, Stassen trabaja con una grilla de tres tiras y nunca mete más de ocho viñetas por página, con lo cual el dibujo (y la tipografía, que también es hermosa) se luce muchísimo. El trabajo en los fondos, esas escenas en las que se borra la línea y queda todo definido por los contornos, el lenguaje corporal de los personajes, son algunos de los puntos más altos en una faz gráfica realmente espléndida.
De todos modos, lo más atractivo de Thérese es el guión. Stassen propone una historia de amor sumamente original, entrecruzada con la violencia urbana, el cuento de hadas clásico y el realismo mágico, y le sale una hsitorieta que mucho le hubiese gustado escribir a Neil Gaiman o a Carlos Trillo. Como en todas sus obras, Stassen aprovecha para bajar un poquito de línea relacionada con las privaciones que sufren los inmigrantes africanos y sus descendientes en las grandes urbes europeas. Acá nos invita a pensar cómo en realidad muchos de ellos se desloman laburando (o delinquen) en barrios los pobres de Bélgica con el sueño de cazar una guita que les permita volver a su país natal con los problemas económicos más o menos resueltos.
Pero el foco está puesto básicamente en el amor, primero obsesivo y después sincero que siente Thérese, esta chica buena, sencilla, humilde, pero con poderes tipo Scarlet Witch (presentados de otra manera, por supuesto) que le permiten manipular la realidad y acomodarla un poco a sus deseos, a veces con resultados desopilantes. O sea que también hay magia y humor en esta sabrosa mezcla que nos ofrece Stassen y que, si bien creo que existe sólo en francés, recomiendo mucho rastrear y leer.
Me vengo más cerca, a 2017, de la mano de más autores desconocidos en Argentina. El Cardenal es una novela gráfica escrita por Kote Carvajal (al que vimos oficiar de colorista en varios libros ya reseñados en el blog) y dibujada por Lucho Inzunza, de quien también vimos ya otros trabajos. Se trata de dos autores bastante conocidos… en Chile, donde la mayoría de la producción local no trasciende nunca las fronteras del país trasandino. Por si faltara algo, El Cardenal cuenta la historia real de un personaje notable pero poco difundido de la historia reciente de nuestros vecinos: Raúl Silva Hernández, el arzobispo de Santiago de Chile que confrontó con la dictadura de Augusto Pinochet para denunciar violaciones a los derechos humanos.
La novela trata, básicamente, de gente hablando. Son unas 100 páginas en las que la acción brilla por su ausencia y todo avanza con diálogos, con investigaciones, o con noticias que van dando a conocer los medios de comunicación. Y aún así, no se me hizo aburrida, excepto por algún flashback a la juventud del cardenal, cuando decide seguir la vocación religiosa y duda entre hacerse salesiano o jesuita, como si eso tuviera algún peso en lo que va a suceder más tarde. El tramo ambientado en los ´70 y ´80, en cambio, me resultó muy interesante más allá de la parsimonia y el alto grado de protocolo que Carvajal subraya en los diálogos, los discursos y las cartas que escribe el cardenal.
El dibujo de Inzunza me pareció blandito, muy derivativo, una especie de Solano López diluído, sin esas rayitas que ponía el maestro por todos lados para sugerir texturas y efectos de iluminación. A este trabajo de Inzunza, le sacás el color y desinfla como un globo (amarillo, obvio). Pero con el color se ve bien, la narrativa es muy sólida y los personajes reales le salen muy parecidos a sus contrapartes humanas. Si sos fan de la trilogía Verdad-Memoria-Justicia, te va a encantar saber que en Chile (donde durante la dictadura no hubo Madres de Plaza de Mayo, ni Abuelas, ni sindicatos que defendieran a los laburantes, ni nada) un jerarca grosso de la iglesia católica (que en Argentina se alineó con los genocidas y se hizo bien la boluda) hizo lo que pudo para combatir los crímenes de lesa humanidad de Pinochet. Según Kote Carvajal, lo que pudo hacer no fue mucho, pero aún así se convirtió en un símbolo de resistencia, integridad y solidaridad para con la gente injustamente perseguida y masacrada por el sangriento régimen de Pinochet. Un superhéroe de carne y hueso, bah.

Gracias por el aguante. Nos reencontarmos pronto, espero que con reseñas de material que haya leído más gente de la que está ahi, del otro lado del monitor.