el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 30 de diciembre de 2018

ULTIMAS LECTURAS DEL AÑO

Se termina el año y vengo leyendo bastante poco, estos últimos días. Tengo empezado un libro y terminados dos, bastante cortitos. Veamos con qué me encontré.
Allá por Junio de 2014, cuando reseñé los libritos de la colección Todo Clemente, me faltó el Vol.17, que no venía en el lote que conseguí en oferta en aquel entonces. El otro día lo encontré a $ 25 en una mesa de saldos de Corrientes, y aproveché para completar la colección.
Todo el material de este librito corresponde al tramo final de Clemente (2010-2012) y por supuesto son tiras que yo no había leído nunca. De hecho, me costó entender una de las ideas más bizarras de Caloi: a lo largo de muchísimas tiras, co-existen el Jacinto adolescente (el del piercing y el pelo de colores) con el Jacinto bebé, el del chupete y los charquitos de meo. Yo pensaba que eran dos personajes distintos, no entendía que eran el mismo, desdoblado en dos. Muy loco todo.
Acá, fuera de una secuencia de Clemente y la Mulatona repleta de chistes bastante básicos acerca del físico exhuberante de la morocha, tenemos una selección de chistes bastante meta-comiquera. En el primer segmento, Clemente se entera de que lo que dice y piensa aparece escrito en globos, que la gente puede leer. Y un personaje anónimo le explica las distintas formas y significados que pueden tener los globos en la historieta. Más adelante, Clemente le enseña a Jacinto las onomatopeyas que todo personaje de historieta debe conocer. Y en el tramo final, ya sin Clemente, los dos Jacintos rediseñan la tira para darle un look más joven y transgresor… con impredecibles resultados.
Este tramo final es increíble desde lo gráfico, porque le da a Caloi y a su colorista (y pareja) María Verónica Ramírez la posibilidad de cambiar totalmente de estilo. Por un lado, abandonan los fondos sobrios en favor de una estridencia punk muy lograda, y por el otro Caloi rompe con su línea prolija y redondita para irse a un trazo más rústico, como si dibujara directamente con el mouse. Hasta la tipografía muta, para hacerse intencionalmente más desprolija, más cercana a una pintada callejera.
Y lo más importante: el humor. Acá encontré unos cuantos chistes muy buenos, basados en este estudio de la dinámica del comic hecho desde adentro, y por supuesto también en el esgrima verbal entre personajes que no paran de tirar juegos de palabras ingeniosos (el famoso “humor radial”). Seguimos extrañando a Clemente, incluso los que no lo leíamos ni en pedo todos los días en ese diario nefasto en el que aparecía.
Salto a EEUU, año 2016, cuando se publica Captain America: White, hasta hoy la última colaboración entre Jeph Loeb y Tim Sale, una dupla prácticamente insumergible. Como ya lo hicieran con Hulk, Daredevil y Spider-Man, Loeb y Sale nos llevan mediante flashbacks a los primeros años de actividad del héroe, o sea a la Segunda Guerra Mundial, cuando había muchos (y muy malos) villanos nazis para machacar. El argumento en sí no es gran cosa, la verdad. Lo que más me atrapó pasa por otro lado.
Así como Hulk lloraba por Betty Ross, Daredevil por Karen Page y Spidey por Gwen Stacy, el Capitán llora por… Bucky. El amor perdido en este caso es un varón, un chico seis o siete años menor que Steve Rogers con quien entabla una relación muy estrecha… pero no romántica. Loeb desliza algún comentario jocoso acerca de un posible amor carnal entre Steve y Bucky, pero la historia va para otro lado, para el lado de un amor fraternal. Imaginate: atravesás codo a codo con tu mejor amigo cuatro años de una guerra tremenda, jugándote la vida a cada minuto y compartiendo emociones extremas de esas que te conmueven hasta el tuétano. Bueno, eso les pasa a Bucky y Steve cuando uno tiene 15 años y el otro 21. Y se terminan amando, posta.
Y lo más lindo: Loeb nos cuenta que Steve llega a los 21-22 años siendo virgen (el título no es casual: blanco es el color de la virginidad) porque claro, 15 minutos antes de convertirse en el Capitán, era un alfeñique de 45 kilos al que las minas no se le acercaban ni por accidente. Ahora es un chongazo tremendo y todas le tiran onda, pero la inexperiencia le juega en contra y hasta el propio Bucky la tiene más clara que él en materia de relaciones con el sexo opuesto. Sin dudas Loeb sale muy bien parado en el intento de darles profundidad y complejidad a personajes que en los ´40 eran absolutamente sosos y unidimensionales. Y en esto incluyo también a Nick Fury, que se lleva varios de los mejores diálogos de una obra donde los buenos diálogos abundan muchísimo.
El dibujo de Sale está bien, un poco pasado de rosca para mi gusto, pero con momentos muy hermosos y con unos colores de Dave Stewart que lo levantan muchísimo. ¿Podemos poner a White al nivel de Yellow, Gray o Blue? No, ni ahí. Pero eso no significa que esté mal, ni que no ofrezca un lindo combo de machaca + emotividad.
Feliz fin de año para todos y nos reencontramos en 2019, acá en el blog.


lunes, 13 de agosto de 2018

LUNES CON ONDA

Otro día con lindo clima, a pesar de que –por distintos motivos- no me moví de mi casa. Y sí, anoche estaba desvelado y me terminé dos libros que tenía empezados.
El Vol.3 de los tomos que recopilan el glorioso Suicide Squad de John Ostrander es una fuckin´ aplanadora. 280 páginas de mala leche, runfla política, acción y un desarrollo de personajes impensable en el comic de hoy en día. Creo que ya mencioné esto en la reseña de alguno de los tomos anteriores, pero creo que pocas series hacen mejor uso de esa posibilidad que daba el comic-book mensual de planificar a largo plazo. Digo “daba” porque hoy rara vez un mismo guionista se queda en una serie más de 18-20 episodios, y casi ninguno se calienta por crear y desarrollar personajes secundarios. Ostrander es tan generoso en ese rubro, que se podría haber lanzado un segundo títulos SIN el Suicide Squad, sólo con Amanda Waller y el personal civil de Belle Reve. Todo el tiempo aparecen nuevos tipos y minas sin poderes, subalternos o sub-subalternos de Amanda y Ostrander hace que todos tengan una voz propia, o algo copado para aportarle a la serie.
Y después están las misiones, jodidas como enema de chimichurri, en las que vemos a este rejunte de villanos, héroes y anti-héroes de la B Metropolitana ir y venir de acá para allá según los caprichos de Waller, y hasta parársele de manos a esta abanderada de la amoralidad para tratar de torcer el rumbo del Squad, que más de una vez está a milímetros de hacerse mierda contra el piso. Pero los miembros del Squad van y vienen y lo que mantiene a esta serie allá arriba es el tono, esa ambigüedad turbia, en la que vemos a los malos hacer lo correcto, a los buenos sentir que se están enchastrando por causas más o menos justas, a los políticos cagarse en todo con tal de acumular poder y a Waller explotar las inseguridades y vulnerabilidades de todos en su propio beneficio. De nuevo me encontré con decenas de diálogos que me acordaba minuciosamente, pero aún así el libro me hizo muy feliz.
En este tramo de la serie, reaparece Karl Kesel y la conjunción entre sus tintas y el dibujo de Luke McDonnell levanta muchísimo la faceta gráfica. La comparación con la labor del otro entintador (Bob Lewis) es inimitable… y la verdad que es como comparar al Maradona del ´86 con el de ahora, a Quino con Nik o a Bob Marley con Marley. Entre los invitados están también el correcto Grant Miehm, un primerizo (y muy flojito) Graham Nolan y apenas ocho paginitas de un Keith Giffen exquisito. Pero lo más power, lejos, es el reencuentro entre McDonnell y Kesel. Tengo para leer el Vol.4, aunque me parece que antes le voy a entrar a la miniserie de Deadshot, que va en paralelo con los primeros episodios de este TPB. Gloria eterna al Suicide Squad de Ostrander y sus secuaces.
En 2014, con el maestro Caloi ya fallecido, la editorial Planeta publicó varios tomos de humor gráfico bajo el rótulo de “Universo Caloi”. Uno de ellos apareció muy barato en una librería y no me pude resistir.
El Absurdo de Caloi ofrece 120 páginas de chistes de distintas épocas firmados por el creador de Clemente, algunos resueltos en una única viñeta y otros en forma de historieta, con una narrativa secuencial siempre impecable. A veces a color, a veces en blanco y negro, a veces con textos y otras veces sólo con imágenes, Caloi tira ideas a la marchanta y las remata de modo sorprendente, en este caso jugando siempre a lo absurdo, a lo ilógico, a lo imprevisto. No tiene mucho sentido ponerse a explicar los chistes, y menos cuando la gracia para por el absurdo, por el capricho, por lo inexplicable. Pero sí es menester señalar lo bien que se movía Caloi en este registro, mucho menos prosaico que el de las tiras de Clemente.
Los chistes abarcan temáticas muy distintas, desde náufragos y astronautas hasta reflexiones muy agudas y profundas acerca de los vínculos entre las personas, o entre las personas y lo divino, o entre las personas y la realidad. Y al estar seleccionados de distintas épocas de la vasta carrera de Caloi, los chistes componen también una especie de montaña rusa visual, con sacudones violentos, cambios de estilo muy marcados, técnicas que aparecen y desaparecen, el rotulado que va mutando… Muy interesante para los que nos copamos siguiendo la huella gráfica de este prócer del humor. Y si bien no vi muchas páginas que me produjeran el orgasmo visual que viví con Humoris Causa (quizás el mejor recopilatorio de chistes de Caloi) el nivel pictórico de este material es increíble. Parece mentira que un dibujante le pusiera tanta dedicación y tanta sapiencia a una página humorística en la revista dominical de un diario de mierda.
¿Algo para criticar? Nah, que varios chistes de una sóla viñeta que en su momento aparecieron compartiendo página con otros, acá ocupan una página ellos solos, con infinito espacio blanco alrededor. Pero está bien, no es grave, no sentí que me estuvieran mezquinando el material. Y lo más importante cuando uno aborda un libro de humor gráfico: me reí varias veces. Si ves a buen precio El Absurdo de Caloi, no cometas el sinsentido de dejarlo pasar.
Gracias a todos los que se acercaron a saludar el sábado en el evento de la Escuela Da Vinci, y prometo volver a postear pronto, acá en el blog.

lunes, 13 de octubre de 2014

13/ 10: 20 AÑOS NO ES NADA

Este libro de la mítica “colección azul” de Hyspamérica es, ni más menos, lo que habría que hacer con todos los humoristas gráficos cuando cumplen 20 años de trayectoria. En 1988, cuando salió este libro, Caloi festejaba 20 años con la profesión y en fechas parecidas a las de la aparición de este tomo, se lo homenajeaba con una gran retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta. Lo mejor de lo mucho que se vio en aquella muestra (incluyendo el extenso texto que Juan Sasturain escribió para el catálogo de la misma) está en 20 Años No es Nada, una publicación de llegada mucho más amplia que el catálogo de una muestra.
Lo mejor que tiene el libro es que, sobre 144 páginas, sólo 20 están dedicadas a las tiras de Clemente. Nadie discute que la tira representa el pico de la popularidad de Caloi, pero para 1988 todavía eran bastante conseguibles las reediciones del sello El Pájaro y el Cañón, que compilaban la tira diaria desde el principio, sin saltearse ninguna. Por si eso no alcanzara, las 75 tiras de Clemente que se reproducen pertenecen a los primeros años, que (no me canso de repetirlo) son los que a mí más me gustan. Tengo varias en El Libro de Clemente de Ediciones de la Flor y casi todas en los tomitos de Clarín que vimos hace poco, pero está todo bien, es una repetición casi bienvenida.
Otras 12 páginas están dedicadas a los chistes que hizo Caloi entre 1971 y 1976 para promocionar los cigarrillos Parliament. Quizás no sean sus mejores chistes, pero tienen un nivel de dibujo asombroso, y como la marca ponía estos avisos en medios muy distintos, le dieron una gran visibilidad a los trabajos del autor.
También hay 12 páginas tituladas “Bocetos y distracciones”, que son eso: bocetos inéditos, garabatos, estudios, dibujos inconexos que brotaban con total libertad y cero pretensión humorística o narrativa de la prodigiosa pluma de Caloi. Acá se ve con una contundencia demoledora la versatilidad, la belleza, el control perfecto que Caloi tenía sobre su grafismo, con el que podía levantar vuelo y dibujar –literalmente- cualquier cosa, en cualquier estilo.
Y el resto del libro, el tramo más sustancioso, recopila chistes e historietas de los primeros años de carrera del maestro. Desde dibujos realizados a los 3 o 4 años, hasta material de la primera mitad de los ´70, cuando ya era un profesional destacado. La mezcla es completísima: hay humor gráfico tradicional, del que se publicaba en los ´70 en cualquier medio no necesariamente vanguardista, hay humor más reflexivo (“a lo Quino”) y hay material absolutamente experimental, tanto desde lo estético como desde las historias que se cuentan. Esas historietas tan típicas de Tute, en las que un tipo reflexiona acerca del amor, la soledad, la incomunicación, los miedos, los sueños incumplidos… eso ya lo hacía Caloi en 1970. La nostalgia del barrio que exploraría años más tarde en esas “sagas” de Clemente centradas en Bartolo y su tranvía, también estaba presente en los chistes e historietas de sus primeros años. El absurdo, el sinsentido y el mestizaje entre ambos y la poesía se ve clarísimo en algunos de estos trabajos “antiguos”, anteriores al desarrollo del estilo definitivo, de la impronta gráfica que identificaría a Caloi durante las décadas posteriores.
Si venís a buscar chistes, los vas a encontrar y te vas a reir. Pero si querés ir más allá, y te interesa (además de disfrutarlo) estudiar a fondo a Caloi, sobre todo su “Year One”, su etapa pre-Clemente, este libro aporta documentación fundamental, que hasta entonces estaba dispersa en revistas difíciles de conseguir e incluso en cuadernos privados del autor, que nunca habían visto la luz. Versatilidad y virtuosismo son, sin dudas, las palabras clave para describir este paneo por esta primera etapa en la carrera de uno de los nombres realmente fundamentales que tuvo el humor gráfico argentino. Libros como este (accesibles, sin lujos innecesarios en la edición) resultan vitales para jerarquizar las bibliotecas de todos los interesados en el humor, la historieta o el dibujo en general. Algún día terminaremos de digerir lo grossa que fue la colección de Hyspamérica…

jueves, 26 de junio de 2014

26/ 06: TODO CLEMENTE Vol.13-16

Ultima tanda de estos libritos de Clemente editados el año pasado por Clarín. Es un material que yo desconocía por completo y en el que me encuentro –por suerte- con unos cuantos chistes (y “sagas” de chistes) que trascienden la coyuntura, que se disfrutan de modo atemporal e incluso algunos que le permiten a Caloi hacer gala de su apabullante virtuosismo gráfico.
El primer tomito arranca con un arco de Clemente con el Psicoanalista, muy basado en el “humor radial”, en juegos de palabras que no requieren del dibujo para ser graciosos. Recién cuando el Psicoanalista empieza a analizar a las hinchadas (y queda cara a cara con el hincha de Camerún) la cosa levanta un poquito. Después viene un arco en el que Caloi aborda el tema de la religión de modo bastante efectivo. El Mundial ´98 nos lleva a Francia, donde aparece otro personaje que debutó (creo) en los cortos para la tele: Yac Custó. Acá tenemos chistes futboleros y, cuando Argentina queda afuera, empalmamos con chistes acerca de la vida subacuática, muy ingeniosos. Y finalmente, una de esas ideas locas y brillantes de Caloi: para combatir a la globalización, Clemente se hace cuadrado. Acá reaparece el mundo de la síntesis, un clásico de los primeros años, y la tira encuentra la manera de hablar de política de un modo poco obvio, muy interesante.
En el tomito con tiras de 2000-02 se incorpora el color. La primera “saga” vuelve a hacer énfasis en la brecha generacional, con Clemente y Jacinto satirizando al mundo del rock, desde los nombres de las bandas hasta los shows en vivo. El color me resultó muy estridente, algo que se corregirá en los tomos futuros. De pronto, Caloi retoma el tema de la Mulatita, olvidada hacía años. Ya no le dicen Clementina, y vuelven a suceder con ella cosas que habían sucedido 20 años atrás. Igual tiene muy buenos chistes, muchos de ellos de “humor radial”. Y terminamos con una larga sucesión de chistes políticos, centrados en la coyuntura de la segunda mitad de 2001, cuando Clemente se convierte en la cara del “voto bronca” que gana las elecciones legislativas previas al derrumbe del gobierno de la Alianza. Acá también hay buenas ideas gráficas, además de los juegos de palabras.
El Vol.15 abre con más chistes de coyuntura, con EEUU en Irak, Menem y Kirchner en el frustrado ballotage, etc. Después viene un arco muy gracioso en el que el co-protagonista es... un teléfono. Y para el final, un extenso arco con el Nono, un Clemente viejito que habla en cocoliche y mantiene diálogos muy graciosos con Jacinto. Para las últimas tiras (con el Clementosaurio) ya el color es mucho más tranqui, más lindo.
Ya en pleno gobierno de Néstor, el Vol.16 arranca con un montón de páginas de chistes futboleros, con mucho juego de palabras y alguna que otra buena idea visual. La economía y la crisis del campo se ven reflejadas en la saguita del perro verde, completamente inescrutable fuera de su contexto original. Y cerramos con una serie de chistes centrados en el sexo, con la Mulatona en el centro de la escena y un lenguaje bastante subido de tono, sobre todo si lo comparamos con las tiras de los ´70 y ´80.
Así llegamos a 2009. Faltarían los últimos tres años y monedas de la tira, que deben estar resumidos en el tomito que me falta. La verdad es que el balance es positivo. A pesar de que gradualmente la coyuntura (en una de esas, la urgencia de las cosas que nos pasaron a los argentinos del ´73 para acá) le fue ganando terreno a ese surrealismo atorrante, poético y genial de los primeros años, Caloi supo mechar tiras en las que Clemente y su mundo brillaron por sobre el comentario mordaz sobre las noticias del diario (el famoso “¿vio que tal cosa...?”). Más basado en los prodigios gráficos y plásticos de Caloi, o más jugado a los malabares verbales, a la tira nunca le faltó humor; y fue un humor original, cercano a la gente, que rara vez apeló al mínimo denominador común.
No sé cuántos años faltan para que la gente que leyó a Clemente todos los días en la contratapa de Clarín durante 39 años se olvide de ese compinche, de ese amigo que le abría las puertas a la sonrisa, al delirio, e incluso a una bajada de línea rebelde en las épocas en las que eso era peligroso. Y no dudo que debe ser dificilísimo reemplazar a Clemente... pero la porquería inmunda que hoy ocupa su lugar no es en absoluto digna de ocupar ese espacio, ni siquiera en el contexto paupérrimo que exhibe hoy la contratapa del house organ de la Corpo.

miércoles, 18 de junio de 2014

18/ 06: TODO CLEMENTE Vol.9-12

Bueno, no está tan mal. Estaba preparado para mucho menos y la verdad es que encontré varias cosas rescatables en estos tomitos. Parece que quien seleccionó las tiras para Clarín tiene gustos parecidos a los míos.
El primer tomo arranca para atrás, con chistes sobre la actualidad económica y social de 1987, pero pronto empiezan a aparecer elementos más atractivos: el debut de Alexis Dolínades, la saguita (bastante subida de tono) del cola-less de la Mulatona, el Clemente alado (en cuyo arco argumental hay cameos de todos los personajes de la tira, incluso los que llevaban milenios sin aparecer), el clementosaurio, la cruzada contra los tilingos que infectan nuestro idioma con palabras extranjeras y –lo que a mí más me interesó- un Clemente antiguo, que Caloi utiliza para plantear el contraste entre los personajes de tiras cómicas de esta época (fines de los ´80) y los de las décadas del ´20 y el ´30. Clemente remata la última aparición de este personaje con una frase que vale la pena rescatar y que cobra especial relieve escrita por el mismísimo Caloi: “En cierta forma, vivían en un mundo fantástico. En cambio a nosotros se nos filtra la realidá por todos lados”.
El Vol.10 arranca en 1989, con tiras que son crónicas de las noticias: Menem gana las elecciones, el gobierno de Alfonsín se cae a pedazos, se anticipa la entrega del poder, llega Menem y arranca el vértigo de las privatizaciones. De ahí, salto brutal a 1990, a una muy buena seguidilla de tiras centradas en el Mundial de Italia. Después, todo el arco de Jacinto adolescente, que le sirve a Caloi para reirse de la forma en la que hablaban los jóvenes allá por 1990-91, y de costumbres tales como el pelo largo, el arito y el rockanrol, ante las que Clemente queda como un viejo reaccionario, anclado en el tango y el folklore. Y termina con la extensa serie basada en el Apuntador, que empalma con la de la cuerda floja, en la que de nuevo tiene bastante peso la Mulatona.
El Vol.11 arranca con la aparición de una supuesta hermana de Clemente, seguida del fugaz regreso de Bartolo y el tranvía, para desembocar en una larga serie de tiras junto a la Incubadora, la madre de Clemente. Este tramo es realmente notable. Le siguen la serie del implante capilar, la de la piedra filosofal y la del Tarzán ecológico, estas dos con roles importantes para la Mulatona. Y si bien el libro compila tiras de 1992, ´93 y ´94, no hay una sóla mención al Mundial que se jugó en EEUU.
El Vol.12 (1995-96) incluye la saga de los roller (muy graciosa), la de Clemente asustombrado (floja), la de las hinchadas y los insultos (muy buena) y una que realmente me sorprendió por el vuelo y la cantidad de variantes que explora Caloi que es la de las cirugías plásticas.
Por supuesto en los cuatro tomitos tenemos un montón de chistes “de los otros”, de esos en los que Clemente está solo, en un lugar indefinido (porque no hay fondos) y dialoga directamente con el lector, en una seguidilla de frases que van hacia una reflexión humorística y que invariablemente empiezan con el “¿Vio que... tal cosa?” . Esas son las menos interesantes, claramente, sobre todo porque Clemente podría no estar y el chiste tendría exactamente la misma gracia. De hecho, son tiras que sin dibujarse tendrían exactamente la misma gracia, lo que los críticos llamamos “humor radial”.
Por otro lado, el dibujo de Caloi está afianzadísimo en un estilo muy lindo, de una falsa sencillez (parece una boludez dibujar como dibujaba Caloi en esta época, pero debe ser dificilísimo), con un repertorio inagotable de expresiones faciales y corporales, y con temas, lugares y personajes que –lamentablemente- exigen mucho menos de lo que podía dar este virtuoso del dibujo. De todos modos se ven muchos hallazgos gráficos de los que no abundan en las tiras diarias de ninguna época y de ningún país.
¿Habrá ideas tan interesantes como las que me sorprendieron en estos tomitos en los cuatro que me quedan por leer? Ojalá que sí. Yo, por las dudas, voy con cero expectativa, así todo lo que esté bueno se considera ganancia.

lunes, 9 de junio de 2014

09/ 06: TODO CLEMENTE Vol.5-8

Acá vi perfectamete plasmada esa transición de la que yo hablaba en la reseña de los primeros cuatro tomitos. Hasta puedo precisar la fecha en la que Clemente deja de ser una tira imprescindible y se convierte en una tira más, más cerca de la gente y muy lejos de la gloria de los primeros años.
El primer tomito, el Vol.5, con tiras de 1978, es excelente, con poco que envidiarle a los cuatro primeros. Ya no está el tranvía, ya no hay aventuras, ya empieza a hacerse más chiquito el rol de Bartolo, pero hay tiras muy logradas, en las que Caloi juega con la gramática de la historieta y con chistes que sólo funcionan si los hacés con Clemente. La identidad de la tira se empieza a diluir en la segunda mitad de este tomo, cuando irrumpe la realidad de la mano del Mundial ´78. Estas tiras, las del Mundial, están tan buenas y tienen tantas lecturas posibles (siempre hablando del contexto socio-político de la dictadura militar, obvio) que nadie extraña el surrealismo atorrante de los primeros años. Lo vamos a empezar a extrañar un poquito después.
En el Vol.6 (con material seleccionadode 1979 a 1981) la tira ya cambia del todo: olvidate de Bartolo, de los juegos meta-comiqueros, de los riesgos en materia de estilo, angulaciones, etc. Arranca con un tema que también tiene su tinte político: la guerra contra “lo importado”, justo cuando la importación masiva de cualquier poronga era una herramienta del plan de Martínez de Hoz y sus secuaces para destruir la industria argentina. Acá hay chistes muy buenos y situaciones muy bizarras. Una de ellas deriva en la aparición de la Mulatona, el personaje que faltaba para completar el elenco fundamental de la tira. Y también en estos años aparece Clementina, probable hija de Clemente y la Mulatona. De nuevo, Caloi busca tocarle el culo a la Junta Militar y decide que el nombre de esta bebita sea elegido... por el voto popular de los lectores. Clemente aprovecha para bajar línea acerca de lo bueno que es votar... en plena dictadura. Esto me sorprendió porque es material que nunca había visto en los tomitos de Clemente, esos que salieron a fines de los ´70 y principios de los ´80 y recopilaban TODAS las tiras, sin elegirlas ni agruparlas por tema.
El Vol.8 también necesita mechar tiras de tres años distintos (´82 al ´84) para reunir 148 chistes dignos de ser republicados. Y acá se ve el crack: las dos derrotas, la de la Guerra de Malvinas y la del Mundial ´82, juntas, simultáneas, en un combo agrandado por la crisis económica que nos había impuesto la dictadura, terminan de destruir a la poesía, al vuelo, a la imaginación que fueran las banderas de Clemente durante nueve años. De ahí en más, tendremos muchos menos chistes limados y muchas más tiras en las que Clemente reflexiona en voz alta acerca de lo que sucede en el país: elecciones, inflaciones, ministros que renuncian, gremios que hacen paro, personalidades que nos visitan... la coyuntura, bah. Y con la llegada de la democracia, Caloi subirá un toquecito los decibeles en materia de chistes cuasi-sexuales que casi siempre tienen a las generosas curvas de la Mulatona como eje.
El Vol.8 arranca con un extenso tramo acerca del Mundial ´86 (de nuevo, con Clemente como comentarista de los sucesos que el diario desarrollaba en otras páginas) y termina con unas 65 o 66 tiras muy logradas en las que Caloi mete un montón de chistes que giran en torno a la astrología, el horóscopo chino, la quiromancia y demás. Acá hay chistes que tienen un fuerte anclaje en la realidad política de esa época (´85-´86) pero también muchas ideas más libres, más locas, y sobre todo más chistes que sólo se podían hacer con Clemente. El dibujo, además, abandona el minimalismo para regresar a las tramas, los cross-hatchings y algunos efectos de iluminación notables, donde el virtuosismo de Caloi vuelve a tener peso.
Veremos con qué me encuentro en la próxima tanda de cuatro tomitos. Sospecho que serán cientos de tiras de Clemente siempre visto en los mismos tres planos, sin fondos, hablándole al lector sobre temas que eran noticia en las fechas en que se publicaron las tiras originalmente. Todo lo que vaya más allá de eso, será una sorpresa MUY bienvenida.

viernes, 30 de mayo de 2014

30/ 05: TODO CLEMENTE Vol.1-4

Esta es una colección de 17 tomitos que editó Clarín a principios de 2013, unos meses después de la muerte de Caloi. Yo conseguí 16 de los 17 tomitos (en una mesa de saldos de la calle Corrientes) y no me da para reseñarlos uno por uno, así que los voy a agrupar en cuatro tandas de cuatro.
Obviamente, la primera tanda gana por afano. En estos cuatro libritos hay unas 570 tiras elegidas entre la producción de 1973 y 1977. Es decir que está prácticamente cubierta TODA la Edad de Oro de Clemente. De todos los personajes importantes de la tira el único que no aparece es la Mulatona (que vendrá más adelante) y el resto, ya esta todo acá: Bartolo, Mimí, Jacinto, personajes ocasionales como Farsán y las hormiguitis, las aventuras a bordo del tranvía, el encuentro de hinchadas en el Clem´s Clú, la batalla de los papelitos... En menos de cinco años, Caloi armó de la nada una tira y la pobló con un mundo totalmente propio, repleto de criaturas e ideas fascinantes. Más adelante, la realidad argentina le ganaría terreno a esta realidad paralela, a este mundo ilógico, surrealista, muchas veces poético, que plasma Caloi. Y así será como la tira perderá su magia y se convertirá en una más, quizás más cerca de la gente, pero lejos de la gloria. Por ahora, en esta primera etapa, la realidad de Clemente intersecta con la nuestra en un par de puntos: la pasión futbolera y el amor por Buenos Aires. Ambos temas están muy presentes en la tira, especialmente en la primera etapa, la que tiene a Bartolo en un rol destacado. Y Caloi los aborda desde una óptica muy novedosa, muy delirante, no son los típicos chistes costumbristas que salían en los ´50 en la Rico Tipo.
La tira y el personaje cambian muy rápido. Sobre el final del Vol.4, estamos frente a algo que se parece poco a lo que vimos al principio del Vol.1. Clemente monopoliza el protagonismo, cambia su fisonomía, deja de lado la gran mayoría de las faltas de ortografía, tiene novia, tiene un hijo... Obviamente a Caloi no se le pasaba por la cabeza que la tira podría durar casi 40 años; si no, hubiese hecho estos cambios a un ritmo mucho más lento. Dentro de todo, los volantazos no se sienten tan bruscos, porque desde el primer día la consigna de esta tira fue muy libre: estaba claro que podía pasar cualquier cosa y que el autor se proponía ir y venir por distintos tipos de humor, desde el juego de palabras obvio hasta un cierto clima nostálgico y tanguero, empapado de un surrealismo muy efectivo, y un lirismo de barrio muy atractivo. Caloi jugaba mucho con el meta-chiste, con la idea de que los personajes se saben protagonistas de una historieta, e incluso se metía con el tema de la espacialidad, de las viñetas yuxtapuestas, es decir, con la gramática misma del comic. Todo le servía al autor para abrir puertas hacia el humor y hacia ese sano “vale todo”, que me parece el rasgo más saliente de esta etapa.
En materia de dibujo, en estas tiras le he visto hacer a Caloi miles de cosas que nunca antes había visto en una tira diaria. Casi ninguna la volví a ver después. Acá teníamos fondos laburadísimos, angulaciones imposibles, variaciones en el grosor de la línea, climas e iluminaciones recontra-laburados, distintos grados de realismo (en un momento aparece una mano gigante, dibujada en estilo académico, perfecto), tramados, cross-hatchings, experimentos de estilo con homenajes a varios pintores y dibujantes, y sí, también tiras MUY minimalistas, sin fondos, sin variación de enfoques, en las que simplemente tenemos a Clemente realizando alguna pantomima con mucha plasticidad, pero sin indicios de ese virtuosismo con el que tantas veces nos asombró Caloi. Con el correr de los años, ese virtuosismo se exiliaría definitivamente de la tira, para encontrar asilo en las planchas dominicales que el autor realizaba para Clarín. Acá, todavía se veía todos los días la magia de un dibujante realmente superdotado.
En algún momento, Clemente dejó de ser un personaje de historieta para convertirse en un ícono popular. Paradójicamente, me parece que eso coincide con el momento en que la tira deja de maravillar y pasa a enrolarse en el “más de lo mismo”. La lectura de los tomitos posteriores me va a ayudar a reafirmar o a refutar eso que hasta ahora es apenas una sensación.

miércoles, 9 de mayo de 2012

09/ 05: HUMORIS CAUSA

Y se nos fue Caloi... Triste, porque todavía era muy joven. Pero por otro lado, hacía muchos años que venía muy complicado en su lucha contra el cáncer y sus chances de mejorar eran muy, muy pocas.
Caloi (o Carlos Loiseau, si le miramos el DNI para enterarnos, de paso, que nació en Salta en 1948) fue uno de los grandes referentes de la historieta humorística que tuvo este país desde la década del ´70. Su principal creación, Clemente, forma parte de la cultura popular argentina y ascendió a un grado de reconocimiento y a un status icónico reservados a apenas un puñado de personajes. Esta chapa inmensa es fruto de una suma de carisma, largas décadas en la contratapa del diario más vendido del habla hispana y una exitosa incursión en el mundo de la televisión. Hasta acá, nada nuevo. Todas obviedades que cualquier salame sabe de memoria.
Más obviedades: Durante hace muchos, muchísimos años, la revista dominical de Clarín (que no siempre se llamó Viva) ofreció a sus lectores una página semanal en la que Caloi publicaba uno o más chistes, a veces de un sólo cuadro y a veces con secuencias narrativas propias de la historieta. Alguna vez esa página se llamó Caloidoscopio y se publicó en blanco y negro. Pero durante muchos años, la página llevó el nombre de su autor y se publicó a todo color. El trabajo a color le abrió a Caloi un nuevo abanico de posibilidades que -sabiamente aprovechadas- convirtieron a esa página de la revista Viva en una verdadera galería de arte. Casi 100 de esas maravillosas páginas se convirtieron en este libro fundamental, aparecido en 2007.
Frente a la inmediatez, el minimalismo y el “sale con fritas” que uno asocia con las tiras diarias (y Clemente no era en absoluto la excepción), Caloi plantaba cada página de Viva como un verdadero tratado de Estética. Realizadas íntegramente a mano, las planchas nos paseaban por maravillosos juegos de color y por inagotables estilos pictóricos: había impresionismo, clasicismo, hay Francis Bacon, Duchamp, Picasso, Miguel Angel y, sí, claro, había Oski, y Copi y Saúl Steimberg, porque este Caloi era el Caloi de siempre, aunque acá dibujara como nunca.
El humor siempre está y, si bien el énfasis no parece estar puesto en el chiste en sí (y digo “chiste” en un sentido laxo; se sabe que los buenos humoristas gráficos muchas veces plasman, más que chistes, osadas invitaciones a la reflexión que hasta pueden dejarnos un sabor amargo), sino en la forma de mostrarlo. Por eso vuelvo una y otra vez al impacto visual que producen estos trabajos, a la belleza, la complejidad, o incluso la simplicidad, a la amplia gama de sensaciones que transmite cada página.
Por supuesto, en las planchas que así lo requieren, hay un cuidado impecable de la secuencia narrativa, siempre ajustada al efecto cómico o la sorpresa que nos espera al final del gag. Y depurada al extremo, para prescindir casi por completo de los diálogos y demás textos, lo cual es sumamente arriesgado cuando muchas de las secuencias recurren al absurdo, o rozan el surrealismo, o incluso la metafísica. Pero Caloi sale airoso página tras página.
Y otra diferencia fundamental con las tiras de Clemente. En lugar de anclarse a la realidad y a los temas que esta nos impone (los presidentes, los ministros, los piqueteros, los árbitros del clásico del domingo, etc.), las 90 planchas recuperadas para Humoris Causa nos mostraban a Caloi preocupado por cinco o seis temas universales que se repiten y que poco tienen de triviales o de efímeros: las artes (y sobre todo, el proceso de creación), Dios (y de nuevo, la creación del Universo, el hombre, etc.), la tensión entre naturaleza y progreso, la vida urbana y el psicoanálisis (para muchos, nefasta consecuencia de esta última). O no. Tal vez esas no fueran las verdaderas preocupaciones del autor, sino las excusas que encontró para dibujar y pintar lo que él tenía ganas.
Hagámosla corta. Humoris Causa nos muestra al otro Caloi, al artista en la plenitud de su oficio, en un vuelo plástico majestuoso, en una constante búsqueda, una constante exploración de los límites del humor gráfico, con ironía pero también con poesía y sobre todo, con maestría. La edición de Sudamericana es tan bella y lujosa como el contenido del libro y su compra es poco menos que indispensable. Tan indispensable como recordar y agradecerle por siempre a este genio que tanto hizo por la historieta, el humor gráfico y la animación.